Cap. 10 - Día 74 (Parte 1) - Espera Inquieta
-------------------
Audiolibro disponible en YouTube:
https://youtu.be/sfCbJqwYXjk
---------------------------
Me cuesta creer que realmente tenga tiempo para volver a escribir. Han pasado tantas cosas que... no se que pensar. Llevo seis días acostado sobre una cama de la bahía médica de un crucero Lanza. Seis días que solo espero que el tiempo pase, mientras el dolor de mi cuerpo no hace más que martirizar cada segundo de mi vida.
Tuvo que insistirle mucho a esos idiotas del mechanicus para que Mason pudiese traer mi maldito diario hasta aquí. Estúpidos ignorantes. Todo el día soportando sus comentarios racistas. Todo el día escuchando las sandeces que sus bocas robóticas dicen sin parar. Estúpidos comentarios. Estúpidas oraciones. Estúpidas plegarias al Emperador. Estúpidos todos...
Supongo que de nada sirve quejarme en este estado. Yo solo quiero... algo de paz.
La llegada de la de la flota de la Cruzada Calixus a Atem III fue más tranquila de lo esperado. Solo nos encontramos con un mundo tranquilo, y ninguna nave orka en todo el sector. Los informes decían que Atem III ya se encontraba bajo ataque, así que este repentino cambio de los acontecimientos nos tomó por sorpresa.
Yo me encontraba en la nave, preparando los efectivos y organizando todo para acatar las órdenes tan pronto fuesen dadas. Estas no se hicieron esperar, y pronto vi como un servocraneos se dirigía a mi con una llamada entrante.
—Coronel Tairon. Las tropas están listas.
—Entendido, comisario. Prepare a sus hombres. El Mariscal no ordenó descender a Aten III de inmediato. El Capellán Haldredd de los Templarios Negro estará a cargo de las operaciones. Y usted responderá a mis órdenes.
—Entendido. Vamos en camino.
—Lo veo en tierra firme.
Con la orden dada, llamé a mis hombres y nos preparamos para el desembarco. Las Valkirias encendieron sus motores, mientras las unidades abordaban a las lanzaderas y los blindados se acoplaban a los transportes que los llevarían a la superficie. Y una vez estuvimos listos, nos unimos al despliegue masivo de tropas que descendían sobre la superficie.
Yo me encontraba en una Vlakiria junto a Mason y varios de nuestras tropas. Algunos veteranos de Cantus, otros, que pisarían el campo de batalla por primera vez. Estaban nerviosos, y no podía culparlos. Pues así me sentí yo también ese primer día bajo la constante lluvia y sobre las planicies fangosas de Cantus.
—Esta vez, esos bastardos pieles verdes van a pagar por lo que hicieron. — Comentó Mason entre las sacudidas de nuestro transporte.
—Los haremos pagar por todo lo que hicieron.
—Por todo lo que perdimos.
—Por todo por lo que luchamos.
—Por todo lo que amábamos.
—Por mamá...
Varias voces se unieron a la cólera colectiva, todos provenientes de aquellos que habían luchado a mi lado... Pero la voz de Henry fue la que más me amargó de todas. Si tan solo él supiera la verdad... De segura usaría esa misma arma que porta para volarme los sesos por ocultarle que su madre tal vez estaba esperándolo a él y a su padre en casa. Sin embargo... No podía quedarme callado... No en esa situación...
—Por Cantus...
Pesadas palabras que calmaron los ánimos, pero que sacó en todos una muestra de determinación. Yo no nací en Cantus... Pero me considero una más entre ellos.
La naves de transporte finalmente llegaron a tierra, y nuestro punto de desembarque se encontraba a nueve kilómetros de la ciudad principal de Aten III. Una planicie rocosa, donde las divisiones desembarcaban y tomaban sus posiciones. Y bastó con que la Valkiria en la cual me transportaba abriese sus compuertas, para ver a un jeep esperando por mi descenso.
—¿Comisario Harrus? —Comentó el soldado del astra Militarun que hacía de chofer.
—Afirmativo. ¿Cual es la situación?
—Se le requiere en el puesto de mando de inmediato.
—Entendido. ¡Mason! Reúne a los chicos. Busca a Crosta o a Murphy y esperen órdenes.
—Si, comisario. ¡Ya lo habéis oído! ¡En marcha!
