xxxi. Preguntas
CAPÍTULO TREINTA Y UNO;
PREGUNTAS
El lugar no tardó en llenarse de aurores, entre ellos estaba el líder del Wizengamot Albus Dumbledore y por supuesto, el ministro de magia, Cornelius Fudge, este último tenía el rostro rojo y daba órdenes al grupo de aurores que escoltaban a Keyser dentro de la seguridad de Azkaban, todos iban encabezados por Rufus Scrimgeour, quién iba callado pero parecía dispuesto a gritarle a cualquiera que se atreviera a cruzarse en su camino. El ministro y Dumbledore los siguieron hasta lo último para estar presentes en el momento del interrogatorio.
Por otro lado, a Eleanor Potter la retuvieron bajo revisión con una sanadora, a pedido de Scrimgeour, aunque era más para tranquilizar a Ares que confirmar que ella sí estaba bien. La joven tenía su brazo extendido hacia la mujer mientras su mirada se encontraba perdida entre el grupo de seguridad que rodeaba la escena donde se halaba el cuerpo del difunto sanador Crawford.
Todo había sucedido tan rápido.
No se detuvo asimilar la situación hasta entonces, mientras veía como levantaban el cuerpo y lo cubrían con una sábana blanca. Fue cuando Eleanor comenzó a hacerse las preguntas: ¿Tendría una familia... esposa... hijos? Se sentía tan malditamente culpable. Él era un señor grande pero no lo suficiente para haber terminado así, tendría quizá unos cincuenta pero no menos. Y ahora ya no estaba más, él había sido asesinado por un traidor y luego ese mismo hombre se iba a encargar de matarla a ella, sino hubiera sido por los reflejos de Scrimgeour, Eleanor quizá estaría muerta en esos momentos. Pero, ¿qué pasaría con Harry entonces?, ¿cómo tomaría la repentina muerte de Eleanor?... Él tenía a Sirius, sí, pero eso no cambiaría en absoluto el dolor de la pérdida de su tía... el único recuerdo de su padre reflejado en ella.
Por primera vez, Eleanor deseó no haber investigado de más. Quizá si ella no hubiera sospechado del señor Barty Crouch jamás se le habría ocurrido decirle a Ares, y tampoco sabría la terrible verdad detrás de la supuesta tumba de Barty Crouch junior, y así el sanador Crawford seguiría con vida.
Pero el daño ya estaba hecho y la culpa la perseguiría hasta el final de sus días.
—He terminado —dijo la sanadora, atrayendo la atención de la azabache. La mujer que la atendía tenía el cabello corto muy por encima de los hombros, era negro, contrastaba con su piel pálida y parecía estar alrededor de los cuarenta, las arrugas en las esquinas de sus ojos negros la delataba. Era en peculiar una mujer atractiva y agradable, al menos en ese momento, ya que al primera vista a Eleanor le pareció algo ruda pero eso cambió cuando su mirada se posó en ella y la miró cálidamente, aún podía ver rastros de llanto en el carbón de sus ojos. Siendo también una sanadora, debió conocer al señor Crawford, eso lo explicaría—. No veo nada malo. Lo único que recomiendo es descanso y quizá también tomarte algunos días en tu trabajo...
—Estoy bien —la interrumpió Eleanor, odiando la idea de que la mandaran a descansar justo cuando estaba tan cerca... pero, ¿de qué? No tenía respuestas, sólo demasiadas preguntas formulándose en su cabeza por cada segundo que transcurría—, de verdad estoy bien. —la mujer no pareció segura y Eleanor continuó—: Quizá sólo me pudieras dar algo para poder dormir hoy, sería grandioso.
Por un momento la sanadora se dedicó a analizar a Eleanor con su mirada antes de finalmente asentir.
—Está bien —sacó de su bolso una libreta de piel de dragón y algo que reconoció como una pluma muggle (le había visto a Kingsley una igual), comenzó a escribir en su libreta algunas cosas que Eleanor no pudo leer con claridad pero cuando finalizó, arrancó la hoja y se la entregó—. Por experiencia, sé que las pociones son realmente desagradables y por eso acá te escribí una receta. Es medicina muggle. —la mujer sonrió levemente al ver el ceño fruncido de Eleanor y siguió—: Algunos piensan que puede ser inútil pero créeme, esto te ayudará a dormir esta noche y las siguientes. Toma sólo una pastilla, por la noche antes de dormir y otra por la mañana cuando despiertes.
—¿Es... seguro? —dijo Eleanor, mordiendo su labio. Nunca antes había probado el medicamento muggle y la idea le hizo dudar.
