iv. Momentos incómodos
CAPÍTULO CUATRO;
MOMENTOS INCÓMODOS
La joven miraba la reacción del azabache esperando a que procesara toda la información que acababa de contarle. Mientras más lo veía se daba cuenta del enorme parecido que tenía a su hermano, eran dos gotas de agua a excepción de los ojos verdes que había heredado de su madre. Incluso el físico no le hacía ni un poco de justicia como al notar sus pequeños gestos, como la manera en que arrugaba la nariz al no comprender algo o cuando movía las manos al estar nervioso.
El inconsciente de Eleanor la engañaba haciéndole creer que era como haber recuperado a su hermano y eso la hacía sentir culpable la mayor parte del tiempo.
El deseo de tener a James en su vida era grande y odiaba tener que luchar contra el impulso de no compararlos en cada gesto que Harry hacía.
Ella quería guiar a su sobrino, demostrarle que podía cuidar de él y compensar un poco todos los años de sufrimiento.
–Te preparé algo que creo te gustará. –dijo Eleanor cambiando el tema.
Él la miró confundido pero ella no le había dado tiempo para preguntarle que era cuando lo jalo y puso las manos sobre sus ojos para evitar que viera su sorpresa.
Harry que aún procesaba toda la historia de Voldemort, se le olvidó en el instante que su tía le quitó las manos y miro por primera vez el lugar donde se encontraban.
La sorpresa en sus facciones era muy clara.
Lo había conducido hasta una habitación, obviamente mucho más grande que la alacena, y amplia como en la que dormía su primo Dudley. Estaba decorada de rojo (que era el color favorito de Eleanor) con toques dorados, tenía una cama, junto se encontraba una cajonera blanca donde estaba una lampara y un portarretrato en la que se podía admirar una foto de sus padres de jóvenes. La imagen estaba en movimiento por lo que el niño podía admirar las sonrisas de sus padres dirigidas a la cámara... a él.
»Es una de las pocas que pude recuperar. Una vez que termine de vaciar el resto de las cajas de mudanza podrás tenerlas, son tuyas. –murmuró sentándose en la cama frente a él–. Y espero que te guste la decoración. –Harry abrió los ojos al escucharla y dejó la fotografía en su lugar mientras la sonrisa de su tía crecía–... Para que cuando te quedes conmigo en los veranos tengas tu propio espacio y no sé. Creí que era lo correcto. Así te puedes sentir como en casa.
–¿E-En serio?
Eleanor rodó los ojos sin dejar de sonreír.
–Todo lo mío también es tuyo, Jamie.
Un sonrojo cubrió las mejillas del niño.
–Y-Yo... yo jamás tuve un hogar y tampoco mi propio lugar... –guardo silencio al darse cuenta que estaba divagando.
–No tienes que decir nada y mucho menos debe de avergonzarte que haga cosas para ti. Soy tu familia y sólo quiero que estés feliz. Así que tendrás que acostumbrarte a ello, ¿entendido?
Harry sonrió.
–Entendido.
★
Eleanor estaba emocionada de tener a su sobrino viviendo con ella (aunque fuera por un corto periodo de tiempo) ya que jamás imaginó que estarían juntos en un futuro por lo que nunca pensó en las responsabilidades que traería tener a un niño bajo su propio cuidado.
La mañana del 31 de Julio el menor se despertó más temprano de lo que estaba acostumbrado y no exactamente por miedo a seguir viviendo con los Dursley sino por el extraño olor a quemado que comenzó a llenar su habitación.
Al salir pudo notar una nube de humo creándose desde donde se encontraba la cocina.
El azabache no tardó en abrir las ventanas de las habitaciones tanto la suya como la de su tía y además las que estaban en la sala del departamento para no morir asfixiados por el olor a quemado.
Harry se acercó hasta la cocina y pudo ver la delgada silueta de Eleanor Potter intentando encontrar algo hasta que después de soltar un murmuro que supo que era quizá una maldición, él vió que su tía apuntó con su varita al incendio que se formaba y gritaba:
–¡Aqua eructo!
Un potente chorro de agua salió de la varita y logró apagarlo. La joven parecía más aliviada y tras otro movimiento de su varita la nube de humo desapareció al igual que la sartén volvía a su normalidad antes de que se prendiera.
Respiró con frustración y dejó caer su varita en la mesa mientras tomaba asiento en la silla más cercana.
–Eso fue sorprendente. –dijo Harry que aún admiraba la facilidad de solucionar los problemas con magia. Eleanor le sonrió apenada–. ¿Estás bien?
