006.
Choi Yuna
Agradecí de encontrar la arcilla totalmente pasada por los molinos. Por mi parte, dediqué mi tiempo a amasar la cantidad que iba a utilizar. Me costó un poco, ya que debía emplear un poco más de fuerza, haciendo que sea tan uniforme posible, para que, así, no ocurra algún accidente.
Tomé el trozo de arcilla, moldeado, para ponerlo sobre la mesa donde estaban todos los materiales que usaría. Tenía planeado hacerle un regalo a mi padre, y había pensado en una taza, con sus iniciales y las mías, estaba segura de que eso le haría ilusión. Mojé mis manos, y traté de darle forma poco a poco a la arcilla.
El problema fue, que antes traté de utilizar el torno, para hacer que la arcilla subiera un poco y abrir una abertura arriba, lo que salió mal y tuve que hacerlo aparte. Este tipo de errores no me habían sucedido, pero he estado tan distraída, que no sé lo que hago.
Me dejé caer sobre mi silla, al ver como el asa me había quedado espantosa. Si tan solo pudiera sacarme de la cabeza a ese hombre, todo sería más fácil.
La vergüenza albergaba mi cuerpo cada vez que recordaba que supo que lo tenía dibujado en mi cuaderno. Maldición, si tan solo no fuese el mismo que frecuenta el club nocturno, tomaría valor de acercarme más, pero era obvio que nadie podría querer a alguien que trabaja como stripper en un bar, por qué así era.
Contradecir a mis sentimientos era lo peor. Sentí algo por él hace 5 años, y lo sentí de nuevo, justo cuándo lo volví a ver. Me parece alguien digno de descubrir, pero al no ver la reciprocidad, se convertía todo nulo.
Puse mi frente, en la orilla de la mesa, teniendo ahora a la vista mis zapatillas. Era un desastre humano. ¿Por qué el señor hoyuelos no sale de mi cabeza? No quiero sentir nada por nadie, no quiero enamorarme y salir perdiendo. No es un deseo abrir más las heridas que no sanaron.
Tal vez, debería acabar esta taza, dejarla secar y empezar con mis proyectos, usando el barro y traer de vuelta esa escultura.
Hoy los niños no tenían clase, por eso había aprovechado para practicar más tiempo. Tenía un pequeño alivio, pero todo se iba al recordar que al ser sábado, me tocaba salir a las 4 de la mañana del club, además, mi padre me había pedido que fuese al restaurante.
Limpié todo lo que había ensuciado, ordené y coloqué las cosas en su lugar. Llegaría a tiempo, así que decidí ir caminando. Es más, me ayudaba a pensar mientras escuchaba música. Últimamente, no dejaba de escuchar canciones de Billie Eilish, era como un gran respiro a cuándo me sentía atascada y desbordada de sentimientos.
Parecía que hoy era de esos días en los cuales, pienso si de verdad vale la pena que haga todo lo que hago. Trabajar en ese bar, que por más seguridad que haya, siento que destroza mi dignidad poco a poco. Darle la mitad de mis ganancias a mi padre, solo por qué me sentía culpable que se dedicara solo a mí.
Solo era un momento de crisis existencial, donde la metamorfosis dejó de tener sentido en algún momento.
La escuela no estaba tan lejos del barrio, así que no tardé mucho en llegar. A penas estaba concentrada en la realidad, que no sentí que alguien me habló.
—Dios mío Yuna, quítate esas cosas. Lastimarán tus oídos.
Miré a la señora Hye, junto a su marido, que antes estaba en el hospital. Era una de las pocas abuelas que quedaban por el barrio, una de las cuales se les consideraba cabeza de este lugar. Incluso, una figura materna para muchos, así como para mí.
Hice una reverencia, disculpándome.
—Lo lamento. Me alegro verlos, señora y señor Lee.
—25 años diciendo que dejes de decirme, señora, ¿no era tu abuela? —Me miró seria y solo pude esbozar una pequeña sonrisa— Pásate un día por casa. Ya nos dijo tu padre que desde hace unas semanas empezaste a trabajar, debes alimentarte bien entonces.
Asentí e hice una reverencia para despedirme.
Eran unas lindas personas. Me recuerdo que su casa a veces parecía una guardería teniendo a tantos niños visitándola. Ella decía que quería a todos por igual, pero en el secreto, solía decirme que solo habían 3 de nosotros a los cuales nos quería mucho, ya que nos vio crecer.
Llegué al restaurante y ya se escuchaba el leve escándalo que seguro había adentro. Abrí la puerta, dejándome ver el ambiente. Estaba lleno, como siempre. Gente en la barra bebiendo un poco y mi padre yendo de un lado a otro.