—Tranquila, es totalmente seguro, las pastillas te ayudaran. Y por si las dudas, también te he agregado un té relajante.
Eleanor la miró agradecida.
—Muchas gracias... —se calló al notar que aún no sabía su nombre.
—Lovelace —respondió la sanadora con humildad—, Iris Lovelace. Pero dime Iris, no me hagas sentir tan anciana como mis hijos lo hacen.
Eleanor esbozó una pequeña sonrisa.
—Le agradezco, Iris.
—Espero no volvernos a ver, al menos no en estas circunstancias. —señaló Iris, mientras tomaba su bolso y guardaba materiales.
«Yo también» pensó con pesadez.
Mientras la sanadora terminaba de guardar sus cosas e irse, Eleanor comenzó a caminar dudosa de que hacer, aún no le habían indicado que se podía ir y lo más seguro es que la volvieran a retener para hacerle preguntas sobre lo ocurrido. Se abrazó así misma, sintiendo el congelado viento golpeando contra su rostro, desvió su mirada viendo a unos pocos metros a Ares Crouch con la vista perdida en un punto a la distancia, específicamente en donde se hallaban los restos (ya recogidos) del que pensaban pertenecían a cualquier familiar Crouch, menos a Barty Crouch junior. No sabía si acercarse a él o no, si bien Ares no estaba molesto con ella, Eleanor no se sentía lo suficiente cómoda con la situación, pero tampoco quería abandonarlo cuando seguramente estaba más afligido por lo recién descubierto.
Todo lo que rodeaba a la familia Crouch gritaba caos y Eleanor no sabía si querer eso u alejarse todo lo posible.
Cualquier cosa que ella hubiera elegido en ese instante se interrumpió cuando unos brazos delgados la rodearon.
—¡Estúpida! —chilló Tonks, con lágrimas en sus ojos—. ¡Eres muy estúpida, Dorea! —apretó más su agarre en la azabache antes de retirarse y darle un pequeño golpe en el hombro, que a Eleanor sólo la dejó más confundida. Nymphadora sorbió su nariz y sacudió su cabeza—. ¿Cómo se te ocurr...? ¿Cómo...? ¡Estúpida!
Una sonrisa pequeña, pero sincera, apareció en los labios de Eleanor al ver a su mejor amiga. Eso hizo enfurecer más a la pelirosa, pero en lugar de golpearla, sólo la volvió a abrazar.
—Nunca, Dorea. Nunca en tu vida vuelvas a darme un susto así. —advirtió Tonks, soltando el aire contenido—. Estaba muerta de miedo cuando me avisó Kingsley. C-creí... Creí lo peor. Me tenía preocupada. No lo vuelvas a hacer, por favor. Te quiero mucho, Elle.
La joven no intentó si quiera mofarse diciendo que prácticamente ella no pidió que la atacaran, simplemente dejó que Tonks la abrazara y liberara un poco de todo el llanto acumulado sobre su hombro. Sin saberlo antes, era el abrazo que tanto necesitaba en esos momento, el de su mejor amiga.
—Yo también te quiero, Tonks. —le dijo Eleanor.
★
—Espero que Rita Skeeter no se entere, sino escribirá sobre esto.
La metamorfomaga estaba más tranquila y ahora estaban sentadas en uno de los troncos de la isla, mientras esperaban indicaciones de Scrimgeour para que las dejaran ir. Sin embargo, aún no habían noticias y tanto el cuerpo de Crawford como los restos ya no estaban allí, sólo quedaban los aurores que protegían el alrededor para que nadie externo al ministerio se acercara, en pocas palabras, Rita Skeeter y sus reporteros de El Profeta.
El frío de la madrugada ya habían dejado sin sensación en las manos de Eleanor que aunque intentara resguardarlas en su suéter, seguían congeladas, Tonks estaba igual pero trataba de hacerse la que no le molestaba para no darle otra preocupación a la azabache.
—Ni me recuerdes a esa mujer. —gruñó Eleanor—. Sólo espero que me de un motivo más para golpearla.
—Yo lo haría sin motivos —Tonks se encogió de hombros—, si me lo pides lo hago. En serio, pídemelo.
—Aunque lo agradezco, de verdad, deseo ser yo la que la golpeé.
—Entonces podríamos golpearla juntas, ya sabes, reforzar nuestra amistad.
Fue casi inevitable para ambas no reír por el rumbo de la conversación, sus risas se fueron controlando cuando una voz se escuchó.
—Espero no estar interrumpiendo su agradable charla —ambas levantaron la mirada viendo a su ex director frente a ellas. El anciano les sonrió y miró a la pelirosa—, señorita Tonks, es un gusto volver a verla.
