xvi. Juntos de nuevo
CAPÍTULO DIECISEIS;
JUNTOS DE NUEVO
El Ministerio de Magia estaba, nuevamente, hecho un completo caos. ¿La razón? Todos parecían emocionados con el Campeonato Mundial de Quidditch y entre ellos, estaba Ludo Bagman, jefe del Departamento de Deporte y Juegos Mágicos, que organizaba dicho evento. El ex golpeador de las Avispas de Wimbourne, lucía muy contento y extasiado con la situación, junto a él se encontraba el ministro de magia, Cornelius Fudge, que también parecía disfrutar la atención que obtenía.
Eleanor, por el contrario, quería golpearse cada vez que veía al señor Ludo Bagman regocijarse sobre su fama de golpeador. Era agradable cuando no intentaba acercarse a ella y sacarle conversación sobre su familia, en específico, sobre su sobrino Harry Potter. Luego, también estaba el señor Barty Crouch Sr, quien era el jefe del Departamento de Cooperación Mágica Internacional, el cual trabajaba en compañía del ex jugador de quidditch. En general, el señor Barty parecía fastidiado de tener que estar con Bagman pero este último fingía no prestar atención a ese detalle.
Los dos departamentos eran un desastre por el estrés de la organización del evento, sin embargo, todo marchaba en orden. A excepción de la ausencia de Bertha Jorkins, una señora despistada que trabajaba en el departamento de Bagman, ella había acudido de vacaciones a Albania y para molestia de su jefe, ella aún no regresaba y mucho menos contestaba las lechuzas que le enviaban. La mayoría creía que era muy natural, ya que la señora siempre se perdía y todo el tiempo lucía perdida, por lo que no tomaron mucha atención a ese detalle.
–No me puedo imaginar a la mayoría de los que irán al campeonato, en ropa muggle. –dijo Nymphadora, mirando desde la oficina de Aurores como el resto de los departamentos vecinos iban de un lado a otro, cargando miles de pergaminos y otros siendo levitados mientras los seguían–. ¿Te imaginas al ministro? Yo no puedo.
–Es obligarorio, Tonks. No pueden ir al mundial sin la vestimenta requerida, los muggles nos verían extraños con nuestras túnicas. –dijo Eleanor, recordando las reglas que El Ministerio de Magia había dado. Estaba sentada en una silla giratoria mientras jugaba con su varita, frente a ella se encontraba uno de sus compañeros y con el que más tiempo pasaba además de el ex Auror, Alastor Moody, antes de su jubilación. Una sonrisa pícara se formó en sus labios–. Kingsley, ¿Sabías que los pantalones acampanados y de colores son la moda muggle para los hombres? Te verías bien con unos...
–No caeré en tu trampa, Potter. –respondió Kingsley, señalando a la joven. Tenía su ceño fruncido y ocultaba una sonrisa divertida, sabiendo las intenciones de la chica–. Por lo mismo, he investigado que es lo que usan comúnmente y créeme, no caeré en tu trampa.
Eleanor alzó ambas manos en modo de inocencia dándose por vencida.
–No te niego que sería divertido ver a Kingsley con falda... –le susurró Tonks a su mejor amiga, provocando una risa en ella.
–Las estoy escuchando, Tonks y Potter. No me pondré nada que me haga lucir afeminado.
–¿Es masculinidad frágil lo que escucho, Shacklebolt? –inquirió Eleanor, haciéndose la ofendida.
Kingsley Shacklebolt que era un mago tranquilo con voz grave y tranquilizadora, y una potente estatura. Al contrario que la mayoría de los magos, poseía una habilidad en vestirse y comportarse como muggle. Juzgaba bien el carácter de las personas y confiaba en ellas independientemente de su edad, basando sus juicios en su conocimiento de carácter, y la personalidad del individuo. Era un hombre muy alto y negro. Por un instante lució intimidado por la azabache, pero antes de que pudiera responder algo que quizá no fuera lo correcto y lo hiciera lucir como un idiota machista, fue salvado cuando el Auror, Ares Crouch, entró a la oficina.
El silencio que se creó fue muy incómodo, sobre todo porque la joven y el recién llegado se quedaron viendo mutuamente. Sin saber que decir o hacer.
Eleanor notó que el Auror tenía un ligero hematoma debajo de su ojo derecho, justo donde Sirius Black le había golpeado pocas semanas atrás. Verlo así, aún con la herida, le había sorprendido, más cuando se podía quitar con magia.
El hombre notando la mirada curiosa de la azabache, aparto su vista de ella.
Nymphadora Tonks que también sintió la tensión que se creó en el ambiente, decidió que era mejor dejarlos solos y huir. Veía en la mirada de su mejor amiga y en la del hombre que deseaban hablar.
