Capítulo ocho

La noche había caído, cubriendo con un manto negro cada rincón del bosque. Las estrellas le hacían compañía a la luna, anunciando que el frío se acercaba. Y aunque la noche era un aviso para descansar, no lo era para Sloane. La azabache no podía permitirse cerrar los ojos, aún cuando había tenido un largo día. Había dejado de lado el cansancio para vigilar ella misma a Charlotte. Había sido la encargada de cuidarla y de revisar sus heridas constantemente o, bueno, lo fue hasta que Charlotte comenzó a tener convulsiones.

Entonces tuvo que ir por Kang.

Sloane apoyó su espalda en la pared y cruzó sus brazos mientras observaba que Kang acomodaba a Charlotte sobre la improvisada cama. Miraba con atención lo que el hombre hacía, de esa forma aprendía nuevos métodos de curación que podrían servirle en otro momento. Aún así ese no era su único motivo para estar allí. Charlotte le preocupaba y no solo porque a Bellamy también le preocupara, aunque ella no lo admitiría.

El curandero, como lo llamaba Sloane y el resto del clan, cambió la compresa de algas que había colocado anteriormente en el brazo de Charlotte para cubrir la profunda herida y así sanar más rápido. Procedió a dejar un paño húmedo sobre la frente de la niña para bajar la fiebre. No hizo nada más. El resto de las heridas no eran tan profundas y ya había tratado los golpes, pero no había mucho que hacer.

Charlotte no lucía para nada bien. Tenía heridas y golpes en todo su cuerpo, incluida la cabeza, lo cual no era bueno. Además había perdido mucha sangre y algunos de sus órganos no parecían funcionar correctamente. Kang no podía hacer mucho más que esperar a que sanara por sí sola ya que su conocimiento en la medicina no era tan avanzado y no tenía los recursos necesarios para poder intervenir y sanarla más rápido.

La caída del precipicio era mortal y aún así Charlotte había sobrevivido. Era como si estuviera destinada a vivir o como si desafiara al destino y a la mismísima muerte. Aquello la transformaba en alguien fuerte.

—¿Vivirá? —No pudo evitar preguntar.

—Probablemente —respondió, manteniendo sus ojos sobre Charlotte. —Ahora está bien, pero mañana tal vez no lo esté. Su condición puede cambiar de un momento a otro.

Sloane asintió, comprendiendo lo que Kang decía. Entendió que no podían hacer otra cosa más que esperar. Ella sabía que sobrevivir a una caída como esa no era cualquier cosa. Era imposible, sin embargo Charlotte lo había hecho posible.

«¿Cómo?», era lo único que se preguntaba.

—Haz todo lo que esté en tus manos para mantenerla viva —pidió en un tono de voz suave.

Kang desvió su atención de Charlotte para posarla en Sloane. No tardó en notar el interés de la azabache y se preguntó a qué se debía, aunque sospechaba que era por la fortaleza que la niña había demostrado. Sintió curiosidad por saber lo que sucedería si Charlotte sobrevivía.

Repentinamente un gran bullicio provino desde las afueras de los túneles, alertando a Sloane y a Kang. Este último se puso de pie rápidamente y trató de salir a ver qué sucedía, pero Sloane le bloqueó el camino con su brazo. La azabache se enderezó y desenvainó su espada.

—Quédate aquí —ordenó y miró a Charlotte. —Ella te necesita más.

Kang comprendió lo que Sloane decía y asintió sabiendo que tenía razón. Confiaba en que la azabache resolvería cualquier tipo de problema, sin embargo aquello no hacía que se sintiera menos inquieto. Él no era un guerrero como los demás y temía quedar en medio de una guerra entre su clan y Trikru, una guerra en la que no tenía oportunidad de sobrevivir.

Sloane, por otro lado, comenzó a caminar apresuradamente hacia la salida de los túneles. Con cada paso que daba reafirmaba el agarre en su espada, estaba lista para atacar si era necesario. Se preguntaba por qué Kile no había ido a buscarla para informarle lo que sucedía. Por la cantidad de bullicio supuso que era algo importante. Sus hombres no se alertarían por una pequeñez.

Al acercarse a la salida logró divisar la luz de las antorchas que seguramente cargaban sus guerreros. Luego, una vez en el exterior, fue capaz de ver lo que sucedía. Cinco guerreros Gonkru, altos y fornidos, rodeaban a un hombre. Al ver la escena Sloane no pudo evitar compararlos con buitres rodeando la carroña, ansiosos por obtener un trozo de carne.

Con pasos calmados se acercó a ellos. No sabía quién era aquel hombre, pero pensaba que era enviado por Trikru. Los guerreros lo habían visto como una amenaza, por eso atacaban. Cuando Sloane estuvo lo suficientemente cerca achicó los ojos para saber a quién rodeaban. A pesar de la oscuridad de la noche y la poca iluminación, no tardó en reconocer a la persona.

Era Bellamy.

—¡A un lado! —gritó, llamando la atención de todos.

Los guerreros se enderezaron al oír el grito de Sloane e inmediatamente todos y cada uno de ellos se alejaron de Bellamy. El azabache apenas había salido ileso. Si no fuera por la intervención de Sloane, no habría vivido para contarlo. Los guerreros atacaron por instinto, no sabían quién era Bellamy y eso les generaba desconfianza.

