xxiii. Bertha Jorkins
CAPÍTULO VEINTITRÉS;
BERTHA JORKINS
—De todas las personas que existen y de las miles de probabilidades para que sean tu pareja ideal, tuviste que escoger al Ares-jodido-Crouch. ¡Mi mayor enemigo en el mundo!
Sí. Ése era Sirius Black, reclamándole a Eleanor.
La mala suerte parecía estar marcada en su frente como si fuera algún tipo de maldición. Todo comenzó cuando al regresar de su visita en San Mungo, se encontró con la furia imponente de un Black. No podía culparlo, sinceramente, él tenía todo el derecho de enojarse con Eleanor por haberle ocultado la nueva cercanía que mantenía con su tan odiado cuñado.
El animago no la espero a que se acomodara cuando la arrastró dentro del departamento y la invadió con su discurso sobre: «las razones por las que salir con Ares Crouch es una pésima idea». Podría sacar mil pergaminos con su lista de razones. Ella no pudo bromearle con eso, obviamente.
Eleanor solo deseaba desaparecer de allí y evitar al mejor amigo de su hermano hasta que la vena que resaltaba en su frente mientras le gritaba, desapareciera. Sirius Black estaba siendo, en toda la extensión de la palabra, dramático. Ella estaba recargada sobre su mano mientras lo veía caminar en círculos frente a ella explicando sus razones, haciendo movimientos muy rápidos con sus manos como si éstos le ayudaran a encontrar las palabras adecuadas para hacerla entrar en razón. Eleanor no escuchaba con claridad la mayoría de sus palabras ya que tenía mucho sueño, realmente no había dormido nada en casi veinticuatro horas por todo el caos con Ojoloco y la visita que le hizo en el hospital a Artemis. Potter extrañaba dormir y no se culparía de nada si caía en cualquier momento.
—Te manipulará. Él es así. Raro. Y muy obsesivo. —añadió Sirius, frunciendo el ceño (si es que se podía más)—. No te conviene estar cerca suyo.
—Tampoco es que me vaya a casar con él —dijo Eleanor. La voz de la joven era baja y retiendo un bostezo que amenazaba con salir—. Y no estoy saliendo con él... —añadió en voz baja. Ella no sabía que eran y tampoco tenía la intención de preguntarle, realmente—. Nos gustamos, eso es todo. ¿Ya puedo irme a dormir?
La calma en la voz de Eleanor la sorprendió hasta ella misma. ¿Le daba igual? No, claro que no. Ella había tomado la decisión de darse una oportunidad con el Auror pero... desde el Mundial de Quidditch se sentía algo distinto, como si algo hubiera cambiado. Pero no sabía que era.
—¿Me crees idiota? —Sirius le dedicó una mirada de "no te atrevas a bromearme ahora" luciendo su máscara de seriedad cuando ella intentó replicar—. Soy un hombre, Eleanor. Por lo tanto, yo sé lo que piensan sobre una chica como tú. ¡Por Godric! Me casé con su hermana, por supuesto que lo conozco muy bien —Eleanor enarcó una ceja. Él estaba exasperado—. Él no es una buena persona. ¿No lo ves? Va a querer absorberte.
—¿Absorberme? —Eleanor se burló.
—¡Hablo en serio! —chilló Sirius—. Yo creí que algo sucedía entre tú y Ben.
—Es Bill. —le recordó cansada—. Y no pienso discutir esto ahora, Sirius, estoy muerta. Quiero dormir.
—No quiero sonar como un egoísta y mucho menos ponerte a elegir pero... no te quiero ver con él.
Abrió los ojos con sorpresa, Eleanor no podía dar crédito a sus palabras.
—Estás bromeando, ¿verdad? —inquirió incrédula.
Sirius resopló.
—No. No lo estoy. Hablo muy en serio.
—No puedo creerlo. —murmuró Eleanor, acaloradamente. La falta de sueño y la dirección de la conversación la estaba comenzando a molestar—. El que te considere de mi familia, casi como un hermano para mí, no te da derecho a darme órdenes u el elegir a alguien. ¿Sabes que tengo veintiún años, no? Y además no soy tu hija.
La furia remarcada en la mirada del animago pareció apagarse un poco al escucharla, el ceño fruncido en su rostro se relajó un poco entonces. Se miraba herido pero Eleanor no cambio su postura. No le gustaba recibir órdenes, mucho menos cuando no tuvo un padre quien se las diera jamás.
