xliv. La cita

CAPÍTULO CUARENTA Y CUATRO;
LA CITA

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Las pequeñas risitas silenciosas entre la pareja no cesaron hasta que llegaron al tercer piso, cuando el pelirrojo finalmente se detuvo frente a la habitación que Eleanor compartía con la rumana.

Con sumo cuidado, Bill la bajó de sus brazos inhalando en el trayecto una última vez el aroma a cerezas y whisky de fuego que desprendía la azabache. La joven no liberó por completo su agarre en él, en cambio, una vez sus pies tocaron el frío suelo, ella aprovechó para quedarse más cerca frente a él y posó sus manos sobre los fuertes brazos del pelirrojo, aún no estaba preparada para el sentimiento de abandono que su toque le dejaría.

Oh, cuánto se moría por besarlo hasta el cansancio.

A Bill no había otra cosa que se le complicara más que evitar bajar la vista a las piernas largas y desnudas de Eleanor pero ante todo estaba el respeto que le tenía. Él no se aprovecharía nunca de su vulnerable estado, ella era mucho más valiosa que cualquier otra mujer con la que hubiera estado antes. Se trataba de su amada El y la mujer que más le importaba en el mundo después de su madre y su hermanita menor.

—Hasta aquí termina el recorrido ésta noche, El. —le dijo Bill estirando su mano para colocar un mechón de cabello detrás su oreja y acariciar su mejilla delicadamente como despedida—. Descansa preciosa.

«Preciosa.» Incluso aún estando ebria, sus palabras tenían mucho efecto sobre ella. Quería reproducir ésa palabra una y otra vez cómo si fuera un casette rayado.

La aurora hizo un puchero encantador comenzando a balancearse sobre sus talones y puntas tiernamente sin dejar de batir sus pestañas hacia él.

Nop. —hizo sonar la "p" con fuerza y sacudió la cabeza infantilmente, negándose a separar de su lado—. No quiero estar con Dahlia... Ella ronca mucho...

El pelirrojo apretó sus labios para no soltar una fuerte carcajada que terminaría despertando al escandalizador retrato de la vieja Walburga ó aún peor a los dos hermanos celosos de la joven: Sirius Black y Remus Lupin, quiénes no dudarían ni un segundo en perseguirlo hasta el cansancio si los encontraban allí (Más con Eleanor tan borracha).

—Supongo que podría lanzarle un hechizo silencioso y así podrías dormir sin tener que escucharla... —le ofreció Bill con cariño en un fracaso de tratar de empujarla hacia la puerta de su habitación. Eleanor tenía ambos pies firmes sobre las tablas de madera bajo ella, resistiéndose. El pelirrojo no encontraba nada más tierno e inocente que Eleanor siendo estando borracha por primera vez.

Ella infló sus mejillas y volvió a sacudir su cabeza con más fuerza que antes, deteniéndose un momento sólo para reír suavemente por el repentino mareo que se provocó. Esto no le pareció ya tan gracioso a Bill, ya que comenzaba a preocuparle su estado. El primogénito de los Weasley la sostuvo con cuidado de la cintura vigilando sus acciones.

—No. —se negó Eleanor otra vez después de unos instantes estirándose sobre las puntas de sus pies para lanzar sus brazos alrededor del cuello de Bill jalándolo cerca suya que sólo hizo que sus rostros quedaran a la misma altura, nariz chocando contra nariz. Eleanor miró fijamente sus labios y musitó bajo—: Yo quiero dormir contigo, Billy.

El que le llamará «Billy» y estuviera tan cerca aumentó el deseo impuro de tomarla allí mismo hasta llevarla al borde máximo de su clímax. Bill tragó con fuerza y sus grandes ojos azules se abrieron de súbitamente. «No. No. No. Ella no está consciente, Bill, recuérdalo.» se repitió con pesadez, controlando su calentura.

—Uy, no —contestó el pelirrojo sosteniéndola de las caderas evitando que sus cuerpos se tocarán y avivar algo que no sería nada sencillo controlar. Él volvió a tragar saliva con dificultad y el rostro hirviendo en nervios al seguir con su mirada la forma en que Eleanor lamía su propio labio—. N-No... N-No. —Bill balbuceó con voz grave, parpadeando varias veces—. Ya es muy tarde, El y no sabes lo que estás diciendo...

La azabache gimió insatisfecha con su respuesta y lo volvió a interrumpir alzando más la voz:

—Yo no sé muchas cosas pero sí de algo estoy segura es que quiero dormir contigo (te lo digo ahora que estoy borracha y soy más valiente). —sonrió Eleanor dejando un fugaz beso tronado en su mejilla que lo dejó atontando por unos segundos—. Y yo sólo hablo de dormir, Billy... A menos que tú quieras algo más, ¿eh?

El sonrojo del pelirrojo fue enorme y considerable ya que por supuesto él había malinterpretado las palabras de la chica de la que estaba tan enamorado. Es decir, ¿cómo no? Él había fantaseado con ella súbitas veces (más de las que le costaba admitir) durante su adolescencia hasta la actualidad. Y ahora que la tenía semidesnuda frente a él, debía tratar de manejar la situación.

—No lo sé, El —susurró Bill con suavidad temiendo que ella creyera que la rechazaba cuando no era así, al menos no de la manera que ella podía pensar—, no quiero que pienses que me aprovecho de ti...

Los orbes chocolates de la joven se abrieron enormemente y como si se tratara de una clase de rayo blanco se reflejaron en ellos, los labios de Eleanor se curvaron en una sonrisa juguetona.

—¡Hazme un favor y aprovéchate de mí! —jadeó Eleanor para luego llevarse ambas manos a sus labios para callarse y se sonrojó ante la cara atónita de Bill Weasley, con una risita divertida musitó en voz baja nuevamente—: Oops... No le digas a Eleanor que dije eso en voz alta, ella se enojará...

Tratando de ignorar sus extrañas confesiones, el ceño de Bill se frunció al escucharla referirse a ella misma en tercera persona pero lo dejó pasar al ver que el tambaleo de la tía del niño que sobrevivió comenzaba a ser más notable y con cuidado pasó sus brazos por su cintura para llevarla a su habitación con ella descansando su cabeza en su pecho adormilada. De pronto, todas las energías que Eleanor parecía haber tenido desaparecieron y en su lugar el sueño comenzaba adueñarse de todo su cuerpo.

Bill aún no estaba seguro de querer llevarla a dormir a su cuarto porque no quería arriesgarse a que por la mañana ella no recordara nada y pensará que él se aprovechó de eso, pero por otra parte la idea de vigilar que estuviera bien y cuidarla durante lo que restaba de la madrugada fue más atractiva. Él había visto durante todos ésos años como Eleanor se dedicaba a cuidar del resto y no dejaba que nadie lo hiciera por ella, por eso mismo la imagen de él dedicado a darle todo el amor que ella no creía merecer era algo que deseaba más que nada cumplirle.