Honon [Prisionero] —murmuró alguien detrás de ella.

Sloane volteó, encontrándose con Kile. Este estaba apoyado en la entrada de los túneles y tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Una sonrisa maliciosa adornaba sus labios. Parecía disfrutar la pelea. No había hecho el intento de detener a los guerreros o de advertir a Sloane, aún sabiendo quién era Bellamy.

—Shof op [Cállate] —gruñó Sloane, molesta.

La sonrisa de Kile desapareció de su rostro y, con el ceño fruncido, se alejó del clan y los túneles. Comenzaba a dudar de las decisiones que su reina tomaba, no creía que confiar en Skaikru fuera una buena idea. Ella, por otro lado, estaba segura que había sido su idea dejar a Bellamy a su suerte. En otra ocasión, habría ido a buscarla.

Sloane se acercó al azabache, quien continuaba en el suelo. En ese momento los guerreros imaginaban que la azabache lo golpearía o lo haría hablar. Fue una gran sorpresa para ellos ver que su reina le extendía la mano al que creían enemigo. Confundidos, observaron que Bellamy aceptó sin dudar y así Sloane lo ayudó a ponerse de pie.

Las miradas de los azabaches se cruzaron por unos cortos segundos.

—¿Estás bien? —preguntó Sloane.

Bellamy asintió, agitado por lo sucedido con los guerreros.

—Necesito tu ayuda —soltó, sin intentar ocultar su preocupación. —Octavia dijo que podía encontrarte aquí.

Sloane notó que algo malo estaba sucediendo. Si no fuera así el azabache no estaría de pie frente a ella, pidiéndole ayuda. Esto, de alguna forma, le produjo satisfacción a Sloane. Significaba que Bellamy comenzaba a confiar en ella. Poco a poco, Sloane se acercaba a su objetivo: la paz entre ambos clanes.

La terrestre asintió y giró hacia sus guerreros. Iba a pedirles que regresaran a los túneles y así tener un poco de privacidad, sin embargo no pudo evitar notar la confusión en sus rostros. Entonces cayó en cuenta que Bellamy era un completo desconocido para ellos.

—Él es Bellamy Blake, uno de los caídos —presentó Sloane, provocando que sus guerreros comenzaran a murmurar. —No es nuestro enemigo.

Las palabras de Sloane hicieron que Bellamy tomara una larga bocanada de aire. No podía negar que sus palabras lo sorprendieron —sobre todo por la seguridad con la que las había pronunciado— pero más le sorprendió ver que los cinco guerreros agacharon la cabeza con respeto ante ellos. Era una clara señal de que comenzaban a aceptar la decisión de su reina. Si bien continuaban dudando de Skaikru, confiaban plenamente en Sloane. Sabían que si ella creía que valía la pena intentar la paz, era porque había visto algo bueno en ellos. Además la azabache nunca se había equivocado con sus decisiones y eso le daba más credibilidad.

Bellamy observó que Sloane los miraba con una pequeña sonrisa, pero aún así demostraba una gran confianza y seguridad. Hasta el momento no había notado el carácter de la terrestre. Tenía una fuerte presencia, sus palabras y sus gestos derrochaban determinación y astucia. Entonces, con tan solo mirar la escena, supo que ella era la reina. No le fue difícil adivinar que ella era la líder del clan.

Una líder amada por sus guerreros.

Con un sutil asentimiento de cabeza, Sloane le ordenó a su gente que regresaran a los túneles. Estos obedecieron al instante. Cualquiera pensaría que los deseos de Sloane eran órdenes para ellos, pero en realidad lo hacían por pura lealtad y agradecimiento. Así, en cuestión de segundos, ambos quedaron completamente solos.

O, bueno, eso era lo que ellos creían.

Ninguno de los dos se imaginaba que desde la oscuridad, los ojos de Kile los miraban con desconfianza. El rubio era alguien sociable y amigable, pero algo en él le decía que Skaikru sería la perdición de Gonkru. No quería tener que abandonar otra familia.

—¿Qué sucede? —preguntó Sloane.

Bellamy salió de su estupefacción y recordó el motivo por el cual estaba allí, pidiendo ayuda a los terrestres.

—Es Octavia —informó el azabache, preocupado. —Los terrestres la capturaron.

Sloane no pudo evitar preocuparse al oírlo. Había creado un fuerte vínculo con la castaña y no quería que algo malo le sucediera. Trató de mantener la habitual calma que la caracterizaba, sabía que entrar en pánico solo empeoraría la situación.

—¿Estás seguro que fue un terrestre?

Bellamy asintió de inmediato.

—Encontramos su cinturón junto a unas huellas que no eran de ella —pasó una mano por su cabello. —Te necesito. Tú conoces el bosque, puedes ayudarnos a buscarla.

La atención de Sloane recayó sobre dos palabras: «Te necesito». El azabache las había pronunciado inconscientemente, pero para ella no pasaron desapercibidas.

—Prepararé a algunos guerreros —aceptó ayudar. —La encontraremos, Bellamy.

Extrañamente el azabache se tranquilizó al oírla, sabía que Sloane sería de mucha ayuda para encontrar a Octavia.

