Capítulo siete
Sus piernas se movían con agilidad, esquivando ramas, arbustos y piedras. Su cabello castaño revoloteaba en el viento, lo que le impedía ver el camino con claridad. Era por ese motivo que lo quitaba de su rostro con bruscos manotazos. De vez en cuando giraba la cabeza para asegurarse de que nadie la estuviera siguiendo. Soltaba suspiros aliviados y sonreía con aires victoriosos cuando confirmaba que efectivamente estaba sola.
No es como si estuviera huyendo para salvar su vida, pero ella así lo sentía.
Si su hermano descubría lo que estaba haciendo, la encerraría en la nave por el resto de su vida. Bellamy era muy sobreprotector, pero después de todo así eran los hermanos mayores con sus hermanos menores. A Octavia no le molestaba que Bellamy la cuidara, hasta lo agradecía, pero había veces en las que ella solo quería un poco de libertad para decidir qué hacer.
Había pasado los primeros años de su vida ocultándose y los restantes encerrada. Ahora todo era diferente. Ya no se encontraba en el Arca, estaba en el suelo y podía sentir la libertad. Ya no quería ocultarse o estar encerrada, quería ser libre. Ansiaba sentir esa misma libertad que Sloane parecía tener. Era por ese motivo que no podía evitar querer saber más sobre ella, era por eso que la terrestre había despertado la curiosidad en ella.
Y esa misma curiosidad la había dirigido directamente hacia los túneles que Gonkru utilizaba para resguardarse.
Por eso no quería ser vista por nadie del campamento. Sabía que si la descubrían, le dirían a Bellamy y este se opondría rotundamente a la idea de que se relacionara con terrestres. Había decidido no decirle nada y prefería que se mantuviera así, al menos por el momento.
No pasó mucho tiempo antes de que fuera capaz de ver los túneles que Sloane le había mencionado días antes durante su escape. Sin embargo, no fue la única en reconocer algo a lo lejos.
—¡Alguien viene! —anunció unos de los guerreros que vigilaba la entrada a los túneles.
Su grito puso en alerta a todo el clan. Todos salieron rápidamente al exterior, sosteniendo sus espadas y lanzas entre sus manos. Estaban preparados para atacar a quien sea que se acercara. Ni siquiera se imaginaban que se trataba de una Skaikru. En ningún momento imaginaron que Sloane, su reina, le había dado su ubicación a otro clan. Si bien habían aceptado esa supuesta "alianza" con Skaikru, aún faltaba la confianza mutua. Sin duda aquella era la parte principal, la parte que todavía no se realizaba.
En ese momento, Sloane se abrió paso entre los guerreros. Rápidamente se colocó al frente del ejército, dispuesta a enfrentar lo que fuera por su clan. Clavó su mirada al frente y efectivamente notó que alguien se acercaba corriendo, sin embargo no fue capaz de reconocer de quién se trataba. Detrás de ella los murmullos no tardaron en aparecer.
—Naiplana —murmuró Izan, uno de sus mejores guerreros. —¿Qué hacemos?
—¡Debemos atacar! —gritó alguien desde el fondo.
—No somos así —respondió Sloane, manteniendo la mirada al frente. —No busquemos la guerra.
—¡Viene a atacar! —gritó otro guerrero.
Sloane tensó la mandíbula al oír los gritos de los demás. En ese momento desconoció a su propia gente. El verdadero Gonkru nunca hubiera buscado la guerra, nunca hubiera sentido esas ansias de sangre que sentía en ese momento. Al parecer, la llegada de Skaikru al suelo los había alterado y no de la buena forma.
—Eso no lo sabemos —refutó Sloane, sin voltear. —Además es solo una persona. Si alguien quisiera atacarnos, enviaría a un ejército. No se dejen llevar por el ansia de guerra.
Izan, quien se encontraba de pie junto a Sloane, volteó hacia el resto del clan.
—Debemos esperar. Naiplana tiene razón —opinó, apoyando los deseos de su reina.
Nadie más soltó ni una sola palabra. Se mantuvieron en silencio, aunque no conformes.