Las dos jóvenes se levantaron y reincorporaron en su lugar.
—Director Dumbledore. —lo saludó Tonks, apenada por haber sido atrapadas riendo en un mal momento.
—¿Podrías permitirme hablar con Eleanor a solas? —pidió Dumbledore con amabilidad—. Debo hacerle unas preguntas.
La metamorfomaga miró a su mejor amiga y Eleanor asintió, la pelirosa se despidió del director de Hogwarts antes de darle una última mirada a su amiga y alejarse.
—Director. —dijo Eleanor con respeto. El hombre no era de su completo agrado pero tampoco lo veía como un enemigo, todo lo contrario, le mantenía respeto por el poder y sabiduría que tenía pero hasta ahí. Aún lo culpaba por permitir que Harry no viviera con ella, entre otras cosas.
—Me alegra ver que estés bien —dijo Dumbledore con su habitual tono amable—. Imagino que debes estar exhausta por todo lo acontecido hoy, pero debo verme en la molestia de pedirte que me digas todo lo que sabes porque aunque pueda preguntárselo al señor Crouch, me temo que no estará en la misma disposición para hablar como tú. —haciendo una breve pausa dirigieron sus miradas hasta donde aún seguía Ares, sólo que ahora Rufus Scrimgeour estaba a su lado con una mano en su hombro. El director volvió a mirar a Eleanor que aún miraba a Ares, el hombre pudo ver que le preocupaba el estado del auror pero no dijo nada—. ¿Serías tan amable de acompañarme a Hogwarts en este momento y hablar?
Sabía que el director le había preguntado por cortesía pero aún si ella no estuviera en la disposición de ir, el hombre habría encontrado la manera para interrogarla de cualquier forma, por lo que no dijo nada. Realmente estaba cansada por todas las emociones que había vivido en ese día y luego, después de ver a Ares tan afligido por la situación, agradeció que Dumbledore no lo hubiera abordado a él. Por lo que sin rechistar, aceptó el brazo que le extendió el anciano director.
Y tras un fuerte estallido, ambos desaparecieron de Azkaban.
★
Le contó todo.
Decidió depositar toda su confianza en el director justo como Remus y Sirius lo hacían, y le dijo todo, desde los dolores de cicatriz de su sobrino a principios de verano, el motivo por el qué había comenzado a sospechar del señor Barty Crouch, hasta lo que había sucedido horas antes en la isla.
El director no dijo nada, la dejó hablar, explicarse y analizar la situación desde la perspectiva que tanto Sirius como ella habían sospechado, como también no se mordió la lengua al comentarle lo que había encontrado en la mansión Crouch, su nombre, la sangre y los rasguños en la puerta.
El silencio se extendió por todo el despacho del director. Antes había estado allí, la última vez fue algunos meses atrás cuando Eleanor se dedicó a gritarle a Dumbledore respecto a la situación del torneo y de Harry, ahora estaban en una situación totalmente distinta, más tensa. Los retratos de los anteriores directores permanecían dormidos, el pecho se les inflaba y desinflaba al respirar.
El director caminaba por todo el despacho completamente sumido en sus pensamientos, analizando la información que él ya poseía y la que Eleanor acababa de brindarle. Se regresó a su lugar, tomando asiento y la observó con mirada penetrante, ella estaba sentada en una silla que estaba del otro lado del escritorio del director, cabizbaja.
—Los restos pertenecían a la señora Artemis Crouch —dijo Dumbledore—, la madre de Artemis, Ares y Barty Crouch junior.
Ella subió tan rápido la mirada que sorprendentemente no logró lastimarse al hacerlo.
—¿Q-Qué?
—Aún no sabemos cómo llegaron hasta ahí, ni tampoco en dónde se encuentra Barty Crouch junior. —explicó Dumbledore—. Rufus ya debió haberle dicho todo a Ares.
Eleanor parpadeó sintiendo por fin lágrimas, eran de coraje, enojo y frustración. El solo pensar en el infierno que debía estar pasando Ares en esos momentos pudo más que ella.
—¿Y... Colagusano? —preguntó Eleanor en voz baja—. ¿Qué hay de él?
La mirada del director se ensombreció e inspiró profundamente antes de hablar.
—Keyser confesó que el señor Peter Pettigrew escapó de Azkaban desde principios de Agosto.
No podía dar crédito a lo que escuchaba, era una pesadilla.
—¿Cómo es eso posible? —cuestionó Eleanor.