Confío en mis tropas, y dejó que el jeep me guíen a través de los campos repletos de efectivos hacia una zona más cerca del frente. No sabía cómo estaba la situación, pues no recibí noticias en ningún momento. Supuse que en el frente me daría las respuesta que calmaran mi ansiedad.
Quince minutos, y ya habíamos llegado. El chofer se detuvo a pocos metros del edificio de campaña que los ingenieros habían montado. Un fuerte bien blindado y preparado para resistir un ataque repentino. Algo sorprendente teniendo en cuenta que los primeros en desembarcar habían llegado hace apenas unos treinta minutos. Aunque pronto entendí el por qué.
Templarios Negros. Hijos descendientes del primarca Rogal Dorn. Los arquitectos del Imperio del Hombre. Maestro de las fortalezas y artífices natos de las maravillas de la humanidad. No me sorprende que un búnker así haya sido edificado tan rápidamente. De hecho... Si los relatos que leí son medianamente ciertos, esta pequeña fortaleza era algo que fabricaron a la carrera.
—Comisario.
Me doy la vuelta y me encuentro con la única máscara conocida de todo este lugar. El coronel Tairon vino a mi rescate, pues de otro modo no tenía la menor idea de a donde dirigirme. El chofer solo me dijo que entrase a la fortaleza antes de irse a buscar a alguien más. Todo esto es un caos... Lo que me hace preguntarme qué diablos está pasando más allá del frente.
—Coronel. ¿Qué ocurre?
—Vamos. Le cuento en el camino.
Es la primera vez que veo a Tairon apurado desde que lo conozco. Usualmente se mantiene sereno ante cualquier situación, pero esta claro que esta excepción era urgente. Y sin perder tiempo, lo seguí al interior de la fortaleza de los Templarios.
—¿Alguna novedad?
—Nos informan que la ciudad capital de Aten III está en llamas.
—Demonios... Llegamos demasiado tarde.
—Eso no es todo. Tampoco se tiene rastro alguno de la horda orka.
—¿Qué? ¿Cómo es eso siquiera posible? Nos informaron que eran millones de ellos.
—No tengo respuestas para eso. Supongo que estamos a ciegas.
—Esto no me gusta. Es imposible que la horda se haya marchado tan rápido.
—Eso es algo que yo también quisiera saber. No perdamos el tiempo. El Capellan Haldredd me ha convocado con carácter urgente.
Sigo a mi superior hacia el puesto de mando, saludando con respeto a cada astarte que se encontrase en nuestro camino. En términos generales, hasta el más novato de los ángeles de emperador es superior en rango a los líderes más grandes de los simples mortales como nosotros. En otras palabras... Hasta el propio Tairon con su inalcanzable rango de coronel, era un mero peón en todo este tablero de guerra.
Finalmente llegamos a la sala de mando, donde los más grandes, poderosos e inteligentes ¨humanos¨ estaban reunidos. Todos astartes... Todos ángeles... Todos demasiado gloriosos para darse cuenta de nuestra presencia. Y no fue hasta que un servidor anunció nuestra llegada, que uno de esos colosales seres revestidos en divinidad se dignó a girarse hacia nosotros. Uno que portaba un escalofriante casco con forma de calavera, adornando esa titánica armadura de cerámica negra.
—Capellán Heldredd. Coronel Tairon y Comisario Harrus reportándose para el servicio.
—Coronel, esperábamos su llegada. Es necesario que disponga de sus hombres y valla al frente, rumbo a la ciudad capital de Aten III.
—Entendido. ¿Conocemos la posición de los enemigos?
—Estamos a ciegas. Nuestros exploradores no responden nuestros llamados. Desconocemos si por interferencia o por... algo más. En cualquier caso, debemos saber que está pasando fuera de nuestra vista. Tenga cuidado, coronel.
—Si, su excelencia.
Eso fue todo... Atravesar media armada solo para decirnos algo que bien pudiese haber sido enviado en un simple mensaje... Incluso el mismo chofer del jeep pudo habernos dado. Se que no puedo expresar ironía en un escrito, pero a veces pienso que estos astartes realmente son muy cerrados de mente. Al menos aquellos a los que he visto.
