Capítulo diez

Luego de una turbulenta noche, la tormenta finalmente se había disipado completamente. Al día siguiente el sol brillaba apenas, pero no había rastros de nubes que pudieran pronosticar otra posible tormenta. El invierno estaba cerca y el aire helado le producía escalofríos a Sloane, quien recientemente despertaba luego de una terrible —casi lamentable— noche.

Dio unos cansados pasos hacia la salida de la nave y, al correr la tela que la separaba del exterior, cerró sus ojos instintivamente cuando los rayos del sol dieron directamente sobre ellos. Levantó la mano hacia su frente, haciendo una pequeña sombra para poder abrir sus ojos sin dificultad. Entonces fue capaz de observar el desastre que había dejado la tormenta.

Los adolescentes despertaron más temprano de lo habitual para limpiar el campamento. El fuerte viento había quebrado grandes ramas, las cuales cayeron cerca de la nave, y había desparramado todos los elementos que dejaron olvidados en el exterior durante la tormenta. Todo era un desastre.

Después de observar al campamento y a los adolescentes, su mirada se posó en Bellamy. El azabache, al notar su presencia, dejó de hacer sus tareas y se acercó hacia ella, interesado por saber más sobre su estado.

—Hey —saludó, deteniéndose frente a ella. —¿Estás bien?

—Lo suficiente como para marcharme.

Su respuesta desanimó a Bellamy.

—Puedes quedarte. No creo que hayas descansado lo suficiente.

—Lo hice —aseguró, soltando un suspiro. —Debo buscar a mis guerreros y luego regresar con mi clan.

Bellamy frunció su entrecejo al oír lo que planeaba hacer. Entendía que tuviera sus propias responsabilidades y estaba de acuerdo con que regresara a los túneles, sin embargo no pudo evitar cuestionarla una vez más.

—Si vas a buscar a tus guerreros voy contigo —pidió, aunque sonó más como una afirmación.

—Bellamy, no.

—El lugar estará repleto de terrestres —insistió. —Necesitarás apoyo.

—No planeo una guerra. Conmigo bastará —volvió a negarse.

Pero Bellamy no se sintió conforme con esa respuesta. Él había visto ese lugar. Era una zona de guerra y si Sloane marchaba sin apoyo sería masacrada.

—Tú lo hiciste por nosotros, déjame hacerlo por tí —pidió una vez más. —Te lo debo.

—Me lo devolverás en otra ocasión —aseguró, tranquila.

A sus palabras le siguió un largo y profundo silencio por parte de Bellamy. Sloane clavó sus ojos en él y comenzó a examinarlo detalladamente, tal como lo hacía siempre. No pasó por alto el hecho de que algo parecía molestarle. Bellamy, mientras tanto, pensaba en lo sucedido con los guerreros y creyó firmemente que no era culpa de Sloane. Sentía que, de alguna forma, él era el culpable de que estuvieran desaparecidos o, peor aún, muertos.

—No debí pedir tu ayuda —habló finalmente. —Si yo no...

La azabache posó su mano sobre el hombro de Bellamy, interrumpiendo su discurso de culpa.

—Hiciste lo que debías hacer y yo hice lo que quería hacer.

La cálida voz de Sloane le trajo una sensación de confort que deshizo un poco el malestar de Bellamy. Que Sloane no lo considerara culpable lo hacía sentir notablemente mejor, más calmado y animado.

—Está bien, pero promete que me buscarás cuando necesites algo, lo que sea —dijo con seguridad.

Realmente se sentía en deuda y quería devolverle el favor. Ayudarlo con Octavia y el terrestre había hecho que se ganara una parte de su confianza. Era por eso que no dudaría en ayudarla cuando ella lo necesitara.

—Lo prometo —aceptó Sloane.

En ese momento ambos supieron que la presencia de Sloane en el campamento sería recurrente. Y estaban bien con eso. Ese sentimiento de rechazo hacia ella que Bellamy sintió al principio comenzaba a desaparecer.

De repente los ojos de Sloane se movieron sobre los hombros del azabache cuando divisó a Miller, quien corría hacia ellos desde la entrada del campamento. Bellamy notó que Sloane observaba algo detrás de él, por lo que giró y se encontró con el moreno.

—Oigan, tienen que ver esto —dijo Miller, llegando junto a ellos.

