Prólogo

Era una noche fría, aún cuando el verano estaba muy cerca. Las nubes anunciaban que en cualquier momento una lluvia torrencial caería, sin embargo no parecía importarle a las personas que cenaban escondidas entre los árboles del bosque. Ni el viento que había comenzado a correr ni los truenos que se oían a lo lejos lograban distraerlos.

Eran alrededor de cien personas, la mayoría hombres, y conversaban casi a los gritos. A ninguno de los presentes le molestaba. Acostumbraban a ser bulliciosos, aún cuando no era una buena idea. Comían y bebían sin preocuparse por lo que sucedía a su alrededor, solo se concentraban en mantener una agradable conversación. 

Fue entonces cuando una sombra se movió sigilosamente entre los arbustos. Una sombra que nadie notó, excepto una persona. Sloane, la cabecilla del clan, era la única que se mantenía en silencio. Era la única que se mantenía alejada del resto del clan. Eso no la convertía en alguien solitaria o amargada, no, la convertía en alguien prudente y observadora. No por nada se había transformado en la líder del clan.

En cuanto notó una presencia ajena al clan supo inmediatamente de qué se trataba. No era difícil de adivinar. Incontables veces los habían atacado de sorpresa, pero Sloane siempre se las arreglaba para que no los sorprendieran del todo. Era por ese motivo que prefería mantenerse ajena a los juegos y conversaciones de sus hombres. Ella siempre se mantenía alerta, no importaba el momento o el lugar, siempre observaba todo con minuciosidad.

Supo entonces que venían por ellos. 

Con disimulo, y sin levantar sospecha alguna, giró la cabeza para observar a su alrededor. Dos sombras más se escabulleron entre los árboles y la oscuridad de la noche. No podía asegurarlo, pero sospechó que no eran demasiados. Si fuera así, ya hubieran atacado. Buscaban el momento perfecto para salir de las sombras, pero Sloane no se los daría.

Acomodó su espada, la cual siempre llevaba colgando en su cadera, y se puso de pie. Dejó una mano en ella, como precaución, y con la mirada comenzó a buscar a Kile entre la multitud. No tardó en hallarlo, como era de esperarse este se encontraba en medio de una ronda, acaparando la atención de todos. Así comenzó a caminar hacia él, armando un plan en su cabeza.

Kile, el segundo al mando, era un muchacho alegre y conversador. Se podría decir que era todo lo contrario a Slone, pero eso no les impidió forjar una amistad. Sus caminos se habían cruzado hace varios años y, desde entonces, permanecieron juntos. Kile tenía la plena confianza de Sloane y ella la de Kile.

Cuando Sloane llegó a la ronda se sentó entremedio de todos y, para no levantar sospechas en los invasores, fingió prestar atención a lo que Kile decía. El rubio la miró y notó algo extraño. Ciertamente no le sorprendió ver que la expresión de Sloane era seria, sino que verla entre los demás fue algo que lo extrañó.

Inmediatamente dejó de hablar y se acercó a ella. El resto del clan ignoró aquello y continuaron hablando entre ellos, deshaciendo la ronda. 

—¿Qué sucede? —preguntó cuando estuvieron solos. 

—Están aquí —susurró Sloane, mirando el suelo. Cuando Kile intentó mirar a su alrededor, se lo impidió. —No mires. Si lo haces, atacarán inmediatamente y estaremos en desventaja. 

Lo que Sloane decía era cierto. Todos estaban cenando y conversando entre ellos, completamente distraídos y desarmados. Si atacaban ya mismo los vencerían fácilmente. Era algo que Sloane sabía, pero que no la intimidaba ni aterrorizaba.

—Ya estamos en desventaja, nuestros hombres están desarmados —comentó Kile con algo de desesperación. 

Sloane giró la cabeza para mirarlo. 

—No todos —aseguró y bajó la mirada hasta la espada de Kile. —Los he visto, no son muchos. Tú y yo podremos con ellos. 

—¿Solo nosotros?

La muchacha arqueó una ceja ante la duda de Kile.

—No nos subestimes. 

En cuanto pronunció aquellas palabras se puso de pie, llamando la atención de sus hombres. Al instante una ronda se formó, dejando a Sloane y a Kile en el centro, y el silencio se abrió paso entre los guerreros. Todos y cada uno de ellos pusieron atención a lo que Sloane tenía que decir. ella era la única que lograba captar toda su atención.

Osir gonplei ste nou odon [Nuestra lucha no ha terminado] —Aquella frase solían recitarla luego de cada batalla, como recuerdo de que aún debían continuar luchando para lograr sus propósitos.

