xxxiii. Impostor



CAPÍTULO TREINTA Y TRES;
IMPOSTOR




Eleanor trató de no decirle nada a Sirius cuando la cuidó todo el resto del día y la noche, sabía que él sólo estaba tratando de quitarse la culpa por no haber estado allí presente para prevenir el pequeño incidente en Azkaban. Sin embargo, el que él la mantuviera en cama y con extremas mantas encima suyo no estaba ayudando, en todo caso, el animago la estaba comenzando a poner de nervios. La gota que derramó el vaso fue justo la mañana siguiente cuando ella se preparaba para ir a Hogwarts a pasar el día con Harry antes de la tercera prueba del torneo, y Sirius la perseguía por todo el departamento pisándole los talones, rogándole para que se quedara a descansar en ves de ir a alterarse. Fue entonces cuando Eleanor ya no pudo resistir más el quedarse callada.

—¿Cuántas veces debo repetirte que estoy bien, Sirius? —inquirió con brusquedad. Al ver el rostro de estupefacción del hombre por su tono, tuvo que respirar tranquilamente y moderó su tono habitual—. No me pasó nada, estoy perfectamente. Y mi sobrino me necesita ahora en estos momentos, más que cualquier cosa que yo quiera.

Sirius frunció el ceño.

—Terminarás por enfermar, Eleanor. —se mostró muy preocupado—. Te estás presionando. Lo que pasaste no fue algo ligero, pudiste haber muerto. Quizá si te tomaras unos días y procesas...

—No. —lo cortó. Lo que menos necesitaba Eleanor era encerrarse a seguir sintiéndose culpable por lo sucedido, ella sólo tenía seguir adelante. El pensar mucho las cosas sólo traía dolor y no quería eso—.  Aprecio que te preocupes por mí pero, por favor, no lo hagas. Por mi estabilidad y paz mental, necesito ir a asegurarme que Harry estará bien.

—Él entendería...

—Yo no. —Eleanor lo interrumpió—. Harry está por encima de cualquier problema que tenga, siempre.

El hombre al ver que la joven no iba a ceder por ningún motivo a su petición, terminó aceptando a regañadientes su decisión. Él estaba notando un cambio en el temperamento de Eleanor, uno que no había visto antes y eso no le gustó, en absoluto. Sin decir nada, ambos salieron del edificio en Whitehall rumbo a un callejón para hacer una aparición.

Aparecieron a las puertas de Hogwarts y caminaron la subida al castillo, viendo a la distancia a Hagrid, el semigigante que lucía ansioso al ver que se acercaban, Eleanor fue recibida con un abrazo fuerte que se libró pronto gracias a que Sirius la jaló, ella le regaló una sonrisa pequeña, no necesariamente porque no le agradara saludar a su grandulón amigo, no, estaba tensa por la prueba.

—Bill y la señora Weasley acaban de llegar también —dijo Hagrid—, ya los esperan.

El hombre Black se encargó de hacerle plática al guardabosques mientras él los escoltaba hasta la sala donde esperarían a los campeones del torneo. Cuando llegaron a la sala Eleanor se percató de que ya estaban allí el resto de los familiares, Sirius y ella habían sido los últimos en llegar. Había una preciosa mujer rubia que iba acompañada de Gabrielle, la hermana pequeña de Fleur, la campeona de Beaubaxtons. También pudo ver a Amos Diggory con lo que supuso era su esposa, junto a ellos estaba un matrimonio con facciones duras y firmes, Eleanor concluyó que esos eran los padres del campeón de Drumstrang. Y finalmente, al fondo de sala, delante de la chimenea, estaban Bill y la señora Weasley, ambos acabando de percatarse de su llegada y ahora les sonreían.

—Bueno, yo los dejó aquí, iré a ver lo que hace falta para esta noche —informó Hagrid y se dirigió a Eleanor felizmente de verla—. Harry ganará esta noche, Eleanor. Es el mejor de todos, no te preocupes.

Sabía que lo que Hagrid trataba de hacer era tranquilizarla y aunque no lo lograría, ella le estaba agradecida por su intento.

—Gracias, Hagrid.

El guardabosques se retiró.

Se acercaron hasta los dos pelirrojos para saludar, Eleanor fue apretada en un fuerte abrazo maternal de Molly Weasley, tanto Sirius como Bill observaron la escena con una sonrisa, aunque la del primogénito Weasley mostraba ternura.

