11
Tarde en la noche, después de horas de tristeza y angustia, Seungmin dejó que Morfeo se lo llevara lejos. Su cuerpo permaneció sentando en el polvoriento suelo, con la cabeza y los brazos sobre la cama sin hacer, en una incómoda posición que le traería, como mínimo, un inaguantable dolor de cuello. El agotamiento mental se trasladó a todo el cuerpo, como si estar triste lo cansara lo suficiente como para no moverse hasta que el sol al día siguiente le golpease el rostro otra vez, entonces tendría que fingir que lo anterior no significó la gran cosa, aunque nada se hubiera solucionado.
Ese era el proceso de una vida infeliz, ¿no?
Su vida se encontraba en constantes vueltas sin sentido y ratos amargos inventados por él mismo y su temperamento. Da fe de que entrega lo mejor de sí para que los vientos que azotan su vida cambien de dirección, las piedras del camino se van haciendo cada vez más grandes de atravesar, los zapatos que sus pies cargan son cada vez más pesados y la lluvia que golpea su cara se torna más fría con el pasar del tiempo. No está seguro de que podrá lograrlo, no se siente capacitado para esa lucha.
Cuando Felix y Changbin volvieron a la dulce morada, lo primero que hicieron fue ir a ver a Seungmin y cerciorarse de su bienestar. Felix se adelantó a su novio; golpeó la puerta de la habitación de su pequeño inquilino, y fue respondido con silencio, por lo que no lo pensó dos veces e ingresó. Apenas vio a su amigo tirado, se espantó de su estado y corrió hacia él.
―¡Seungmin! ¿Qué te ha ocurrido? ―le preguntó al cuerpo que yacía sin conciencia.
Por supuesto que después del chillido de Felix, Changbin pudo evitar aproximarse a la habitación a la velocidad de la luz. Al encontrarse con tal escena, no esperó y ayudó a su novio a colocar el cuerpo de su hijo postizo sobre la cama.
Fue inevitable que, como consecuencia de tanto movimiento, Seungmin abriera de a poco los ojos.
—¿Qué pasó? ¿Qué hora es? ―preguntó todavía dormido.
—Son las once de la noche ―informó el pecoso. ―¿Estás bien? ¿Cómo es que te dormiste así, Seungminie?
Seungmin odiaba ese tono cargado de preocupación de su amigo, bastaba con mirarlo a los ojos para ver lo doloroso que era para él ver a su pequeño amigo en no muy óptimas condiciones, le costaba no poder hacer mucho. No le gustaba que Felix se angustiara por sus estupideces, eso solo lo hacía sentir peor.
Dirigió sus ojos hacia toda la habitación, diviso a Changbin, quien tenía la mirada clavada en el suelo y eso lo hizo sentir un poquito mejor.
Sus herramientas de trabajo estaban tiradas si un orden sobre el ropero, y eso no algo típico de él, fue la forma más rápida en la que la pareja pudo advertir que algo había ido mal por la tarde, y es que Seungmin tiene la costumbre de ordenar todo lo que desordena, es un chico muy cuidadoso y detallista, jamás dejaría nada desparramado por ahí.
—¿Podemos hablar... a solas? —susurró muy bajito, angustiado.
La presencia de Changbin en la habitación lo inquietaba un poco. Le daba vergüenza que quien sea lo viese en ese estado de vulnerabilidad y tristeza. Su condición era tan personal y privada que hasta lo bloqueaba sin permitirle razonar. No dejaba de pensar en otra cosa que no fuesen personas criticándolo, burlándose, riéndose de él, e incluso sabiendo que el novio de su mejor amigo nunca haría algo como eso, no podría soltar ni una sola palabra con él presente entre esas cuatro paredes.
No podía confiar en nadie que no fuese Felix.
—Claro que sí, Seung —su amigo le acarició la frente y parte de la cabeza como si mirara al niño más tierno del mundo y luego se dio vuelta para dirigirle la mirada a su novio. —Binnie, cariño, ¿podrías esperarme en la cocina?
—Claro. Estaré afuera si me necesitan ―anunció.
Changbin en ningún momento posó sus ojos en Seungmin, conocía los sentimientos por los que estaba atravesando, ni hablar de sus inseguridades. No era la primera vez que pasaba, hubo ocasiones incluso peores. Y aunque estuviera mal y lo hubiese visto en situaciones poco gratas, Felix ya le había contado hace mucho lo que desconocía de la historia del pintor. Por supuesto que por respeto jamás soltó una palabra a nadie, era secreto de sumario, porque así lo quería el amigo de su novio.
