xxvii. Cenas incómodas



CAPÍTULO VEINTISIETE;
CENAS INCÓMODAS





La cosa está así: Eleanor creyó en su muy estúpida lógica que besar a Bill Weasley era la mejor idea en ésa velada de Navidad. No podía decir que se arrepentía de su acto porque claramente sería una mentira, una muy patética mentira. ¡Se sintió tan correcto hacerlo, que quería volver a repetirlo! Pero así no eran las cosas... Principalmente cuando una nítida imagen apareció en su mente en una fracción de segundos, lo suficiente para que Eleanor empujara a Bill, el rostro de su mejor amigo, Charlie Weasley, viéndola como si acabara de ser traicionado por ella, aquella imagen fue suficiente para caer en cuenta de lo que hizo.

¡Acababa de besar a Bill Weasley!

Charlie nunca se lo perdonaría, es decir, ¡él es su mejor amigo y el hermano de Bill! Por lo que estaba en todo su derecho de indignarse tan pronto y se enterara de la situación. El sólo pensar en lo que su viejo compañero de travesuras diría al respecto, le provocó un dolor a Eleanor en la boca de su estómago. Y ahora sí, esta vez, no eran las estúpidas mariposas que antes la traicionaron cuando besó a Bill Weasley. No. Era el miedo acumulándose dentro de ella. Miedo a que de verdad, su acción provocara una discusión u ruptura entre su amigo y ella.

Mientras que ella intentaba no vomitar por el mal juego que su mente le estaba haciendo, Bill parecía desconcertado y una gigante sonrisa comenzaba a tirar de las comisuras de sus labios. Estaban frente a frente y Eleanor buscaba mirar cualquier punto de la habitación con un repentino interés por la decoración con tal de no hacer conexión con la mirada oceánica del pelirrojo.

Pudo ver por el rabillo de su ojo que él iba a decir algo porque abrió la boca pero no pudo ni siquiera comenzar. No tuvo tiempo. Todo paso tan rápido que ella se maldijo mentalmente por la terrible racha de mala suerte que tenía. La chimenea de la sala, a su lado, comenzó a crear una poderosa llamarada de color verde vómito (o al menos ésa era la única comparación que podía hacer Eleanor ahora que tenía ganas de devolver todo su desayuno), poco a poco fue calmando sus llamaradas hasta finalmente mantenerse en su estado anterior, con una pequeña flama anaranjada. Frente a ellos estaba la figura alta e imponente que sólo una persona tan alta como Bill Weasley podía mirar sin necesidad de alzar la vista como la azabache tenía que hacer cada vez que lo veía. Era Ares Crouch. En el inusual mejor momento de su vida.

–Creo que he llegado justo a tiempo. –dijo el auror tan pronto y poso su vista en la pareja–. ¿Me he perdido de algo?

«Oh, no tienes ni idea.» pensó con dolor Eleanor.


A veces la vida parece disfrutar el verte a punto de sumergirte en una terrible situación, pero sólo existe algo llamado "esperanza" que te puede salvar del hoyo dónde tú mismo enterraste y cavaste. Sí, bueno, Eleanor en ese momento podría ponerle nombre a su propia esperanza y ése mismo tenía una singular manera de sorprenderla todo el tiempo, con un comportamiento de diva y un pésimo gusto en la música muggle... Sirius Black. Su salvador personal. Como si fuera a causa de un milagro él interrumpió justo en el momento que Eleanor estaba ensayando su discurso de explicación y eso fue suficiente para aliviarla, momentáneamente.

–Crouch –dijo Sirius, era un saludo demasiado formal, con la pequeña diferencia de que ya no estaba aquel rencoroso tono que siempre utilizaba en su presencia. Sorprendentemente, Sirius lo trató con educación–, por un momento creí que no aparecerías.

–¿Lo invitaste? –preguntó Eleanor, sin esconder su asombro. No estaba comprendiendo–. ¿No se odiaban?

Ares hizo una mueca. No encontrando cómodo el rumbo que tomaba la conversación.

–Sí, lo hacemos. –repuso con desdén.

–Ésta era otra sorpresa que te preparé por Navidad. –gruñó Sirius a Eleanor–. Pero tú terminaste sorprendiéndome a mí. –añadió en voz baja, solo para que Eleanor escuchara. Era obvio que se refería a haber presenciado la escena.

