Cap. 18 - Calma Antes de la Tormenta

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Podcast disponible en YouTube:

https://youtu.be/p2xO9dsT-_c

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Soldado: - ¡FUEGO ENEMIGO! -

Harrus: - ¡Coronel Tairon! ¡Coronel Tairon! ¿¡Me recibe!? -

El comisario hacía lo posible con contactar con su superior, pero el caos a su alrededor parecía haber cortado todo tipo de comunicación. Cientos de hombres del Astra Militarum bajo su cago caían ante una imparable marea verde que se abalanzaba sobre ellos, y desde la distancia, veían con horror a un imponente orko de casi cinco metros de alto dirigir la horda. Un coloso casi inmortal, con su imponenete brazo metálico y portando un gran bolter en su mano de carne y hueso. Un Bolter que tenía grabado en su costado el símbolo de los Halcones de la Tormenta.

Harrus: - ¡Coronel Tairon! ¡Han detenido la primera carga! ¡Hemos perdido a más de la mitad de las tropas! ¡Necesitamos ayuda! ' Gritaba con todo su ser por el dispositivo de comunicaciones, pero no había respuesta alguna.

Soldado: - ¡Comisario! ¡Hemos perdido la última Chimera! ¡No podremos seguir aguantando! ¿¡Qué debemos hacer!? ¿¡COMISARIO!? -

Pero aún ante los gritos de su subordinado, el comisario Harrus no era capaz de reaccionar. No importase donde mirase, todo lo que veía er muerte y violencia. Un mar de sangre y cuerpos huniformados del Astra Militarum regados por doquier.

Harrus: - Que el Emperador nos ampare... - Dijo casi con su último aliento.

Las explosiones y el retumbar de los disparos saturaban el campo de batalla. La muerte acechaba tras cada rincón, y los suelos marrones de Aten III se bañaron con el escalofriante color carmesi de la sangre. Lo que antes fue un contamindado mundo industriual ahora se había convertido en una de las peores trajedias para la humanidad en el Sector Obscurum pero... ¿Cómo fue que llegamos a esto?

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Afueras de la ciudad capital de Atem III. Una hora antes...

David: - Kaudillo... Le hemos traido al que parece ser el lider humano de este mundo. -

Kanan estaba de espaldas a la ciudad, con la vista perdida en los interminables cielos contaminados de Atem III. El ataque de los orkos fue tan brutal y veloz, que las fuerzas de defenza del planeta no fueron capaces de resistir ni veinte minutos contra la horda de pieles verdes. Fue tan abrumador, que los planes de defender las posiciones hasta que llegasen las fuerzas de la Cruzadas Calixus se vieron frustradas en los primeros minutos de batalla. Lo que se esperaba fuese una resistencia de cinco días, apenas duro media rotación del minutero del reloj.

Habían pasado un par de semanas desde el asalto a Cantus, y muchas cosas dentro de la horda habían cambiado, empezando por el abrumador número de pieles verdes, el cual alcanzaba la ridícula cifra de millones. Y a la par, ahora contaban con más de cien naves de guerra armadas hasta los dientes, capaces de batirse en combate justo con algunas flotas pequeñas de la armada del Imperio de la Humanidad.

La cantidad de vehículos en sus filas había aumentado abrumadoramente los cuales se contaban por cientos de miles incluyendo tanques, carroz de guerra, vehículos ligeros y dreznaut, así como vehículos similares pero de menor tamaños especializados para los grentchins.

Y hablando de estos, lo que antes era un pequeño grupo de apenas mil efectivos bajo el mando de David, ahora rebazaban el cuarto de millón, todos portando el fino armamento imperial. Sus camaradas los llamaron los ¨orkumis¨a modo de burla, pero estos abrazaron tal apodo gustosos y ahora eran una de las fuerzas mas letales de toda la horda, contando con sus propios vehículos blindados y unidades especiales, pues algunos grentchins muy entusiastas habían desarrollado en especial gusto por el fuego, y ahora portaban mortlaes lanzallamas a sus espaldas. no luchaban de frente, y solían esconderse entre los abrumadores números, y cuando llegaban a las trincheras salían sembrando el caos entre las filas enemigos con los fuegos del infierno. Pero aún más importante, aprendieron a luchar en escuadras.

