Cap. 13 - Día 74 (Parte 4) - Rostros Familiares

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Audiolibro disponible en YouTube:

https://youtu.be/wsbYNb8dtKg

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No perdimos el tiempo. Incluso con su conmoción, el capital Fordo fue capaz de entrar en razón y volver al frente. Al menos ahora teníamos los equipos suficientes para mantener una canal de comunicaciones estables. Al fin. Ya realmente estaba cansado de no saber que estaba ocurriendo en otros lados del frente. 

Sin embargo, no podía negar que estaba preocupado, ya que no podría saber nada más del coronel Tairon hasta terminada el conflicto, ya que una llamada de un extremo a otro del campo de batalla era algo reservado para los oficiales al mando del cuerpo del ejército. El cual no era mi caso. 

Sin perder tiempo, me dirigí junto a los cinco mil soldados que me quedaban hasta mis sectores. En una formación más lógica, yo tomaría el sector central, colocaría a Mason a un extremo y a un teniente en el otro. Una formación básica con una cadena de mando de manual. Sin embargo, tenía otro planes en mente. Planes que fueron acrecentados, cuando una cara familiar me recibió apenas posando un pie en la zona que me tocaba comandar. 

—¡Comisario! 

—Cabo York. Me da gusto volver a verlo soldado. 

—Lo mismo digo. No esperábamos verlo en esta posición. 

—La marea de la guerra es impredecible. Pero confío en que Crosta y este capitán Fordo sean capaces de estar a la altura. 

—¿Pudo ver a la capitana? Nos separamos desde que nos desplegaron. Hemos estado... algo desordenados por aquí.

—Sea más específico. ¿Y donde está el teniente Kurp?

—En la gloria del Emperador. Un proyectil le dejó un agujero en el pecho del tamaño de la rueda de un jeep. —A veces olvido lo detallista que suele ser este soldado. 

—¿Algún otro oficial al mando?

—Hay un tal teniente Volf en el sector uno. Pero no hemos sabido nada más de él. Y en el sector tres están eso los Ángeles del Emperador. Es probablemente nuestra posición más sólida.

—¿Y quién ha estado al mando de sector dos?

No hubo una respuesta inmediata. Los soldados del Astra Militarun de las fuerzas de reserva se miraban los unos a los otros con desconcierto. Todos soldados rasos por igual. Aunque al final, cada una de las miradas presentes se posaron sobre York, justo al frente mío, quien se llevó la mano llena de suciedad a la nuca, mientras mostraba una expresión de dudas.

—Supongo que... yo... ¡No por que quisiera! Es que... cuando fuimos atacados por una escaramuza orka y el teniente cayó solo... traté de mantenernos con vida... Eso fue todo. 

—¿Es eso cierto?

York apretó los labios sin despegar la vista del suelo. Supongo que tenía miedo de las consecuencias de saltarse la cadena de mando de esa forma. Sin embargo, mi pregunta y mirada estaban dirigidos a los hombres y mujeres que tenía detrás, los cuales asintieron con la cabeza en repetidas ocasiones. Supongo que eso era todo lo que necesitaba. 

—Muy bien. Mason, llévate a tres mil tropas contigo y valla al sector uno. Y quiero un reporte detallado tan pronto llegue. York, serás promovido temporalmente a teniente y seguirás cubriendo el sector dos. 

La cara del soldado frente a mi se alzó violentamente, al punto que me preocupé un poco por la salud de su cervical. Me miraba con los ojos abiertos de par en par, incapaz de creer su repentino ascenso. No lo voy a negar. Yo también tenía mis dudas. Conmigo traje barios sargentos de las Ultionem Militum, pero si él fue capaz de mantener un frente contra una avanzada orka es bastante claro que es capaz de hacerlo. Y rezo al Emperador por que así sea. 

—Co... comisario... ¿Teniente? —Preguntó aún en shock por mis palabras.

—Será temporal. Ya después discutiremos con Crosta y Murphy si será permanente o no. Espero no me decepcione, teniente. 

—¡No lo haré, Comisario!

