019.
Kim Namjoon
Sentí como mis rodillas ya estaban entumecidas por haber estado tanto tiempo arrodillado. Me encontraba en la orilla de la cama, teniendo las piernas de Yuna en mis hombros, mientras mi rostro se escondía entre su intimidad.
Necesitaba ver bien lo que chupaba, pero sus piernas apretaban con fuerza y temblaban sin parar. Me detuve a acariciar sus piernas para bajarlas de mí hombros y ponerlas sobre la cama, entonces, quedé absorto en todo lo que tenía para mí. Bufé, con ganas de lanzarme a reír como idiota, solo por tener a Yuna así, dispuesta a mí.
Antes de regresar a hacer que tuviese su primer orgasmo, miré por encima de su cuerpo, alcanzando su rostro. Tenía su boca abierta y aún escuchaba leves quejidos, hasta que me miró. Si hay algún Dios ahí arriba, ¿cómo fuiste capaz de crear a semejante mujer de deliciosa estructura y hasta ahora pude conocerla?
Me enterré en ella, chupando directamente y jugando con mis dedos en su entrada. La combinación de fluidos y saliva hacía que mi pene quisiera salir. Lamí de arriba a abajo, hasta quedarme en su clítoris, donde lo moví con mi dedo, con rapidez, haciendo que gimiera y su cadera se moviera.
Decidí simular besarla ahí abajo, mientras mis dedos se encaminaron en la entrada de su vagina. Entre más besaba, más cambiaba a chupar y a usar mi lengua, escuchando agitada a Yuna, gemía y justo cuándo metí dos dedos, una maldición salió de su boca.
La masturbé, sintiéndome sumamente feliz por sus gritos. Alcé leve mi mirada, viendo como arqueaba su espalda, y apretaba con fuerza las sabanas. Me detuve en cuanto sentía más líquido de lo normal.
Había llegado a su orgasmo. Mis dedos estaban llenos de sus líquidos.
Me coloqué de pie, en camino al baño, para buscar un paquete de toallas húmedas que tenía. Las traje conmigo a la habitación, mientras limpiaba mi mano.
Yuna seguía tendida en la cama, apoyada sobre sus codos y con sus piernas abiertas, me fijé en como estaba sucia de sus propios fluidos y mi mente también sucia fluyó, deseando, anhelando que tuviera los míos.
—Sabes, me gustas tanto.
Musité, acercándome a ella. Opté mejor por acostarme a su lado, ignorando un poco la forma en que tenía a semejante mujer desnuda disponible solo para mí.
Sus ojos cayeron sobre mí, y ahí, a su lado, tomé su rostro para darle un corto beso en los labios.
—¿Solo harás eso? —Sus palabras chocaron sobre mis labios y los volvió a besar— Namjoon, dije que quería todo de ti, era en serio.
—Oh, vamos, ¿solo me quieres para el sexo? Estoy muy dolido que lo sepas.
Sonrió, pero yo me quedé serio. Cerró sus piernas, acercándose más a mí. Sus manos cayeron sobre mis hombros, haciendo que me acostara. Se subió encima de mí y sentí escalofríos al sentir su vagina en mi pelvis, completamente mojada.
—Me gustan tus besos, tus caricias, la forma en la que ese día gemiste cerca de mi oído, tengo que confesar que había noches que soñaba con que otra vez sucediera.
Sus mejillas y orejas parecían estar sumamente rojas. No podía soltar risa, por qué simplemente estaba enredado en la excitación. La tenía encima de mí, sus manos acariciando mi pecho, mi mente volando, imaginando como sus pechos seguro saltarían de arriba a abajo.
—No sé qué estás esperando entonces, gemiré las veces que quieras, en tu vagina, en tus labios o en tus oídos. Estás encima de mí, haz lo que quieras conmigo, soy tuyo.
