❀; Forty Two.
Las mañanas siempre se mantenían entre estar triste o estar, y pocas eran las veces en las que realmente existía un motivo por el cual levantarse. Sim embargo, ese día es diferente, porque los brazos de Hyunjin rodeaban su cintura, porque la respiración de Hyunjin chocaba con su cuello, porque las piernas de Hyunjin estaban enredadas con las suyas y porque allí estaba, descansando tranquilamente en la cama de su novio.
A los minutos de haberse levantado, su compañero comenzó a moverse despacio, primero fue la cabeza, luego fue soltando su agarre y finalmente corrió las piernas y brazos de lugar hasta quedar boca arriba.
— Seung...— Llamó adormilado refregándose los ojos. —¿Estás despierto?
Quizá su personalidad tan impulsiva, la emoción del momento o simplemente lo muchos sentimientos que conservaba por su novio lo llevaron a sentarse arriba suyo y comenzar otra vez a llenarlo de besos. Se había convertido en un clásico entre ellos dos aquella acción.
— ¿Eso responde tu pregunta?
— Claro que la responde.
Acto seguido, atrajo a Seungmin para continuar con lo empezado. Con cuidado, en el medio de los besos bajó un poco más a Seungmin, haciendo que sus pechos se juntasen y con la mayor delicadeza que ni siquiera sabía que tenía, inició una serie de caricias por toda la espalda y cintura del pequeño, demostrándole su amor de la manera más sincera y respetuosa posible.
La situación no pasó a nada más, sencillamente porque ninguno de los dos lo sintió, lo suyo no era carnal, sino una relación sentimental, donde sentir pasaba por otro lado y eso convertía su relación en una relación más real y bonita.
— Quiero desayunar tostadas con esa cosa dulce marrón... ¿Cómo se llama?
Hyunjin detuvo los besos en el cuello para contestarle, no entendía del todo a qué se refería el pequeño.
— ¿Qué cosa?
— Lo que trajo esa vez en el desayuno tu mamá, no recuerdo el nombre.
La única vez que Seungmin se quedó a desayunar con la presencia de su madre fue en aquella ocasión donde éste llevó a cabo la tercera prueba donde lo hizo llorar. No pudo evitar sentir una punzada de dolor en el corazón al recordar todos los indicios que Seungmin lanzaba y él no atrapaba. Golpearía hasta el cansancio a Oh Sehun apenas lo viera.
Ese día que desayunaron juntos, su madre había traído dulce de leche de su viaje por Sudamérica, específicamente de Argentina, una pasta mucho más rica que cualquier otro dulce untable.
— Para comer de eso debemos salir a alguna cafetería, SeungSeung.
— Oh, pensé estúpidamente que quizá quedaba algo...— Contestó como si estuviera perdido en sus pensamientos, buscando una solución rápida, y sí que la había: —¡No importa! Comeremos lo que haya.
Y con un poco de vergüenza por haber pedido un dulce que en su país costaba caro cuando él ni siquiera trabajo tenía, se levantó de manera torpe y rápida del regazo de su novio y con la excusa de ir al baño escapó del momento que para él fue incómodo y se encerró en el baño por varios minutos, mismos que fueron aprovechados enérgicamente por Hyunjin ya que, aunque para Seungmin fue tonto sugerir dulce de leche, para él fue la mejor idea romántica que jamás pensó que se le podría haber ocurrido.
Corrió escaleras abajo, mojó su cara lavándose la cara sin jabón y tomó un poco de enjuague bucal ya que no había tiempo para cepillarse los dientes, y salió hasta la puerta de la otra punta, donde su única vecina se encontraba; una anciana que vivía con su nieta de doce años. Junghee era la mujer más bondadosa de todo el edificio y del mundo según el grato vecino, una señora tan única que se levantaba temprano para ver el amanecer porque decía textualmente que era mucho más lindo que el feo atardecer, también argumentaba que, por su buen comportamiento y amabilidad con ella, podía dirigirse a ella informalmente, raro si te pones a pensar que una vez golpeó a su hijo con su bastón por no referirse con los honorarios correctos hacia su persona. Todos estos aspectos generaban un ambiente de bienestar entre los vecinos y como consecuencia de esa gran confianza se le ocurrió la idea de ir hasta su casa para pedirle algo especial; flores.
Tocó la puerta dos o tres veces hasta que la anciana salió.
— Jinnie, cariño. ¿Cómo te va?
— De maravilla, Junghee.
Pasó como si fuera el dueño de casa y empezó a buscar entre todas las plantas alguna flor que quedara bien con Seungmin, pero ninguna le parecía correcta.
— ¿Qué buscas, hijo?
— Pues verá...— Empezó entre nervioso y avergonzado. —Hace poco me puse de novio, y él se encuentra ahora en mi departamento y quería darle... Ya sabe, una sorpresa. ¿De casualidad no tiene alguna flor que pueda regalarle?
La mujer lo miró sonriente y no emitió ni una sola palabra, en vez de eso, se acercó y lo abrazó, de la nada como cualquier madre haría frente al evidente nerviosismo y enamoramiento del chico. La señora Junghee tenía setenta y dos años, claro que sabía distinguir cuando una persona estaba enamorada que cuando no.
— Esperame aquí, en dos minutos te traigo un bello ramo de rosas rojas.
Le apretó las mejillas y salió hasta el balcón a meterse entre sus plantas y sacar las mejores flores solo para el novio de su adorado vecino. Tal y como dijo, a los dos minutos aproximadamente volvió con el ramo de rosas. Eran seis rojas flores sujetadas dulcemente con una cinta blanca que terminaba en un prolijo moño.
— ¿Tiene una hoja y una lapicera?
— Ya te traigo.
Se sentó en el piso cual niño y en cuanto obtuvo todo lo necesario escribió la carta más bonita que se le ocurrió, la verdad que era mejor expresándose con su cuerpo o verbalmente, pero las palabras no le quedaron tan mal después de todo.
Metió la carta en un sobre común donde firmaba que era para su pequeño, a pesar de ser obvio, lo vio como un bonito gesto. La acomodó entre las flores y agradecido en medio de la prisa, dejó el regalo en la mesa de la cocina, lugar donde sabía que Seungmin iría. A la velocidad de la luz, se colocó sus jeans en la puerta de salida y su chaqueta arriba, con sus manos peinó lo mejor que pudo su cabello y se colocó una gorra para disimular que recién se levantó. Tomó las llaves de su auto y otra vez corrió, mas en esta oportunidad el objetivo era su auto. Una vez que posicionó sus manos en el volante, salió haciendo un gran ruido con las ruedas, mismo que se escuchó por todo el estacionamiento y se puso en viaje hasta la cafetería donde vendían tostadas con dulce de leche.
Todo por hacer feliz a su pequeño.
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¡Hola, perfecciones!
¿Vieron que desaparecí una semana de Watercolors? Creo que nunca pasé tanto tiempo sin subir algo de esta joyita que es parte de mí, de verdad.
Para los que leen Remember, prometo actualizar en estos días, ya verán :c <3.
Nos leemos luego ~.
- D a n o n i n o .
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