Cap. 26 - Diente por Diente
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Podcast disponible en YouTube:
https://youtu.be/33VpKf_HIfk
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El orko de pelo blanco sabía que no podía continuar así. Su arma no resistiría mucho tiempo antes de hacerce pedazos, y su cuerpo ya comenzaba a expoerimentar el desgaste. Incluso el marine espacial, con sus órganos adicionales para aumentar su resistencia, comenzaba a sentir el desgaste sobre su propio cuerpo.
El ensordesedor sonido del metal chocando una y otra vez desgarraba la pasiencia, así como los gritos de la guerra a su alrededor que parecían nunca tener fin. Kanan y Haldredd solo tenían ojos para su enemigo, pues sabía que, de apartar la mirada tan solo una milésima de segundo, podría ser el final inmediato para cualquiera de los dos. Y entre toda ese despliegue de fuerza y sed de sangre, llegó el punto de quiebre.
Una apertura. El capellán la vió de inmediato. Algo esfímero. Cuando Kanan sintió como la hoja de su hacha se fisuraba desde el filo hacia el eje no pudo evitar querer analizar el daño. Tiempo suficiente para que Haldredd pudiese hacer su movimiento.
Rápido como un destello, la hoja de la espada del capellán encontró una fisura en la antes impenetrable defenza del kaudillo orko. Su afilada punta encontró la carne verde, incrustándose en su pies, desgarrando sus tejidos y magullando cada hueso que encontraba en su camino. Devido a la velocidad de dicho ataque, el capellán no pudo acertar una estocada tan potente como él quisiera, pero al menos había logrado herir de gravedad al orko justo por debajo del hombro izquierdo.
Kanan experimentó toda la furia psíquica del Templario Negro desatarse en su interior, usando la propia hoja de metal de su espada como catalizador para arremeter con poderosas descargas eléctricas dentro del cuerpo de su adversario. Fue tan solo un segundo, pero el orko ppudo experimentar de primera mano la furia de un relápago adentrarse en su cuerpo.
Desde la distancia, Murrey vió con terror lo sucedido. Sus ojos le mostraban la escalofriante escena de su kaudillo siendo alcanzado por el arma de su enemigo, mientras su grito de cólera y dolor sacudía esa porción del campo de batalla.
La mano del kaudillo sintió su cuerpo estremecerse. Sintió por primera vez la agonía y el medio de perder a su señor, y era algo que lo enfurecía hasta la médula. Sin pensarselo dos veces, ordenó a todos los presentes cargar de frente, siendo él mismo quien lideraría el ataque, olvidando completamente que todo el frente central dependía de sus decisiones. Pero antes sus ojos coléricos, se mostró algo majestuoso.
A pesar de sentir la furia del trueno sobre su cuerpo. A pesar sentir el dolor de como cada una de sus células se estremecían erráticamente ante la furia de los poderes psíquicos de su oponente, Kanan no retrocedió.
Haldredd sintió el terror cuando intentó retirar su espada, y vió como esta no se movía. Cuando desvió la mirada hacia su arma, vio como la mano del kaudillo se aferraba al filo de su hoja con fuerza, aún cuando esta hacía pequeños cortes sobre sus magullados dedos. El capellá intentó una vez más retractar su arma del hombro de su oponente, pero esta solo se movió unos centímetros, apenas provocando pequeños cortes sobre la mano de su oponente. Entonces, vió con pesar una sombra alzarse con el rabillo de su ojo.
Para cuando Haldredd volvió a alzar la mirada, lo único que pudo ver fue la silueta de la mano de su oponenete alzada con su gran hacha magullada por encima de su cabeza, y antes de siquiera poder reaccionar, su mortal filo descendió a una velocidad imposible de ver para ojos mortales.
Aún con su filo desgastado y su hoja a punto de acerse añicos, Kanan descargó toda su furia en un último y mortl golpe. El filo de su arma encontró laperfecta apertura entre la hombrera y el cuello del astarte, agrietando el metal hasta dividirlo en dos, cortando a traves de la carne y huesos del marine espacial hasta detenerse por su propia carencia de fuerza. Todos, absolutamente todos viero en shock como el hacha de Kanan cortó al capellán Haldredd desde el hombro hasta la zona lumbal de su cuerpo.
