xliii. Feminidad
CAPÍTULO CUARENTA Y TRES;
FEMINIDAD
El 31 de Julio fue quizá el día más difícil para Eleanor Potter. Era el cumpleaños de su adorado sobrino y no podía pasarla junto a él, mucho menos ir a buscarlo para que estuviera junto a ella. Saber que Harry la pasaría solo y con el inhumano desprecio de los Dursley era una carga muy grande de culpabilidad para la joven.
Así como también lo era no poder contestarle con la verdad a cada una de sus cartas preguntando cuando ella lo iría a buscar. Teniendo siempre que responderle con un: «pronto» e ignorando las siguientes respuestas cómo: «¿Cuándo es pronto para ti?».
Mentir nunca se le había dado bien, en pocas palabras, Eleanor era pésima haciéndolo, siempre terminaba siendo descubierta y admitiendo la verdad. Por eso, cuando lo debía hacer con su sobrino era mil veces peor. Las órdenes de Albus Dumbledore sobre mantenerse distante de Harry por su protección no eran fáciles. Y aún más cuando el mismo mundo mágico estaba en su contra al redactar uno de los artículos más falaces que podían existir.
«La tía del niño que sobrevivió; Eleanor Potter, admite públicamente que su sobrino no se encuentra en las mejores condiciones mentales. Lo que le ha llevado a inventar los dolores en su cicatriz y el supuesto falso regreso de Quién-Ustedes-Saben.
La joven empleada del departamento de Aurores, está muy apenada por los siniestros sucesos del Torneo de los Tres Magos y el horrible accidente que se ocasionó con el estudiante fallecido, Cedric Diggory...»
—Deja de leer esa porquería —dijo Charlie arrebatándole el ejemplar de El Profeta de las manos para luego lanzarlo a las ardientes brasas de la chimenea. La joven se hundió más en el sillón donde se encontraba y abrazó sus piernas sin quitarle la vista al periódico mágico que se consumía con suma rapidez frente a sus ojos—, sabes muy bien que todo lo que dice allí es mentira.
Se hincó frente a su mejor amiga para poder verla fijamente, la azabache tratando de ocultar sus ojos chocolates aguados en las lágrimas que ardían.
—Nadie cree esa basura. Todos saben que El Profeta dice mentiras. —él trató de razonar.
La joven sacudió la cabeza levemente y con su muñeca limpió una lágrima empezaba a resbalar por su mejilla.
—Pero Harry no lo sabe. —musitó Eleanor con fragilidad. Últimamente se sentía de esa manera—. Y no puedo ir a verlo para explicarle lo que sucede. Estoy segura que es por eso que no me responde mis cartas...
—Él lo entenderá cuando se lo expliques. Sabe que lo amas, nunca harías algo que lo pudiera lastimar.
—¿Y si no...?
—Entonces Bill le golpeará, en lo personal, creo que le gustaría hacerlo... —bromeó Charlie haciendo soltar una risita a Eleanor por primera vez en el día. Un sonrojo cubrió sus mejillas y el dragonalista le sonrió con ternura—. No te desanimes, Elle. Recuerda que haces todo esto por algo: proteger a Harry.
La azabache asintió apretando sus labios y lo rodeó del cuello para abrazarlo recargando su barbilla en su hombro, siendo correspondida por su amigo casi inmediatamente.
—Gracias. —le agradeció Eleanor, cerrando sus ojos brevemente.
El dragonalista la apretó cerca suyo sintiendo una oleada de tranquilidad por la cercanía de la chica que creía amar pero el recuerdo de su hermano junto a ella, le hizo sentir mal por tener esos pensamientos.
Un carraspeó los interrumpió haciéndolos separarse para desviar sus miradas a la entrada donde estaba una chica de larga cabellera negra y ojos platinados, observándolos mientras sostenía en su mano izquierda una taza humeante y en la otra una caja mediana de color rojo. Era Cassiopeia Black, luciendo tan hermosa y con las mejillas sonrosadas mientras miraba a los dos amigos con un brillo afligido en sus ojos.
