Capítulo dieciséis

—Nadie vendrá a salvarnos —murmuró Clarke, afligida y angustiada.

—¿Y nosotros qué?

Sloane golpeó el hombro de Kile a penas terminó de pronunciar esas palabras. El rubio solo se encogió de hombros, como si no supiera del poco tacto con el que lo dijo. Ambos se acercaron hacia Bellamy y Clarke.

—No nos iremos de aquí —anunció Sloane, soltando un suspiro. —Haremos guardia junto a ustedes.

—Necesitamos más gente en el muro sur —informó Bellamy.

—Kile se encargará —Sloane miró al rubio.

—Enviaré a más gente —aceptó, cruzándose de brazos. —Los demás ayudarán con la comida. La necesitaremos para el invierno.

—Eso será de mucha ayuda —dijo Clarke como agradecimiento.

Aunque al principio no confiaba en los terrestres, Sloane y su clan le demostraron que eran dignos de su confianza. Ahora confiaba plenamente en ellos y era capaz de confiarle la seguridad de todos los adolescentes. Sloane se había encargado de demostrar que era alguien de confianza.

Kile recibió el agradecimiento y se marchó en busca de los suyos para cumplir con su palabra.

—Iré a ver si necesitamos algo más.

Clarke se alejó de Bellamy y Sloane, dejándolos solos una vez más. Sospechaba que algo había comenzado a florecer entre ambos y no quería ser un mal tercio.

—¿Cómo te encuentras? —preguntó Sloane.

Bellamy suspiró.

—La enfermedad ya pasó —dijo, poniendo los brazos en su cadera. —Pero me preocupa el ataque de los terrestres.

—Deben hacer más balas. Nosotros podemos pelear, pero sus armas serían de más ayuda.

—Raven y Jasper trabajan en ello —suspiró y la miró. —¿Y tú cómo te encuentras?

—No muy bien. Los montañeses estarán enfadados.

Bellamy frunció el ceño.

—Octavia dijo lo mismo —recordó lo que su hermana había dicho. —¿Quiénes son los montañeses?

—No quieres saberlo, créeme —dijo y una sensación de alivio la invadió antes de pronunciar las siguientes palabras. —Lo bueno es que conseguimos más tiempo para prepararnos.

Bellamy asintió, también aliviado por aquello, y un silencio siguió a su acción. Sloane se cruzó de brazos, sabía que la cabeza del azabache estaba en el ataque. Él no se quedaba callado así como así, menos con Sloane, con quien parecía hablar más que con nadie.

Entonces una idea para distraer a Bellamy vino a Sloane.

—¿Sabías que Charlotte despertó?

Y esa pregunta fue suficiente para que Bellamy solo pudiera pensar en la niña. La inminente guerra pasó a segundo plano y una sonrisa apareció en el rostro del azabache. Sloane, al ver el alivio en su expresión, también sonrió.

—¿Es en serio? No sabía nada —dijo con rapidez. —¿Y dónde está? Quiero verla.

—Hice que la llevaran a una cueva. No es muy lejos, pero allí no la encontrarán —explicó y esa decisión confundió a Bellamy. —Estoy segura que estará más a salvo en esa cueva que aquí. No puede pelear, apenas puede mantenerse de pie.

Entonces comprendió a lo que Sloane se refería. Podía imaginarse que Charlotte aún se encontraba muy débil. Recordaba su estado cuando la fue a ver y era suficiente para saber que estar en el campamento hubiera empeorado su salud.

—Tienes razón... aunque me hubiera gustado que estuviera aquí —murmuró con pesar.

Sloane se acercó a él y colocó su mano sobre el hombro de Bellamy en un gesto cálido y reconfortante. Fue una acción repentina, pero no incomodó a ninguno de los dos.

—Cuando todo esto acabe, te llevaré con ella —aseguró y le dio esperanzas a Bellamy. —Podrán estar juntos de nuevo.

