❀; Eighteen.
Sin buscarlo, mucho menos buscándolo, podía decir que estaba viviendo una de las mejores noches de su vida de los últimos años.
Las últimas dos horas se las había pasado bailando, cantando y bebiendo algún que otro trago que conseguía por los rincones de la casa. Ya había besado a un desconocido hace unos pocos minutos y la noche recién empezaba. Quería más. La renovación que experimentaba Seungmin era inminente, podía sentir la adrenalina recorrer sus venas, su cuerpo fue inyectado con una buena dosis de despreocupación y festejo -aunque no hubiera nada que festejar, y en realidad tampoco había mucho para preocuparse-.
Su enorme sonrisa era una fuente de iluminación para todos los presentes, muchos de los encantados con sus perfectos y blancos dientes y sus movimientos de baila tan sueltos se preguntaban si ese de verdad era Kim Seungmin. Las personas que conocieron al obediente y responsable hijo del matrimonio Kim en el último año estaban sorprendidas y maravilladas con ese lado oculto del pequeño, no eran tantas, pero sí existían. Los que tuvieron el placer de conocer al alegre y fiestero Seungmin de hace dos años se dejaban contagiar por la alegría del chico, y confirmaban que su esencia seguía allí.
En el año en el que su noviazgo lo devastó y lo dejó en el peor momento de su existir. Hace unos dos años aproximadamente, se encerró en las oscuridades de su habitación y solo salía de su casa para ir al psicólogo. Ese año no hubo ni una persona nueva en su vida, apenas si veía a Felix como para encontrar una nueva personalidad que pudiera terminar de destruirlo.
No quería que nadie lo mirara mal o lo juzgara, ya tenía demasiado desprecio hacia sí mismo como para que alguien más lo haga.
Antes de los dieciséis años, Kim Seungmin fue un ser de luz, esperanzas, risa y colores. Kang Daesook fue un antes y un después en su vida, todos lo sabían y así lo recordaban. Las personas que fueron capaces de tratar con Seungmin antes de la llegada de esa aura oscura sabían que el chico que observaban en ese momento era de unos años atrás, por lo que no los impresionaba su manera de actuar, sino el hecho de verlo de nuevo en las grandes pistas.
En su creativa y temerosa mente, no divisaba que en un futuro volvería a ser de esos chicos que salen a beber y enrollarse con el primero que viesen, pero la sensación no estaba mal, estar de vuelta no estaba mal. Era genial notar cómo los demás lo deseaban y querían venir a bailar con él. Pensó en todas esas veces en las que se prohibió de ser un adolescente real por serle fiel a sus padres y al idiota que creía que era su novio, tuvo tantos a sus pies, y solo tuvo ojos para un imbécil que lo arruinó.
«No es momento para amargarse, Seungmin».
Nada de eso importaba en ese momento, cuando tenía toda la noche solo para él.
Había perdido a la pareja con la que vino hacía un largo rato, y no quería imaginar lo que esos dos andarían haciendo libres por ahí. Ahora solo se hallaba concentrado en las manos de aquel musculoso chico con el que estaba bailando, era muy atractivo, un desconocido sin nombre, pues cuando se le acercó solo pidió para bailar, y Seungmin aceptó sin dudar. Ambos chicos se permitieron un sutil y disimulado manoseo en medio de los movimientos, les gustaba ir más allá de los pasos de baile.
En cuanto la canción terminó, los dueños del rincón de la pista se otorgaron un vulgar beso que duró lo suficiente y luego se fueron cada uno por su lado. No supo adónde se dirigió su compañero de baile, poco le importó. Se retiró de ese espacio con la vista en dirección a la barra alquilada por Chanyeol, rogaba por encontrar algún líquido que le calme el ardor que traía en su garganta.
En cuanto vio que se le acercó el tipo que preparaba los tragos, habló.
—Dame una bebida bien fuerte.
—Por un beso te doy un trago especial.
Seungmin arqueó la ceja. La tranquilidad con la que ese hombre limpiaba la copa que sus manos sostenían mientras le proponía tan descaradamente lo seducía, así como también los destellos de luz que sus ojos disparaban a causa del alcohol consumido.
—¿Qué tendría de especial? —provocó.
—Sería especialmente hecho de mí para ti.
El artista sonrió de lado y se preguntó por qué no aceptar tal oferta.
Tomó al chico del chaleco que traía puesto y lo acercó casi con violencia a su boca. Le regaló un beso muy parecido al que le dio al bailarín de hace un rato, de esos besos lujuriosos y pasionales que tan lo caracterizan.
Había fantaseado con ser este tipo de persona toda su adolescencia; alguien que sale por las noches, bebe y prueba muchas bocas en el mismo lugar. Estaba sobre una nube. Quería su bebida y a la vez ser alguien que rompe las reglas de alguna manera. Fue entonces que mató dos pájaros de un tiro; metió su lengua en la boca de ese desconocido y consiguió algo que lo ayudara con su sed.
Se separó rápido y certero, y no perdió la oportunidad de guiñarle un ojo al chico que, anonadado, corrió a servirle su trago.
Un buen rato después se tomó un descanso de toda la emoción de la fiesta y se sentó en el escalón más alto de la escalera. Con una cerveza en la mano se dedicó a observar a los presentes: todos ellos eran de la alta sociedad, hijos del poder y el dinero. Conocía a la gran mayoría, a sus familias y las mansiones donde residían.
Los únicos que no encajaban en ese ambiente eran Felix y Changbin que estaban besándose dulcemente en el sillón ubicado al lado de la puerta al patio trasero. Por suerte a ellos no les importaba que los demás tengan el quíntuple del dinero que ellos tendrán en toda su vida.