–¿Qué clase de "sorpresa"? –inquirió Bill a Sirius, sintiendo que quedaba fuera de lugar al ser el único que no comprendía que estaba haciendo allí el tío de los mellizos, y mucho más, que hacía mirando a Eleanor de ésa forma.

La joven miró con tanta vergüenza entre los dos hombres que podía sentir su rostro en llamas, encontrándose parecido a un tomate rojo. La culpa e incomodidad por ambas intensas miradas la estaban carcomiendo viva.

–Usted debe ser el amigo de Eleanor –señaló Ares, con frialdad. Por la intensa mirada que recorrió el Auror sobre el pelirrojo, Eleanor podría imaginar que él intentaba intimidarlo, cosa que no parecía lograr ya que Bill estaba más concentrado en fulminarlo con la mirada–. William Weasley. ¿No es así?

«El ya lo conocía. Y le había agarrado maña desde entonces por ella.» pensó Eleanor, con ansiedad. Deseaba estar en cualquier otro lugar menos allí (se estaba volviendo cobarde con solo verlos, aún siendo Gryffindor). Y al parecer no era la única ansiosa porque Sirius a su lado también miraba entre los dos hombres pero con la enorme diferencia que él parecía divertido con la situación, lo que hizo que Eleanor se preguntara una vez más el por qué él invitó a Ares Crouch si lo detestaba. ¿El sabía que algo así pasaría...? «No, por supuesto que no. Sirius no podría saber que Bill estaba en Londres.» se repitió ella, pero sin estar muy convencida.

–Sí, así es. –respondió el pelirrojo–. Y usted es el padrino de Cassiopeia. —señaló como si eso fuera suficiente para alejar su vista de la joven Potter.

Pero no fue así, porque Eleanor pudo ver una llama maliciosa en su mirada pero cuando parpadeó ya no estaba, ahora toda la confianza podía verse en sus facciones.

–Soy Ares Crouch. —metió las manos en los bolsillos de su pantalón con una postura relajada, añadió—: El novio de Eleanor.

–¿Novio? –repitieron Bill, Eleanor y Sirius al unísono.

Estaban tan sorprendidos que no podían decir nada coherente, empezando por Eleanor que abría y cerraba la boca como un pez sin saber que decir. Nunca se espero esa respuesta. «¿Novios? ¿En qué momento él lo pidió? ¿Cuando llegaron a ese término? Y ¿Por qué lo sacó a relucir ahora, cuando estaba Bill presente?» su mente trabajaba muy rápido formulando preguntas. Estaba desconcertada y sorprendida. Pero nada de eso se pudo comparar en nada cuando giró a ver la expresión de Bill, tenía su rostro lleno de confusión, parecía haber recibido un balde de agua fría, sus brillantes ojos azules estaban abiertos de par en par y una capa de decepción los cubría cuando conecto su mirada con la azabache. Fue en ese momento cuando Eleanor deseo no haberlo besado, nunca lo habría hecho, no si hubiera sabido que él le iba a dedicarle una mirada tan... dolorosa.

Eleanor deseaba enojarse con Ares por haberle dicho eso a Bill, quería gritarle que no tenía ningún derecho pero ella no podía. No era justo. Ares no tenía la culpa.

Sólo era de Eleanor por haber besado a Bill.

¿Por qué lo beso? ¿Por qué complicó todo?

–Sí, eso somos, ¿no? –dijo Ares, como si nada—. Imaginé que Eleanor te lo diría, ya sabes, son amigos.

Otra vez remarcando esa palabra que ella comenzaba a maldecirla por existir.

—Será mejor que vayamos con los demás —dijo Sirius, fulminando con la mirada al auror, sabiendo que sus acciones eran intencionales para herir al pelirrojo y alejarlo—, nos deben estar esperando para cenar juntos.

Bill fue el primero en reaccionar y asentir con una postura tan rígida que Eleanor nunca antes notó en él, miró una última vez a la azabache que trató de detenerlo pero él se alejó de ella dirigiéndose junto con Sirius por el pasillo rápidamente, dejando a ambos aurores solos.

Él la odiaba y estaba en todo su derecho.

Tuvo tantas oportunidades para decirle lo que estaba sucediendo entre ella y Ares Crouch pero no pudo. Por alguna razón le disgustaba la idea que él se enterara y ahora que lo había besado, ya sabía el por qué. ¿Cómo pudo ser tan tonta y creer que nunca se iba a enterar? Lo ocultó y ahora lo había perdido.

