Capítulo doce
Sloane's POV
Me senté en una roca a la orilla del río y levanté la cabeza para admirar el amanecer que se alzaba frente a mí. Los pájaros ya habían comenzado sus cantos y el viento soplaba débilmente.
Tranquilidad era lo que abundaba en aquel momento y lo disfrutaba.
Era la parte del día que más me gustaba. El único momento en donde podía disfrutar de algo que realmente me gustaba.
No guerra, no muertes, no sangre... solo paz.
Casi sin darme cuenta comencé a pensar en mis padres. Recordaba perfectamente las últimas palabras de mi madre: «No dejes que la guerra acabe contigo», dijo justo antes de morir junto al cadáver de mi padre. Y desde entonces lo último que quise fue quedar en medio de una guerra y acabar como mis padres.
—¡Sloane! —oí un grito detrás de mí. —¿Qué haces? Debemos entrenar.
Solté un suspiro cuando mi burbuja de paz fue reventada por los escandalosos gritos de Astrid. Repetía una y otra vez aquellas palabras para que fuera a su encuentro lo antes posible.
—Ya voy, Astrid, solo espera un momento —dije mientras me ponía de pie.
Hoy había tardado más en aparecer, pero no me quejaba. Cuanto más tiempo pasara en el río, mejor me sentiría.
—Rápido —agitó su mano. —Anya nos está esperando.
—¿Y a mí qué? —susurré solo para mí.
En el momento en que llegué junto a ella, pasó su brazo sobre mi hombro. Soltando una pequeña risa, acercó sus labios hasta mi oído.
—¿Acaso olvidaste que mañana Anya elegirá a su segunda? —susurró. —Sé que tú no quieres serlo, pero yo sí y necesito tu apoyo.
—No lo he olvidado, Astrid —respondí con falso pesar. —Me lo recuerdas siempre.
—Entonces quiero imaginar que recuerdas lo que te he dicho, ¿no es así? —preguntó, arqueando una ceja.
—Recuerdo todo, nunca olvido nada —respondí, mirándola. —Debo acabar con los oponentes que más pueda y, cuando quedemos solo tú y yo, te dejaré ganar.
Astrid deshizo su agarre y comenzó a dar pequeños aplausos. Sonreí, divertida, al verla. Era como una niña pequeña.
—Y recuerda, no acabes con todos tú sola —regañó, levantando un dedo. —Déjame acabar con algunos, sino no será creíble.
Dejé de caminar y posé mis manos en sus hombros. La moví de un lado a otro, como si aquello fuera a quitarle sus dudas.
—Deja de preocuparte, ¿está bien? —rodó los ojos. —Anya te elegirá a ti, no por mi ayuda, sino porque eres fuerte y lo mereces.
Astrid me miró en completo silencio por unos segundos, luego hizo un puchero.
—Tú eres más fuerte que yo, Sloane —frunció el ceño. —De hecho, eres la más fuerte de todos los competidores.
Enredé nuestros brazos y comencé a caminar nuevamente, arrastrando a Astrid conmigo.
—Si esto no fuera obligatorio, no lo estaría haciendo, créeme —aseguré. —Prometo que te ayudaré a cumplir tu sueño.
Astrid se abalanzó sobre mí, abrazándome fuertemente. Solté una risa.
—Sé que no podría lograrlo sin ti —comentó mientras se separaba. —Al fin podré ser la segunda de Anya.
La miré con una sonrisa.
Ser la segunda de Anya había sido su sueño desde siempre. Entrenó arduamente todos los días de su vida para lograrlo, sin embargo no lo logró en el primer intento. Recuerdo que no se entristeció y, como todo guerrero, se esforzó para ser más fuerte y mejorar sus habilidades.
Cuando Lexa, la antigua segunda de Anya, se marchó, Astrid vio su oportunidad de reemplazarla. Ahora estábamos a un día de presenciar el nombramiento de otra segunda.
Y Astrid no podía estar más estresada y nerviosa.
«Voy a ser la segunda de Anya a toda costa», decía y yo no dudaba de sus palabras.
Era capaz de todo y su determinación me gustaba.
Cuando estábamos llegando a la arena de entrenamiento, Anya se interpuso en nuestro camino. Con un movimiento de cabeza le ordenó a Astrid que se marchara y así lo hizo, dejándonos solas.
Astrid me echó una última mirada curiosa antes de marcharse.
