Cap. 6 - Líder

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Kanan: - ¿Y bien? - Preguntó algo alterado.

Orko: - No zaber con ezaktitud. -

Ante esas palabras, Kanan se volvió una fiera descontrolada, agarrando al orko por el cuello con una sola mano y alzándolo del suelo mientras lo asfixiaba. El orko matazano que era un poco más pequeño que Kanan sacudía las piernas con fuerza mientras intentaba liberarse. El aire comenzaba a faltarse y la presión que el orko de pelo blanco ejercía sobre su cuello parecía ser tan fuerte como las garras de una de las máquinas de guerra. Aún así, unas palabras ahogadas lograron salir de su boca.

Orko: - Zanar... orko... Nunca... squig... No zaber... como... curarlo... Hazer... lo pozible... -

Kanan le dedicó una mirada fulminante, pero entendía lo que decía la victima de su furia. Él no era culpable después de todo. Kanan lo liberó de su mortal agarre lanzándolo con la furia que aún le quedaba hacia atrás, provocando que cayese sobre una pila de materiales y cajas de maderos que se rompieron al impacto. 

El orko matazano tosía sin para ante la falta de aire y le dolía algo el cuerpo, pero al menos estaba vivo. Tanto él como el resto de orkos presentes miraban con asombro cómo el orko de pelo blanco había perdonado su vida, algo muy poco común en las costumbres orkas, sobre todo cuando lo más normal del día fuese que los más fuertes matasen a los más débiles por el simple placer de hacerlo. Un orko tan fuerte mostrando ese tipo de misericordia era todo un misterio sin lugar a dudas. 

Pero a Kanan no podía importarle menos las miradas del resto. Una vez dejó al matazano tirado sobre los escombros se dió la vuelta y entró al lugar que los orkos llamaban "puesto médico" aunque parecía más una pocilga que un lugar para tratar a los heridos. Kanan ignoró los cuerpos de orkos acostados sobre camillas, ya estuviesen vivos o muerte, no podía importarle menos ninguno de ellos. Cuando vió a Blanco tumbado sobre una mesa se apresuró a comprobar su estado. 

Kanan sintió un gran alivio cuando sintió a la criatura pálida respirar, y aunque parecía estar en un profundo sueño, dejaba escapar varios gemidos de lamente. El orko analizó las heridas de su compañero, y aunque aún tenía algo de sangre a su alrededor, sintió algo de alivio al ver que todas estaban suturadas aunque de una forma muy burda en comparación con los métodos que solían usar los médicos de imperio. Pero... para ser un trabajo orko... no estaban tan mal. Tal vez debería agradecerle a ese orko matazanos que casi mata.

Kanan no supo cuando se quedó dormido, pero se despertó cuando escuchó el sonido de un tipo de instrumento de viento. No sabía que era, pero no le daba buena espina. Miró a todos lados y no vió a nadie a su alrededor, más que a Blanco y los orkos en camas que era difícil distinguir si seguían con vida o no. Se preguntaba que estaba ocurriendo, cuando de repente el sonido de una explosión lo sacó de sus pensamientos.

Kanan salió de la tienda, solo pare ver un caos total en el campamento. Los orkos corrían de un lado para el otro, sin ningún tipo de organización, mientras varias explosiones retumbaban por los alrededores. No supo indentificar que ocurría con exactitud, pero se hacía cierta idea, así qe agarró a orko más cercano que paso con su lado y so detuvo con una fuerza abrumadora. 

Kanan: - ¿¡Qué está ocurriendo!? -

Orko: - Los Korn... los Korn atakan. -

Kanan: - ¿Los Korn? -

Kanan dejó al orko libre y se apresuró a buscar terreno elevando para ver que estaba ocurriendo. Una torre que estaba cerca de su posición se convirtió en el mirador perfecto, aunque treparla fue bastante peligroso con todas esas explosiones sacudiendo la zona y esos malditos pinchos que los orkos ponían en todos lados. Por suerte una construcción tan rústica, con placas de metal saliendo de todos lados era relativamente fácil de escalar siempre y cuando evitaras apoyar las manos o los pies cerca de los pinchos de decoración. Y finalmente al llegar a la cima, pudo notar el completo panorama de la situación. 