Su mano derecha sacudió su pecho, y sus botas se plantaron firme en mi dirección, en el típico saludo militar imperial. Sus ojos, aunque temerosos y llenos de ilusión, tenía un brillo algo más apagado en su interior. Deber. Responsabilidad. Conozco esa sensación, y al principio entiendo lo agobiante que suele ser. 

Sin embargo, grata fue mi sorpresa cuando los soldados a sus espaldas ejecutaron el saludo con igual fervor, siguiendo a su nuevo teniente en esta primera muestra de respeto. Al menos, eso era un buen inició. Un momento de gloria... Interrumpido magistralmente por el sarcasmos del bueno de Mason. 

—Comisario... ¿Su cargo le da la autoridad para hacer ascensos de este tipo?

Me quedé en blanco por su pregunta, y supongo que mi expresión lo decía todo. 

La respuesta práctica era: ¨Si.¨ 

Bajo ciertas condiciones, un comisario tiene la autoridad para relevar el mando de un oficial y asumir la autoridad del ejército. Sin embargo, una vez terminada esta tarea, su este simplemente se retiraba y dejaba que el Astra Militarun resolviera sus propios problemas. Sin embargo, las Ultionem Militun están asignadas directamente bajo mi cargo. Lo que comprenden las fuerzas de Cantus, y las reservas que fueron enviadas para defender el planeta. 

En teoría, somo una fuerza de emergencia. Una que seguramente será desmantelada una vez termine la cruzada, o absorbida por otro regimiento, como el propio 9vo de Malfi. Realmente, era una pregunta que no tenía una respuesta cien por ciento exacta. Sin embargo:

—Tiempos desesperados requieren medidas desesperadas. Nuestra prioridad será ganar esta guerra. Y si la gracia del Emperador lo desea, podremos debatir esto con algún superior. 

—¿Y que rango poseo yo, por cierto? —A veces pienso que Mason realmente disfruta ponerme en aprieto. 

Otra pregunta que me dejó pensando por un tiempo. A diferencia de las reservas, la milicia nunca tuvo una cadena de mando establecida. Fueron creada en una situación de emergencia, y su principal propósito era ser carne de cañón. Yo incluido. Lo menos que esta galaxia esperaba era que lográsemos sobrevivir, y convertirnos en una fuerza militar propiamente dicha. 

Hasta el momento, simplemente seguían mis órdenes, o las de Crosta o Murphy. Y básicamente, a cualquiera al que respetaban. Mason, Erik, Henry, incluso de Preston. Rayos... Si alguien fuera de la unidad se enteraba de tal desorganización... Puedo imaginar mi cabeza algo distante de mi cuerpo. Literalmente hablando. Supongo que debo reunirme con Crosta y Murphy y hablar al respecto... Rayos... Habían pasado tantas cosas después de Cantus... que ni siquiera pudo detenerme a pensar en algo tan importante como eso. 

Sin embargo, tenía una respuesta que dar...

—¿Limpiador de letrinas te parece justo? 

Tal vez no era el mejor momento para un chiste de esa índoles, pero al menos, el poco tiempo que nos quedaba para respirar antes de dejar nuestra sangre en el campo de batalla podría ser bien aprovechado. Mi comentario fue tan imprevisto, y lo dije con tanta seriedad, que hasta el propio y malhumorado Mason fue incapaz de no reírse junto al resto. Yo estaban muerto de risa en mi interior, pero era mi deber mi figura lo más estoica que pudiese. 

—Esa rango es el mejor que has tenido. 

—Cállate, Kevin. 

La voz de Mason recuperó algo de su furia habitual, reclamando a uno de los compañeros de nuestro grupo. Sin embargo, una vez las risas ya cesaron, devolví la mirada a mi compañero. Aquel que me recibió de mala gana cuando puse un pie por primera vez en Cantus. Aquel con el que pasé la mayor parte del tiempo estos últimos cuatro años. Y aquel con el cual compartí cada una de las batallas en las cuales he estado. Lo miré a los ojos, y asentí con aprobación. 

—Capitán Mason. Espero que usted y sus hombres sean capaces de mantener el sector uno sin complicaciones. ¿Estoy en lo cierto?