Así que, antes de que Bill se pudiera arrepentir, cruzó el pasillo para adentrarse a su habitación junto con ella y con cuidado de no lastimarla, la guió dentro hasta llegar al borde de su cama. Se demoró un poco quitando las cobijas con una mano mientras que con la otra aún la sostenía. Una vez liberado el espacio en la cama, Bill la recostó con suavidad, dejando que la cabeza de Eleanor descansara con cuidado sobre la almohada de plumas. Tomó las mismas cobijas que había descubierto y las colocó sobre ella, cubriéndola hasta arriba de sus pechos en donde trato de no desviar mucho su mirada.

Eleanor era delgada y fácil de mover pero no era tan sencillo hacer todo éso al mismo tiempo.

Los ojos chocolates entrecerrados de la joven lo miraron en todo el proceso viendo cómo él mantenía sus labios entreabiertos por la concentración. Pudo admirar desde su lugar (recostada en la cama) el perfecto perfil del pelirrojo. ¿Cómo alguien podía lucir tan bien sin intentarlo? Bill Weasley podía hacerlo muy bien. Y no sólo en lo físico: no. Los cuidados que él tenía con ella lograron enternecer su corazón y hacer que el amor que sentía creciera más (si era posible). Su mejor amigo Charlie le había dicho que no había nadie que la pudiera merecer a ella que no fuera su hermano mayor Bill pero... ¿Ella podría llegar a merecerlo a él?

—Si sigues mirándome así tendré que hacer más de un esfuerzo por no besarte. —bromeó el pelirrojo dejando descansar su mano sobre el lacio cabello de la joven. Eleanor le sonrió pero poco le duró el momento, su sonrisa se borró y la preocupación del Weasley aumentó acercándose más a ella cuando la joven se sentó de golpe en su lugar—. ¿Qué sucede, El? ¿Qué pasa...?

La frase de Eleanor Potter quedó atascada luego de que ella misma vaciara todo el contenido que había ingerido de las botellas que Dahlia Bane le había ofrecido sobre los pantalones y pies de Bill Weasley.

—Per...dón... —se lamentó Eleanor con los ojos lagrimeantes entre las asquerosas arcadas que no dejaban de salir—... Es... tan as-asqueroso...

El hombre en lugar de mostrar repulsión por el vómito, la ayudo a vaciar todo su vacío estómago mientras sostenía su largo cabello en una coleta que formó rápidamente con sus manos y se dedicó a darle leves caricias en su espalda mientras Eleanor terminaba de sacar todo a los pies de la cama.

—Tranquila, preciosa, aquí estoy —Bill la consoló con extrema dulzura que sólo logró hacerla sentir más miserable por haber aceptado beber—, y no me iré a ningún lado.

Oh, iba a ser una larga y vergonzosa madrugada para Eleanor.




El dolor de cabeza fue insoportable por la mañana tan pronto y abrió los ojos. Los pequeños destellos de los rayos del sol que se colaron por la ventana, le pegaron directamente al rostro provocando que su migraña aumentara, y nada lo mejoró cuando todo en su entorno no cuadro de repente.

Ignorando el intenso dolor de su cabeza, Eleanor se incorporó en su lugar de forma rápida sentándose en la cama para mirar toda la habitación con sobresalto. Ésa no era la suya, la misma que Sirius Black le había ofrecido desde hace más de un mes, era otra, una que no había visto antes. Miró hacia abajo sin reconocer la blanca y larga camisa que llevaba puesta, era fácilmente tres tallas más grande que la suya.

No recordaba traerla la noche anterior...

La noche anterior...

Oh...

¡¿Qué había sucedido la noche anterior?!

El familiar aroma a vainilla que desprendía la camiseta hizo que sus sospechas fueran más grandes y certeras. Rápidamente fue como sí su mente hiciera algún tipo de click de ráfagas repetitivas de lo sucedido por la madrugada: Ella bebiendo junto a Dahlia Bane, ella comiendo una de las paletas heladas de Cassiopeia, Bill Weasley, la extraña declaración de amor en ropa interior que ambos se hicieron... y... oh, Merlín...

«Oh, no. No. No.» Eleanor se lamentó con mucha vergüenza.

—Buenos días, preciosa.

La manera tan rápida y brusca con la que la joven alzó la cabeza hizo que su cuello tronara. Un jadeo sorpresivo abandonó sus labios y abrió los ojos al verlo en la entrada con una taza humeante en su mano y la varita mágica en la otra. Llevaba una camiseta de «Queen» y sus preciadas botas de piel de dragón, su cabello ésa mañana estaba sujetado en una coleta desordenada a diferencia de las demás veces.

Eleanor tragó saliva y miró sus piernas desnudas bajo la cobija con vergüenza.

—Por favor dime que fue sólo un sueño y no te vomité. —rogó Eleanor en un susurro, deseando que fuera sólo una simple pesadilla y no hubiera quedado en ridículo, pero la pequeña sonrisa llena de empatía del pelirrojo que pudo observar por el rabillo de su ojo, lo confirmó todo. Con horror, la azabache se llevó ambas manos a su rostro ahogando un sollozo culpable—. Oh, Godric. ¡Soy tan patética! ¡Lo lamento mucho!

Él se acercó hasta ella sentándose al borde de la cama junto a sus piernas y bajó sus manos con cuidado de su rostro para resguardarlas entre las suyas, había calidez y admiración en los ojos azules de Bill, en lugar de la repugnancia y rechazo del que ella se esperaba obtener a cambio. Pero no fue así, él seguía estando ahí para ella, tal y cómo se lo prometió.

Él cumplía sus promesas.

—No eres ninguna «patética», y sólo es vómito. —sonrió encantadoramente ante el sonrojo de su chica y beso sus nudillos para luego recargar su barbilla entre ellos y mirarla fijamente con la más profunda de las adoraciones que jamás antes alguien la había mirado—: Es normal, no estás acostumbrada a beber. Y limpie todo con magia, te tuve que cambiar de camisa, espero no te moleste... —añadió con vergüenza y Eleanor se enterneció al verlo lucir tan tímido con ella—. Además, algo bueno salió de todo eso...

—¿Qué? —cuestionó Eleanor.

—Aceptaste ir a una cita conmigo.

Las mejillas de la mujer se incendiaron y sorprendentemente, fue la primera vez que no se molestó en cubrirlo de él, había una nueva cercanía entre ellos que le hacía sentirse más confiada cuando estaba junto a él. Y Bill también lo notó.

—¿Aún quieres llevarme a una cita después de que te vomité? —insinuó tímidamente Eleanor, volviendo a bajar su mirada temiendo de su respuesta—. ¿Estás seguro?

Bill tomó su barbilla entre sus dedos y le sonrió mostrándole todos los dientes, las esquinas de sus ojos arrugándose por ello.