Una dura mirada acompañó a sus palabras y eso fue suficiente para que los guerreros entendieran el mensaje. Los murmullos estallaron al instante. Los guerreros comenzaron a alarmarse cuando supieron que estaban rodeados. Hicieron el intento de buscar sus armas, pero era inútil. Habían cometido un error al descuidarse, al confiarse. Ahora, su reina pagaría las consecuencias.

Sloane levantó ambas manos haciendo que sus guerreros guardaran silencio. Al mismo tiempo, Kile se acercó con una espada en su mano, dándole a entender que estaba listo. Ella asintió con la cabeza, también preparada.

—Ahora... —guió sus ojos a una figura que se movió entre los árboles, bajó la voz antes de hablar —... a los túneles.

Todos obedecieron a la joven y se dirigieron directamente a los túneles, sabiendo que era la única salida que tenían. Sloane y Kile pudieron observar que las figuras a su alrededor comenzaron a alborotarse e impacientarse al ver que todos se resguardaban en los túneles. Era una clara señal de que el momento había llegado.

—¿Lista? —preguntó el muchacho, empuñando su espada.

—¿Y tú? 

Kile se encogió de hombros.

—Podría ser peor, ¿no?

Y justo en ese momento todo empeoró.

De la oscuridad salieron seis personas. Por sus ropas, descubrieron que pertenecían al clan Trikru. Aquello enfureció a Sloane.

—Siempre puede ser peor —murmuró.

Kile fue el primero en atacar y de un movimiento limpio cortó la garganta de uno de ellos. Sin perder tiempo continuó con el segundo, golpeándolo hasta arrojarlo al suelo y, cuando eso sucedió, clavó su espada en el pecho del hombre. Se detuvo un momento para lanzarle una sonrisa a Sloane, quien solo rodó los ojos. Kile solía presumir sobre sus habilidades en el campo de batalla, aún cuando Sloane era tan buena como él.

La azabache decidió no quedarse atrás y atacó a uno de ellos, quebrándole el cuello con sus manos. Después tomó la espada que había dejado caer y la clavó en la garganta del guerrero que se acercaba por detrás. Soltó un suspiro y miró a Kile, quien acababa de pelear con otro de ellos. Era el quinto hombre, por lo que solo quedaba uno.

Sloane giró al sentir una presencia detrás de ella. Se encontró con el guerrero restante, quien apuntaba una espada directamente a su pecho. Esta no sintió temor alguno. Había estado al borde de la muerte incontables veces y, sin embargo, había logrado burlarla todas y cada una de ellas. 

Y esta sería una de esas veces.

Sin que el hombre se diera cuenta, Sloane hundió su pie en el suelo y de repente lo levantó, arrojando tierra en sus ojos. Este gruñó, molesto, e inconscientemente soltó su espada para restregar sus ojos. Aprovechando su distracción, Sloane se agachó y tomó la espada del hombre. No perdió tiempo y, antes de que el guerrero pudiera hacer algo, hundió la espada en su estómago. Fue un movimiento rápido y despiadado.

El hombre cayó rendido a los pies de Sloane, quien se limitó a mirarlo desde su posición. 

—¿Qué quieren de nosotros? —cuestionó y, cuando el hombre no respondió, colocó su pie sobre la herida y presionó.

Él se abstuvo de gritar y se limitó a mirarla con odio.

Jus drein jus daun [Sangre debe tener sangre] —susurró con el último aliento de vida.

Sloane soltó un suspiro, sabiendo claramente lo que significaban aquellas palabras. Luego retiró el pie de la herida, mirando el cuerpo sin vida del guerrero Trikru.

Yu gonplei ste odon [Tu lucha ha terminado] —murmuró.

Acto seguido, giró y se dirigió hacia los túneles en donde se refugiaba el resto del clan. Kile la seguía muy de cerca y la miraba con atención. Él también sabía por qué habían sido atacados, lo supo en cuando el guerrero pronunció aquellas palabras, las cuales eran una clara declaración de venganza. Sloane, por otro lado, no dejaba de pensar en lo que había sucedido. 

Su pasado la había alcanzado una vez más. Trikru no descansaría hasta tener su cabeza y cobrar venganza. Sería condenada a muerte si regresaba, de eso estaba segura.

Ya había huido una vez, dejando a su pueblo atrás, pero no volvería a hacerlo. Ahora era parte de un nuevo clan, había hallado una nueva familia y no la abandonaría. Sin importar lo que sucediera, ella no huiria.  Gonkru era su pueblo y Sloane era su reina, su despiadada reina, conocida y temida por cada uno de sus enemigos. No por nada cargaba con semejante título.

Ella lucharía para sobrevivir, lucharía por su pueblo.

Ella era La Reina Guerrera. 

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