—Keyser se encargó de ocultar rastros y no permitió que nadie más que él se acercara a la celda del señor Pettigrew. Utilizó la maldición imperius en los aurores para que no sospecharan y alertaran al ministerio.
—Azkaban es de extrema seguridad, ellos sabían que Colagusano es un animago y que así fue como escapó Sirius el año anterior. ¡¿Cómo permitieron que esto pasara en sus narices?! —Eleanor se levantó furiosa y golpeó su puño contra el escritorio de Dumbledore—. ¡Esa rata es un asesino y un traidor! ¡Y está libre desde agosto!
—Lamentablemente, Eleanor, el asunto del mundial de quidditch y el torneo, impidió que la atención se desviara.
—¡Es una excusa absurda!
—Entiendo tu sentir, Eleanor...
—¡No! ¡No lo entiende! —lo interrumpió furiosa—. ¡Por su culpa mi hermano murió!
La mirada del director pareció cristalina por un instante pero luego desapareció y con calma volvió a hablar.
—Eleanor, sé que estás enojada y tienes razón, yo estoy igual pero necesito que te tranquilices y me permitas seguir hablando. —pidió Dumbledore con amabilidad—. Hay más cosas que necesitas saber.
Estaba muy enojada y no tenía ganas de guardar la calma, pero sabía que él tenía razón, debía escuchar el resto para saber como actuar y proteger a Harry. Él era todo lo que importaba en ese momento y siempre. A regañadientes, Eleanor volvió a su asiento del otro lado del escritorio frente al director y comenzó a controlar su respiración.
El director la observó y después de unos segundos que parecieron eternos, el prosiguió:
—Semanas anteriores, Harry y el joven Krum, se encontraron con Barty Crouch en el bosque prohibido —Eleanor abrió los ojos con sorpresa—, Harry dijo que Barty no paraba de balbucear cosas sin sentido y mencionar que tenía la culpa de lo sucedido con Bertha Jorkins, también mencionó a sus hijos y a ti —Eleanor frunció el ceño—, ¿tienes alguna idea del por qué te mencionaría?
—No —respondió con sinceridad—, realmente yo no soy de su agrado, ni él del mío, mucho menos después de lo que sucedió hoy.
Pero Dumbledore no pareció del todo satisfecho con su respuesta, pero él continuó:
—Barty ha mencionado también que Voldemort está tratando de recuperar sus fuerzas, además también está el problema de la marca de Karkarov como la de Severus está volviendo a su color original —dijo Dumbledore—. También los sueños y los dolores de la cicatriz de Harry.
—Todo esto nos asegura que Voldemort regresará, ¿verdad? —inquirió Eleanor con voz temblorosa—. ¿Hay alguna probabilidad de que no sea así?
—Los años del ascenso de Voldemort estuvieron salpicados de desapariciones —explicó Dumbledore—. Ahora Bertha Jorkins ha desaparecido sin dejar rastro en el lugar en que Voldemort fue localizado por última vez. El señor Crouch también ha desaparecido... en estos mismos terrenos. Y ha habido una tercera desaparición, que el Ministerio, lamento tener que decirlo, no considera de importancia porque es la de un muggle. Se llama Frank Bryce; vivía en la aldea donde se crió el padre de Voldemort, y no se lo ha visto desde finales de agosto. Como ves, leo los periódicos muggles, cosa que no hacen nuestros amigos del Ministerio. —Dumbledore miró a Eleanor muy serio—. Creo que estas desapariciones están relacionadas, pero el ministro no está de acuerdo conmigo. Y luego está todo el asunto que sucede con Peter Pettigrew fuera de Azkaban desde agosto. No es una coincidencia, Eleanor, todo está relacionado. Incluso, y me temo, la desaparición de Barty Crouch junior también lo pueda estar.
Tanto Dumbledore y Eleanor se quedaron callados por un largo momento hasta que ella decidió hacer la pregunta que le rondaba desde octubre.
—¿Y si Voldemort usa la última prueba del torneo como una forma de llegar a Harry? Puede ser una distracción —analizó Eleanor rápidamente—. Si es así Harry corre mucho peligro. Estaríamos entregándoselo a Voldemort en bandeja de plata. —se desesperó—. El torneo se debe cancelar. Es peligroso. Todo esto podemos prevenirlo.
Él miró a fijamente a Eleanor por un minuto antes de responder con total honestidad.
—No puedo hacer eso, Eleanor. No tengo ese poder.
—Eres el director, claro que puedes —repuso con ironía—. Fudge va a tener que escucharte. Podemos decirle los dos...