—Te traje té. —anunció la menor tímidamente hacia Eleanor que la miraba con breve aprensión. Las dos últimas semanas habían sido como una montaña rusa de emociones por parte de la menor para con la aurora, ya no la trataba con hosquedad como lo venía haciendo desde hace un año, no. Era distinto, era como ver la parte madura y humilde de la chica Black, quizá su cambio se debía a que ya no seguía pensando en un posible intercambio de sentimientos con Charlie Weasley y ella (posiblemente) pero la nueva actitud de la hija de Sirius con Eleanor era más amable—. No sabía como te gustaba y Tonks no supo decirme algo mejor que no fuera: «Mejor emborráchala». —explicó más apenada que antes y la aurora sonrió, incitándola a acercarse junto con ellos, cosa que alegró más a la niña que no dudo en hacerlo hasta detenerse a unos pocos centímetros de donde estaba el dragonalista, evitando mirarlo, se dirigió a la tía de su amigo—. Oh, imaginé que hoy (en el cumpleaños de Harry) no te sentiría bien y pensé en compartirte de mi caja mágica.
—¿Caja mágica? —curioseó Charlie con interés mientras Eleanor recibía gustosa la taza humeante—. ¿Qué es?
Cassiopeia lo observó con una sonrisa confiada y sacó la tapa de la caja dejando a la vista lo que contenía.
Chocolate. Muchos, en realidad, la caja era mucho más grande de lo que parecía cuando veías lo que había dentro, todos de distintas marcas.
Oh, Remus Lupin se volvería loco si la encontrara.
Y como si leyera los pensamientos de Eleanor, Cassiopeia le explicó con cariño de que se trataba:
—Cuando Reggie y yo éramos más pequeños, tío Ares no nos dejaba comer tantos dulces porque decía que nos haría daño, blah... blah... —rió sentándose a un lado de Charlie en el piso con las piernas cruzadas y colocando la caja en las piernas de la joven Potter, todo bajo la atenta mirada del dragonalista—. A mi siempre me ha gustado romper las reglas, entonces desde que mi tío nos lo prohibió, yo decidí que era momento de independizarme y hacer mi propio contrabando de golosinas, en especial: el chocolate. Mi favorito. —agregó con cierta nostalgia por el recuerdo.
La pequeña sonrisa de Eleanor recayó ante la mención del auror y bajó la taza de sus labios.
—¿Sabes algo...? —cuestionó Eleanor sin tener palabras para terminar su pregunta. Después de la pelea con Severus Snape, nadie supo nada de más de la ubicación de Ares Crouch, prácticamente él había desaparecido ante todos sin decir el por qué. Y Eleanor no paraba de pensar en eso desde entonces—. ¿Se ha comunicado con ustedes?
La chica Black sacudió la cabeza y suspiró.
—Yo no tengo la mejor comunicación con él pero Alphard sí, y tampoco sabe nada. —contestó Cassiopeia con tristeza—. Mi hermano piensa que papá le dijo algo que lo hizo enojar...
—Quizá ha estado muy ocupado en el trabajo. —dijo Charlie pero la chica volvió a negar.
—No lo creo, tío Ares no es de los que desaparece tanto tiempo...
Pero Eleanor no estaba tan segura, ella tenía un mal presentimiento que solo empeoraba con la nueva actitud de sus hermanos: Sirius y Remus. Los dos habían optado por comenzar un juego llamado «ignorar a Eleanor Potter» y a ella empezaba a molestarle aquello. Cada que entraba a una habitación donde ellos estuvieran, Black era el primero en salir huyendo usando las peores excusas cómo «Se me olvidó que debo limpiar la sala» cuando claramente él era de los que no ayudaban al aseo del hogar, incluso disfrutaría ver a Grimmauld Place derrumbarse frente a él antes de levantar un dedo para limpiar. Y el hombre lobo huía detrás de su amigo, evitando a toda costa cruzar palabras o miradas con la joven.
Esto se volvía personal y decir que eran los únicos sería mentir porque no era así.
Bill Weasley era otro que también parecía gustarle ese nuevo jueguito, haciendo que Eleanor se cuestionara si realmente estaba haciendo algo mal.