No fue mucho el tiempo que pasaron de pie, sin hacer nada y observando que aquella persona se acercaba cada vez más. Sloane estaba atenta a cada movimiento de su alrededor, esperaba que cualquier cosa sucediera. Fue entonces, cuando luego de unos segundos, logró reconocer aquella cabellera castaña que se acercaba a toda velocidad.
Octavia.
Una sonrisa de labios cerrados se asomó al rostro de Sloane.
Volteó hacia los demás rápidamente, antes de que Octavia llegara hasta ellos.
—No es una enemiga —informó, regresando a su habitual seriedad. —Regresen a los túneles, yo me encargo.
Los guerreros se quedaron de pie por unos cortos segundos, mientras se miraban dudosos. Sloane no pronunció palabra alguna ni demostró señales de descontento, sólo se mantuvo en silencio hasta que finalmente Gonkru se adentró a los túneles.
Algo en su interior se removió al notar lo que acababa de suceder. Supo que alcanzar la convivencia y la paz con Skaikru no sería para nada fácil. Ambos clanes se mostraban reacios a la idea y Sloane parecía ser la única que creía en esos ideales, los cuales cada vez parecían sueños inalcanzables de niños.
La mirada de Sloane fue a parar en Izan, quien también se adentraba a los túneles.
—Izan —llamó, deteniéndolo. —¿Dónde está Kile?
—Salió ayer —informó Izan y Sloane frunció el entrecejo. —Aún no regresa.
Se quedó pensando en sus palabras.
—¿A dónde fue?
—Dijo que tú sabías —respondió, pero Sloane se quedó en silencio.
Kile mintió, lo hizo para que nadie hiciera preguntas.
Sloane no sabía dónde se encontraba.
Aquello era algo que Kile jamás haría. Ella lo conocía perfectamente y sabía que el rubio no se ausentaría sin antes avisarle a alguien. Él conocía los peligros que había en el exterior y siempre debía mantener informado al clan por si algo le sucedía.
—¿Sucede algo? —preguntó Izan al notar que Sloane estaba más pensativa de lo normal.
En ese momento ella supo que Kile estaba molesto por Skaikru, más molesto de lo que pensó. Le preocupó que hiciera alguna estupidez, pero no podía revolucionar al clan por cualquier problema.
—Ve con los demás —evadió la pregunta y miró hacia el frente. —Yo me encargo de ella.
Izan asintió y le echó una fugaz mirada a Octavia antes de adentrarse a los túneles.
Él fue uno de los primeros que se unieron al clan, por lo que es de los guerreros más leales de Gonkru. Izan era capaz de dar su vida por Sloane y sus deseos eran órdenes para él. Se puede decir que la admiraba y respetaba como nadie. Siempre se sintió afortunado de haber sido salvado por ella. Era por eso que jamás la traicionaría y le sería leal hasta que diera su último suspiro.
Era el soldado perfecto.
En ese momento Octavia llegó. La castaña detuvo su andar a unos metros frente a Sloane. Clavó sus ojos en la terrestre y la miró con atención. Por un momento se arrepintió de haber venido y pensó que tal vez Sloane la atacaría, pero aquellos pensamientos desaparecieron en cuestión de segundos.
Si Sloane quisiera atacarlos, ya lo hubiera hecho y ella lo sabía.
Entonces se armó de valor para acercarse a Sloane. Una sonrisa apareció en el rostro de la azabache. Sabía que tarde o temprano Octavia vendría, aunque nunca imaginó con qué motivo. Octavia podía llegar a ser muy impredecible y Sloane tenía la ligera sospecha de que lo sería, fue por eso que no se tomó la molestia en tratar de imaginarse el por qué de su visita.
—Viniste. —Sloane habló primero. —¿Sucede algo?
—No —respondió la castaña, con la respiración algo agitada. —Vine porque quiero que me entrenes.