—Te ves muy pálida, cielo —señaló la señora Weasley, tomando el rostro de Eleanor entre sus manos—. Tal vez deberías descansar y comer algo...

—Yo le dije lo mismo. —tarareó Sirius, cruzado de brazos—. Ciertamente, ella no me ha escuchado.

La azabache lo fulminó con la mirada y se dirigió a Molly con un gesto tranquilizador.

—Estoy bien, Molly, de verdad. —le aseguró. Eleanor se estaba cansando de tener que repetirlo en cada momento—. Cuando la prueba termine, estaré muchísimo mejor. Más tranquila.

Bill frunció el ceño sin creerle del todo, pero no dijo nada.

Pronto las puertas de la sala volvieron a abrirse y mostraron a dos de los cuatro campeones, se trataban de Cedric Diggory y Fleur Delacour, ambos se separaron para dirigirse a sus familias. Fleur se fijó en Eleanor, la veela le sonrió con un saludo lleno de emoción, al parecer la campeona la veía como una amiga desde lo sucedido en la segunda prueba pero no le desagradaba. No fue hasta que poco a poco Eleanor pudo ver como la mirada de veela se desvió hasta un punto detrás suyo, justamente donde se encontraba Bill Weasley. La azabache pudo ver como la rubia pronto se mostró interesada en él mientras su madre y su hermana estaban hablándole en francés y ella sólo les respondía con naturalidad mirando entre intervalos de tiempo al pelirrojo que ni siquiera se había dado cuenta de ese pequeño detalle... aún.

Eleanor no supo cómo reaccionar a eso, sabía que Bill era guapo y que el pendiente con colmillos o el pelo largo le disgustaría al resto de la multitud fémina, sin embargo, por una razón que no quiso admitir, el que Fleur lo mirara con tanto interés, le molestó e incómodo.

Estaba tan absorta por el extraño dolor de estómago que no se dio cuenta de que su sobrino acababa de entrar a la sala y se dirigía hasta ella, sólo cuando sintió unos brazos delgados rodear su cintura fue que lo vio.

—¿Qué hacen aquí? —cuestionó Harry con buen humor y sonrió al ver a Sirius a su lado—. No los esperaba hasta la noche, Ellie.

Eleanor le guiñó un ojo mientras revolvía su pelo con cariño.

—¡Sorpresa! —dijo muy emocionada la señora Weasley, mientras les sonreía de oreja a oreja y caminaba hacia ellos—. ¡Eleanor nos dijo que podíamos venir a verte, Harry! —se inclinó para darle un beso en la mejilla.

—¿Qué tal? —lo saludó Bill, sonriéndole y estrechándole la mano—. Charlie quería venir, pero no han podido darle permiso. Dice que estuviste increíble con el colacuerno.

—¿Charlie te escribió? —le preguntó Eleanor. Ella le mandaba cartas pero él no las devolvía por alguna razón.

—Sí —respondió Bill con extrañeza por su pregunta—. ¿Por qué?

—No, por nada. —mintió.

Harry los observaba con curiosidad, no esperaba ver al pelirrojo menos desde lo que Ron había insinuado sobre él y su tía la última vez. Pero también notó que Fleur Delacour miraba a Bill por encima del hombro de su madre con bastante intriga. No parecía que a Eleanor le causara mucha emoción ese detalle.

—Muchísimas gracias por venir —murmuró Harry, dirigiéndose a la señora Weasley—. Por un momento pensé que sólo vería a Ellie y a Sirius.

—Ni lo menciones. No te dejaríamos solo, cielo —dijo la señora Weasley con una sonrisa maternal.

—Es estupendo volver aquí —comentó Bill mirando la sala (Violeta, la amiga de la Señora Gorda, le guiñó un ojo desde su cuadro) y Eleanor rodó los ojos con diversión, recordando que sus tiempos en Hogwarts las señoras de los cuadros del castillo lo miraban mucho—. Hacía cinco años que no veía este lugar. ¿Sigue por ahí el cuadro del caballero loco, sir Cadogan?

—Sí —contestó Harry, que había conocido a sir Cadogan el curso anterior.

—¿Y la Señora Gorda? —preguntó Bill—. Aún recuerdo que me dejaba entrar a la torre sin contraseña.

Eleanor suspiró.

—Sí, sí. Y a Charlie y a mi nos la pedía todo el tiempo. —la joven se cruzó de brazos mientras Bill le sacó la lengua con gesto burlón.

