ii.
LAS DESPEDIDAS FUERO DEMASIADO CORTAS PARA CECILY. Cuando terminó la Cosecha dos los Agentes de la Paz la llevaron a una sala para que se despidiera de sus seres queridos. Primero entraron sus padres, ambos en lágrimas. Su padre la abrazó con mucha fuerza contra su pecho maldiciendo entre lágrimas mientras que su madre sollozaba ahogándosé entre lágrimas y tristeza.
―Mi niña tienes que hacer todo lo posible por regresar a casa. Sabemos que es muy difícil y duro pero tienes que luchar y ser fuerte pequeña.
Cecily se sentía minúscula, como si el mundo se le viniera encima. Los Agentes de la Paz entraron y los tres supieron que el tiempo se acababa.
―Os quiero mucho, cuidar de los chicos y la abu por mi. Adiós.
Tuvieron que forzar a que los dos adultos se separaran de su hija, su única niña que habían criado con tanto amor y esfuerzo para que ahora se la arrebataran de la peor manera posible, mandándola a su muerte. Los siguientes, y los que suponía que serían los últimos, eran sus hermanos y abuela. Alfie llevaba entre sus brazos a Gendry, que tenía la cara roja de llorar. La mujer mayor se acercaba por detrás con el semblante serio.
―¡No es justo Cecy! ¡No quiero que te vayas!
El corazón de la joven se rompía a cada palabra que oía de sus familiares y no podía con la situación más, deseaba que todo fuera un sueño y despertara en su casa junto a sus seres queridos. Entre lágrimas y sollozos todos se abrazaban y su abuela que no solía ser muy expresiva por primera vez desde que los nietos tenían memoria comenzó a llorar. Pero el mayor de los tres hermanos agarró a Cecily por los hombros para hablarle con la respiración agitada intentando parar las lágrimas de sus ojos.
―Vas a enfrentarte a otras 23 personas que quieren salir vivos de los Juegos. No importa, y repito, no importa lo que ocurra ¿vale? Haz lo que sea para ganar y regresar a casa con nosotros. Estamos muy orgullosos de ti.
De nuevo los guardias aparecieron y rápidamente Alfie se quitó del cuello un medallón que era como una reliquia familiar que pasaba de generación en generación.
―Padre me lo regaló en mi primera Cosecha para que me diera suerte. Tú lo necesitas más, suerte Cecily, te queremos.
Y después de eso su familia desapareció de su vista. Fue guiada hasta un tren para dirigirse al Capitolio. Dentro Delta les informó tanto a Cecily como a Brett dónde estaban sus cuartos y les pidió que esperaran en el vagón principal a sus mentores. Por la puerta aparecieron una mujer bastante mayor con su cabello plateado y castaño recogido en un moño, y un hombre más joven de tez bronceada (siendo esto normal para los que trabajaban bajo el sol durante largas horas) y cabello oscuro pero con algunos rastros de vejez en forma de canas. Los únicos vencedores del Distrito 9 que quedaban vivos (siendo el total 5).
―Está bien, comenzemos con esto cuanto antes. Mi nombre es Fredrick y ella es Agatha, seremos vuestros mentores. Antes de que siga hablando necesito oír vuestras respuestas para saber cómo tengo que proceder. ¿Qué es lo primero que queréis que os aconsejemos?
Ambos muchachos se quedaron en silencio y Cecily examinó en su mente la pregunta, tan simple pero compleja al mismo tiempo. Era obvio que ambos adultos querían saber las expectativas de ellos. Y por primera vez escuchó la voz de Brett, recordándole mucho a su hermano Gendry.
―¿Cuál es la muerte menos dolorosa? ¿Salir antes de tiempo y explotar por los aires o ser asesinado de un golpe en el Baño de Sangre?
Sin duda eso no era lo que la muchacha tenía en mente pero por las caras de los mentores se dio cuenta de que él no era el primero en hacer esa pregunta.
―A mí me gustaría saber a qué distancia de la Cornucopia están las provisiones de comida y agua y si merece la pena arriesgarse en el Baño de Sangre.
Un nuevo brillo apareció en los ojos de Fredrick y pareció satisfecho al ver que por lo menos uno de sus tributos quería intentar sobrevivir al primer día de los Juegos.
―Bien, creo que podemos trabajar con eso.
La siguiente en hablar fue Agatha que, para sorpresa de ambos niños, tenía una voz altiva y fuerte.
