❀; Forty Eight.
Vivió años con aquellos tratos delicados, a tener personas junto a él que se esmeraran por hacerlo sentir cómodo, a estar rodeado de lujos y todo aquello que sus padres le proporcionaron en su mente, y más allá de haber disfrutado todo ese tiempo de esos bienes, le guste o no, hoy ya estaba en su pasado, y por esa razón se le hacía raro estar en la casa de su novio; lo hacía recordar momentos que no quería traer a la memoria, mas otros que sí, causándole sentimentalismo.
La sala estaba ocupada por muebles de cuero negro, muy bonitos realmente, los muebles se encontraban en su mayoría hecho por roble, pero con algo raro cubriéndolos, como si la madera estuviera plastificada. La clara luz del solo se filtraba por cada una de las aberturas de la casa transformándola en una muy familiar e incluso alegre, el color crema que cubría las paredes también ayudaba mucho, sumado a la bellísima lámpara que contaba del techo.
— Ponte cómodo, Seungmin ¿o prefieres pasar a ver a Hyunjin primero?— Le preguntó la mujer sonriéndole sinceramente.
— Prefiero charlar con él un momento y preguntarle cómo está, si no es mucha molestia.— Confesó un poco tímido.
Como no se atrevía del todo a mirar a los ojos a la señora Hwang, reparó en los bellos retratos de su linda familia. Ahí estaban; Hyunjin, su hermanita Hayeong, su madre Hamin y su padre que, si mal no recordaba, se llamaba Jinyoung. En todas esas fotos se mostraba la hermosa familia que eran más allá de todos los problemas que surgieran entre la cabeza de la familia y el hijo mayor. Quizá se equivocaba, mas su percepción era muy firme.
— ¡Claro que no es molestia! Ve, sube por las escaleras hasta la puerta que dice "Prohibido entrar", Hyunjin te dejará pasar cuando sepa que eres tú.— Empezaba a creer que la mamá de su novio sabía más de lo que expresaba, y su hipótesis creció más cuando continuó diciendo: —No olvides que ésta es como tu casa, Seungmin.
— Gracias, señora Hwang.
Hizo una pequeña reverencia y ese encaminó hasta la escalera. Subió hacia el piso de arriba tomado de la barrera de la escalera todavía sorprendido por las palabras de su suegra, pensamientos que se disiparon apenas pisó la planta alta, pues ahí estaba el punto; ver a Hyunjin.
La manos le sudaban y los escalofríos le recorrían la espalda, vería a su novio en la habitación que pasó su adolescencia. Preguntas tontas como si sería una pieza infantil o tan aburrida como su actual departamento o también si descubriría algo realmente vergonzoso de sus días en la pubertad.
No fue para nada difícil encontrar la famosa puerta con el cartel colgado sobre el picaporte. Asustado llamó una vez, pero nada ocurrió. Volvió a hacerlo con mucha más inseguridad que antes y tampoco, nada. El silencio le causaba muchos nervios, lo ponía intranquilo no obtener absolutamente ninguna respuesta, pues llegaban esos pensamientos de que estando en ese preciso lugar, en ese mismo instante, lo único que hacía era molestar, pero no, debía disipar todo eso que le causaba daño. Hyunjin era su novio, él estará muy contento de verlo. Finalmente, en el tercer Intento algo sucedió, un hecho que no esperaba y que hasta lo obligó a cubrirse debido al miedo que le provocó.
Hyunjin abrió la puerta hecho una furia.
— ¡¿Acaso no sabes que estoy...— Su frase quedó en el aire apenas se dio cuenta de quién se trataba.
El pequeño visitante seguía con sus brazos en posición de defensa solo que ahora, como un niño pequeño, dejaba entre ellos una mínima abertura para poder verlo.
Quería decir algo, pero todas las palabras se le quedaron atascadas apenas vio cómo su pequeño se cubría de él. Estaba estupefacto, congelado en la entrada de su antigua habitación, no era capaz de reaccionar. Sumado a aquello, comenzó a recordar a Seungmin en la noche anterior, los nervios que se le reflejaban en el rostro, cómo se refugiaba detrás de su gran atril o incluso cuando explotó en llanto al terminar y él no pudo estar ahí para consolarlo.
Como si fuera una manera de disculparse, sujetó del brazo al pequeño y lo estrechó bruscamente contra su cuerpo. Se aseguró de sentir su inconfundible aroma y verificar los latidos de su corazón. Repartió sus brazos por toda la espalda de su novio y sintió romperse, porque no estuvo para él, le prometió cuidarlo de cualquier cosa y de quien sea, y ni siquiera pudo con él mismo, porque apenas bajó se cayó.
— Lo siento tanto, Seung. Perdón por estar ahí para ti.— Expresó con dolor.
Su tono era tan pero tan bajita que solo así, abrazados, serían capaces de escuchar. Su voz se cortaba en cada palabra que se animaba a pronunciar y no cabía duda de que estaba llorando. Hwang Hyunjin se hallaba soltando lágrimas.
— No llores...— Seungmin lo apretó más contra su cuerpo, reconfortándolo lo mejor que podía. —No importa, ya estoy aquí contigo.
— Perdoname, por favor.— Continuó, todavía afectado.
Se separaron luego de unos cuantos segundos más, Hyunjin continuaba cargando en sus ojos lágrimas y ahora sus ojos estaban rojos. Seungmin acomodó el rostro del contrario entre sus manos y con sus pulgares corrió todas las gotitas que caían sin cesar.
Esta era una historia ya vivida, por supuesto que sí, solo que ahora los roles se encontraban invertidos.
— Shh, ya pasó, ¿ves? Estoy bien.— Lo tranquilizó.
Con dolor, Hyunjin asintió a las afirmaciones de su novio. Sostuvo su mano entrelazando sus dedos y tiró de él hacia dentro de la habitación, cerrando otra vez con traba la puerta que ya detrás suyo estaba.
Dentro, la oscuridad. El color azul noche cubría por completo toda la habitación, generando un aura algo triste considerando los hechos anteriores. Los pocos muebles que entraban no indicaban nada más que orden y limpieza, tal cual su departamento. Definitivamente se trataba de una habitación aburrida, no había nada que demostrara fanatismo ni algún indicio que un adolescente vivió allí. Sí debía decir que le encataba el reloj cucú que colgaba sobre la cama de su novio, era muy bonito y moría por conocer al animalito que aguardaba por salir en cuanto las siete de la tarde se marcaran.
Hyunjin dejó que su novio apreciara todo lo que quisiera en la que alguna vez fue la guarida de la que escapaba de su padre. Para él no existían secretos posibles si se trataba del pequeño Kim, quien parecía un niño pequeño admirándolo, tanto que otra vez volvió esa ternura que tanto generaba en el mayor sin querer. Como acto reflejo, acercó su rostro y dejó un pequeño beso a la velocidad de la luz sobre la mejilla de su pequeño. Éste lo miró sorprendido, esperando una respuesta.
— Eres el ser más inocente que pude conocer en toda mi vida.
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¡Hola, perfecciones!
Por fin tengo internet y puedo traerles la actualización que, por cierto, contará con dos capítulos seguidos, por si me extrañaron más de la cuenta.
¿Vieron el comeback de EXO? Yo estoy que me muero con mia reyes, ayyy.
Nos leemos luego ~.
— D a n o n i n o .
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