O5
Un nuevo día nacía y con él una nueva oportunidad se filtraba por la ventana de la habitación de Seungmin.
Sonriente y esperanzado debido a lo que los próximos minutos le deparaban, dio lo mejor de sí para mostrar el atuendo lo más formal posible con las pocas prendas que había metido en la mochila aquel día. No fue una tarea ardua, ya de por sí, su estilo era bastante formal y clásico, pero aun así se decía la combinación de colores y texturas era clave para una buena primera impresión. Después de colocarse el suéter de lana verde militar por encima de la camisa y el pantalón de jean ancho, se peinó e se colocó un poco de maquillaje, solo para tapar las ojeras.
No sabía nada de moda ni de maquillaje, pero le gustaba el resultado final cuando se vio en el espejo del baño.
Esa mañana, por primera estuvo solo en la propiedad de Felix, no le quedó otra que desayunar con la compañía de nadie. El silencio fue su música y la brisa otoñal que se colaba por la ventana era el sentimiento más cálido que sintió desde que llegó.
La soledad era un sentimiento al que estaba habituado y del cual gozaba de experimentar.
Se demoró unos cuantos minutos más de lo planeado, no quería irse, había disfrutado mucho estar en la casa solo.
Al final no pudo dilatar ni un segundo más su partida por mucho que quisiera quedarse; se levantó de la mesa, lavó la taza donde había tomado el té, guardó el paquete de galletitas de chocolate en la alacena, se detuvo justo en el espejo de cuerpo completo que por alguna razón Felix había ubicado en la cocina y se sonrió a sí mismo deseando que su propia sonrisa le dé fuerzas frente a este nuevo desafío. Se dirigió a la puerta donde se colocó las zapatillas blancas con las que había llegado a casa de Felix, dio un último vistazo a esa casa casi sin paredes, se dio vuelta y se fue sin más.
El camino hasta el museo fue rápido. El tránsito estaba ligero y al autobús no le tomaba mucho tiempo llegar hasta el lugar. El trayecto se le hizo más tranquilo de lo habitual, las primeras calles que rodeaban el barrio de Felix no eran concurridas en la mañana, hoy lo había terminado de confirmar. De todos modos, una vez que el autobús se empezaba a acercar al centro de la ciudad, el transporte se empezaba a colmar de más y más gente.
En cuanto bajó, entre movimientos torpes y pequeñas luchas con los demás viajeros para que lo dejaran pasar, divisó maravillado el museo como tantas veces lo había hecho. Estaba ahí, parado en la vereda y, mierda, se sentía demasiado extasiado y feliz de solo ver esa arquitectura. No importaba cuántas veces estuviera allí, siempre se emocionaría como la primera vez.
Esta vez, sin dudas, era especial. No se trataba de una escapada a escondidas o una nueva muestra de algún artista famoso o talentoso, nada de eso, se encontraba allí para dar un gran paso en su carrera artística y laboral. Si lo lograba, desde ese punto iría para arriba, nada más lo detendría.
Si lo lograba.
Tenía fe en sus habilidades y conocimiento, pero temía que su inexperiencia y juventud lo traicionase.
Como había destacado, además de amar ese lugar por lo que guarda en su interior, también le parecía una obra de arte el trabajo de arquitectura y diseño; se trataba de un gran bloque de esfuerzo e imaginación de estilo gótico que en varias ocasiones lo había dejado sin palabras. Ni hablar de toda la vegetación que rodeaba la propiedad de manera envolvente. Las plantas del lugar se encontraban muy bien cuidadas y seleccionadas por un ojo crítico, sumaban mucho a la postal.
Eran incontables los detalles que Seungmin podía destacar de ese lugar sin perder ni un segundo el destello en sus ojos.
Recorrió escalón por escalón la caminata hasta la entrada principal sintiendo como cada paso conformaba gran parte de su posible futuro. La lujosa puerta doble lo recibió como si todos adentro lo estuvieran esperando. El corazón le latía a mil por hora porque más allá de ser tan solo una fantasía, todas esas sensaciones le daban la voluntad y el aliento que necesitaba para dar el siguiente paso que venía, uno tras otro sin parar. Tomó valor, como si de la decisión de su vida se tratase, tragó saliva y se adentró a esa monstruosidad arquitectónica.
Rio para sus adentros debido a lo mucho que conocía el museo, sabía dónde se hallaba cada sector que quisiera buscar, incluida la secretaría de atención al público. Con ese dato y confiado de sus saberes, se encaminó hasta el área en el que le dirían dónde debía dar su entrevista mientras que en el camino dirigía su mirada una vez más a todas las pinturas colgadas por todos los rincones.
Apenas llegó, vio a una chica muy bonita hablando con unos niños y, por lo que pudo escuchar, les estaba indicando dónde estaba el baño. Cuando finalizó con los niños, Seungmin se predispuso a presentarse.
—Hola, soy Kim Seungmin. Vengo por el puesto de trabajo de guía del museo —comentó sonriente al notar la atención que la chica ponía en sus palabras. —Ayer me dijeron que el director del museo me iba a tomar la entrevista.
—Hola, Seungmin. Yo hablé contigo ayer, soy Ha Jimoon ―saludó. ―Permíteme llevarte hasta la oficina del director.
Seungmin asintió y dejó guiar por la chica de cabello corto y ojos grandes.
Subieron al ascensor en un pacífico silencio, fueron solo dos pisos donde la musiquita repetitiva fue el motivo de una conversación que no se dio. Seungmin se guardó las palabras para cuando fueran necesarias.