Sin embargo, había algo que tenía en la cabeza. Un pensamiento que me molestaba y no podía ignorar. Uno que, se hacía cada vez más preocupante a medida que un jeep nos regresaba al coronel y a mí de vuelta con nuestras tropas. Un pensamiento... que simplemente no pude guardar para mi solo.
—Somo la carnada.
Incluso con el agobiante sonido del vehículo, pude escuchar al coronel suspirar bajo su máscara de respiración. Él lo sabía... Era algo que no me sorprende... Pero tal parece que él no esperaba que yo me diese cuenta.
—Eso parece... comisario.
—Desechables... Eso es lo que somos.
—Entiendo su frustración. Yo más que nadie la entiendo. Sin embargo... aquí solo podemos obedecer órdenes. Todo por un bien mayor.
—Espero que el Emperador escuche sus palabras.
Nuestro viaje no duró demasiado, y de inmediato ambos nos pusimos al frente de nuestras tropas. Dos de las seis divisiones de Krieg marcharían hacia la ciudad capital, y mis tropas lo seguiríamos en la retaguardia. Nuestra misión era identificar a los enemigos y evitar luchar a menos que sea imposible no hacerlo.
Sin embargo, movilizar tantas fuerzas solo para localizar a los objetivos... La respuesta era obvia... Solo querían que los orkos mordieran la carnada, para luego atacar con todas nuestras fuerzas. No me extraña que el Coronel hubiese dejado a más de la mitad de sus hombres en el campamento bajo el cargo de un capitán de confianza. Después de todo, el capellán nunca nos dijo cuántos de nuestros hombres deberíamos usar. Y yo hice lo mismo, dejando a la mayoría de jóvenes atrás, entre ellos Henry y Erik, bajo el mando de Crosta.
Tairon lo sabía, Crosta lo sabía, Murphy lo sabía... Y yo también lo sabía. Nuestras órdenes no eran identificar al enemigos ni nada similar. Nuestras órdenes eran morir para alcanzar una victoria mayor. La impotencia que eso me causaba era... indescriptible. Sin embargo, la repentina parada de nuestras tropas no demoró en llenarme de preocupación e inseguridades.
—Comisario. El coronel Tairon lo busca al frente.
La voz de un mensajero de Kreig me sacó de mis pensamientos, y en menos de cinco minutos, un jeep me llevó junto a mi superior. Tairon estaba al frente de todo, con la mirada fija sobre las planicies que nos separaban de la ciudad capital en llamas. Algo no estaba bien. Eso es algo que noté desde que puso un pie fuera del jeep antes de acercarme.
—Coronel. ¿Qué sucede?
—Acérquese comisario.
Cumplo la orden y me coloco a su lado, tratando de ver algo que no estaba, pero que Tairon parecía estar convencido que si. Él sabía algo... Algo que yo no.
—Esto le parece... ¿Normal?
La pregunta me tomó un poco por sorpresa. Desde que luchamos contra esta horda de pieles verdes, la palabra normal ha estado balanceándose por una cuerda floja. Miles de libros de cómo enfrente a los pieles verdes, y en ninguna explicaban que esto... fuese algo normal. Sin embargo... La inseguridad del coronel pronto fue transferida a mi.... Y tenía razón.
—Extraño... Ese fuego sobre la ciudad es... como decirlo...
—¿Incoherente? —Interrumpe mis palabras.
Yo solo asiento. No se si era la palabra correcta, pero si me dió esa sensación de que algo simplemente estaba incorrecto. Pero no tenía la experiencia para notarlo. No como mi superior.
—He visto ciudades arder antes, comisario... Y esta es muy diferente... Ese fuego no se ubica dentro de la ciudad... sino justo al frente.
—Eso quiere decir que...
—Si... Es una trampa... Quieren que nos acerquemos.
—Esos pieles verdes... Esto no tiene sentido.
—Debimos dejar de pensar en el sentido común desde que nos enfrentamos a ellos en Cantus. Los superiores siguen tratando a este enemigo como una horda convencional... Y ese será un grave error.
—¿Que tiene en mente?
—Traiga sus hombres al frente, y coloquelos en una línea de defensa al sur de nuestra posición. Montaremos una trinchera justo aquí... Y preparen los Griffon... Vamos a bombardear toda la zona entre nosotros y la ciudad capital. Prepárense... Esto será como aplastar un nido de hormigas.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top