–Fracasé al querer prepararte unas tortitas... así que, ¿quieres ir a desayunar a un lado?
–Claro.
Sonrió.
–Feliz cumpleaños, Jamie.
Harry amaba sus cumpleaños por la simple razón de ver a Eleanor y ahora que estaba con ella, sabía que sería el mejor de todos.
–Gracias, Ellie.
Un picoteo en la ventana los interrumpió y Eleanor reconoció a la lechuza café que llevaba una carta en su pico, se acercó a tomarla mientras le acariciaba.
–¿Esa es Juno? –preguntó Harry, admirándola. Su tía le había contado sobre su lechuza el día anterior–. Es muy bonita.
Asintió.
–Sí, lo es. Y trajo tu carta de Hogwarts. –se la extendió a su sobrino y finalmente le pagó a Juno por el viaje–. Ábrela.
Harry miró su carta fijamente, con el corazón vibrando como una gigantesca banda elástica. Nadie, nunca, en toda su vida, le había escrito a él. Sin embargo allí estaba la carta de la que tanto le había hablado su tía.
Señor H. Potter
Departamento No. 7
Whitehall
Londres, Reino Unido
El sobre era grueso y pesado, hecho de pergamino amarillento, y la dirección estaba escrita con tinta verde esmeralda. No tenía sello. Harry le dio la vuelta al sobre y vio un sello de lacre púrpura con un escudo de armas: un león, un águila, un tejón y una serpiente, que rodeaba la letra H.
Sacó la carta y leyó:
COLEGIO DE HOGWARTS DE MAGIA
Director: Albus Dumbledore
(Orden de Merlín, Primera Clase, Gran Hechicero, Jefe de Magos, Jefe Supremo, Confederación Internacional de Magos).
Querido señor Potter:
Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio de Hogwarts de Magia. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios.
Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de Julio.
Muy cordialmente,
Minerva McGonagall
Directora adjunta
Harry estaba por decirle a Eleanor sobre la respuesta cuando se dio cuenta que su tía ya estaba entregándole una carta a su lechuza Juno y dándole las indicaciones necesarias. Tras una última caricia, la lechuza café salió por la ventana abierta con la respuesta en su pico.
–Prepárate que hoy iremos al Callejón Diagon.
★
Tras el desastre de Eleanor al intentar cocinarle a Harry habían ido a una cafetería muggle a desayunar donde su sobrino la seguía interrogando con sus dudas y ella, con mucha paciencia, contestaba a cada una.
–Eleanor no se si sea buena que pagues todo... n-no quiero molestarte. Ya es suficiente con todo lo que has hecho. –comentó con vergüenza una vez que se dirigían al caldero chorreante.
Eleanor soltó una carcajada y lo abrazó por los hombros apretándolo a su costado con cariño.
–No, cariño. Aunque me encantaría darte todo por mi misma, todavía no he comenzado a trabajar, empezaré mis prácticas como auror en septiembre, una vez que te hayas ido. Por lo que aún sigo cuidando de lo que mis padres (tus abuelos) Euphemia y Fleamont Potter me dejaron. –explicó sin borrar su alegre humor mientras Harry la escuchaba atentamente–. Pero no te quedas atrás, James y Lily también te dejaron una muy buena cantidad de dinero. La mansión fue destruída pero la herencia de tus padres estaba bien resguardada en una bóveda en Gringotts.
–¿Gringotts?
–Es un banco para magos como nosotros, lo dirigen los Goblins. Oh, son sorprendentes pero están ligeramente amargados. –murmuró con diversión–. Y tendrías que estar completamente loco si piensas robarles. Gringotts es el lugar más seguro del mundo para lo que quieras guardar. Será a donde vayamos primero.
–¿Por qué tendría que estar uno loco para intentar robar Gringotts? –preguntó con curiosidad. Quería descubrir cada detalle de ese nuevo mundo.
–Un amigo me explicó una vez que había –dijo pensativa. Un alto pelirrojo de ojos azules vino a su mente y fue casi imposible no suspirar al recordarlo– desde hechizos, encantamientos, incluso me dijo que habían dragones custodiando las cámaras de máxima seguridad. Además hay que saber encontrar el camino. Gringotts está a cientos de kilómetros por debajo de Londres.
Harry notó que al mencionar a su amigo, los ojos chocolates de su tía habían tenido un brillo diferente al de siempre pero decidió pasarlo por alto y seguir saciando sus dudas.