Supo dónde hallar a Sloane porque, luego de encontrar a Octavia en medio del bosque, esta no tuvo más opción que hablarle sobre su encuentro con la azabache. Bellamy se había molestado, como era de esperarse, pero se tranquilizó cuando comprobó que no había dañado a Octavia. A pesar de lo que la castaña le decía, él se negaba a confiar en Sloane. Algo le decía que debía alejarse de los terrestres, sin embargo allí estaba, pidiéndoles ayuda.

Sus pensamientos se contradecían y lo hacían confundir.

Por otro lado, desde la oscuridad, Kile negaba con la cabeza mientras los observaba. Entonces supo que su reina había caído ante Skaikru, especialmente ante los hermanos Blake. Aquello solo significaba que nada bueno saldría de eso y era lo único en lo que podía pensar.

Con eso en mente y moviéndose entre la oscuridad, como si esta fuera parte de él, se alejó de Sloane y Bellamy. Pensaba cuidadosamente en lo que haría a continuación porque algo tenía que hacer. Se negaba a quedarse de brazos cruzados.

—Espera aquí —pidió y el azabache asintió.

Sloane giró y, dando rápidos pasos, se adentró a los túneles con la intención de buscar refuerzos.

No muy lejos de la entrada se topó con Izan y agradeció internamente que fuera tan oportuno. El castaño se detuvo al verla y miró sobre el hombro de Sloane, buscando a Bellamy. Cuando no lo halló miró a la azabache.

—Prepara seis de nuestros mejores guerreros —ordenó. —Octavia fue capturada. Iremos a buscarla.

El castaño también se preocupó, sobre todo porque se encontraban en territorio Trikru. Octavia le agradaba. Durante los días que había pasado entrenando con ellos logró conocerla mejor y desde el primer momento supo que era una guerrera nata, además de ser una buena persona.

—Iré con ustedes —informó, pero Sloane negó de inmediato.

—Necesito que te quedes con Charlotte y Kang —dijo, realmente le importaba que la joven viviera. —Pase lo que pase no te separes de ellos y recuerda que nadie fuera del clan debe saber que ella está viva, ¿entendido?

Izan aceptó sin poner queja alguna y marchó en busca de los guerreros. En cuestión de segundos, había preparado a seis de sus guerreros. Todos ellos eran conscientes de lo que estaban haciendo y era por ese motivo que iban preparados para lo que fuera a suceder.

Después de todo se adentrarían a los confines de Trikru para encontrar a Octavia. 

No pasó mucho tiempo desde que Bellamy, Sloane y sus guerreros partieron de los túneles cuando se encontraron con un grupo de adolescentes. Entre ellos se encontraba Finn, el mejor rastreador de los cien. Hallar a Octavia era importante para Bellamy. Había reunido a un gran grupo de personas para hallarla. Sin dudas el amor por su hermana era grande.

En cuanto los adolescentes se percataron de las personas que acompañaban a Bellamy retrocedieron, asustados, y alzaron las lanzas y cuchillos que llevaban. Ante esto, los guerreros de Gonkru desenvainaron sus espadas, listos para defenderse. La tensión entre ambos grupos era palpable, casi asfixiante.

—Bajen las armas —ordenó Bellamy, pero los adolescentes no obedecieron. —Ayudarán en la búsqueda. Octavia confía en ellos, además conocen el bosque mejor que nosotros.

Cuando Sloane notó que los adolescentes continuaban a la defensiva, levantó la mano. Sus guerreros comprendieron lo que esta quería decir. De inmediato guardaron sus armas, demostrandoles a los adolescentes que no tenían nada que temer.

Fue el turno de Finn para intervenir.

—Está bien —dijo, mirando con fijeza a Sloane. —Si Octavia confía en ellos, nosotros también podemos hacerlo.

En cuanto la vio, Finn logró reconocerla como la terrestre que Bellamy había capturado días antes. No esperaba que este, en cuanto se alejó de ellos, iría en busca de la ayuda de los terrestres. Mucho menos de la terrestre que había tenido como prisionera. De hecho, era algo que nadie esperaba y habían sido tomados por sorpresa. Aunque era algo extraño, nadie cuestionó su decisión.

Bellamy volteó a ver a Sloane. Le dio un asentimiento de cabeza, indicando que la ayuda de ella y sus guerreros había sido bien recibida. Sloane le devolvió el gesto y con un ademán le indicó a sus guerreros que comenzaran a moverse.

Así fue como Sloane, Bellamy y Finn encabezaron el grupo. Detrás de ellos caminaban los demás adolescentes, junto a los terrestres. A pesar de ir a la par se podía notar que mantenían cierta distancia. La tensión en el ambiente era notable. Los adolescentes temían que los terrestres los atacaran, por lo que evitaban mirarlos o simplemente se alejaban de ellos. En cambio, a los terrestres no les importaba. Ellos estaban allí solo por su reina, no por Skaikru. Aunque aceptaron la alianza, aún debían comprobar que fueran de confianza como lo aseguraba la azabache.

Sloane miró de soslayo a Bellamy, quien observaba todo el lugar con suma atención. Entonces recordó lo que había visto horas antes de que el azabache apareciera en los túneles.