—Ya estaba aquí en mis tiempos —comentó la señora Weasley—. Me echó una buena bronca la noche en que volví al dormitorio a las cuatro de la mañana.

—¿Qué hacías fuera del dormitorio a las cuatro de la mañana? —quiso saber Bill, mirando a su madre sorprendido. Eleanor y Sirius trataron de reprimir su risa detrás de sus manos.

La señora Weasley sonrió, y los ojos le brillaron.

—Tu padre y yo fuimos a dar un paseo a la luz de la luna —explicó—. Lo pilló Apollyon Pringle, que era el conserje por aquellos días. Tu padre aún conserva las señales.

—Un paseo a la luz de la luna —repitió Eleanor con una sonrisa enternecida—. ¡Eso es muy romántico!

—Toma nota, Ben —dijo Sirius, burlón.

Las mejillas de Eleanor ardían mientras fulminaba a Sirius por... Bueno, ella había perdido la cuenta de cuántas veces lo había hecho. Y Harry parecía asqueado por la idea de su tía con el hermano mayor de su mejor amigo, mientras arrugaba la nariz y miraba feo a Bill que sólo bajo la mirada hasta Eleanor con una sonrisa.

—¿Te gustaría dar una vuelta, Harry? —le ofreció Bill, tratando de cambiar de tema.

—Sí, por favor —aceptó Harry, queriendo huir del momento, y salieron de la sala.

Al pasar al lado de Amos Diggory, éste se volvió hacia ellos.

—Conque estás aquí, ¿eh? —dijo, mirando a Harry de arriba abajo—. Apuesto a que no te sientes tan ufano ahora que Cedric te ha alcanzado en puntuación, ¿a que no?

La azabache frunció el entrecejo y apretó los labios en una fina línea con molestia.

—¿Qué? —preguntó Harry.

—No le hagas caso —le dijo Cedric a Harry en voz baja, mirando con severidad a su padre—. Está enfadado desde que leyó el artículo de Rita Skeeter sobre el Torneo de los tres magos. Ya sabes, cuando te hizo aparecer como el único campeón de Hogwarts.

—Pero no se preocupó por corregirla, ¿verdad? —comentó Amos Diggory, lo bastante alto para que Harry lo oyera mientras se dirigía a la puerta con Sirius y la señora Weasley—. A pesar de todo le darás una lección, Cedric. Ya lo venciste una vez, ¿no?

—¿Usted piensa que no diré nada al respecto, señor Diggory? —inquirió Eleanor muy enfadada. El pelirrojo la tomó del brazo dándole un apretón con suavidad intentando controlarla pero ya tenía suficiente coraje acumulado como para callar—. Si tiene algo que decir, puede decírmelo a mí que soy su tía. —el señor Diggory tenía la cara roja del enojo—. ¿Entonces? Hable.

—Yo sólo estoy diciendo la verdad. ¡Tú sobrino cree que por ser famoso puede pasar por encima de mi muchacho y no lo permitiré!

—Y yo tampoco permitiré que hable de esa manera de mi sobrino. Enhorabuena si su muchacho gana. Ahora deje en paz al mío. —demandó Eleanor con ferocidad.

—¡Rita Skeeter haría cualquier cosa por causar problemas, Amos! —dijo malhumorada la señora Weasley—. ¡Creí que lo sabrías, trabajando en el Ministerio!

Bill agarró por los hombros a Eleanor sin lastimarla pero la arrastró fuera de la sala con rapidez antes de que ella decidiera tirarse encima del señor para defender a su sobrino. Dio la impresión de que el señor Diggory iba a decir algo hiriente, pero su mujer le puso una mano en el brazo, y él no hizo más que encogerse de hombros y apartarse.

Sirius vio que Bill estaba alejando a Eleanor todo lo posible de ellos, por lo que detuvo a Harry antes de que corriera tras ellos para ver a su tía.

El pelirrojo detuvo su caminata cuando doblaron el pasillo y notó que no había nadie más que ellos. Entonces, de una manera brusca Eleanor se soltó del agarre de su amigo y lo enfrentó. Estaba muy enojada, y lo que el señor Diggory había dicho sólo empeoró las cosas. Era como si la ira estuviera inyectada en su misma sangre, se sentía muy molesta pero no sabía exactamente con qué o con quién, sólo estaba enojada y necesitaba desquitarse con algo. Y el que Bill la haya sacado de la sala no mejoró la situación, a pesar de sus buenas intenciones, la furia no dejaba que lo procesara.