Orkos. Fuera de la muralla improvisada que rodeaba el campamento había un mediano grupos de orkos que aparentemente pertenecían a otro bando. Seguro eran los Korn, o el nombre de su tribu. Viejos enemigos tal vez. Después de todo, Kanan no tenía la menor idea de la situación de este enclave ni de los conflictos de la zona, pues no tenía ni un mes de nacido y solo llevaba dos días fuera de los bosques. Pero si una cosa supo, era que salir corriendo con Blanco en sus manos no era una opción.

Una modesta cantidad de orkos atacaban el campamento a pie por el norte, mientras unas diez u once motos pintadas de rojo daban vueltas alrededor con unos orkos a sus espaldas disparando metralla y diferente tipos de munición explosiva que provocaban todas esas explosiones desde hace un rato. Lo peor de todo, era ver el desorden que tenía las fuerzas orkas de su campamento. 

Los orkos apostados sobre los muros caían como moscas antes el fuego enemigo, y no era sorpresa, pues los orkos nunca había tenido la necesidad de defenderse. Sus instintos los convierte en grandes atacantes, pero nunca lo contrario. Además, viendo todo ese caos le recordó algo muy importante acerca de los orkos. Sin un líder al que seguir... los orkos era casi inútiles.

Bastaba un rápido análisis para darse cuenta que la victoria estaba casi asegurada por parte de los atacantes. Sus motos seguían dando vueltas alrededor del fuerte causando un caos total, mientras sus fuerzas principales no paraban de avanzar. Los conductores no paraban de reir y burlarse de lo patético que eran los defensores, pero un evento inesperado frenó el combate al instante. 

Nadio vio el origen, pero una gran lanza voló por los aires y se encajó en una de las ruedas de la moto que lideraba al grupo, causando que esta se detuviese en seco, mientras la enorme máquina de metal junto a sus tripulantes volase por los aires, solo para caer en una violenta explosión cuando todos su arsenal se encendiera ante el impacto contra el suelo. 

Tanto el resto de motos como la fuerza principal invasora de detuvo al ver la grandeza de su explosión, pero más que preocupados por el evento, parecía estar disfrutando de los fuegos artificiales... Eran orkos después de todos. Los que si no tuvieron tiempo para admirar la explosión fueron los defensores, pues una voz potente y autoritaria se escuchó justo al centro del campamento.

Kanan: - ¡ORKOS! - Su llamado capturó la atención de todo. - ¿¡ES QUE ACASO QUIEREN MORIR!? ¿¡ESTO ES TODO LO QUE USTEDES ORKOS SON CAPACES DE HACER!? ¡ESO ES PATÉTICO! - Su voz más que herir causaba rabia y disgusto. - ¡DÉJENSE DE LLORARA Y COMPÓRTENSE COMO LO QUE SON! ¡USTEDES SON LA MAREA VERDE! ¡USTEDES SON ORKOS! -

Orkos: - ¡WAAAAGH! - 

El grito de guerra de los defensores no pasó desapercibido, y sus intentos por darle la vuelta a la situación comenzaba a dar resultados. Eran orkos... y su moral era lo más importante para ellos. Ahora con alguien que parecía ser un líder competente, los orkos volvieron al combate con una agresividad superior a la de sus atacantes. Pues ahora que "creían que podían ganar" era más probable que fuese cierto, dado al propio "Poder de la imaginación" que tanto ellos como Kanan desconocían. Pero eso no sería todo. 

Kanan: - ¡Ustedes! - Se dirigió a un grupo de orkos que tenía cerca. - Reuníd todas las armas que tengamos y repartidlas. -

Los orkos asintieron con una sonrisa en sus rostros y se retiraron a cumplir la orden. Ahora estaban de vuelta, y no hay nada mejor para un orko que una buena pelea.