—Esos cohetes, ¿fueron ustedes? —preguntó sin rodeos.

En cuanto los terrestres vieron los cohetes las dudas salieron a flote. Algunos le exigían una respuesta a Sloane, querían saber por qué habían decidido lanzar cohetes. Creían que aquello había sido un intento de ataque. Cualquier cosa los alteraba y, aunque Sloane trataba de calmarlos, no podían evitar desconfiar.

Bellamy miró a Finn antes de responder.

—Sí —contestó, mirando a su alrededor.

—Le dieron su ubicación a los terrestres, no fue buena idea.

Usar el término "terrestre" hacía que se sintiera diferente a ellos, aún cuando eran iguales. No le gustaba usar ese término, pero eso era mejor que mencionar a Trikru.

—Debíamos hacerlo.

Sloane lo miró una vez más, con el ceño fruncido.

—¿Por qué?

La pregunta atrajo la atención de Bellamy y Finn. Ambos se miraron una vez más, preguntándose si era buena idea decirle. Lo habían hecho para informar al Arca que el suelo era habitable y aún no confiaban plenamente en Sloane como para contarle algo tan importante para ellos.

—Debíamos hacerlo —repitió.

Sloane rodó los ojos.

—Debí dejar que mis hombres te golpearan —respondió, aunque fue solo una broma.

El comentario le robó una sonrisa divertida a Bellamy. Nunca imaginó que una terrestre lo haría sonreír, pero aquello hizo que se relajara por un momento.

—¿Tus hombres? —habló Finn por primera vez.

Sloane lo miró, dispuesta a responder, pero Bellamy se le adelantó.

—Es la líder —respondió casi sin darse cuenta.

Las cejas de Finn se elevaron en cuanto oyó la respuesta de Bellamy, mostrando una clara sorpresa. No se esperaba que la chica fuera la líder de un clan. No tenía pinta de serlo, pero sospechaba que tenía el carácter para serlo.

—¿Secuestraste a la líder de los terrestres? —cuestionó, mirando al azabache. —¿Por qué sigues vivo?

Bellamy soltó un suspiro, sabiendo que haber capturado a Sloane no fue una buena jugada. No se sentía orgulloso de haberlo hecho. Más bien sentía vergüenza, sobre todo porque ahora necesitaba su ayuda. Sloane, por otro lado, soltó una risa por lo bajo. No había resentimiento alguno. Para ella, lo que Bellamy hizo había quedado en el pasado.

—Solo soy la líder de este clan: Gonkru —explicó, mirando a los suyos. —Los terrestres que los atacaron pertenecen a otro.

Finn se confundió y también se alteró.

—¿Hay más clanes? —Sloane asintió. —Entonces, ¿quién nos atacó?

Sloane vaciló, no sabía si responder aquella pregunta.

—No lo sé.

Bellamy la miró de soslayo. Algo en su interior le decía que Sloane en realidad sí sabía quiénes los habían atacado, pero al no estar seguro solo se mantuvo en silencio.

De repente Sloane y Finn detuvieron su andar, haciendo que todo el grupo dejara de caminar. Bellamy levantó la mirada para averiguar qué sucedía. Entonces su cuerpo se paralizó e inmediatamente se preocupó por su hermana al ver la escena frente a ellos.

—Yo no hablo terrestre, pero me parece que significa «No pasar» —susurró Finn, impresionado.

Y el castaño no se confundía.

Frente a ellos se alzaba una clara señal. Esqueletos humanos colgaban de los árboles, además había huesos esparcidos por todo el suelo. La escena era terrorífica y algunos adolescentes estaban de acuerdo. Miraban a su alrededor con temor, mientras que Sloane y sus guerreros se mantuvieron inexpresivos. Ellos ya habían visto ese lugar y sabían que comenzaban a adentrarse en territorio Trikru.

—¡Vámonos de aquí! —gritó uno de los adolescentes.

Inmediatamente unos murmullos le siguieron a aquellas palabras. Varios adolescentes comenzaron a asustarse y a pensar que no valía la pena arriesgarse. No querían morir, ni tampoco ser capturados por terrestres. Así fue como la mayoría se echó atrás y decidió volver al campamento.

Bellamy observó cómo muchos de los adolescentes se iban.

—Es mi hermana, regresen si quieren —dijo antes de comenzar a caminar nuevamente. —Es mi responsabilidad.

Solo quedaron unos pocos adolescentes dispuestos a arriesgarse por Octavia.

—Entraré al infierno por ella —murmuró Jasper antes de seguir a Bellamy.

«Que bueno porque es a donde vas», pensó Sloane, mas no lo dijo. No quería que nadie más se echara atrás. Quería salvar a Octavia.

Finn le echó una mirada a la azabache, preguntando si estaba dispuesta a arriesgarse. Esta asintió, anunciando que ella iría, aunque no hablaba en nombre de sus guerreros. Con más confianza, Finn se adentró al bosque. Que Sloane estuviera cerca hacía que extrañamente se sintiera más seguro. Confiaba en las habilidades de ella y su clan.

Una vez que estuvieron solos, la azabache volteó a ver a los suyos.