—Eres la guerrera más prometedora —comentó Anya. —No me importaría hacerte mi segunda.
Negué, aquello no me interesaba para nada. Quería mantenerme lejos de las guerras, de la muerte y de la sangre, aunque sabía que en un mundo como este eso era imposible.
—Hay más guerreros fuertes —miré a mi amiga, a lo lejos. —Como Astrid.
Anya siguió mi mirada.
—No es tan fuerte como tú.
—Entonces por eso debería ser tu segunda —aseguré. —¿Acaso no es ese su propósito? ¿Hacer más fuerte a alguien?
Anya volvió a mirarme, inexpresiva como siempre.
—El propósito es el que yo quiera.
Y se marchó.
La observé hasta que desapareció entre las casas de la villa. Solté un suspiro y caminé hacia la arena de entrenamiento, tomé mi espada y comencé a entrenar junto a los demás, bajo la atenta mirada de Astrid.
El día siguiente fue donde comenzó todo. Ese día me había condenado sin saberlo. A partir de ese momento mi destino tomó un rumbo muy diferente al que deseaba.
Anya me había elegido como su segunda.
Era lo que menos esperaba.
Me había apegado al plan de Astrid. Había hecho todo lo que ella me había indicado. Había vencido a casi todos los oponentes y, cuando quedamos Astrid y yo, la dejé ganar. Ella me ganó y, aún así, Anya me eligió a mí.
¿Por qué me había elegido como su segunda si había perdido?
«¿Acaso no es ese su propósito? ¿Hacer más fuerte a alguien?», se justificó.
Usó mis propias palabras en mi contra. De esa forma terminé siendo la segunda de Anya.
Ya habían pasado tres semanas desde aquel hecho. Tres semanas desde que Astrid no me dirigía la palabra. Ni siquiera me miraba. Era como si yo nunca hubiera existido, como si nunca hubiéramos sido amigas.
Miré el amanecer frente a mí. Pensaba en todo lo que estaba sucediendo. No estaba de acuerdo con ser la segunda de Anya, era algo que no quería pero que tampoco podía rechazar.
Guíe mi mirada hacia la orilla cuando noté una presencia. Era Astrid quien me miraba del otro lado del río. Su expresión era seria y parecía querer asesinarme con la mirada.
Me puse de pie.
—¡Astrid! —llamé, agitando una mano en el aire.
Pero ella solo me miró una última vez antes de echarse a correr. A pasos apresurados se adentró al bosque.
Yo no me quedé atrás. Era la primera vez en semanas que notaba mi presencia. Quería volver a hablar con ella, después de todo era mi amiga. Así que no dudé a la hora de adentrarme al río para atravesarlo y correr detrás de Astrid. El agua mojó mis pies y parte de mis piernas. Me incomodó, pero no me importó. Corrí detrás de Astrid, adentrándome, también, en el bosque.
No tardé mucho tiempo en divisar su cabellera rubia. Corría entre los árboles, parecía dirigirse a un lugar específico, pero no sabía a cuál.
—¡Astrid! ¡Espera!
No se detuvo ni por un segundo. Ella continuó corriendo, sin importarle que estuviera llamándola.
—¡Lo siento! —grité, esperando que así se detuviera, pero no lo hizo. —¡Astrid, por favor! ¡Debemos hablar, detente!
De repente ella se detuvo.
Sonreí, esperanzada, y corrí más rápido para alcanzarla. No me demoré mucho en alcanzarla, era rápida y Astrid no me había sacado tanta distancia.
Mi respiración agitada alertó sobre mi presencia. Ella giró hacia mí. Su mirada me desconcertó. Era tan fría y oscura que por un momento no la reconocí.
—¿Astrid? ¿Qué te sucede?
—Dijiste que no querías ser la segunda de Anya.
Sus palabras me hicieron fruncir el entrecejo. El rencor y la ira tiñeron su voz. Astrid y yo éramos amigas desde pequeña, sin embargo nunca la había visto así.
Estaba resentida y furibunda.
No pude evitar sentirme culpable.
—Tú sabes que no quiero serlo —murmuré, tratando de hacerla entender. —Si pudiera, te cedería mi lugar en...
—¡Oh, por favor! —cortó, de golpe. —¡Tú querías ser la segunda de Anya! Ya no lo niegues, Sloane.
