Cap. 18 - Día 74 (Parte 9) - Todo lo que Pude

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Audiolibro disponible en YouTube:

https://youtu.be/LGPA15ekTFU

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Mi orden rápidamente fue transmitida por todos los canales de comunicación, y cada miembro del Astra Militarum presentes en el sector se unió a la contraofensiva que la llegada de los ángeles del Emperador nos proporcionaron. Un nuevo respiro. Una nueva esperanza. 

El grupo que comandaba siguió al Hermano de Armas Aragón al frente, proporcionando toda la ayuda que nuestra insignificante presencia podía brindar. Los ángeles del Emperador era una fuerza incomparable. Pero un dreadnaught está a un nivel completamente diferente. 

El rugir de la ametralladora que tal imponente mole de metal imperial producía, era capaz de opacar por intervalos en bullicio del campo de batalla, incluso de los láser que portábamos sobre nuestras manos. Balas del ancho de mis brazos se catapultaban sobre las líneas enemigas y despejaba zonas enteras de pieles verdes. Los casquillos vacíos se amontonaban a sus pieza, mientras sus garras metálicas del brazo izquierdo hacían pedazos a cualquier piel verde que fuese tan estúpido como para acercarse demasiado. Sin importar su tamaño o la dureza de su blindaje. 

Mis hombres y yo avanzamos a sus espaldas, cubriendo flancos, abatiendo a los enemigos menos blindados. Aunque un orko promedio necesita varios disparos para siquiera caer abatidos, incluso cuando parte de su cráneo está expuesto a las inclemencias del tiempo, al olor de la pólvora y del calor de la guerra. 

Todo parecía ir viento en popa para nuestro avance. Hasta que esa cosa apareció. 

Lo primero que escuchamos fue un rugido. Luego, la tierra sacudirse a nuestros pies. Recuerdo no poder creerlo cuando lo vi, pero más de uno de mis sentidos me confirmó que esa cosa no era una alucinación de mi cerebro. 

Era un monstruo. Uno que superaba en altura al propio Hermano de Armas. Uno que se lanzó sobre el dreadnaoght con una fiereza indescriptible, y que no se tambaleó ni siquiera cuando las enormes balas de la ametralladora de Aragón impactaron sobre el brazo metálico que portaba como extremidad derecha. Si este orkos no era el líder de la horda, no sé que más podría serlo. 

El enfrentamiento de esos dos pareció haber detenido la batalla a nuestro alrededor, aunque se perfectamente que no fue el caso, algo de lo que me arrepentiré por el resto de mi vida. Ver a esas dos bestias enfrentarse de manera tan salvaje simplemente me congeló en el instante en que los vi. 

El orko de aproximadamente cinco metros de altura descargó seis potentes disparos de un arma que desechó tan pronto se le acabó la munición. Una, que me heló la sangre tan pronto la identifiqué. Era un bólter. Un bólter que una vez perteneció a la ángeles del Emperador. El cómo se hizo de él, era un pregunta que haría hervir la sangre de cada fuerza imperial presente. Sin embargo, eso daba contexto a la frase del Escudo Negro Nullus, cuando le explicó al apotecario que el astarte de blanco era el último sobreviviente de su unidad. Y no era la primera vez que este grupo de pieles verdes hacen posesión de nuestra tecnología. 

Sin embargo, ese era el menor de los problemas del hermano de armas, pues tan pronto el enorme orko redujo la distancia entre ambos, su mano derecha de metal alzó una enorme espada, o un intentó caótico de una espada, llena de pinchos y partes afiladas que no parecían tener sentido alguno, pero que serían capaz de matar a cualquier astarte si era blandida por algo con la fuerza necesaria. Y este monstruo, era ese algo. 

El armazón del hermano de arma recibió el impacto por la zona del hombro, y su enorme cuerpo se metal tuvo que dar varios pasos para no perder el equilibrio. Su ametralladora no perdió el tiempo, y una violenta ráfaga de disparos se catapultó de la boca llameante de su ametralladora estilo gatling. Sin embargo, esta no encontró la piel de su objetivo, pues el enorme orco azotó su espada estrambótica una vez más contra el armazón del Hermano de Armas, obligando a su arma a descargar su furia sobre las formaciones pieles verdes a sus espaldas. 