—Estamos en territorio Trikru. Es peligroso y es por eso que no voy a obligarlos a seguirme. —Quería salvar a Octavia, pero también le importaba el bienestar de los suyos. —El que quiera regresar a los túneles puede hacerlo. Eso no los hará unos cobardes, ni tampoco los juzgaré. Es su decisión.

Los guerreros se miraron entre ellos y luego todos asintieron.

—Iremos —habló uno en nombre de todos.

Sloane sonrió, orgullosa de sus guerreros. Sabía que siempre podía contar con ellos y confiar en que estarían siempre a su lado. Era todo lo que ella necesitaba: tener a su familia.

Así, todos siguieron a Bellamy, buscando a Octavia por cada rincón del bosque.

Caminaban juntos, sin separarse ni perder de vista a sus compañeros, debido al temor de ser atacados por terrestres. A los adolescentes ya no les importaba caminar junto a Sloane y sus guerreros, en ese momento los veían como una salvación. Sabían que ellos podrían luchar contra los terrestres que quisieran atacarlos y eso los hacía sentir más seguros.

Por largas horas buscaron en cada rincón del bosque. Registraron cada árbol, cada arbusto, cada cueva, cada fosa. Habían revisado todo lo que pudieran imaginar —en ocasiones más de una vez— y, sin embargo, seguían sin encontrar a Octavia.

El tiempo seguía transcurriendo y Bellamy comenzaba a desesperarse cada vez más.

—No tengo nada —anunció Finn, deteniéndose a su lado. —Perdí el rastro.

Bellamy suspiró, inquieto, y volteó a ver a la azabache.

—¿Sloane?

La nombrada negó con la cabeza.

—Al parecer hasta aquí llega el rastro —informó, mirando el suelo muy de cerca. —Debe estar cerca de aquí.

Él asintió.

—Sigan buscando —ordenó.

Las palabras de Sloane hicieron que no perdiera las esperanzas, algo difícil después de tantas horas de búsqueda. Se asustaba cada vez más, pero trataba de mantener la calma. Temía no encontrar a su hermana, no quería perderla. Él debía cuidarla, era su responsabilidad y, sin embargo, los terrestres habían logrado capturarla. Sentía que era su culpa.

Sloane se puso de pie y giró hacia Bellamy.

—Será mejor que nos dirijamos al este —comentó, comenzando a caminar. —El oeste es más peligroso.

Todos, adolescentes y guerreros, estuvieron de acuerdo con Sloane y pronto la siguieron. Bellamy apuró el paso y sobrepasó a los demás para caminar junto a la azabache.

—¿Cómo lo sabes? —preguntó.

A Sloane le costó comprender a lo que se refería, pero finalmente entendió que hablaba sobre el oeste.

—Una vez fuimos al oeste... perdimos a quince guerreros —contó y miró a Bellamy. —Nunca vayas allí a menos que quieras morir.

Bellamy tragó saliva, un tanto intimidado por lo que Sloane le había contado. En ese preciso momento supo que ella había pasado por muchas cosas terribles, cosas que ni siquiera podía imaginar. No dijo nada más acerca del tema y, en completo silencio, siguió a Sloane.

La azabache no estaba muy segura de adónde se dirigía. No tenía ni idea en dónde podrían tener a Octavia, ni siquiera estaba segura que Trikru fuera el responsable. Había vivido veinte largos años en medio de la guerra y tristemente había aprendido a nunca dar algo por sentado.

—Oigan, ¿dónde está John? —preguntó repentinamente una chica, alarmada.

Todos detuvieron su andar, confundidos, y giraron hacia la chica. Entonces notaron que efectivamente faltaba John. Rápidamente miraron a su alrededor, buscando al adolescente.

—Sepárense —ordenó Bellamy al no hallarlo. —No debe estar muy lejos.

Sloane miró a sus hombres.

—No se alejen demasiado. —Les dijo. —No importa lo que suceda, no pongan sus vidas en riesgo.

No podía permitir que alguno de los adolescentes muriera, pero tampoco podía perder a sus guerreros por ellos. Eran su familia y si algo les sucedía la destrozaría, al igual que al resto del clan.

De repente —y antes de que se separaran— el cuerpo sin vida de John cayó frente a Sloane. La azabache abrió sus ojos a más no poder, sin creer lo que estaba viendo. No dijo ni una palabra, ni siquiera soltó algún tipo de exclamación, solo se quedó de pie mientras miraba el cadáver del adolescente.

Al instante todos se acercaron a ella para ver qué era lo que había caído. Se sorprendieron y aterraron al ver a John. Sloane ignoró los lamentos de los adolescentes y echó la cabeza hacia atrás para observar las copas de los árboles. Las examinaba con atención cuando notó que algo se movía entre las ramas.

—Usan los árboles —informó Sloane, bajando la mirada. —Estén atentos.

Todos, incluidos los adolescentes, asintieron y comenzaron a mirar los árboles.

—No debimos cruzar el límite —comentó alguien.

—¿Ya podemos volver? —cuestionó una chica, completamente asustada.

—Si volvemos ahora, será más peligroso —intervino Sloane.

—Tiene razón, debemos continuar —apoyó Bellamy.

Sloane giró hacia el azabache. Ambos se miraron a los ojos, haciendo un pacto silencioso. Harían todo lo posible para salvar a su gente.