—Feliz navidad —dijo Ares tomando del mentón de Eleanor para que lo mirara, la fría mirada del auror se suavizo al verla.

En cualquier otro momento quizá Eleanor se habría sonrojado pero en ese instante lo único que quería era hablar con Bill. Necesitaba explicarle las cosas. ¿Pero la escucharía? No lo creía.

¿Cuándo se volvió todo tan difícil?

—Estás preciosa, Eleanor. —«Te ves aún más hermosa de lo que ya eres» fue lo que dijo Bill. ¿Por qué no se sintió mejor cuando las dijo él?—. Te he traído algo.

Eleanor suspiró.

—No deberías...

Pero él la cortó antes y con un movimiento de su varita, hizo que de su túnica apareciera una pequeña caja de color azul marino que voló hasta caer en las manos de la joven. No tenía muchas ganas de estar allí, más bien quería correr hasta su cama y llorar pero la ansiosa mirada del auror le decía que no iba a descansar hasta que ella la abriera. Con las manos nerviosas, abrió la cajita con cuidado y lo que vio la dejó sin aire. Era mucho más de lo que ella esperaba.

—Ares yo no puedo...

—Insisto. —dijo él mientras sacaba con delicadeza el objeto de la caja y se acercaba a ella, sintió sus dedos fríos hacer contacto con su cuello y con destreza movió la larga melena azabache para tener acceso a la piel de Eleanor. Un escalofrío la recorrió cuando él deposito un beso en su mejilla—. Feliz Navidad, Potter.

Allí estaba frente a él, el hombre que tanto le gustaba con esa encantadora sonrisa que pocos podían apreciar, mostrándole el lado tierno que jamás imaginó ver en él. Sin embargo, por más que intentó recordar cada beso u caricia que compartieron, Eleanor no pudo sentir mariposas por él. Se suponía que debía ser Ares con el que sintiera toda esa revolución dentro suyo. Sólo con Ares. Pero no era así. Y eso la hizo la asustó.

Él estaba cambiando por ella. Y Eleanor lo sabía, lo veía en su mirada, en los pequeños detalles que nadie más notaba, lo supo en el momento que vio como sufría por Artemis. Allí Eleanor pudo ver al verdadero Ares Crouch, el hombre con sentimientos antes de que la guerra lo matara en vida.

¿Cómo podría romper su corazón?

—Feliz Navidad, Ares —susurró Eleanor en voz baja.


Eleanor fue muy ilusa al pensar que lo más feo ya había pasado. Pero no era así. Y ni siquiera se acercaba a lo terrible que se sentiría en la cena.

Para comenzar, una nube de incomodidad se situó encima del comedor mientras estaban cenando en silencio, los únicos ajenos (o al menos intentaban hacerse los desentendidos) eran los dos matrimonios: Tonks y Weasley. El resto de los invitados se mantenían muy ocupados en mandar miradas de odio al resto mientras que Andromeda Tonks entablaba una agradable charla con Molly Weasley sobre tipos de tejidos y Arthur Weasley hacía preguntas sobre objetos muggles, como «el uso del patito de hule» que Ted Tonks contestaba fácilmente.

Eleanor se encontraba en incómoda en su lugar porque tenía de frente a Bill Weasley que no paraba de responder al jueguito de «miradas serias-asesinas» que el auror comenzó, Ares estaba sentado de lado derecho de la azabache y que de su lado izquierdo se encontraba Nymphadora Tonks, que a su vez tenía de frente a Remus (que igual lanzaba miradas fulminantes a los dos hombres, más a Ares por supuesto), y finalmente, en la punta de la mesa estaba Sirius Black terminando de comer su gelatina y con una mueca de molestia e irritación. 

—¿Con quién habrán ido al baile los chicos? —preguntó la señora Weasley—. No me han querido decir en las cartas.

—Por supuesto que no te dirán, querida. —dijo el señor Weasley, sonriente. Él parecía ser el único que no había notado el tenso ambiente—. Son niños.

—Ya hubiera querido que en nuestros tiempos en Hogwarts hubiera alguno. —dijo Nymphadora con mirada soñadora—. Bailar toda la noche con una hermosa túnica de gala. ¿Qué piensas, Remus? —preguntó con falsa inocencia.

