Asedio
El Consejo de los Altos Señores de Terra había enviado a su emisario para hacer contacto con el líder de la flota que encontró a Ferrus, la noticia del regreso del Primarca fue visto de muchas maneras, si bien la población general todavía seguía ignorante y seguiría de esa manera por quizás años, los líderes de más algo rango se enteraron de inmediato de la noticia.
Tras un mes del evento encontraron en Prusia el lugar donde se estaban quedando temporalmente el Comisario Löwe y el Primarca Ferrus, los Capítulos Sucesores de los Manos de Hierro estaban turnando sus guardias en diferentes sectores para ir a ese planeta y presentarse ante su padre genérico.
Hasta ahora parecía ser que se desconcertaban al ver el comportamiento y la extraña sensación de tenerlo cerca, pero su capacidad de combate estaba funcionando muy bien.
Con el regreso de Sanguinius al fin tenían lo necesario para derrocar a Vandire y tener la Victoria básicamente asegurada, el Fabricador General de Marte había mandado a sus Skitarii para sitiar el palacio de la Eclesiarquia en Terra, además de que el Capítulo Sucesor de los Puños Imperiales estaba atacando también junto a otros tres capítulos, pero todavía no era suficiente para ganar por su cuenta.
Las Consortes del Emperador y las Fratrias Templarías eran más resistentes de lo planeado, habían logrado mantener su fortaleza frente al enemigo y también en más de una ocasión les hicieron retroceder sin importar el costo que pagarán.
Aún con los poderosos cañones de asedió del Mechanicus o las habilidades super humanas de los Astartes, nada estaba funcionando del todo y creían que sería una campaña muy Sangrienta, eso sin contar que había llamado refuerzos y varios mundos se estaban reportando para informar que la Eclesiarquia estaba atacando otros sistemas.
Hasta donde sabían, Sanguinius estaba en camino, pero lo esperaban en un periodo no superior a seis meses, los Capítulos de los Angeles Sangrientos estaban llegando a Terra, incluso los Manos de Hierro estaban apareciendo, ambos bandos abriendo camino entre las defensas planetarias tomadas por la Eclesiarquia.
Pero se negaban a actuar hasta que lleguen sus Primarcas, quedándose en órbita y lanzando ataques ocasionales contra el palacio, aunque esa palabra era solamente una manera de llamar a una estructura que cubría la extensión parcial de un continente al sur de Terra.
Ya habían pasado tres meses de asedió y todavía no había muestras de un ganador, habían logrado mantener un flujo de refuerzos de diferentes planetas, todo hasta que las flotas de los Marines Espaciales bloquearon el flujo, además de seguir atacando de manera constante.
En el interior del palacio, Vandire se sumergía cada vez más en la más absoluta locura, su cerebro desvaría hasta el punto dónde piensa que puede ganar contra todos sus enemigos, día tras día la sangre de sus seguidores manchaba la tierra y no parecía entender que era una locura.
En medio de esa situación las Consortes del Emperador estaban cargando con el grueso de sus oponentes, logrando resistir a base de mucha fé y aprovechar cada defensa, todavía mantenían todos sus muros, pero estaban viendo sus bajas y era evidente que caerían muchas mas antes de ganarle a los Adeptus Astartes y al Mechanicus.
Su fé era inquebrantable y se mantenían firmes frente a un escenario que sumergiría en la más absoluta desesperación, ese día estaban luchando una vez más contra los Puños Imperiales, tratando de evitar que tomen las puertas de los muros exteriores.
Disparaban lanzallamas, rifles de alto poder y ataques con sus Bolter, mandaron contra los invasores toda clase de criaturas y engendros creados a partir de su fé fanática y la mente retorcida de Tecno Sacerdotes que les apoyaron en algún momento.
Maquinaria consagrada que logró mantener al enemigo fuera de su territorio, ahora solo faltaba esperar que llegara algún milagro, algo que les ayude a imponer la verdad del dios Emperador una vez más.
Lograron imponerse una vez más, todo al anochecer, o lo que se supone son más horas nocturnas, ya que una espesa nube de contaminación a sumergido el planeta en la oscuridad perpetua, hicieron cambio de guardia y esperaron para que llegue el momento del siguiente ataque.
Los Altos Señores de Terra estaban esperando que llegaran nuevas noticias, pero no había novedad en el frente, algunos decían que habían aparecido más tormentas disformes alrededor de Terra, todavía no lograban hacer que sus enemigos bajen su moral.