Seungmin sabía de estos secretos guardados en la pareja, y agradecía que a Felix se le dieran tan bien las palabras, porque si no le contaba de sus cosas a Changbin, no es porque no confiase en él, para nada, es porque le daban vergüenza sus problemas, se avergüenza de quién es y no se siente capaz de hablar sobre el tema.
En cuanto el más bajito de todos cerró la puerta, Seungmin soltó un largo suspiro entrecortado, acompañado de las primeras lágrimas.
—Hey, Minnie, no llores, ¿quieres contarme qué pasó? —Felix lo abrazó fuerte, recordó que esos eran los abrazos que más reconfortaban a su amigo.
Lo único claro para Felix es que ese dolor que Seungmin llevaba dentro tenían nombre y apellido: Hwang Hyunjin.
—Volvió a pasar y no pude contenerme, Lixie —se ahogó con su propio llanto.
—¿Qué cosa volvió a pasar?
Aunque el rubio se daba una idea a lo que el pequeño se refería, necesitaba que este lo pusiera en palabras, de otra forma, no podría calmarlo. Era necesario que Seungmin sacara lo que llevaba dentro.
—Otra vez. Una broma tonta, me quiso regalar acuarelas, y me enojé, y él también lo hizo —Seungmin formulaba mal el orden de sus palabras y sus oraciones no se entendían del todo, pero aun así Felix escuchaba y de a poco ataba cabos. —Y entonces se fue hecho una bola de fuego. Lo vi por la ventana, arrancó a toda velocidad. Ahora ya no hay trato, ni trabajo, ni nada. Soy tan patético. ¿Por qué no puedo hacer que las cosas salgan según mis planes? Es tan difícil —el tono que Seungmin utilizaba para expresarse no era el de siempre, no parecía estar teniendo una charla con alguien, sino cuestionándose a sí mismo, e incluso autoinsultándose, como suele hacer cada vez que su mal genio lo arruina todo.
Las lágrimas seguían cayendo, al igual que los pedazos de corazón de Felix quien ya comprendía el sentido de las palabras de su mejor amigo, y le dolía, tanto como al propio Seungmin. Sentía cómo este se aferraba a su camiseta con fuerza, buscando refugio.
El pequeño escondió la cabeza en su abrazo.
—Shh, ya no llores. Estás hablando de Hyunjin, ¿verdad? —Seungmin movió su cabeza a modo de afirmación. —Lo sé, no te preocupes, Seung. Él es muy enojón, ya lo conocemos, pero estoy seguro que ya se le habrá pasado, su cabeza se enfría tan rápido como se calienta. Si lo llamas y te disculpas, sabrá comprender que no tenías tu mejor día, a él le gustan ese tipo de gestos. Además, eres un artista estrella, hasta podrías convertirte en su propio descubrimiento, no puede no seguir con su magnífico trato. Él es un poco inteligente, solo un poco, por supuesto que no echaría a perder este gran negocio que solo tú puedes ofrecerle. Si quieres, le pediré a Changbin que hable con él en caso de que no te sienta listo ―Felix buscó el rostro de Seungmin para así limpiarle las lágrimas. ―Ya no llores por esto, Seung. Nada ni nadie merece tu llanto.
Seungmin asintió y tragó saliva antes de seguir.
―Ya lo sé, Lixie, pero es que de verdad odio ser así... no puedo controlarlo, no puedo hacer más nada que resignarme porque todo lo que he intentado ha fallado y ya estoy harto ―se sacó las manos de encima con cariño. ―Además, se veía muy enojado cuando se fue, no creo que me perdone así de fácil.
El pecoso hizo un gesto con la mano restándole toda importancia a los sentimientos de Hwang. Felix incluso se preguntó si alguien como él sentía pena o culpa, qué le va a importar lo que un adolescente le hiciera al gran Hwang Hyunjin.
—Mira, una mejor idea es que te des un baño calentito, te tomes tu tiempo, pienses tranquilo y luego vemos qué hacemos. ¿Qué te parece? ¿eh?
Seungmin aceptó su oferta, salió de la cama y caminó hacia el baño con algunas prendas que encontró a su paso colgando de sus dedos. En cuanto estuvo en el baño, se dispuso a pensar en la mejor solución ante la estupidez que había cometido. Llamar a Hyunjin, sin dudas, lo era: le pediría disculpas, se excusaría, como le sugirió Felix, de que justo ese no era su mejor día y que las bromas no son para nada de su agrado (en partes, nada de todo eso es una excusa pues si bien pasaron a un segundo plano, los nervios de verse evaluado por él permanecieron durante todo su encuentro). Por otro lado, es cierto que el trabajo que Hwang le brindaría a futuro (si todo sale según lo planeado, ja) es muy importante para él, y es necesario que hiciera todo lo que esté a su alcance para convencerlo de que él es un negocio del que no va a arrepentirse.