–¿Dragones?
–¿Sorprendente, no? Mi mejor amigo Charlie estudiará para ser un dragonalista, fui a despedirlo antes de ir a buscarte a la casa de los Dursley.
–¿Y son muy cercanos?
–Sí, lo somos. –respondió con una sonrisa–. Cuando éramos más pequeños estábamos todo el tiempo juntos y unos años después los dos fuimos seleccionados en Gryffindor.
Harry arrugó la nariz con molestia.
–Entonces lo quieres.
–Por supuesto, es imposible no hacerlo después de tantos años juntos.
–¿Y por qué no estás con él? –inquirió de malhumor.
Eleanor frunció el ceño y se separó un poco para ver el rostro de su sobrino con una mirada sorprendida.
–¿Son celos lo que escuché?
–N-No. –musitó, sonrojado al ser descubierto–. Solo es simple curiosidad...
–Si, claro. –se burló–. Y contestando a tu pregunta: Charlie solo es mi mejor amigo, jamás podría verlo de otra manera.
«Como un cuñado, quizá.» pensó inconscientemente.
Eleanor ignoró a sus traicioneros pensamientos.
–Mejor vamos a ver tu lista.
Harry le hizo caso a su tía y desdobló la hoja para empezar a leer en voz alta:
"COLEGIO HOGWARTS DE MAGIA UNIFORME
Los alumnos de primer año necesitarán:
- Tres túnicas sencillas de trabajo (negras).
- Un sombrero puntiagudo (negro) para uso diario.
- Un par de guantes protectores (piel de dragón o semejante).
- Una capa de invierno (negra, con broches plateados).
(Todas las prendas de los alumnos deben llevar etiqueta con su nombre.)
LIBROS
Todos los alumnos deben tener un ejemplar de los siguientes libros:
- El libro reglamentario de hechizos (clase 1), Miranda Goshawk.
- Una historia de la Magia, Bathilda Bagshot.
- Teoría mágica, Adalbert Waffling.
- Guía de transformación para principiantes, Emeric Switch.
- Mil hierbas mágicas y hongos, Phyllida Spore.
- Filtros y pociones mágicas, Arsenius Jigger.
- Animales fantásticos y dónde encontrarlos, Newt Scamander.
- Las fuerzas Oscuras. Una guía para la autoprotección, Quentin Trimble.
RESTO DEL EQUIPO
1 varita.
1 caldero (peltre, medida 2).
1 juego de redomas de vidrio o cristal.
1 telescopio.
1 balanza de latón.
Los alumnos también pueden traer una lechuza, un gato o un sapo.
SE RECUERDA A LOS PADRES QUE A LOS DE PRIMER AÑO NO SE LES PERMITE TENER ESCOBAS PROPIAS."
–Ya estamos aquí. –dijo Eleanor deteniéndose–. El Caldero Chorreante.
Era un bar diminuto y de aspecto mugriento. Si Eleanor no lo hubiera señalado, él no lo habría visto. La gente, que pasaba apresurada, ni lo miraba. Sus ojos iban de la gran librería, a un lado, a la tienda de música, al otro, como si no pudieran ver el Caldero Chorreante. En realidad, tuvo la extraña sensación de que sólo ellos dos lo podían ver. Antes de que Harry pudiera comentar, Eleanor lo había arrastrado dentro.
Para ser un lugar famoso, estaba oscuro y destartalado. Unas ancianas estaban sentadas en un rincón, tomando copitas de jerez. Una de ellas fumaba una larga pipa. Un hombre pequeño que llevaba un sombrero de copa hablaba con el viejo cantinero, que era completamente calvo y parecía una nuez blanda. El suave murmullo de las charlas se detuvo cuando ellos entraron. Todos parecían reconocer a Eleanor. El cantinero la saludaba con una sonrisa mientras que el resto la miraba con desconfianza.
Los rumores sobre la supuesta locura que tenía habían bajado con los años pero aún no estaba del todo descartada la idea de que Eleanor Potter estuviera chiflada y eso lograba incomodarla.
El cantinero miró fijamente a Harry hasta reconocerlo y se acercó de prisa con lágrimas en los ojos.
–No puede ser... ¿Es él...?
El Caldero Chorreante había quedado súbitamente inmóvil y en silencio.
–Válgame Dios –susurró el cantinero estrechando la mano del menor–. Harry Potter... todo un honor.
