O4

Unos golpes se colaron en sus años, acto seguido una voz lo siguió.

—Seungminie... —la suave voz de Feliz lo llamaba desde el otro lado de la puerta. —¿Quieres venir a almorzar? Pedí tu pizza favorita.

El chico sobre la cama abrió los ojos con pausa y cansancio, no se dio cuenta en qué momento se quedó dormido mientras imaginaba los cientos de escenarios que podría vivir en su próxima entrevista de trabajo al siguiente día. Planear y fracasar sobre la marcha se había convertido en su mejor virtud.

Miró la hora: era la una de la tarde, hora del almuerzo.

En su mente se concibió la imagen una enorme pizza repleta de rúcula, champiñones y mucho queso derretido, se le hizo imposible rechazar la tentadora oferta de su amigo.

Si había algo de lo que Seungmin no se podía quejar, era de ser amigo de Felix, se convertiría en la peor persona sobre la faz de la Tierra de tomar esa nefasta actitud. Más allá de los defectos, de las diferencias culturales con las que habían crecido y de las experiencias, los valores y estilos de vida que los marcaron para el futuro, le quedaba más que claro que el valor de ser buena persona no viene relacionado a la cantidad de ceros en la cuenta bancaria. La persona favorita de Seungmin es Felix por lejos, y sospechaba que para el pecoso, él, por lo menos, entraba en el top tres junto a Changbin y sus padres. Y es que era innegable la atención y el cariño que su amigo rubio disponía solo para él, todo el tiempo estando encima suyo y a la vez dándole su merecido espacio, porque lo conocía y sabía mejor que nadie cuánto odiaba Seungmin los interrogatorios, es más, todavía ni siquiera se habían tomado el debido tiempo para charlar del futuro, de lo que vendría y de lo que harían e incluso así, a Felix no le importaban todos esos detalles, porque tenía a su mejor amigo en casa, convivían, y ese era motivo para estar contento las veinticuatro horas del día. Para Felix no hay límite de bondad y aprecio si se trata de Seungmin. Y Seungmin lo sabe.

Un punto y aparte en esta historia fue cuando Felix lo defendió de Hyunjin a voz viva. Fue la muestra más clara de que en la pirámide de Felix, Seungmin había escalado el puesto más alto de todos. Era un afortunado por tener alguien que tuviera la voluntad y el valor de protegerlo de todos y de todo.

—En un momento salgo, Lix ―le contestó, todavía entredormido.

Levantarse de golpe de la cama siempre le traía mareos, esta vez no fue la excepción: la vista se le nubló y los pies le fallaron por un momento, se agarró de la pared hasta que consiguió volver a la estabilidad necesaria y se dirigió a la cocina, donde Felix tenía la mesa donde se desayunaba, merendaba, cenaba y, por supuesto, donde también se almorzaba, justo como ahora. Allí se encontró con los amigos de su amigo (o de Changbin, no lo sabía, intrusos al fin) y cuatro cajas de pizza todavía completas, los comensales ya estaban ubicados para iniciar con el festín, solo faltaba él. El espacio que le cedieron fue el que se hallaba entre Changbin y Felix, como si estos dos fueran sus guardaespaldas.

Saludó, otra maldita vez, con la mirada a los presentes y tomó lugar. No esperó a que nadie diera el paso para empezar, estaba con hambre por lo que decidió ser él quien tomara la primera porción de pizza.

—¿Estabas durmiendo? —preguntó Felix buscando su mirada, Seungmin asintió sin quitar el ceño fruncido a la vez que luchaba con el queso que se extendía como chicle. —Lo noté, tus ojitos se ven muy tiernos cuando recién te levantas.

Changbin sonrió ante el comentario y aportó el suyo.

—Se ve tierno también ahora, míralo como intenta cortar el queso, parece un niño pequeño.

—Deberías tomarle una foto —incitó el intruso número dos.