Necesitado y deseoso, así había sonado, pero me importaba poco. Tragué saliva viendo la forma en la que relamió sus labios y avergonzada, peinó su flequillo, joder, debía entender que su peinado se arruinaría dentro de nada.
Alcé como pude un poco mi cuerpo, sentándome y ella aún encima. Tomé su rostro entre mis manos, y empecé a besarla.
—Escúchame Yuna, me gustas —Murmullé y volví a besarla—, no solo para volver a tener sexo como esa vez, no soy como tú —Se separó de mí, viéndome sería—. Es broma cariño. Me gustas tú, de forma interna, tu forma de ser, tu forma de ver el mundo. Tal vez es un momento extraño para decirlo, pero muy íntimo. Por ello, no sientas vergüenza, esto es más normal que mis sentimientos.
Ahora fui yo quien peinó su flequillo, pero separándolo para dejar al aire su frente. Deposité un beso en esta. Escabullí mi mano, para soltar completamente su cabello, qué más daba, se va a desordenar.
—Ya te he dicho que soy un poco cobarde, pero me gustas también, y no sabes la de cosas tontas que he podido hacer por ti.
Solté una risa. Sus manos se pasaron por mi cuello, abrazándome. La sentí tan caliente, que pudo calmar el leve frío que había empezado a sentir. Sus pezones, que chocaban contra mi piel, me despabiló a querer seguir haciendo lo que debíamos.
—Cariño, en el segundo cajón del armario del baño, hay una caja de condones, ¿podrías ir por el?
Se separó de mí y asintió. Se puso de pie y dio media vuelta para ir hacia el baño, que le había señalado cuál era. Su espalda era tan bonita, tenía planeado llenarla de besos, igual que su redondo y lindo trasero.
Aproveché que no estaba, para quitarme mi pantalón, y mientras quitaba mi ropa interior, esta salió. Se quedó viendo a la mitad del camino, al igual que yo. Justo como nos trajeron al mundo, completamente desnudos. Fui hasta ella, sin importarme nada la cargué, haciendo que cruzara sus piernas alrededor de mi cintura.
La llevé hasta la cama, donde yo me acosté, teniéndola encima de mí de nuevo. Vi como abrió la caja que estaba completamente nueva, y sacó un paquete. Me miró, y me besó, pareciendo hacer lo mismo que hice yo antes. Con esos labios levemente rojos, bajó dejando besos sobre mi pecho, mientras sus manos acariciaban mis brazos con delicadeza. Sentí cosquilleo por cuándo pasó por mi barriga, y me apoyé sobre mis codos, justo cuándo su mano traviesa tocó mi miembro. Antes de llevarlo a su boca, me sonrió y llevé mi cabeza hacia atrás, perdido y confundido.
Mi pene se deslizaba con facilidad en la cavidad de su boca, su lengua se enredaba en este mismo, mientras yo alcanzaba las estrellas del universo. Todo se fue al carajo cuándo su mano masturbaba el tronco y sus labios se posaron sobre mis testículos. Los besó, los chupó, joder, esta mujer estaba loca, sabía lo que hacía.
Gemí desesperado, maldiciendo por lo bueno que estaba siendo todo.
—¡Por Dios! ¡¿Qué haces?!
Dije con la voz ahogada al sentir como su boca volvió a mi pene y subía y bajaba tan rápido, y sus manos acariciaban ahora mis testículos. Me iba a morir, más por la forma tan bruta en que se detuvo. Respiré inquieto, siguiendo sus movimientos. Se sentó en mi regazo, sacando el condón y tratando de ponerlo sobre mi pene.
Me miró, sus ojos lucían llorosos e iba a perder la razón. Su boca se abrió, tratando de coger aire, mientras tomaba entre sus dedos mi miembro, centrándolo en su entrada. Empezó a bajar poco a poco y no me quedó más que gruñir por lo apretado que me sentía.
—Oh... Yo...
Cerré los ojos con fuerza, sintiendo como estaba completamente dentro. Solo escuchaba la respiración de Yuna, así que abrí mis ojos para verla. Se sostenía en mi pecho, así que puse mis manos en su cintura.