Cuando el ejemplar de El Profeta se publicó todos le dedicaron miradas apenadas a la azabache pero todos a excepción de Charlie, Dahlia y Tonks (quiénes se habían vuelto más cercanos) habían consolado a la aurora. Y bueno, aunque lo agradeciera, lo único que Eleanor quería en ese momento era tener a Bill y a sus hermanos junto a ella pero parecían más ocupados huyendo de ella u haciendo otras cosas mucho más importantes.
De pronto, el té comenzó a sentarle mal y quiso regresar a su rincón (la habitación que ocupaba en Grimmauld Place) para alejarse de todos.
Era oficial: Eleanor Potter estaba deprimida.
—Gracias, Cassie. —dijo Eleanor en voz baja—. Me siento mejor, sólo necesito descansar un poco. —añadió levantándose con cuidado del sillón dejando la taza media vacía sobre la mesita.
—¿Segura? —preguntaron Cassie y Charlie con genuina preocupación, los dos se habían reincorporado y la miraban como si fuera a quebrarse delante de ellos.
Eleanor detestaba lucir tan vulnerable y dar lástima quizá por eso su respuesta sonó más agresiva de lo que pretendía.
—Sí. —respondió duramente. Tanto la chica Black como el dragonalista retrocedieron un poco por la frialdad que podía desprender Eleanor cuando estaba molesta. Arrepentida por su tono, habló con uno más suave—. Perdón, sólo... sólo no es mi día.
Sin decir nada más, Eleanor salió de la sala dejando a los dos jóvenes más preocupados que antes.
★
Al llegar a su habitación, Eleanor cerró con fuerza la puerta detrás de ella sobresaltándose al ver a una silueta delgada sentada cómodamente encima de su cama.
—Uy, como que nos despertamos bravas, ¿no?
Eleanor rodó los ojos sin humor y se dejó caer a su lado enterrando la cabeza sobre su almohada ahogando varios gritos frustrados que se considerarían inexplicables y pero para la persona a su lado eran comprendidos a la perfección.
—¿No gustas desahogarte conmigo en alcohol o prefieres seguir gritando como una loca? —ofreció Dahlia, sin dejar de concentrarse en pintar sus uñas del pie—. Y por favor, deja de moverte que me saldré de la... ¡Ugh! ¡Ya me manché! —chilló la rumana mientras con una toallita comenzaba a limpiar los rastros de barniz.
La azabache se ladeó un poco sobre su costado izquierdo para mirar a la aurora con la que venía compartiendo habitación desde su repentina llegada y con la cuál había logrado congeniar muy bien. En una sola noche pudo saber más sobre su vida que el mismo Charlie Weasley con el cuál había hecho un pacto de ser su «amigo con derechos». Y sí, los detalles sobre sus encuentros sexuales habían sido muy específicos traumando casi por completo a la tía del niño que sobrevivió mucho más cuando ella no los había pedido.
Encima, lo que logró unirlas más fue encontrar un poco de deshago emocional en ella y Dahlia parecía más que gustosa de ayudarla con ese torbellino de pensamientos estúpidos que la rodeaban. Entre ellos, el miedo que sentía de ser tan vulnerable por alguien como ella lo era por Bill Weasley.
—Pero yo no tomo... —admitió Eleanor con vergüenza. Realmente nunca pudo romper alguna regla u tener algo que fuera considerado una «tontería de adolescentes». No tuvo su adolescencia normal y hormonal como el resto, ella sólo pensaba en mantener orgulloso a su hermano James y hacerse cargo de su sobrino Harry... Nada más.
La morena se giró rápidamente en su lugar y la miró con tanto pánico en sus ojos negros que la asustó de haber dicho algo fuera de lugar.
—¡¿Qué tú qué...?! —dramatizó Dahlia llena de rareza e incredulidad—. ¡Oh, por Morgana! ¡Eso quiere decir que yo te quitaré tu virginidad esta noche!
—¡¿Qué?! —escupió Eleanor estupefacta y la rumana se carcajeó negando.
—Oh, tontita, me refiero a que te daré tu primer trago de alcohol. —explicó Dahlia más relajada pero sin dejar de sonar emocionada por la idea—. Lo otro te lo hará Bill. Te voy advirtiendo que sí se mueve tan bien como su hermanito menor, no podrás dejar de sonreír en toda una semana. —le guiñó un ojo coqueta.
