Cap. 28 - Recuerdos del Pasado.
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Mientras tanto, en un lugar muy alejado de todo aparente conflicto, un coloso descansaba sobre su trono administrativo, rodeado de miles de documentos y archivos que debían ser revisados por sus propios ojos. Allá, en el lejano reino de Ultramar, en una tranquila y modesta habitación de Macragge, el hijo vengador del emperador desataba una campal batalla con los números para que el Imperio de la humanidad aún pudiese resistir en este milenio tan caótico.
Nadie se atrevía a interrumpir su trabajo, pero hay noticias que deben ser atendidas con urgencia a pesar de todo. El hijo del emperador, el primarca Robute Guíliman, alzó la mirada tan pronto sintió la puerta de sus despacho abrirse, siendo el propio Catus Sicarius aquel que se acercaría al asiento de su padre con un rostro bastante preocupado.
Guilliman: - ¿Qué ocurre, Catus? -
Catus: - Mi señor, le traigo un reporte de la cruzada Calixus. -
Guilliman suspiró profundamente. No era común que un capitán de su legión viniese personalmente a darle un simple reporte, pero su experiencia le decía que no habría de ser nada bueno.
El hijo vengador estiró la mano con pesar, aceptando los manuscritos que su hijo portaba en sus manos. Se recostó sobre su silla lo más cómodo que pudo, y con el clásico semblante de completa carencia de emociones que lo caracterizaba, comenzó a leer.
A pesar de las palabras escritas sobre el papel de sus manos, Guilliman no mostró extresión alguna. Pasaba las páginas como si se tratase de otro simple reporte aburrido, pero la realidad era muy diferente. Cuando el primarca dejó de leer no dijo nada, simplemente apoyó su mano sobre el descanso de su silla y apoyó su cabeza sobre la misma, adentrándose profundamente en sus pensamientos.
Catus no dijo nada. Sabía que cuando su padre actuaba de ese modo estaba bastante enojado, y no era para menos, pero también sabía que estaba pensando en alguna forma de remedir tal desastre. Y tras varios minutos, su espera resultó acertada.
Guilliman: - Esto se nos está escapando de las manos. -
Catus: - ¿Mi señor? -
Guilliman: - Cada día son más las amenazan que acecha al Imperio. Y si antes estábamos con el agua hasta el cuello. Este nuevo grupo de guerra orko será posiblemente la última estocada para que este tambaleante orden colapse sobre su propio peso. -
Catus: - ¿Qué vamos a hacer, mi señor? Nuestras fuerzas están esparcidas por toda la galaxia. -
Guilliman: - No tenemos muchas opciones, capitán. Tendremos que pedir ayuda. Acompáñame. Será un viaje bastante tedioso. -
El capitán Catus tenía cientos de preguntas, pero conocía lo suficiente a su primarca como para saber cuando hacerla y cuando no. Y por su molesto rostro pudo entender que era mejor seguir sus órdenes sin preguntar mucho el por qué.
Sabía que a donde quiera que fuesen no sería muy lejos, pues el primarca se dispuso a ir hacia los hangares, usando un pequeño buque de guerra tripulado por no más de diez personas y ni siquiera llevaba una escolta. Con algo de suerte, ni siquiera tendrían que salir del reino Ultramar, y afortunadamente, sus expectativas fueron cumplidas.
La ruta que dicha nave siguió era muy extraña, incluso para el propio Catus, quien conocía el reino de Ultramar como la palma de su mano, o eso creía. Pues la sorpresa del capitán era indescriptible cuando divisaron un mundo a pocos años luz del propio Macragge. Un hermoso mundo verde que el capitán jamás había visto con sus propios ojos.
La enorme nave no descendió hacia la superficie. En cambio, el propio primarca usó una simple lanzadera en la cual apenas lograba entrar dado a su imponentes altura de cuatro metros, acompañado solamente por el propio Catus y el piloto. Y tras atravesar la atmósfera del planeta, tanto el marine espacial como el simple humano no pudieron esconder su asombro a ver un lugar tan hermoso.