–He recordado que debo ir por algo... –dijo Tonks, levantándose abruptamente de su asiento detrás de un escritorio. Gracias a los reflejos de Eleanor, pudo evitar que la documentación cayera al piso por la torpeza de su amiga. La miró mal–. ¿Me acompañas, Kingsley?
–¿Por qué? –preguntó Shacklebolt, viendo como la azabache acomodaba los papeles de vuelta. Él estaba lo suficientemente distraído para darse cuenta de lo que la pelirosa quería darle a entender o al menos, eso aparentaba.
–Sólo ven. –dijo la metamorfomaga, cansada.
La Aurora lo tomó del brazo arrastrándolo fuera de la oficina, dejando a los dos a solas.
Ares estaba dispuesto a salir detrás de ellos sino hubiera sido por la mano de la joven aferrandose a su brazo, deteniéndolo.
–Se supone que siempre soy yo la que huye y usted el que me detiene. –dijo Eleanor, en un susurro. No creía que finalmente estuvieran hablando–. Creo que es verdad lo del aprendiz superando al maestro.
Una sonrisa pequeña cruzó en los labios del hombre pero desapareció al instante en que giró y sus ojos oscuros se posaron en los de ella.
–Creí que no quería volver a verme. Yo sólo estaba cumpliendo lo que me pidió.
–Yo... –Eleanor no sabía que decir. Él tenía razón–. Y-Yo...
–¿Qué es lo que quieres de mí? –dijo Ares, desesperado, avanzando para acortar la distancia entre ellos, sintiendo la respiración de la joven chocar contra la suya, justo como la última vez. Él no había dejado de pensar en ella. ¡Demonios! ¿Cómo podría? Él estaba cayendo por la azabache desde el momento en que la vió sonreírle en el callejón diagon. Tenerla cerca le aceleraba el corazón y el sentimiento de volver a ser un adolescente enamorado se apoderava al verla. Ares suspiró, alejando todos sus pensamientos–. No te entiendo, por más que lo intento, no lo hago. He estoy haciendo lo que tanto me pediste, ahora que lo hago me buscas. ¿No te cansas de jugar conmigo?
–¡No estoy jugando contigo!
–¿Entonces? –preguntó Ares, ansioso por la respuesta.
La mirada del hombre sobre ella era intensa y apenas podía soportarla.
«¿Qué quiero?» se preguntó a si misma.
Ares se alejó y soltó una bocanada de aire que no sabía que contenía.
–Estoy perdiendo mi tiempo y...
Lo interrumpió.
–Ni yo sé lo que quiero. –dijo Eleanor de repente, pasando las manos por su rostro. Estaba cansada de mentir y no lo haría más–. He intentando complacer a todos, verlos bien, hacerlos sentir bien y siempre dejo lo que yo quiero al final. Quiero que mi hermano esté orgulloso de mí. Y no quiero que Remus o Sirius se sientan traicionados por lo que estoy sintiendo. Estoy cansada de fingir un desprecio que no siento. –hablaba tan rápido que se estaba agotando el aire, pero aún así, ella siguió–. Se está volviendo difícil intentar ignorarte desde lo que paso en la enfermería. No puedo dejar de pensar en eso. Pero tampoco puedo decirte que lo que siento es amor. Porque no es así. Lo que puedo asegurarte es que nunca había sentido lo que siento cuando estoy cerca tuyo. No sé lo que me está pasando contigo. Pero... –tragó saliva sin dejar de mirarlo–. Ya no quiero alejarte más. Y-Yo..
No pudo continuae. Y no exactamente por haberse quedado sin palabras.
Al igual que aquella mañana después de la luna llena, una vez más, los labios del hombre Crouch impactaron contra los suyos, aunque a diferencia del primero, esta vez había algo distinto en ese beso. Era más intenso. Como si ambos temieran que el otro se separara. Sí, era eso.
Las manos del Auror agarraron la pequeña cintura de la joven, acercandola más cerca suyo. Eleanor estaba petrificada y toda ella era un manojo de nervios, sintiendo muchas emociones en aquel beso. Más fuerte que el primero. No eran mariposas lo que sentía, su corazón no estaba acelerado... pero el del Auror estaba latiendo acelerado por los dos. La chica Potter poco a poco fue agarrando más confianza y sus manos, que estaban en el pecho del hombre, de pronto se hicieron puños en su túnica y al mismo tiempo, correspondiendo el beso con la misma intensidad.
No habían esos fuegos artificiales de los que tanto le había hablado su mejor amiga, ni siquiera aquella sensación de estar flotando... pero, sin duda, no quería que él se detuviera.
Ares Crouch la hacía sentir bien y segura.