El hombre lobo que en ese momento estaba comiendo su gelatina pareció estarse ahogando con un trozo, tuvo que tragar rápidamente. Y con los ojos llenos de lágrimas, musitó:

—Muy bien...

La metamorfomaga arrugó la nariz decepcionada por su vaga respuesta.

—Al menos Percy podrá contarme después con quiénes fueron los chicos.  —dijo la señora Weasley.

Eleanor frunció el ceño.

—¿Percy?

—Ah si, él fue al baile de Navidad porque su jefe se lo pidió.

Aquello resultó extraño para Eleanor porque sabía que el tercer hijo Percy Weasley trabajaba en el Departamento de Cooperación Internacional Mágica, en donde su jefe era el señor Barty Crouch... El padre de Ares. Le resultaba muy sospechoso que alguien tan importante para el Torneo de los Tres Magos, que era organizado con ayuda de él y Ludo Bagman, no fuera personalmente al Baile de Navidad. Y cómo si hubiera leído sus pensamientos, Ares la miró, había algo inquietante en su mirada y entendió que él tenía algo que decirle. Quizá Ares hubiera encontrado algo más sobre la desaparición de Bertha Jorkins o con suerte, que su padre sabía algo más de lo que decía pero no podía cuestionarlo ahí, no cuando habían muchas miradas sobre ellos dos.

—Harry en su última carta sólo me dijo que ya tenía pareja pero no especificó con quién. —dijo Eleanor, desviando la mirada del auror.

—Espero que no haya sido Hermione Granger. —murmuró Molly en voz baja, para sorpresa de la azabache. ¿Por qué decía aquello? Creía que le agradaba la muchacha, también era la mejor amiga de su hijo.

Entonces recordó las publicaciones de Rita Skeeter donde la metían a ella y a Cassiopeia en una supuesta relación con Harry.

—¿Y Cassie con quién fue? —le preguntó Andromeda a Sirius.

El animago bajo su copa de vino y esbozó una sonrisa fingida.

—Theodore Nott. —respondió sin más.

¿Nott? —repitió Ares, frunciendo el ceño—. ¿Theodore Nott?

—Eso fue lo que dije, ¿no?

El sarcasmo de Sirius no ayudaba a la molestia que comenzaba a formarse en Ares Crouch.

—¿Y no le dijiste nada? —gruñó Ares—. ¿Cómo la dejaste?

—¿Y qué le podía decir? ¿"No te juntes con él"? —inquirió burlón—. No es como si en estos tres años hubieras sabido u hecho algo al respecto, ¿o si?

—¡Es un mortífago!

—¡¿Y crees que no lo sé?!

—¡Pues pareces muy tranquilo!

Los gritos de ambos cuñados comenzaron a elevarse y la tensión solo incrementó mientras los presentes miraban expectantes de extremo a extremo como peleaban, deseando desaparecer de allí.

—¡¿Esperas que después de 12 años fuera de su vida ahora venga a imponerle cosas?! —gritó Sirius, furioso—. ¡No puedo por tu culpa!

—¡Ella ya no quiere vivir conmigo, Black! ¡No me habla! ¡Tú la recuperaste y yo la perdí! —replicó Ares. La vena de su frente comenzaba a resaltar cada vez más.

—¡¿Y realmente crees que eso me hace sentir mejor?! ¡Alphard te prefiere a ti, por ti es que no me da la oportunidad de acercarme!

—¡¿Planeas culparme de todo por ser un mal padre?!

El animago se levantó de su asiento dispuesto a golpear a Ares pero Remus lo detuvo justo a tiempo con ayuda de Bill, mientras que Eleanor y Nymphadora hacían lo mismo con el auror que también planeaba hacer lo mismo con su cuñado.

—¡En verano te permití que me golpearas por lo de Artemis pero ahora no pienses en que no me defenderé! —gruñó Ares, tratando de liberarse del agarre de las dos jóvenes.

—¡Ya basta, Ares! —le gritó Eleanor, empujándolo—. ¡Ya!

—¡Escúchala, Crouch! ¡No querrás que te deje el otro ojo morado como la última vez! —replicó Black.

—¡Tú también cállate Sirius! —gritaron Eleanor y Remus al unísono.

—Quiero. Que. Se. Largue. De. Mi. Hogar. —ordenó Sirius  amenazadoramente—. Ya.