Fui hasta el mostrador, adentrándome y yendo directo a la cocina. Ahí estaba Lia, una chica que trabajaba a medio tiempo en el restaurante, desde hace un par de años.
—¡Yuna! —Al verme, quitó sus guantes de lavar los platos y corrió para abrazarme. Sí, era una chica realmente social, y cariñosa. Por mi parte, traté de sonreír apenas, apartándola— Te estábamos esperando.
—Lo sé. ¿Dónde está Rowoon?
Me señaló hacia afuera, así que la dejé ahí, yendo a buscarlo. Necesitaba que me diera las cuentas del mes pasado, para hacerle la transferencia a mi padre. Salí de ahí, yendo al mostrador. Rowoon se estaba encargando de cobrar a un par de clientes se iban, así que esperé a que acabara.
Que tu exnovio trabaje en el restaurante de tu padre, no era agradable, no lo era más en la época donde seguía sintiendo algo por él, o cuándo este mismo no dejaba de lanzarme esas miradas. Resoplé con fuerza, acercándome hasta él.
—Necesito que me des la cuenta del mes pasado y los gastos.
Dije. Sin decir nada, abrió la caja registrado y sacó un recibo. Después, se fue unos segundos para traer un carpeta y darme el recibe juntos. Cuándo alcé mi mano para tomarlo, este hizo fuerza para no soltarlo, y no me quedó de otra que verle. Sus ojos... seguían siendo hermosos y llenos de tristeza.
—Salgamos esta noche. —Hice más fuerza y se lo arrebaté. No pensaba salir con él, no pensaba pensar en sus sentimientos sin pensar en los míos primero. —Solo, quiero hablar.
—No tengo nada de que hablar contigo.
Musité. Cuándo quería ir, el cuerpo de mi padre me lo impidió. Llegó hacia nosotros, junto con una bandeja con platos sucios, dejándola sobre el mostrador.
—¿Qué hacen aquí? Hay mucho trabajo.
Lia se acercó para dejar un par de platos con comida, y se llevó los sucios casi corriendo, parecía un conejo de un lado al otro. Por mi parte, solo miré a mi padre, quien estaba confundido. Él conocía nuestra historia, pero de diferente manera.
—Lo sentimos señor.
—Yuna, escuché que Rowoon te dijo de hablar, ¿por qué no sales esta noche con él? Ya me encargaré del lugar.
Lo miré, ofendida y sorprendida. Ni en sus sueños. Me molestaba el hecho de que, sepa que fui yo quien dejó a Rowoon, solo por qué este mismo no quería que mi padre supiera la verdadera razón de nuestro rompimiento, que yo trabajaba en un burdel.
—Trabajo. Si me disculpan, tengo cosas que hacer.
Salí del restaurante, dejándolos atrás, yendo hacia casa.
Era ingenua, y por más que sentía que perdía cada día dignidad pisando ese sitio donde ganaba dinero, aún tenía el orgullo de negarme ante un hombre que literalmente me insultó de las peores maneras, me ofendió y fue tan imposible recuperar de todas las fracturas que dejó en mi alma. Tenía el derecho de alejarme, de hacer lo que quisiera y... tal vez, solo talvez, de tratar de ser feliz a mi manera, sola.
Dejé la carpeta encima de la mesa de mi casa, mientras pasaba a buscar mi bolso así irme. Tenía pensado, que de paso al trabajo, pasaría por el banco, me quedaba de paso.
Hice todo de prisa, así que salí de la casa corriente, que no me di cuenta de que justo afuera estaba Rowoon.
—Me escapé. Quería hablar contigo esta noche, porque tengo excursión con los de la universidad y regreso en una semana.
Por desgracia, Rowoon iba a mi misma universidad, lo bueno es que no era la misma carrera, y apenas nos cruzábamos la cara ahí. No entiendo para qué me cuenta esto, afín y al cabo, me interesaba muy poco.
—Dime algo.
—Lo único que tengo que decirte, es que me dejes en paz. Espero que vaya bien tu viaje, pero no me incumbe mucho, no soy tu novia, ni tu amiga.
Respondí, seca. Lo amé tanto, que hice cada tontería de las cuales, no me arrepiento, porque me enseñaron a no repetir el mismo error. Me sabía mal, hacer sentir a alguien mal, y peor cuándo su ojos se ponían de esa manera. Solo tenía que escapar.
•
Volví a la barra, para dejar una bandeja. Preferí quedarme por ahí unos minutos, mirando el entorno que ofrecía esta noche. Al ser sábado, creí que estaría aún más lleno que el sábado pasado, pero era lo justo.
