Cap. 35 - Prueba de Coraje.
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Podcast disponible en YouTube:
https://youtu.be/nIxdkeSKy20
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https://youtu.be/5aZlOKm8w_s
Escuchar lo de arriba es importante XD.
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En una oscura habitación de una nave imperial, un gran guerrero escuchaba con pesar la grabación que había sido recuperada de los últimos momentos de aquel a cual una vez llamó hermano de batalla.
El lugar era oscuro, apenas iluminado por una tenues velas que parecían estar fuera de lugar para el propio siglo cuarenta y dos. Un frio se pegaba a los huesos y a las placas de ceramita de la negra cervoarmadura. Y tras un último y pesado suspiro, el gran guerrero le dedicó al caído su adiós final.
Werhner: - Puedes descansar en paz, hermano Haragón. Se que el Emperador te perdonará y valorará tus tantos años de servicio. Tanto como yo lo hago. Espero que la luz del sagrado dios Emperador guie tu camino. -
Esa funesta guerra sobre el mundo de Atem III fue un trágico evento para la humanidad. Millones de almas fueron perdidas. Grandes héroes cayeron en pos de la victoria antes la brutal marea verde. Pero aún así... nuevos faroles de luz aún parecían guiar el camino de esta moribunda humanidad.
El momento de paz del mariscal fue interrumpido cuando sintió los pasos acercarse. En el sepulcral silencio las botas militares sonaban más fuertes que nunca. Las corroídas botas de nuevos y andrajosos héroes que alzarían sus armas por el imperio.
Werhner: - Coronel... Comisario... -
El imponente marine se dió la vuelta, viendo a los dos hombres que se ganaron su respeto ese fatídico días. Frente a sus ojos se mostraban aquellos que libraron una sangrienta batalla, y que tras la caída del capellán Heldredd se hicieron con el control de todo el campo de batalla. Ahora... alabados por los propios registros imperiales como los héroes del imperio de Atem III, ambos se presentaban una vez más ante el servicio.
Tairon no mostraba cambio alguna en su vestimenta de la guardia de Krieg, pero muchos sabían de lo sucedido en acalles funestas planicies del norte del campo de batalla, donde la aprición del titán orko tomó a todas las fuerzas por sorpresa. Pero con mucho esfuerzo y estrategia, logró derrotarlo, aunque la victoria le reclamaría el pie derecho como trofeo. Ahora, si se era especialmente perspicaz, podías escuchar el rechinar de su rodillas metálica cada vez que daba un pazo.
Harrus tuvo un poco más de suerte, y Atem solo reclamó parte de su rostro. Para ser más específico... su mentón.
El comisario, prácticamente un novato, se alzó por encima de todos una vez el hermano de armas Haragón fue derrotado, liderando una resistencia desesperada contra un enemigo interminable. Pero cuando ya se creían muertos, y el mentón de comisarió había reventado por el disparo del bando contrario, lo orkos comenzaron a comportarse de manera muy errática... Como si su líder hubiese desaparecido de pronto.
Ver a ese hombre, con la boca abierta y escupiendo sangre era una imagen aterradora, pero sus ojos coléricos mostraban su determinación a no rendirse. Todos lo vieron. Soldados de Krieg, del astra Militarum y los marines de los Templarios Negros. Todos lo vieron y entendieron a la perfección sus inentendibles palabras... "Por el Emperador." Tanto fue su valor, que hasta un apotecario de la legión se dignó a atender un simple mortal como él... salvando su vida... y ganándose su respeto.
Tairon: - Mariscal... Hemos recibido órdenes de Ultramar. Se nos ha asignado una nueva misión a mi destacamento y al del comisario Harrus. -
Werhner: - Lo entiendo... Después de todo... Esta cruzada ya ha llegada a su final. -
Harrus: - ¿No hemos vuelto a saber nada de los orkos sobrevivientes? Muchas naves lograron escapar. - Decía ahora con un tono de voz más grave dado a su nueva prótesis.
Werhner: - No... Desde que perdimos contacto con ellos al adentrarse en la Cicatrix Maledictum hemos perdido todo rastro de ellos. Ahora esos fenómenos son problema de las atrocidades del caos. -
De haber habido más presentes, sin lugar a dudas se hubiesen llevado una gran sorpresa. El propio Mariscal Werhner abandonó la comodidad de su silla y se paró frente a los simples humanos. Su imponente figura no mostraba ostento o superioridad... sino respeto y admiración. Y no dudó en ponerse en firme cuando se fue a despedir de los que a él acudieron. Pues él sabía, que el único motivo por el cual Atem III aún seguía en pie... Era por la voluntad de esos dos.