Decir que el rostro de Eleanor estaba en llamas por la idea era poco, su corazón latió muy rápido y un escalofrío recorrió por su espalda mientras Dahlia quitaba todas sus cosas de la cama y con su varita anunciaba un «accio» para sacar de su bolso una botella nueva de lo que se podría ver era whisky de fuego.
La rumana destapó la botella y se la extendió a la azabache que la miró con duda antes de volver sus ojos a los suyos.
—No estoy segura de esto... Hoy no fue mi mejor día y...
—¿No estabas enojada porque Sirius y Remus te ignoraban? —inquirió Dahlia con una ceja alzada—. ¿Y Bill? ¡Chica, no sabes ni lo que son y él no te ha dicho nada! —espetó con intrepidez—. Luego está tu sobrino y todo lo que has hecho por él. ¿No quieres dejar de pensar un poco? Demonios, Eleanor, eres muy joven y no te has dado la oportunidad de vivir un poco. Sin preocupaciones... solo ser tú.
Las palabras de la rumana eran tan ciertas que resultaban agobiantes. ¡Por Godric! Eleanor solo tenía veintidós años (casi veintitrés) y no se sentía joven, todo lo contrario, ella había vivido sin vivir. Era incoherente pero en su mente tenía mucho sentido, estaba enojada con Ares Crouch por desaparecer sin dar explicaciones, lo detestaba porque aún le importaba saber si estaba bien o qué le ocurría, estaba enojada con Sirius y Remus por ser unos idiotas con ella e ignorarla. Enojada con Harry por creerse todo lo que El Profeta decía y no dudar de su lealtad para con él. Con Lord Voldemort por haberle arrebatado a su hermano, a sus padres, a todos los que ella amaba y quitarle su inocencia... Y luego, ocupando el primer lugar de su molestia estaba Bill Weasley.
Oh, ése estúpido pelirrojo que nunca salía de sus pensamientos.
Le gustaba tanto que no podía enojarse con él aunque quisiera... su corazón se lo impedía.
En un arrebato digno de una Gryffindor (o una estupidez) ella quitó la botella de las manos de Dahlia Bane para llevárselo a la boca y dar un buen trago que mientras la morena le festeja, a ella le quemaba y ardía la garganta resultándose al principio desagradable pero después soportable.
—¡Eso chica! —la ánimo la rumana.
—M-Merlín... —alcanzó a decir Eleanor con la voz irritada después de beber—. Es asqueroso...
—Sí... Eso dije yo y ahora mírame... —se señaló a sí misma divertida antes de beberme de la misma botella con un trago más grande del que Eleanor había dado con anterioridad—. ¡Salud! —gritó la rumana poniendo su brazo alrededor de la aurora atrayéndola más cerca como si fueran viejas amigas.
—¿Por qué brindamos? —frunció el ceño Eleanor recibiendo nuevamente la botella.
—Mmm... —pensó Dahlia un momento y luego sonrió mostrando su dentadura blanca perfecta—: ¡Por nuestra feminidad!
—Pero...
—¡Feminidad dije!
Eleanor se encogió de hombros restándole importancia y con una sonrisa contagiosa por parte de su nueva amiga dijo con alegría:
—¡Por nuestra feminidad!
★
La primera botella se convirtió pronto en tres como arte de magia que encontraron sumamente divertido las dos chicas que se encontraban tiradas en el suelo únicamente en ropa interior gracias al calor que tenían en su cuerpo.
La diversión poco a poco paso a tristeza cuando las dos jóvenes recordaron que los dos hombres que ellas querían las ignoraban. Sí, a Dahlia Bane le interesaba muchísimo Remus Lupin y el hombre lobo se resistía a los encantos de la mujer rumana mientras que Eleanor Potter aún le lloraba a la botella como si se tratara del mismo pelirrojo que le estaba rompiendo su corazón.
—¿Por... qué no me... quiere? —decía entre el llanto Eleanor con las palabras tan amontonadas que apenas se le lograba comprender—. ¿Es porque no soy veela?