—Acostúmbrate al tamaño y luego muévete suave.
Y es que, llevaba tanto tiempo duro que no es por nada, pero me dolía y había crecido más.
A los segundos, ella abrió los ojos, aun respirando fuerte. Subió su trasero y a la vez lo volvió a bajar. Repitió aquella acción de manera lenta varias veces, y después lo hizo sin dificultad, dando saltos, mientras por su mejilla me di cuenta de que caía una lágrima. Se penetraba tan bien, y yo no podía aguantar por la forma en la que sus pechos se movían tanto. Tomé su mano, y la, guíe hasta uno de sus pechos, para que los masajeara.
—Ah, Namjoon
Las venas de mi cuello estaban por saltar. Necesitaba que fuera más rápido, iba a eyacular en cualquier momento. Hice que se acostara sobre mi pecho, así detuve que ella siguiera saltando, para yo mover mi pelvis con más fuerza. Sus gritos me dejarían sordo, pero era tan gratificante, y más por los golpes de nuestros cuerpos chocando.
—No puedo más, Na... Nam... mierda Namjoon.
Metí mi mano entre su cabello, con fuerza para que me mirara, besé sus labios, metiendo la lengua de una vez, necesitaba tocar la suya.
Apenas podía respirar, hasta sentía el cuerpo de Yuna pesado, que cayó rendido sobre mi pecho. Pasé mi mano por su cabeza, acariciando su cabello, bajé poco a poco sintiendo su espalda y me quedé ahí, sintiendo sus escalofríos.
—Haces que me vuelva loco.
Murmuré. Levantó su cabeza, quedando justo enfrente de mi rostro. Dio un beso en mi barbilla, y subió hasta mis labios.
—¿Por qué?
Este lado suyo lo iba a apreciar mucho. Bajó a por mi mejilla, hasta llegar a mi oreja, donde dio un beso cerca, estremeciéndome.
—La primera vez que lo hicimos, fue tan memorable, el mejor sexo de mi vida.
—Mmm —Me miró, moviendo sus dedos por mi pecho—, pues fue una buena noche, pero, ¿no podemos hacer que esa noche sea aún mejor?
Joder, nuevamente duro. Tenía una pequeña sonrisa, tan pícara, irreconocible. Ese maldito no sabía de lo que se perdía, yo sí que no dejaré ir a esta mujer.
Tomé con fuerza su cuerpo, acostándolo en la cama. Me puse de pie y quité el condón que estaba lleno, yendo a tirarlo al baño. Regresé y me lancé hacia ella, entre risas.
—Debes explicarme como haces para lucir tan hermosa, aún mientras gimes.
Tapó su rostro con ambas manos.
—Basta por favor.
—Quiero escucharte de nuevo —Acerqué mis labios para besar sus manos—, déjame escucharte, gemir de nuevo, gime mi nombre otra vez.
Saqué otro condón de la caja y con rapidez lo coloqué en mi miembro. Toqué sus manos, para que las quitara de su rostro. La besé, y pude recordar todos los besos que nos dimos desde que nos conocimos, todos esos que no entendía por qué hacían palpitar así mi corazón.
Ya no tenía ese color rojizo, solo uno natural, tan bonito que me hacían desearla más. Entre los besos, hice un movimiento para que abriera las piernas, y alisté mi miembro para penetrarla. Sus brazos atraparon mi cuello justo, y su suave voz salió.
Así como ocurrió antes, a penas podíamos hablar como la fogosidad nos llenaba. Y no había lugar de su cuerpo que no dejara de besar ahora, en esta posición. Toqué todo lo que pude, para recordar siempre su silueta.
Gruñí con fuerza por la forma en la que pasó sus uñas sobre mi espalda, justo cuándo incrementé la velocidad. Para que no lo volviera a hacer, tomé sus manos con la mía, subiendo por encima de su cabeza. Con mi mano suelta, la colocó en su muslo, para que lo subiera más.