Bellamy sonrió sinceramente y llevó su mano hasta la de Sloane. La tomó con delicadeza, dándole un suave apretón. Cuando sus pieles se tocaron, algo en el estómago de Bellamy se removió y un repentino nerviosismo hizo que su corazón latiera más rápido de lo normal.

—Espero que tú y tu clan también estén con nosotros —dijo y no supo cómo fue capaz de pronunciar aquellas palabras sin demostrar lo afectado que se encontraba por aquel toque.

—Lo estaremos. Siempre —respondió, sin intenciones de soltar la mano de Bellamy.

Aquello se sintió como una promesa. Como si Sloane prometiera estar siempre cerca de él y los demás. Como si nada malo fuera a ocurrir.

Y Bellamy no pudo sentirse más extasiado porque tener a Sloane cerca ya no le parecía un tortura. Sin quererlo, tenerla cerca se había vuelto algo fundamental para él y ya no recordaba un día en el que no pensara en Sloane ni mucho menos en el que ella no estuviera rondando por el campamento bajo su dulce e interesada mirada.

Tal vez, Bellamy ya no quería tenerla cerca solo por protección y conveniencia sino por algo más.

Algo que parecía ser mutuo. 

Sloane y Bellamy pasaron un par de horas juntos mientras vigilaban, hablando de Charlotte, del campamento, de lo que harían cuando la guerra acabara y de lo que les gustaría que sucediera en el futuro. Hablaron de diversos temas. La conversación fluía sin problema alguno y las sonrisas no faltaron en ningún momento. Disfrutaron plenamente de la compañía del otro, olvidándose de la terrible situación en la que se encontraban.

Pero se vieron obligados a volver a la realidad de una forma cruel cuando toda la comida que habían guardado para el invierno se incendió.

Aquello había roto bruscamente la burbuja que aislaba a Bellamy y Sloane.

—¿Tienen idea de lo que pasó? —preguntó Clarke, llegando junto a Bellamy y Sloane.

El azabache estaba arrodillado junto a las cenizas de lo que una vez fue carne y Sloane estaba de pie junto a él, observando toda la escena.

—Murphy dice que Del aumentó el fuego solo porque Octavia dijo que era mala idea —informó Bellamy.

A Sloane le pareció estúpido.

—¿Y le crees a Murphy? —cuestionó la azabache.

—Yo sí —respondió, sin dudar.

Sloane rodó los ojos, sabía que Murphy no era de fiar. No se tragaba aquella actuación de chico bueno que el castaño montaba. Estaba convencida que solo regresó al campamento por temor a los terrestres, porque tenía más oportunidades de sobrevivir junto a los caídos que solo. Todo se debía a una estrategia de supervivencia digna de las cucarachas.

—Creo que tenemos cebollas y nueces en la nave. Alcanzará para, no lo sé, dos semanas —calculó Clarke. —¿Qué quedó aquí?

—Nada, todo se quemó —Bellamy se puso de pie.

—Habrá que cazar —propuso Clarke, sabiendo que no era buena idea. —Todo el que esté libre debe salir.

Sloane asintió. Estaba de acuerdo con Clarke, aunque también sabía de los riesgos que podía traer.

—Kile y algunos hombres los acompañarán.

Clarke asintió ante la propuesta de Sloane, aceptando su ayuda. Todo el que pudiera debía salir a cazar y si marchaban junto a los guerreros que conocían la zona sería mejor. Sin embargo, a Bellamy aún no le convencía del todo la idea de ambas jóvenes.

—¿Con los terrestres afuera? —cuestionó, disconforme.

—No podremos defendernos si tenemos hambre —defendió Clarke.

Sloane se cruzó de brazos entendiendo, también, la preocupación de Bellamy pero era un riesgo que debían correr.

—Mis hombres irán con ellos, Bellamy —intervino Sloane, tratando de tranquilizarlo. —Ellos conocen el territorio mejor que nadie, podrán guiarlos sin problemas.

Bellamy la miró y se permitió creer en la seguridad que desprendía Sloane.

—Está bien —aceptó.

Sloane asintió.