Eleanor asintió y miró a Ares fijamente que ahora estaba tratando de controlarse, sus hombros subían y bajaban al compás de la respiración agitada.

—Bueno... Creo que la cena acabó. —anunció Tonks—. ¿Puedo llevarme la comida?


La cena había terminado de una manera desastrosa y Eleanor podía escuchar las excusas de Sirius sobre como el auror lo sacaba de sus casillas desde la sala en donde ella había acompañado a Ares Crouch para que se fuera a través de polvos flu.

—Perdón.

—¿Tú pidiendo perdón? —bromeó Eleanor tratando de aligerar la situación—. Debes sentirte terrible entonces.

Ares rodó los ojos.

—Ni siquiera sé por qué creí que venir era buena idea, sospeché que Sirius esperaba que explotara así para que te enojaras conmigo.

—¿Y no fue así? —Ares negó—. ¿Entonces?

—Black fue más brillante. —dijo Ares—. Me invitó sabiendo que Bill Weasley estaría aquí, contigo. Supongo que Sirius contaba con que eso me molestaría y me haría explotar en cualquier momento. —bufó—. Él me invitó para dejarme en claro que no tengo oportunidad contigo.

Eleanor parpadeó.

Ya había llegado a esa conclusión pero no esperaba que resultara verdad, no imaginaba a Sirius poniéndola en esa cruzada.

—Ares y-yo... —tartamudeó. Eleanor buscaba las palabras correctas—. Besé a Bill.

Ares no dijo nada.

—Si me das un minuto, podré explicarte... —dijo Eleanor rápidamente.

—No tienes que decir nada. No es necesario que me lo digas, Eleanor. Ya lo sé. —dijo Ares, tranquilamente—. No necesité usar legeremancia para darme cuenta. Y quiero que entiendas que no me importa. El que lo hayas besado no significa nada. Él se irá a Egipto y tú seguirás aquí conmigo. Tengo suficiente confianza para asegurarte que no me iré a ningún lado hasta que me lo pidas. Además aún está la oportunidad que me diste, lo sé porque así como lo ves a él, yo sé como me ves a mí. Sé lo que quiero, Eleanor, te quiero a ti. Pero en su momento también tendrás que saber que es lo que quieres tú.

Ella no esperaba esa confesión.

—¿Por eso dijiste que éramos novios? —inquirió con vergüenza.

Ares se encogió de hombros.

—Tenía que asegurarme de alguna forma que él supiera que yo ya estaba adelantado. —respondió Ares, con una pequeña sonrisa—. ¿Por qué? ¿Te molestó que lo dijera?

—No... No, no es eso. —Eleanor suspiró—. Sólo que nunca preguntaste y el que lo hayas dicho así —«Frente a Bill»—... No lo esperaba.

—Nunca me gustó ponerle etiqueta a una relación. No porque no me guste el compromiso, al contrario, es sólo que no lo veía necesario.

—¿Hasta ahora? —arqueó la ceja Eleanor.

Asintió.

—Jamás he sido inseguro, Eleanor. Hasta ahora. —le aseguró Ares con molestia—. Por eso debo preguntar porque no podré conciliar el sueño si no... ¿Sentiste algo cuando lo besaste?

Eleanor quizo decirle que no pero no pudo hacerlo, no iba a engañarlo, ya estaba aprendiendo que ocultar es también engañar y no quería volver a hacerlo. Y Ares lo entendió.

—Descansa, Eleanor. —se despidió antes de echar los polvos flu.

Mientras las llamas se consumían en un verde intenso y Ares desaparecía junto a ellas sintió que el obsequio que colgaba de su cuello era más pesado de lo que debía ser.

Lo tomó con cuidado entre sus dedos y una sonrisa triste estiro de las comisuras de sus labios mientras la admiraba.

Era un hermoso rubí brillante con la forma de su patronus corpóreo.

Un ciervo.


Poco a poco los invitados se fueron despidiendo, ninguno se atrevió a comentar nada de la pelea y silenciosamente, Sirius lo agradeció, no estaba de humor y tras haber despedido al matrimonio Weasley subió a su habitación sin detenerse en la ansiosa mirada de Eleanor. Las palabras de Ares sobre «lo mal padre que era» le había calado y no necesitaba decirlo para que ella se diera cuenta.