La estrella de la mesa ignoró todos esos comentarios, no solía hacerles caso, ya estaba acostumbrado a ellos.

Felix y Changbin siempre se preocupaban por hacerlo sentir cómodo. A pesar de que solo se llevaban dos años de diferencia, la madurez que los caracterizaba (producto de los diferentes tratos que la vida les había golpeado), la pareja lo había adoptado hace ya mucho tiempo como su hijo, era su pequeño, incluso para Changbin, quien no tenía ese contacto tan íntimo como el de Felix con el nuevo inquilino.

Hyunjin, quien había estado callado todo ese tiempo, mientras comía pacífico en su lugar, fue incapaz de retener el deseo de dirigir su mirada al centro de atención y confirmar lo que la pareja estaba diciendo; efectivamente Seungmin parecía tan pequeño desde su perspectiva, recién despierto, con mucho queso a su alrededor.

Rio para sus adentros.

―Mi horario empieza a las siete de la mañana, seguramente no me encuentres cuando despiertes, pero no te preocupes, apenas salga vendré aquí para hacerte compañía —le explicó Felix para estuviera al tanto de los movimientos de la casa. —¿Necesitas que te traiga algo?

—No, está bien. Mañana en la mañana también estaré afuera, conseguí una entrevista de trabajo.

La capacidad de Seungmin de cambiar el estado de ánimo de toda la mesa tan solo con una frase era increíble: todos pasaron de estar enternecidos con su imagen a mirarlo boquiabiertos. Todos, de repente, dejaron de comer: Hyunjin se atragantó con su bebida, Minho dejó de utilizar su celular para mirarlo tan sorprendido como Changbin, que a su vez detuvo a su novio cuando este gritó:

—¡¿Qué?! ¡¿Dónde?!

Como acto reflejo, el más pequeño de la sala llevo sus manos a sus oídos intentado reprimir aunque sea un poco la fuerte voz de su mejor amigo.

—Shhh. —silenció con mala cara. —Sabes que odio los ruidos y el escándalo —expuso molesto.

Hyunjin contuvo una sonrisa pensando que no debía existir persona más insoportable en este planeta que Kim Seungmin.

—Explícanos, Seungmin. ¿Cómo es que conseguiste una entrevista de trabajo tan rápido? Y en dónde —Interrogó Changbin.

De solo estar mirando a los orbes de Felix, sus ojos se dispararon a Changbin, pero rápidamente volaron hasta donde se hallaba sentando Minho y luego a Hyunjin, ambos con un auténtico interés por saber todo con detalles, hasta las moscas revoloteando por ahí estaba curiosas de su hazaña.

―También estoy muy curioso, si mal no me dijeron estos dos, no hace más de un día que estás aquí ―planteó el intruso número dos sin importarle quedar como el chusma más chusma.

Quiso que todos se fueran y comer su pizza tranquilo, pero otra vez, esa no era su casa.

A Seungmin le preocupó pensar en lo mucho que sabían los demás de él, ¿qué importaba su vida? No le gustaba que conocieran de él, y el hecho de tener cuatro pares de ojos, como hace un rato, acechándolo e indagando en su privacidad no aportaba más que enojo e incomodidad.

Al final solo suspiró, era lo mejor.

―Pues, ¿vieron que salí tempano? Fue porque aparte desayunar en una cafetería del centro, aproveché para buscar trabajo en las propuestas en línea, tarde mucho en conseguir algo que encajara conmigo, pero lo encontré y es maravilloso ―informó con una sonrisa de joven ilusionado. ―Si mañana todo sale bien, seré el próximo guía en el Museo Nacional de Artes Visuales de Seúl.

No pudo evitar que su sonrisa se ensanché después de decir aquello en voz alta.

Todos quedaron asombrados, todos menos uno, el mismo de siempre, ese que le gustaba llevarle la contraria a los demás: esta vez lo hizo soltando una carcajada amarga.