Si las Tormentas Disformes continuaban entonces podría crearse una circunstancia dónde estarán atrapados en Terra, sus enemigos no tendrían como escapar ni tendrían refuerzos, pero entonces ellos tampoco, y los Primarcas también tendrían problemas para actuar, siendo quienes mejor podrían poner orden.
Aunque oculto de las voces altas, todos tenían lo que podría suceder, en la mente de la galaxia todavía estaba fresco como si fuera ayer las atrocidades ocurridas durante la Herejía, todavía había heridas abiertas y recuerdos generacionales de las acciones cometidas por los ángeles del Emperador.
Pese a que era una Herejía de algo nivel pensarlo o siquiera decirlo, pero muchos tenían miedo de que el regreso de los Primarcas fuera solamente para tomar el lugar del Emperador y volverse tiranos del imperio, nadie había escuchado de ellos en milenios y su aparición justo ahora parecía más algo planificado que una coincidencia.
Cuando llegaran a Terra la gente tendría dos opciones, arrodillarse y seguirlos, o arrodillarse y esperar la oportunidad para quitarles poder, ya que todavía no aparecían en persona, pero ya tenían a sus Legiones esperando impacientes por ellos, listos para seguir sus órdenes, incluso era posible que atacarán Terra si se les ordenaba.
Las horas pasaban en Terra, los ataques habían parado temporalmente, estaban reorganizando sus fuerzas y preparándose para otro asalto con un ángulo diferente, no habían recibido reportes de avistamientos de la Flota Amanecer Carmesí, ni de Sanguinius, por lo que seguiría con sus actividades.
Fuera del planeta los Angeles Sangrientos ya tenían la fuerza equivalente a cincuenta capítulos, armados y listos para recibir a su Primarca apenas apareciera, ya habían recibido una segunda transmisión, en la que les informaba que estaría allí pronto, ya que tuvo que atravesar el ojo del terror, nadie pregunto si era literal o metafóricamente, pero suponían que si alguien podía hacerlo era quien regreso de la muerte.
Los Manos de Hierro formaron una fuerza de Treinta Capítulos, pero con muchos más vehículos de transporte, tanques y varios Dreadnought, todavía desactivados, pero que algunos de ellos vieron a su Primarca y aunque cambio su apariencia reconocieron la presencia que emitía.
Un día solar más, todo en calma, todos apáticos y tratando de terminar con el asedió, pero todavía nada, aquel ataque fue repelido como los anteriores, muchas bajas del lado de la Eclesiarquia, pero igual seguían firmes y no dejaban pasar al invasor.
Aquel día un vigía estaba observando el cielo, casi todos estaban ocupados en otras tareas, todo era normal, nubes oscuras que habían bloqueado el cielo, pero había algo extraño en el aire, una sensación de tensión terrible, no solo la guerra, era como si alguien tuviera su mano en tu garganta y apriete, lo suficiente para que respires, pero con la firmeza necesaria para que sea tenso.
Trataba de no pensar en que sucedía, pero entonces noto algo extraño, el cielo comenzó a despejarse, las nubes negras lentamente se desvanecieron con facilidad, dejando ver por primera vez el universo, pero también noto que había llantas saliendo del piso.
No fue el único en notarlo, algunos vieron esto y de inmediato sonaron las alarmas, pidiendo información, los encargados de residuos peligrosos de inmediato se colocaron trajes de protección, ya que inclusive árboles comenzaron a aparecer alrededor del planeta.
Con la desaparición de las nubes todos pudieron ver el amanecer, la luz roja del sol ilumino todo, pero también apareció algo en el cielo, un portal Disforme de gran tamaño se abrió en el espacio, dejando paso a un gran Acorazado Imperial apareció desde las sombras.
Acompañado de muchas otras naves escoltas que parecían regresar de una batalla terrible, la inmensa nave estaba recoleta de agujeros, metal retorcido, incluso fuego y humo negro todavía estaba saliendo desde sus compuertas destruidas, las naves del Mechanicus se veían menos dañadas, como si todo el ataque hubiera Sido dirigido desde un principio a esa nave insignia.
La flota se esparció por todo el espacio exterior al planeta, pero el Acorazado seguía derecho, se vio como el metal se volvían rojo al seguir adelante a toda velocidad sin frenos, era como un asteroide que recibía todos los ataques de las defensas del palacio.
La nave al final se estrelló afuera del palacio, el impacto creo un temblor que se sintió a gran distancia, no había señales de vida o movimiento, todos estaban observando esto, creyendo que todo había terminado antes de empezar el combate de verdad.
