Cap. 36 - Hasta la Muerte
------------------------
Podcast diponible en YouTube:
https://youtu.be/X5dnr5kNN5c
-----------------------
Sin lugar a dudas, este podría ser considerado el más desigual de los enfrentamientos. Exhausto a más no poder, Kanan hacía lo posible por mantenerse en pie ante el todopoderoso Morko, el cual ni siquiera estaba luchando en serio. De hecho, ni siquiera estaba luchando, solo fingía hacerlo.
Ante los ojos de uno de los mismísimos dioses de la guerra orkoide, Kanan no era más que un simple gusano que se arrastraba sobre el suelo fangoso. Una cucaracha que se negaba a morir. un ser débil y enclenque que no podría derrotarlos ni en sus más grandes fantasías... Pero uno que no dejaba de levantarse una y otra vez.
El alma de Kanan estaba agotada, y aún así, se ponía de pie una y otra vez. Morko ni siquiera se estaba esforzando al golpearlo, pues no sentía ningún deseo de pelea al enfrentar al orko de pelo blanco. Simplemente lo golpeaba una y otra vez con la esperanza de que se rindiera de una vez por todas, pero Kanan no lo hacía.
No importaba cuantas veces su cuerpo metafísico cayese sobre el verde pasto, este se volvía a levantar. No importa cuantas veces quedesa incrustado sobre la tierra, este sacudía sus músculos y se ponía de pie una vez más. Para Morko este no era más que una pérdida de tiempo. Algo aburrido que no le causaba ningún tipo de emoción, pero Gorko no intervenía, ni para decir una palabra o para ayudar al que eligió como su campeón. Solo se quedaba mirando desde la distancia, sereno... y con un extraño rastro de satisfacción en su rostro.
Gorko estaba cansado de todo esto, aburrido. Tanto que ni siquiera le ponía empeño a lo que hacía. Tanto... que comenzó a confiarse.
En un intento carente de emoción, pensó el golpear a Kanan en el rostro. Otra de las muchas veces que lo haría. Tenía la esperanza que esta fuera la última. Que este agonizante aburrimiento terminase de una vez por todas. tenía la esperanza que Kana se quedase en el piso, ya fuese por aceptar la derrota o porque ya había sido noqueado definitivamente. tenía tantas esperanzas... que no se dió cuenta que el orko de pelo blanco jamás apartó sus ojos de encima.
De pronto, Gorko no enocntró resistencia alguna en su golpe. Su puño pasó limpiamente, solo cortando el aire a su paso. Sus medio cerrados ojos, aburridos y carentes de emoción, se abrieron un poco, solo para ver como Kanan había se había agachado, dejando que el puño de su oponente pasara de largo y quedando en la pose perfecta pra contratacar. Entonces, la sonrisa de Gorko se hizo más pronunciada.
Morko estaba en una posición muy incómoda. Jamás pensó verse así, sobre todo porque no se lo estaba tomando en serio, pero nada pudo hacer cuando Kanan se alzó desde su propia sombra, conectando un potente gancho bajo el menton del dios orko.
El golpe provocó un potente sonido que se escuchó a infinidades de distancia, después de todo en el inmateriun el espacio es relativo, pero sin duda fue un buen golpe. Cualquiera de seguro hubiese caído noqueado al sentir tal sacudida en su cerebro, o por lo menos se sentiría bastante mareado... Si no fuesen unos de los dioses gemelos de la guerra.
Morko estaba... impactado. No porque le hubiese dolido ni nada por el estilo, mucho menos porque estuviese mareado, sino porque efectivamente, fue un muy buen golpe. El insecto insignificante tuvo el valor suficiente para devolverle un golpe. Algo que él jamás pensó que pasaría, incluso luchando tan débilmente como lo estaba haciendo. Pero aún así... sucedió..
El rostro de Morko mostraba un claro asombro, mientras Kanan no podía hacer más que retroceder, con la guardia en alto, con la esperanza de tener el tiempo suficiente para poder reaccionar si Morko contratacaba. Pero eso parecía nunca pasar.
Morko, en cambio, no apartó la mirada de al frernte, por encima de la cabeza de Kanan viendo el interminable paisaje de pasto verde mientras alzaba su mano hacia su mentón. Frotarse el lugar donde había sido golpeado le resultó algo involuntario, y buena sorpresa se llevó al notar que tenía una muy pequeña marca. Algo que ningún mortal jamás pdría hacer... Entonces... Esta vez fue Morko quien sonrió... Y estalló.
Kanan pudo experimentar el poder de un agujero negro justo al frente. Los ojos del orko de pelo blanco se abrieron como platos cuando una enorme cantidad de energía brotó del cuerpo de Morko, desintegrando su cuerpo metafísico y mostrándose como er realmente. Una enorme deidad de magnitudes colosales, capaz de engullir a varios planetas de un solo bocado.
Kanan pudo verlo. Pudo ver de primera mano el verdadero poder de un dios supremo. Pudo contemplar la verdadera magnificencia. El poder absoluto. Un poder capaz de arrasara con la realidad misma si tan solo se lo propusiera.
Kanan dió un paso atrás, adoptando una pose de combate en vano. Sabía que no podría derrotar a esa cosa. Sabía que tampoco sería capaz de huir de su destino. Sabía que no había posiilidad alguna de sobrevivier a esa furia... Lo sabía... Y aún así sonrió como nunca.
Era imposible no hacerlo. Era imposible no reirse ante tal devastadora fuerza. Tal vez por la emoción de contemplar tal magnificencia. Tal vez por la locura que esta le causaba. O tal vez por ambas cosas. Pero allí estaba. La sonrisa más satisfecha en el rostro del orko de pelo verde, a pesar que las campanas ya sonaban en su nombre y clamaban por su alma. Oh dioes... Esta si sería una muerte verdaderamente digna... O eso creía.