—¡Pero por supuesto que sí! —contestó con obviedad como si el sólo el hecho de insinuarlo fuera un insulto—. ¿Sabes cuánto llevo esperando esto? —los señalo a ambos y sonrió juntando su frente contra la de ella—. Ya debes saber que no me rendiré tan fácil hasta tener tu corazón por completo. —le dejó un beso rápido sobre sus labios antes de que ella pudiera contradecirlo—. Y será mejor que bebas toda la poción si quieres que el dolor de cabeza pase y te pueda llevar a nuestra primera cita. —señaló con su mentón la taza humeante que yacía en la mesita que estaba a lado de suyo.

—¿Primera? —curioseó Potter con una ceja alzada y una sonrisa esperanzadora tirando de sus comisuras.

—Oh sí, debo admitir que el romance se me da muy bien y mucho más cuando se trata de ti. —le guiñó un ojo y con un último beso robado sobre sus labios se alejó rápidamente de ella sin ver su atónita reacción ante sus palabras, le señaló la taza una última vez—. ¡Bébelo todo! —le gritó antes de salir de la habitación dejándola sola.

El corazón de Eleanor latía de manera muy rápida y no imaginaba a nadie robándole ese cacho de alegría que nunca antes experimentó, las mariposas no dejaban de revolotear a su alrededor y las manos seguían sudando ante el efecto de Bill Weasley.

Pero lo que él no se imaginaba es que ya se había ganado por completo el corazón de Eleanor.




—No, ni loca. —gritó Eleanor sin dejar de correr por toda la habitación huyendo de los intentos de Dahlia Bane por querer ponerle una lencería «sexy» debajo del atuendo para su cita ésa noche—. ¡Sobre mi cadáver!

—¡Entonces tendré que matarte, Potter! —chilló la rumana sin dejar de perseguirla mientras que la metamorfomaga se encontraba en la esquina de la habitación escuchando el caos con cierta diversión sin despegar la mirada de la revista muggle de maquillaje que tenía entre sus cosas Dahlia—. ¡Ya! ¡Entiende que sólo intento ayudarte! —replicó Bane, comenzando a molestarle la actitud de su compañera.

—¡No quiero! —sacudió la cabeza la azabache—. ¡Tonks, ayúdame! —le pidió protegiéndose del otro lado de la cama que la distanciaba de las garras de la morena—: Dile a Dahlia que lo mala que es su propuesta.

Pero Tonks no dijo nada sólo se encogió de hombros y subió su vista a la rumana antes de mirar a su mejor amiga.

—Pero estoy de acuerdo con ella. —dijo Nymphadora.

¡Ja! —se burló Dahlia mostrando su lengua.

—¿Qué? —Potter la miró boquiabierta y se mostró indignada—. ¡Perfecto! Estoy siento traicionada por mi mejor amiga. —agregó dramáticamente pero aún vigilando que la rumana no la atacara mientras estaba discutiendo.

Bane y Tonks rodaron los ojos.

—Te estás juntando mucho con Sirius. —señaló la metamorfomaga y justo en ese momento, Dahlia se había abalanzado encima del delgado cuerpo de la aurora Potter. Un quejido salió de los labios de Eleanor y una mueca de dolor se adueñó de su rostro—. Ouch. —dijo Nymphadora mirando a las dos mujeres adoloridas tiradas en el piso, sin embargo, se mantuvo en su lugar sin tener las ganas suficientes de levantarse a ayudarlas—. Deja de hacerte del rogar, Elle. No serías la primera ni la última que tiene sexo en su primera cita. —trató de animarla.

—¡Exacto! —musitó con dolor la rumana de acuerdo con la otra aurora rodando en el suelo para bajar encima del cuerpo de la lastimada Eleanor Potter. Se levantó con cuidado y se sentó al borde del mueble a los pies de la cama para regular su agitada respiración—. Y para eso es mejor que vayas preparada con algo más atractivo que unas bragas de conejitos. —agregó la morena levantando las panties de la tía de Harry con su dedo de manera despectiva.

El rubor quemó el rostro de Eleanor ante las risas de Nymphadora Tonks.

¡Oye! —se quejó Eleanor desde el suelo para luego arrebatárselas desde ahí—. Son mis favoritas y no tienen nada de malo... ¿Verdad? —miró a Tonks en busca de su aprobación pero la pelirosa sólo apretó los labios y sacudió su cabeza a los lados. Potter suspiró reincorporándose del suelo con ayuda de Dahlia Bane para luego tomar asiento a su lado con menos ánimo que antes—. Entonces sí es muy ridículo...

—No, no, de hecho es algo encantador, Elle. —dijo Dahlia poniendo su mano en el hombro de la joven con empatía—. Es sólo que no son las adecuadas para la ocasión especial.

—Bill y yo no tendremos relaciones... —trató de defenderse una vez más.

Ambas mujeres levantaron sus cejas y cruzaron sus brazos mirándola fijamente, Eleanor se sintió intimidada por sus miradas con un fuerte sonrojo decorando sus mejillas.

—Recuerda, Elle: una mujer precavida vale por dos. —declaró Tonks levantándose para extenderle el paquete nuevo de lencería que Dahlia le había conseguido a su mejor amiga.

Con desconfianza, Eleanor miró el paquete antes de tomarlo de manera rápida como si el sólo hecho de que sus amigas la vieran acceder la dejara en evidencia de que planeaba que ésa velada fuera más allá de lo que se pretendía en primer lugar.

—Será mejor que te apures si no quieres hacerlo esperar mucho... —tarareó Dahlia reincorporándose para tomar del brazo a Tonks y llevársela fuera del cuarto para darle más privacidad—. ¡Suerte! —dijo antes de cerrar la puerta.

Eleanor miró el paquete una vez más antes de comenzar abrirlo.

No había nada de malo en ir preparada para tener sexo en la primera cita con el mismo chico que le gustaba desde que era adolescente, ¿verdad?

Oh, Godric.

¿A quién iba a engañar? Eleanor no tenía ni una pizca de experiencia que sus amigas sí tenían. Nunca antes le resultó excitante la idea de tener relaciones sexuales con algún hombre... ni cuando estuvo en su corto tiempo junto con Ares Crouch.

Pero la idea de estar junto a Bill en toda la expresión de la palabra no le desagrado ni un poco, al contrario, se encontró más nerviosa y animada que antes.

«¡A la mierda todo!» se mentalizó agarrando un porte más lleno de seguridad. «Pondré mi felicidad por encima de todo por primera vez.»

Ella iba a ponerse primero, era su momento, Dahlia tenía razón. Merecía vivir la infancia y adolescencia que nunca pudo tener. Había madurado muy pequeña y no quería seguir haciéndolo...

Quería experimentar y quería hacerlo con Bill.