Sloane y Bellamy inmediatamente siguieron a Miller a través del campamento hasta llegar a la entrada del mismo. Allí se encontraron con un grupo de adolescentes amontonados frente al muro, del lado exterior del campamento. Algunos observaban la escena en completo silencio, mientras que otros murmuraban cosas que Sloane no pudo comprender con claridad, pero que de todas formas no le interesaban.

Bellamy se abrió paso entre ellos, empujándolos y dando advertencias para que se alejaran. Sloane lo seguía muy de cerca, en silencio y empujando a algunos adolescentes. Cuando el lugar quedó despejado, Sloane y Bellamy pudieron ver por qué había tanto escándalo entre los caídos.

—Lo hallamos cerca del campamento —informó Monroe.

Todos miraban la escena impactados. Delante de ellos un terrestre yacía en el suelo, inconsciente y cubierto con pieles. Su rostro no se lograba ver, pero sí su perfecta cabellera dorada. Sloane observó con detenimiento el cuerpo y segundos después una ligera sospecha se instaló en ella. Se abrió paso, sin importarle otra cosa, y caminó hasta el terrestre, arrodillándose junto a él. Bellamy se acercó de inmediato.

—Oye, espera... —pidió, pero Sloane no seguía órdenes.

Ignorando las palabras de Bellamy y los murmullos de los demás, acercó su mano al rostro del terrestre y alejó la máscara que ocultaba su identidad. Se sorprendió en cuanto unas familiares facciones quedaron al descubierto.

—Kile —susurró.

Los adolescentes callaron súbitamente y Bellamy frunció el entrecejo.

El terrestre que los caídos habían hallado inconsciente cerca del campamento no era nada más y nada menos que Kile, el rubio que tanto se oponía a la "alianza" entre Gonkru y Skaikru. Sloane se preocupó en cuanto lo reconoció, sin embargo se negó a demostrarlo y mantuvo su inexpresión. Era una guerrera, estaba acostumbrada a perder a los suyos, pero eso no lo hacía menos doloroso. Tenía que ser fuerte.

Se puso de cuclillas para tomar el brazo de Kile e intentar levantarlo.

—¿Lo conoces? —preguntó Bellamy, confundido.

—Es de mi clan —respondió Sloane, vagamente.

Bellamy reaccionó de inmediato y se acercó para ayudar a Sloane. Tomó el otro brazo de Kile y lo pasó sobre sus hombros. En ese momento Bellamy hizo el intento de arrastrar al rubio hacia el interior del campamento, pero Sloane tenía otros planes. Ella quería llevarlo a los túneles y quedó claro cuando intentó guiarlo hacia el interior del bosque.

Ambos azabaches se miraron.

—Debo ir a los túneles —anunció, seria. —Es posible que hayan atacado a mi clan.

Bellamy no soltó el brazo de Kile y se mantuvo firme con su decisión.

—Clarke puede ayudarlo —dijo, refiriéndose a Kile. —Y en cuanto a tu clan, no sabes si realmente los atacaron.

—Debo ir de todas formas, he pasado mucho tiempo fuera. Me necesitan —dijo con firmeza.

—Morirá antes de llegar —advirtió y eso hizo dudar a Sloane.

Bajó la mirada hasta el abdomen de Kile. La herida no se veía, pero por la cantidad de sangre que manchaba la tela de su remera podía adivinar que era profunda. Luego procedió a examinar el rostro de Kile y lo notó terriblemente pálido, sin mencionar que su cuerpo —a pesar de estar cubierto por gruesas pieles— destilaba frío. Supo que Bellamy tenía razón y era capaz de reconocerlo.

—En cuanto despierte nos iremos —aceptó.

A Bellamy le costó conformarse con aquella respuesta, pero no tuvo más opción. Extrañamente supo que no lograría hacer que Sloane se quedara un tiempo más en el campamento, ni siquiera con decirle que sería lo mejor para Kile. Pero lo entendió, entendió que tuviera que ir con los suyos. Él haría lo mismo, estaba seguro.

Así, comenzaron a caminar hacia el interior del campamento, arrastrando a Kile y siendo seguidos por una multitud que murmuraba sobre lo sucedido. Ninguno podía creer lo que veían. Ni siquiera habían terminado de aceptar la presencia de Sloane como para que trajeran a otro terrestre, sin mencionar a Lincoln.

—¡Clarke! —llamó Bellamy en cuanto estuvieron cerca de la nave.