Su tono de voz era alto y brusco. Retrocedí cuando dio un paso hacia mí, por primera vez en mi vida temí lo que Astrid fuera a hacer. Ella era muy impulsiva.
—No, Astrid, no miento —justifiqué torpemente. —No me interesa nada de Trikru, yo no quiero ser una guerrera.
—¡No mientas!
—¡No lo hago! —grité, defendiéndome. —Quiero mantenerme alejada de las guerras y tú lo sabes muy bien. Eres mi amiga y...
—No —cortó mis palabras nuevamente. —Dejaste de ser mi amiga cuando aceptaste ser la segunda de Anya.
Fruncí en ceño. Sus palabras no tenían sentido. Estaba tan enojada que no sabía lo que decía.
—Tú sabes muy bien que no podía rechazarlo, mi deber es aceptarlo aunque no quiera.
Traté de acercarme a ella, pero se alejó de golpe.
—¡No te acerques! —gritó, indignada. —¡Traidora!
Mis ojos se abrieron abruptamente. Aquella era una palabra muy fuerte. Yo no era una traidora. Mi intención no fue transformarme en la segunda de Anya. Mi intención no fue herir a Astrid.
—Astrid, ¿qué dices? —solté una risa nerviosa, traté de acercarme nuevamente. —Vamos a casa, por favor, necesitas tranquilizarte.
—¡Anya! —gritó, de repente. —¡La encontré! ¡Está aquí!
Unos galopes junto a unos gritos se oyeron por todo el bosque, cada vez más cerca. Miré a Astrid, sin comprender lo que sucedía.
—¿De qué se trata esto Astrid?
Ella solo se limitó a reír cínicamente. Su estado de ánimo cambió repentinamente. Pasó de estar furiosa a estar feliz, satisfecha. No lo comprendía. No entendía por qué llamaba a Anya ni por qué me buscaban.
¿Había sucedido algo malo?
Detrás de Astrid apareció Anya, montando un caballo y acompañada por tres guerreros más. Todos clavaron la mirada en mí. Lucían furiosos.
—Anya, ¿qué sucede? —pregunté, acercándome a ella.
Ella sacó su espada y la apuntó hacia mí. Me detuve en seco, confundida por su acción.
—Quédate ahí, traidora.
Retrocedí, chocando con Astrid. Los guerreros que acompañaban a Anya bajaron de sus caballos y dieron un paso hacia mí. Al instante sacaron sus espadas.
—¿De qué hablas? ¿Qué sucede?
—Sloane kom Trikru, serás condenada a muerte por el asesinato de Helen —sentenció Anya.
Mis ojos se abrieron abruptamente al oír sus palabras. Estaban acusándome de asesinato, de asesinar a Helen. Ahora entendía por qué Anya lucía tan enojada, Helen era su mano derecha. Una persona importante en el clan.
—¿Qué? ¡No! —negué de inmediato. —Es un error, ¡no asesiné a Helen!
—Enciérrenla —ordené.
Y al instante los guerreros comenzaron a avanzar hacia mí. Negué con la cabeza sin creer lo que sucedía. Estaba petrificada en el lugar. Iban a condenarme por algo que no había hecho, yo jamás hubiera asesinado a alguien de mi clan. Jamás había asesinado a alguien.
—Ahora seré la nueva segunda —susurró Astrid en mi oído.
Mis ojos se aguaron al oír sus palabras. Entonces lo entendí todo con claridad.
Ella había asesinado a Helen.
Ella me había acusado injustamente.
Todo con tal de ser la segunda de Anya.
—Astrid —susurré con un hilo de voz. —¿Qué has hecho?
—Lo que debía hacer.
Negué con la cabeza, sintiendo que las lágrimas caían por mis mejillas.
Astrid...
No podía creer lo que había hecho.
Ella era mi amiga.
Y justo en ese momento mi vida cambió por completo. Desde entonces tuve que olvidarme de todo lo que me aferraba al clan, tuve que hacerme a la idea de que estaba sola.
Retrocedí cuando observé a los guerreros frente a mí, pero Astrid me tomó del brazo para evitar que huyera. La miré, con lágrimas en los ojos, y lo único que obtuve de ella fue una mirada indiferente.
Entonces miré a Anya con una expresión suplicante.
—Yo no lo hice —susurré con la voz quebrada.
Pero me ignoró y me vi obligada a hacer lo último que quería: huir de mi clan.