—No. —la interrumpió Dumbledore con severidad—. El ministro seguirá desviando toda la atención al torneo, lo que menos necesitará es que la gente se entere de otro prisionero burlando la seguridad de Azkaban. El mismo lo dijo frente a Scrimgeour y mío, no va permitirlo, por lo que no podemos hacer nada.
—¿Entonces dejarás que Harry arriesgue su vida para que la campaña de Fudge no se vea afectada? —cuestionó Eleanor con los dientes apretados en rabia—. ¡Es una locura! ¡No volveré a arriesgar a Harry, no lo haré! Mucho menos ahora que nuestras sospechas están confirmándose, Dumbledore, no puedo hacerme de oídos sordos cuando podría regresar.
—Estoy de acuerdo contigo, Eleanor. Pero hasta que el ministro lo cancele, el torneo continuará. No hay manera. Tanto Alastor como yo protegeremos a Harry.
Sacudió la cabeza a los lados en negación.
—Eso no me deja tranquila. Ni de cerca. —pasó sus manos por su cabello con frustración—. Voldemort está recuperando fuerzas y no sabemos como detenerlo. La última vez que él estuvo, perdí todo lo que amaba. —Eleanor cerró los ojos y al abrirlos se encontró con la triste mirada del director—. No voy a dejar que me arrebate a mi sobrino. Debo protegerlo.
—Y lo harás. Estarás presente en la tercera prueba. —le recordó—. Harry no estará solo. Nos tiene a nosotros, sobre todo te tiene a ti que eres lo que él más aprecia.
La ansiedad la estaba consumiendo, no eran suficientes las palabras del anciano director, si ella lo dejaba a su manera estaba volviendo arriesgar a su sobrino y si algo malo le sucedía no podría vivir con eso.
No sin su Jamie.
★
Cuando regresó al edificio donde vivía, ya estaba amaneciendo, había pasado toda la noche en Azkaban y la mitad de la madrugada en el despacho del director siendo interrogada por el mismo. Luego de todo lo que tuvo que procesar, no estaba ni un poco cerca de querer dormir, y si lo intentaba, no estaba segura de cerrar los ojos sin tener que recordar la luz verde chocando contra el cuerpo del sanador Crawford y finalmente, las dos ventanas abiertas que tenía por ojos. Estaba agotada mentalmente de tanto pensar y crear todos los escenarios posibles donde ella volvía a arruinar la vida de alguien justo como la del sanador pero ahora con la de su sobrino Harry.
Al meter la llave en la cerradura no duro suficiente en que esta se abriera aún sin haber girado la llave antes, justo como su mejor amiga había hecho, fue recibida por dos brazos que la apretujaron sacándole el aire en el camino pero pudo distinguir pronto quien era cuando se separó y tomaron su rostro entre sus manos. Se encontró con la distintiva mirada plata de su hermano adoptivo, las pequeñas líneas estaban en las esquinas de sus ojos, y el brillo de preocupación se reflejaba.
—Estoy bien, Sirius, estoy bien —lo tranquilizó Eleanor, antes de que él la llenara de preguntas—, no me sucedió nada, en serio.
—¿Por qué tardaste tanto? —la voz de Remus se escuchó detrás de ellos, alzó su mirada y vió lo enfermizo que se notaba por la próxima luna llena—. Estábamos esperándote toda la madrugada.
—Dumbledore. —respondió Eleanor, sintiéndose muy mal por preocuparlos demasiado—. Él me interrogó sobre lo sucedido y hasta ahora pude salir.
—¡Gracias al cielo que estás bien, cariño!
El conocido matrimonio Weasley estaban parados casi detrás del hombre lobo, luciendo menos ansiosos y aliviados por ver a la azabache en buen estado.
—¿Molly? ¿Arthur? —parpadeó Eleanor separándose de los brazos de Sirius para acercarse a ellos—. ¿Cómo...?
—Me informó Kingsley sobre el ataque de Keyser, no pudo decirme más porque era confidencial —explicó Arthur Weasley con una cálida sonrisa—, pero le tuve que decir a Molly sino se enojaría mucho. Me alegro de saber que estás bien, Eleanor.
Molly asintió ansiosa casi siendo retenida por su esposo para que no se abalanzara encima de la joven y la apretujara mucho más fuerte que Tonks y Sirius juntos.
—Y yo estaba tan preocupada que tuve que mandarle una lechuza a mi hijo. —dijo Molly, rápidamente—. Y él...
—¿A qué... h-hijo, Molly? —tartamudeó Eleanor.
La señora Weasley no pudo hablar por la repentina llegada de uno más.
La azabache giró al ver las miradas de todos sobre alguien a sus espaldas y fue cuando pudo ver de que hijo se trataba.
—Bill.
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