De no haber tenido puesto su casco, Kanan habría sido capaz de ver el rostro en shock de su oponente. Había perdido. Había sido superado y ya podía sentir como la disformidad comenzaba a reclamar su espíritu. Haldredd sintió el dolor recorrer su moribundo cuerpo como nunca antes había sentido mientras su mirada se teñía de rojo por la sangre que su bosa escupía y empañaba su visor dentro de su casco.
El cuerpo del marine cayó hacia sus espaldas, desfallecido y carente de cuerzas mientras con su último aliento podía apreciar el contaminado cielo de Atem III siendo manchado por los destellos de las andanadas y la descarga de muerte y metal. Y por encima de eso, las colosales naves de guerra que se enfrentaban en la lejanía del espacio exterior.
Haldredd no opuso resistencia a su caída. Sabía que no tenía sentido oponerse a lo inebitable, además que no tenía fuerzas para hacer tal azaña. Simplemente, se dejó llevar por la gravedad y esperaría que su cuerpo arremetiese contra el suelo hasta esperar su último aliento. Aún así, este nunca experimentó tal desagradable sensación.
Una mano no esperada amortiguó su caída. Carente ya de la capacidad de asombrarse, Haldredd sintió las manos del caudillo orko a sus espaldas, las cuales lo depositaban gentilmente sobre el suelo rocoso y putrefacto de Atem III. Y de no haber llevado su máscara de cadavera puesta, Kanan podría haber observado la mirada del capellán puesta sobre él, preguntándole... ¿Por qué? Pero este no necesitaba verla para saber que allí estaba.
Kanan: - Espero que... por fin puedas encontrar la paz... ¨Viejo Gruñón¨. -
Haldredd sintió un sobresalto sacudir las últimas fibras de su cuerpo que aún podía sentir, mirando solamente una sombra borrosa entre la debilidad de sus ojos y su visor cubierto de su propia sangre, pero... de algún modo... sintió en su interior un ápice de felicidad. Podría negarlo con toda su fuerza de voluntad, pero en este puntode su agotada vida no tenía sentido entragarse a la negación.
Haldredd: - Pala... dín... del... del Empera.. dor... Kanan... Scott. - Y esas fueron sus última palabras... y aliento.
Volver a escuchar esas palabras dejó a Kanan en un profundo estado de dolor emocional. Recordaba su deber como protector de la humanidad como algo que se adhería a su carne como brazas calientes que marcaban su cuerpo, pero no dudaría. Sabía que... si realmente quería serle fiel a su voto, tenía que completar su cruzada. Por el pasado. Por el presente. Y por el futuro.
Murrey: - ¡Kanan! -
La voz de su sobrodinado lo hizo regresar a la realidad, donde se vió en medio de la violenta oleada de masacres a su alrededor. La muerte del capellán Haldredd despertó una rabia sin igual sobre sus seguidores, quienes hacían lo posible por adentrarse en las filas de sus enemigos y reclamar la cabeza de aquel sucio xeno que acabó con la vida de su admirable señor.
Kanan volvió a sentir el putrefacto olor de la guerra, los quejidos y lamente de los caídos así como el rugir de la pólvora a su alrededor. La herida sobre su hombró volvió a doler una vez más, sobre todo cuando sacó la afilada esfada de su ya muy maltratado cuerpo. Tal acto le causó un dolor atrós, pero era un mal necesario. Fue entonces cuando Murrey llegó hacia donde él estaba rodeado por los noblez que luchaban ferbientemente para defender a su señor.
Murrey: - ¿Estás bien? -
Kanan: - Lo estoy. No te preocupes por mi. -
Murrey: - No se mueva. Voy a curarlo. -
El matazanoz sacó diferentes equípos médicos, pero en tal agetreo del combate no podría cocer esa gran herida. Debía retirarse para atender al kaudillo lejos del peligro, pero no podía dejar tal agujero expuesto sobre la piel de orko de melena blanca. Y con un simple vistazo a su alrededor, tuvo una idea.
