xxx. Traidor
CAPÍTULO TREINTA;
TRAIDOR
Lentamente comenzó a parpadear antes de abrir los ojos por completo, acostumbrándose a la brillante luz.
Un sonoro suspiro se escuchó a su lado y lo busco hasta toparse con la oscura mirada aliviada del auror Crouch. Él inspiró después para dedicarle una cálida sonrisa con los labios sellados que solo indicaba que estaba llena de tensión, sus hombros en ese momento estaban ligeramente contraídos. Luego, Eleanor desvío su mirada por todo el lugar buscando reconocimiento pero juraba que jamás había estado allí antes, estaba en una cama recostaba pero no sabía a quién pertenecía, era una habitación grande blanca con detalles en azul metálico, y en la pared había una banderilla del mismo color con una águila en medio, la reconoció como la casa Ravenclaw, la casa en la que casi todos los Crouch habían estado.
Crouch.
Para su desgracia, fue como si su cabeza hiciera click y comenzó a recordar todo lo que había pasado anteriormente, justo antes de desmayarse. Las imágenes de los ejemplares mal recortados regados por toda la habitación, la sangre seca en la sábana blanca y, los rasguños grabados detrás de la puerta, cómo si la persona que encerrada dentro estuviera desesperada salir de allí y no se le permitiera. De repente, comenzó a sentir escalofríos recorriéndola lentamente por toda su columna vertebral.
¿Cómo alguien podría hacer algo tan terrorífico como encerrar a alguien?
El sólo pensar en la desesperación de la persona, le provocó náuseas. Pero, lo que mayormente la llevó al borde de colapsar, fueron las fotografías de los diarios El Profeta. ¿Por qué exactamente eran de ella? ¿Por qué?
Se removió incómoda percatándose entonces que se encontraba recostada en una cama que lo más seguro pertenecía a Ares o a Artemis, para su tranquilidad, no se trataba de la misma habitación de antes. Eleanor trató de reincorporarse rápidamente, una pésima idea, tan pronto y se sentó, el mundo comenzó a girar a su alrededor. Al sentir el calor y un peso extra en sus hombros la hizo retroceder con temor, se encogió en su lugar abrazando sus piernas tratando de mantenerse estable para que no se mareara más pero eso no le importó más que alejarse todo lo posible del toque de Ares Crouch.
La mirada que él le dedicó, le hizo saber que estaba confundido por su repentino rechazo, Eleanor ignoró la culpa que le provocó, ella estaba confundida y muy aterrada. Tenía todo el derecho de desconfiar de él, al final de todo, ésta era su casa, aunque no viviera en ella, seguía siendo de su familia.
—Eleanor... —Ares hizo ademán de acercarse pero se detuvo al ver la amenaza en los ojos chocolate. Retrocedió con las manos alzadas y suspiró—, ¿No pensarás que fui yo, o sí?
—No. Me. Toques. —le ordenó Eleanor con los dientes apretados y voz trémula. El auror la miró herido pero ella no se doblegó, quería respuestas, las necesitaba—. ¿Por qué...? —sacudió la cabeza formulando su pregunta—. ¿Por qué hay fotos mías? ¿Quién estuvo ahí? ¿Por qué hay sangre y rasguños?
Las preguntas salían tan rápido de sus labios que comenzaba a cuestionarse sobre si él las había comprendido, pero al ver su rostro sereno supo que sí lo había hecho y que en ese instante estaba buscando las palabras correctas para responderle, al menos sólo lo que él pudiera.
—Sé tanto como tú —respondió finalmente Ares, luciendo tan frustrado y confundido como Eleanor—. Esa habitación le pertenecía a Barty, mi hermano, pero él no ha estado allí desde que lo encerraron en Azkaban, hace doce años. No es posible que él lo hiciera. No lo es. Además, Barty murió un año después de estar encerrado allí, los dementores enterraron su cuerpo... —se interrumpió. El dolor se podía reflejar en sus expresiones. Tragó saliva y siguió—: Y mi padre... No es posible que él lo haya hecho. Ninguno. —sacudió la cabeza—. Mi padre no haría algo así. Él no. Debió haber sido alguien más.