Finalmente los últimos que quedaban era Bill y Eleanor, también Remus el cual se quedaría a dormir pero se había hecho el loco en la cocina afirmando que iría a acomodar las cosas para darles tiempo a hablar a los dos jóvenes. El pelirrojo tenía todas las intenciones de huir pero la azabache logro impedírselo con ayuda de la señora Weasley que había fingido se le olvidaba el bolso para retenerlo.

—Deben hablar, cielo, las cosas siempre se arreglan conversando. —le dijo Molly, antes de irse.

Eleanor no entendía como a pesar de saber que ella había besado a su hijo y estaba con Ares en una relación (ya que él lo había informado en el comedor al resto de los invitados, claro) aún la trataba con tanto amor. Quizá era porque Molly veía algo que ellos dos ignoraban, no sabía.

—Bill. —dijo Eleanor cuando él trato de agarrar polvos flu—. Tenemos que hablar.

—¿Sobre qué? —preguntó mordaz—. ¿Sobre tu nueva relación, la cuál no me habías contado? O quizá, ¿el cómo era besarme mientras salías con él?

Las palabras de Bill eran mil veces peor que todas las miradas asesinas que le dedicó al auror durante la cena.

—Bill, por favor. No me hagas sentir peor de lo que ya me siento —dijo Eleanor—. Lamento mucho lo que hice, yo debí decirte pero no sabía cómo.

—Tuviste todo el verano para decírmelo, Eleanor. ¿No confías en mí?

—Por supuesto que confío en ti, Bill. —le aseguró—. Solo no pensé que fuera importante decirlo...

—No me mientas, Eleanor. —pidió.

—N-No sé por qué no lo dije antes y lo lamento.

—¿Por qué me besaste si estás con él? —preguntó Bill acercándose a ella, podía sentir ambos pechos rozarse por la cercanía. La mirada azul de él bajo a sus labios y lentamente subió a su rostro—. ¿Por qué me besaste, Eleanor?

Tenerlo tan cerca no ayudaba a los nervios que sentía, Eleanor lo miró con tanta vergüenza que podía sentir su rostro en llamas, comparándose como un tomate rojo.

—¿Por qué me correspondiste tú? —lo interrogó Eleanor, en un arranque de coraje aunque su tono de voz era bajo—. ¿Por qué me besaste también?

El océano en su mirada reflejó inseguridad por unos instantes y parecía dudar en contestar o no, pero simplemente retrocedió como si ella fuera una clase de peste. Le dolió verlo alejarse. Pero eso no se comparó en nada a lo siguiente.

—Fue un error. —musitó Bill, en su tono tan bajo demostraba lo indiferente que se encontraba de la situación y Eleanor prefirió recibir una sesión de maldiciones imperdonables antes de volver a escucharlo hablar así—. Fue un error. —repitió como si estuviera recordándoselo así mismo—. Un error que no volverá a repetirse.

—B-Bill...

—Fue sólo un beso, Eleanor, no fue gran cosa.

El corazón le dolió. Fue como si hubiera sentido cien puñaladas enterrándose al mismo tiempo en su corazón. Y las lágrimas ardían en sus ojos deseosas de liberarse.

—Te deseo lo mejor con tu novio, espero sean muy felices. Lo mereces, Eleanor.

Y sin más, lanzó los polvos a la chimenea llameante y tras indicar «La Madriguera».

Bill desapareció llevándose una parte de ella.

Las lágrimas salieron entonces como cascadas calientes, inundándola por dentro. Pronto sintió unos brazos rodearla y ella se refugió en ellos, permitiéndose ser consolada una vez más bajo el aroma a chocolate. Su hermano, su protector.

—Todo mejorará, Ellie. —Remus prometió—. Todo estará bien.

Y quiso creerle.

El comienzo de la noche había prometido sido el mejor y en un instante se convirtió en el peor, tal y como el año anterior, Eleanor estaba llorando una vez más en Navidad.

NOTA DE AUTORA:

¿Tres semanas? Sí, algo así... soy pésima persona, i know. En verdad no saben la batalla que tuve con este capítulo para que saliera tal y como pretendía, puedo decir que estoy satisfecha sooo...

¿Qué les pareció? ¿Qué hubieran hecho ustedes?

Nuestra Ele tiene problemas amorosos juuu.

¡Gracias por votar y comentar, las adoro!

Besos enormes,
Fer🍯

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