Dahlia Bane estaba a su lado con la cabeza recargada sobre su hombro con los mismos ojos llorosos que los de su compañera de habitación.
—A mí no me quiere mi lobito —sollozó la rumana—, ¿por qué no me desea, Ele? ¿Estaré muy gorda?
La azabache sacudió su cabeza con tanta fuerza logrando que la habitación comenzará a girar.
—No, no lo estás —la consoló Eleanor con un puchero—. Eres muy hermosa y te aseguro que él es un idiota.
—Pero es tu hermano. —repuso Dahlia con los ojos adormilados y sus mejillas empapadas.
—¿Y? Sigue siendo un idiota. —finalizó antes de darle otro trago a la botella encontrandose con las últimas gotitas cayendo en su nariz al no lograr apuntar bien a su boca. Soltó un quejido molesto y cerró los ojos haciendo que las últimas lágrimas cayeran—. Su amor por mí se acabó igual que la botella...
Al no haber una respuesta de la rumana, Eleanor giró un poco su cabeza solo para encontrar que la morena ya estaba dormida soltando pequeños ronquidos con olor al fuerte whisky de fuego.
La joven trató de reincorporarla para subirla a la cama pero al estar tan ebria falló haciendo que se le resbalara la chica golpeando su nariz contra el piso. La azabache aún media consciente trató de revisar que no tuviera sangre pero al encontrar que fue el puro golpe, gateando se acercó hasta la cama para jalar las cobijas y una almohada. En intentos torpes y tardando mucho más de lo debido a causa de los mareos, logró colocarle una almohada debajo de su cara y cubrirla a medias con la cobija.
Eleanor se sentó contra el baúl de los pies de la cama y sonrió tontamente al ver a tres Dahlias en el piso roncando.
Su estómago se retorció ante la imagen de los chocolates de la caja roja de Cassiopeia Black. Oh, cómo se arrepentía de no haber aceptado alguno antes de huir.
Tomando una bocanada de aire, se levantó del suelo y trastabillando logró llegar hasta la puerta para abrirla y salir de su recámara prometiéndole a Dahlia llevarle un chocolate más.
El silencio y la oscuridad del pasillo la recibió, sintiendo mucho frío se abrazó a si misma para poco a poco acercarse a los pies de la escalera y sentarse en ellos para comenzar a dar ligeros sentones para llegar hasta el vestíbulo. Con cada escalón que su trasero resentía por los golpes estaba segura que amanecería adolorida, pero trataba de hacer el menos ruido posible para no alertar ni a los chicos ni al resto de los huéspedes de la casa.
Podría haber pasada una eternidad cuando Eleanor sintió que ya estaba en el vestíbulo y al ver las feas cortinas viejas cubriendo el horrible retrato de la madre de Sirius le sacó la lengua infantilmente.
Conforme el alcohol estaba en su sistema se sentía mil veces más torpe y pequeña pero raramente, más segura y confiada (aunque no tanto al caminar). Se tenía que apoyar de las paredes y los muebles para llegar hasta la cocina en donde (Gracias a Merlín) se encontraba vacía y disponible para saciar sus antojos de madrugada.
Rápidamente e ignorando el golpe que se dio contra la mesa, se acercó al congelador muggle que Sirius había conseguido para su pequeña consentida hija, sabiendo que escondía varios recursos de paletas congeladas dentro. Y no se equivocó, al abrirlo una paleta roja brillante le sonrió a Eleanor (si era posible), ella no dudo en sacar el envoltorio de plástico y lanzarlo al piso para meterse la paleta en la boca.
El frío del dulce sabor a cereza llegó a su cerebro y aún doliendo, no dejó de chupar. Oh, cuánta hambre tenía. ¿Eso ocasionaba el beber tanto? No lo volvería a hacer, de eso estaba segura.
—Mierda.
Eleanor giró rápidamente teniendo que sostenerse de la puerta del congelador para ver a más de tres pelirrojos parados frente a la entrada de la cocina. ¿O era solo uno? Oh, Merlín, estaba tan jodida.
—¿H-Hola? —saludó con dificultad Eleanor sin sacarse la paleta de la boca.