Tomó una enorme bocanada de aire antes de bajar el último escalón del vestíbulo. Allí frente a ella, a unos pocos metros suyos y de espaldas estaba Bill Weasley recibiendo lo que parecía ser una incómoda «charla» con Sirius Black y Remus Lupin. Ambos hombres con rostros serios (bueno, el animago se veía más divertido de asustar al pelirrojo mientras que el hombre lobo sí mantuvo su rostro sin expresión). Gracias a Merlín, ellos cuatro eran los únicos que estaban presentes allí, así Eleanor se evitaría la pena de pasar por todas las miradas de cada integrante del cuartel.

—Espero que no lo intenten intimidar. —dijo Eleanor atrayendo la atención por primera vez de sus hermanos, e ignorando el hecho de que ambos adultos la estuvieron ignorando por semanas. Pero no fue únicamente la de ellos dos, sino también la del pelirrojo que estaba de espaldas suyo.

Un jadeo escapó de los labios de Remus Lupin al ver a la pequeña hermana de su mejor amigo allí parada, a su lado Sirius Black igual parecía perplejo pero lo disfrazó con un guiño discreto y finalmente, el pelirrojo que tanto quería la joven se giró y detuvo su mirada sobre la de ella. Poco a poco sus ojos azules la recorrieron lentamente de pies a cabeza, admirando y adorando la belleza que era Eleanor Dorea Potter. Y es que, por más sencillo que aquel corto vestido blanco pareciera, ella lo hacía lucir muy hermoso.

Pero Eleanor no era la única que lucía magnífica ésa noche.

Bill Weasley era el hombre más guapo que nunca antes haya visto. Y aunque Eleanor amara sus camisas de bandas de rock y el estilo tan muggle que le encantaba usar, verlo usar una camisa blanca y una chaqueta de cuero era aún mejor. Todavía llevaba puesto su pendiente de dragón y parecía a ver rebajado un poco su largo cabello rojo (Molly debía estar emocionada por ése hecho) ahora lo llevaba un centímetro más abajo de sus anchos hombros.

Preciosa... —fue lo único que logró salir de los labios de Bill sin despegar la conexión de sus miradas mientras sus manos se encontraban y se entrelazaban despacio sin romper el contacto—. Eres la mujer más preciosa que mis ojos han tenido el privilegio de admirar, Eleanor.

Ella bajó su mirada un instante sintiendo una electricidad atravesando todo su cuerpo y cómo la sonrisa del pelirrojo crecía con satisfacción al provocarle ésa emoción.

—Gracias. —contestó Eleanor levantando su mirada nuevamente a la suya—. Tú te ves muy guapo también, Bill.

Un carraspeó los hizo salir de su momento romántico y ambos miraron a Remus Lupin que tenía sus brazos cruzados mientras Sirius estaba detrás de él viéndolos con una sonrisa feliz.

—Quiero que la cuides, ¿entendido? —habló Remus con un tono amenazador que Eleanor no había presenciado antes—. Cualquier cosa que le haga daño a Elle o llegue a ver una sola lágrima caer, te golpearé tan fuerte como mis poderes de hombre lobo me lo permitan.

—Lunático... —regañó Eleanor con vergüenza por la amenaza.

Pero el hombre lobo no le hizo caso y mantuvo su contacto con el primer hijo de los Weasley que miró de reojo a Eleanor con una suave sonrisa relajada. Él jamás podría hacerle daño, en todo caso, la única que tenía el poder de destruirlo a él, sería ella misma.

Bill asintió.

—La cuidaré con mi vida sí es posible. —prometió el pelirrojo.

—Entonces pueden ir a divertirse. —anunció Sirius empujándolos lejos de Remus que aún parecía dispuesto a darle más indicaciones al joven pero el animago se lo impidió. Antes de poder sacarlos de la casa, él señaló con su dedo de forma amenazadora hacia Bill—. Manos donde las pueda ver, Ben. —bromeó con una gigante sonrisa y los despidió—: Diviértanse, chicos... aunque no tanto. No hagan nada que yo no haría, ¿entendido? —pero tras pensarlo un segundo, Sirius negó rápidamente—. Mejor hagan todo lo que yo no haría, sí, mejor así...

La azabache no tuvo tiempo de devolverle la palabra cuando los había sacado fuera del cuartel de la orden.

La calle estaba solitaria y sólo era alumbrada por los pequeños faros de luz que se encontraban iluminando sobre la acera de la avenida.

—¿Estás lista para nuestra cita? —preguntó Bill extendiendo su mano nuevamente a la de Eleanor que la aceptó gustosamente amando la calidez de sus dedos entrelazados con los suyos.

—¿Debo estarlo? —curioseó la azabache.

—Sólo si confías en mí.

—Ya lo hago. —respondió Eleanor, dulcemente—. Confío en ti, Bill.

Disfrutando de su respuesta, Bill los hizo desaparecer del número 12 de Grimmauld Place.





Lo primero que sintió Eleanor al aparecer fueron sus tacones hundiéndose en algo suave y blando. No se había dado cuenta que tenía los ojos cerrados hasta que los abrió y pudo admirar de lo que se trataba. Era un mar, grande y rodeado de un acantilado. Se podía oír el constante flujo y reflujo de las olas, como la respiración de una criatura grande, dormitando.

A pesar de sólo ser alumbrado por la luna llena y no poder contemplar en todo su esplendor el azul de la marea, era simplemente hermoso y algo que jamás había visto hasta ahora.

Eleanor soltó la mano de su acompañante sin dejar de admirar lo que había frente suyo, todo un paisaje precioso y desconocido, más la sensación de las heladas brisas del viento salado chocando contra su rostro. No solo había duro sol u playas abarrotadas de sombrillas y muchedumbres; sólo estaba el enorme acantilado que los rodeaba embelleciendo más la noche y al alzar la mirada sólo estaba una intensa constelación radiando encima de sus cabezas, inclusive más cerca de lo que nunca antes había visto las estrellas.

—Sabía lo mucho que deseabas conocer el mar —murmuró Bill detrás suyo. Estaba tan cerca que podía sentir su espalda chocando contra su fuerte pecho y la respiración rozando contra su oreja mientras él le hablaba en voz baja, Eleanor se tensó—, y creí que no había mejor manera que mostrártelo desde mi lugar favorito.

Las manos le temblaron, sus labios se entreabrieron y se dio la vuelta para enfrentarlo percatándose de la cercanía de sus pechos subiendo y bajando despacio al ritmo de la marea.

—N-Nadie se había molestado en mostrármelo antes. —su voz se entrecortó y los ojos le lagrimearon. No, no estaba triste, era todo lo contrario—. Es muy hermoso y no tengo palabras para agradecer que lo hicieras.

Él se preocupó por el tono de la voz tan sensible de Eleanor que tomó su rostro entre sus manos limpiando con sus pulgares el rastro de lágrimas que ya estaban bajando, las caricias fueron muy delicadas. Bill siempre era delicado y suave con ella.

¿Cómo no pudo darse cuenta antes de lo mucho que lo quería?

—Ele...