Ese lugar era un paraíso, un enorme jardín Occidental que se extendía kilómetros y kilómetros sobre el horizonte. Desde la nave, se podían apreciar los interminables campos de arroz y la sencilles de las viviendas donde los muy pocos humanos que vivían en tal planeta residían.
La nave descendió en una planicie tras el comando del primarca, y este no perdió el tiempo en descender y caminar por un colorido camino de rocas hacia lo que parecía una especia de monasterio de las montañas del antiguo Japón.
El primarca se adentró en el pacífico lugar seguido por su capitán, siendo sus pesadas pisadas lo único que interrumpía el embriagador silencio. Los humanos que se encontraron por su camino era muy serenos, y no dudaban en mostrar una reverencia ante el señor de Ultramar antes de seguir su camino. Finalmente, llegaron a lo que parecía un templo, el cual para sorpresa de Catus, estaba custodiado por dos astartes portando unas muy peculiares espadas sobre sus cinturas. Espadas que el ultramarine nuca había visto.
El capitán se extrañó cuando vio a esos dos astartes inclinar la cabeza al ver al primarca, pues esperaba una especia de muestra de respeto más notoria, pero grande fue su sorpresa cuando el propio Guilliman hizo exactamente lo mismo hacia ellos. ¿Acaso su padre mostraba respeto hacia estos simples astartes que ni siquiera se dignaron a dedicarles unas palabras? Imposible. O eso el capitán quería creer. Pero al ver cómo su padre se adentraba en el templo sin decir nada al respecto no pudo acer más que intentar seguirle el ritmo.
El modesto templo resultó no ser más que una mera fachada. En su interior, un ascensor descendía hacia los confines del subsuelo, donde una enorme red de túneles se extendía en incontables kilómetros de pasadizos vacíos como un cementerio y cámaras soterradas. El primarca no perdió el tiempo, y marchó hacia adelante como si tuviese perfecto conocimiento del lugar, y así era. Y rápidamente, se acercó a una enorme puerta metálica que parecía ser su destino final. Pero antes de siquiera ingresar a donde quiera que esa puerta condujera, una voz a sus espaldas captó la atención de ambos.
?????: - No esperaba volver a verlo tan pronto, Lord Comandante Guilliman. -
Cuando Catus se dió la vuelta quedó visiblemente impactado. A sus espaldas se encontraba una mujer de ojos rasgados, una característica humana que solo había leído en antiguos registros imperiales, vestida de lo que parecía un kimono negro o algo similar, y cuyo aspecto era bastante intimidante. Sobre todo por sus dos metros y medio de altura. Pero sin lugar a dudas, lo más aterrador eran esos cervocráneos modificados que flotaban terroríficamente a sus espaldas ¿Acaso eso siquiera era cervocráneos? Eran aterradores. Catus sintió un escalofríos recorrer su cuerpo, pero el primarca Guíliman se mantuvo tan sereno como siempre.
Guilliman: - Dama de Guerra Hojo Takeko. -
Takeko: - No quiero cuestionar su autoridad pero... ¿Serían tan amable de decir el motivo de su visita? -
¿Acaso esta... individua estaba cuestionando las decisiones de primarca de Ultramar? El propio Catus no podía estar más enojado por esto. Ni siquiera sus propios hijos se atrevían a tal ofensa, y esta mera... mortal se atrevía a cuestionar las órdenes del hijo vengador. Pero para su sorpresa, el propio primarca se mostró sereno y respondió a su pregunta con preocupante obediencia.
Guillima: - La galaxia necesita el regreso de tu maestra. El imperio lo necesita. -
Catus solo quería estallar en preguntas. ¿Quién era esta persona o... ser que tan necesaria parecía ser? Todo era muy confuso para él, y la poca paciencia que le quedaba se estaba esfumando, sintiendo la necesidad de obtener una respuesta con urgencia, pero ante su duda, el largo y pesado suspiro de esa extraña mujer lo sacó de sus pensamientos.
