¹³| Te extrañe II
Amelié
Me había confesado lo que sentía, y aún no podía quitar aquel pensamiento de mi mente. ¿Sentía lo mismo o más?
[♢♢♢]
Mi cuerpo solo estaba cubierto por mi ropa interior, esta vez llevaba sostén y tanto a él como a mi nos había sorprendido tal hecho. Me observó con su ceja arqueada, y su rostro lleno de intriga.
- ¿Te dejo de ver unos días y ya usas sostén? -Murmuró sobre mi labios interrumpiendo nuestro beso por unos segundos.
Me encontraba sobre él. Sus manos apretaban mi trasero aproximando cada vez más mi feminidad a su bulto, al mismo tiempo realizaba movimientos rápidos de adelante hacia atrás, creando fricción en nuestras partes intimas.
Nuestros labios se movían al compás, en ningún momento habíamos interrumpido aquel beso que desbordaba de lujuria. Su lengua exploraba mi cavidad bucal provocando delicados gemidos de mi parte.
Con una de sus manos desabrochó mi sostén, y bastaron segundos para que este fuera arrojado a un lado de la habitación. De forma desesperada retiró su boca de la mía y ahora su lengua se deslizaba con movimientos circulares al rededor de mi pezón. Inconscientemente tiré de mi cabeza hacia atrás y mis manos se enredaron con su cabello.
-Señor Osorio ¡Mierda!.
Llevo una de sus manos a mi nuca y acercó mi rostro al suyo, provocando que nuestras frentes se rosen.
-Dí que eres mía, dí que no vas a alejarte. -Su expresión era una combinación de lujuria y a la vez preocupación.
Su cabello desordenado, sus labios más rosados de lo normal e hinchados, su respiración agitada... Aquella imagen me cegaba, no podía negar que haría todo lo que me pedía, simplemente me enloquecía.
-Soy tuya, jamas voy a dejarte. -Su mirada profunda y peligrosa, ahora lucia satisfecha.
Sin previo aviso se levantó del sofá conmigo entre sus brazos. Mis piernas rodeaban la parte baja de su torso y mis senos estaban pegados a su pecho. Subió las escaleras rápidamente, ignorando el hecho de que yo estaba encima suyo.
Una vez en el primero piso, golpeo con su pie la puerta de la habitación que automáticamente reconocí. Me arrojó sobre la gran cama, y quito de un solo movimiento mis bragas. Por unos segundos se quedo inmóvil observando mi cuerpo, desde mis pies hasta mi rostro. Podía jurar que un suspiro había escapado de sus labios.
Quitó cada prenda que cubría su cuerpo y se colocó sobre mí.
Jefnier.
Sentía que en cualquier momento mi miembro iba a explotar de lo duro que estaba, la necesitaba tanto como ella necesitaba tenerme dentro suyo.
Agarre sus muñecas con una de mis manos y las puse sobre su cabeza. Esta noche iba a quitar cada gramo de rebeldía que ocupaba su cuerpo. Esta noche iba a hacerla mía.
-Pídeme que te folle.
-¿Qué? -Preguntó con sorpresa en su rostro.
Ignorando su pregunta, llevé dos de mis dedos a mi boca, los lamí y sin previo aviso introduje ambos dentro suyo, profundo y con fuerza. Como respuesta, su espalda se arqueó y de su boca escapó un pequeño chillido.
-Pídeme que te folle.
-Señor Osorio, por favor. -Ignoré sus palabras y embestí su feminidad con mis dedos nuevamente.
-No te lo quiero repetir una vez más, pídeme que te folle. Mierda. -Gruñí entre dientes
-¡Por favor, hazme tuya! ¡Lo necesito! -Soltó en medio de un gran gemido.
Quité mis dedos de su feminidad reemplazándolos con mi miembro. Me introduje en ella de un solo movimiento, podía sentir como sus paredes abrazaban mi pene. La humedad de su vagina, y lo estrecha que era podía hacerme correr en minutos.
-¡Mierda! -Gritó.
Comencé a penetrarla con lentitud, aumentando la velocidad de mis movimientos con cada segundo que transcurría.
Sus gemidos inundaban la gran habitación, haciendo que todo se vuelva cada vez más incontrolable.
Sus senos se movían al compás de mis embestidas y no podía dejar de observar su cuerpo con admiración. Tenerla gritando mi nombre era todo lo que quería en este momento.
-Quiero que estés en cuatro. -Salí de ella y me moví a un lado permitiéndole espacio para que se acomode.
Asintió, y se posicionó como yo se lo había pedido. Ladeo su cabeza hacia un lado para poder observarme. Le sonreí, no era cualquier sonrisa, era una promesa, la haría llorar de placer.
Me incliné hacia adelante y con mi mano en su vientre la atraje hasta mi cuerpo. Habíamos quedado de rodilla sobre el cómodo colchón.
Introduje lentamente mi miembro dentro de su vagina, y nuevamente comencé a embestirla. A medida que aumentaba la velocidad, llevé mi mano hacia su cuello y la otra hacia uno de sus senos.
A pesar de estar cubiertos por una leve capa de sudor, el estar pegados uno al otro me excitaba aun más.
Ver como apoyaba la parte trasera de su cabeza en mi hombro y lloriqueaba por más, me volvía absolutamente loco.
-Señor Osorio, voy a correrme. -Murmuró llena de deseo. Sus ojos estaban cerrados y mordia su labio inferior intentado reprimir sus gemidos.
-Hazlo gritando mi nombre. -Hablé sobre su oido.
Esta vez con ambas manos en sus pechos, comencé a embestirla con fuerza, recordé los días que había estado sin ella y quería disfrutar cada milímetro de su piel.
Segundos después, pude sentir como sus paredes se contraian al rededor de mi miembro y un grito de placer salió de ella.
-¡Mierda, señor Osorio!.
Sin permitirle segundos de descanso, quite mi miembro de su cuerpo y con una de mis manos en su espalda le indiqué que se posicione en cuatro. Con mi mano libre rodee mi pene y la moví de arriba hacia abajo rápidamente, desde la base hasta la punta.
-Me encantas, papi. -Aquella frase había logrado calentarme lo suficientemente más para que termine eyaculando en su trasero, aquel orgasmo había sido uno de los mejores de mi vida.
No era un "papi" de niña inocente, ella quiso provocarme y funcionó.
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