―Fred y yo lo comenzamos a hablar después de veros y creemos que para conseguir una oportunidad, aunque sea pequeña, de que uno de los dos regrese victorioso tenemos que jugar muy bien nuestras cartas. Sentaros, en un momento traerán la comida y no recomiendo que os excedaís comiendo, muchos se acostumbran a comer demasiado y al llegar a los Juegos mueren de hambre al tener su estómago acostumbrado a la gran cantidad de comida.
Todos hicieron caso a la mujer y una vez que comenzaron a traer comida le fue muy difícil elegir a Cecily puesto que nunca había tenido tanta comida delante de ella. Con toda esa mesa podía alimentar perfectamente a toda su familia durante un mes. Recordando las palabras de Agatha optó por poner en su plato un filete de una carne que desconocía y un poco de puré de patatas. El primer vocado, como el resto de la comida, fue gloria para ella y deseó que su madre pudiera probar esa delicia (además de que no tuviera que cocinarla).
―Bueno, como ya sabéis en cuanto lleguéis al Capitolio seréis llevados a unas instalaciones privadas donde os prepararéis para los Juegos. Primero trabajarán estéticamente con vosotros para el Desfile de Tributos. Ese será vuestro primer contacto directo con los patrocinadores, llamar su atención y caerles en gracia es vital para vosotros, literalmente. Después vendrán los entrenamientos, recomiendo aprobecharlos al máximo para aprender no solo defensa sino supervivencia. Normalmente los tributos profesionales pasan de las estaciones que enseñan supervivencia y créerme, os pueden salvar la vida como a mí.
La mujer asintió con la cabeza para seguir hablando donde lo había dejado su compañero.
―Aún así no dudéis en probar las diferentes armas que hay, puede que se os de bien una. Pero no queremos convertiros en un blanco para los profesionales por lo que el primer día de entrenamiento intentar no llamar su atención ni mostrar habilidades que puedan ser letales. Tenemos una estrategia, mostraros dulces y amables para conmover al Capitolio pero no por eso tontos. Y los tributos tendrán una visión de vosotros como inofensivos pero no estúpidos. ¡Sí! Puede funcionar. ¿Alguna habilidad de la que tengamos que saber? Por muy tonta que parezca nos puede servir.
La mentora los miraba a ambos y por un momento Cecily pensó que la mujer todavía tenía la esperanza de que misteriosamente alguno de los dos supiera utilizar una espada o lanzar cuchillos. Pero desgraciadamente no era el caso, aunque la adolescente no dudó en comentar lo que ella creía que podía ser de utilidad.
―Yo llevo trabajando un año en los campos de cereales por lo que mi cuerpo ha aguantado temperaturas extremas en invierno y verano. Y he utilizado como herramientas la azada y la hoz. No sé si será útil pero...
Fue interrumpida por el otro mentor que movió el tenedor en su mano mientras hablaba. Parecía tener un poco de entusiasmo dentro de lo que cabía.
―Eso está bastante bien, tu cuerpo podría estar perfectamente preparado para las temperaturas que pueda tener la Arena. Y que hayas trabajado con esas herramientas equivale a brazos resistentes. Yo seré tu mentor y después del primer día de entrenamiento me comentarás que arma se te da mejor para que podamos trabajar individualmente sin ojos curiosos. ¿Y tú chico? ¿Qué puedes hacer?
Brett parecía hacerse más y más pequeño por momentos, viendo su muerte inminente.
―Nunca he trabajado en los campos ni en las fábricas. Pero supongo que podría considerarme rápido. Y ayudo a mi madre a hacer cestas para recoger el cultivo por lo que podría construir o tejer alguna cosa de uso en la Arena.
―¿Ves? Hay esperanza para ti también. Puedes pulir esa habilidad en los entrenamientos sin problemas y hacer redes o trampas. Además, eres pequeño y si eres tan rápido como dices ser eso te vuelve escurridizo.
Agatha parecía satisfecha con lo que podían hacer los dos niños ya que a pesar de no ser gran cosa habían llevado al matadero a otros muchos jóvenes que no tenían ni ganas de colaborar aceptando su muerte como inminente. Parecía que por lo menos ese año querían intentarlo, querían luchar por sus vidas. Fred dio una palmada y mostró una pequeña sonrisa.
―Agatha, parece que este año nos han tocado unos luchadores.
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