—¡Tenía más cosas que decirle, William! —gritó—. ¡Sólo estaba empezando!

—Estás molesta y eso sólo provocaría que dijeras algo que no sientes de verdad, El. —dijo Bill con tranquilidad, en un intento de no alterarla más—. Además ibas a armar una escena frente a Harry. Y créeme que eso no le gustaría para nada.

—¡Él estaba hablando como si Harry hubiera querido estar en esto desde un principio! —chilló Eleanor—. ¡No es así! ¡Nunca lo pidió!

Puso sus manos a los costados de sus hombros haciendo que ella lo mirara fijamente.

—Lo sabemos, El. Sólo importa que nosotros, las personas que lo quieren, lo sepan. —Bill ladeo una sonrisa—. Pon todo ese enojo que sientes en demostrarle a Harry que estás bien, y que lo apoyas.

—Ya lo hago...

—No, no lo estás haciendo ahora. —la interrumpió—. Ahora tienes a Harry preocupado y quiere venir a verte. Contrólate por él. Por Harry.

Eleanor inspiró profundo antes de asentir y Bill sintió como la tensión en sus hombros fue bajando un poco, logrando que se controlara finalmente.

—Por Harry. —repitió Eleanor en voz baja.







Luego de que el enojo disminuyera, Bill y Eleanor regresaron con el resto. Harry, que ya estaba más tranquilo de ver a su tía mejor, disfrutó mucho la mañana caminando por los terrenos soleados con sus visitantes, mostrándoles el carruaje de Beauxbatons y el barco de Durmstrang. La señora Weasley sentía curiosidad por el sauce boxeador, que había sido plantado después de que ella había dejado el colegio, Sirius no pudo soportar callarlo y le admitió que había sido plantado especialmente para Remus, fue cuando les contó con brevedad lo que hacían en su época merodeadora, evitando mencionar a Artemis y al traidor, por supuesto.

—¿Cómo está Percy? —preguntó Harry, decidiendo no querer indagar sobre la madre de su mejor amiga Cassie, cuando caminaban por los invernaderos.

—No muy bien —admitió Bill.

—Está bastante alterado —explicó la señora Weasley bajando la voz y mirando a su alrededor—. El Ministerio quiere que no se hable de la desaparición del señor Crouch, pero a Percy lo han llamado para preguntarle acerca de las instrucciones que Crouch le ha estado enviando. Piensan que pudieran no haber sido escritas realmente por él. Percy está sometido a demasiada tensión. No lo han dejado que sustituya esta noche al señor Crouch en el tribunal. Va a hacerlo Cornelius Fudge.

Ninguno hizo mención de lo sucedido el día anterior para no preocuparlo demás justo cuando ahora la concentración de Harry debía estar en la última prueba.

Volvieron al castillo para la comida, justo cuando entraron al Gran Salón las miradas de los estudiantes fueron temerosas hacia Sirius Black y acalladas cuando una joven salió corriendo desde la mesa Gryffindor hasta los brazos de su padre.

Eleanor los dejó atrás y se dirigió con Harry y los Weasley hasta la mesa de los leones, su segundo hogar...

—¡Mamá... Bill! —exclamó Ron, atónito, acudiendo a la mesa de Gryffindor—. ¿Qué hacen aquí?

—Hemos venido a ver a Harry en la última prueba —dijo con alegría la señora Weasley—. Tengo que decir que me gusta el cambio, no tener que cocinar. ¿Qué tal el examen?

—Eh... bien —contestó Ron—. No pude recordar todos los nombres de los duendes rebeldes, así que me inventé algunos. Pero bien —añadió, sirviéndose empanada de Cornualles, mientras la señora Weasley lo miraba con severidad—. Todos se llaman cosas como Bodrod el Barbudo y Urg el Guarro, así que no fue difícil.

Fred, George y Ginny fueron también a sentarse con ellos, y Harry lo pasó tan bien que le parecía estar de vuelta en La Madriguera. No se acordó de preocuparse por la prueba de aquella noche, mucho menos con Eleanor contándole acerca de lo bien que se sentía estar sentada nuevamente en la mesa Gryffindor después de cuatro años.

—¿Y Alastor? —preguntó Eleanor a los chicos, mientras lo buscaba entre la mesa de los profesores sin éxito.

—Es algo... intenso. —explicó Cassiopeia—. No estoy del todo de acuerdo a usar maldiciones imperdonables pero...