Werhner: - Coronel Tairon... Comisario Harrus. Ha sido un honor haber servido con ustedes en esta contienda. Espero que el destino les sonría, y que la luz del emperador ilumine su camino en todas las campañas venideras. Será un gran honor poder encontrarnos una vez más como hermanos en un campo de batalla. -
Ante sus imponenete palabras, tanto el coronel como el comisario se cuadraron en pose militar, incapaces de ocultar su admiración por tan imponente y venerable figura.
Tairón: - El honor ha sido todo nuestro, mariscal. Que la luz del Emperado guíe sus pasos. -
Harrus: - También espero volver a ver a nuestra lado, mariscal. No... Estoy seguro que así será. -
Ni el propio Werhner pudo esconder una leve sonrisa complacida. Ese joven comisario emanaba un aura de seguridad muy peculiar, y aquel a su lado era un tutor muy competente, además de un gran soldado. Puede que incluso... la humanidad aún pueda luchar incluso sin la presencia de los astartes. Solo tal vez... Pero si se volverían a ver o no... Eso solo el destino lo sabía.
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Sin embargo... alejado de todo rastro del mundo material, Kanan hacia lo posible por levantarse del suave pasto sobre el cual descanzaba su cuerpo.
Los ojos del orko de melena blanca tuvieron dificultades para adaptarse al repentino cambio de iluminación. A diferencia de las mareas disformes donde el dios Slaanesh se arrastraba, en este lugar había una claridad envidiable para muchos muchos paradisíacos, aunque no había ningún solo iluminando el horizonte.
Kanan era consciente que aún estaba en el inmaterium. De no ser así aún sentiría el dolor de las heridas de su cuerpo... pero aquí no sentía nada de eso... en cambio... Sentía una inexplicable paz... aún con el enorme orko que lo esperaba de brazos cruzados.
Fue entonces que Kanan posó su penetrante mirada sobre él, mientras se ponía de pie con cautela, procurando no perderlo de vista, aún cuando este tenía una visible sonrisa de satisfacción marcada en su rostro.
El imponente piel verde media como mínimo quince metros de alto... tal vez más. Y su masa muscular era sin lugar a dudas impresionante, sobre todo porque lo único que usaban como ropa era un pedazo de tela que servía como calzón. Aunque no era que lo necesitase. Y entonces... El colosal pues verde rió.
Orko: - Si... De eso estaba hablando. Este renacuajo tiene el espiritud. -
Dijo sonriente, dejando a Kanan bastante confundido. Pero su sorpresa no hacía más que comenzar.
?????: - Aún sigue siendo bastante débil. -
Kanan se dio la vuelta de inmediato, asustado. A sus espaldas se encontraba otro orko tan grande como el primero, en posición de sentadillas mientras lo miraba bien de cerca.
¿De donde demonios salió ese tipo? Su presencia era imponente y Kanan ni siquiera lo noto hasta que dijo algo. Era como si sus pasos ni siquiera se escuchase. Pero eso era imposible. Un ser tan grande debería ser capaz de creer temblores con su simple andar.
Los dos enormes orkos comenzaron a discutir acerca de que si Kanan era digno o no. Palabras que no decían nada concreto, pero que podrían dar una idea de a que se referían. Pero las dudas del orko de pelo blanco era tan grande, que simples acertijos no era suficiente.
Kanan: - ¿Quienes son ustedes? ¿Y qué es este lugar? -
Los dos tiranos dejaron de debatir entre ellos por un momento y lo miraron con diferentes rostros. Uno mostraba una sonrisa orgullosa, el otro mostraba total desinterés.
Orko: - Creo que si sabes quienes somos. -
Kanan no podía creerlo... Más bien... No quería creerlo. Acepto las costumbres orkas solo para ser parte de la sociedad piel verde. Pero de aceptarlas a creerlas hay una muy marcada diferencia. Pero no había dudas.
Esas interminables planicies verdes. Ese aire puro, pero que escondía un cálido aroma ferroso. Esa brisa constante que golpeaba su rostro, y ese interminable cielo azul que parecía pedir a gritos ser teñido de rojo. No había duda alguna. Ese era el "Gran Verde." La tierra soñada. El paraíso orkoide. El destino de los más grandes tras la muerte. Y si ese era el caso... No podía haber otra respuesta... Esos dos frente a él no podían ser otros que los propios dioses orkos.