Al oír los gritos, la nombrada salió del interior de la nave para ver qué sucedía. Cuando sus ojos se posaron en la persona que Sloane y Bellamy sostenían, corrió hacia ellos. Intercaló la mirada entre los azabaches, interesada.

—¿Qué ocurre? —miró a Kile. —¿Quién es?

—Es de mi clan —informó Sloane. —Está herido.

La rubia miró a Bellamy, preguntándole si estaba de acuerdo con ayudar a otro terrestre que no conocían. Él le dio un asentimiento de cabeza, completamente de acuerdo. No importaba si ellos no sabían quién era, no cuando Sloane sí.

—Llévenlo a la nave —ordenó finalmente. —Iré por vendas y agua.

Sloane y Bellamy obedecieron a Clarke y llevaron a Kile al interior de la nave. Al entrar, el azabache ordenó que todos abandonaran el lugar y en cuanto se encontraron solos, recostaron a Kile sobre aquella misma mesa en la que Finn había estado agonizando la noche anterior.

Rápidamente Sloane le quitó las pieles de encima y rasgó su remera, dejando al descubierto su torso. No tuvo que buscar demasiado ya que una profunda herida en su abdomen se dejó ver en cuanto la ropa desapareció. Sloane la examinó de cerca y llegó a la conclusión de que fue hecha por una espada o un objeto similar, probablemente perteneciente a los guerreros Trikru.

En cuanto Clarke apareció, Sloane se calmó un poco y Bellamy retrocedió, sin saber qué hacer. La rubia traía trozos de telas húmedas entre sus manos, las cuales arrojó a Sloane.

—Limpia la herida —ordenó y se dirigió al segundo piso de la nave. —Buscaré algo para cerrarla.

Sloane comenzó a hacer lo que Clarke le había ordenado. Mientras la sangre desaparecía, dándole paso a una profunda herida, la ira crecía dentro de ella. Estaba segura que Trikru había sido el responsable y no podía pensar en otra cosa que no fuera venganza.

Yu gonplei nou ste odon [Tu lucha no ha acabado] —dijo como si estuviera dando una orden.

Bellamy se mantenía en silencio, observando a la azabache. Aunque Sloane demostraba tranquilidad, él podía ver la preocupación que escondía detrás de su inexpresión. Además fue capaz de oír sus palabras y, aunque no entendiera Trigedasleng, supo que ese terrestre era muy importante para ella.

Finalmente, como no era de ayuda, a grandes zancadas abandonó la nave. Sloane ni siquiera notó su ausencia, se había olvidado completamente de Bellamy. En ese momento solo le importaba Kile y el plan de venganza que comenzaba a tejerse en su mente. No tenía cabeza para nada más.

Clarke bajó por las escaleras, con hilo y aguja en las manos. Rápidamente se acercó a Sloane y Kile, la herida de este último ya se encontraba libre de sangre. La examinó de cerca y, para suerte del rubio, no era lo suficientemente profunda como para generar complicación alguna. Tampoco parecía que el arma hubiera tocado algo importante, ni que estuviera envenenada. Todo indicaba que sobreviviría, con el debido cuidado y reposo, claro está.

—Coseré la herida —informó, preparando todo. —Sostenlo, puede que en cualquier momento despierte por el dolor.

Sloane asintió y, posicionándose en un extremo de la mesa, tomó sus hombros con fuerza. A toda costa se aseguraría de que no se moviera, así tuviera que dejarlo inconsciente de un golpe. Eso era mejor que morir desangrado o, al menos, esa era la lógica de la azabache.

—¿Estará bien?

—Sí, solo necesitará descansar —respondió Clarke.

Luego procedió a coser la herida. Como si siempre lo hiciera, Clarke la cosió limpia y perfectamente. Que su madre fuera doctora le había enseñado muchas cosas, las cuales eran muy útiles en el suelo. Sloane la observaba con atención y, una vez más, le pareció increíble los conocimientos de medicina que Clarke poseía. Sintió que Kile fue afortunado de ser encontrado por los adolescentes. Le salvaron la vida y eso haría que Kile comenzara a cuestionar los prejuicios que tenía sobre Skaikru. Sloane lo sabía.

Repentinamente, cuando Clarke estaba a punto de acabar con su trabajo, Kile abrió los ojos. Al sentir un fuerte dolor en su abdomen, comenzó a gritar. Se removió bruscamente y trató de alejar a Clarke, aunque ni siquiera había sido capaz de verla a ella o al lugar en donde se encontraba. Solo seguía su instinto de alejarse.