Kanan: - ¡Ustedes! - Se dirigió a otro grupo. - ¡Quiero que tomen los escudo más grandes y las planchas de metal más gruesas que tengan y las lleven a la puerta norte! -

Orko: - ¿Para ke? - Preguntó confundido. 

Kanan: - ¡Solo háganlo! - Gritó molesto. 

El segundo grupo cumplió la orden sin pedir explicaciones. No solo tomaron todos los escudos medianamente hechos que tenían en la armería y rara vez usaban, sino que también arrancaron planchas de metal de las estructuras y las llevaron al lugar designado. No sabían que se proponía el orko de pelo blanco, pero no volverían a preguntar para saberlo. 

Kanan: - ¡Ustedes! - Finalmente se dirigió al grupo de Gretchin y Snotling que hacía lo posible por cubrirse de los escombros que caían de todas partes. - ¡Tomen cualquier arma que puedan usar y únanse a los demás! -

Snotling: - Pero... Nosotros no somos guerreros. - Dijo algo preocupado y apoyado por el resto, y no era en vano, pues para los orkos estos dos grupos apenas pasaban de sirvientes o comida de reserva, cosa que le importaba bien poco a Kanan. 

Kanan: - ¡Silencio! - Su voz fuerte asustó al grupo de al menos cuarenta individuos que lo escuchaban. - ¡Me da igual lo que sean! ¡Hoy van a luchar si quieren salvar su patético trasero! ¡Ahora muévanse... O apártense del camino! -

Kanan no esperó respuesta, no era el momento para dar charlas motivacionales largas y esas tonterías. Si quería sobrevivir y salvar a Blanco debía usar a los orkos del campamento para asegurar la victoria, y no podía estar perdiendo el tiempo con tonterías, así que se dispuso ir a la zona norte, donde se concentraba la fuerza enemiga y el mayor de los problemas. 

Los gretchins y snotlings se miraban entre ellos confundidos. Si bien algunos gretchins sloían pisar el campo de batalla como carne de cañon no era tan frecuente, mucho menos los snotling. Pero esta oportunidad estaba mucho más allá de sus expectativas. ¡Una batalla! La euforia parecía querer salir por sus venas ante la idea de cumplir algo que solo podía ser real en sus sueños más fantasiosos. No tuvieron que pensar mucho para dirigirse a la armería, tomar lo que pusiese así tuviesen que cargar un arma entre dos, y seguir al líder de pelo blanco. Su momento estaba a punto de llegar. 

Kana tampoco perdió el tiempo. Se dirigió a la armas reunidas y buscó cualquier cosa que le fuese de utilidad. Un modelo similar a un boltgun llamó su atención de inmediato, aunque era mucho más pequeño y su calibre no tan poderoso, pero al menos le dejaba una mano libre para tomar una espada bastante caótica, llena de pinchos en lugares donde no hacía falta... pero letal sin lugar a dudas. Sería útiles hasta que pudiese recuperar su lanza... Si que aún quedaba algo de ella. 

Los orkos se reunieron a su alrededor. Las miradas estaban puestas sobre él, pero el peso de las expectativas no iba a hacer que se desmoronara. Esta no era una batalla simplemente para salir victorioso. Esta era una batalla para garantizar su supervivencia. Tenía un objetivo en mente, y morir en un planeta desconocido no era una opción. Su meta se encontraba en Terra, y la cabeza del Emperador Cadaver era su trofeo más preciado. Un patético ataque orko no lo iba a frenar, y más cuando tenía su disposición los medios para enfrentar este problemas. 

Kanan: - ¡ORKOS! - 

Su rugido llamó la atención y sacó de sus pensamientos a todos aquellos que no estaban prestando atención. Todos a su alrededor esperaban impacientes sus palabras, mirando con entusiasmo la estrambótica espada que Kanan alzaba por encima de su cabeza. A sus ojos, era la espada mas cool que habían visto en su vida. 

Kanan: - ¡AL ATAQUE! -

Orkos/Grentchins/Snotling: - ¡WAAAAAAAAAAAAAAGH! -

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