Sloane levantó sus cejas. La petición de Octavia la sorprendió, más que nada por lo directa que había sido. En ningún momento imaginó que la castaña vendría por eso, pero había otra cosa que llamaba su atención. Una pregunta vino a su mente en cuanto Octavia pronunció aquellas palabras y no pudo evitar soltarla:
—¿Y Bellamy está de acuerdo con esto? —Octavia desvió la mirada mientras tomaba una bocanada de aire. Sloane pudo adivinar la respuesta. —Claro que no.
—No lo sabe —corrigió, regresando la mirada a Sloane. —Y prefiero que no lo sepa... al menos hasta que encuentre el momento adecuado para decirle.
Sloane asintió.
No comprendía la sobreprotección de Bellamy. Ella cuidaba de sus guerreros, pero no como él lo hacía con Octavia. No lograba comprenderlo porque no tenía hermanos y sus padres habían muerto cuando ella tan solo era una niña. Nunca había sentido el cálido amor de una verdadera familia. Gonkru era lo más cercano que tenía a una familia.
Por otro lado, sentía que no podía negarle esta oportunidad a Octavia. Sloane no sabía cómo vivía en el Arca, pero sabía que para sobrevivir en la Tierra debía saber cómo luchar. Debía ser una guerrera. No le importaba si Bellamy estaba de acuerdo o no, Octavia ya era lo suficientemente grande como para poder tomar sus propias decisiones y si ella quería convertirse en guerrera, así sería. No importaba lo que opinara el resto.
—No se enterará por Gonkru —prometió y Octavia confió en que así sería. —Pero tienes que estar segura de lo que haces. Ser una guerrera no solo se trata de luchar.
Sloane no podía negarle esta oportunidad a Octavia, pero tampoco podía dejar que lo hiciera si no estaba completamente segura. Ser una guerrera significaba volverse fuerte física y emocionalmente. Ser una guerrera significaba luchar en una guerra y cuando eso sucediera una parte de ella se perdería. No será la misma persona después de que la guerra acabe. Su vida cambiará en el momento en que arrebate una vida, sin importar si era inocente o no. Deberá aprender a ser fría y calculadora cuando la situación lo requiera y muchas veces tendrá que tomar decisiones con la cabeza en frío, dejando de lado el sentimentalismo.
Ser una guerrera implicaba cargar con muchas cosas. Cargaría con el dolor físico provocado por las heridas y los golpes, pero también cargará con el dolor emocional de presenciar los horrores de la guerra. Verá a cientos de personas morir y muchas veces serán las personas de su pueblo, las que lucharon a su lado e incluso personas que amaba. Y cuando eso ocurra no tendrá más opción que contener las lágrimas para continuar con la siguiente guerra, para sobrevivir.
Octavia había crecido oyendo historias de héroes y guerreros de la mitología. Sabía perfectamente lo que significaba ser una guerrera, aún cuando nunca lo había experimentado en carne propia.
—Estoy segura —pronunció con firmeza. —Siento que nací para ser una guerrera.
A Sloane le sorprendió la seguridad con la que Octavia hablaba. No parecía desconfiar de ella, algo que Skaikru si hacía.
—Tu pueblo no es guerrero —dijo, basándose en todo lo que había visto. —¿Por qué tú quieres serlo?
Octavia agachó la cabeza al oír aquella pregunta y soltó una profunda exhalación.
—Toda mi vida me sentí fuera de lugar, sentí que no encajaba del todo en el Arca —respondió, volviendo a clavar sus ojos en Sloane. —Eso cambió cuando llegué al suelo, cuando supe de los terrestres.
Desde el primer momento en el que vio a Sloane supo que había nacido para ser una guerrera. Por primera vez en toda su vida sintió que pertenecía a algo, sintió que encajaba, y deseó convertirse en una terrestre. No sentía que Skaikru fuera su pueblo y comenzaba a pensar que podría encajar con los terrestres, que podría llegar a ser una de ellos.
Y Sloane no pudo sentirse más identificada.
Solo asintió y con un movimiento de cabeza señaló los túneles.
—Ven, vamos a presentarte con los demás.
