Cap. 32 - Yo soy... Un orko.

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Podcast disponible en YouTube:

https://youtu.be/66T7Isn0AI0

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Tengo malas y buenas noticias. 

Ahora que estoy profundizando más en el Lore, me acabo de enterar que efectivamente, los primarca si tenía una madre. Al parecer, una perpetua llamada Erda, la segunda perpetua más poderosa luego del emperador, dió la mitad de sus genes para el proyecto Primarca. 

Upsi. 

Entonces toda la emoción de que Tomoe era especial por tener una madre ya no teien efecto. 

Y si nunca escuchar hablar de Erda como yo, no te preocupes, era un super personaje capaz de matar a cuatro demonios a la vez que se murió en el mismo párrafo en el que salio. Cosas de Warhammer XD. 

La buena noticia, es que este descubrimiento no afecta este fanfic, pues si bien Erda pudo haber sido la madre de los primarcar, Amar Astarte pudo haber sido la madre biológica de Tomoe, literalmente hablando. Así que esta idea loca, aunque pende de un hilo, aun tiene en donde apoyarse. XD. En fin. Sigamos con la historia. 

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El propio Lucius tuvo que retroceder cuando un estallido de enrgía se produjo justo al frente, siendo el Kanan el epicentro del mismo. Incapaz de entender el por qué o qué estaba pasando, junto a esa extraña mirada que los ojos cargados de energía disforme le dedidcaronen el último momento le dieron una pista al marine del caos que algo se acercaba, y sus rápidos instintos le permitieron retroceder antes de recibir daño alguno. 

Sin embargo, esas palabras de Kanan, no estaban dedicadas a él. 

La mente de Kanan era un completo caos. Voces reclamaban su cordura y lo tentaban con irrecistibles promesas de poder y paz. Las había estado escuchando desde hace un tiempo, siendo más precisos, desde que decapitó al primer marines del caos de Los Hijos del Emperador. Voces que vieron su oportunidad ante la inminente traicción hacia su maestro Slannesh, y ahora pensaban que su tambalenate lealtad pudiese ser reclamada desde el inmaterium.

????: - Regresa a mi, hijo mio. Deja todo ese dolor de lado y entrégate a la felicicdad eterna. Ven a mi jardín y conoce la verdadera felicidad. Abuelo te espera con los brazos abiertos. -

????: - Sabes lo que quieres. Estás cansado de tanto sinsentido y tu cuerpo clama por poder. Dilo. Dilo y que todos te escuchen. Sangre para el dios de la samgre. Craneos para el trono de cráneos. -

????: - Tantos caminos. Tantas posibilidades. Lo deseas. Deseas saber la verdad. Deceas saber lo que está por venir. Tienes miedo a quedarte estancado en el presente. Anhelas un cambio, y sabes donde puedes ebncontrarlo. -

Slannesh: - Has caso omísono a las voces. Sabes que lo estas disfrutando. Sabes que estas sintiendo placer por tus actos. Matas a tu oponente. Cortar su devil carne ante la furia de tu espada. Sabes como se siente... Y te encanta. -

Miles de otras voces resonaban en su cabeza, aplastando la poca cordura que aún le quedaba, aunque cuatro de ellas eran las que más alto se escuchaban. Fue entonces que Kanan opotó por bajar su espada, pues sabía que tenía que enfrentar a los enemigos de su mente antes de poder derrotar a su enemigo en el mundo físico. Cuando:

????: - Disfrútalo... -

Una extraña voz resonó en su cabeza. Una voz que nunca antes había escuchado, pero que al mismo tiempo le resultaba sumamente familiar. Como si la hubiese escuchado cada día de su vida desde que llevo a esta galaxia en su forma orkoide.

Fue entonces que algo sacudió la mente de Kanan. Una extraña combinación de recuerdos y una euforia sin igual. Recordó lo que solía ser. Recordó lo que era. Recordó sus anhelos y su convicción. Recordó porque hacía todo esto. Recordo... quien era.

Kanan: - Ya fue... suficiente. - 

Con una cólera y una sonrisa en su rostro, Kanan grito, pero Lucius no era la víctima de sus palabras. El orko de pelo blanco vio al caos a los ojos, y este le devolvió la mirada. Millones y millones de ojos se posaban sobre su figura a través de la brecha imaginaria que el inmaterium creaba en su mente. Y ante él terror, el miedo y la desesperación. Ante la inexistente posibiludad victoria. Ante la desesperación absoluta... Kanan sonrió desafiante.