No se encontraba nervioso ni la situación lo hacía sentir así aunque sus manos continuaban sudando. Se repetía una y otra vez que era muy buen candidato a ese trabajo, que no debía preocuparse y que, si fallaba, no pasaba nada, el fracaso y el rechazo eran necesarios para seguir creciendo.
Frases de perdedores, pero motivacionales al fin y al cabo.
Luego de unos minutos en donde siguió los pasos de la secretaria Ha, ella se detuvo en donde parecía ser el destino de llegada. Se topó con una puerta de un metal reluciente, lustrada, traía incrustada una destellante placa dorada, en ella se exhibía el nombre de Hwang Hyuncheol. Supo entonces cómo se llama el director del Museo que, hasta este punto, era un dato bastante difícil de conseguir para la información pública.
—Ah, señorito Kim, se me olvidó mencionarte que hoy el director no está disponible, es por eso que te su hijo es quien tomará tu entrevista, pero pasa tranquilo, el joven Hwang es hombre amable y de buen corazón, tiene casi tu edad, seguro se llevarán muy bien. ¡Suerte!
La chica le agradaba, era amable.
A Seungmin le dio igual el hecho de quién tomaría su entrevista, cualquier persona sensata estaba bien para él, aunque le hubiera encantado conocer al director del Museo.
Ingresó tímido, casi arrepentido de estar ahí, abochornado, a la pequeña habitación, fueron los pasos más agotadores de su vida. Lo primero y lo único que llamó su atención al instante fue el mural que expresaba una noche de ciudad iluminada por las estrellas del cielo: colores fríos, blanco y negro, no había una luna o un edificio que destacara, era una ciudad triste bendecida por la vista que el cielo le obsequiaba. No se destacaba por los detalles, y eso lo hacía especial, era el conjunto de todos los elementos lo que atraía la atención de los espectadores porque, si faltara una estrella en ese profundo cielo o una luz en uno de los tristes edificios, ¿tendría el mismo efecto? Lo dudaba.
Como solía pasarle cada vez que asistía al museo, Seungmin perdió la noción del tiempo. Una bella obra de arte siempre era capaz de sacarle el aliento y hacerle olvidar lo que afuera acontecía. Tan encandilado estaba por ese gran trozo de arte que nunca notó que detrás suyo, de brazos cruzados y con la vista fija en el reloj, se hallaba de pie un pelinegro perdiendo la paciencia a cada segundo que pasaba.
—¿Vas a quedarte todo el día mirando mi creación? ―lo interrumpió alguien de repente reventando así la burbuja en la que se había encerrado.
Esa voz. Otra vez esa voz.
El chico de cabello castaño no pudo más que saltar del susto y darse la vuelta para enfrentar al dueño de esa voz que ya hasta reconocería con un distorsionador.
Ahí estaba él, parado con una sonrisa burlona. Sabía que esta vez el mando lo llevaba él.
Hace unos minutos se atrevió a decir que no le importaba quién tomara su entrevista, se confió en que lo haría bien pase lo que pase, pero se equivocó, y en grande, porque sí había una persona que le traería dolores de cabeza intensos si se atrevía a juzgar sus capacidades; ese insoportable ser estaba frente a él.
—¿Qué haces aquí? ―le preguntó con desesperación en el tono.
Le sorprendió hasta a él mismo lo despectiva que había sonado su pregunta. Su humor había cambiado por completo en cuestión de segundos.
Hyunjin dio unos pasos hasta él, casi que acorralándolo contra el escritorio.
—Soy Hwang Hyunjin, lamentablemente hijo de Hwang Hyuncheol. Seré yo quien tome tu estúpida entrevista de trabajo —explicó cerca de su rostro con su típico ritmo pacífico y sobrador.
Se alejó y tomó lugar en su silla frente al escritorio. Seungmin recuperó el aliento y lo miró indignado.
—Oh no, ¿qué es esto? ¿Acaso me persigues? —estaba al borde de quebrarse, de verdad nada de lo que había planeado en sus fantasías contemplaba la sola posibilidad de que ese imbécil estuviese allí sentado.
El supuesto entrevistador sonrió de lado, tomándose con humor lo angustiante que sonaba el adolescente. Si se ponía en el lugar del amigo de Felix, también le parecía un absurda la situación en la que se había metido, pero podría jurar que no sería tan inmaduro como para llorar solo por eso.
«Qué interesante son los niños mimados» pensó y acomodó los codos sobre la madera tallada.
—No te sientas tan importante, niño ―le recorrió el cuerpo con la mirada. ―Mi padre no podía hacerse presente hoy, me pidió que viniera en su lugar, eso es todo.
La sonrisa maliciosa de aquel estúpido hombre que se atrevía a jugar con el estado mental y anímico de Seungmin se podía observar a varios kilómetros de distancia. Era obvio que estaba gozando el momento como ningún otro.
Lo había planeado a la perfección.
—Pero tú sabías que yo vendría hoy aquí.
—Sí, pero no sabía que en la cena mi padre me pediría que lo suplante hoy en la oficina —contraatacó el más alto.
—Pero... pero...
No sabía qué decir. Quería gritar muchas malas palabras al viento, lanzar un objeto contra la pared y mover a ese metiche de su camino. A la vez, toda esa ira se mezclaba con inseguridad e impotencia. Se sentía inferior e indefenso allí parado. La habitación era demasiado grande y él muy pequeño. Sus pies se balanceaban y la piel de su nuca comenzaba a tomar un color rojo producto del continuo paso de las uñas de Seungmin por la zona.
—Ayer estabas muy confiado de tus capacidades para este trabajo, ¿te arrepentirás ahora? —Inquirió, provocándolo. —Solo debes pasar una estúpida prueba poder quedar.
— ¿Cuál es la prueba?
La sonrisa se ensanchó.
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