—Estoy bien. —lo tranquilizó poniendo sus manos encima de las suyas y le sonrió tiernamente—. Creo que justo ahora nunca he sido más feliz en toda mi vida. —sollozó entre pequeñas risas nerviosas escuchando los latidos de su corazón con fuerza—. Soy muy feliz y tú eres el único culpable, William Weasley.

—Y haré lo posible porque siga siendo así por muchos años más. —cortó la distancia por completo entre los dos para besarla. Era un beso lleno de sentimientos, felicidad, adoración, devoción y sobre todo: amor.

Las manos de Eleanor terminaron posándose en su pecho e hizo puños la chaqueta negra del rompe maldiciones cuando se aferró más a sus besos. Lo deseaba, quería estar más cerca de lo que jamás estuvo con alguien, quería conectarse en todos los sentidos con su hermoso pelirrojo. Y a Bill no le importaba nada en ese momento que no se tratara de ella, la mujer que tanto había esperado para estar a su lado.

El agarre del chico cayó desde su mejilla hasta su cadera trazando en el transcurso la figura de su chica, el beso se fue haciendo más ferviente ambos logrando perderse en la pasión; siendo eso lo que siempre han querido. No se dieron cuenta cuando de pronto, la chaqueta de Bill se deslizó hasta caer sobre la arena y los dos de pronto cayeron a su lado. Los dedos de Eleanor se enredaron entre el cabello de él provocando que un gemido gutural escapara de su garganta avivando más el fuego creciendo entre los dos.

Sus lenguas se encontraron y en un instante los dedos de él estaban en el borde de su vestido haciéndolo volver en sí. Había permitido dejar que las cosas se descontrolaran y a pesar de lo mucho que la deseaba, no quería hacer algo que la hiciera arrepentirse después. Lentamente terminó el beso y recargando su frente contra la suya para recuperar el aliento sintiendo su pecho subir y bajar.

Verla lucir tan caliente no le facilitó más la dureza que crecía en sus pantalones. El labial pálido que Eleanor traía puesto había desaparecido y sus labios se encontraban hinchados y apetitosos.

—Me estás volviendo loco con todo esto... —murmuró en voz baja, los claros ojos aún manteniéndose sobre los suyos—, pero aún no hemos cenado, preciosa.

—La cena puede esperar, Bill. —repuso Eleanor tratando de volver a unir sus labios con los de él pero volvió a alejarla con suavidad.

—No es sólo eso, también quiero que estés segura de que esto es lo que quieres, El. –sacudió la cabeza—. Cuando estemos juntos quiero que sea algo mágico, como tú lo eres para mí. Lo mereces.

Ella le sonrió con el rubor brillando en su cara, extendió su mano para sostener la mejilla del chico, el toque siendo lo que relajó instantáneamente la agitada respiración de Bill.

—Estoy aquí con la única escasez de valentía que me queda diciéndote que quiero estar contigo. —susurró Eleanor en voz baja con los nervios a flor de piel—. Ahora no estoy borracha ni tampoco he huido... Yo quiero estar contigo, Bill. Estoy completamente segura de que es a ti a quien quiero. Sólo a ti.

Eleanor mordió su labio al ver la sonrisa de Bill, tan cálida, tan reluciente y hermosa, sin embargo, mostraba ligero nerviosismo y emoción. Sí, emoción. Querían hacerlo, ambos en ese momento tan magnificó porque en realidad ninguno quería esperar más.

Las manos de Bill tomaron con fuerza (pero con delicadez al mismo tiempo), la pequeña cintura de Eleanor, quien alcanzó a cerrar sus ojos cuando sus labios volvieron a juntarse en un beso feroz, que poco a poco fue calmando sus ansias hasta convertirse en un beso lento, mientras que el calor y la pasión continuaba en el aire.

Bill se impulsó para cargarla, haciendo que Eleanor soltara una pequeña risa aguda, melodiosa, al momento en que se aferraba con fuerza del cuello del pelirrojo.

—¿Realmente estás segura, El? —susurró sobre sus labios, mientras sus narices se rosaban y su respiración pesada delataba lo excitado que se encontraba en esos momentos.

No tuvo que responder para saber la respuesta. Eleanor unió sus labios con los de Bill en un beso realmente desesperado.

Entre pequeños jadeos, logró musitar en voz baja—: Quiero... —junto sus labios nuevamente para morder el labio inferior de Bill, quien jadeo ante aquel acto—. Bill, quiero estar contigo. —confesó mientras jugueteaba con el cabello pelirrojo del chico entre sus dedos.

Bajó con delicadeza de sus brazos a Eleanor, quién observó con sus ojos grandes y bien abiertos a Bill, esperando el próximo movimiento.

Las manos de Bill tomaron delicadamente las caderas de Eleanor, aferrándose con fuerza de la joven y en un movimiento fue capaz de unir su cuerpo al de él, provocando que sus cuerpos estuviesen realmente cercas. Ambas almas entrelazándose y sus corazones latiendo el uno contra el otro en un compás de lujuria.

Estaban tan desesperados por estar juntos, que ignoraron el sonido de la tormenta que se avecinaba.

No fue hasta que las manos de Bill vagaron por la espalda de Eleanor, vagando hasta encontrar el molestoso cierre de su vestido. En solo un lento movimiento necesitaba para deshacerse de aquella prenda que tanto estorbaba. Y si fuera algo salido de un cliché más romántico, la primera gota de lluvia cayó fuertemente sobre su frente salpicando en el rostro de la pálida joven.

Los dos alzaron sus cabezas viendo el cielo oscuro y nublado. Eleanor parpadeo cuando una gota cayó esta vez sobre ella justo en su mejilla deslizándose hasta perderse entre sus pechos.

—¿Está...? —No pudo terminar, fue como si las nubes llevaban esperando descargar el agua por mucho tiempo, ya que las gotas comenzaron a caer fuertemente del cielo, siendo ligeramente dolorosas al impactar en sus cuerpos.

Ambos se miraron un tanto sorprendidos y de pronto, los dos soltaron una risa divertidos con la situación.

—¡Corre, El! —exclamó Bill con una pequeña sonrisa tomando la mano de la joven.

Los dos corrieron entre risas y pequeños gritos hacia una casa en la que Eleanor no había reparado antes, ésta se encontraba en una colina siendo realmente complicado caminar entre la arena que poco a poco comenzaba a ser mucho más pesada debajo de sus pies.

Tropezaron en un intento de subir a la colina y Eleanor cayó encima de Bill soltando una aguda carcajada nerviosa.

—¡Lo siento tanto! —se disculpó en un pequeño sonrojo, quitando el cabello húmedo de su rostro.

Con una gran sonrisa de enamorado, Bill la besó. El corazón del pelirrojo latiendo tan rápido como hace dos años cuando la volvió a ver después de tanto tiempo.

Se separaron debido a que las pequeñas risas en ese momento fueron más fuertes que la propia excitación que sus cuerpos sentían por el otro. Bill la sujetó con fuerza de la cintura al momento de pararse y la cargó entre sus brazos como si de una pareja de recién casados se trátase, continuando con su camino a la casa para encontrar un refugio.