No pudieron mantenerse más tiempo por la falta de aire pero no se separaron, se mantuvieron allí con sus frentes unidas y las respiraciones agitadas. Los labios de la joven estaban hinchados y rojos, tan apetecibles a la vista del hombre Crouch que aún la sostenía de la cintura evitando que se cayera.
–Yo también siento lo mismo, Potter. –dijo Ares, en un suspiro.
Una sonrisa se formó en sus labios entonces.
–¿Te duele? –preguntó Eleanor, acariciando con su pulgar el hematoma debajo de su ojo. Ares tomó su mano y la beso con cariño–. Hay magia para eso... ¿no sabía, señor Crouch?
Las esquinas de sus ojos se arrugaron al escucharla y una sonrisa juguetona se apoderó de él. Sentía la alegría volviendo a él. Porque eso era ella, una luz brillante en su completa oscuridad. Su radiante Eleanor Potter.
–Algunas cicatrices son mejores dejarlas sanar solas. –dijo Ares Crouch, sin dejar de mirarla expectante. Eleanor sintió que aquella frase tenía un segundo significado, que provocó que su corazón saltara en su pecho–. Me lo merecía. Además de que mi sobrina disfruta verlo allí. –señaló con ironía y burla.
Eleanor sonrió al escucharlo. Le gustaba volver a ver al hombre juguetón, el que solo se relajaba con su presencia, lo extrañaba más de lo que pensaba. Realmente no sabía si en algún momento podría estar sin él.
–Apuesto a que eso no es verdad. Tu sobrina nunca te dejaría de amar por mucho que le hayas mentido sobre Sirius.
–No ahora que sabe que su padre está vivo y ahora que lo más probable es que ambos vayan a vivir con él... Parece más feliz. Jamás la había visto así, realmente, me alegro por ellos.
–Sirius jamás te impediría que los vieras. –le dijo Eleanor, segura–. Él sabe que son tus sobrinos y que los amas. Jamás te separaría de ellos.
Ares hizo una mueca.
–Sí, bueno, después de lo de Artemis, lo dudo mucho. Me sorprende que aún no haya sacado a los niños de la casa.
–Él quiere hacer las cosas bien. Ésta vez. –añadió Eleanor.
–Si, lo sé. Black no es un mal hombre después de todo.
Él la miraba fijamente como si quisiera grabar cada detalle de su rostro, si era la última vez que la tendría así de cerca, quería recordarla así, hermosa y sonriente.
–Yo quería hablar sobre lo que pasó en la enfermería... –dijo Eleanor, sonrojada–. Y ahora... de esto...
–Lamento lo que hice. –respondió Ares, rápidamente. Él pensaba que ella estaba arrepentida por el beso–. Fue un tonto impulso que tuve. No debí hacerlo. Lamento si...
–Me gustó. –dijo Eleanor, interrumpiéndolo. Su mano estaba sobre la suya. Un pequeño gesto que había desatado miles de mariposas dentro de su estomago y una agradable sensación posándose en su pecho. Ares sonrió con los labios apretados y sus ojos brillando sobre los chocolates–. Me gusta usted, señor Crouch. –repitió sin dejar de admirarlo. Tan hermoso y seductor al mismo tiempo. La sonrisa del hombre sólo creció al escucharla y por primera vez, después de todos los problemas que la alejaron, ella seguía allí. No podía estar más sorprendido y emocionado por ello–. Ya no puedo mentir. No más.
–Yo tampoco, Potter.
–¿Y qué haremos? –preguntó Eleanor, con impaciencia. Seguir pensando en lo que diría Sirius o Remus, le afectaba–. No eres el favorito de mis hermanos en este momento y... No quiero que nadie salga lastimado.
–¿Qué propones entonces?
–No lo sé, yo solo quiero hacer lo que mi corazón me pide en este momento.
–¿Y qué te pide hacer ahora?
Eleanor inspiró profundamente antes de tomar su rostro y besarlo nuevamente pero en un beso más dulce y pequeño.
–Quiero conocerte. Quiero que me demuestre quien eres realmente. Conocer el verdadero Ares Crouch.
–Lo haré. Lo que tú quieras.
–Y quizá poder ir a esa cita que me propuso hace un año...
Ares sonrió.
–Eres maravillosa.
–Ya lo sé.
★
«Todo saldrá bien. Todo saldrá bien.»
Esas eran las palabras de ánimo que la joven Potter se repetía desde la sesión de besos con el atractivo Ares Crouch.
Había tomado la decisión de contarle toda la verdad a Sirius. No iba a mentir, sabía que eso solo era cuestión de tiempo para que se supiera, aunque realmente no estaba en una relación con el Auror. Ambos habían tomado la decisión de primero darse la oportunidad de conocerse antes de intentar ser algo. Y Eleanor no podía estar más tranquila con eso.