El propio Kanan tenía en su rostro una mezcla de sorpresa y confusión. Sorpresa ante la noticia, confusión antes lo que veían sus ojos. Incluso en su mente se imaginaba a estos seres de unas proporciones inconcebibles, pero apenas eran la mitad de altos que la proyección del dios Slaanesh contra el que se enfrentó. Pero sin lugar a dudas... La pregunta que más latía en su mente y opacada a todas las demas... Era el por qué estaba allí.
Orko serio: - Bueno... Ese es tu problema. -
Orko divertido: - Venga Morko. No seas aburrido. -
Morko: - Yo ya elegí a un campeón. Y este en particular no me sorprende en lo absoluto. -
Gorko: - Bueno... Solo hay una forma de saberlo. -
Los grandes dioses orkos miraron al orko de pelo blanco una vez más. Kanan ahora podía identificarlos siendo Morko, el brutalmente astuto aquel que se negaba a considerar su fuerza. Y Gorko, al astutamente brutal aquel que no dejaba de sonreir... como si viese algo en Kanan que ni el mismo pudiese... o como si tuviese algo más en mente.
Morko: - Muy bien. Lo pondré a prueba. -
Kanan ni siquiera pudo hacer una pregunta cuando sintió el puño de Morko impactar contra su pecho en un abrir y cerrar de ojos.
Eso fue ridículamente rápido. Mucho más rápido que cualquier ataque que hubiese visto en su vida. Tanto, que Kanan tuvo que cuestionarse si lo golpeó con los puños o con algún tipo de ataque psíquico. Pero para el dio... fue un mero golpe insignificante, en el cual apenas uso una ridícula porción de su fuerza.
La distancia que Kanan voló era imposible de medir. No sólo porque estaban en el inmaterium, sino porque perdió el conocimiento desde que fue golpeado hasta que cayó contra el "suelo," girando incontables veces mientras sentía como su cuerpo arrazaba con los verdes campos de hierva verde.
El orko de pelo blanco ahora yacía sobre el suelo, con los brazos y piernas desparramadas como una muñeca de trapo, incapaz de dar señal alguna de conciencia. Al parecer el golpe de Morko fue demasiado para un mero mortal... ¿Y como no serlo?
Los hermanos pieles verdes eran por mucho unas de las deidades más poderosas del inmaterium. Unas que los propios dioses del caos preferirían no molestar. Y ahora, el alma de un mero mortal recibió un golpe que sin lugar a dudas hubiese desintegrado cada célula de su ser de haber recibido tal impacto en su cuerpo físico.
Morko se mantuvo inmovil por un segundo, con su puño rígido mientras algo de humo blanco brotaba de sus nudillos ante la fuerza del impacto. Su semblante no mostraba emoción alguna, y no era para menos, pues incluso él, en su negativa, esperaba mucho más de ese piel verde de pelo blanco. Pero la verdad le resultó bastante decepcionante.
El dios se dio la vuelta, dejandole saber a su hermana bien en claro la decepción de su decisión con la expresión de su rostro. Se cuestionaba en que estaba Gorko pensando para creer que este piel verde tenía algo que lo destacaba del resto. Si... era más listo... pero nada más.
Sin embargo, Gorko no se sintió decepcionado en lo absoluto. Todo lo contrario. Y alegre sonrisa no hizo más que hacerse más notoria, mientras sus ojos no miraban a su hermano, sino a aquel que aupuestamente no debía tener alguna posibilidad de seguir combatiendo.
Para sorpresa del propio Morko, al girar su cabeza pudo ver a Kanan, el cual a duras penas lograba levantarse sobre el suelo hecho trizas bajo sus pies. El dolor en su estómago era contante y abrumador, y seguro estaría cubierto de sangre de sus organos internos rotos si tuviese su cuerpo físico, pero eso no quitaba la debilidad y el dolor que sentía en su propia alma. Mas... su rostro, como enajenado de la propia realidad, solo mostraba una sonrisa satisfecha. Aún sabiendo que no tenía posibilidades algunas de siquiera salir vivo de esta.
Morko lo miro por un momento, y su indiferencia dejó escapar un leve rastro de curiosidad. Dio un paso al frente, traqueó sus dedos ante la inminente paliza que le daría. Y cerró sus puños con fuerza, dándole a entender a su oponente que no mostraría piedad alguna. La gran pregunta era... ¿Qué tanto resistiría la voluntad de Kanan?
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