El orko de pelo blanco lo sintió. Toda la furia. Todo el enojo. Todas las preocupaciones se esfumaron de su rostro, dándole paso a una enorme sonrisa de satisfaccion. Lo sintió. Sintió la emoción de la batalla por venir y rió con fuerza ante la expectativa. Y ante sus asombrados ojos, Lucius vio como ese eufórico orko se lanzó sobre él en una frenética danza de ataques con su espada.

El marine del caos no sabía lo que ocurría. De un momento a otro perdió total control del combate. La velocidad y furia de ese orko eran tan grande, que el propio Lucius, uno de los espadachín más habilidoso de la galaxia tuvo que pasar a la defensiva. 

Su espada Laer no podía contraatacar, pues esta no paraba de recibir los impacto que la hoja del arma del orko le propinaba. Su látigo se agitaba con fuerza, tratando se abatir a su oponente desde todos los ángulo, pero lo único que encontraba en su trayecto era el sólido suelo o algún que otro demonio o marine del caos de menor rango con muy mala suerte, pero no al orko.

Ya había pasado demasiado tiempo. Lucius estaba luchando desde hace tiempo, mucho más que el propio Kanan. Su pelea con el señor fénix le había dejado graves heridas, heridas que ahira comenzaban a hacer estragos en sus movimiento, ahora que ni la excesiva dosis de estimulantes era capaz de sacarlo de ese estado de lamento. Kanan en cambio, parecía haberse olvidado por completo de su herida. Como si el dolor hubiese estado todo este tiempo en su mente, y no en su hombro. Fue entonces, que un atroz sonido metálico llamó la atención de todos los que estaban a su alrededor.

Tanto aeldaris como demonios y marines del caos vieron con asombro la escena. La espada de Kanan logró encontrar una profunda brecha en las defensas de Lucius, cuando la herida en su abdomen se desgarro y varios de sus órganos de escurriendo de su cuerpo.

Ante un dolor que ni uno de los ciervos de Slannesh fue capaz de controlar, Lucius perdió la nocion de la batalla por un segundo. El segundo que Kanan necesito para blandir su espada, partiendo al marine del caos por la mitad con un potente corte por la cintura.

Lucius vio en shock como el mundo daba una vuelta sobre si. Su cabeza calló hacia atrás acompañada de su torso, mientras sus pies caían hacia adelante. Una rabia momentánea se apoderó de él, la ira inmaculada de haber perdido una vez más, sin importar las circunstancias o los eventos previos. Aún así, todo esa furio se torno en una cínica satisfacción cuando vio la enorme sonrisa del orko que lo miraba triunfante. Después de todo, Lucius tenía un as bajo la manga que muy pocos conocían.

Lucius: - Así que me has derrotado. Debes de sentirte muy bien por eso. - Dijo mientras la sangre brotaba de su boca y sus ojos desfallecian.

Kanan: - ¿De que estas hablando? -

Lucius: - No seas modesto. Tu rostro lo muestra perfectamente. Esa sonrisa muestra tu satisfacción. Tu orgullo de haber derrotado a alguien tan fuerte. Tu ego debe estas inundando tu cuerpo en este momento. -

Lo que salía de la boca de Lucius no eran meras palabras. Con su último aliento, el marine del caos estaba lanzando su mortal veneno contra su victima, enrollandose sobre el cuello de su presa para asfixiarla y reclamar su carne. Después de todo, Lucius era en sí, una terrible maldición. Pues cualquiera que lo derrotas y sintiese la menos pizca de orgullo en su interior, sería castigado a todo una eternidad de dolor, como una cara más de las muchas de decoraban su vil armadura, mientras el propio marine del caos reclama la carne de su víctima como suya. Y Kanan era su próxima víctima. Una víctima perfecta.

Grave equivocación.