—¿por qué gimes con pudor?
Musité con dificultad. Abrió los ojos y aproveché para sacar mi miembro, por qué había eyaculado y ya estaba lleno. Lo quité rápido y puse otro, ella aún no había tenido su tercer orgasmo, e iba a hacer que lo tuviera.
—No puedo más, me duelen las piernas.
Le di la vuelta, para que quedara de espalda. Casi no parecía tener fuerza. Aparté su cabello, y empezó a besarla desde su nuca, acariciando su espalda, besando cada parte.
—¿No quieres más? No te he escuchado gemir con ganas.
Masajee su trasero, apretándolo. También le di un beso.
—¿Entonces que esperas a meterlo?
Reí.
—Demasiado coqueta.
Me acosté a su lado, y pegué su espalda a mi pecho, ambos de lado. Tomé su pierna y la levanté, entonces metí mi pene dentro de ella, nuevamente. Al menos, no hacía mucho, solo sostenía su pierna para que no se cansara tanto.
Entre más lo metía, más gemía. Hice que llevara su mano, pasa su intimidad, para que se tocara mientras yo la penetraba. Como tenía su rostro a disposición, le di pequeños besos en la mejilla, y chupé el lóbulo de su oreja.
—Ah, nam...
—Dime cariño
Acaricié uno de sus senos, para suave. Bajé su pierna, sin sacar mi miembro. Aun en la misma posición, de lado, seguí penetrando, se sentía sumamente delicioso y relajante.
Su cuerpo brillaba por el sudor, y me volvía loco la forma en la que empezó a gritar cuándo me puse de rodillas y tomé sus muñecas para colocarla sus brazos detrás de su espalda.
—Se siente tan bien, hazlo más rápido.
Y como haría todo lo que ella dijese, lo hice.
•
Abrí los ojos, y lo primero que vi, fue a Yuna, aún dormida. Su mano se apoyaba contra su rostro, haciendo que su mejilla luciera más regordeta.
Quité un par de cabellos que no me dejaba ver mis su cara, tan tranquila, tan bonita. Me giré un momento para ver la hora, y madre de Dios, era bastante tarde, casi la hora de la comida. Entonces recordé, como la primera vez ella salió corriendo a la mañana siguiente, pero esta vez estaba a mi lado, completamente desnuda.
Nos dormimos tarde, después de acabar nuestra última ronda, nos dimos una larga ducha en la bañera, ya que le dolían sus piernas. Nos secamos en el baño, pero sin cambiarnos, la traje hasta la cama cargada, directamente para dormir. Tengo que incluir, que cambié las sabanas, por el hecho de que estaban todas mojadas.
Me estiré en silencio y me levanté. Busqué algo para cambiarme, tenía un par de ropas por aquí. Abrí las ventanas para que ventilara y me lavé el rostro. Di un paseo por el piso, para tomar agua y ver que podía preparar para comer, o talvez pedir comida, eso será.
Regresé a la habitación, para buscar mi móvil y encontrarme con Yuna en otra posición. Fui hasta ella, para darle un beso.
Pedí comida a domicilio, pollo frito, ensalada, japchae, y un poco de carne.
Me di la vuelta, al escuchar un leve ruido. Salí al pasillo, solo para encontrarme con una Yuna envuelta en una sabana, despistada completamente hasta encontrarse con mis ojos.
—Buenos días.
Apenas la escuché.
—Pareces un fantasma, has de tener frío, vas descalza.
Llegué hasta ella y la cargué en mis brazos.
—Oh, por favor, que tú vas sin camisa.
Caminé hasta llegar al sofá, donde la bajé. Sostuvo mejor su sabana y enrolló sus piernas.
—¿Cómo dormiste?
Me alejé un momento para ir por una botella con agua.