Harry no sabía que decir. Todos lo miraban. Y Eleanor parecía aún más incomoda que su sobrino pero todo pareció mejorar al ver a un semigigante que los reconoció de inmediato. Se acercó a ambos empujando al resto que se acercaba a estrechar la mano del azabache.
–¡Harry, cuanto has crecido! –Hagrid estaba radiante–. Eleanor me ha contado mucho sobre ti, es bueno volver a verte y mejor ahora que están juntos.
–Hola, Hagrid. –sonrió Eleanor, agradecida de que los alejara un poco de todo el foco de atención–. ¿Vienes a comprar también?
–Sí, vengo por un mandado del director Dumbledore. –explicó mientras miraba a Harry con una enorme sonrisa–. ¿Podría acompañarlos un rato?
–¡Claro que sí!
Un joven pálido se adelantó, bloqueándoles el paso, muy nervioso. Tenía un tic en el ojo.
–¡Profesor Quirrell! –saludó Hagrid–. Eleanor; Harry, el profesor Quirrell. Él será tu profesor en Hogwarts.
–P-P-Potter –tartamudeó el profesor Quirrell, apretando la mano de Harry bajo la atenta mirada de la joven–. N-no pue-e-do decirles l-lo contento que-e estoy de co-conocerlos.
–¿Usted es el nuevo profesor de DCAO? –inquirió Eleanor, no muy convencida de él.
–D-Defensa Contra las Artes O-Oscuras –murmuró el profesor Quirrell, como si no quisiera pensar en ello–. N-no es al-algo que t-tú n-necesites, ¿verdad, P-Potter? –soltó una risa nerviosa–. Estás reuniendo el e-equipo, s-supongo. Yo tengo que b-buscar otro l-libro de va-vampiros. –pareció aterrorizado ante la simple mención.
El profesor Quirrell terminó de despedirse y Hagrid condujo a los Potter hasta el patio detrás del bar, donde no había más que un cubo de basura y hierbajos.
–Tres arriba... dos horizontales... –murmuró Hagrid–. Correcto. Un paso atrás, Eleanor y Harry.
Dio tres golpes a la pared con la punta de su paraguas. El ladrillo que había tocado se estremeció, se retorció y en el medio apareció un pequeño agujero, que se hizo cada vez más ancho. Un segundo más tarde se encontraban contemplando un pasaje abovedado lo bastante grande hasta para el semigigante, un paso que llevaba a una calle con adoquines, que serpenteaba hasta quedar fuera de la vista.
–Bienvenido, Harry –dijo Eleanor, sonriente– al callejón diagon.
Eleanor y Hagrid sonrieron ante su asombro. Entraron en el pasaje. Detrás de ellos la pared volvía a cerrarse.
El sol brillaba iluminando numerosos calderos, en la puerta más cercana. «Calderos - Todos los tamaños - Latón, Cobre, Peltre, Plata - Automáticos - Plegables», decía un rótulo que colgaba sobre ellos.
Harry estaba tan maravillado que volvió en sí cuando su tía se agacho frente a él quedando cara a cara, le sonrió con la misma ternura desde niño. Un sonrojo volvió a cubrirlo desde el cuello hasta las mejillas, no era por vergüenza, todo lo contrario, era el sentimiento más lindo que jamás sintió antes, el de sentirse amado por alguien. Y sabía que Eleanor también lo sentía cada vez que él la miraba con la máxima admiración.
–Hagrid te acompañara a sacar el dinero de la boveda, cariño. No te preocupes, él sabe que hacer, le di la llave. Iré a comprar una cosa y después nos encontraremos en las túnicas de Madame Malkin. –besó ambas mejillas y revolvió su cabello antes de reincorporarse–. Nos vemos en un rato.
Ella miró a Harry y Hagrid desaparecer por el callejón.
Se dirigió con toda emoción hasta el Emporio de la Lechuza para hacerle su primer regalo de cumpleaños número once.
Había visto el brillo en los ojos verdes de su sobrino al mirar a Juno y quería darle una propia para poder mandarse correspondencia cuando él estuviera en Hogwarts.
Caminaba emocionada mirando por la oscura vitrina del Emporio por lo que no presto atención al chocar contra alguien, avergonzada y preocupada alzó la mirada dispuesta a pedir disculpas. Sus ojos avellana se detuvieron en unos oscuros que la miraban detalladamente, siempre se había sentido incómoda con las miradas de las personas pero nunca intimidada y al verlo, se sentía justo así. El hombre parecía de la edad de su hermano Remus. De primera vista parecía ser un hombre fuerte y era tan alto que estaría cerca del metro noventa que comparado con su metro setenta era un gnomo de jardín a su lado.