—¿Alastor les está enseñando qué? —la cortó Eleanor con mirada estupefacta–. ¿Desde cuándo?

—Desde principios de curso —respondió Ron, tragando lo que quedaba de su patata.

Sirius miró a Eleanor pero ella estaba perdida en sus pensamientos, pensando seriamente en qué momento su mentor comenzó a ignorarla y hasta ahora, se enteraba del tipo de clases que le dedicaba a sus alumnos.

La llegada de Hermione terminó la pequeña de conversación sobre el profesor de Defensa. Harry le preguntó algo a la castaña que sólo negó con la cabeza pidiendo en silencio que se callara, y miró a la señora Weasley.

—Hola, Hermione —la saludó ella, mucho menos afectuosa de lo habitual.

—Hola —le respondió Hermione, con una sonrisa que vaciló ante la fría expresión de la señora Weasley.

Harry miró a una y a otra, y luego dijo:

—Señora Weasley, usted no creería esas mentiras que escribió Rita Skeeter en Corazón de bruja, ¿verdad? Porque Cassie, Hermione y yo nunca fuimos, ni somos novios.

—¡Ah! —exclamó la señora Weasley—. No... ¡por supuesto que no!

Pero a partir de ese momento empezó a mostrarse más cariñosa con Hermione.

Bill, Eleanor, Harry, Sirius y la señora Weasley pasaron la tarde dando un largo paseo por el castillo y volvieron al Gran Comedor para el banquete de la noche. Para entonces, Ludo Bagman, Cornelius Fudge y Ares Crouch se habían incorporado a la mesa de los profesores. Bagman parecía muy contento, pero Cornelius Fudge, que estaba sentado junto a Madame Máxime, tenía una mirada severa y no hablaba. Y Ares Crouch sólo depositó su mirada en Eleanor Potter pero al ver a Bill Weasley, toda su atención se volvió a desviar a su comida con la mandíbula apretada en molestia. Madame Máxime no levantaba la vista del plato, y a Harry le pareció que tenía los ojos enrojecidos. Hagrid no dejaba de mirarla desde el otro lado de la mesa.

Eleanor no dejaba el tema de su mentor, algo le molestaba al respecto, no presto demasiada atención al resto, ni siquiera se molestó en mirar a Ares o a Bill, estaba más ocupada en querer saber que sucedía con Alastor Moody. Y Harry, que empezaba a estar realmente nervioso, no comió mucho, incluso no dijo nada cuando vio al tío de su mejor amiga llegar. Cuando el techo encantado comenzó a pasar del azul a un morado oscuro, Dumbledore, en la mesa de los profesores, se puso en pie y se hizo el silencio.

—Damas y caballeros, dentro de cinco minutos les pediré que vayamos todos hacia el campo de quidditch para presenciar la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos. En cuanto a los campeones, les ruego que tengan la bondad de seguir ya al señor Bagman hasta el estadio.

Harry se levantó. A lo largo de la mesa, todos los de Gryffindor lo aplaudieron. Cassiopeia, Hermione, Sirius y los Weasley le desearon buena suerte mientras que Eleanor lo abrazó con fuerza y lo alejó del resto un momento antes de que marchara.

—Estoy nervioso, Ellie —confesó Harry.

—Lo sé, cariño. Pero demostraste a todos que eres más fuerte de lo que creían, lo hiciste muy bien en las dos pruebas, enfrentaste todo con valentía y eso me enorgullece, Jamie. —dijo Eleanor—. Ahora necesito que me prometas que pase lo pase en esta prueba, sobrevivirás. Prométemelo, por favor.

—Ellie, ¿qué sucede? —preguntó Harry, luciendo confundido por su extrema preocupación—. ¿No me has dicho algo?

Eleanor sacudió la cabeza y besó su frente dejando sus labios allí un instante antes de separarse.

—Cuídate mucho. Te estaré esperando del otro lado, ¿está bien?

Harry asintió y salió del Gran Comedor, con Cedric, Fleur y Krum.

Un brazo la rodeó por los hombros y la apretaron con suavidad, ella miró a Sirius y habló nerviosa:

—¿Por qué tengo un mal presentimiento, Sirius?

—Yo también lo tengo, Elle. —contestó con seriedad—. Yo también.







Llegaron al campo de quidditch, que estaba totalmente irreconocible. Un seto de seis metros de altura lo bordeaba. Había un hueco justo delante de ellos: era la entrada al enorme laberinto. El camino que había dentro parecía oscuro y terrorífico.