—¡Comisario! ¡Agáchese!

La voz de  del capitán Foldo me extrajo del estupor en que me encontraba, embelesado por el duelo de titanes que se llevaba a cabo a apenas unos metros de mi posición. Y justo a tiempo, porque segundos después de lanzar mi cuerpo a tierra, una ráfaga de disparos azotó la tierra alrededor de nuestra posición, acabando con la vida de varios hombres y mujeres de mi grupo que no pudieron refugiarse a tiempo.

—¡Tenemos que hacer algo! ¡No lo conseguiremos si seguimos a este ritmo! 

El capitán no escondía su preocupación. Sin embargo, antes de darle una respuesta, dirigí mi palabra al operador de radio que se encontraba a unos pasos detrás de mí. 

—¡Contacte con todos los sectores! ¡Quiere un reporte de inmediato!

—¡Si, comisario!

—¡Capitán, no podemos hacer mucho más que apoyar a los Ángeles del Emperador en estos momentos! ¡Ellos están liderando esta ofensiva!

—¿¡Y qué hay de nuestros blindados!?

Ante la duda, alzo un poco la cabeza, y veo la silueta de varios tanques y vehículos apoyando nuestra posición, pero muchos menos que con los que iniciamos este avance. 

—¡Hacen lo que puede!

—¡Comisario! —La voz del operador nos interrumpe. —El capitán Murphy reporta un avance estable del sector, con apoyo de las fuerzas centrales. Pero la capitana Crosta reporte que los orkos están presionando sobre su posición. Su avance a sido retrasado.

Una de las posibilidades que más temía. Desde que empezó esta contienda, no había parado de enviar refuerzos a nuestro sector más extremo, pero nada parecía ser suficiente. No necesitaba estar presente para saber que Crosta estaba enfrentando fuego cruzado desde dos direcciones, ya que la horda era lo suficientemente grande para flanquear a nuestros tropas. 

La decisión no era sencilla. Apoyar a Costra y debilitar el centro. O aguantar el frente y arriegarse a ser flanquedados desde la retaguardia. La respuesta, enfrentándose a orko convencionales era obvia, pero no estaba dispuesto a tomar ese riesgo. No con esta horda concretamente.

—¡Capitán Fordo! ¡ Tome a dos tercios de nuestras fuerzas y valla al sur! ¡Únase a Crostra y resista todo lo que pueda!

—¡Acaso se volvió loco! —No dudó en responderme. —¡Si hace eso dejará en centro desprotegido!

—¡De nada servirá si nos flanquean por la retaguardia! ¡Cumpla la orden, capitán!

Mis palabras fueron contundentes, y mi mirada daba a entender que no aceptaría otra respuesta negativa. No estaba dispuesto a ser tomado de imprevisto por estos orkos una vez más. 

Desgraciadamente, el avance central se vio interrumpido cuando ese monstruo de más de cinco metros hizo acto de presencia. Aún podía escuchar el metal siendo triturado producto a su enfrentamiento, y por más que quisiéramos, debíamos mantener posiciones. El destino de este sector descansaba sobre los hombros del hermano de Armas Aragón, y no había mucho que pudiéramos hacer. No aquí. 

Sin embargo. Si el sector sur caía. Si Crosta era superada, era solo cuestión de tiempo para que nuestra línea defensiva se hiciera pedazos. No teníamos reservas para contrarrestar una falla de este tipo. Y gracias al Emperador que a pesar de todo, el capitán Fordo recordó mi rango y obedeció la orden a pesar de su negativa. De haberse negado... Tal vez hubiese sido mi primera ejecución por insubordinación de toda mi carrera. Y lo menos que quería era hacerlo. Aunque estoy seguro que cualquier otro comisario menos tolerante lo habría hecho sin dudarlo. 

Y así, la posible solución a un problema generó otro. Con el número de tropas reducidos, nuestra única opción viable era extender nuestras fuerza lo mejor posible, y resistir junto a los Templarios Negros, los cuales habían optado por una actitud más defensiva después que nuestro avance fue detenido. Al parecer, quien quiera que estuviese al mando de las ángeles del emperador, tenía la misma idea de que el futuro de este sector descansaba sobre las placas del Hermano de Armas Haragón. 