—Me preocupas, Eleanor. Tienes que entenderme...
–¿Y quién me entiende a mí, Sirius? –preguntó ella mordaz–. Todo el tiempo me preocupo por lo que vayan a pensar Harry, Remus y tú acerca de mis decisiones. No te dije lo de Ares porque no quería que pensaras que te estaba traicionado, porque no es así. Él no es malo. Si solo le dieras la oportunidad...
—No voy a darle ninguna oportunidad, Eleanor, él me mintió por muchos años y obligó a mis hijos a hacerlo también.
Eleanor suspiró.
—Está cambiando, Sirius.
—Las personas no cambian de la noche a la mañana.
—Lo está intentando. Si tan solo pudieras verlo y hablar con él, lo sabrías. —dijo Eleanor, tercamente.
–¿Tanto confías en él? –la interrumpió el animago en voz baja.
Eleanor recordó la forma en que la había defendido del señor Barty Crouch en el Ministerio el mismo día del juicio de Sirius. Ella asintió.
—Me lo ha demostrado, Sirius. Claro que confío en él. –respondió segura.
—¿Y ya te habló sobre Felicity?
Eleanor negó con la cabeza, confundida.
—¿Felicity?
—Por supuesto que no lo ha hecho. —él suspiró—. Pregúntale por ella. Ella también confío en él y ese fue su mayor error. No te ciegues, Eleanor. Ares Crouch no es una buena persona.
Sirius la dejó a solas con sus propios pensamientos. Ella confiaba en el Auror pero también en su hermano. Otra vez, Eleanor dudaba que pudiera encontrar la tranquilidad en su cama esa noche.
★
Sirius no le dirigió ni una palabra a Eleanor la mañana siguiente. La evitó con éxito. Casi. Ella intentaba no mostrarse muy herida por la acción inmadura pero, ¿a quién engañaba?, siempre le importaría lo que rodeara a su familia y el animago era uno de ellos. Por otro lado, los problemas en el Ministerio solo empeoraron, cuando llegó a su trabajo esa mañana, lo primero que recibió al entrar fue El Profeta, el diario mágico. En dónde estaba el titular un enorme titular que ella notó enseguida.
MÁS ERRORES EN EL MINISTERIO DE MAGIA
Parece que los problemas del Ministerio de Magia no se acaban, escribe Rita Skeeter, nuestra enviada especial. Muy cuestionados últimamente por la falta de seguridad evidenciada en los Mundiales de Quidditch, y aún incapaces de explicar la desaparición de una de sus brujas, los funcionarios del Ministerio se vieron inmersos ayer en otra situación embarazosa a causa de la actuación de Arnold Weasley, del Departamento Contra el Uso Incorrecto de los Objetos Muggles.
—Ni siquiera escribió bien su nombre... —murmuró Eleanor, antes de volver a leer.
Arnold Weasley, que hace dos años fue castigado por la posesión de un coche volador, se vio ayer envuelto en una pelea con varios guardadores de la ley muggles (llamados «policías») a propósito de ciertos contenedores de basura muy agresivos. Parece que el señor Weasley acudió raudo en ayuda de Ojoloco Moody, el anciano ex auror que abandonó el Ministerio cuando dejó de distinguir entre un apretón de manos y un intento de asesinato. No es extraño que, habiéndose personado en la muy protegida casa del señor Moody, el señor Weasley hallara que su dueño, una vez más, había hecho saltar una falsa alarma. El señor Weasley no tuvo otro remedio que modificar varias memorias antes de escapar de la policía, pero se rehusó explicar a El Profeta por qué había comprometido al Ministerio en un incidente tan poco digno y con tantas posibilidades de resultar muy embarazoso.
—Esto es falso. El señor Weasley no... es mi culpa. —musitó en voz baja Eleanor, avergonzada—. No debí permitir que se involucrara. Qué estúpida, solo empeoré las cosas.
La metamorfomaga a su lado negó con la cabeza.
–Esto no es culpa de nadie más que de Rita Skeeter. –le dijo Tonks–. Pero, ¿cómo se enteró de lo que sucedió ayer? Dijiste que no había nadie más que el señor Diggory, Crouch y tú.
—Y así es. —le aseguró Eleanor, frunciendo el ceño–. Rita Skeeter y ningún reportero se encontraba allí en la casa de Alastor. Me habría dado cuenta.