—¿Y tú de qué te ríes? ―inquirió Seungmin.

El pelinegro no les contestó, simplemente se le quedó mirando cual amante de arte a su obra favorita, como si no tuviera la virtud del habla. En ningún momento borró su estúpida sonrisa del rostro.

—¿Siempre eres así de maleducado o solo es conmigo? —volvió a preguntar para que el silencio le respondiera.

La situación se había tornado incómoda para todos y a Hyunjin no le importaba ni un poquito que esa sea como consecuencia de sus actos, para él era culpa de Seungmin, no suya.

Al final el artista optó por rendirse se y continuar disfrutando su pizza. Se recordó una y otra vez que personas como ese pelinegro sentado en frente suyo no valían la pena, esos que se destacaban por desagradables y malintencionados no merecían su atención.

—Ya, respóndele, Hyunjin —pidió Minho, cortando la guerra de miradas entre esos dos, ya cansado de tanta tensión.

Los demás no hablaban, prefirieron observar y nada más, y de esa forma intentaban descifrar la escena. Incluso Felix estaba perdido, no entendía cómo podía haber tanto odio entre dos personas que no se conocían en lo más mínimo.

—Hace un rato dije que no te volvería a dirigir la palabra, me gusta cumplir con lo que prometo.

—De igual forma no necesito tu opinión ni nada que venga de ti —concluyó Seungmin.

La verdad es que a Hyunjin le sobraban los motivos por los cuales reírse de Seungmin, pero no estaba en sus planes perder el tiempo en tal lista, no cuando estaba tratando con un niño mimado y sensible a los malos comentarios.

Después del tenso incidente que esos dos vivieron, toda la mesa se dio el tiempo para hablar de su semana y los hechos de relevancia ocurridos en el transcurso de esta. Como lo sospechaba, Seungmin fue el protagonista de la noche. Empezó narrando qué hacía cuando todavía vivía con sus padres y el porqué de su salida de su casa. Felix, por su lado, relató lo contento que se sentía trabajando en el supermercado de la esquina debido a la inmensa cantidad de salchichas gratis que recibía como parte de pago, además del sueldo (dentro de todo, decente) para gastarlo en lo que quisiera. Con mimos de Changbin de por medio, la sonrisa del pecoso era radiante y genuina, y tan solo esa bella mueca indujo a Seungmin a preguntarse a sí mismo si en algún momento iba a poder sentirse así de completo con su vida. Felix no conoce los lujos, jamás los tuvo desde que nació hace veinte años, sus bienes y pertenencias eran escasos, y a pesar de que el dinero no abundó en ningún momento, ese poco, enorme por cierto, le servía para convertirlo en alguien dichoso y completo cada día. Sin mencionar a su novio amoroso y atento que lo amaba y que solo tenía ojos para él, también que su amor era recíproco. Era dueño de un puesto de trabajo que si bien no era la gran cosa, lo disfrutaba, también se acreditaba en su haber esa vieja casa heredada de su abuela la cual no cambiaría por nada del mundo. Afuera, una vida social entretenida que le permitía salir fines de semana a vivir como alguien de su edad. No tenía responsabilidades ni penas por las que derramar lágrimas, no le preocupaba en lo más mínimo el hecho de no estudiar ni tener un trabajo que lo llevara al éxito. Desde que lo conocía, hace seis años, el rubio siempre había sido feliz con cosas sencillas y, sin esforzarse, se lo demostraba a todos.

Felix terminó de explicar el por qué había sido regañado tres días atrás por el dueño de la tienda y luego siguieron Minho y Changbin contando cómo recorrieron todo el supermercado en busca de la marca favorita de cervezas de ambos, fue una total locura según ellos.