—¡Kile! —gritó Sloane, sosteniendo sus brazos. —¡Soy yo! ¡Kile, mírame!

El rubio dejó de moverse en cuanto reconoció la voz de Sloane. Esta rodeó la mesa hasta posarse junto a él. Kile se tranquilizó al ver el rostro familiar de su reina.

—Sloane...

La nombrada asintió, soltando un suspiro de alivio y tomó su mano, aliviada de verlo consciente. Kile correspondió el gesto con una tenue sonrisa. El vínculo entre ambos era tan fuerte que, en cuanto la vio, cualquier rastro de dolor desapareció. Lo mismo sucedía con Sloane, quien se había sentido fuera de lugar hasta que estuvo junto a Kile.

Clarke los miró atentamente, mientras acababa de coser la herida con cautela. No tardó mucho en notar aquella conexión que ambos poseían y le fue imposible no creer que ellos mantenían una fuerte relación, algo que Bellamy también creyó. Era comprensible. Sloane y Kile parecían ser más que buenos amigos, aunque no fuera así.

—Con esto estará bien —dijo Clarke, terminando de vendar la herida. —Iré a ver cómo van con los alimentos.

Sloane asintió.

—Gracias.

La rubia aceptó el agradecimiento con una pequeña sonrisa y salió de la nave sin decir otra palabra. Había entendido que debía dejarlos solos, tenían cosas que hablar y ella no quería hacer de mal tercio. Además tenía cosas más importantes de las que preocuparse, como la llegada del invierno.

Una vez que se encontraron solos, Sloane miró interrogativamente a Kile.

—¿Qué sucedió? —preguntó inmediatamente. —¿Trikru te atacó? ¿Y el clan?

Esa era la mayor preocupación de Sloane. Le preocupaba pensar que también podrían haber atacado al resto del clan. Era probable ya que ella había estado fuera durante un día completo y no había dejado ningún tipo de instrucción. Sabía que sus guerreros eran lo suficientemente inteligentes como para saber qué hacer ante un ataque, sin embargo no podía evitar sentirse un tanto preocupada. Después de todo, ellos eran su familia.

Kile llevó su mano hacia sus pantalones, más precisamente hacia uno de sus bolsillos. Sloane lo miró con el ceño fruncido, tratando de comprenderlo. Finalmente Kile sacó una daga particular y se la mostró a la azabache. La sorpresa la invadió al reconocer el objeto.

—Es mi daga —susurró, tomándola.

Sloane comenzó a repasar en su mente todo lo que había sucedido el día anterior. Casi al instante recordó a esos cuatro terrestres, especialmente a ese terrestre que no hizo nada para atacar o defenderse. Entonces no tardó en averiguar lo que había sucedido.

—Eras tú —murmuró y Kile asintió. —Pero, ¿cómo? ¿Por qué?

—Me enteré que iban a atacarlos —dijo apenas en un susurro audible. —Tenía que buscarte... no podía dejar que te hicieran daño.

Y en ese momento Sloane se sintió terrible. Se avergonzó por haber pensado que Kile podría traicionarla o abandonarla porque ella buscaba la paz con Skaikru. No podía creer que por un momento había dudado de la misma persona que le había proporcionado un hogar, la misma que se había transformado en su familia. En ese momento sus pensamientos cambiaron totalmente. Ahora sabía que Kile no sería capaz de dañarla ni traicionarla. Lo sabía porque había puesto su propia vida en riesgo con tal de salvar la de ella.

—¿Por qué...? —cuestionó sin poder evitarlo. —¿Por qué no dijiste que eras tú? ¿Por qué dejaste que te atacara? Podrías haber muerto.

Kile soltó una carcajada, casi como si lo que iba a decir a continuación fuera el mejor chiste que jamás hubieran contado. Sloane frunció el entrecejo, desconcertada por esa reacción. Había veces que realmente no lograba comprender a Kile, podía ser tan extraño.

—Porque me lo merecía por haber dudado de tí, pero ahora te entiendo —confesó, dejando de reír. —Cuando desaparecía por largas horas era porque iba a estudiar a Skaikru. Son extraños, pero comprendí que podemos confiar en ellos.

Sloane sonrió levemente, satisfecha con la confesión de Kile, aunque le inquietaba el hecho de que él se hubiera castigado de esa forma. Realmente había veces que el rubio actuaba de forma extraña, como si enloqueciera de repente.