Por un momento, pudo ver una sonrisa engreída asomarse en su rostro. No me sentí molesto en lo absoluto por eso. De hecho... fue una sonrisa que devolví de igual manera. Considera a Mason un hermano de arma... Y tengo la sensación que el piensa lo mismo de mi. Sin embargo, una vez decidimos seguir los protocolos, su expresión cambió a una de determinación, mientras cada uno de los presentes me dedicaban un saludo militar. Mano derecha al pecho y talones machacantes sobre el suelo. 

—¡Puede contar conmigo, Comisario!

Yo asentí en respuesta, y vi con una extraña sensación de orgullo como la mayoría de los presentes tomaban sus caminos, mientras el resto esperaba por mi órdenes. Habían pasado tantas cosas desde Cantus. Habíamos sobrevivido a varios infiernos... y aún así... Allí estábamos. Listos para entrar de frente a otro. 

Pude experimentar muchas cosas en ese momento. Orgullo, por mi mismo, y por todos aquellos que han estado a mi lado. Honor, por nuestro sacrificio. Por nuestra resistencia. Coraje. Por nuestro temple. No llorar ante la pérdida, y por ponernos de pie para seguir con nuestro deber. Y tal vez... solo tal vez... aquel mocoso ilusionado que se graduó de la Escuela Proginium... Aún se mantenía latente en mi interior... Como una pequeña vela en una oscura noche de ventisca. 

Sin embargo, yo tenía mis propios deberes, y debía saber si tenía que comandar a todos estos hombres por mi voluntad, o si debía seguir las órdenes de aquellos hombres que están por encima de lo mundano. Con poco más de tres mil hombres, me dirigí al sector tres, donde un cabo me dio un reporte detallado de la situación. 

Ordené a mis tropas desplegarse en todo el frente, mientras seguí mi camino escuchando del cabo las muchas veces que los orkos habían acatado este sector, y cómo los Ángeles del Emperador han sido capaces de hacerlos retroceder una y otra vez. 

Y entonces los ví. Seis de ellos. Titanes revestidos en negras armaduras, cargando sus poderosos bolters, cuyo calibre de su munición, era casi tan grande que mi puño cerrado. Colosos blindados de ceramita. Baluartes de la disciplina, el coraje y la marcialidad. Con ellos, ningún error sería permitido. Ninguna falla sería justificada. Mucho menos... tratando con los Templarios Negros. Los más fanáticos de su estirpe.

El cabo y yo nos acercamos a toda prisa, llamando la atención de los guerreros tan pronto estuvimos lo suficientemente cerca. El soldado no dudó en incar su rodilla tan pronto estuvo al alcance de su visión, y se quedó allí, estático, mientras yo me adelantaba un par de pasos más. Hasta que finalmente, me encontraba a unos pocos metros, de aquel que parecía ser el superior de tal escuadra. 

No dudé en mi procesión. Mis botas golpearon el suelo, mi puño derecho sacudió mi pecho inflado de aire, y me expresión marcial no titubeó ante nada. Mirando a aquel que estaba de espaldas a mi. 

Uno como los suyos, pero cuya presencia se sentía... diferente. Más imponente... Más aplastante. Uno que se dio un cuarto de vuelta, y que me miró desde el lateral de su cabeza. Claramente esperando una introducción de mi parte. 

—Soy el comisario Harrus, su excelencia. El comandante Hibrid me envió como refuerzos. 

Solo entonces, una vez el astarte supo mi propósito, se dio media vuelta y me encaró. Si antes lo veía como un ser imponente, ahora me sentía insignificante ante su presencia. Un casco negro, adornado con una calavera dorada justo en la frente, cubierto por una capucha roja. Sobre su hombrera izquierda, la marca del cráneo dorado que adornaba el similar emblema de la inquisición, rodeado de inscripciones sagrada que dejaban al descubierto su temple. Solo entonces, habló sin flaquencia en sus palabras. 

—Lo estábamos esperando, Comisario. Yo soy el Escudo Negro Nullus. Prepare a sus hombres. Vamos a avanzar.




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