—Por allá —susurró Jasper.

Todos levantaron la mirada hacia donde señalaba. No tardaron en notar que efectivamente había algo entre los árboles. Sloane achicó los ojos para ver mejor. Una silueta apareció entre los arbustos.

—Otro por allá —anunció otro chico, asustado.

Bajaron la mirada y observaron a un terrestre que corría intentando ocultarse entre los árboles y arbustos. Aquello asustó a los adolescentes y alertó a Sloane y a los suyos. Esta, junto a los demás, miraron a su alrededor. Al instante Sloane vio a otra figura entre los arbustos, sin embargo no se movía. Estaba inmóvil.

Frunció el ceño.

—A correr —susurró Finn, alarmado.

—Sí —afirmó Bellamy. El temor comenzaba a invadirlo.

Y en cuanto el azabache pronunció aquellas palabras todos se echaron a correr en diferentes direcciones. Sloane y los suyos observaron cómo corrían guiados por el miedo y la desesperación. En ese momento los guerreros no supieron qué hacer, sólo sabían que los adolescentes eran unos idiotas.

Sloane bufó. Lo que acababan de hacer confirmaba que no eran guerreros y que no tenían ni la menor idea de cómo actuar en una guerra.

—No saben luchar —dedujo uno de los guerreros y Sloane asintió.

—Correr era lo último que debían hacer en este momento —murmuró, negando con la cabeza.

—¿Vamos por ellos? —preguntó el mismo guerrero.

—Sí, pero tengan cuidado —pidió, mirando a cada uno de ellos. —No arriesguen sus vidas innecesariamente.

Porque no le importaba lo que sucediera, su pueblo era primero. No dejaría que sus guerreros murieran para salvar a los adolescentes. Los conocía hace semanas, a sus guerreros los conocía hace años. Los caídos eran conocidos, sus guerreros eran familia. Estaba claro que Gonkru ayudaría a Skaikru, pero nunca podrían a los adolescentes sobre ellos mismos.

Había una clara preferencia y Sloane no tenía miedo de demostrarla.

En cuanto Sloane dio la orden, los seis guerreros se echaron a correr detrás de los adolescentes. Se separaban a medida que corrían entre los árboles. Por otro lado, Sloane había visto por dónde se habían marchado Bellamy y Finn así que corrió detrás de ellos.

Solo esperaba que nadie muriera.

Muchas cosas sucedían simultáneamente en el bosque. Fue una noche larga y bulliciosa gracias a los tres clanes: Gonkru, Skaikru y Trikru. Mientras unos buscaban a los adolescentes, estos corrían sin saber hacia dónde dirigirse. Al mismo tiempo un terrestre quería hacerle entender a una castaña que no era el enemigo y que solo quería salvarla. Y por último, los terrestres estaban ansiosos de matar a sus "enemigos". No les importaba encontrar primero a Skaikru o a Gonkru, ambos eran enemigos.

Pero había una persona que quería acabar con todo aquello que dividía a los tres clanes.

En otro lugar del bosque, no muy lejos del ojo de la tormenta, Sloane corría en busca de Bellamy y Finn. Trataba de mantener la calma, pero no era algo fácil cuando el enemigo la rodeaba. Ni hablar de las trampas que podrían estar en cualquier lugar. Corría con rapidez, sin embargo examinaba cuidadosamente en dónde colocar sus pies. Más de una vez se había topado con aquellas trampas y fue afortunada de salir ilesa.

—¡Bellamy! —gritó lo más fuerte que pudo. —¡Finn!

—¡Sloane! —oyó la voz de Bellamy —¡Sloane! ¿Dónde estás?

—¡Sloane! —gritó Finn.

Sus voces sonaban lejanas, pero Sloane se detuvo y se esforzó por tratar de localizarlas. Cuando volvió a oírlas supo de qué dirección provenían. No dudó a la hora de echarse a correr hacia allí. A medida que corría lograba divisar a unas personas entre los árboles, aunque se preparaba para la posibilidad de encontrarse con un guerrero Trikru.

Finalmente, a lo lejos, observó que Bellamy, Finn y los demás se encontraban de pie cerca de un gran árbol. No pudo evitar notar que de todos los adolescentes que habían salido corriendo solo seis de ellos habían logrado sobrevivir, incluyendo a Bellamy y Finn.

—¡Bellamy! ¡Finn! —volvió a gritar, levantando una mano. —¡Por a...!

Sin embargo, no pudo terminar la oración.

Una flecha se clavó en su muslo.

Sloane gruñó. Alguien la había tomado por sorpresa. Había bajado la guardia y le molestaba haber cometido un error tan típico. De un solo tirón, sacó la flecha y la arrojó al suelo. La sangre no se hizo esperar, pero eso no acobardó a la azabache. Había tenido heridas peores.

—¿Sloane? —oyó la voz de Bellamy a lo lejos.

Pero no prestó atención.

Miró a los cuatro guerreros Trikru frente a ella. Tres de ellos tenían sus espadas en las manos y el cuarto sostenía un arco y llevaba un carcaj repleto de flechas colgado en su espalda. Sloane dejó caer su atención sobre este último, quien tomaba una flecha para acomodarla en el arco y disparar nuevamente.