Pero entonces muchas plantas comenzaron a marchitarse, los minutos pasaban y parecía que el fuego no se detenía, pero entonces las torretas comenzaron a moverse, disparando contra el muro y los defensores, el metal crujía con cada movimiento y se escuchaba las compuertas rechinando.
Fue entonces que entre el fuego apareció una figura de gran tamaño envuelta en el fuego, sus más de tres metros estaban envueltos en llamas y dejaban ver un cráneo de metal plateado, en sus manos sostenía un martillo de guerra que tomaba por la empuñadura con una mano.
Con un poderoso grito de guerra todos pudieron escuchar y sentir un momento de vértigo, en su mano sostenía la cabeza de lo que parecía un Xeno, tras él apareció Siegfried, con su Espada Sierra todavía goteando y recubierta de sangre, las heridas se estaban curando y parecía dispuesto a seguir luchando.
Siegfried: ¡Quien allá mandado esas cosas más le vale mandarnos algo mejor la próxima! Ferrus Nader se quedó con ganas de seguir luchando —Sus ojos mostraban una combinación de bravura y locura, su uniforme de comisario rasgado por todas partes y chamuscado por el fuego de una batalla prolongada—eso fue una maldita locura
Busco en su abrigo y saco un silbado de plata manchado de rojo, lo llevo a su boca y soplo con todas sus fuerzas, emitiendo un pitido que logró escucharse por la nave, las Consortes del Emperador comenzaron a disparar, pero Nader lanzo su martillo contra la muralla y al impactar generó una gran esfera de energía que derribo o mato a varios defensores del área.
Del fuego, como fantasmas de guerra, aparecieron una vez más los soldados que lucharon en la primera batalla de Siegfried, pasando entre el fuego, soldados del tamaño de un hombre, todos con Trajes de combate bastante extraños que nadie conocía.
Eran muy diferentes a otros soldados, cubiertos de placas de metal negro como carbón, quizás por pintura o quizás por su constante paso por el fuego, eran armaduras voluminosas pero parecían moverse sin problemas, entre el negro llevaban marcas rojas como si fuera sangre, llevando en un lado del lecho la insignia de un lobo.
Sus cascos les cubrían toda la cabeza y las máscaras de gas evitaban que reconozcan sus rostros, pero lo más llamativo eran los tubos de energía morada que estaban alrededor de la armadura, emitiendo un extraño tipo de radiación que la gente común no podía tolerar.
Los que estaban cerca de ellos sentían una incomodidad inmensa, como si el que estuviera frente a ellos represente un ejercito completo, era como pelear contra diez a la vez y su mente no reaccionaba adecuadamente, si un paria era pelear contra la nada y la falta de alma, esto era pelear contra lo absoluto y un sin fin de almas.
Además de portar una mochila, con tres chimeneas creciendo a su espalda, era una especie de reactor que emitía humo negro, los soldados sacaron ametralladoras y algunos arma de combate cercano, pero lo más llamativo era que algunos no llevaban armas, al menos no todavía.
Siegfried: esperamos órdenes, Primarca Ferrus Nader Jader —El comisario se preparó para luchar, mientras sus hombres tomaba posiciones, mientras algunos mandaban un mensaje a la flota de los Manos de Hierro—
Nader: este hombre es malvado, todo lo que hizo, y alguien no quiere que lo quitemos de su posición, por eso nos atacaron los Xenos en el viaje, dices que la maldad es lo que amenaza al imperio, entonces usemos fuego y hierro para purificar Terra —Estaba interpretando algunas palabra y frases que aprendió durante sus largas cesiones de lectura— suelten a los perros de la guerra
El silbato sonó otra vez, y está vez de los escombros de la nave salió el ejército entero, comenzando a atacar con todos lo que tenían, la artillería era arrastrada por los soldados de armadura y puesta en posición para disparar, mientras los soldados se colocaban en posición para atacar, al igual que desde la nave seguían atacando sin importar el fuego de los cañones de defensa.
Desde el espacio todos vieron el comienzo de las hostilidades, y los Manos de Hierro se lanzaron a la batalla, las naves defendieron, preparados para iniciar la guerra según las indicaciones que recibieron por canales de comunicación encriptados bajo estándares exclusivos de su legión y capítulos sucesores.
Los números frente a la puerta principal de la fortaleza eran inmensos, los soldados no retrocedían, entre fuego, golpes y cortes ellos avanzaban sin piedad, Siegfried ordenó entonces el ataque con las armas químicas recuperadas de las Ciudades Colmena, el ataque fue devastador, ya que arraso con todo.