–Entonces, ¿cómo se enteró?
—No lo sé. —admitió la azabache—. Solo tengo una cosa segura y es que si me la topo, la degollaré.
Tonks sonrió con malicia.
—Uh, y créeme que yo te ayudaré a esconder el cuerpo sin problemas.
—Ustedes me dan miedo. A veces. —confesó Shacklebolt interrumpiéndolas. El Auror estaba sentado en la oficina con la nariz enterrada entre uno de los papeles que suponía Eleanor eran sobre Bertha Jorkins, la mujer desaparecida que trabajaba en el Ministerio—. Scrimgeour me encargó el caso de Jorkins —añadió el hombre al ver la mirada de la joven sobre el documento—. Aún no hay nada relevante y eso lo está volviendo loco. Sin contar que todo lo que escribe Skeeter sobre el caso le enfurece, yo en lo personal, siempre soy pacifista pero con esa mujer: no.
—Entonces si la encuentra primero y decide degollarla Eleanor, ¿te unirías?
—Sin dudarlo. —murmuró Kingsley, divertido.
La sonrisa de la azabache creció.
—¿Necesitas ayuda en algo? –se ofreció Eleanor, interesada por la desaparición.
—Por el momento no, creo que lo tengo todo cubierto. —sonrió levemente Kingsley—. Lo único que necesito es que aparezca.
—¿Crees que lo haga?
El hombre la miró por encima de sus documentos y suspiró.
—Sinceramente no lo creo. —respondió con pena—. Casi podría jurar que Bertha Jorkins desapareció como por arte de magia.
Eleanor notó que las palabras del hombre le habían dado un mal sabor de boca, al igual que ella. Incluso con esa respuesta tan afirmativa, Eleanor estaba segura de que aquello no tenía sentido. ¿Cómo una mujer tan distraída como Bertha Jorkins podría desaparecer de la noche a la mañana y nadie lo había notado? Si se sabía que la mujer iba a Albania de vacaciones, nadie pensó antes en la posibilidad que tenía de perderse pero aún así era muy extraño, aunque no lo único, sumándole que la Marca Tenebrosa también apareció en las vacaciones. Estaban sucediendo cosas que antes era difícil de imaginar.
El Auror salió de la oficina con los documentos dejando solas a las dos jóvenes. La mirada de Eleanor aún seguía sobre la silla que acababa de desocupar su viejo compañero, lo que llamó la atención de la pelirosa.
—Escúpelo. —dijo Tonks, al verla tan pensativa.
—La noche anterior al Mundial de Quidditch, cené con los Weasley y Percy comentó algo —dijo Eleanor mirando sobre su hombro para verificar que no hubiera nadie más escuchando y se acercó más a su amiga, para poder susurrarle—. Él dijo que el señor Barty Crouch estaba muy interesado y preocupado por la desaparición de Bertha Jorkins.
—¿Se supone que eso es sospechoso? —preguntó Nymphadora, sin entender.
—No, no, piensa. ¿Por qué a alguien como el señor Crouch, siendo como es, estaría preocupado por el bienestar de alguien como Bertha Jorkins?
La metamorfomaga entrecerró los ojos.
—Crees que sabe algo más de lo que ha dicho, ¿no?
Eleanor asintió lentamente.
—Estoy casi segura de que él debe saber algo. ¿No se te hace raro que una mujer tan despistada como Bertha Jorkins desaparezca y eso le preocupe al jefe del Departamento de Cooperación Mágica Internacional?
—Te vas a meter, ¿verdad?
—Oh, Nymph. Se nota que me conoces bien. —le sonrió Eleanor.
—¡No me llames así!
★
La búsqueda de información sobre el señor Barty Crouch y la conexión que tenía con la desaparición de Bertha Jorkins, no fue tan sencillo como Eleanor esperaba. Se sentía frustrada por lo poco que encontró en el último mes, lo único que logró obtener fue que la mujer había trabajado hace años con el jefe del departamento pero solo por un corto periodo de tiempo, desde entonces, había cambiado de puesto muy seguido hasta terminar en el de Ludo Bagman, en el cuál ella trabajaba en la actualidad antes de su repentina desaparición. Y ésa información la obtuvo en una larga conversación con el hermano menor de su mejor amigo, el quisquilloso Percy Weasley. El cual había sido muy fácil poder sacársela pero a cambio Eleanor tuvo que soportarlo escuchar de lo mucho que se regocijaba trabajando para el señor Crouch y su importante puesto junto a él. Fue algo terrible pero al menos obtuvo lo que necesitaba.