—Merlín, eso fue divertido —confesó Bill bajando a Eleanor con cuidado al entrar a la casa.

Ambos sacudieron sus prendas y Eleanor observo detenidamente el lugar que se encontraba a oscuras; sin embargo, su mirada se posó en el abdomen desnudo de Bill, quién se había quitado la camisa, la cuál se encontraba llena de arena. La joven pasó la lengua por sus labios lentamente sin poder contenerse. Tenía a Bill por segunda ocasión en menos de 24 horas frente a ella sin camisa, sólo que con la gran diferencia de que esta vez ella no se encontraba ebria y estaba muy consciente de lo que realmente quería y necesitaba.

Bill al notar la mirada fija de la azabache, caminó lentamente hasta ella, le sonrió un poco al momento de juntar sus manos y se miraron a los ojos sintiendo una gran calidez, ante su cercanía.

—Deberías dejar de mirarme así. —susurró Bill rozando la punta de su nariz contra la de ella, respirando lentamente—. No quiero perder el control contigo.

Eleanor estaba nerviosa de que estuvieran solos después de tanto tiempo pero más que nada muy agradecida y excitada con la idea de que nadie los podría interrumpir. Con el calor apoderándose de su cuerpo húmedo por la lluvia, ella tembló al sentir las manos de Bill sobre los costados de su costillas.

—¿Y si qué si quiero? —susurró Eleanor mirando sus labios para después subir su mirada a él; encontrándose con que Bill ya la miraba hambriento. Los escalofríos de su mirada se colaron en su columna y jadeó al sentir las manos del pelirrojo apretarla contra su cuerpo—. Quiero estar entre tus brazos esta noche. No más rodeos, William. Te necesito.

El uso de su nombre en sus labios en una cercanía tan íntima le hizo perder la cabeza. Y no la iba a ser esperar, él mismo se moría por sentirla apretarlo hasta lograr que acabara.

—Y yo te necesito a ti más de lo que te imaginas, amor.

«Amor.»

Era la primera vez que la llamaba de aquella forma y le encantó. Eleanor puso sus manos en su cuello y se aferro a él en un otro beso mientras el pelirrojo deslizaba su mano dentro de su pantalón y sacaba su varita para hacerlos aparecer una de las habitaciones, exactamente la principal.

La joven gimió en sus labios al terminar la aparición para mirar la gran habitación en la que se encontraban, pero no duró mucho, no tenía tanta importancia para Eleanor en estos momentos ya que realmente quería hacer el amor con Bill, quería sentir sus manos recorrer su cuerpo y se moría por gemir su nombre. Así que cuando Bill quedo detrás de ella y bajo el cierre lentamente, Eleanor cerró sus ojos ligeramente nerviosa por ser su poco experiencia en el ámbito sexual pero emocionada porque sea con Bill con quien la descubra.

Un suspiro lleno de placer escapó de sus labios cuando los propios labios de Bill comenzaron a besar sus hombros y sintió como su vestido caía de golpe al suelo, sintiendo un peso menos de encima. Se giró lentamente sobre sus talones sintiendo su piel erizarse, Bill la observaba de arriba abajo detenidamente; quería memorizarla por completo, quería tomarse su tiempo para admirar la inigualable belleza de Eleanor Potter. Y mucho más cuando lo que hallo debajo del vestido era una lencería de encaje de color rosa palo que hacía resaltar la delgada y hermosa silueta de la aurora.

—¿T-Te gusta...? —preguntó torpemente Eleanor, menos valiente que antes. Ya la había visto semidesnuda sí, pero ¡había estado ebria y la pena no existía entonces! Ahora cada inseguridad se formulo en su cuerpo pero al ver los orbes azules del pelirrojo oscurecerse sin poder desviar del todo su mirada de su cuerpo un poder de confianza se acumuló. Se sentía hermosa y deseada por el hombre que ella quería, no había nada mejor que eso—. Dahlia me lo compró...

—Eres una diosa, El. Una hermosa y perfecta diosa... —confesó Bill sin dejar de apreciar y admirar su lencería. Tragó saliva y sonrió—. Recuérdame comprarle un regalo a Dahlia por esto después.

Una carcajada salió de Eleanor logrando relajarla más y de pronto, más tranquila y sus manos se posaron en el pecho de Bill y algo dudosa se paró de puntitas para besarlo de forma lenta y apasionadamente. Sintió las manos del hombre caer por su cintura nuevamente y la pegó a su cuerpo para así sentir ambos pechos (solo separados por el encaje) unidos con el otro. Eleanor no estaba segura de que era lo que estaba haciendo, en realidad, no recuerda haber recibido clases para prepararse para un encuentro íntimo y maldijo no haber sido más promiscua en su pasado, por lo que averiguando lo que debía hacer, ella bajó lentamente sus manos desde el pecho de su pareja hasta donde estaba la hebilla del cinturón de Bill, se sintió realmente torpe al no poder desabrocharlo.

—No te preocupes, amor... Yo te ayudo. —susurró Bill con voz grave, tomando las temblorosas manos de Eleanor (quién no lo había notado) antes de volver a besarlas con cariño.

Lo observo detenidamente quitarse el cinturón y como poco a poco se deshacía de su pantalón. Tragó saliva nerviosa y mordió su labio viendo la notable erección sobre los negros boxers ajustados. Él la tomó de la mano para guiarla hasta la cama, donde Bill quedó de espaldas sujetando las caderas de Eleanor.

Se sentó lentamente tomando a su chica a quien sentó ahorcajadas sobre él sintiendo su erección golpeando contra su núcleo, ambos gimieron al sentirse y se miraron a los ojos por unos segundos que se sintieron eternos. El corazón de ambos latiendo por el otro y tantas palabras queriendo salir de sus labios pero reteniéndolos en sus gargantas.

El amor y el deseo solo eran reflejados en ambas miradas.

No fue hasta que en un acto de valor Eleanor posó sus manos en el pecho de Bill y le dio un ligero empujón provocando que cayeran a la cama cuando iniciaron con los besos desesperados y apasionados. Eleanor gimió cerrando sus ojos cuando los labios de Bill comenzaron a besar el lóbulo de su oreja, y su mano vagaba por sus bragas, dando caricias que estimulaban a la joven a sentir un enorme e inexperimentado placer.

Lentamente, él metió dos de sus dedos por dentro de las bragas de encaje rosa palo de Eleanor, la cuál se aferró al cuello del pelirrojo y lo besó con más desesperación. Nunca en su vida había llegado tan lejos con alguien y se sentía tan bien que no quería que Bill se detuviera jamás.

—Estás muy mojada, El. —gruñó Bill sobre sus labios, viendo como Eleanor cerraba sus ojos y abría su boca para ahogar pequeños gemidos. Todo era tan erótico y a la vez tan inocente por los nerviosismos de su bella chica—. No, quiero escucharte, amor. —él le susurró volviendo a tocar su núcleo—. Dime si algo te incómoda y me detendré.