—¡No voy a pagar por un crimen que no cometí! —grité, dolida.
Levanté mi mano y golpeé el brazo de Astrid, obligándola a soltarme. Ese fue el único golpe que le daría. Seguía sin creer en lo que me había hecho. Para mí ella aún era mi amiga, jamás la atacaría.
Y así, mi indefinido tiempo de huida comenzó.
Mis piernas dolían, quemaban. Mis pulmones ardían, provocando que mi respiración fuera irregular. Mi cabello volaba por los aires, la trenza que llevaba había desaparecido. De un manotazo alejé un mechón que me impedía ver el camino con claridad.
Una rama rasgó mi mejilla, sentí que un líquido bajaba por mi piel. No me detuve, hacerlo significaba mi muerte. Estaba segura de que todo el clan sería parte de mi condena, un corte por cada habitante y finalmente Anya sería quien daría el corte final.
Los gritos de los guerreros de Anya se oyeron detrás de mí, no muy lejos. Aquello me desesperó aún más. Estaban muy cerca de mí y estaba segura que podían verme correr entre los árboles.
De repente sentí un ardor en mi brazo. Aún sin detenerme guíe mi mirada hacia mi brazo, me encontré con un corte. Una flecha me había rozado. La herida no era tan profunda, pero mucha sangre salía de ella.
Mis ojos encontraron a dos personas frente a mí. Estaban ocultos entre los árboles, sin embargo eran visibles ante mí. Cuando vieron que estaba lo suficientemente cerca salieron de su escondite. Estaban armados, ambos llevaban sus espadas entre sus manos.
Me detuve, al ver que no me dejarían ir. No tenía más opciones, así que saqué mi espada. No quería luchar contra ellos, eran de mi clan. Era mi pueblo con el que tenía que luchar.
—Yo no asesiné a Helen, deben creerme —intenté una última vez.
—No mientas —gruñó uno de ellos, al que reconocí como un amigo de Helen. —Astrid te vio.
Aquello me dolió y enfureció. Aún no podía creer que hubiera hecho eso. Era mi amiga, la persona en la que más confiaba. Me traicionó e inculpó para ser la segunda de Anya, como si aquello fuera lo más importante en su vida. Para mí no valía la pena, solo era un estúpido puesto.
—No me hagan hacer esto, por favor —rogué en un susurro.
Pero ellos no desistieron.
Entonces corrí hacia uno de ellos. Me agaché cuando blandió su espada de forma horizontal. Pude jurar que su intención era cortar mi cabeza. Clavé mi espada en su cintura, la retiré sin piedad alguna y volví a clavarla, esta vez en su cuello.
Murió al instante.
—Ripa —murmuró el otro hombre.
Levanté mi espada y corrí hacia él. La jugada no salió como esperaba cuando levantó su pierna, golpeando mi abdomen y arrojándome al suelo. Mi cuerpo apenas había tocado la superficie cuando él se posicionó sobre mí. Iba a clavar su espada en mi garganta, pero fui más veloz y detuve la hoja entre las palmas de mis manos.
Unas gotas de sangre cayeron en mi rostro.
La expresión del guerrero se contrajo. Cada vez me era imposible sostener la espada, él era más fuerte que yo. Como escapatoria levanté mi rodilla, golpeando su parte baja. Cayó a mi lado. Rodé hasta posicionarme sobre él, tomé su espada y la clavé en su garganta.
Su sangre empapó mi rostro, mezclándose con la sangre que había caído anteriormente.
El pánico me invadió.
Había hecho algo que nunca pensé hacer. Asesiné a dos guerreros de mi clan.
Me senté en el suelo, junto a los cadáveres, soltando lágrimas de dolor y desesperación. Bajé la mirada hacia mis manos, las cuales estaban manchadas con la sangre de ambos guerreros, aquellos que alguna vez jugaron conmigo cuando era pequeña o que me enseñaron a fabricar y usar espadas. Comencé a restregar mis manos contra mi ropa y el suelo en un acto desesperado por limpiar la sangre.
Pero no importaba cuánto las limpiara, mis manos siempre estarían manchadas con la sangre de aquellos guerreros.
Porque me había transformado en una asesina.
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HOLAAAAA :)
Este capítulo me dio mucha penita porque Sloane fue traicionada por la única persona que tenía *llora*
Ah y gracias por todo el amor que le dan a esta historia LXS AMOOO <3
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