—No vuelvas a hacer una locura como esa, ¿oíste? —dijo con su habitual seriedad. —No lo merecías por dudar. Todos lo hacemos en algún punto y actuamos siguiendo nuestros temores, pero eso no significa que mereces un castigo.

A Kile no le molestó el tono de reproche en la voz de Sloane. Si ella hubiera hecho algo similar, él hubiera reaccionado de igual manera. Ahora, estando libre de cualquier arrebato, comprendió que hacer aquello había sido una completa estupidez.

—No lo volveré a hacer —respondió como un niño regañado por su madre.

La azabache se sintió más que satisfecha con su respuesta. Sabía que cumpliría con su palabra, siempre lo hacía, y eso le transmitía tranquilidad. Un gran peso le había sido retirado de encima. Que Kile aceptara y respetara su decisión respecto a Skaikru había sido un gran alivio y la tensión entre ambos desapareció de inmediato.

—Sloane. —Se oyó detrás de ella.

Kile bufó al oír aquella odiosa voz, no le gustaba para nada. Puede que aceptara la alocada idea de convivir con ellos, pero sin dudas no aceptaba a Bellamy. No es como si él hubiera hecho algo realmente malo, sino que Kile creía que el azabache tenía otras intenciones con Sloane... lo cual, para él, sí era algo realmente malo.

Sloane se alejó de Kile y se acercó a Bellamy sin problema alguno, al contrario del rubio. El azabache se encontraba con los brazos cruzados sobre el pecho y una expresión seria. Ella no notó que se encontraba un tanto diferente a como era habitualmente.

—¿Qué sucede? —Le preguntó.

Bellamy hizo un silencioso movimiento de cabeza, pidiéndole a Sloane que lo siguiera hacia el exterior de la nave. Antes de dirigirse a la salida le echó una fugaz mirada a Kile, quien solo rodó los ojos de forma despectiva. La azabache se giró hacia el rubio, sin percatarse de su infantil acción.

—Ve, Skaikru te necesita —murmuró Kile, receloso.

Sloane ignoró el comentario, sabiendo que pronto se acostumbrará a estar cerca de ellos. Lo que no sabía es que Kile temía que ella prefiriera a Skaikru sobre Gonkru. Le aterraba la idea de que Sloane abandonara a su familia con tal de estar junto a los caídos o, peor aún, muriera a causa de ellos. Sabía que no debía dudar de su reina, pero no podía evitarlo.

—Vuelvo en un momento.

—No iré a ningún lugar —Se mofó.

Trató de ignorar su comentario, pero le fue imposible no soltar una pequeña risa.

Salió de la nave y en cuanto lo hizo buscó a Bellamy. Lo encontró hablando con Clarke, cerca de su tienda. Caminó hacia ellos y, mientras lo hacía, observó a su alrededor. Todos los adolescentes trabajaban para sobrevivir al invierno. Unos recolectaban frutos secos o raíces y otros se encargaban de la carne. No le prestó mucha atención a aquello, más le importaba hablar con Bellamy y Clarke para luego volver con Kile.

No podía pensar en otra cosa.

—¿Qué ocurre? —preguntó a penas llegó junto a ellos.

—El Arca halló registros viejos que muestran un almacén no muy lejos de aquí —informó Clarke.

—¿Qué clase de almacén?

Sloane no entendía el punto de Clarke. No entendía por qué le comentaban aquello. Ella no tenía nada que ver con los asuntos de Skaikru, pero aún así los escuchó con atención.

—Uno que nos ayudará a pasar el invierno —miró a Bellamy quien se mantenía de brazos cruzados. —Iremos a buscarlo y necesitaremos apoyo.

—¿Vendrás? —preguntó Bellamy.

Sloane negó con la cabeza.

—Kile me necesita —dijo y al instante añadió: —Nos iremos ahora mismo. Necesitamos volver con Gonkru.

Clarke asintió, sin molestarle que se haya negado y se alejó. Bellamy la siguió muy de cerca, no sin antes despedir a Sloane con un silencioso gesto. La azabache observó que se acercaban a una reserva y tomaban unos pequeños paquetes. No podía ver bien, pero imaginaba que eran provisiones. Frunció el entrecejo al ver que Bellamy tomaba más de las necesarias, muchas más de las que Clarke había tomado, pero lo dejó pasar y optó por ir en busca de Kile.