Toda esa emoción... Toda esa adrenalina que bombardeó el cuerpo de Kanan se esfumó tan pronto llegó, al sentir la escandalosa risa del propio Morko. Ante sus ojos, esa colosal masa de poder se esfumó de pronto, mientras el dios orko volvía a recuperar su forma de antaño. Aquella forma de quince metros de alto, pues era lo menos que el dios podía reducir su poder. Pues de otra forma le sería imposible. Y por si la confusión de Kanan aún no fuera suficiente, Morko volció a reir.
Morko: - Muy bien. Me agrada este canijo. -
Gorko: - Te dije que había más en él de lo que tus ojos pueden ver. -
Morko: - ¿Acaso me estás llamando ciego? -
Gorko: - No... Te estoy llamando idiota. -
Morko: - ¡Atrévete a decírmelo en la cara! -
Gorko: - ¡Oh si! ¡Te lo diré en esa cara de squig que tienes! -
Y allí estaban... Dos de los dioses más poderoso del inmaterium peleando entre ellos como niños pequeños, aunque las proporciones de su combate eran colosales.
No había nada que satisfaciera más a estos dos que machacarse a puño limpio. Nada de armas, nada de magia. Sus puños serían su única arma disponible y su cuerpo su único escudo. Un brutal combate que estremecía la tierra con cada arremetida, creando y desaciendo montañas con solo el peso de sus pisada. Golpes cuyas ondas sonoras sacudían el inmaterium, lanzando energías disformes en todas direcciones fuera del gran verde. Su poder era simplemente descomunal.
Y entre toda esa marea caótica, estaba Kanan, quien más de disfrutar del violento espectáculo de demostración de fuerza, hacía lo posible por no ser aplastado. Ya fuesen por los porpios orkos o por el terreno que simplemente no cumplían con ninguna ley física. Simpelemente volando de un lugar para otro sin rumbo o sentido. Kanan vio eso y... le resultó hermsos... A su manera.
¿Cuanto tiempo pasó? Quien sabe. Los dioese batallaron entre ellos hasta que un fuerte cabesazo por parte de ambos los distrajo un poco, recordando que aún tenía un peculiar invitado en su reino, un invitado que tenía un rostro entre conmoción y asombro, aún cuando estaba medio enterrado entre la tierra y el terreno irregular. El simple hecho que no hubiese sido aplastado con todo ese alboroto ya era un milagro.
Morko: - Muy bien. Tiene mi aprobación. El resto depende de él. - Dijo mientras se daba vuelta, retirándose con una satisfecha sonrisa sobre su rostro.
Sin saber que decir, Kanan simplemente se limitaba a tratar de salir de la tierra que casi lo sepultaba, todo mientras veían al imponente Morko desaparecen en las mareas del inmeterium, y a Gorko acercase a él mientras reducía su tamaño. Reducirlo a un coloso de quince metros, claro esta.
Gorko: - No lo hisiste mal, renacuajo. -
Kanan: - Que... Que... Que.. ¿Qué fue todo eso? - Cuando intentó hablar, las palabras simplemente no salían coherentes de su boca.
Gorko: - Probaste tu valía. Probaste que, a pesar de tus orígenes y tu pasado, eres un orko de corazón. Sentiste satisfacción por la guerra, y eso es todo lo que Morko necesita. -
Kanan: - ¿Y...? ¿Qué hay de usted? -
Gorko: - ¿De mí? Ja... Desde que declaraste que irías al mundo natal de los hiumi a llevar la guerra me convensiste. -
Kanan jamás esperó encontrar a un ente tan... comprensivo... Teniendo en cuanta que los dioses orkos eran los más brutales del inmaterium, ver esa imagne de ellos sin dudas haría a muchos pensar algunas cosas. Pero si algo nadie puede refutar, es que Gorko Y Morko aman a sus hijos con locura, y siempre estan dispuestos a complacerlos con su más atractivo regalo. La Galaxia en llamas del cuarentiunavo mileno según el calendario humano.
Kanan: - ¿Y...? ¿Ahora que? -
Gorko: - Ahora... Tu te vas a dormir. -
Kanan: - ¿Qué...? -
¡TUNK!
Sin previo aviso, el dios orko bajó su puño, golpendo con fuerza al orko de pelo blanco justo en el medio de la cabeza. Kanan no pudo preever eso, mucho menos resistirlo, y su cuerpo astral cayó inconciente sobre el inmaterium, segundos antes de comenzar a desvanecerse.
Gorko rió ante esto, y la verdad, había que admitir que fue bastante gracioso, sin embargo, su risa rápidamente se conviertió en una expresion de nostalgia. El dios alzó la mirada y vió las interminables cielos azules de su reino, sabiendo que en realidad no eran más que una distopía caótica que ocultaba su verdadera naturaleza tras un bello color celeste. Fue entonces... cuando una ténue luz dorada brilló a sus espaldas.
Como un sol luchando contra su propia extinción, haciendo lo posible por brilla incluso en el oscuro vació del universo, la débil luz hacía lo posible por sobrevivir. Luchaba con todas sus fuerza por mantenerse radiante, aunque en el reino de los dioses gemelos su brillo dorado era apenas imperseptible. Una débil luz de esperanza sin voz. Una debil luz afectada por el pasado y el peso de las consecuencias de sus actos. Una débil luz que se oculta en el reino de los dioses orkos, mientras su espíritud lucha incansablemente contra los horreres de la disfromidad.
Gorko: - Resiste un poco más... El momento... está cerca. -
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top