El gas amarillento avanzo por todas partes, quemando la carne de los soldados sin protección, el metal plateado de la armadura se corroía y solamente el metal negro parecía proteger al invasor, las guardias de Vandire entonces se lanzaron al ataque.
Sin dudar ni tener sus espadas chocaron contra las armas de los soldados del lobo rojo, mataban uno por uno, hasta que vieron que los reactores tenían un interruptor de hombre Muerto, cuando el soldado caía tras algunos segundos sus equipos explotaban y lanzaban fragmentos por todas partes.
Era una batalla total, sin miedo a la muerte o al sufrimiento, los miembros de las Fratrias se llevaron la peor parte, era como luchar con un tanque ligero, ellos tomaban a los soldados de la Eclesiarquia y los cargaban cómo escudos de carne para avanzar contra sus propios camaradas y hacer que se maten entre ellos.
El combate se intensificó hasta el punto en que las guarniciones que se guardaron para después fueron mandados al frente, ya que eran miles, demasiado para contenerse con facilidad, ya que estaban tratando de escalar o de cavar túneles.
En un enfrentamiento, a veces los soldados de Siegfried avanzaban sobre el fuego, hasta llegar con el soldado, le arrancaban alguna extremidad con sus manos y después lo lanzaban al fuego, buscando más objetivos, pero había algo extraño en todo esto.
Parecía que en ese momento solamente buscaban pelear, un combate sin sentido, solamente masacre y avance sobre los cuerpos del enemigo, no mandaban tanques, la artillería no disparaba a plena potencia y Ferrus estaba todavía sentado en el suelo, afilando un hacha.
Al igual que su otra arma, era metal negro, labrado con una maestría asombrosa, repleto de runas, emitía un brillo azul, era un arma de una sola mano, diseñada para ser lanzada, pero en manos de un Primarca era un que podría ser del tamaño para que un hombre grande tenga que usar dos manos, el arma estaba decorada con el rostro de un dragón y emitía mucha energía aún desactivada.
Mientras la batalla continuaba Alicia Dominica estaba organizando la defensa, era un ataque sin retroceso, básicamente una licuadora de carne en la entrada y los muros, los fosos y ocasionalmente el aire, pero ella sabía que a menos que fuera un idiota, nadie intentaría ganar de esa manera la batalla.
Pero su intuición y la conclusión de que era una trampa llegó muy tarde, cuando el flanco izquierdo donde había menos protección, y nada menos que por los Manos de Hierro, quienes llevaban una gran cantidad de tanques y sus Dreadnought avanzaron dirigiendo el asalto, tuvieron que desviar recursos, tratando de que no ganen terreno, pero era una batalla donde elegían entre detener una marea interminable o una fuerza de tres capítulos chocando directamente contra ellos mientras más Capítulos se preparan para el asalto pesado al Palacio.
Siegfried: trabajamos el cuerpo, gancho de izquierda para desestabilizar, el enemigo teme, mira como lo quemamos y esperan cosas peores, es hora de romper piernas, frenar su retirada y el atrapar a tantos como puedas
Nader: me toca a mi, esas puertas no me gustan —El hombre al fin se levantó y camino entre los soldados, los disparos no lograban dañar su armadura y su cabeza ya regenera parecía no sufrir por el impacto de armas, llegaron junto a él una fuerza de cincuenta Marines Espaciales y tres Dreadnought, listos para la batalla— ¡Rompamos algunas piernas! ¡Aplasten al enemigo del imperio!
Los soldados de Siegfried sin ninguna orden se inmediato abrieron una brecha por dónde avanzo el Primarca, junto a Maestros del Capítulo y lo Dreadnought que alguna vez fueron sus camaradas cuando era solamente Ferrus Manus.
Cuando llegó dónde estaba la batalla el pobre infeliz que lo recibió fue aplastado por el impacto de un martillo, Nader avanzo sin importar que se interponga en su camino, mientras sus camaradas hacían lo propio y avanzaban junto a los soldados de armadura negra.
Cuando llegó a la puerta el infierno se desató, comenzó a golpear una y otra vez con sus armas, su fuerza era suficiente para que la entrada y la pared pudiera estremecer hasta los cimientos, los soldados con lanza cohetes dispararon contra la puerta, una y otra vez trataban de detenerlo, pero era imposible contener la irá del Primarca.
Desde el lado izquierdo las defensas estaban superadas e inicio una operación para encerrar al grueso del ejército de la Eclesiarquia en ese muro y acabar con todos, los soldados de alguna manera lograron escalar lo muros usando sus manos y pies desnudos, subiendo como su fueran una plaga.