—Iré por Kile, ustedes se encargan de los demás.

Bellamy y Clarke asintieron y marcharon hacia la nave, donde guardaban las armas y municiones. Allí se encargarían de armar los grupos de caza, siempre dejando a algunos adolescentes en el campamento para defenderlo.

Sloane, por otra parte, atravesó los muros en busca de Kile, quien vigilaba los alrededores junto a los demás. Caminó con cuidado, siempre alerta a cualquier movimiento extraño. Ser sigilosa se había vuelto parte de ella, aún cuando no lo quisiera, debía serlo para poder huir de Trikru.

No tardó en encontrar a Kile, pues él se mantenía más cerca del campamento que los demás. Sabía que debía mantenerse cerca de su reina por si ella lo necesitaba, cosa que siempre sucedía. Kile era indispensable para la vida de Sloane.

—¿Qué sucede? ¿Qué fue ese incendio? —preguntó Kile, recordando haber visto grandes llamas dentro del campamento.

—Toda la comida se incendió, lo perdimos todo en el peor momento —contó, soltando un suspiro. —Saldrán de caza en este momento. Necesito que los acompañes con algunos hombres, pocos, los demás deben hacer guardia.

Kile frunció el entrecejo. El rubio pensaba igual que Bellamy. Era peligroso hacer aquella travesía.

—Trikru está al acecho, no es buena idea abandonar el campamento —dijo, rascándose una mejilla. —Este es el lugar más seguro en el que podemos estar.

Sloane suspiró, sabía de sobra aquello, pero necesitaban hacerlo. Necesitaban comida.

—Saldrán igual y tienen menos posibilidad de morir si tú y algunos guerreros los acompañan —anunció con sinceridad. —¿Puedes hacerlo?

Kile sonrió de aquella forma que lo caracterizaba.

—¿Cuándo no he podido hacer algo?

Sloane sonrió y se acercó a él. Con toda la confianza del mundo, lo tomó del cuello y juntó sus frentes.

—Oso gonplei nou ste odon [Nuestra lucha no ha terminado] —murmuró las mismas palabras que siempre.

Para ellos, esas palabras significaban no darse por vencidos y también era como una especie de juramento en el que procuraban regresar sanos y salvos. Decían aquellas palabras cada vez que se separaban.

—Oso gonplei nou ste odon —repitió Kile.

Sloane sonrió levemente y se separó de él, dejando una de sus manos sobre el hombro de Kile.

—Te veré a la vuelta.

El rubio sonrió, acomodando su perfecta cabellera.

—Eso sin dudarlo.

Miller abrió la puerta para que Sloane entrara al campamento. La azabache le dio un asentimiento como agradecimiento. No era un secreto que él le agradaba, era con el que más había interactuado, además de Bellamy, Octavia, Clarke, Finn y Raven. De hecho no hablaba con muchas personas del campamento, seguía siendo igual de reservada que siempre.

Sloane había decidido tomar un descanso de la vigilancia, llevaba horas caminando por los alrededores. Sus hombres seguían vigilando el campamento desde las afueras, turnándose con los adolescentes. Todos vigilaban, igual que un equipo y ella no podía sentirse más satisfecha por verlos trabajar juntos. Como si fueran un mismo clan.

Sloane observó que Bellamy salía de una tienda, la cual reconoció como la de Raven. Frunció el entrecejo al ver la expresión en el rostro del azabache.

—¿Qué sucede? —preguntó, llegando junto a él.

El azabache suspiró e inconscientemente tomó la mano de Sloane y la guió hasta el costado de la nave. Allí nadie podría molestarlos y podrían hablar con tranquilidad, aunque todos estaban tan ocupados que casi no le prestaban atención.

Mientras caminaban, Sloane no pudo evitar desviar la mirada hacia sus manos unidas. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la azabache y sin querer soltó una larga y silenciosa exhalación. No podía negar que ese toque, como el de más temprano, destrozaba sus nervios.

—Nada está bien.