—No me lo vas a creer, pero superbién. Hacía bastante tiempo que no dormía tanto —Le ofrecí la botella, la tomó, pero justo se quedó espantada que hasta yo me asusté—. ¿Qué hora es? Dios mío.
Guardé silencio, ya que lo había descubierto por el reloj gigante que había a un lado, colgado en la pared. Eran las tres de la tarde. Llevó sus manos al rostro, quejándose de algo que no pude escuchar.
—Dime que pasa.
Bufó.
—Nunca jamás he llegado a esa hora a casa. En mi trabajo nocturno... en el hospital, suelo llegar como máximo a las 5 de la mañana a casa, y mi padre lo sabe. Pero anoche desaparecí cuándo él sabía que no iría a trabajar.
Me senté a su lado, frunciendo mis labios, sin saber qué hacer. Estaba en problemas, o los dos si se enteraba de que yo estaba más que involucrado con su hija.
—Pero, eres bastante mayor. Puedes inventar una excusa.
—Sí, pero vivo en su casa. Es muy sobre protector, por qué dice que soy su única hija.
Si es sobre protector, como es que no se enfada por qué su hija tenga un trabajo nocturno limpiando un hospital, todo para llevar dinero a su hogar. No comprendía aquello.
—Dile que has tenido que hacer horas extras —Mordió su labio repetidas veces, nerviosa—, cariño, llámalo así no te preocupas.
Asintió. Se levantó y se dirigió hacia la habitación.
Había cosas extrañas que aún no terminaba de comprender. El sueldo que gana en la escuela, está muy bien para ayudarle a él en casa y que ella misma se compre sus cosas, teniendo en cuenta de que es una estudiante, ¿por qué tiene que trabajar de noche? Cuándo empiecen las clases nuevamente, estará más exhausta.
El timbre sonó, era la comida. Cogí todas las bolsas y le pagué. Quise ir a avisarle a Yuna, que supuse ya había acabado la llamada. Estaba cambiándose, pero me notó y se detuvo.
—Se lo creyó. De igual, debo irme.
Me dolía que no se quedara aunque sea a comer, seguro tenía prisa. Buscó su falda y al encontrarla se la puso, su cinturón y su suéter. Vi como se fue al baño, así que la seguí.
Lavó su rostro, enjuagó su boca y de forma rápida se hizo una coleta. Tenía su bolso ahí, y sacó un brillo labial. Acabó y me miró.
—¿Namjoon? ¿Ocurre algo? —Negué. Tomó su bolso y se acercó a mí, tomando mi mano— Me siento extraña, quería quedarme, comer contigo, ver algo en la televisión y pasar el rato, pero debo irme, no quiero tener más problemas con mi padre.
—Lo entiendo.
Me dio un corto beso
—Te lo dije, siento algo por ti, es verdadero y no cambiará. Solo, deja que pueda arreglar un par de conflictos, me dolerá saber que él te odia —Asentí. La besé, con más fuerza. Olía tan bien, al gel de ducha que usamos anoche—, no estoy huyendo como esa vez, ok.
Su mano acarició mi rostro y me sentí un poco nostálgico. Juro que sigo pensando en lo que me hace sentir Yuna, la forma en la que actúo diferente.
Le di un pequeño abrazo.
—No tenemos prisa, está bien. Deja que te lleve a casa.
—Lo aprecio, pero no. Tengo que pasar por un sitio primero.
No la presionaría, así que dejé que se fuera.
Era un desastre de persona, no era el mismo, claro que no. Me estaba enamorando cada día más, y me preocupa. Se supone que no debía interesarme nadie, pero aquí estaba, deseando tener a Yuna de nuevo a mi lado. La forma en que de su calidez calmaba mi estrés, era increíble.
Juntos éramos uno solo, teníamos tantas cosas en común, carácter distinto y nos complementamos bien. No me gusta dejar que el tiempo decida, me gusta saber que es lo que pasará después, tomar la iniciativa. Por ello, no logro ver a otra mujer en mi futuro, solo a Yuna.