El ruido me impedía escuchar cuándo me habla, así que decidí ponerme más atenta a servir copas, mientras los clientes se alistaban para ser espectadores del baile que presentaría las chicas en la barra.
Una de las peores cosas, es que, aunque hayan reglas, algunos hacían pequeños roces, que me daban más asco y me motivaba a salir corriendo de ahí.
—Hola preciosa, tú eres la morena de pole dance ¿no bailas hoy?
Negué. Dejé su copa de bebida en su mesa, y justo sentí como sus dedos rozaron la parte trasera de mis rodillas, subiendo hasta el muslo. Me alejé, viéndole con náuseas y pensando en dinero, por eso trabajaba.
Fui hasta otra mesa, respirando profundo y aliviando mi ansiedad. Recogería unos platos, pero esa gente a penas me miró, ya que veían a las chicas bailar, excepto, ese.
El señor hoyuelos, ese mismo de la biblioteca que me hacía pasar vergüenza, al parecer llevaba rato sin separar su mirada de mí.
Mordí leve mi labios, sintiendo mis mejillas arder. Él también debería darme asco, venía a este lugar, y también se haría socio, por lo que me contó, pero no sentía lo mismo, puesta a que solo recordaba a la manera tan apasionada en la que miraba aquel cuadro en el museo.
No quería seguir en esa mesa, por ello, me alejé, regresando de nuevo a la barra.
—Oye Yuju —Me giré, al ver a Martina, quien siempre servía en esta barra, y en la vip— Ese chico, de la mesa que has vuelto, no ha dejado de verte. Un ciego lo negaría, pero yo te digo que está interesado en ti.
—No, que dices.
Bufé, negando sus fuertes declaraciones. Y es que, lo volví a ver y ahí estaba su mirada, puesta en mí, a pesar de que estaba lejos.
—Sé muchas cosas, y una de esas, es que él está loco por la morena.
Volví a sentir caliente mi rostro y retuve una sonrisa. Seamos realistas, a él le gusta Yuju, no Yuna.
Después de encontrarme a Solar, que había llegado para hacer un par de recados, me dijo que una chica había enfermado y debía ir al club vip, para cubrir la baja suya. Quería decir que no, pero la palabra no se me hacía difícil.
Me dirigí a mi vestidor, para darme una ducha.
Agradecía grandemente, que con las propinas de ayer, logré pagar las cuotas de casa, y estaba a nada para que tuviera mi primer pago mensual. Tenía que comprar materiales para empezar mi escultura de barro, y las herramientas necesario que debía tener en casa. Teniendo en cuenta, que la lavadora de casa se dañó, uh... todo eran gastos.
Salí de la ducha. Sequé mi cuerpo y me puse mi ropa interior, así salir, pero, coloqué la toalla alrededor de mi cuerpo. Iba directo al tocador para maquillarme, pero el hecho de ver a ese hombre sentado en el sofá de enfrente, a lado de la puerta, hizo que me detuviera.
Mantenía sus piernas cruzadas, mirando todo mi cuerpo. Puse mis manos juntas, contra mi pecho, pensando lo peor y con miedo. Lo peor, es que recordé que no tenía ningún antifaz puesto y por inercia, me giré, dándole la espalda.
Estaba en problemas, había visto mi rostro. ¿Qué pasaría si me lo encuentro por la calle? Joder, joder.
—Jamás pude hacerme una idea de tu rostro. No te avergüences, eres hermosa.
Sentí sus pasos hacia mí, y mi cuerpo ya estaba temblando. Encogí mis hombros, ante su pequeño tacto de su dedo, tocando mi espalda alta, la que no tapaba la toalla.
—Por favor, retírese y haga como que esto nunca pasó, si no...
—¿Qué harás?
Cuestionó en un susurro tan cerca que me hizo llevar mi mano a mi boca, no estaba cómoda, nadie lo estaría. Miré hacia un costado, donde estaba mi antifaz y una lámpara, la mejor idea sería pegarle con la lámpara y luego ponerme el antifaz para cuándo alguien viniera.
—Llamaré al jefe de seguridad, y él no tiene piedad.
—Supongo que Wang es el héroe de todas aquí. —Dejé de sentir su tacto— Estaba viendo los pasillos y entré aquí por qué miré "Yuju" afuera, y me dio intriga. Tranquila, me voy.
Me quedé de pie, sin moverme, hasta que dejé de escuchar sus pasos. Tomé con prisa el antifaz que tenía a un lado, y me lo puse rápido. Busqué mi teléfono por todas partes, para llamar a Wang y comunicárselo, no, mejor a Solar, o a Martina.