Cinco minutos después empezaron a ocuparse las tribunas. El aire se llenó de voces excitadas y del ruido de pisadas de cientos de alumnos que se dirigían a sus sitios. El cielo era de un azul intenso pero claro, y empezaban a aparecer las primeras estrellas. Hagrid, el profesor Moody, la profesora McGonagall y el profesor Flitwick llegaron al estadio y se aproximaron a Bagman y los campeones. Llevaban en el sombrero estrellas luminosas, grandes y rojas. Todos menos Hagrid, que las llevaba en la espalda de su chaleco de piel de topo.

Eleanor estaba sentada entre Bill y Sirius, y en ningún momento despegó su mirada de la nuca de Harry.

—Piensa que después de que termine la prueba, estarás más tranquila —dijo Bill a su lado—. Aférrate a eso.

Giró su cabeza para verlo y él aprovecho para tomar su mano como apoyo, ella lo apretó entrelazando sus dedos.

Bagman se apuntó a la garganta con la varita, murmuró «¡Sonorus!», y su voz, amplificada por arte de magia, retumbó en las tribunas:

—¡Damas y caballeros, va a dar comienzo la tercera y última prueba del Torneo de los tres magos! Permítanme que les recuerde el estado de las puntuaciones: empatados en el primer puesto, con ochenta y cinco puntos cada uno... ¡el señor Cedric Diggory y el señor Harry Potter, ambos del colegio Hogwarts! —Los aplausos y vítores provocaron que algunos pájaros salieran revoloteando del bosque prohibido y se perdieran en el cielo cada vez más oscuro—. En segundo lugar, con ochenta puntos, ¡el señor Viktor Krum, del Instituto Durmstrang! —Más aplausos—. Y, en tercer lugar, ¡la señorita Fleur Delacour, de la Academia Beauxbatons!

Harry pudo distinguir a duras penas, en medio de las tribunas, a Eleanor y a Sirius, junto a sus mejores amigas y los Weasley, que aplaudían a Fleur por cortesía. Los saludó con la mano, y ellos le devolvieron el saludo, sonriéndole.

—¡Entonces... cuando sople el silbato, entrarán Harry y Cedric! —dijo Bagman—. Tres... dos... uno...

Dio un fuerte pitido, y Harry y Cedric penetraron rápidamente en el laberinto.







El tiempo parecía ser eterno, volviéndose aburrido para todos por no poder presenciar nada, simplemente los setos del laberinto. Para Eleanor, el terrible presentimiento de que algo sucedería sólo se intensificaba dentro suyo. Su mirada se desvío hasta las gradas donde debían estar los profesores, Ares estaba allí, a lado de Fudge y Dumbledore, pero lo que la alarmó fue notar que Alastor Moody se levantaba de su lugar en dirección a la salida. Ella no sabía el por qué, pero sintió la necesidad ir tras él, era como un instinto que le llamaba.

Se levantó llamando la atención del resto, especialmente de Bill que la miró.

—¿Qué pasa? —preguntó—. ¿Necesitas algo?

Eleanor sacudió la cabeza, queriendo salir de allí sin que la detuvieran, temiendo perder de vista a su mentor.

—Iré al baño, ya vuelvo —dijo rápidamente, ignorando la respuesta del pelirrojo. Gracias a Merlín, pudo visualizar al ex autor saliendo del estadio, no dudo y lo siguió. Tras un buen tramo avanzado apresuró sus pasos para alcanzarlo cuando logró tenerlo a unos pocos metros suyo—. ¡Alastor! —lo llamó Eleanor. El hombre al escucharla sólo apresuró sus pasos, confundiéndola. La incógnita del por qué rehuía de ella, la invadió más. Trató de evitarla pero ella fue más rápida al alcanzarlo y cerrarle el paso, colocándose frente a él—. ¿Me puedes dar un minuto para hablar? Lo que sea que tengas que hacer puede esperar un minuto, Alastor.

—No tengo tiempo, Potter. —escupió Ojoloco. Aquello había tomado por sorpresa a la aurora, que jamás le había hablado tan despectivo—. Estoy muy ocupado.

—Si te diriges a tu oficina, podemos hablar mientras te acompaño.

Esa idea pareció horrorizarle al profesor de Defensa que detuvo sus pasos abruptamente, haciéndola frenar también y la enfrentó.

