xxix. Enfermedad
CAPÍTULO VEINTINUEVE;
ENFERMEDAD
( maratón especial )
2/2
Había empezado marzo, y el tiempo se hizo más seco, pero un viento terrible parecía despellejarle manos y cara cada vez que salía del departamento. Pero eso no fue lo peor, Rita Skeeter había vuelto a escribir sobre la vida privada de su sobrino y de sus amigos, con una fotografía en color de Harry encabezaba un pequeño artículo titulado «La pena secreta de Harry Potter»:
Tal vez sea diferente. Pero, aún así, es un muchacho que padece todos los sufrimientos típicos de la adolescencia, nos revela Rita Skeeter. Privado de amor desde la trágica pérdida de sus padres, a sus catorce años Harry Potter creía haber encontrado consuelo en Hogwarts en su novia, Cassiopeia Black, una joven sangre pura hija del famoso Sirius Black. Pero eso no duró mucho gracias a una tercera, Hermione Granger, una muchacha hija de muggles. La cuál le robó el corazón a nuestro campeón, separándolo así de su supuesta mejor amiga: Cassiopeia Black. Poco sospechaba que no tardaría en sufrir otro golpe emocional en una vida cuajada de pérdidas.
La señorita Granger, una muchacha nada agraciada pero sí muy ambiciosa, parece sentir debilidad por los magos famosos, debilidad que ni siquiera Harry ha podido satisfacer por sí solo. Desde la llegada a Hogwarts de Viktor Krum, el buscador búlgaro y héroe de los últimos mundiales de quidditch, la señorita Granger ha jugado con los afectos de ambos muchachos. Krum, que está abiertamente enamorada de la taimada señorita Granger, la ha invitado ya a visitarlo en Bulgaria durante las vacaciones de verano, no sin antes declarar que jamás había sentido lo mismo por ninguna otra chica.
Sin embargo, podría no ser los dudosos encantos naturales de la señorita Granger los que han conquistado el interés de estos pobres chicos.
«Es fea con ganas —nos declara Pansy Parkinson, una bonita y vivaracha alumna de cuarto curso—, pero es perfectamente capaz de preparar un filtro amoroso...»
—Es una completa basura. —espetó Eleanor furiosa, lanzando el periódico al otro extremo de la oficina—. No puedes creer nada de esto. Conozco a mi sobrino y sé quiénes son sus amigos, Hermione no es así. Puedo jurarlo.
Para su sorpresa, Ares no respondió, ni siquiera se inmutó ante el golpe seco que hizo el ejemplar que lanzó a unos metros suyo, él estaba sentado con la mirada pérdida en uno de los periódicos pero no llevaba el titular de Harry, era otro diferente. La mirada molesta de Eleanor cayó a una más compasiva al leerlo, en letras grandes: «La misteriosa enfermedad de Bartemius Crouch» y tras ésa, se leían otras frases: «No se lo ha visto en público desde noviembre... la casa parece desierta... El Hospital San Mungo de Enfermedades y Heridas Mágicas rehúsa hacer comentarios... El Ministerio se niega a confirmar los rumores de enfermedad crítica...».
Ya se sabía sobre la supuesta enfermedad del padre de Ares que raramente comenzó poco después de su última aparición en el Torneo de los Tres Magos, tan pronto y él dejó de acudir al trabajo, Eleanor había persuadido al pomposo de Percy Weasley, quién era su ayudante, para que le dijera lo que sabía sobre su jefe Barty Crouch. Aunque era muy claro que no tenía idea u realmente no le tomaba mucha importancia porque siempre aseguraba que él estaba enfermo y que le enviaba instrucciones por lechuza mensajera.
Pero con todo lo que había pasado con entre Ares, Bill y ella, no pudo profundizar más su curiosidad, más ahora que se suponía que estaban en una especie de relación, no, lo estaban (Ares se encargó de informarle sobre ello en Navidad). Eleanor lo intentaba, a enamorarse completamente se refiere, le gustaba pasar tiempo con el auror, incluso quería creer que el besar a Bill había sido un error como él mismo le había dicho, que sus verdaderos sentimientos sólo eran reservados para Ares y cada vez cuando lo veía sonriéndole, ella lo creía.