Y es que, no escuché en ningún momento que la puerta se haya cerrado, solo que se había abierto, así que cualquier podía entrar. Lo confirmé al sentir unos pasos de nuevo. Fui hasta donde estaba la lámpara y la tomé entre mis manos. No importaba, la iba a lanzar.
Mi mano tembló, y cerré los ojos al escuchar como alguien habló.
—¡Vete! —Chillé asustada— Te lanzaré esto.
—¡Hey, tranquila, soy yo, Namjoon!
Abrí primero un ojo, y me encontré con el señor hoyuelos, alzando sus manos, preocupado. Por lo menos, ahora sabía como se llamaba.
Sin confiarme aún, tomé con más fuerza la lámpara, viendo como trataba de acercarse a mí, queriendo deshacerse de mi arma. Fruncí mis labios, al sentir su perfume al tenerlo a esa distancia. Era bastante alto y sus labios tan... carnosos. Sus manos se extendieron, y sentí el tacto de sus dedos chocar contra mi mano, aflojando mi agarre. Tomó la lámpara y la dejó lejos de mí y pronto volvió a estar frente.
—¿Estás bien?
Diría que no, pero es que, mi cuerpo dejó de temblar y mi respiración estaba mejor. Su presencia, de alguna manera, me hacía sentir segura. Sonrió leve, pero aun así miré esos hoyuelos. Bajé mi mirada, sin saber qué hacer. Esto se guardaría en mis momentos más vergonzoso al lado de él, sobre todo, porque seguía en toalla.
—Yo, creo que estoy bien.
—Eso me tranquiliza un poco. Minhyuk estaba paseando por aquí y me mandaron a buscarlo, no pensé que estaría aquí. ¿Te hizo algo?
Negué. Pegué mi mano en mi pecho, asegurándome que la vida no me hiciera una mala jugada y que mi toalla se deslizara. No sé qué pasaría ahora, si se iría, si se quedaría, si diría algo más, por qué yo no me sentía capaz de entablar una conversación con él. Y justo ahí, viendo indiscreta sus labios, de manera precipitada, volvió a mi mente esa vez que me lancé a besarle, por qué verlo seducirme, pudo más que la fuerza de voluntad.
—Quisiera disculparme —Musitó— Cuándo nos vimos hace unos días, en la habitación vip, parecía que te incomode, no fue mi intensión.
Confesó. Me fijé que metió sus manos en sus bolsillos del pantalón, acción que hizo su pecho relucir. El señor hoyuelos, o mejor dicho, Namjoon, parecía más grande que hace un tiempo, más guapo, más maduro.
—No me incomodó.
Alcé mi mirada, para encontrarme con la suya. Puedo jurar, que la tensión había aparecido de nuevo. Me faltaba el aire, era obvio al llegar al punto de ver como su pecho subía y bajaba, lo atractivo que me parecía su cuello, tanto que tuve que relamer mis labios imaginando que sería besarlo.
—Debes cambiarte. Me voy, al menos ya sé que estás bien —No lo estaba, por culpa suya, no me sentía bien, si no, mareada. — Hasta luego, Yuju.
Al verlo sonreír y alejarse de mí, entré en pánico, así que tomé la manga de su suéter, para detenerlo. Se giró un poco, para verme, confundido.
—No, se vaya, por favor. —Supliqué, mirándolo a los ojos— Tengo miedo de quedarme sola.
Su mirada fue a mi agarre y luego a mi rostro. Lo solté de inmediato, esperando a su respuesta, así que simplemente asintió.
—Si quieres, puedo quedarme afuera. —Negué— Está bien, me quedaré sentado en ese sofá.
Caminó hacia ese sofá azul, se sentó y me quedó mirando. Hice mis manos en un puño, sin saber qué hacer. No quería estar sola, pero ahora sentía mi rostro caliente, por qué debía cambiarme, pero este, sacó su teléfono y se concentró, al menos no me seguiría.
Fui hasta el armario, sacando el cárdigan rojo y los pantalones cortos. Quité la toalla de mi cuerpo, para colgarla justo detrás de la puerta del baño. Al menos estaba en ropa interior, pero eso no evitaría que sintiera esa mirada sobre mí, que se cruzó con la mía.
Era una masoquista. Había la opción que me metiera al baño para cambiarme, era tonta. Volvió a su teléfono, y yo a lo mío. Subí mi corto pantalón, con algo de fuerza, ya que eran muy ajustados. Por último, metí mis manos en el cárdigan y cuándo iba a abrochar los botones, la puerta sonó. Me espanté.