Puede que paresca algo básico, pero a diferencia de la gran horda, Kanan prefería usar estas unidades de manera más estratégica, infiltrandose entre los enemigos y atacando sus puntos débiles. Y para tal tarea, era necesaria una estructura más organizada. Curiosamente, Kanan no demoró en descubrir que los grentchin en sentido general eran más listos que los orkos, y no por nada la mayoría de mecánicos eran grentchins.

Las escuadras eran simples. Nueve efectivos seguían a un grentchin que parecía más listo que el resto, y estos seguían los comando de David. Era lo más básico, pues ya adentrarse en temas de organización mas complejas como tenientes y capitanes requería un mayor nivel intelectual. Pero así funcionaban... de alguna forma.

Kurnet... no cambió mucho. Ahora era más grande, eso si, alcanzando los cinco metros y medio de altura. Ahora bajo su mando tenía varias divisiones de meganoblez y orkos que lo seguían fervientemente a la batalla. Siempre era el primero en disparar y el último en abatir a último enemigo. había nacido para la guerra, y la guerra estaba hecha para él. No era un estratega, ni un cerebrito. Cargaba de frente y todos los que estuviesen ridículamente locos para seguirlos se unían a sus imparablas cargas contra los enemigos. Era letal y preciso, y tenía una pasión por acabar personalmente con los mejores guerreros del enemigo. Aunque por supuesto... ningún ser humano corriente era capaz de estar a su altura. Aunque puede que eso estuviese a punto de cambiar.

Murrey también había cambiado, pero más su mente y no tanto su cuerpo. Su inteligencia había alcanzado niveles extraordinarios, llegando incluso a ser capaz de jugar una partida de regicide en contra de Kanan y obligarlo a pensar por un tiempo, cosa que Kurnet encontraba sumamente aburrido, David se esforzaba por entender y Murrey veía fascinante. La habilidad del matazandos de leer el campo de batalla se volvió más aguda, capaz incluso de preveer algunos movimientos de generales enemigos más experimentados, algo que contrastaba muy bien con la fuerza bruta de Kurnet, y lo hacían un duo sumamente peligroso. La mente y la espada.

Humano: - Por favor... no me hagas daño... -

Decía el que parecía ser el gobernador de la ciudad capital de Atem III, sabiendo que era inutil, pues no había forma posible de tratar con orkos, pero este se llevó una gran sorpresa.

Kanan- ¿Quien es usted? -

Humano: - Soy un simple contador del administratum... Alguien sin importancia... -

Kanan: - ¿Dónde está tu líder? -

Humano: - Huyó tan pronto vió que las defenzas cayeron... Por favor... No nos hagan daño... Los de la ciudad nos rendimos... -

Kurnet: - Tch... Aburrido... - Dijo con decepción, asustando más al pobre humano.

Kanan: - Murrey... ¿Está todo listo? -

Murrey: - Si, mi señor. -

Kanan: - Muy bien. Préndalo... -

Humano: - Espere... No lo haga... ¡No! -

El contador gritó con terror al ver a un orko portar una antorcha en su mano. Minutos atrás, los pieles verdes habían saquedo los almacenes, y habían vertido ridículas cantidades de combustible alrededor de la ciudad. Al parecer, era intención del caudillo reducir todo a cenizas, incluyendo a todos sus habitantes en su interior.

Kanan no volteó la mirada al ver como el líquido negro combustionó de inmediato, avanzando violentamente por el anillo putrefacto que rodeaba la ciudad capital de Aten III. El Kaudillo no tenía tiempo para estar mirando esas tonterías, pues su mirada estaba fijada en el interminable cielo frente a él. La atmósfera carmelitosa del planeta tomó un desgarrador color rojiso al compaz de las llamas, las cuales se alzaban a casi dies metros de altura rodeando la indefenza ciudad capital. Al ser el único humano fuera de la ciudad, el contador vió horrorizado como el fuego avanzó frenéticamente en un mortal anillo ardiente, y por segundos temió lo peor para el lugar que una vez llamó hogar, aún así, las llamas nunca llegaron a tocar una simple estructura de la urbe.

Humano: - ¿Qué está...? ¿Cómo es que...? - Tartamudeaba, incapaz de comprender las intensiones de los pieles verdes.