Ella no podía verlo con claridad pero Bill Weasley tenía ambos ojos abiertos sin poder creer con lo que se acababa de encontrar. Era como si una de sus más oscuras fantasías se hubieran cumplido y pudiera ver a Eleanor Potter en ropa interior frente a él, luciendo maravillosa. Por más que tratara de evitar que su mirada recayera en los pechos de la azabache por respeto estaba siendo un sufrimiento porque le atraían demasiado y mucho más cuando las gotas de la paleta roja caían sobre ellos resbalándose lentamente hasta perderse entre ellos.
Tragando saliva y parpadeando se acercó hasta ella mirando sobre su hombro con temor a que alguien entrara y la encontrara semidesnuda.
—Demonios, El. —maldijo Bill con fuerza, al ver los ojos chocolates adormilados de la chica—. ¿Estás ebria?
—Uhm, n-no... —musitó como una niña pequeña que acababa de ser descubierta robando dulces—. ¿O sí? —soltó una risita.
—Acabarás sacándome canas verdes. —dijo el pelirrojo sacudiendo la cabeza y cerrando la puerta del congelador al sentir a la azabache temblar por el frío que pegaba en su espalda.
La cercanía del chico no era de ayuda cuando se encontraba malditamente caliente por culpa de la botella (sí, claro) tenerlo así sintiendo su respiración contra su rostro y más verlo sacándose el mismo su camisa de Nirvana dejando a la vista una gran figura que la hizo por poco atragantarse con la propia paleta. Oh, por las tangas calientes de Merlín. Bill Weasley había sido bendecido con una espalda ancha y unos fuertes brazos acompañados de un torso fuerte y lleno de cuadros que solo acababan en la V que llegaba a cinturilla de sus oscuros pantalones.
El pelirrojo se acercó más a Eleanor para cubrirla con cariño con su propia camisa mientras la hacía regresar de su caliente ensoñación con su bendito cuerpo, la camisa negra le llegaba por debajo de los muslos y aún así no dejaba de lucir tan excitante a los ojos del primogénito Weasley.
Tenía que mandarla a dormir antes de que hiciera algo estúpido, ella era mucha tentación para él pero principalmente ante todo, estaba su preocupación por su estado. Él quería saber que la había llevado a beber por primera vez cuando sabía que ella jamás lo haría por que sí.
—Ven, te llevaré a la cama. —le dijo Bill con suavidad tomando su mano pero ella negó deteniéndolo—. ¿Qué pasa, El?
—Bésame, Bill. —le rogó—. Por favor.
—Eleanor...
El pelirrojo se encontraba entre la espada y la pared porque Eleanor no se encontraba en sus cinco sentidos. No podía simplemente aprovecharse de ella, jamás podría, juntando que su auto control tenía un límite y el que solo la cubriera su camisa (que la hacía lucir aún más caliente que antes) no ayudaba más. Pero antes de que pudiera negarse, ella ya lo había jalado del cuello y presionado sus labios contra los suyos en un ferviente beso mezclado por whisky de fuego con cereza.
Las manos de Bill no sabían donde ponerse pero poco a poco con las logró colocar en su cintura acercándola a él, un gemido abandonó los labios de la joven al sentir un presión contra su vientre que solo logró encenderla más. Estaba molesta y excitada, todo fue depositandolo en el candente beso que desconcentró a Bill de sus pensamientos, poco a poco las manos del pelirrojo subieron por la espalda de la azabache hasta el broche de su sujetador en donde logró detenerse y separarse antes de que las cosas llegaran más lejos.
Un gemido quejoso salió de los carnosos labios de Eleanor y poco se dio cuenta que su paleta en algún punto entre el beso había caído de sus manos hasta el piso.
—¿Por qué no me quieres besar? —reprochó Eleanor con lágrimas en sus ojos–. ¿Por qué me has ignorado estas dos semanas?
A Bill se le rompió el corazón al verla tan afectada por su repentino alejamiento y él trató de acercarse para tocarla pero ella lo rechazó dejando revelar el profundo dolor que su indiferencia le provocó.