Eleanor estaba nerviosa y se sentía intimidada por la cercanía, al separarse de él pudo notar que había contenido la respiración.
«¿Por qué me comporto como una adolescente? ¿Quién es él? ¿Y porque me mira así?» era la única pregunta que rondaba en su cabeza.
Un segundo después ambos habían salido de ese pequeño trance que habían dedicado a mirarse el uno al otro, fijamente. Él no sabía que hacer y la tensión entre ellos solo aumentó al sentir las miradas curiosas de la gente sobre ellos.
Al parecer existían una evidente atracción entre ambos pero no lo admitirían y mucho menos en voz alta.
–Lo lamento. –murmuró ligeramente nerviosa tratando de hacer ningún contacto con él–. Estaba distraída... Lo siento.
Eleanor había jurado ver una sonrisa burlona pero fue tan fugaz que en un parpadeo ya no estaba y eso la tuvo más confundida.
–No se preocupe, fue un accidente, señorita...
Él necesitaba saber su nombre. Y eso le disgusto.
–Soy Eleanor Potter.
Le extendió su mano en un saludo dedicándole una tierna sonrisa, él, por otro lado, se tensó al reconocerla. Eleanor creía que era por el rumor de su locura pero lo descartó al ver que decidió ignorarlo.
–Un placer señorita Potter. –murmuró con una pequeña sonrisa ladeada aceptando su mano, ignorando todo su pasado, deseando conocer a la chica de mirada chocolate, le había impactado y dejaría a un lado su odio por su apellido para conocerla–. Soy Ares Crouch.
Toda la conexión que existió al principio cayó, la sonrisa tierna de Eleanor se había borrado y ahora se mantenía muy seria, sus labios estaban fruncidos al igual que su ceño, en sus ojos chocolate ya no habían ni una pizca de amabilidad.
Ella supo en ese instante quién era ese hombre.
Soltó su mano y retrocedió un poco enferma de tenerlo tan cerca, lo que minutos atrás no le importó y él lo había notado.
Quizá era malo juzgar a un libro por su portada pero él no era cualquier persona. Él era el jodido hombre que no le permitió a Remus conocer su propia ahijada por la amistad que mantuvo en su momento con Sirius Black y eso le hacía querer arrancarle la cabeza.
–Oh, por supuesto. Sé muy bien quien es usted, señor Crouch. –dijo con total desprecio.
Ares Crouch no le gustó ni un poco el tono, eso le molestó más porque era la primer persona con la que él intentaba ser amable y ahora ella ya lo había juzgado. Debió imaginarlo al recordar al hombre lobo, él había sido su tutor cuando ella se quedó totalmente huérfana.
–Supongo que su cambio drástico se debe a los problemas que tenemos el hombre lobo y yo.
Si antes estaba molesta, ahora estaba sumamente furiosa y sus ojos que (la mayor parte del tiempo) permanecían brillantes ahora lanzaban dagas asesinas a su imponente figura.
–Ese "hombre lobo" como usted le llama, señor Crouch, es la poca familia que me queda y dudaría en absoluto hacer cualquier cosa para ver una sonrisa en su rostro. Usted, por otro lado, se encargó de no permitirle acercarse a su ahijada porque es un imbécil que le importa en lo más mínimo sufrimiento ajeno. –escupió con odio enterrando el dedo en su pecho con fuerza–. Remus no merecía que le juzgara por tener esa condición, él ha sufrido años por ese motivo y que usted le impidiera verla fue la gota que derramó el vaso. Y tenga mucho cuidado en como se dirige a él porque no me importará que su bonito rostro tenga un ojo morado por mi puño.
Eleanor entró al Emporio de la Lechuza no sin antes asesinarlo con la mirada.
Ares estaba impresionado. Nunca le habían hablado de esa manera y mucho menos una mujer, pero eso no fue lo que le hirió más a su ego, sino el no comprender porque le molestaba que alguien como Eleanor Potter le juzgara por sus actos.
Nota de autora:
Heeeey babies ✨
Aquí otro nuevo capítulo...
¿Qué les está pareciendo la historia hasta el momento? ¡Quiero saber lo que opinan!
¡Espero que les guste!
Muchas gracias por votar y comentar, de verdad, animas a que siga escribiendo.
Las amo eternamente,
Fer 🍯
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