Eleanor no estaba tan segura de la inocencia del señor Crouch y no se molestó en guardárselo.
—No me dirás que ahora también la única sospechosa sea una elfina doméstica, ¿no? —ironizó, recordando el problema en el mundial de quidditch—. Es absurdo que también busques a un culpable más para que no puedas ver lo que hay frente a ti. ¿No habías dicho que tu padre actuaba raro? ¿No te he dado ya las suficientes razones para desconfiar de él?
Deseaba gritar para liberar un poco de toda esa frustración que sentía en su pecho. Hasta cierto punto ella entendía la postura de Ares por defender a su familia, no era fácil aceptar para él que su padre fuera capaz de hacer algo así. Hasta cierto punto. Todo señalaba que su padre era inestable y el que Eleanor de ocho años estuviera regada por toda la habitación donde hay rastros de violencia, no facilitaba la situación, en absoluto.
—No fue él, Eleanor. —dijo Ares, apretando los puños.
—¿Es una broma? —rió Eleanor sin rastro de emoción—, todo mi jodido rostro está en toda la habitación, Ares. ¡Mi cara está allí dentro! —gritó alzando la voz en cada oración mientras agitaba con exageración sus brazos—. ¡Hay sangre, Ares! ¡Sangre! ¡Mi nombre está escrito también! ¡Creo que hay suficiente evidencia para poder culpar, y tú no quieres hacerlo porque el único sospechoso es tu padre!
—¿Qué necesitas que te diga, Eleanor? —la cuestionó Ares mordaz—. ¡Tu misma lo dijiste, es mi padre! ¡Lo conozco!
La azabache sacudió la cabeza con gesto de incredulidad.
—Crees conocerlo, Ares. —lo corrigió—, ¿Pero de verdad lo haces? ¡Todo él grita inestabilidad! ¿Cómo es que no lo puedes ver?
—¿Por qué mi padre haría eso? ¿Qué ganaba haciendo todo eso? ¿Cómo sabría que lo descubriríamos?
—¡No lo sé! —estalló Eleanor—. ¡Si lo supiera créeme que ya lo hubiera dicho!
Él mantuvo su vista en sus manos antes de subir su mirada hasta la de ella, un destello de reconocimiento apareció. Era la misma mirada que tenía cada vez que descubría algo, ella ya la había visto antes.
—¿Ares? —Lo llamó. Sin decir nada, él se levantó y salió con rapidez de la habitación dejándola sola—. ¡Ares!
Gritó su nombre unas veces más inútilmente ya que él no le respondía. Confundida y preocupada, Eleanor se arrastró un poco hasta la orilla de la cama para reincorporarse, el dolor palpitante en su cabeza era ligeramente menor a cuando había despertado en un comienzo, tuvo que respirar profundo antes de tratar de levantarse. Se impulsó con ayuda de la cama, poco a poco se pudo mantener estable y (gracias a Merlín y Godric) sin ningún mareo.
Al bajar la vista pudo ver su varita mágica allí mismo a un costado encima de la mesa de noche, cuando la tomó fue inevitable desviar la mirada al pequeño retrato que yacía debajo de la lámpara. La curiosidad pudo más que ella, mordiéndose el labio lo tomó y observo la imagen en movimiento. Eran dos jóvenes una de ellas la pudo reconocer rápido, se trataba de Artemis Black, quien traía su túnica de Ravenclaw y estaba riendo de quizá algo que le haya dicho la chica rubia a su lado, parecían ser muy cercanas, la rubia estaba inclinada cerca de Artemis como si le susurrara algo al oído y luego se alejaba con una radiante sonrisa cargada de orgullo, lo que ella encontró curioso era que la túnica que traía la rubia eran de los colores de la casa de las serpientes: verde y plata. Las dos se veían muy felices mientras le sonreían a Eleanor.
Fue entonces que Eleanor sospechó que quizá se encontraba allí en la habitación de Artemis. Y esa fotografía también le pertenecía a ella.