Ares estaba tan absorto en sus pensamientos que no se dio cuenta cuando ella se hizo un lugar a su lado, tratando de no sobresaltarlo, tímidamente tomó su mano entre la suya en una muestra de apoyo. Él parpadeó cuando sintió y cariñoso tacto, miró sus manos antes de mirarla a ella y regalarle un esbozo de sonrisa. En sus ojos podías apreciar las bolsas debajo de ellos y la preocupación reflejada, nunca lo diría en voz alta, pero era muy claro el miedo que sentía por él, por mucho que no se hablaran, él seguía siendo su padre.
—Hablan de él como si estuviera muriéndose. —comentó Ares, incrédulo—. Él no lo estaría, incluso si lo estuviera, no dejaría de visitar a Artemis. Nunca lo había hecho en todos estos años, ¿y de pronto deja de hacerlo por una enfermedad? Es absurdo.
—¿No crees que lo está?
—No, por supuesto que no —respondió—. Quizá no nos hablamos pero yo lo conozco, más que nadie. Y sé que jamás se alejaría de su trabajo ni de Artemis, son sus dos pasatiempos favoritos. —se removió con incomodidad en su asiento pero aún así él no pareció dispuesto a soltar su mano, y siguió—: Nadie lo ha visto en todo este tiempo, ni siquiera el inútil de Ludo Bagman que supuestamente debe estar a su lado por el Torneo.
—Quizá deberías ir a verlo —ofreció Eleanor con suavidad, sin saber cómo reaccionaría—. Él puede no querer recibir a nadie, pero podría recibirte a ti.
—Lo haces ver muy sencillo, pero no lo es. —sacudió la cabeza—. ¿En qué cambiaría si fuera yo, cuando los demás ya lo han intentado?
—Lo cambia todo, Ares. Tú eres su hijo. —le dijo con determinación. La mirada del hombre se suavizó entonces, y la tensión de sus hombros pareció reducirse un poco, Eleanor sonrió levemente apretando su mano—. No dejes que el rencor te lo impida.
—N-no puedo, Eleanor. —cabizbajo musitó–. No he regresado a ese lugar desde que me fui a los dieciocho.
Era la primera vez que escuchaba a Ares inseguro, si en el pasado lo había estado, nunca lo demostró, hasta ahora. Hablar de su familia... de su padre, era difícil y la manera en que su voz lo traicionaba, hacía ver que la situación era mucho más grande que él. No pensaba en lo complicado que se le haría a Ares visitar la mansión Crouch después de tantos años, ella siempre lo escuchaba despotricar sobre su padre pero ahora que él no aparecía, le hizo dudar.
—¿Irías conmigo? —preguntó Ares.
—¿C-Con tú padre? —tartamudeó—. ¿Él que me odia?
—Al menos no me odiaría del todo a mí. —dijo pensativamente, sin dejar el periódico—. Detestaría ir solo a ese lugar y tú fuiste la de la idea. —agregó al verla dispuesta a rechazarlo.
Eleanor arrugó la nariz.
—¿No puedo negarme verdad?
—No.
Rodó los ojos pero finalmente asintió.
—Está bien.
—Bueno, vamos. —dijo con determinación.
—¡¿Qué, ya?! —chilló Eleanor cuando él la hizo levantarse y comenzó a tomar su bufanda—. ¡Espera!
★
—Hasta el momento, es la peor idea que he tenido. —murmuró Eleanor cuando hicieron la aparición. La enorme mansión de los Crouch estaba allí frente a ellos, luciendo tenebrosa gracias a la poca iluminación que mantenía, comenzaba a oscurecer pero Ares iluminó el camino mientras Eleanor hacía lo mismo siguiéndolo por detrás. El helado viento tampoco aminoraba lo incómoda que se sentía por estar allí, a punto de entrar a la boca del lobo. Estaba segura que la propiedad de los Crouch bien podría competir con la casa de los gritos por cuál parecía ser la más terrorífica y no, no era precisamente por estar en mal estado, todo lo contrario, era imponente y elegante pero no dejaba de lucir como si no hubiera ningún habitante, muy desolada—. Sí, definitivamente, es la peor. —musitó en el momento que se detuvieron frente a la entrada principal. Ares dudaba entre tocar o marcharse, Eleanor se mantuvo pidiendo por dentro irse pero su curiosidad podía más que su temor—. ¿Quieres que...?
No la dejo terminar cuando con un movimiento de su varita, abrió la puerta.
—Iba a decir que llamáramos, pero claramente prefieres el término «entrar a la fuerza».
Él la miró mal.
—No está aquí. —dijo Ares.