Se obligó a desviar su atención hacia lo que Bellamy le decía, haciendo un esfuerzo por olvidarse de aquel simple toque.

—¿Por qué lo dices?

—Raven quiere marcharse del campamento —informó y cuando vio la expresión sorprendida de Sloane, añadió: —Pero pude convencerla de quedarse.

Aquella última frase la tranquilizó. Sabía que necesitaban a Raven, además no quería que algo malo le sucediera. A nadie en general.

—¿Pero ella está bien? ¿Por qué quiere marcharse del campamento? —preguntó.

Bellamy soltó la mano de Sloane —la cual había sostenido inconscientemente hasta ese momento— para acomodar el arma que cargaba en su hombro. Sloane apretó el puño, sintiendo aún la sensación de la mano de Bellamy sobre la de ella.

—Es una larga historia.

Sloane sospechó que se debía a Clarke y Finn. Era lo suficientemente observadora como para notar que había una relación entre ambos adolescentes. También notó que Raven amaba a Finn y que ese amor no era correspondido, al menos no de la misma forma.

—¿Estás bien? —preguntó cuando vio que Bellamy pasó su mano por tercera vez sobre su cabello.

El azabache suspiró y eso fue suficiente para que Sloane comprendiera.

—Sí, es solo que... —calló y miró a los adolescentes que trabajaban. —No quiero que algo les pase. Si ellos mueren, les habré fallado.

—No es tu culpa que todo esto suceda, Bellamy. Los terrestres no conocen más que la guerra y no saben que ustedes son de los buenos. No los conocen como yo —animó y también miró a los adolescentes. —Son fuertes e inteligentes. Pueden superar todo lo que se propongan. Ganaremos y esto quedará en el olvido. Solo será un mal recuerdo.

Las palabras de Sloane calmaron un poco a Bellamy. Eran lo que necesitaba. No había tenido la oportunidad de contarle sus pesares a nadie más. Todos parecían tan ocupados y atemorizados que Bellamy no quería interrumpir con sus sentimientos. Pero con Sloane era diferente. Con ella podía hablar y sabía que recibiría una respuesta.

—Espero que podamos vencer a los terrestres, no me perdonaré jamás que alguno de ellos muera —volvió la mirada a Sloane. —Son mi responsabilidad.

En sus ojos, Sloane pudo ver cuán afectado se encontraba. Se podía ver la duda, el miedo y la preocupación. Para Sloane solo se trataba de una guerra más, pero para Bellamy —y todos los adolescentes— se trataba de una experiencia nueva, la cual era aterradora. No estaba listo para perder a su gente. No podría olvidarse jamás de toda la sangre y los cadáveres que vería.

Entonces Sloane hizo algo que ni ella misma creyó: abrazó a Bellamy. Se sorprendió a sí misma porque en ella no eran habituales esos actos. No solía mostrarse de esa forma, aunque tampoco los rechazaba. Lo hizo porque sintió que Bellamy lo necesitaba, porque necesitaba apoyo.

El azabache, un poco sorprendido, rápidamente correspondió el abrazo. Rodeó el delgado cuerpo de Sloane con delicadeza y agradecimiento. Aceptó aquella muestra con gran cariño porque no fue hasta ese momento que se dio cuenta de lo mucho que necesitaba una de esas muestras desinteresadas.

—Todo estará bien, Bellamy. Pelearemos juntos contra los terrestres y todo lo que venga. Ganaremos. Siempre.

Se separaron con lentitud, quedando a tan solo unos centímetros de distancia. No pareció importarles que sus respiraciones se mezclaran. Al notar la poca distancia, Bellamy sonrió con picardía.

—Oso throu daun ogeda [Peleamos juntos] —murmuró con lentitud.

Una sonrisa espléndida apareció en el rostro de Sloane. Era una sonrisa genuina y llena de entusiasmo. Le gustó oír esas palabras por parte de Bellamy. Le entusiasmaba la idea de que el azabache se empeñara en aprender su idioma.

—Aprendes rápido.