Los pasos se volvieron a escuchar por el pasillo y tuvo que dejar el retrato en su lugar, girándose a tiempo para ver a Ares regresando con dos libretas y una mirada escandalizada. En las libretas podías ver las diferencias en las caligrafías y a pesar que el nombre de Eleanor estuviera escrito con mezclas de mayúsculas y minúsculas se podía notar que era la misma letra. La misma persona.
—¿Quién es? —preguntó Eleanor.
—Fue él, Eleanor. —respondió Ares con voz baja—. Fue él.
—¿Quién? —lo presionó.
—Barty... Mi hermano.
★
El aire era tan helado que casi calaba por completo todos sus huesos. El cálido suéter rojo que la señora Weasley le había regalado varias navidades atrás no lograba controlar sus temblores, pero no podía distinguir si era por el frío de la madrugada o por el hecho de que estuviera en un lugar repleto de dementores dispuestos a succionar almas por doquier. Sí, quizá era eso último.
Estaba tan nerviosa y asustada que ya no sabía con qué distraerse. Estaba segura de que sí seguía jalando del hilo de su suéter acabaría descosiéndolo por completo y sus uñas ya eran un completo desastre como para que siguiera mordiéndolas.
Sin importarle cuánto se señalaba la terrible idea que era confiar en Ares Crouch aún después de todo lo que vió en la mansión de su familia, ella aún tenía esperanza en que no se equivocara y dijera la verdad. Pero, y si su hermano en verdad fue capaz de hacer lo que hizo... ¿Cómo lo logró?
No. Barty Crouch Junior debía estar muerto desde hace doce años.
Estaba tan concentrada en sus pensamientos que no se dio cuenta que mordió con tanta fuerza su mejilla interna provocando que sintiera el sabor metálico de su sangre. Ugh, tan asqueroso.
Escuchó unas voces al fondo del largo pasillo y alzo la mirada logrando ver a su jefe Rufus Scrimgeour y a Ares Crouch acercándose hasta ella. Iban en una plática que parecía ser todo menos las amigables que siempre mantenían. El jefe de aurores era el mentor de Ares y algo así como una relación padre e hijo que ninguno de los dos hubieran tenido antes.
Eleanor sabía que Scrimgeour haría cualquier cosa por Ares y viceversa.
—Potter. —la saludó el jefe de su departamento con un asentimiento y regresó su mirada a Ares—. En unos momentos podremos saber si lo que sospechamos es verdad.
Ares asintió y Rufus Scrimgeour les dirigió una última mirada antes de regresar por el pasillo, dejándolos solos.
—Vamos a desenterrar la verdad —le dijo Ares, antes de que ella pudiera preguntar.
Se estremeció ante la idea de que Ares tuviera que profanar el cuerpo de su hermano menor solo para saber si de verdad estaba muerto o no.
—¿Estás seguro de querer estar ahí? —preguntó Eleanor, temerosa—. No creo que...
—Estaré bien.
—¿Seguro?
—Lo estoy, Eleanor. Sólo espero que de verdad esté muerto. —suspiró—. Porque no sé lo que haré si no lo está.
Scrimgeour regresó acompañado de dos hombres grandes, uno de ellos traía una bata blanca y el logo de San Mungo en su brazo derecho mientras que el otro parecía ser uno de los aurores que vigilan Azkaban. Mentalmente agradeció que no hubieran sido más dementores, suficiente tenía con verlos alrededor del complejo.
El lugar donde estaba enterrado Barty Crouch Junior era en algún un punto de la isla, el sólo imaginar que ni siquiera tener una lápida para llorar, simplemente enterrado y abandonado. Era una terrible imagen que jamás podría olvidar. Y así, con ayuda de magia los dos hombres grandes desenterraron toda la tierra que estaba encima de los huesos de un muerto de hace doce años.
Ares, Eleanor y Rufus estaban como espectadores de una verdad por ser descubierta.
En un acto inseguro, la joven Potter tomó con cuidado la mano del auror Crouch que estaba a su derecha. Él no se inmutó a su toque, pero aseguró su agarre con la de ella sosteniéndose entre sí. Un acto que no pasó de la vista de Rufus Scrimgeour.
