Cap 11. - Contacto
×××××××××××××××××××××××××
Podcast disponible en Youtube
×××××××××××××××××××××××××
HOLA. Primero que nada, gracias por haber leído esta historia hasta este punto. Y si consideras que es lo suficientemente buena como para votar, gracias otra vez. Quisiera dejar algo en claro. Mis conocimientos sobre el lore de Warhammer 40k son ridículamente bajos teniendo en cuenta todo los libros, historia, juegos, etcétera de esta franquicia, lo cual, en mi humilde opinión, hace que conocer cada historia de este universo me parezca una locura casi imposible.
Por ende, me disculparé de antemano si cometo algún error de continuidad. Mi objetivo es que esta historia no afecta en lo más mínimo al lore de la saga, aunque tengo planeado que personajes importantes del lore actual salga en ella. Pero como dije, me parece algo imposible no cometer errores. Asi que, si vez algún error, o algún evento que afecta el lore, aceptaré gustoso que me lo digas. Cualquier comentario para rectificar y ayudar a esta historia será bienvenido. Y si tienes alguna idea que crees que pueda ser interesante y que desees compartir la leeré con gusto, y de ser posible, la agregaré a la historia.
Sin más que decir, continuamos.
----------------------------------------------------------
????: - ¡FUEGO! -
La voz del coronel desconocido de los defensores de la humanidad hizo eco en el campo de batalla ante que las piezas de artillería comenzaran a disparar desde las líneas enemigas más alejadas del campo de batalla. Un mundo agrícola no está preparado para un asalto a tal escala, y mucho menos cuando solo disponían de un par de horas para llamar refuerzos.
Los astrólogos no eran capaces de entender como una armada orka llegó al planeta sin ser detectado. De haber sido posible, la llamada de auxilio hubiese sido escuchada a tiempo, y un ejercito lo suficientemente grande para hacerles frente a tal amenaza pudiese haber llegado en su ayuda. Pero no.
Ahora lor orkos marchaban como una violenta ola verde sobre sus posiciones, y tenían que defenderse tanto como fuese posible. Apenas un destacamento de cien mil efectivos del Astra Militarum era todo lo que disponían para subsistir. Número que parecía patético ante la horda de cientos de miles que se les avecinaban. Pero... ¿Acaso tenían opción?
Desde la distancia, irguiéndose al aceptar su victoria, se encontraba Kanan mirando desde la cima de una montaña todo el campo de batalla. Como si fuera un enorme tablero de ajedrez caótico, donde las piezas atacantes avanzaba todas a la vez sobre su enemigo. Para los defensores del planeta, la partida era como enfrentar a todo el tablero enemigo con solo dos peones y un alfil. Algue que debería ser imposible para cualquier ser humano corriente. Entonces... las fauces de fuego y muerte de la guerra se abrieron, y cientos de vidas fueron segadas en el primer contacto.
Las salvas de artillería caían sobre el campo de batalla, arrasando con decenas de orkos, numero que no afectaba en lo más mínimo la absurda cantidad de pieles verdes que cargaban contra el enemigo.
La línea de fuego marcada por una trinchera que fue sorprendentemente cavada una hora antes de empezar el combate brindaba de efectiva cobertura a los soldados del Astra Millitarum, quienes podían disparar sus rifles sin la necesidad de tener todo el cuerpo al descubierto.
Una pequeña avanzadilla de orkos se precipitó sobre las líneas enemigas. Unos mil o tal vez menos. Los cuales fueron ridículamente aplastados en cuestión de segundos por la fuerzas enemigas, dándole a las tropas del Astra Militarum un importante impulso de moral al ver la facilidad con la que detuvieron el avance orko... Nada más lejos de la realidad.
Kurnet: - Ja... Ezoz novatoz zon un dezastre. Lanzándoze hazia el enemigo de eza manera. - Comentaba el imponenete orko desde la distancia, observando el campo de batalla desde las alturas junto a su líder.