La azabache comenzó a caminar con intención de ir con el resto del clan, pero se detuvo cuando no oyó los pasos de Octavia. Giró nuevamente y se encontró con una dudosa castaña.
—¿Estás segura? —preguntó, haciendo que el entrecejo de Sloane se frunciera. —Quiero decir... ¿no me verán como su enemiga?
—Nuestros clanes no son enemigos, Octavia —aseguró y Octavia se sintió más segura. —Si no quieres entrar, yo lo...
Octavia negó rápidamente con la cabeza, interrumpiendo las palabras de Sloane.
—Sí quiero —dijo con seguridad.
—Bien —murmuró Sloane, girando. —Te presentaré y comenzaremos con tu entrenamiento.
A espaldas de Sloane, Octavia sonrió. Estaba emocionada por entrenar con la azabache, aunque también estaba nerviosa. Quería ser fuerte como los terrestres, quería ser una guerrera, pero le asustaba no poder lograrlo. Aquello la frustraría. No podía permitir que eso sucediera, daría lo mejor de ella.
Se convertiría en una guerrera.
El cuerpo de Octavia impactó fuertemente contra el suelo. Soltó un quejido, mientras una mueca producida por el dolor surcaba su rostro. Cerró los ojos y se quedó en el suelo, tratando de recuperar el aliento. No había tenido ni un momento para descansar, habían entrenado durante horas. Su cuerpo dolía y sus extremidades pesaban. Quería acabar pronto, sentía que moriría si continuaban por más tiempo.
Sloane la miró desde arriba.
—Con el tiempo te acostumbrarás al dolor.
Octavia abrió sus ojos lentamente y los clavó en Sloane, soltando un suspiro frustrado. Observó como la azabache le tendía una mano, la cual aceptó a regañadientes.
—Acostumbrarse apesta —murmuró mientras se ponía de pie. —Yo apesto.
Sloane llevó su mano al hombro de la castaña y le dio un suave apretón, transmitiendo seguridad. Sabía que Octavia se sentía frustrada porque no había logrado darle ni un solo golpe, en todo caso Sloane le había dado una paliza. No había sido para nada cuidadosa. Creía que Octavia debía acostumbrarse al dolor lo más rápido posible.
—Es tu primer día —murmuró y Octavia agachó la cabeza. —Aprenderás rápido. Serás una gran guerrera.
En ese momento Octavia levantó la cabeza y Sloane frunció el ceño al ver la malicia en sus ojos. Antes de que la azabache pudiera decir una palabra sintió que el puño de Octavia se estrelló en su mejilla, haciendo que se tambaleara. Octavia aprovechó para golpear las piernas de Sloane con las suyas. Finalmente la azabache cayó al suelo, soltando un quejido mientras llevaba la mano a su rostro.
—¡Maldición, Octavia! —exclamó, aunque para nada molesta, sino sorprendida.
Octavia sonrió y se encogió de hombros con fingida inocencia.
—En medio de una pelea no hay lugar para el sentimentalismo. —Se excusó usando las mismas palabras de Sloane. —Tú lo dijiste.
Sloane apoyó los codos sobre el suelo, recostándose, y la miró con el entrecejo fruncido. No esperaba que Octavia hiciera aquella movida, la cual había sido eficaz. Se sorprendió, pero al mismo tiempo se sintió ligeramente orgullosa aunque nunca lo demostraría. A veces, Sloane podía llegar a ser muy fría. Los años habían hecho que cerrara su corazón, que creara un impenetrable muro alrededor de ella.
—Aprendes rápido. —Fue lo único que dijo.
Con una gran sonrisa en el rostro, Octavia le tendió la mano. Sloane la aceptó para ayudarse a ponerse de pie.
—Vaya —murmuró alguien. —Nunca había visto que alguien lograra derribar a Naiplana.
Octavia y Sloane voltearon a ver a Izan, quien había salido a ver el entrenamiento de las mujeres. Disfrutaba de ver a Sloane en acción. Le sorprendía que la azabache fuera tan buena en combate. Muy pocas personas eran capaces de vencerla, tal como había dicho Izan.