Pensó entonces en Hyunjin y su familia, ellos que se dedicaban a preservar tan importante edificio. ¿Dónde estaba el hijo de los Hwang? ¿Sería posible que Hyunjin no asistiera a este tipo de reuniones o solo no era cercano a Chanyeol? No sospechaba que Hyunjin pudiera estar en la misma fiesta que él, de ser así ya lo habría visto. Lo buscó con la mirada mientras acaba su cerveza.
No lo notaba, no estaba consciente. Se hallaba tan perdido en sus pensamientos e intentando responder las miles de preguntas que se generaban en su cabeza que no era capaz de ver que a lo lejos estaba la contestación que tanto buscaba, o más bien, Hwang, quien lo admiraba con el ceño fruncido y se interrogaba acerca de lo que sus ojos veían: ¿ese era el mismo Seungmin que había conocido antes, el tímido que se enojaba hasta por la más mínima broma, el de pensamientos profundos, el artista?
No pudo contener una carcajada. Kim Seungmin resultó ser aún más sorprendente de lo que él pensaba. Parecía contener varias personalidades en un solo cuerpo.
Seungmin volvió a la sala principal y buscó otra cerveza en la nevera de la casa. Había algunas personas besándose y otros solitarios llorando en el rincón, cada quien elegía el equipo al cual quería pertenecer. Kim se apoyó contra la mesada, al lado de los muebles de la cocina, y sacó su celular a verificar que Felix no lo estuviera buscando. Estaba aburrido, pensaba que ya era hora de irse y por lo que presentía, se iría solo pues su mejor amigo no daba señales de querer irse, no daba señales de ningún tipo.
—Pero miren quién decidió salir de su escondite —ironizó alguien enfrentándolo. Era él, reconocería su voz en cualquier lugar y circunstancia. —¿Cómo te va, Seunggie?
Ese sobrenombre tan cursi y empalagoso que antes lo incitaba a volar entre nubes, que le provocaba un hormigueo en el estómago, que lo hacía sentir la persona más dichosa de todo el planeta, hoy solo le generaba náuseas y asco.
No le respondió, no tenía habla. Buscó con la mirada una manera de salir de lugar, era un espacio muy reducido. Como un acto reflejo, intentó escapar corriendo, irse a otro lado, pero ese tipo lo detuvo tomándolo del codo, aún con esa mueca cínica que acostumbraba a llevar en su esculpido rostro.
—Oye, no te vayas. Hablemos —incluso a unos cuantos centímetros era capaz de sentir ese terrible olor a alcohol en su aliento.
—No quiero hablar contigo, déjame en paz —aplicó toda su fuerza para zafarse, pero no podía.
—Solo será un ratito, no seas así —insistió, todavía tomando su brazo.
Lo obligó con la mirada a quedarse. Se impuso contra su voluntad como todas esas veces que hizo cuando aún salían y así Seungmin tuvo que quedarse, frotando su adolorido brazo que, de seguro, para mañana tendría moretones.
Lo sacó de allí y lo sentó en la barra y él se ubicó a su lado. Llamó al chico de las bebidas que no era el mismo desde hace un rato y le pidió la bebida que solía beber con dieciséis años. Lo observó de arriba abajo y comenzó a soltar con las idioteces que tenía para decir.
—Me alegra verte tan... bien —inició falsamente. —Te vi con varios chicos, te has vuelto la sensación de la fiesta.
—Mira tú. ¿Es todo?
Suengmin podría estar mostrando todas las agallas que guardaba, mas en realidad solo sentía terror.
—No. En realidad quería comentarte que me parece bastante llamativo verte actuar como una puta cuando en verdad siempre fuiste todo un santurrón.
Las manos de Seungmin se hicieron dos puños a los costados de sus piernas. ¿Cómo se atrevía a ser tan insolente? No poseía ningún derecho a tildarlo de nada. Se sentía denigrado, Kang Daesook le faltó el respeto de la manera más repugnante, y como buen impulsivo que era, se defendió.
—Hubiera sido genial que te hubiera pedido el comentario, gran imbécil —casi que apretaba los dientes para hablar. —¿Quién te crees que eres? ¿Piensas que solo tú te puedes vivir de verdad? —se atrevió, consumido por la furia. —A ver si te consigues una vida y me dejas en paz de una puta vez.
Daesook no contestó, en lugar de eso, lo volvió a tomar del antebrazo y lo arrastró hasta el rincón más próximo, uno donde estaba oscuro y alejado, solo te darías cuenta de qué estaba pasando entre esos dos si los mirabas fijamente.
Así fue como lo tenía arrinconado, apretándole la misma parte del brazo de hace segundos, al borde de la desesperación, no muy lejos de las lágrimas, como había pasado en hace dos años.
—Recuerdo la última vez que nos vimos, hace mucho tiempo atrás, en esa reunión, ¿la recuerdas?, te comenté que si te volvía a cruzar en estos ámbitos, no sabría cómo reaccionaría —le dijo al oído.
—Suéltame, por favor.
La asfixia poco a poco se hacía más fuerte en su exigido cuerpo y no sabría cuánto tiempo duraría sin desmayarse.
A Daesook no le intersaban sus súplicas. Sacó su celular y a modo de tortura, empezó a pasarlo por el rostro de Seungmin, provocándolo, causándole más miedo del que ya sufría. Incluso estaba al tanto de que estaba cerca de sufrir un ataque de pánico, pero no le importaba, es más, lo disfrutaba.
—La cámara de este teléfono anda de maravilla, ¿qué te parece una sesión de fotos? O bueno, si quieres recordar los viejos tiempos, podemos hacer un lindo vídeo —se burló. —Como tú quieras.
Pensó que no podría salir de allí, que nadie lo ayudaría, por eso cerró sus ojos y rogó que las llamas de ese infierno se hicieran cenizas lo más pronto posible.
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