Las piernas de Eleanor temblaron al escucharlo y negó—: Solo no te detengas, Bill. P-Por favor... —rogó entre jadeos.

No tuvo que decir más para que Bill se sintiera con un poco más de confianza en continuar las caricias por el cuerpo de Eleanor, siendo ligeramente torpe, pero era solo cuestión de que sus nervios desaparecieran para poder dominar por completo. Él introdujo lentamente uno de sus dedos al interior de la vagina de Eleanor, comenzando a acariciar su hinchado clítoris, provocando que ella gimiera sobre su oído, donde se encuentra sus labios, ya que mantenía su cabeza apoyada sobre el cuello de Bill.

Aferró sus manos a la espalda de Bill soltando pequeños rasguños y el pelirrojo beso los hombros desnudos de Eleanor mientras continúa haciendo pequeños movimientos estimulantes dentro del calor de la joven.

El sonido de la lluvia golpear contra las ventanas quedó amortiguado cuando en la habitación lo único que era capaz de escucharse eran los gemidos placenteros de Eleanor.

Billy... —gimió su nombre avivando el fuego que él sentía por estar dentro de ella y arrancarle más gemidos con su nombre. Quería tener cada recuerdo grabado de ésta noche en su mente para siempre.

Pero lo principal y lo que Bill realmente deseaba era que Eleanor disfrutará por completo aquel acto íntimo que, así como era de amor, lo era de pasión y deseo. Por lo mismo, había recorrido con sus labios el vientre desnudo de la joven mientras susurraba lo mucho que la quería o lo hermosa que era, hasta que finalmente él llegó a su intimidad.

—¿Estás segura? —preguntó Bill mirandola fijamente antes de seguir.

Eleanor era una manojo de nervios en la cama con su cabello negro azabache extendido sobre el, era realmente excitante la imagen de ella siendo completamente suya.

Ella asintió levemente aturdida por el placer. 

—No te detengas, por favor —pidió sin saber realmente que era lo que Bill le hacía pero suficiente para que su adorado chico de ojos azules continuara sus movimientos.

Él lentamente tomó las bragas de su chica y las bajó hasta sacarlas por completo de su vista, lanzandolas a cualquier rincón de la habitación. Bill se tomó un momento para admirar su núcleo húmedo todo provocado por él. Solo él.

El rostro de Eleanor ardía y trató de cerrar sus piernas por la intensa mirada del pelirrojo pero él no se lo permitió y la miró fijamente al rostro.

—¿Confías en mí? —preguntó nuevamente Bill, muy excitado.

Eleanor relamió sus labios y con nerviosismo asintió.

—Completamente...

Él le sonrió.

—Entonces abre las piernas para mí, amor. —le pidió el pelirrojo acariciando sus muslos desnudos con ternura. El corazón de Eleanor latiendo muy rápido y agitado por sus palabras—. Quiero darte placer esta noche.

Eleanor respiró profundamente y poco a poco fue abriendo las piernas para permitir que Bill se colocará entre ellas poniendo sus muslos encima de sus hombros y quedando su rostro a unos centímetros de su calor.

—Te quiero. —le confesó Bill antes de pasar su lengua sobre sus labios vaginales provocando que Eleanor gimiera con fuerza y no pudiera asimilar las dos palabras de su chico, sus piernas temblaran un poco al contacto. Tomó de los muslos a Eleanor para abrir un poco más sus piernas y sumergió su lengua en su húmeda entrada, dando pequeñas lamidas que provocaban que la azabache se aferrara con todas sus fuerza las manos sobre la sabana mientras repetía el nombre del pelirrojo en voz baja y suplicaba por que continuara haciéndolo.

El pene de Bill ya estaba muy hinchado y le apretaba bajo su ropa interior por el deseo de entrar en Eleanor y escucharla gemir su nombre mientras le hacía el amor hasta el cansancio, pero por antes que nada, el temía lastimar a Eleanor. Debía ir despacio y darle todo el placer que pudiera, lo que menos deseaba era herirla.

—Bill, por favor... —suplicó la joven ladeando un poco su cabeza. Merlín, Bill creyó que reventaría al ver la semejante imagen que tenía debajo suyo: la piel de Eleanor se encontraba con una ligera capa de sudor y sus orbes chocolates estaban dilatados y más oscuros reflejando el inmenso placer que tenía y la enorme desesperación de acabar.

Él dio una última lamida disfrutando del dulce sabor de Eleanor y repartió pequeños besos sobre su ingle hasta pararse de la cama. Se quitó sus boxers lentamente y Eleanor mordió su labio jadeando al ver el erecto pene de Bill. Se sentó un poco con las manos aferradas a las sábanas y Bill se hinco en la cama nuevamente, para tomarla por las caderas jalándola más cerca suyo.

—¿Todo bien, amor? —preguntó Bill en tono ronco.

Asintió lentamente con su cabeza, viendo aún el grande y erecto miembro del hombre desnudo, mordiendo su labio.

Las manos del pelirrojo vagaron por las piernas desnudas y delgadas de Eleanor, torpemente logró juntarla hasta él y se recostó sobre ella sin dejar caer su peso por completo, recargándose en su propio brazo para mantener su peso estable y no aplastarla. La punta de su pene rozó contra el núcleo caliente de Eleanor quién cerró sus ojos para recibir los labios de Bill sobre los suyos probando allí mismo su propio sabor.

Vagó con sus manos por los pechos de Eleanor, acariciándolos con cuidado y sin ser brusco; no quería incomodarla.

—¿Esto está bien, El? —susurró Bill sobre sus labios.

Ella sólo pudo formular una palabra—: S-sí.

Poco a poco, comenzaron a dejar de lado la timidez y él pudo desabrochar con una sola mano el seguro del brasier de la hermosa joven, despacio ella fue ayudándolo a sacárselo solo para acabar viendo esos montículos que no eran tan grandes pero tampoco pequeños, lo suficiente justos para que el pudiera colocar su mano sobre ellos y amasarlos entre sus dedos. Nunca imaginando que algún día podría estar así con ella como se encontraba ahora mismo, entregándose a él. Las manos de Eleanor también dejaron de lado sus nervios y se permitió acariciar el cuerpo de Bill, ambos tocándose por todas partes, besándose y probándose, dispuestos a conocerse, gemían sin miedo a ser escuchados y se miraban con deseo y amor.

Todo hasta que el pene de Bill rozó justo en la entrada de Eleanor y la joven apretó sus brazos.

—Por favor... —rogó Eleanor sin poder esperar más a estar unida a él.

Bill sonrió besando su frente con cariño y luego susurró:

—Dime, El. ¿Es tu primera vez? —curioseo Bill, tratando de que ella no desviara la vista de la suya. No quería incomodarla ni nada, sólo quería asegurarse para no lastimarla y ella con un fuerte rubor, asintió. El pecho de Bill se calentó y sus miedos se asomaron—. Amor, quiero que sepas que si no estás segura de todo esto podemos detenernos ahora. No tienes que hacer nada que no quieras.