Kanan: - Señor contador... Al parecer nuestra plática tendrá que posponerse de momento, pero le puedo adelantar que si se rinde y nos dan voluntariamente el ochenta prociento de los recursos minerales y derivados de este planeta... su ciudad podrá subsistier un tiempo más en este nefasto universo. Pero de momento, le debo pedir que regrese a su hogar y piense en mi petición. Eso es todo. Puede retirarse. -

La cara del humano era indescriptible. Nunca en su mísera vida se había imaginado una situación así. ¿Orkos permitiendo rendición a cambio solo de recursos? Era demasiado bueno para ser cierto. Tanta era su estado de shock, que un orko tuvo que levantarlo y llevarlo a la fuerza fuera del alcance del caudillo.

Kurnet: - ¿Realmente crees que valla a funcionar? - Preguntó bastante dudoso.

Kanan: - Si... Estoy seguro. Que todos se preparen... Hoy habrá una carnicería. -

Tras decir eso, el caudillo se dió la vuelta y se adentró entre sus tropas, dejando a sus tres manos bastante entusiasmados por las palabras que Kanan escogió para referirse al futuro. Un termino que jamás había usado. Kurnet, Murrey y David alzaron la mirada con entusiasmo, y vieron entre los cielos de nueves marrones, más allá de la atmósfera del planeta, las naves Imperiales saliendo de los distópicos portales de la Disformidad. Lo que no podían saber... Era que el plane del Kanan saldría al pie de la letra.

Marine: - Mariscal. La ciudad capital de Atem III está en llamas. -

Werhner: - ¿Tan pronto? Se supones que las fuerzas de Atem III serían suficiente para resistir al menos tres días. -

Marine: - Desconocemos la situación en tierra. Pero todo parece indicar que la batalla sobre la superficie ha finalizado. -

Werhner: - Esos bastardos... ¿Alguna señal de la flota orka? -

Marine: - Negativo. -

Werhner: - Entiendo. Parece que llegamos demasiado tarde... Muy bien. Debemos seguir adelante. Póngame en contacto con el coronel Tairon. -

Tripulante: - De inmediato. -

Tras presionar unos botones, el coronel de los cuerpos de Krieg se mostró en una de las pantallas del puesto de mando del buque insignia de la flota.

Tairon: - ¿Mariscal? -

Werhner: - Coronel. No hay mucho que podamos hacer ahora por Atem III. Despliegue sus tropas sobre la superficie y recuperen todo lo que puedan. Busquen sobrevivientes y matad a los orkos que se hallan rezagados. Yo comandaré la fuerza principal y buscaremos a esos bastardos. trabajará en conjunto con el capitán Marcus de los Halcones de la Tormenta. -

Tairon: - Entendido. Cambio y fuera. -

Tras la despedida militar por parte del coronel, la transmisión se terminó.

Harrus: - ¿Cual es la situación, coronel? -

Tairon: - No muy alentadora. La ciudad capital está en llamas y no hay rastro de los piles verdes. Al parecer el asalto terminó incluso antes de que llegáramos. -

Harrus: - Eso no es bueno. Sus tácticas parecen ser cada vez más eficientes. Se supone que Atem III tendría fuerzas suficiente para resistir hasta nuestra llegadas. -

Tairon: - Me temo que la situación es más crítica de lo que pensábamos... Prepare sus tropas, comisario. Vamos a bajar. -

Y así, las tropas del Astra Militarum bajo el mando del comisario y las tropas de las guardia de Krieg acudieron a los transportes, mientras preparaban todo el arsenal, vehículos y piezas de artillería necesarios para limpiar el planeta. Sus órdenes eran reunirse con los astartes de los Halcones de la Tormenta en tierra, y purgar en conjunto el planeta de los pieles verdes restantes. Lo que no sabían, era de la mortal amenaza que acechaba desde las sombras del planeta.

En la entrada de una caverna de las muchas que habían en Aten III, un enorme orko miraba con una enorme sonrisa en su rostro, imaginándose todos los enemigos que podrían haber en esas enormes naves que ahora estaban en órbita.

Orko: - ¿Por qué noz ocultamoz, zeñor? -

Kurnet: - Pacienza, mis chikos. El Kaudillo nos prometió que esta batalla sería recordada por la eternidad... Así que... por una vez... Sigámos sus estrañas... "eztrategias"... o como quiera que se llame ezo... -


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