Takeko: - Sabe que ella no estará feliz por eso. -
Guillima: - Se que no pude cumplir mi promesa. Pero se que entenderá la verdad. -
Takeko: - Estará bajo su propio riesgo. -
No habían muchas cosas en esta galaxia que pudiese sorprender a un marine espacial, pero sin lugar a dudas, ver una gota de sudor sobre el rostro del primarca tras escuchas unas simples palabras era bastante preocupante.
Aún así, la extraña mujer no dijo nada más, ordenando a sus servocráneos a abrir las puerta para dejar pasar al singular duo. El interior era bastante extraño para los hombres de Ultramar. Una enorme habitación oscura adornada en inciensos, velas tradicionales y tapices finamente hechos de manos de la antigua cultura occidental. Y justo en el medio, un enorme tanque de éxtasis criogénico con una silueta humanoide claramente definible en su interior.
La extraña mujer pasó al frente, y usando un panel de controles, se pudo escuchar varias válvulas liberar presión, mientras el hielo en el interior de la cápsula comenzaba de derretirse a una velocidad impresionante. Mientras todo esto sucedía, ambos guerreros vieron asombrados como varias damas entraban en el recinto, portando similares kimonos negros, con sus rostros tapados por un fino velo, y portando en sus manos largas piezas de telas finas y sedosas.
Fue entonces cuando el tanque se abrió, dejando escapar de su interior una gran cantidad de vapor que impedía ver mucho más lejos que pocos metros, además que el vidrio empañado impedía ver el interior. Entonces, para completo asombro del capitán Catus, su primarca, el ser humano más glorioso que existía en la galaxia ante sus ojos, hincó la rodilla contra el suelo y bajó la mirada ante quienquiera que estuviese dentro de esa tanque de éxtasis.
Catus no era siquiera de asimilar lo que estaba pasando, pero cuando su vista volvió al frente, pudo ver a una imponente mujer que duplicaba su tamaño completamente desnuda salir del interior de dicha cápsula.
Majestuoso. Fue lo que pobre capitán solo pudo pensar antes que su cuerpo cediera ante la imponente figura, siguiendo a su primarca en una marcada reverencia hacia esa extraña que nunca había visto en su vida. Pero era como si algo en su interior lo obligase a hacerlo. Su mirada se giró hacia su primarca un segundo, y simplemente vió un rostro sereno con los ojos cerrados, como si esperase a que las damas vistiesen a su señora con toda la calma del mundo, y su cabeza no se alzó, hasta escuchar las palabras de tan impresionante mujer.
?????: - Siento como si hubiesen pasado milenios. - Dijo despreocupadamente mientras estiraba cada fibra de su cuerpo, haciendo que sus articulaciones se sacudiesen en poderosos estallidos de huesos reacomodándose.
Fue entonces que Guilliman alzó la mirada, poniéndose de pie siendo seguido por su leal capitán. Pero menudo fue el asombro de Catus cuando vió que dicha mujer era medio metros más alta que su señor. Un titán. Una colosal montaña de cabello negro y ojos rojos como la sangre. El porte de una formidable guerrera.
Guilliman: - Me alegra volver a verle, hermana Tomoe. Primarca de la 2da legión. -
-------------------------------------------FIN DE LA 1ra TEMPORADA------------------------------------------
Ok. Esta es la parte donde los fan agarran sus lanzallamas y me declaran hereje. Pero tranquilo, no voy a romper todo el universo de Warhammer 40k sin una explicación lógica. Así que guarden las cruces de madera por el momento. Jeje.
Y que no cunda el pánico. Esto no será como Juego de Tronos que me demoraré un año en actualizar. Solo hago esto por un tema organizativo. Es más para llevar cierto orden en la historia. Los próximos capítulos no demorarán en llegar, y serán publicado en esta misma lista.
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