—¿Qué es lo que quieres? —preguntó Alastor, ferozmente.

—Te he estado mandando lechuzas para vernos y me has ignorado todo el año, Alastor. Luego de lo que paso en verano durante el mundial de quidditch con la marca tenebrosa, la desaparición de Bertha Jokins... Me mandaste el patronus de forma de perro que me enviaste sobre que necesitabas ayuda. Y ahora todo lo que está sucediendo con la desaparición del señor Barty Crouch y la familia de Ares. —dijo Eleanor y bajó la mirada por un momento. Los nervios del profesor salieron a relucir ante la mención del último—. Oficialmente estoy preocupada por ti. Hablé con Ares, sobre mis sospechas, él tardo en aceptarlas pero después comprendió que tengo razón con todo esto de lo del cáliz y Harry. —soltó un suspiró—. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Por qué me evitas? ¿Hice algo mal?

—¿Y qué quieres que te diga? —gruñó Moody—. Esa información no la tengo, ahora si me dejas en paz, tengo trabajo que hacer. No me puedo dar el lujo de perder el tiempo contigo, princesa.

La joven sacó su varita de su bota para apuntar al ex auror, tomándolo por sorpresa, él retrocedió un poco mirándola con si estuviera loca.

—¡¿Porqué me estás apuntando como si fuera tu enemigo, Potter?!

—¿Dónde está? —exigió Eleanor—. ¡¿Dónde está el verdadero Alastor Moody?! ¡Habla!

—¡Yo soy!

—¡Alastor jamás me ha llamado "Potter" en su vida! ¡Y su patronus no es un maldito perro, es un ave patraz! —dijo Eleanor, sin dejar de apuntarle—. Tienes que estar en Alerta Permanente. Y no lo estuviste. El verdadero Ojoloco se habría dado cuenta, fue la primera lección que me enseñó en su clase.

Todas las trampas que colocó a través de la charla las había pasado por alto, Eleanor sabía que el verdadero Alastor Moody se daría cuenta inmediatamente de aquello, sin embargo, el impostor frente a ella pareció sorprenderse por su pequeño error.

—Por tu bien será mejor que me lleves ahora mismo con Alastor. ¡Ya! —ordenó y vió como la mano derecha del impostor se movía—. ¡Expelliarmus! —lo desarmó y guardo su varita en su bolsillo, volvió apuntarle—. No quiero ningún truco. ¡Dime donde está Alastor Moody!

—No sabes en lo que te estás metiendo. —dijo el impostor con ambas manos alzadas.

—Me importa en absoluto. ¿Dónde está?

—En mi despacho.

Eleanor ladeo su cabeza y lo señaló.

—Muéstrame.

Avanzaron por el corredor, Eleanor lo siguió apuntando, hasta que llegaron al despacho y el hombre movía su mano.

—Sólo sacaré la llave. —dijo el falso Moody.

—No lo creo. —Eleanor apuntó a la puerta y hechizó—: ¡Alohomora!

Luego, lo empujo dentro del despacho, el hombre estaba tan pálido como Fudge, tenía ambos ojos fijos, sin parpadear, en el rostro de Eleanor:

—Eres sangre pura —le recordó—, si te arrepientes a tiempo, él te perdonará. No seas tonta.

Voldemort —confirmó Eleanor—. Estás tratando de traerlo de vuelta... ¡¿Por qué?!

—Él está buscando que nosotros tengamos el poder, no esos asquerosos muggles. —escupió el falso Moody—. Deberías unirte. Seremos poderosos.

Ella negó incrédula.

—He hablado con mi señor y él quiere deshacerse de ti... Pero yo le sugerí que era mejor no hacerlo. —dijo el impostor rápidamente, como si tratara de convencerla y confiara en él—. Él cree que eres débil por Harry Potter, por eso me pidió que te matara pero sabe que no podré hacerlo, y si no lo hago, nos matará a los dos.

—¿Por qué te importa tanto que no muera? —cuestionó Eleanor, asqueada—. No sé quien eres.

—Tú no, pero yo a ti te conozco muy bien —dijo con el único ojo bueno, cristalino—. Créeme. Si te hubiera querido matar, lo habría hecho en el mundial. ¡Y no lo hice!

Eleanor abrió mucho los ojos en reconocimiento.

—Has sido tú —dijo ella, sacando conclusiones—.  Esa noche me ibas a atacar pero... Atacaste a Bill...