Los ojos chocolates de la azabache brillaron y su corazón logró hincharse más en su pecho.

Ahí justo en ese momento, se dio cuenta que no podía estar más enamorada de Bill Weasley.

En ese momento fue la primera vez que Eleanor tenía dos palabras atoradas en su garganta que temían salir...

—Quiero que seas el primero, Billy. —susurró en voz tan baja y sincera que a Bill se le fue imposible no derretirse aún más por ella—. Y ahora si nos dejamos de ser tan cursis, quiero que me hagas el amor de una vez si es posible.

Una sonrisa gigante se asomó en la boca del primogénito Weasley y unió sus labios en un beso fugaz.

—Como tú digas, mi amor.

Él logró tomar su varita mágica y realizó un hechizo de protección sobre su miembro bajó la atenta mirada de Eleanor, quién tenía sus hermosos ojos chocolate chispeantes, como si estuviese a punto de llorar.

Oh, Bill sospechaba que ella iba a hacerlo.

Intento penetrarla lentamente, escuchando el primer gemido doloroso por parte de Eleanor. Bill apretó sus labios algo nervioso, no quería lastimarla, pero ella se encontraba realmente apretada. Tomó su pene para guiarlo hasta la entrada de Eleanor y levantó su mirada para ver como lagrimeaba un poco.

—Hazlo, Bill. —suplicó Eleanor en un jadeo desesperado en busca de aire—. P-Por favor.

—No quiero lastimarte, amor. —temió Bill y ella buscó su mano para entrelazar sus dedos.

—Nunca lo harías.

Confiando en sus palabras, él apoyó una mano sobre la cadera de Eleanor y se impulsó para penetrarla. Bill alzó su cabeza gimiendo al sentir como sus paredes le apretaban con fuerza y escuchó su nombre salir de los labios de Eleanor logrando ser el estimulante que él necesitaba para seguir adelante. Se inclinó sobre ella para comenzar hacer lentos movimientos que seguían siendo lastimosos para Eleanor.

—Dejará de doler, amor. —aseguró Bill sobre sus labios—. Lo prometo.

Eleanor asintió confiando en su Bill con las pequeñas lágrimas transparentes saliendo de las esquinas de sus ojos.

Poco a poco, lo que él le prometió se cumplió.

M-Más... —gimió Eleanor con fuerza—. Más rápido...

Las embestidas se volvieron más rápidas y los gemidos más placenteros que lograban escucharse. Eleanor se aferró a la espalda de Bill rasguñándolo con sus uñas y el rompemaldiciones soltó un quejido pero nada que no pudiera soportar.

Era tan excitante el verla gimiendo y pidiendo más de él debajo suyo, se sentía en el cielo. Estar con ella era eso... El cielo.

Se besaron desesperadamente y las manos de Eleanor comenzaron a acariciar el cuerpo de Bill hasta llegar hasta su rostro, donde tomó las mejillas del pelirrojo con deseo y amor para besarlo con ferocidad.

—¡Bill! —gritó con fuerza arqueando su espalda—. ¡Bill.. Bill..! ¡C-Creo que...! ¡...Ah!

Él pudo observar como Eleanor cerraba sus ojos y gemía agudamente.

—Maldición, Eleanor —gruñó Bill apretando con fuerza la cadera de la joven sin dejar de penetrarla con fuerza—. Ven por mí, vamos amor... Acaba para mí.

La joven gimió con más fuerza lo que sólo lo incentivo a penetrarla más rápido haciendo las embestidas más fuertes y solo un poco bruscas, sin molestarle a ninguno, ambos estaban por llegar al clímax.

—¡Bill...!

—¡El...!

Gritaron los dos el nombre del otro, las piernas de Eleanor le temblaron y soltó un pequeño grito satisfactorio cuando se corrió para segundos después el mismo Bill acabara también en la cúspide de su orgasmo, miró a su hombre como si fuese lo más hermoso de este mundo y sus manos cayeron a la cama sintiendo su cuerpo perderse entre los espasmos del orgasmo.

Bill esperó unos momentos antes para recuperarse para poder salir de la intimidad de Eleanor y se dejó recostar a su lado con aire exhausto y con el sudor cubriendo ambos cuerpos. Pronto, los dos se buscaron al otro para refugiarse entre sus brazos, el calor de sus cuerpos sudorosos pegados al otro mientras sus corazones se recuperaban de los agitados movimientos que hicieron para demostrarse su amor. Eleanor cerró los ojos siendo abrazada por Bill, quién beso su frente entre respiraciones aceleradas.

—¿Estás bien? —le preguntó Bill en voz baja, sin dejar de estar preocupado por lo que ella sintiera.

Una boba sonrisa tiró de los labios de la chica y alzó su mirada para esparcir por toda su mandíbula pequeños besitos.

—Nunca estuve más feliz en mi vida como ahora —le respondió Eleanor.

Los dos sonrieron al otro mientras Bill aprovechaba para acariciar el cuerpo de su amada.

—¿Sabes? —musitó Eleanor de pronto, pasando su dedo por el pecho del hombre trazando figuras invisibles por él.

—¿Mhm?

—Tengo hambre...

—Entonces tendré que calentar el menú que te preparé esta noche...

—¿Lo podemos comer aquí en la cama? —sugirió Eleanor con ternura. Y Bill asintió.

—Sólo si me dejas comerte a ti después. —bromeó Bill.

—Mmm... Tendré que pensarlo...

Bill no pudo evitar reír y besarla nuevamente con fervor.

Y así, los dos enamorados se mantuvieron en la cama disfrutando el tiempo perdido entre muchas tensiones y miedos, mientras a varios kilómetros de distancia un rayo había caído en el número 12 de Grimmauld Place con una fila de tormentas en su espalda que nadie sabía como contener.

Nota de autora:

Ya sé, ya lo sé. Soy la peor, créanme, me merezco irme al tártaro sin retorno por haberlas hecho esperar tanto pero ¡tengo mis motivos y justificaciones! Mi laptop no andaba bien, entonces están reparándola pero gracias a las fiestas se ha hecho imposible que el técnico pueda entregármela soooo, este capítulo fue escrito en el celular porque no quería dejarlas sin nada por saber cuántos días más. Entonces, en cuánto tenga mi lap de regreso subiré el maratón prometido que no se me olvida...

A que no se esperaban esto, ¿veda? La verdad recibí mucha ayuda porque je soy primeriza en el smut y obvio tenía que ponerlo porque sé que muchas (yo incluida) aman los detalles. Soooo, espero que les haya gustado.

¿Qué les pareció eh? ¡Quiero leerlas y saber que piensan que sucederá ahora!

¡Nos leemos pronto!

Besos enormes y
feliz año nuevo,
Fergie 🦋

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