—¿Cómo lo sabes? —cuestionó Eleanor, frunciendo el ceño.
—Él siempre deja la luz de la sala encendida. —respondió como si nada—. Y ahora no lo está.
—No me digas, Capitán Obvio. —bufó mirando la entrada con duda—. ¿Deberíamos?
—No eras tú la que decía que él ocultaba algo?
—S-Sí pero...
—Entonces vamos averiguar si es verdad.
—¿Invasión y allanamiento no es algo por lo que te meten a Azkaban?
—¿Quieres hacerlo o no? —preguntó Ares cruzando los brazos.
Dejando a un lado lo mal que sonó esa pregunta en la cabeza y las mejillas ardiendo de Eleanor, ella sí quería buscar pero cuando buscas algo... no siempre te va a gustar lo que puedes encontrar y Ares ya se veía lo suficientemente afectado por la desaparición de su padre como para tener que encontrar algo más. Pero Ares pareció igual de intrigado que ella por ver. Así que cedió y ambos entraron a la mansión ignorando el sentimiento de culpa que les invadió, u al menos sólo a Eleanor.
—Sólo voy a aclarar que esto sigue pareciéndome una pésima idea.
—¿Y cuándo tus ideas han sido buenas? —bromeó Ares.
—¡Oye! —se quejó—. Mis ideas son buenas. —le aseguró.
—Eso dices pero cuando menos me lo espero ya estás besando a Weasley.
—¿No lo superarás, verdad? —gruñó Eleanor, sin ganas de entrar a una discusión en ese momento.
—Yo no fui el que lo besó. —le recordó.
La paciencia de la joven estalló y se giró a él con entrecerrando los ojos y su dedo enterrado en su pecho amenazante.
—¡Entonces besa a quien quieras para estar a mano!
Él la tomó del brazo deteniéndola, cuando estaba dispuesta a irse y estampó sus labios contra los de ella en un pequeño beso.
—Listo. —dijo Ares, separándose lentamente con una sonrisa—. Ya besé a quien quiero.
Se sonrojó furiosamente pero ninguno de los dos estaba molesto en verdad, y si lo estuvieron, ya no más después del beso.
—Oh, no seas romántico ahora que sigo enfadada. —sugirió Eleanor,
Ares la ignoró mientras se encargaba de encender las luces dentro de la mansión dejando que ella pudiera admirar el lugar en todo su esplendor, Eleanor sabía muy bien que los Crouch tenían mucho dinero pero nunca esperó que fuera tanto. Todo el lugar gritaba poder, no había rastro de que algún menor haya corrido por el lugar en siglos, las paredes eran blancas al igual que la mayoría de los muebles, más allá en la sala se podía apreciar la chimenea y arriba de ésta, un enorme retrato de la familia Crouch, pero con la diferencia que los rostros de dos integrantes estaban chamuscados, simplemente se podía apreciar el joven rostro de Artemis junto a sus padres, el parecido que tenía la señora Crouch con ella era impresionante, como si fueran dos gotas de agua, con impecables ojos azules.
—Lo hizo mi padre después de que mi hermano Barty fuera a Azkaban. —explicó Ares, a su lado—. Algo adorable.
—Pero...
—¿Por qué me borró a mí? —terminó por ella, Eleanor asintió—. Cuando se supo que Barty era un mortífago, mi padre me culpó.
–¿Por qué?
Ares suspiró.
—Porque yo lo sabía, Eleanor. Siempre lo supe y no dije nada. —admitió con desagrado—. Fui muy iluso al creer que Barty iba a cambiar, que me escucharía y se alejaría de ellos, pero nunca lo hizo, estaba cegado por el poder.
—No es...
—No me digas que no es mi culpa. —la cortó de manera hosca y sacudió la cabeza, arrepentido—. Perdón, es sólo... Olvídalo.
Eleanor se mordió el labio y asintió dispuesta a dejar el tema por el momento. Retrocedió un poco pero terminó chocando contra un mueble que al impactó soltó una capa de polvo.
—Está algo... —Estornudó—... a-abandonado, ¿no crees?
—Luego de lo del mundial de quidditch, él le dio la prenda a Winky, no me sorprende que esté así después de meses.