Un destino, que vi con terror desmoronarse ante mis ojos. 

Simplemente no pude ignorar tantos ruidos metálicos. Alcé la mirada junto a humanos y astartes que se ubicaban cerca de nuestra posición, solo para ver nuestras esperanzas hacerse añicos frente a nuestros ojos. 

La colosal mole de metal imperial que marcó un antes y un después en este campo de batalla, estaba siendo azotado por la descomunal fuerza de ese piel verde. Su errática espada estaba destrozada, con partes faltantes y daños considerables, pero aún así, era un pedazo sólido de metal, capaz de destrozar el acero imperial si era blandido con la suficiente fuerza. 

El dreadnaught hacía lo posible por mantenerse en pie, pero esa cosa no le daba tiempo alguno de recuperarse. Su garra metálica apenas podía detener algún que otro ataque del orko, a veces incluso darle un puñetazo en el rostro que sacudía hasta el aire a su alrededor. Pero esa cosa simplemente no caía. Y pare empeorar la situación, su ametralladora estaba hecha pedazos e inutilizable. 

—¡Cuidado!

La voz de un soldado desconocido se alzó entre las trincheras, mientras nuevas ráfagas de disparos se cernían sobre nuestras posiciones. Yo... Solo puedo escuchar su voz... Pero después todo se tornó borroso. 

Mis recuerdo apenas divagan entre lagunas mentales y un dolor que sacudía todo mi cuerpo. En aquel entonces, no sabía lo que me había pasado, mucho menos era consciente de mis heridas. Ecos de voces se sacudían a mi alrededor, y apenas era capaz de identificar los llamados por mi rango o nombre. Pero el constante acoso del tinnitus no me permitía a procesar todo lo que había pasado. 

En algún punto, mi cara se estampó contra el suelo, y mi visión borrosa me permitió ver la mancha se sangre que había dejado sobre el suelo arenosos. ¡Pero no era momento de mostrar preocupaciones! ¡Habían cosas más importantes que requerían mi atención!

Lo último que vi del enfrentamiento de titanes, fue una borrosa sombra que se abría camino sobre el armazón de metal del dreadnaught. El hermanos de Armas Haragón había caído, y con él nuestras esperanzas de ganar esta batalla. Esa cosa era una monstruosidad que no podíamos derrotar... Y aún así... Solo había una cosa que podíamos hacer.

Jamás ponerme de pie había resultado una tarea tan titánica, y agradezco en silencio las manos que me ayudaron a levantarme. Manos de rostros que cada segundo eran más difíciles de identificar. Alcé mi arma con la fuerza que me quedaba, y traté de gritar ¨Por el Emperador¨ aunque estoy seguro que no fue capaz de hacerlo. Al menos no del todo. 

Ese fue mi último acto de voluntad sobre las planicies de Aten III. Mi mano careció de fuerza, y mi rifle cayó al suelo a mi lado. Mi cabeza pesaba más de lo habitual, y al bajar la mirada pude identificar a duras penas mi uniforme cubierto de barro y sangre... Sangre que caía de mi cabeza. Pero la sensación de adormecimiento no me permitía identificar de donde. 

Mis pies flaquearon, y ninguna mano fue capaz de detenerme hasta encontrar mi descanso sobre el suelo. El simple hecho de haber caído bocarriba ya era todo un milagro. Y allí, en ese agujero, mi cuerpo encontró un descanso que añoraba desde que pisé por primera vez este maldito plantea. Y con la luz de los cielos contaminados, y las siluetas de personas que ya no era capaz de reconocer, mis ojos se cerraron.

Y recuerdo que en ese momento... Me despedí en silencio de todo lo que una vez conocí... Y agradecí los pocos buenos momento. 

Y que mi sacrificio halla honrado el nombre de nuestro Sagrado Emperador, nuestra Santa Terra... Y a la humanidad. 

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Fin de la temporada 1. 

Espero que esta historia les esté gustando. Agradezco a todos los que han leído, en especial a aquellos que han dejado su apoyo, o algún comentario de cómo podría mejorar esta historia. 

Lamento un poco la tardanza, pero espero que estén a gusto. Nos vemos muy pronto. 


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