A todo esto, el chico alto de enfrente permanecía callado, no aportaba nada más que el compás de su respiración y se dedicó a observar a quien sea que tuviera la palabra, incluido a Seungmin. A este último le llamó la atención que alguien tan burlón de repente no tuviera nada para decir conforme a los minutos que corrían, se aprovechó, de a ratos cuando otros hablaban y Hyunjin se concentraba en ellos, a recorrer el rostro del pelinegro con los ojos: todo en su rostro era perfecto, desde su moldeada nariz, pasando por sus labios rosados, llegando a su llamativo lunar debajo del ojo izquierdo. La combinación de todos esos elementos conformaban esa pieza de arte de viviente que significaba el rostro de ese horrible intruso. Y por eso, odiaba que alguien tan malditamente guapo fuese tan irritante.

Pronto la conversación retornó a Seungmin. Fue la curiosidad de Minho la que inició la conversación:

—Y dinos, Seungmin, ¿por qué te emociona tanto ser guía del museo?

El chico se llevó la mano al mentón, pensando qué responder, no porque no supiera la respuesta sino porque no estaba seguro de que abrirse frente a esos dos extraños fuese una buena idea, es decir, ¿qué les diría? ¿que un pintor frustrado? Eso sonaba como lo más patético que nunca dijo. Ir por otro camino era la respuesta correcta.

―Bueno, resulta que el arte visual es mi gran pasión, ser parte de todo ese mundo me hace muy feliz, es por eso que me encantaría que otras personas pudiesen amarlo tanto como yo lo hago a través de los relatos y anécdotas que se esconden detrás de las pinturas y los pintores.

Si había algo que Hyunjin no era capaz de ignorar, eran las miles de estupideces que los artistas se dedicaban a soltar sin remordimiento alguno, ya demasiado tenía en su familia.

―¿Me permites opinar al respecto? ―se atrevió a decir, esta vez sin la intención de molestar a Seungmin.

Y Seungmin captó el sentido con el que el pelinegro se dirigía a él.

―Si tienes conocimiento de causa, por supuesto ―concedió el pequeño del grupo.

―No te preocupes, lo tengo ―fanfarroneó.

―Entonces adelante.

—¿No crees que el arte es algo muy abstracto y casi imposible de etiquetar como tal? Hoy en día cualquier estúpido que pinta una mancha sobre cualquier cosa ya cree que goza del derecho de ser llamado artista. Y eso no es todo, lo peor llega cuando intentas desacreditar con fundamentos firmes que su creación no es nada más que algo simple y sin valor artístico, esta gente opta por atacarte diciendo que uno no es nadie para decir qué es arte y qué no. ¿De qué sirven tantos años de estudio cuando no puedes ni siquiera dar una opinión constructiva? —y continuó: —¿Crees que puedes hacer que alguien ame el arte? Eso es espontáneo, lo tienes o no.

Nadie dijo nada después de que el pelinegro finalizara el discurso que nadie pidió. Seungmin no fue la excepción, él también se vio anonadado por la forma en la que Huunjin veía el ámbito del arte. Era una visión acertada, pero no definitiva ni la única realidad.

—Tienes razón en todo lo que dijiste, pero de todos modos quiero intentarlo. Pienso que al menos una persona entre cien puede tener una afinación oculta por el arte, si estoy para informar y acompañar a esa persona, entonces será suficiente para mí.

—Buena suerte con eso ―se llevó el vaso de agua a la boca.

―Gracias, daré lo mejor de mí mañana en la entrevista.

Hyunjin sonrió con esto último. Depositó el vaso en la mesa y acto seguido se puso de pie.

―Estaban ricas las pizzas, pero estoy lleno ―se llevó las manos a los bolsillos del pantalón de vestir negro. ―Bin, novio e hijo adoptivo de Bin, nos vemos luego.

Sin mencionar al intruso número dos, se encaminó a la salida de la casa.

—En esta casa todos tienen bastantes problemitas —soltó Minho entre risas corriendo detrás de Hyunjin.

Changbin rio en medio de la confusión.

—Tiene razón, ¿o no?, Lix? ―dio otro mordisco a su pizza.

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