Un terrible olor los inundó tan pronto y acabaron de cavar toda la tierra. En el fondo se encontraban restos de huesos y una de las túnicas sucias de los prisioneros de Azkaban.
La tensión desapareció y el alivio se respiró en el ambiente de Ares Crouch. Pero no duro mucho.
El hombre de bata blanca apuntó su varita a los restos y un destello amarillento salió de la punta, que impactó contra los huesos.
—¿Qué está haciendo? —preguntó Eleanor.
—Verificar —contestó fríamente Scrimgeour.
Eleanor miró a Ares en busca de alguna explicación pero no encontró nada más que su mirada fija sobre aquella excavación.
Los minutos de espera se estaban volviendo eternos para los aurores que no despegaban su mirada del hombre mayor.
—¿Crawford? —lo llamó Scrimgeour al hombre de la bata blanca cuando guardo su varita mágica en su túnica—. ¿Son de Barty Crouch?
—Son de un Crouch. —respondió el señor Crawford antes de desviar su mirada a ellos.
—Eso quiere decir que mi hermano si está muerto. —dijo Ares.
El señor Crawford sacudió la cabeza.
—Son de un Crouch, pero no del prisionero Barty Crouch Junior.
—¿A qué se refiere? —Ares frunció el ceño.
—Los restos le pertenecen a una mujer. —informó el señor Crawford.
—¿Cómo es eso posible? —cuestionó Eleanor, confundida—. ¿Quién es?
Pero la respuesta que el señor Crawford fuera a darles jamás llegaría ya que un resplandor verde impactando en su rostro haría que callara para siempre. Eleanor giró justo a tiempo cuando una segunda maldición asesina la rozó. Lo siguiente que pudo ver fue a Ares desarmando al auror de Azkaban y a Scrimgeour apuntándolo con su varita mágica.
—¿Estás bien? —preguntó rápidamente Ares a Eleanor mientras la tocaba en busca de alguna herida. Aún en shock, la joven azabache asintió con palidez y él la atrajo hacia él en un abrazo—. Por Merlín y Rowena. Creía que te había... Oh, Dios. Estás bien.
—¡¿Qué pretendías, Keyser?! —exclamó Scrimgeour colérico—. ¡Mataste a Crawford! ¡¿Planeabas matarnos a nosotros también?!
El traidor auror negó.
—Solo a Potter. —respondió.
Ares se tensó y trató de caminar hasta él pero Eleanor lo detuvo.
—Tú no eres tan audaz de atacarnos por ti mismo —escupió Scrimgeour—. Alguien te dijo que lo hicieras. —por el miedo que reflejó el hombre grande, Rufus dio en el blanco—. Será mejor que digas ahora mismo quién te mando o si no yo mismo me encargaré de que los dementores te den el beso antes de que te puedan dar un juicio.
El hombre Keyser pareció temerle a la amenaza del jefe de aurores pero no tanto como la idea de confesarse.
—¡Habla! —le ordenó Ares.
—P-Pettigrew. —tartamudeó el auror.
—Está mintiendo —dijo Eleanor, con la voz entrecortada—. Él está en encerrado en Azkaban desde el verano.
No tenía sentido lo que decía el auror, Peter Pettigrew estaba en Azkaban, lo tenía que estar. Pero luego recordó las pesadillas de Harry y los dolores de su cicatriz...
«¿Sabes si es normal que las cicatrices producidas por maldiciones duelan años después?»
—¿Tan segura estás? —inquirió el auror. El labio inferior de la azabache tembló y bajo la mirada—. No, no lo estás.
Ares miró a Eleanor y no tuvieron que decir nada, sus ojos reflejaron todo:
Colagusano está libre.
NOTA DE AUTORA:
Casi les mato a la Ele, aveda...
Ya sé que me detestan, actualizo cada que se me ocurre. Soy horrible.
Bueno, es corto pero ya estoy llegando al final del cuarto libro, pronto entraremos a la orden del fénix y el drama vendrá jeje 💀
Comenten y voten. Me gusta leerlos y me divierto viéndolos sufrir, obvio.
Con todo mi cariño,
Fer🍯
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