Murrey: - La imprudencia no es buena para la guerra. Pero no podemos curar la estupidez. Sin importar cuantas veces se lo hallamos dicho. -
Kanan: - Como dije antes. Cada orko es libre de seguirme o no por su propia voluntad. Si quieren lanzarse a una muerte segura es su decisión. Aunque me parece un desperdicio morir en un campo de batalla tan mediocre. -
Kurnet: - Jajajaja. No puedo eztar máz de acuerdo. - Enfatizó el enorme orko.
Kanan: - Muy bien. Kurnet. Toma el mando de las tropas y avanza de frente. Ya sabes que hacer. -
Kurnet: - Jeje. Ezto ya me guzta. Daré una batalla digna para el delite de Gorko y Morko. -
Y tras decir esas palabras, el enorme orko descendió de su punto de observación, con una estrategia marcada en su cerebro para obtener un ataque exitoso. Puede que Kurnet aún tuviese ese acento primitivo al hablar, pero su inteligencia le era suficiente para crear estrategias y planes sin tener que lanzarse de frente hacia la muerte. Aunque claro... De los tres... Él era el más básico. Más lucha y menos pensamiento.
Kanan: - ¿Aún no te animas? - Le preguntó a su segundo compañero mientras rascaba la cabeza de Blanco.
Murrey: - No es necesario. Prefiero observar y tal vez aprenda algo. -
Kanan: - Excelente respuesta... Muy bien... Démosle a Kurnet todo el protagonismo. -
Los orkos más veteranos estaban a la espera de órdenes, ocultos tras los escombros y cráteres creados por las salvas de artillería, disparando por encima de las coberturas usando métodos de guerra más convencionales que lanzarse de frente a los disparos. Ya habían visto cómo los más jóvenes e imprudentes fueron barridos en apanas unos segundos, así que subestimar el poder de fuego del enemigo, por muy carente de fuerzas que estuviesen, no sería algo muy sensato. Todo hasta que una voz de escuchó justo en el medio de la fuerza principal.
Kurnet: - ¡CHIKOZ! ¡EZ HORA DEL WHAAAAAG! -
Todos alzaron la mirada y vieron con entusiasmo como el imponente orko de cuatro metros y medio alzaba su brazo metálico para llamar la atención de todos. Orgulloso, mostraba el arma cuerpo a cuerpo que había elegido para esta ocasión tan especial, unas afiladas garras metálicas de casi medio metro de largo con la que seguro empalaría a centenares de enemigos. Y en su otra mano, un imponente ezcopetón que debía ser recargado por los cuatro Grentchins que lo acompañaban en batalla.
No se dejen engañar por los enanos que rodeaban al brazo derecho del caudillo de la horda. Pueden que parecieran insignificantes junto a su imponente señor, porque cada uno de ellos era un experto de la batalla, forjados en las cruentas guerras por dominar la superficie de Heim. Kanan y Murrey aún recuerdan con risa como Kurnet los llamó Uno, Dos, Tres y Cuatro, pues al no querer ponerles nombre, el imponente orko consideró esas opciones más viables. Era un orko después de todo. ¿Para que complicarse con cosas tan sencillas?
Los humanos escucharon con temor como del otro lado de la meseta que definía el horizonte desde las trincheras, un imponente grito de whaaag fue escuchado. Los nervios se tensaron, los rifles láser M-Galaxy apuntaron al frente, los ojos de los soldados tras las miras de sus armas. Los escasos Chimeras que reforzaban las posiciones apuntaron sus torretas al frente, acompañados por las pocas unidades Sentinel que los acompañaban. Los Basilisk alzaron sus enormes cañones, listos para abrir fuego tan rápido como el coronel presente, el mayor rango de ese planeta agrícola, diese la orden.
Una calma absoluta ocupó las trincheras del Astra Militarum. Un silencio abrumador que era capaz de helar la sangre de cualquiera inundaba cada rincón del lugar. Los nervios de los soldados se expresaban abiertamente en forma de sudor que corría por sus rostros y manos temblorosas, algunas respiraciones forzadas y algunos intentos en vano por ocultar el miedo que les invadían. Alentados solamente por la presnecia de los comisarios de guerra, aunque más que sentirse envalentanodos por su presencia, temían más que fuesen las balas de su propio superior el que le pusiera fin a sus vidas.