En un rápido mobineto, Murrey le arrancó la hombrera a cadaver de Haldredd y la puso sobre el hombro del kaudillo. Kanan estuvo a punto de reprimirlo por esto, pero dada la situación no era una buena idea hacerlo. Además, que el matazanoz se veía tan concentrado en su labor que era mejor no molestarlo. Cuando terminó, la hedida de Kanan estaba cubierta por el duro metal imperial, descanzando sobre varios vendajes improvisados que el orko usó para tartar de evitar que siguiese perdiendo sangre.
Una vez completada su labor, Murrey ordenó retirarse, siendo cubierto por los numeroso nobles que luchaban con todos sus fuerzas para mantener las espadas de los Templarios Negros alejados de su señor. Habían jurado dar la vida a cambio de la suya, y este no sería el momento donde su convicción iba a fallar. Para cuando Murrey fue capaz de llevar a Kanan hacia el grueso de sus tropas, alejados del frente de batalla, apenas quedaban unos doscientos noblez orkos, pues la mayoría dió su vida para asegurar la de su señor. Pero los problemas solo estaban empezando.
Ante los aterrados ojos de todos los presentes, y fuera de la vista de cualquier soldado imperial, un pequeño portal disforme se habrió justo donde Kanan se encontraba. Como si este mismo fuese el eje del vórice donde todas las energías disformes se arremolinaban. Y ante la mirada atónita de todos los orkos presentes, aquellos que se encontraban en el interior de la mortal miasma morada desaparecieron sin dejar rastro alguno, dejando tras de si solamente un vacío de forma circular de unos cincientra metros de diámetro. Todos, absolutamente todos en el interior, había desaparecido.
Mientras tanto alejado de toda fuerza gravitatoria, las colosales naves de guerra seguían su curento combate, pero lo que nadie esperaba, era de la inconcebible estrategia que los orkos usarían para derrotar a sus oponenete.
Oficial: - Almirante. Hemos perdido varias fragatas y muchos cruceros están inoperativos. Recibimos reportes que hay orkos destrueyendo las naves desde el interior. -
Vasílika: - Imposible. ¿Cómo? Ninguna nabe orka se ha acercado lo suficiente. ¿Acaso...? No puede ser. -
Pero para confirmas sus temerosas dudas, el mariscal Werhner la contactó estan en pleno comabate.
Werhner: - Almirante... ¿Me recibe? -
Vasílika: - Alto y claro, Mariscal. ¿Cual es la situación? -
Werhner: - Hay orkos asediando la nave. Miles de ellos. El secotr de proa está infestado. -
Vasílika: - Lo que me temía. Fueron los torpedos, mariscal. Los usaron como cápsulas de desembrco. -
Werhmer: - Esto confirma los reportes. Estos orcos no son como los que hemos luchado antes. -
Vasílika: - Mariscal. Hemos perdidos demasiadas naves. A este ritomo seremos superados en cuestión de horas. Cuales son sus órdenes. -
El mariscal Werhner tomó unos segundos para pensarlo. La situación era crítica y el tiempo estaba en su contra. Recordaba las palabras del coronel Tairon y se arepentía por no escuchar su opinión y ahora estaban pagando el precio. Retirar las tropas de Atem III tomaría tiempo, pero no podían dejar a sus suyos resagados. Debían permancer firmes cueste lo que cueste.
A pesar que el resto de los templarios negros luchaban valientemente junto a las milicias de las naves par elimitar a los orkos antes que estos causaran graves daños a la nave, Warhner permaneció pensando en lo dificil de la situación. Pero su calma sería sacudida sin previo aviso, cuando un preocupado astarte se acercaría a él con terribles noticias.
Marine: - Mariscal. -
Werhner: - ¿Qué ocurre, soldado? -
Marine: - Nos llegaron informes de la superficie. El capellán Hardredd ha caído en combate. -
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