—¿Naiplana? —preguntó Octavia, mirando a Sloane.
—Ellos me llaman así —explicó, haciendo un ademán. —Es Trigedasleng, significa «reina».
—Ella es nuestra reina —agregó Izan, sonriendo con orgullo.
Izan hablaba como una madre orgullosa de su hija. Sloane realmente lo era todo para él.
La forma en la que el castaño se expresaba hacía que el interés de Octavia creciera. Poco a poco comenzaba a pensar que Sloane era una persona increíble. La castaña no lo notó, pero dentro de ella comenzaba a formarse una especie de aprecio por Sloane. Sería algo que, en ocasiones, les jugaría en contra.
En ese momento unas pisadas se oyeron. El ruido de las hojas secas y las ramas anunciaban que alguien se acercaba. Era un sonido suave por lo que ninguno de los tres se alteró. Con calma guiaron la mirada hacia los túneles ya que las pisadas se oían cerca de estos. Tan solo unos segundos después se encontraron con el responsable de los ruidos.
Sloane mantuvo su habitual seriedad, mientras que la expresión de Izan destilaba incomodidad. Octavia, por otro lado, tragó saliva. Repentinamente, la castaña comenzó a sentirse intimidada.
—Encontré algo que te interesará —habló sin su característico tono juguetón. —Unos hombres lo están trayendo.
Mientras hablaba miraba a Sloane con fijeza. Ignoraba completamente a Izan y Octavia, aunque finalmente terminó posando su fría mirada en esta. No le sorprendió saber que alguien de Skaikru se encontraba en su escondite. Imaginaba que Sloane, tarde o temprano, revelaría la ubicación de los túneles. Ya podía predecir que más personas lo sabrían. La voz se correría... y no estaba equivocado.
Kile no dijo nada más, solo giró y se adentró a los túneles. Los tres lo siguieron con la mirada atentamente.
—No le agrado —soltó Octavia.
Sloane e Izan voltearon hacia Octavia en cuanto pronunció aquellas palabras. Los terrestres notaron su disgusto y de cierta forma la entendieron. La castaña no había hecho nada malo, pero aún así desconfiaban de ella. También entendieron a los suyos, todos en Skaikru eran desconocidos.
—No es eso —aseguró Sloane, cruzando sus brazos. —Solo desconfía de lo desconocido, como todos.
—Excepto tú —corrigió Octavia.
Sloane se encogió de hombros. Era cierto que ella no desconfiaba de Skaikru, al menos no como lo hacía su gente.
—Se puede decir que soy algo curiosa y descuidada —respondió con simpleza. —En ocasiones no son buenas cualidades.
—Pero no te impiden ser una buena líder —murmuró Octavia, recordando cómo era con Gonkru cuando la presentó ante ellos. —¿Cómo es que lo haces?
Sloane desvió la mirada.
—Un líder comprende a su gente, vive como ellos. Los guerreros no luchan por él, luchan con él —intervino Izan, sabiendo que Sloane era demasiado modesta como para responder. —Eso es lo que hace Naiplana. Ella es nuestra líder, pero también nuestra guerrera más valiosa.
—Todos ustedes son valiosos.
He ahí su modestia.
He ahí su lealtad a Gonkru y a cada uno de los guerreros.
Octavia no pudo evitar recordar su vida en el arca. En aquel lugar en el que creció no todos eran considerados valiosos. Ella era prescindible, por eso se encontraba en el suelo. No pudo evitar comparar las palabras que el canciller Jaha había pronunciado, mientras la nave de los cien caía, con las palabras de Sloane. No tardó en notar la gran diferencia entre ambos dirigentes.
«Son prescindibles», dijo Jaha.
«Todos ustedes son valiosos», dijo Sloane.
Entonces se cuestionó si realmente ambos clanes eran parecidos. Sloane aseguraba que sí, ¿pero tenía razón?