Entonces... La tierra tembló bajo sus pies. Como si un terremoto se tratase, los hombres y mujeres que lucharían hasta el último aliento sintieron el retumbar de miles de pisadas de un ejército que los superaba casi cien a uno. Y antes la mirada aterradora que sus ojos les mostraban, vieron como una enorme columna de acero se alzaba en el horizonte. ¿Qué demonios era eso?
[Si usas PC. Reproduce en tono bajo y sigue leyendo. Sumérgete en el combate con el heavy metal... Como un verdadero orko]
Tal como Kanan les había enseñado, no hay nada más útil para avanzar que una buena cobertura de metal, sobre todo cuando se trataba de un combate en campo abierto. Una estrategia usada desde mucho antes que la propia humanidad lanzara sus primeras sondas al espacio, usando sus tanques como cobertura para avanzar por las planicies bajo el fuego enemigo. Solo que en esta ocasión, eran los orkos más fuertes los que cargaban las pesadas planchas de metal con sus propias manos.
Ante la orden del coronel, los miles de fusiles comenzaron a disparar, pero no podían hacer mucho contra las corazas metálicas se les acercaban cada vez más y más, y solo los disparos de los Chimera tenían la potencia suficiente para atravesar el metal y matar a los portadores de los escudos. Pero eran tantos los orkos y tan pocos los vehículos blindados que no sería suficiente. Su única esperanza, era que el fuego de la artillería y sus lanzamisiles fueran los suficientemente efectivos. Y así era, pero una vez más, no sería suficiente. Y ante la situación tan precaria, los soldados del Astra Militarum recibieron una orden que les helaría la sangre.
Coronel: - ¡Preparad las bayonetas! -
Estaban tan cerca que ya casi podían oler el fulgor de la batalla en sus propios manos, y no solo el chamusqueante hedor de la pólvora y el metal caliente. Los pieles verde no podían esconder su emoción, y los gritos de guerras cada vez se acercaban más y más hacia las trincheras enemigas. El agarre sobre las empuñaduras de sus machetes se hizo más fuerte, los dedos se tensaron ante el gatillos de sus armas, listos para abrir fuego tan pronto fuese posible. Y a sus espaldas, un muy motivado Kurnet ardía en su interior.
Kurnet: - ¡Cargad! -
Su ronca voz se escuchó casi a medio kilómetro de distancia, a pesar del ensordecedor sonido de los disparos y los cañonazos que impactaban en todos lados. Con su imponente altura de cuatro metros y medio, Kurnet se alzó entre sus semejantes y avanzó al frente, tomando el mando directo de la legión de orkos que lo seguían con paso firme.
Los escudos se hicieron a un lado, cayendo pesadamente sobre el suelo blanquesino del planeta, levantando un extraño polvo similar a caminar por la superficie lunar. Los orkos rugieron y cargaron de frente contra sus adversarios, ahora que solamente treinta metros los separaban de las trincheras enemigas.
El fuego de las armas viajaba mortalmente de un lado al otro del campo de batalla. Los láser abría la piel de los orkos, y su mortal calor les formaba una dolorosa cicatriz tras haberle perforado la carne. Los pieles verdes que caían se retorcían entre sus propios gritos de dolor, arrastrados por algunos de sus semejantes hacia las filas traseras mientras el resto seguía avanzando de frente contra el enemigo, disparando con todo su arsenal disponible.
La enorme munición de las armas orkas reventaba los cráneos de los soldados del Astra Militarun que tenían la desdicha de asomar la cabeza en el momento menos oportuno. Y aquellos cuyos sesos no volaban por los aires, miraban con terror como la interminable marea verde se abalanzaba sobre ellos. Mientras los que eran presa del pánico veían con terror los cuerpos mutilados de sus camaradas caídos, tumbados sobre el suelo lleno de lodo formado por la tierra y la sangre de los muertos. Y entonces... su destino fue sellado.