—¡No, no! –gritó desesperado–. ¡Él apareció en un momento inoportuno! ¡Pero no lo maté!

Lo escuchó pero no le creyó.

—¿Quién eres? —lo cuestionó.

—Creo que los dos sabemos la respuesta a eso, princesa —la cara de Moody se iluminó de pronto con una sonrisa demente y Eleanor retrocedió temerosa—. Barty Crouch Junior.

—El hermano de Ares... No... No puede ser.

La varita de Eleanor seguía apuntando directamente al rostro de Moody pero con un agarre más débil, no creía aún la identidad del impostor. En ese momento Crouch pensó que la varita se le caería y así podría agarrarla pero todo se torno en un giro inesperado cuando la puerta se abrió revelando a una tercera persona, al que menos esperaba ver en ese momento: Alphard Black.

Él miró a Eleanor. No comprendiendo cómo era posible que estuviera apuntándole a su profesor de Defensa Contra las Artes Oscuras.

—¡Alphard, vete de aquí! —dijo Eleanor, apretando la varita al auror—. ¡Busca a Sirius y dile que hemos encontrado al impostor!

Pero el joven Black no se movió, sorpresivamente apuntó con su propia varita a Eleanor, que estaba tan estupefacta por el acto que no pudo defenderse sin dejar de apuntar al impostor.

¡Expelliarmus! —gritó Alphard desarmando a Eleanor, causando que ambas varitas salieran volando a posesión de las manos del mellizo Black.

¡Alphard! —chilló—. ¡¿Por qué has hecho eso?!

—¿Cómo sé que de verdad eres tú? —la cuestionó—. No confío en ninguno. El mapa decía que aquí estaba Barty Crouch Junior, Alastor Moody y Eleanor Potter. —la joven vio en el bolsillo de la túnica del chico el pergamino viejo que reconocía como el Mapa del Merodeador.

—Tienes que confiar en mí, Alphard —se dirigió Eleanor a él con suavidad, levantando ambas manos—. No te haré daño.

La duda se reflejó en los ojos plateados del menor, se notaba que quería creer en alguno pero no sabía en quién específicamente.

—No le creas, Alphard —dijo Moody—. Recuerda quién ha sido tu maestro todo este tiempo. ¿O no recuerdas las clases particulares que te ofrecí?

Alphard lo miró y dudó.

—Yo sé muy bien el respeto que le tienes a Ares —siguió Eleanor con suavidad—. Sé que estás confundido, y que es mucho pedirte que confíes mí pero, por favor, inténtalo. Si dejas que él huya... Por favor, Alphard.

Había tanta calidez y honestidad en la mirada chocolate, que decidió depositar su confianza en ella.

Lo próximo que sucedió fue tan rápido que Alphard no tuvo tiempo de detenerlo, reaccionando por puro impulso, empujó a Eleanor lejos provocando que se golpeara la cabeza contra la pared de piedra. El dolor del golpe fue intenso, con la vista nublada por las lágrimas que causo el impacto, buscó al hijo de Sirius, que estaba tirado frente a ella con la mano en presionando su estómago donde comenzaba manchar el piso de un tinte rojo escarlata intenso.

Sangre.

—Nunca tuve nada contra ustedes, en verdad, creí que Alphard sería mi sucesor —dijo Barty, apuntando a Eleanor ahora con su varita mágica que acababa de arrebatarle al mellizo—, pero hizo lo mismo que haría Ares... Confío. Esa siempre fue la debilidad de mis hermanos: El amor. —añadió con rencor—. Tengo que asegurarme del regreso de mi señor. Y ustedes no me van a detener. Tengo que terminar el trabajo y Eleanor, no te preocupes por tu sobrino, él ya debe estar muerto ahora mismo.

«No. Harry, no. Él no.» pensó Eleanor con desesperación mientras socorría a Alphard que tenía los ojos cerrados.

Un destello salió de la varita de Barty Crouch Junior haciendo que Eleanor cayera junto al cuerpo de Alphard Black. Lo último que escuchó fue el sonido de la puerta cerrándose con seguro antes de perder el conocimiento con la imagen de su sobrino en siendo su último recuerdo.


Nota de autora:

Dejé por allí algunas cositas que a lo mejor atrapan para el futuro... ya les avisé.

¡Espero que les haya gustado el capítulo!

Alphard es un bebito. Quiero llorar.

Nos vemos el siguiente...

Besos enormes,

Fer.

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