Recordó a la elfina doméstica que tenía vértigo a las alturas mientras estuvo cuidando en la tribuna el asiento del señor Crouch, el cuál jamás apareció. Y luego Harry le contó como supuestamente la misma Winky había aparecido con su varita después del ataque en los mundiales, cuando la marca tenebrosa apareció. Ese día el señor Bartemius Crouch estaba actuando de manera extraña, casi paranoico, le había dicho Harry cuando lo acusó de haber convocado la marca tenebrosa y trató de culpar a cualquiera que no fuera su elfina doméstica. Algo comenzó a molestarle a Eleanor en ese momento, quizá algo que se le había pasado por alto.
—Ares —jadeó Eleanor—. ¿Recuerdas que tú padre nunca ocupo su asiento en los mundiales?
—Si... —respondió confundido—. Pero, ¿qué...?
—Se toma la molestia de enviar a Winky para que le guarde un asiento en los Mundiales, pero no aparece para ver el partido; trabaja muy duro para reinstaurar el Torneo, y luego también se ausenta... ¿Eso es propio de él?
La cara de Ares se ensombreció. De pronto pareció estar entendiendo lo que ella trataba de decir.
—No, no lo es.
—Ares —lo llamó, preocupada—. Bertha Jorkins desapareció justo en el mismo sitio donde se rumora que está Voldemort. Lo que está pasando con el Harry y el torneo no es una buena señal. ¿Tú crees qué...?
No tuvo que terminar ya que él lo entendió perfectamente haciendo que se tensara ante la idea del regreso del señor tenebroso.
—La verdad es que...
Pero algo se escuchó caer, y Eleanor, que regularmente sentía la presencia de alguien más, agarró a Ares instintivamente del brazo y tiró de él.
—¿Qué ha sido eso?
Él negó con la cabeza, mirando las escaleras como si de repente alguien fuera a bajar por ellas, y metió la mano en la túnica para coger la varita. Al instante, ambos aurores iban armados con sus varitas mientras se encaminaban por dónde provino el ruido. Llegaron hasta una puerta de madera con las iniciales «BCJ» grabadas con letras doradas. Ares se mantuvo perplejo por unos segundos mientras miraba la puerta, parpadeo saliendo de su ensoñación.
—¡Alohomora!
La puerta se abrió, y cuando Ares encendió la luz de la habitación, lo que había dentro los dejó sin aire. Al menos, mayormente sólo a Eleanor.
Varios ejemplares del diario El Profeta estaban regados por el piso de madera, todos recortados, en la cama y el resto pegados en la pared de forma desordenada, todas en movimiento mirando hacia donde estaba parada, junto con rastros de sangre seca que yacían en una sábana que antes debía ser blanca. El sonido de la puerta cerrándose detrás suyo, la hizo girar, lo que encontró la hizo querer llorar más: eran rasguños, pero no los de un hombre lobo, no, eran de humano, como si estuviera desesperado por salir. Y por la sangre seca allí, explicaba el resto que la sábana contenía. Cuando intentó retroceder su pie aplastó lo que era una libreta mal hecha, desgastada por los años, Eleanor la agarró con sus manos temblorosas. Cometió un error al abrirla. Era su nombre, repetido muchas veces, en letras de distintos tamaños, pero allí estaba. Era ella. Al igual que las fotografías, era de ella.
Con lágrimas en los ojos y labios temblorosos miró a Ares que estaba igual de sorprendido y horrorizado como ella.
—¡¿Q-Qué es esto?! —demandó entre dientes—. ¡¿Tratas de hacerme una broma o...?!
La incredulidad tomó el rostro de Ares , ella se detuvo e inspiró con fuerza mientras veía las imágenes a su alrededor. La mayoría eran después de la muerte de su hermano. Cuando la señalaban de ser la loca de la familia Potter.
De repente, la habitación parecía girar a su alrededor, y podían escuchar a las imágenes riéndose de ella, burlándose.
—¿Eleanor?
Se intentó acercar pero Eleanor retrocedió alejándose negándose a ser tocada por él, era como si de pronto, Ares fuera un desconocido para ella. La brusquedad de su movimiento provocó que todo en su entorno girara con más fuerza. No supo cómo había pasado, pero entre lo borroso de su mirada pudo ver casi con claridad al mortífago que la atacó la noche que apareció la marca tenebrosa, no veía su cara pero sí su sonrisa. Era casi conocida, él le hablaba pero no lograba entenderlo, su visión se volvió nublosa y de pronto, todo se volvió negro escuchando la enferma risa de su atacante erizando su piel.
Unos brazos la atraparon antes de perder la conciencia junto a los llamados de Ares:
—¡Eleanor! ¡Eleanor!
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