Kanan: - ¿Satisfacción? ¿Orgullo? ¿Ego? No se de que estas hablando. - De momento. La maquiavelica sonrisa se esfumó del rostro de Lucius, aunque Kanan mantenía la suya. - Esta sonrisa sobre mi rostro no tiene nada de ego u orgullo. Solo satisfacción por tan buena pelea. La satisfacción del porque los orkos aman tanto la guerra. La satisfacción de enfrentar a un enemigo tan formidable. Si hay algo que siento por ti, es agradecimiento. Por mostrarme la verdad. -

Kanan sintió su alma saciada por primera vez. No había encontrado un rival digno desde que reencarna como orko, y la batalla contra el capellan Heldredd fue tan emocionalmente doloroso para él que no pudo disfrutarla. Pero ahora, con un enemigo formidable, aunque herido, y con nulo vínculo emocional, Kanan pudo sentir el verdadero furgor. La verdadera emoción de enfrentar a un oponente digno y sonreír por ello. En ese momento, Kanan pudo sentir lo que realmente significaba ser un orko, y la satisfacción que se sentía al hacerlo.

Al ver al orko de tal forma, Lucius dejó escapar un grito de furia y rabia. Cada vez que era derrotado y su oponente no caía en su trampa, Slannesh se dedicaba a torturar su alma personalmente antes de revivirlo, y esa no era una situación muy agradable, incluso para alguien tan depravado como el.

Pero Kanan era muy conciente de lo que sentía. Ser un orko no se trata de sentir orgullo, ego, o cualquier otra sensación que alimentase su egocentrismo. Nada de eso. Ser un orko significaba ser feliz. Luchar y reír ante ello. Sentir la adrenalina y la euforia recorrer su cuerpo. Ya podía entender porque Kurnet y los nobles sentían tanta emoción al enfrentarlo en los entrenamientos, aún cuando él les daba una paliza bochornosa en cada ocasión. Era el enfrentarse a un enemigo formidable, la razón de ser de los pieles verdes. El motivo de ser y querer ser... un orko.

Tras unos segundos, la vida se había escurrido del rostro de Lucius. El famoso espadachín había sido superado por la dmfuerza conjunta de un orko, una aeldari y un señor fénix. Aunque fuese el piel verde aquel que reclamaria el golpe final.

Ahora Kanan alzaba su cabeza, viendo con entusiasmos los miles de enemigos que tenía al frente, mientras los remanentes aeldari que quedaban luchaban con todas su fuerzas para detenerlos. Pero el orko estaba más que gustoso de ayudarlos.

Con su imponente altura de tres metros, Kanan cargo de frente, anunciando su llegada de forma espectacular, lanzando los cuerpos cercenado de los demonios del exceso por los aires en un brutal festival de sangre y muerte.

Los aeldari vieron esta oportuna intervención como una oportunidad, y aprovechando la conmicion del enemigo, siguieron los pasos del imponente orko, convirtiéndose en una marea de elegancia que abatía a sus enemigos con la precisión que tanto caracterizaba a los aeldari. Aún cuando la cabeza de toda esa orquesta era una bochornosa vestía colérica y verde que sólo pensaban en matar y avanzar a su siguiente oponente. Pero sería útil. Y era justo lo que necesitaban.

La masacre fue tal, quw cientos de portales disformes se abrieron a espalda de las fuerzas del caos, provocando que sus mermadas filas huyesen despavoridas al inmaterium para salvar sus miserables y patéticas vidas.

Los aeldari celebraron con vítores tal victoria, pues ahora que las fuerzas invasores principales estaba en la retirada, su hogar estaba a salvo una vez más.

Kanan se dio la vuelta, y vio con algo de satisfacción como los aeldari celebraban su tan merecido victoria. En su otra vida no hubiese dudado en verlos como sus enemigos, pero ahora solo podía sentir ganas de unirse a tal celebración. Además, necesitaba un descanso después de dos largas batallas.

Pero antes que siquiera pudiese preocuparse por Kurnet, David y el resto de la horda. La mente de Kanan recibió un golpe abrumador, separándose de su cuerpo mientras este caía estrepitosamente sobre el suelo.

Kanan sentía un dolor terrible, pues su alma había sido desgarrada literalmente de su cuerpo. Tardó varios segundos en poder recuperar los sentidos, solo para sentir el verdadero terror al alzar la mirada pues, ahora que supo que su alma había sido enviada de vuelta a la disformidad, pudo ver a en dios del caos iracundo mirándolo directamente.

Hacer enojar a Slannesh no era buena idea, y Kanan estaba a punto de saber por qué.

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