Repentinamente unos murmullos ajenos a ellos se oyeron alrededor de ellos. Octavia se extrañó y alarmó al oír semejante escándalo, sin embargo Sloane e Izan mantuvieron la calma. Ambos conocían perfectamente a los guerreros Gonkru y sabían lo bulliciosos que podían llegar a ser. De ante mano supieron que se trataba de ellos.
Segundos después dos guerreros aparecieron entre los árboles y fue cuando la expresión de Sloane cambió de una calmada a una sorprendida, aunque también estaba un poco preocupada. Inmediatamente corrió hacia ellos, seguida de Octavia e Izan.
—¿Dónde la encontraron?
Octavia llevó una mano a su boca, sorprendida. No podía creer lo que sus ojos estaban viendo.
—Es Charlotte —murmuró.
Y así era.
Los guerreros cargaban a la preadolescente en una camilla improvisada. Tenía múltiples heridas profundas y raspones en todo su cuerpo. Algunas partes de su rostro estaban hinchadas debido a los fuertes golpes que había recibido durante la caída. Apenas respiraba, su pecho subía y bajaba más lento de lo normal.
—Estábamos pescando cuando Kile apareció y nos pidió que la trajéramos aquí —informó uno de los guerreros.
Sloane levantó la mirada y frunció su entrecejo al oír aquellas palabras. No tardó en percatarse que ese «algo» que Kile había encontrado no era nada más y nada menos que Charlotte. En su interior agradeció al rubio, pues sabía que traer a Charlotte no había sido fácil. Podría haberla asesinado, pero en su lugar decidió salvarla. Fue un gran avance para Kile.
Ahora Sloane sabía que él aún poseía los valores de Gonkru.
Luego hablaría con Kile, pero ahora le preocupaba el estado de Charlotte. La niña apenas respiraba, se veía muy débil y herida. Si no era tratada cuanto antes, moriría y esta vez sería en serio.
—Llévenla con Kang, ¡ahora! —ordenó.
Los guerreros se apresuraron a obedecer las órdenes de Sloane. Siendo cuidadosos, pero también rápidos se adentraron a los túneles, llevando una moribunda Charlotte.
—No puede ser —susurró Octavia, observando como se la llevaban.
Sloane se dirigió a Izan.
—Ve con ellos —pidió en voz baja. —Que nadie más que Kang esté con ella. Nadie se le debe acercar. Iré en un momento.
Izan asintió y rápidamente se adentró a los túneles. Iría con Kang, el curandero del clan, y se aseguraría que nadie se le acercara a Charlotte.
En ese momento Sloane giró hacia Octavia, quien estaba en una especie de shock. Se acercó a ella y posó una mano sobre su hombro, atrayendo su atención.
—Octavia —dijo y la castaña la miró. —¿Qué le sucedió?
Relamió sus labios, regresando a la realidad.
—Supuestamente... murió —respondió, frunciendo el entrecejo con confusión. —Saltó de un precipicio para evitar que atacaran a Bellamy y Clarke.
Las palabras de Octavia sorprendieron a Sloane. Lo que Charlotte había hecho fue un acto muy valiente, así era como la azabache lo veía. Supo que la preadolescente era alguien fuerte y que no había llegado a ella solo por casualidad.
—Será mejor que regreses al campamento —propuso y Octavia asintió de acuerdo. —Y no le digas a nadie que está viva. Ni a Bellamy.
—¿Por qué? —cuestionó Octavia.
Sloane soltó un suspiro.
—Porque aún puede correr peligro, además no sabemos si sobrevivirá.
No podía decirle a todo el campamento que Charlotte estaba viva cuando podría morir en cualquier momento. No sería justo y Octavia lo entendió.
La castaña asintió y sin decir otra palabra comenzó a correr de regreso al campamento. Solo podía pensar en lo feliz que estaría Bellamy si supiera que Charlotte estaba viva, pero sabía que Sloane tenía razón. No diría nada hasta asegurarse de que la niña viviría y que estaría a salvo.
Sloane, por otra parte, se adentró a los túneles con una sola idea en mente.
No dejaría que Charlotte muriera.
* * * * * * *
No me pude resistir a un momento Sloavia, pero... ¿Charlotte?
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