—Solo las cosas que me interesan.

—¡Bellamy! —llamó alguien de repente.

La sonrisa desapareció del rostro de Sloane al reconocer aquella nefasta voz. Se abstuvo de rodar los ojos y de soltar algún comentario inapropiado.

—¿Ese fue Murphy? —cuestionó Sloane y Bellamy asintió. —¿Qué harás con él?

Bellamy acomodó el arma sobre su hombro, aún manteniendo la mirada en Sloane.

—Clarke cree que es buena idea dejar que pelee por nosotros —informó.

—No confío en él —soltó con total sinceridad.

Bellamy no pudo juzgarla, era normal que no confiara en Murphy. Había hecho suficiente cosas como para ganarse la desconfianza de cada adolescente del campamento y de cada guerrero de Gonkru.

—No tenemos opción, Clarke insistió.

Sloane suspiró. Entendía aquello, Bellamy ya no tomaba todas las decisiones del campamento. Él y Clarke lideraban de igual forma.

—Cuídate de él —pidió, casi como si predijera la traición de Murphy. —Iré a ver en qué puedo ayudar.

—Busca a Raven. Ella y Monty tratan de hacer radios para comunicarnos, tal vez necesiten ayuda.

—Si es que no me asesina primero.

A la morena aún no le agradaba Sloane, al menos no del todo. Agradeció que estuviera con ellos, pero algo le hacía desconfiar. Aún así ese nivel de desconfianza ya no era el mismo al del principio, cuando apenas la conocía. Raven, lentamente, iba cediendo.

—Aún no te conoce del todo, pero cuando lo haga sabrá que eres una persona de confianza —animó Bellamy.

—Eso espero.

—¡Bellamy! —llamó Murphy, nuevamente.

Bellamy rodó los ojos y Sloane miró hacia el frente de la nave, encontrándose con un castaño que los miraba con una mueca de fastidio e impaciencia.

—Empiezo a entender por qué te gusta pasar tiempo en el río —soltó, acompañado de una pequeña risa. —Debo ir. Mantente cerca, ¿de acuerdo?

—De acuerdo —aceptó y cuando Bellamy se había alejado bastante agregó: —¡Cuidado con el traidor!

El tono que usó fue suficientemente elevado para que Murphy pudiera oírlo, lo cual era la intención de Sloane. Aquello, de cierta forma, sonó como un consejo para Bellamy y una amenaza para Murphy.

El azabache asintió y se dirigió hacia Murphy, quien lo buscaba para repartir las balas. Sloane, por otro lado, rodeó la nave en busca de Raven y Monty. Mientras lo hacía no pudo evitar pensar en Bellamy y en las palabras de Kile.

El rubio no podía tener razón. No. A ella no le gustaba Bellamy. Solo eran compañeros, amigos como mucho. Pero, ¿pareja? Jamás, eso no podía suceder.

Y repitiendo esas palabras, Sloane se adentró a la nave.

Como no encontró a nadie en el primer piso subió por las escaleras hasta el segundo y finalmente los encontró allí.

Raven y Monty estaban de pie frente a una mesa repleta de piezas metálicas y cables de todos colores. Sloane sabía que ellos eran inteligentes y capaces de crear cualquier cosa. También sabía —o imaginó— que la idea de los radios había venido de la cabecita de Raven.

Eran increíblemente inteligentes y habilidosos.

—Hey —murmuró como saludo. —¿Necesitan algo?

—Sí.

—No.

Sloane frunció el entrecejo ante las diferentes respuestas. Algo le decía que sí necesitaban ayuda, tal como decía Monty. Sloane imaginó que Raven se negaría.

—Necesitamos todo lo que tengamos si queremos hacer walkies —anunció Raven a Monty y luego posó la mirada en la radio con la cual contactaron al Arca. —Y necesito el radio.

Raven dio un paso, pero Monty se interpuso rápidamente.

—¡No, espera! —dijo, apresurado. —¿Cómo contactaremos al Arca?