Choi Yuna, aún sigue siendo un misterio para mí aquella química, como si nos conociéramos de antes. No era tan malo el sentir querer más. Pero tampoco podría ser capaz de decirle que deje todo y se mude conmigo a Australia, es tan pronto, poco tiempo y mucho en que pensar.
Apagué la televisión. Limpié un poco todo, había quedado casi toda la comida, no sentía casi apetito.
No tenía mucho que hacer, hoy era sábado y no trabajaba, aunque Wonwoo mencionó que quería verme.
Saqué mi móvil para enviarle un mensaje y a los minutos, obtuve su respuesta de que estaba en el club. No estaba abierto, pero de vez en cuándo pasaba haciendo cosas administrativas.
Me fui a duchar, quería relajarme un poco.
Últimamente, había estado pidiéndole a JungEun que me llevara de un lugar a otro, sé que es su trabajo, pero a la vez, no me apetecía explotarla. Mi tío fue muy claro de que le dejara largos descansos, así que eso hago.
Me adentré al club, después de que Kyu me dejara entrar.
—No esperaba verte tan temprano Kim.
—Ni yo, pero tu jefe pidió verme.
Le di la mano como saludo. Todo estaba lleno de iluminación, un par de chicas que no me sonaban de nada limpiaban el lugar, otras practicaban en el escenario. Me sentí mal, ya que no llevaban sus antifaces, pero al menos no reconocía a ninguna.
Llegué hasta la puerta del club trasero, y me detuve al escuchar mi nombre. Se trataba de Solar.
—¿Qué te trae por aquí?
—Hola, Wonwoo quería verme.
—Oh cierto, pensé que sería en la noche. Lamento pedirte esto, pero no mires mucho el rostro de las chicas, solo entre trabajadoras y jefes se les conoce, son normas, además, ellas no quieren que los demás se enteren de que trabajan aquí.
—Tranquila, lo entiendo completamente.
Abrí la puerta, dejándola pasar a ella primero. Jamás había tenido la oportunidad de ver como todos se organizaban. Había una chica en la pequeña tarima cantando, y más en la barra, pero evité mirar, solo siguiendo a Solar.
Subimos las escaleras, y en vez de doblar hacia las mesas, fuimos hacia el otro lado, donde estaba la nueva oficina del jefe. Solar me hizo el favor de tocar la puerta, a los segundos la abrió.
—Namjoon, te estaba esperando.
Giré mi cabeza, viendo como Solar se fue. Creí que tenía algo que decir, pero no.
—¿Qué tenías que decir?
Tomé asiento, frente a él. Dejó un par de papeles y me miró.
—Hay un coche rondando la casa de Sooyoung, lo atrapamos y tenía dos números de teléfono, todos llevan a tu hermano, Jooheon —Ese hijo de puta—. Hay más. Por lo que te llamé realmente, es por qué mi socio, que está en Seúl, ha dicho que tu padre realmente está grave de su corazón, y necesita realizarse una operación. Hay rumores entre las grandes empresas, que "La cabeza de los Kim, no logra convencer al verdadero heredero".
Bufé. Era un asco todo. Sé que él estaba mal, pero tampoco para tanto. Esto se me estaba saliendo de las manos, lo último que mi padre pedirá es que cumpla mis obligaciones, que "despoje" a una mujer de la corte de socios y grandes aliados. No pasaría, tenía una vida construida, no iba a alejarme de ello, ni siquiera de Yuna.
—Deja que el guardaespaldas siga cerca de la casa de Sooyoung, sin que se dé cuenta. Envíame la dirección de Jooheon, tengo que ponerlo en su lugar.
Había cosas que mi padre no lo mandaba, pero metía sus narices en todo.
Tenía que pensar en algo, no quiero que de alguna manera se enteren de que me estoy viendo con Yuna y que la persigan a ella. No iba a permitir que alejaran de mí.
•
—Herbst
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