Sloane no permitiría que eso sucediera.

En un movimiento tan rápido que los terrestres casi no lograron ver, Sloane desenvainó su espada. Sabiendo perfectamente lo que hacía, la tomó como una lanza y con todas sus fuerzas la arrojó hacia el arquero. El metal de esta se clavó en la garganta del hombre, atravesándola. La sangre comenzó a salir de su boca y de su cuello, manchando su ropa y el suelo.

Quedaban tres.

Clavó sus ojos en dos terrestres que se encontraban de pie uno al lado del otro. Un escalofrío involuntario los atravesó al sentir la frialdad de la mirada de Sloane. El azul de sus ojos se habían oscurecidos al punto de parecer negros. Ella podía ser atemorizante cuando se lo proponía.

Llevó sus manos a cada lado de su cadera y tomó las dagas que siempre cargaba para usarlas como Plan B. Al sacarlas las arrojó unos centímetros hacia arriba, haciéndolas girar, y volvió a tomarlas en el aire. Ahora sosteniéndolas por el filo.

No esperó más y con una gran precisión, Sloane arrojó las dagas.

La azabache tenía una gran puntería y quedó más que claro cuando el filo de ambas hojas se clavó en las cabezas de los dos terrestres. Murieron al instante. Sus cuerpos cayeron al suelo y una gran cantidad de sangre brotó desde sus frentes. Dos menos.

Miró al terrestre restante. Solo quedaba uno.

Este no estaba impresionado con lo que Sloane acababa de hacer. Ni siquiera había hecho el intento de atacarla como lo hicieron los otros tres. Parecía no importarle que sus compañeros hubieran muerto. Estaba más que acostumbrado a estar frente a la muerte.

Sloane lo miró por unos cortos segundos. El rostro del terrestre estaba completamente cubierto por una máscara hecha de huesos de animales por lo que no podía adivinar lo que pensaba. En ese momento la voz lejana de Bellamy se volvió a oír, seguida por la de Finn. Aquello la hizo reaccionar.

Corrió hacia los cuerpos de los dos terrestres que había asesinado hace unos segundos. Al pasar junto a uno de ellos, se agachó y de un fuerte jalón sacó la daga que yacía en su frente. No se detuvo allí, sino que continuó corriendo hacia el cuarto terrestre. Este no se esperaba lo que Sloane hizo, fue tan rápida que ni siquiera la había notado.

Sin piedad alguna clavó la daga en el abdomen del hombre.

No se detuvo a ver cómo su cuerpo caía al suelo, solo continuó su camino. Sabía que estaba vivo, aunque moriría desangrado. Sería una muerte larga y dolorosa, sin embargo a Sloane no le interesaba. Ella podía lucir tranquila, y hasta podría parecer ingenua, pero tenía un lado oscuro y sanguinario.

De repente, el ruido de un cuerno se oyó por todo el bosque. Sloane dejó de correr, sabiendo que se trataba de una alerta de niebla ácida. Desde su posición observó que los terrestres que rodeaban a los adolescentes perdieron el interés en estos y corrieron para refugiarse. La azabache los miró mientras se marchaban, sintiéndose confundida por lo que acababa de suceder.

Levantó la mirada al cielo y lo único que logró ver fueron las copas de árboles. Los pájaros continuaban cantando y repentinamente la tranquilidad se esparció por todo el bosque. Entonces Sloane comprendió que era una alerta falsa. La verdad era que no había niebla ácida y lo supo cuando el bosque se mantuvo calmado.

Retomó su caminar hacia donde se encontraban Bellamy, Finn y los demás. No se encontraba tan lejos, por lo que solo tardó unos pocos segundos. Al llegar observó que los cuatro estaban envueltos en una extraña tela, intentando cubrirse de la niebla ácida.

Sloane tomó la tela y la quitó, dejándolos al descubierto.

—No hay niebla ácida.

Aún en el suelo, los cuatro observaron a su alrededor y cuando comprobaron que las palabras de Sloane eran ciertas, se pusieron de pie. Limpiaron sus ropas mientras vigilaban su alrededor.

Bellamy miró detrás de ella.

—¿Y tus hombres?

Sloane tensó la mandíbula. No los había visto desde que se separaron en la noche.

—Regresaré por ellos.

El azabache asintió en silencio. Esperaba que nada malo hubiera pasado. Él ya sabía lo duro que podía ser perder a alguien.

—Están volviendo —susurró Finn.

Todos observaron que un terrestre corría entre los árboles, sin embargo se dirigía hacia el lado contrario. No se dirigía hacia ellos y tampoco parecía asustado por la falsa alerta, al menos no como los demás terrestres.

—No —aseguró Sloane. —Está solo.

—Voy a seguirlo —habló Bellamy.

Finn lo miró, sabiendo que era una mala idea.

—¿Ah sí? ¿Y luego qué? —cuestionó. —¿Lo vas a matar?

Bellamy miraba fijamente al terrestre, sin perder su rastro. Era la única oportunidad que tenía de saber dónde estaba Octavia. Haría lo que fuera por hallarla.

—No —susurró. —Lo atrapo, lo obligo a darme a Octavia y luego lo mato.