—Sé que no hemos aclarado lo que somos y que fui muy tonta al tardarme en dar cuenta que eres tú. —Eleanor sorbió su nariz y trató de mantener su mirada con la azul ajena pero era difícil. Joder, cuánto lo quería—. Eres tú, Bill. Siempre lo has sido desde que estábamos chicos, y he sido una tonta porque me he tratado de convencer que no es así pero no puedo. Yo... yo... —movía las manos tan rápido con desesperación en busca de las palabras adecuadas para sacar lo que se tenía guardado—. Ya no sé que hacer para que te des cuenta que soy una cobarde y por eso no puedo admitir lo que siento estando sobria. Es difícil y me da miedo enamorarme pero no puedo detenerme.
—¿Estás enamorada de mí? —preguntó Bill en voz baja con mirada atónita.
Eleanor sollozó más fuerte y se cubrió el rostro con ambas manos mientras asentía fervientemente para después despeinarse con frustración.
—¡Sí, idiota! ¡Estoy muy enamorada de ti...!
La única respuesta que recibió fueron los labios de Bill besando los suyos con delicadeza mientras retiraba las lágrimas secas de sus pálidas mejillas.
—Y yo estoy locamente enamorado de ti desde el momento que me llamaste «Billy». —confesó Bill con una sonrisa enorme en su rostro—. Me fue imposible no enamorarme de mi mejor amiga.
—¿En serio? —susurró Eleanor viéndolo fijamente con los ojos cristalinos.
Fue el turno de Bill de asentir con euforia llenando el corazón de Eleanor de un sentimiento indescriptible, colapsando por todas las emociones que desbordaban desde la raíz de su cabello hasta las puntas de sus pies.
—¿Y por qué me ignoraste todo este tiempo? —le reprocho con un dedo acusador en su pecho—. Me hiciste sufrir mucho, idiota.
Bill negó con una sonrisa gigante, nunca antes viéndolo tan feliz como lo era en ese momento entre los brazos de Eleanor Potter.
—Porque efectivamente soy un idiota que se le olvidó preguntarte para ir a una cita conmigo que te he estado preparando todas estas semanas para que sea perfecta.
—Sí, eres un idiota. —rectificó Eleanor con una sonrisa feliz antes de golpearle el pecho de manera juguetona—. Pero eres mi idiota.
—Sí lo soy. —respondió con los ojos brillantes sobre los suyos—. ¿Entonces? ¿Me harías el honor de tener una primera cita conmigo?
Las mariposas revoloteaban en el estomago de Eleanor tan grandes como si se trataran de bludgers luchando contra las snitches doradas.
—Sólo si te pones una camisa. —Bill frunció el ceño sin comprender—. Estoy a punto de saltarme a la quinta cita sino lo haces. ¿Qué no te has mirado en un espejo? Merlín, eres perfecto.
Una risa fuerte salió de los labios del pelirrojo y con las esquinas de sus ojos arrugados junto su frente con la de la joven.
—Recuérdame emborracharte más seguido, al menos así sé lo que piensas de mí. —dijo con tono juguetón.
—No te aproveches de mí, William. —gruñó Eleanor y lo señaló—. Ahora llévame cargando a la cama.
—Pero...
—Esa tontería de ignorarme por una cita la pagarás caro, empezando por cargarme hasta el tercer piso. —le ordenó Eleanor.
Bill no dudo en hacerlo porque aunque lo fingiera, para él sería un placer llevarla cargando, uno muy doloroso y placentero.
nota de autora;
Buenoooooooo, les traigo este regalito adelantado. Me estoy apurando para recompensarles el maratón que les estoy preparando para el 25 de Diciembre de 5 capítulos nuevos de Warrior por la Navidad y por supuesto, para agradecerles su apoyo con los 10K votos de la historia. De verdad, no se imaginan lo agradecida que me encuentro que lean esta historia, estoy muy enamorada de Bill y le tengo un enorme cariño a esta fic porque es la primera que escribí.
Por cierto, me gustaría conocer a mis lectorxs e invitarlxs a apoyarme votando y comentando lo que les parece la fic, me ayudaría muchísimo para crecer como escritora...
Btw, ¿cuál es su patronus?
El mío es un blackbird.
¡Les mando besos enormes y nos leemos el 25 de este mes!
Saludos,
Fergie 🦋
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