En la entrada de la nave se topó con Miller, quien al verla le dio un asentimiento de cabeza. Sloane le devolvió el gesto, demostrando un claro pacto entre ambos. Si Bellamy confiaba en ella, ¿por qué no Miller? Era lógico que el moreno la aceptara como nueva aliada y posible amiga.

Al entrar se topó con Octavia, quien subía por las escaleras a hurtadillas. Sabía perfectamente que se dirigía al segundo piso para ver a Lincoln.

La castaña se detuvo súbitamente al notar la presencia de Sloane y la miró, paralizada, al ser descubierta en medio de su travesura. En ese mismo momento temió que Sloane le impidiera subir o, peor aún, la acusara con Bellamy.

—Yo no he visto nada —declaró, sorprendiendo a Octavia, y continuó caminando.

La castaña sonrió agradecida por la acción de Sloane y siguió su camino hacia el segundo piso. A la azabache no le importaba que subiera a ver a Lincoln, sabía que él no le haría daño. Si ella podía ser diferente al terrestre promedio, Lincoln también podía serlo.

Se sentó junto a Kile, quien había observado toda la escena con atención. Él sonrió.

—Ustedes... —tragó saliva al no poder hablar bien. —Ustedes se parecen mucho.

—Probablemente.

Sloane no dijo nada más, aunque sabía que Kile tenía algo de razón. Ambas eran tan curiosas y capaces de interesarse por una cultura completamente diferente. A ninguna le importaba que los demás desaprobaran, e incluso prohibieran, el relacionarse con el "enemigo". Si sabían que en realidad no era el enemigo, harían lo posible para demostrarlo. Es lo que Sloane hizo con Skaikru al demostrar que no eran un peligro y era lo que Octavia pretendía hacer con Lincoln.

—¿Cómo te encuentras? —habló de nuevo.

Kile curvó sus labios hacia abajo.

—Mejor.

—Bien —dijo, poniéndose de pie. —Porque debemos volver con los nuestros.

Él sonrió, satisfecho.

—Estaba esperando que dijeras eso.

Sloane tomó a Kile por el brazo, ayudándolo a sentarse y posteriormente a pararse. Debían abandonar el campamento cuanto antes. Sloane había pasado mucho tiempo en él, junto a Skaikru, y ya era hora de que regresara a casa. Tenía que ocuparse de otras personas, los caídos no podían acaparar toda su atención. Además debía ver si el estado de Charlotte había mejorado.

Siendo ayudado por Sloane, Kile caminó lentamente hacia la salida de la nave. Iba a ser difícil, pero no imposible.

—¿Sloane?

En el camino se encontraron con Octavia, quien bajaba del segundo piso con una expresión frustrada. No la habían dejado ver a Lincoln, pero eso pasó a segundo plano cuando vio a ambos terrestres. La castaña los miró, preguntándose qué harían.

—Debemos volver a casa —informó Sloane, leyendo la confusión en su rostro. —Mi clan me necesita.

Octavia terminó de bajar las escaleras y se paró frente a ellos, echándole una fugaz mirada a Kile.

—Está herido, no pueden irse.

—Puedo caminar —refutó Kile.

—A penas —agregó Octavia.

Sloane presagió una tonta discusión, por lo que decidió intervenir antes de que comenzara y demorara su partida.

—Octavia, es importante —insistió nuevamente. —Si necesitas algo, sabes dónde encontrarme.

Esta vez Octavia no protestó y asintió en silencio, dándoles luz verde para marcharse, no sin antes hacerle prometer que la mantendría informada sobre el estado de Charlotte. Por el tono de Sloane, dedujo que para ella era importante volver con los suyos y ella no era nadie para negarle eso.

Los miró mientras salían de la nave.

En cuanto oyó la historia detrás de la herida de Kile, se asombró por lo leales que podían llegar a ser algunos terrestres y admiró lo fuertes y valientes que eran. Deseó ser como Sloane y tener un clan al cual pertenecer. Después de todo no se sentía parte de Skaikru.

Ni siquiera imaginaba que pronto tendría un lugar al que pertenecer y eso sería gracias al terrestre que se hallaba en el segundo piso.

Así, Sloane y Kile atravesaron los muros del campamento bajo la aprobación de Miller y se adentraron en el bosque para regresar con los suyos.

Después de lo sucedido en el último día, Sloane tenía mucho que pensar sobre Gonkru y esa alianza que buscaba formar con Skaikru.

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