La morena miró de soslayo a Sloane. No creía que la terrestre tuviera que oír aquello, pero sabía que ella lo sabría tarde o temprano.

—El Arca no está —informó luego de encender el radio. —Solo un agujero en el cielo.

Nuevamente trató de cortar un cable para usarlo en los walkies, sin embargo Monty volvió a detenerla.

Sloane no entendía lo que decían, no sabía mucho del Arca y el funcionamiento de los radios, pero sabía que no debían darse por vencidos. Creía que, al menos, debían esperar un poco más. Sin embargo no dijo nada, eran asuntos que no le correspondían.

—Mi familia está allá.

Raven le echó una última mirada culposa a Monty y arrancó el cable de un solo tirón.

—Lo siento.

Soltó los cables al oír voces agitadas fuera de la nave y salió para ver qué sucedía, dejando solos a Sloane y Monty. El último tenía la mirada clavada en el suelo y una expresión angustiada. Sloane no lo conocía bien, había hablado con él muy pocas veces, pero sabía lo doloroso que era perder a las personas que amaba, especialmente si se trataba de la familia.

—Tal vez no todo está perdido —animó Sloane. —No pierdas las esperanzas.

Monty asintió sin poder decir palabra alguna. Él sabía que si hablaba su voz sería inaudible y terminaría quebrándose. A veces era mejor callar.

—Búscame si necesitas ayuda.

De nuevo aquellas palabras. En los últimos días las había dicho muchas veces, pero es que Sloane era así. Era una persona que no podía quedarse con los brazos cruzados, le gustaba ayudar a los demás.

Le sonrió levemente a Monty, tratando de reconfortarlo, y salió detrás de Raven.

La noche ya había caído y, como Bellamy había ordenado, los grupos de caza regresaron. Vio a Raven caminar entre ellos y supuso que buscaba a Finn. Después divisó a Murphy a tan solo unos metros de ella. Estaba desollando a un pez y se encontraba completamente solo, por lo que decidió acercarse.

—Tú sí que eres una cucaracha —dijo, llegando a su lado. —Me sorprende que te hayan dejado quedarte.

Murphy soltó el pez y la miró.

—Vaya —fingió sorpresa. —Así que la amable y servidora terrestre al fin muestra sus garras.

—No juegues conmigo, Murphy —replicó en tono firme. —Puedes engañar a los demás, pero no a mí. Te estaré vigilando y no dudaré en matarte si nos traicionas.

Murphy tragó saliva. Sabía que, aunque Sloane fuera tranquila, no dudaría en cumplir su amenaza si tenía la oportunidad.

—Sí, sí, como digas —murmuró sarcásticamente.

Aquella contestación no le agradó a Sloane, pero ya había dejado sus puntos en claro así que decidió marcharse. No era necesario empezar una pelea.

Soltó un suspiro y se dirigió hacia los muros.

No tenía caso estar dentro del campamento, allí nadie parecía necesitar ayuda. Raven no la quería cerca, sin importar lo que hiciera y Monty era lo suficientemente inteligente como para hacer los walkies sin problemas. Tampoco era como si quisiera encontrarse con Murphy a cada segundo. Lo único que podía hacer era vigilar las afueras del campamento junto a sus hombres. Por el momento esa era su tarea.

—¡Sloane!

Se detuvo ante el llamado y, al sentir pisadas detrás de ella, volteó. Se confundió cuando notó que la responsable del llamado era Raven, quien corría junto a Monty hacia ella.

—¿Qué sucede?

—Clarke y Finn no regresaron —informó Raven, la preocupación plasmada en su rostro. —Salieron de caza junto a Miles y no han vuelto al campamento.

Entonces Sloane se preocupó, aquello solo podía significar una sola cosa: terrestres. Sin embargo, no fue lo único que la preocupó.

—¿Dónde está Kile? —preguntó.

Raven y Monty se miraron, Sloane en ese momento supo que oír la respuesta no le gustaría para nada.

La morena fue la encargada de dar la noticia.

—Tampoco regresó.

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