—Mierda, usted, Namjoon, debe esconderse.
Dije, preocupada. Este se levantó con prisa, llegando hacia mí. Me miraba desesperado, sin entender nada, pero tenerlo enfrente, literalmente con mis pechos al aire, eso no era buena idea. El baño serviría para algo, así que tomé su mano sin pensarlo y lo metí dentro aquel hueco.
—¿Está todo en orden? Debías salir en nada.
Miré a Solar ingresando, enfadada, con obviedad.
—Lo lamento, me tropecé en el lavabo.
—No puede ser, ¿te hiciste mucho daño?
—Sí, por eso he tardado.
—Vale, en unos minutos vuelve, pero rápido, por favor, necesitamos un par de manos.
Asentí. Salió, cerrando la puerta de golpe. Sentí que podía respirar mejor, hasta que vi a Namjoon salir del baño.
—Si nos llegan a ver juntos, en un lugar como este, por lo visto podrían sancionar.
Eran las reglas, muy estrictas.
Namjoon, era un bonito nombre y no me esperaba para nada que así se llamara. Me sentía agobiada, confusa, por qué mis instintos tenían la urgencia de poder tenerlo más cerca, sentir su perfume y que sus grandes brazos cubrieran mi cuerpo. Eran un gran hombre físicamente y parecía serlo en lo demás.
Recordé que mi cárdigan seguía abierto, así que lo abroché. Dejándolo ahí, fui a buscar mis zapatos altos y me los puse con prisa. Me senté enfrente mi tocador, peiné mi cabello y al acabar, apenas puse un poco de labial rojo en mis labios.
—¿Vamos?
Dije, a lo que este asintió.
Ambos íbamos hacia el club vip, y podía admitir que estaba más que segura. Por alguna extraña razón que no conozco, sentía mi estómago revuelto en cada paso que dábamos. No podía sacarme de mi cabeza, que si me pusiera enfrente de él ahora, estaba que mis labios estarían justo para besar los suyos.
Estaba completamente loca, no podía caer, al menos tenía mi orgullo, pero me gustan los retos.
La puerta se abrió, dejándome pasar a mi primero. Ahí nos separamos, ya que fui completamente jalada para empezar a trabajar, mientras él se alejaba hacia la parte de arriba.
Tuve bastante que hacer, como literalmente, atender a todos los que estaba en la planta A, llevarle lo que querían. Era un no parar, habían pocas personas atendiendo y las otras, estaban dando su espectáculo, complaciendo a los clientes y en charlas que no les importaba, pero era sus trabajos.
Llegué hasta el punto de ponerme a limpiar el pasillo que llevaba a los baños, ya que, un cliente vomitó y olía horrible. Maldición, no me pagaban para hacer estas cosas, en serio apestaba. Era la tercera vez que pasaba la fregona y la tercera en que estaba a punto de volver a llenar ese pasillo de vómito.
—Qué peste.
Descubrió América. Miré quién había sido la persona que lanzó ese comentario, y era un calvo que venía junto a Namjoon.
—¿Qué ocurrió aquí?
Lo miró, se detuvo para verme, mientras el calvo se iba al baño.
—Alguien vomitó todo.
Metí la fregona en el cubo con agua, para remojarlo. Debía ir al baño para vaciar el agua y poner nueva, pero, en cambio, Namjoon tomó el cubo en sus manos.
—Te ayudo.
Quería negarme, pero entonces miré como entró al baño de hombre y yo, por accidente, detrás de él, viéndole. Como era obvio, ahí estaba su amigo calvo, lavando sus manos, quien me miraba extrañado.
—Un buen caballero —Dio una palmada en la espalda de Namjoon— Nos vemos allá.
Y así, salió del baño. Por mi parte, me quedé mirando la forma en la que vació completamente el cubo en unos de los inodoros. Regresó donde estaba el lavamanos y empezó a llenarlo de agua.
—No hace falta más, eso lo haré yo.
Quise acercarme, pero justo se dio la vuelta y quedamos tan juntos que sentía su mirada cortar cada parte de mi cuerpo. Fruncí mis cejas, sintiéndome desesperada. La maldita tensión llenó el lugar, teniéndome atrapada y sin salida, más que el único sonido que se emitía, era del agua que salía del grifo para caer sobre el cubo.
Pensaba que el chico de la biblioteca era diferente del que venía a este club, pero no, por más que pensara que las coincidencias no existían, por más que parecíamos acosadores encontrándonos en cualquier sitio, parecía que lo único que queríamos de nuevo, era probar nuestros labios.
No lo iba a dejar pasar.
.
—Herbst
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