Sloane miró a Bellamy con atención. Notó la valentía y la determinación en su mirada. En ese momento supo qué hacer.

—Iré contigo —intervino Sloane.

Bellamy asintió, agradecido, y comenzó a caminar sigilosamente seguido de Sloane. Detrás de ambos caminaban los tres adolescentes restantes, dudosos ante la decisión de los terrestres. Estaban asustados y, después de haber visto los cadáveres de sus pares, tenían una razón para estarlo.

No caminaron mucho tiempo antes de observar que el terrestre se detuvo frente a la entrada de una cueva. Se ocultaron cuando el hombre miró a su alrededor, cerciorándose de que nadie lo viera. Finalmente se adentró a la cueva, teniendo una actitud sumamente sospechosa.

Bellamy supo que su hermana estaba allí dentro e intentó ir detrás del terrestre, pero Sloane lo detuvo.

—Espera, puede ser peligroso.

—Mi hermana está ahí —aseguró, mirando la cueva. —Iré por ella.

Y sin detenerse a oír lo que Sloane tenía que decirle, caminó apresuradamente hacia la cueva. Soltando un suspiro, Sloane lo siguió. No importaba lo que dijera, Bellamy no cambiaría de opinión. Era una mala idea, pero no lo dejaría solo. Correría más peligro sino entraba con ella.

En cuanto pusieron un pie en la cueva se extrañaron al no oír ningún tipo de ruido. Cuando entraron completamente se encontraron con una Octavia encadenada a la pared y un terrestre inconsciente en el suelo. No era difícil adivinar que la castaña lo había golpeado.

—Bellamy —susurró Octavia, aliviada.

—Octavia —dijo antes de correr hacia su hermana.

Sloane se sentía aliviada de encontrarla con vida, pero ignoró el reencuentro de los hermanos y se agachó junto al terrestre. Toda su atención recayó sobre él. Lo observó detalladamente, tratando de saber quién era. Podía apostar a que era parte de Trikru, por lo tanto estaba segura que podría reconocerlo.

Antes de que Sloane lograra quitar el trozo de tela que cubría el rostro del terrestre, sintió que alguien se le acercaba con rapidez. Se puso de pie cuando Octavia se plantó frente a ella. La castaña no dudó en darle un abrazo en forma de agradecimiento. Sloane sonrió mientras correspondía el gesto. Aquello solo reafirmaba el cariño que había comenzado a tomarle en los días anteriores.

En ese momento su mirada se cruzó con la de Bellamy. El azabache le agradeció por su ayuda con un asentimiento de cabeza. Sloane solo pudo devolverle el gesto. Aquella simple acción significó mucho.

—Debemos irnos, ahora, antes de que despierte —sugirió Octavia, rompiendo el abrazo.

—No va a despertar —Bellamy tomó una lanza, dispuesto a matarlo.

—Bellamy, espera —habló Octavia. —No me hizo daño, solo vámonos.

Sloane notó la desesperación en el rostro de Octavia y por su pedido supo que ella era una buena persona, sin intenciones de herir a alguien inocente. Entonces decidió intervenir. Confiaba en las palabras de Octavia.

—Bellamy, no lo hagas.

Sin embargo, el azabache las ignoró a ambas y trató de acercarse al terrestre. Estaba dispuesto a matarlo por haber secuestrado a Octavia. No lo perdonaría por haberlo hecho, creía que no lo merecía.

—Finn, muévete —ordenó Bellamy.

Sloane miró al castaño, quien se había mantenido ajeno a la disputa. Al entrar solo pudo centrar su atención en el terrestre. Se había arrodillado junto a él para observar mejor lo que llevaba encima.

—Cuerno de niebla —susurró.

Esas palabras llamaron la atención de Sloane, más que nada al recordar lo que había sucedido en el bosque.

De repente, el terrestre abrió los ojos y tomó un cuchillo que guardaba en su pantalón. Sin vacilar lo clavó en las costillas de Finn, tomando por sorpresa a todos. Rápidamente se puso de pie y aprovechó para golpear a Bellamy, arrojándolo al suelo. Finalmente el terrestre clavó sus ojos en Sloane. La reconoció de inmediato, por lo que avanzó hacia ella tomando otro cuchillo.

Haría lo que Trikru quiso hacer durante años: matarla.

Entonces el terrestre se arrojó sobre ella, pero Sloane fue más rápida y pudo esquivarlo, aunque logró hacerle un corte en el brazo. La azabache no tenía nada con qué defenderse, había dejado sus armas en el bosque. Solo tenía sus puños, pero confiaba en que sería suficiente. Justo cuando el terrestre estaba por abalanzarse sobre ella nuevamente, Jasper golpeó fuertemente su cabeza con una lanza.

El terrestre cayó inconsciente.

Todos miraron a Jasper, sorprendidos ante su acción. Ninguno imaginó que sería capaz de hacer semejante cosa, lo creían un cobarde. Mientras todos lo miraban perplejos, Sloane solo podía agradecerle internamente.

Bellamy se acercó hacia ella.

—¿Estás bien?

Sloane asintió.

—Es solo un corte —dijo, cubriendo su brazo. —Ayuda a Finn.

Pero hasta las pequeñas cosas podían complicar la situación.

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