Una agradable sensación estaba en la boca de su estomago. Seguía sin ser mariposas, por supuesto, pero era el sentimiento de estar haciendo las cosas bien. En ese momento no sentía nada por el Auror que no fuera una fuerte atracción y deseaba que en un futuro, si las cosas salían bien, poder darse la oportunidad de quererlo.
Ella sólo quería ser feliz.
Estaba terminando de ordenar el papeleo de algunos mortífagos mientras esperaba que su mejor amiga regresara. Y por supuesto, también contarle con detalle lo que había sucedido con su... ¿Cómo podía llamarlo? No eran novios. Tenían algo pero al mismo tiempo no. Oh, pensar tanto la estaba poniendo de nervios.
Sólo de pensar en la mirada de Sirius y Remus cuando les contara... la hacía dudar en si quería, de verdad, decirles.
Todos sus pensamientos desaparecieron cuando dos manos la cubrieron y nublaron su vista. Una sonrisa divertida se poso en sus labios al imaginar de quien se trataba. Al quitarlas y girar su sonrisa se borró. No lo había esperado. En absoluto.
La documentación que tanto había cuidado, cayó. Y no le importó.
Su corazón se aceleró.
Sus manos comenzaron a sudar.
Y un chillido de emoción escapó de sus labios.
—¡Bill! –gritó Eleanor emocionada, lanzandose encima de su amigo. El pelirrojo la recibió con los brazos abiertos, la rodeó atrayéndola a él. Habían pasado dos largos años sin verlo y ahora tenerlo allí la había sorprendido–. ¡No lo puedo creer! –dijo en el momento en que se separó y miró sus orbes azules turquesa viéndola. El primer hijo del matrimonio Weasley, estaba allí, sonriente–. ¿C-Cómo? ¿Cuando llegaste? ¡¿Cuando planeabas decirmelo?! ¡Oh, William debes aprender que existen lechuzas!
–¿Sorpresa? –dijo Bill, divertido con su reacción. Eleanor golpeó su hombro de forma juguetona–. Hemos llegado esta mañana.
–¿Hemos...? –su pregunta quedó en el olvido cuando vió una silueta detrás de ellos–. ¿Charlie?
–Sí, claro. –dijo Charlie, con los brazos cruzados y una sonrisa burlona. Estaba recargado en el marco de la puerta y justo a su lado estaba la pelirosa Tonks, ambos con miradas cómplices–. Te emocionas más por mi hermano que conmigo, ¡tu mejor amigo! Me has roto el corazón, Potter.
–Oh, cállate.
Eleanor lo abrazó incluso más fuerte de lo que el segundo hijo de los Weasley, esperaba. Él le correspondió con la misma efusividad, levántandola un poco del suelo debajo suyo. Charlie Weasley era su mejor amigo. Y uno de las personas que más apreciaba en su vida.
–Esto es una gran sorpresa. –comentó Eleanor, cuando se reincorporo y miró a los pelirrojos, sin borrar su sonrisa alegre–. Pero... ¿Qué hacen aquí?
–Papá consiguió entradas para el Campeonato Mundial de Quidditch. –dijo Bill.
–Y cómo en los viejos tiempos, los tres compartimos el amor por el juego, nunca nos lo perderíamos. –agregó Charlie, codeando a su azabache amiga.
–Hablen por ustedes. –dijo Tonks, horrorizada–. Siempre fue más seguro verlo desde las gradas. Y aún así, solo iba por ustedes tres.
Eleanor rodó los ojos abrazando a la pelirosa por los hombros.
–Y porque jamás supiste diferenciar las pelotas.
–¡En mi defensa esas cosas son confusas!
–¿Irás verdad? –le preguntó Bill a Eleanor.
–Sirius nos consiguió entradas, así que cuenten conmigo.
–¡Eso es genial! –dijo Charlie–. Podremos estar juntos entonces.
–Los cuatro estamos juntos de nuevo. Y con el campeonato, esto solo mejorará. –dijo Eleanor–. Este será el mejor verano.
–Ni que lo dudes. –dijo Bill sin dejar de mirarla.
Charlie y Tonks compartieron una mirada sabiendo que las palabras del mayor tenían un significado más del que aparentaba. Aquel verano guardaba más cosas de las que esperaban.
Nota de autora:
Sé que es corto pero no quería dejarlas esperando mucho sin capítulos. Les prometo que en el próximo capítulo será más largo.
¿Qué opinan de lo que está sucediendo? ¿Les gusta?
¡Nos leemos pronto!
Besos enormes,
Fer 🍯
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