El grupo que Kurnet lideraba fue el primero en poner un pie en las trincheras enemigas, acabando con la vida de los que allí estaban en apenas unos segundos. Las garras del enorme orko empalaban a sus enemigos como una brocheta de carne, cuerpos inertes que luego lanzaba lejos hacia cualquier lado del campo de batalla. A su lado, los cuatro grentchins disparaban sus armas de fuego hacia los enemigos que tenían la osadía de acercarse, convirtiéndola en una efectiva unidad de élite dentro de la horda, todo mientras se turnaban para recargar el enorme ezkopetón de su señor.
Los vehículos blindados no eran capaces de resistir la cantidad de disparos que recibían, siendo los ligeros Sentinel los primeros en caer uno por uno, seguidos por los pesados Chimeras cuyos blindajes no fueron capaces de resistir la potencia de los proyectiles antitanques y los misiles que los sofocaban. Fue tanta la supremacía, que ni siquiera el propio Kurnet fue capaz de reclamar la cabeza del oficial superior enemigo, cosa que lo pondría de mal genio por un par de horas.
Desde la distancia, Kanan y Murrey veían satisfechos como en menos de treinta minutos las fuerzas que defendía el planeta habían caído... Y ya no había nada que les separase de su primer triunfo en su largo historial.
Tal como Kanan instuyó desde que reconoció el planeta, un mundo agrícola no tenía las fuerzas necesarias para defenderse. Lo más común era que para llegar a ese lugar, tuviesen que pasar por encima de algún que otro mundo fortaleza, algo que sin dudas sería un verdadero reto. Ese vieje disforme fue sin lugar a dudas un "regalo" de Slaanesh. Un preocupante regalo de un dios impredecible.
Murrey: - Bueno... Supongo que eso fue todo. - Dijo algo decepcionado.
Kanan: - Tendrás tu oportunidad la próxima vez. De momento es mejor reagruparnos y tomar todos los recursos que podamos antes de seguir. - Dijo mientras daba unos pasos al frente.
Murrey: - Un poco tarde para unirse a la batalla. ¿No lo cree? - Dijo con tono burlón al ver que el caudillo se dirigía junto a su bestia blanca hacia el campo de batalla.
Kanan: - Sin lugar a dudas. Jeje. Pero hay algo que quiero ver con mis propios ojos. -
Murray: - ¿El grupo que alcanzó las trincheras antes que Kurnet? -
Kanan: - Ese mismo. Sin lugar a dudas habrá alguien interesante por allí. -
Era tal como ambos decían. Kurnet pensó que fue el primero en alcanzar las trincheras enemigas, pero desde su punto de vista del campo de batalla no pudo haberlo notado. Pero Kanan y Murrey lo vieron perfectamente. Un apéndice de las fuerzas principales se adelantó y asaltó las trincheras segundos antes que el brazo derecho del caudillo llegara a su destino. Cosa que... involuntariamente, permitió a Kurnet avanzar com mayor facilidad hacia al enemigo.
Los pieles verdes veían asombrados como Kanan caminaba entre sus filas, sintiendo algo de regocijo con solo ver su presencia. Como un mesías de la batalla que caminaba entre ellos. El orko de pelo blanco no era un tirano... Pues con el tiempo logró encontrar algo de diversión y belleza en esas costumbres orkas que tanto odiaba en su otra vida, y no tenía miedo en mirar a todos los pieles verdes que pudiese directamente a los ojos, con confianza y liderasgo.
Entonces, Kanan lo vió. Aquel ser que se alzaba sobre un montículo de tierra y piedra, con cientos de pieles verdes clamando su victoria y su mayor logro. Un guerrero desconocido, en cuyas manos yacía la cabeza amputada del coronel que estaba al frente de las tropas enemigas. Pero eso no era lo más sorprendente. Lo más sorprendente... era que se trataba de un simple Grentchin.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top