Cuando ya había decidido qué hacer, se tranquilizó, dejó su mente en blanco y descansó. Le urgía no pensar en nada. El estrés que le causa su elevada exigencia de perfeccionismo le hace perder la razón en un chasquido y eso no está bien. Debe aprender a controlarse cueste lo que cueste.
Estuvo alrededor de una hora en el baño, y se sintió muy bien. Salió mucho más calmo y con la mente menos difusa. Cuando ya estuvo cambiado y peinado, atinó a salir a buscar a Changbin para pedirle el número de su, ojalá todavía, instructor de arte. Por suerte, Felix fue más rápido que él y le dejó en la mesita de luz un papel con el número acompañado de una pequeña notita:
"Este es el número de Hyunjin. No olvides que todo lo que te dije. Te quiero. <3"
Agradeció en su interior, el rubio representaba una gran dosis de vitaminas y energía que su vida necesitaba.
Se preguntó si era conveniente llamarlo en ese mismo instante, el hecho de que fuese pasada la medianoche le decía que no debería porque puede que Hyunjin durmiera o estuviera ocupado con otros asuntos que no fuesen un chiquillo cascarrabias pidiendo disculpas. No quería arruinarlo más lo que ya lo había hecho, por lo que optó por enviarle un mensaje de texto.
Hola, Hyunjin. Soy Seungmin. Espero no molestarte. ¿Podemos hablar?
Releyó su mensaje cientos de veces antes de enviarlo y, después de hacerlo, rio para sus adentros y admitió en su mente que ese mensaje lo representaba muy bien: seco, eficiente y directo.
La contestación tardó alrededor de dos minutos, pero llegó. Lo que llegaron también fueron las pulsaciones en el pobre corazón de Seungmin que, a este punto del día, ya estaba súper agotado.
Claro, hablemos.
Apenas terminó de leerlo, una llamada entrante obstruyó la vista en la pantalla de su celular: era de Hyunjin. Fue una extraña sorpresa, sin embargo, tenía mucha curiosidad, por lo que no dudó en aceptarla.
—¿Hola...?
—Hey, mocoso. Pensé que tendría que ser yo quien tire la primera piedra.
—¿Eh?
De fondo se oía música jazzera, muy tranquila, pero en un volumen un poco alto para su gusto. La voz de Hyunjin se percibía un poco distinta a como la recordaba, pero no había duda que era él. No entendió lo que el pelinegro le quiso decir y temía haber interrumpido su noche.
Porque claro, hay gente que sale y se divierte, gente a la cual le gusta disfrutar el hecho de estar vivos, no como Kim Seungmin, que se la pasaba llorando y durmiendo debajo de la oscuridad su habitación.
—Y... ¿Para qué necesitabas hablar exactamente? ―indaga Hyunjin, queriendo escuchar a Seungmin.
―Nada... tú sabes, quería pedirte disculpas por lo de hoy. Estaba un poco nervioso por lo de la prueba y me pasé un poquito... fue sin querer, lo lamento —dijo con verdadera culpa.
Seugnmin no pudo verlo, pero las comisuras de Hyunjin se elevaron con aquella confesión.
—Sí, la verdad fuiste un gran idiota. Yo que tanto me esforcé en ese estúpido regalo ―ese comentario, al igual que mucho otros, lo encasilló en la etiqueta denominada «de mal gusto», pero se guardó sus sentimientos porque Hyunjin, igual que todo el resto del mundo, no tiene interés en oír su opinión.
Porque ellos eran el problema de todo ¿verdad? Exteriorizar sus sentimientos solo lo había llevado por el mal camino, se había complicado la vida por nada más que sus opiniones también, de mal gusto. Por lo tanto, de ahora en más tendría que guardarlos donde nadie los encontrara si deseaba cambiar su suerte.
—Espero que este altercado no afecte...
Fue interrumpido, tristemente interrumpido.
—Ya, Hayeong, estoy hablando por teléfono ―se quejó Hyunjin desde el otro lado de la línea.
Entonces sus sospechas eran ciertas: Hyunjin había salido, con alguien más: su amiga, su hermana, su madre, su novia. Alguien. Claramente había interrumpido su diversión.
Confirmó que sí, que era un enorme idiota por no haber esperado a la mañana siguiente.
Odiaba arrepentirse de sus decisiones, lo odiaba más que a nada en el mundo.
—Parece que estás ocupado. Hablamos mañana ―se despidió.
Y cortó. Sin despedida, sin esperar respuesta, simplemente así, impulsivo y directo, muy Seungmin.
Tarde ya, se recostó en la cama, un poco más calmo que antes porque, aunque nada había salido como él quería, pudo saber que Hyunjin no le guardaba ningún rencor.
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