Pero no era suficiente.
Eleanor sabía que había algo más, casi lo podía sentir. Algo no andaba bien con el señor Barty Crouch y lo descubriría. Pero ella necesitaba ayuda para eso, no cualquiera, necesitaba a la única persona que conocía al hombre y ése era Ares Crouch, su propio hijo.
—¿Quieres que haga qué? —preguntó el Auror, seriamente.
Aunque tampoco sería muy sencillo como el engañar al pomposo de Percy Weasley.
—Eres el único que puede hablar con él. Puedes preguntarle. —repitió la joven, tratando de ocultar su desesperación por respuestas—. Él te lo dirá.
Ares negó con la cabeza, con total incredulidad.
—¿No me escuchaste cuando te dije que no me hablaba con él? Mi padre y yo nos evitamos, odiamos, y todo lo malo que puedas imaginar, Eleanor. ¿Y ahora quieres que vaya y lo interrogue sobre si él sabe donde está Jorkins? —Eleanor abrió la boca tratando de replicar pero no pudo, ahora que lo escuchaba en voz alta, sabía que era mucho más que difícil, sino imposible. El Auror rió sin ganas—. Él me lanzará un maleficio antes de que le pueda dar a entender que él le hizo algo a esa mujer. Es una locura lo que me pides.
—Él trabajó con ella, Ares. —replicó ella, inútilmente.
—¿Y eso lo hace culpable? —inquirió Ares molesto.
—No estoy diciendo que le haya hecho algo. —bufó Eleanor—. Sólo estoy diciendo que quizá pueda saber donde está. La conoce, puede que sepa algo que nosotros ignoremos.
—Barty Crouch no es la mejor figura paterna pero eso no lo hace malo. El que haya trabajado para él, no dice nada. —dijo Ares—. Ludo Bagman es su jefe y tampoco sabe sobre su paradero. ¿Por qué piensas que mi padre lo sabrá?
Él tenía toda la razón. Eleanor no tenía pruebas contra su padre y nada que no fuera su misma palabra.
—No lo sé, Ares, es solo un presentimiento. —admitió ella—. Por eso te estoy pidiendo que lo hagas. No lo haría si no fuera importante.
—El deber de encontrar a Bertha Jorkins es de Shacklebolt, no tuyo, Eleanor.
—Pero si no lo están haciendo bien, mi deber como Aurora es...
—Quedarte callada y dejar que Kingsley haga su trabajo. Y tú dedicarte al tuyo, Potter.
—No lo haré. —escupió Eleanor, furiosa.
Ares frunció el ceño ante su respuesta.
—¿Por qué te importa tanto?
—Si yo fuera ella, me gustaría que me encontraran... que a alguien le importara el dónde estoy. —admitió Eleanor con molestia e incomodidad—. A nadie parece importarle su desaparición, toda la atención se desvía al Torneo de los Tres Magos. No es justo. Puede que ella sea distraída, mala trabajadora y todo lo que el resto diga pero no deja de ser una mujer, un ser humano. Si puedo ayudar lo haré, aunque tu no estés de acuerdo, no me importa.
Eleanor se dio la vuelta dispuesta a irse a su departamento y maldecir abiertamente al hombre cuando una mano sobre su hombro la detuvo, al girar se encontró con la duda grabada en la mirada oscura de su compañero.
Él asintió antes de arrepentirse y hablo:
—Te ayudaré a encontrarla, Potter, pero a mí manera. No planeo meterme en nada que tenga que ver con Barty Crouch. —la cortó antes de que ella lo pudiera interrumpir—. Si encontramos que él tiene algo que ver con Bertha Jorkins, yo seré el primero en buscarlo e interrogarlo. Sólo si él sabe algo, sólo así.
—¡Gracias...!
—No agradezcas aún.
—¿Por qué? —preguntó Eleanor confusa.
—Porque seré tu compañero de ahora en adelante hasta encontrarla, Potter. Y tú no sabes la verdadera razón del por qué nunca trabajo con alguien y es porque como compañero soy el peor de todos.
—Oh... —Eleanor borró su alegre sonrisa.
¡En qué se había metido!
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