Al llegar a la cima comenzaron los combates cercanos y con armas, se escuchaban los cañones y armas de los Manos de Hierro a la distancia, ya venían y estaban rodeando a todos.
Alicia Dominica ordenó la retirada, tratando de superar las líneas de ataque de los Marines Espaciales, quienes estaban haciendo lo posible para que nadie pudiera regresar a la fortaleza principal, a dónde ya estaban mandado a decenas y Miles de fuerzas de combate listos para la guerra, dispuestos a tomar la cabeza de Vandire.
La líder de las Consortes del Emperador logro abrirse paso a través de múltiples bajas, perdió a muchas hermanas en la batalla, pero lograron llegar a los vehículos, escapando de la carnicería que estaba por desatarse en ese territorio.
Durante hora estuvieron luchando entre los Marines Espaciales, los Soldados con Servoarmadura entraban en cada fortaleza y lugar de resistencia, todo mientras el grueso del ejército avanzaba con dirección a la fortaleza donde se encontraba Vandire, Nader estaba a la delantera sobre los tanques y los vehículos de transporte aéreo se preparaban para un ataque total sobre la fortaleza.
En el interior de la fortaleza, solamente existía un aire de inquietud, mientras se escuchaba como los ataques eran capaces de dañar una y otra vez los muros, como se abrían paso entre los disparos y fuego, gritando maldiciones contra Vandire.
Pero entonces se detuvieron, el ataque retrocedió, a medida que se escuchaban diferentes gritos en el exterior, los bombardeos comenzaron, los Mechanicus comenzaron un bombardeo incesante contra su fortaleza, quizás eran humanos, pero esa seguía siendo una fortaleza inexpugnable que tardaría mas que unas horas para caer ante un enemigo, aun contra los Capítulos, ahora solo quedaba resistir y esperar que su dios los salve de alguna manera.
Subsuelo bajo el Palacio Imperial de Terra
En las mas oscuras profundidades del palacio, aquel lugar donde la luz nunca a llegado y que nadie debería conocer, donde el horror es absoluto, aquel lugar de la psique donde revolotean los oscuros demonios de las pesadillas mas horrendas de las mentes de los dioses, el sitio donde habitan los espectros del alma cereña.
Decenas, cientos sino es que miles de celdas estaban siendo vigiladas por los ShadowKeepers, los mas selectos guardias de los Custodes, cuidando y evitando que pudieran salir los peores de sus celdas, allí estaban resguardados los mayores horrores de la galaxia, seres tan peligrosos que si uno solo escapara, la galaxia estaría en un peligro inmenso.
Toda clase de seres fueron atrapados y puestos en ese sitio durante la Gran Cruzada del Emperador de la Humanidad, estos seres eran tan abominables y aterradores que si la gente supiera de su existencia, de inmediato perderían la cabeza, por lo que nadie, ni siquiera los Señores de Terra, podrían saber de su existencia.
Normalmente no tenían fugas normales, algunos habían tratado de irse pero fue solamente la Disformidad lo que logro sacarlos, pero fueron recuperados por los Custodes, pero ese día ocurrió algo que nadie había esperado, un intento de fuga que casi ocasiona una figa masiva.
En una de las cámaras mas oscuras y profundas había una gran puerta reforzada, con runas y tecnología antigua, las puertas fueron abiertas por un momento, para mostrar un ataúd de cristal reforzado, con una multitud de tuberías y sondas guiándose hasta la cripta.
El cristal no estaba dañado por suerte y los protocolos de contención pudieron devolverlo al sueño eterno del que no debía despertar, en su interior se encontraba una figura humana, en apariencia humanos comunes, pero había algo que le hacia diferente.
Se trataba de un hombre durmiendo, con una mascara de oxigeno que le mantenía dormido, con varios tubos guiados a su cuerpo, a su alrededor había plantas creciendo, pero eran removidas casi todos los días, pero tras el intento de fuga ahora todo estaba lleno de flora inmensa que atasco los mecanismos para que el ataúd no sea sumergido en una piscina de liquido para dormirlo.
Lo que mas les preocupo fue que casi logra dañar la celda de su vecino de Celda, una marcada como el "Ángel Caído" "El Durmiente", las plantas habían alcanzado parte del cableado pero no lograron sobrepasar las gruesas capas de protección.
???: Parece que el Sujeto Once casi logra causar un desastre, tendremos que reparar esto, algo me dice que allá arriba podrían crear un verdadero alboroto —Uno de los Custodes miro la caja, con evidente desconfianza y sujetando su arma, listo para usarla, pero el prisionero seguía dormido—
Sus compañeros volvieron a trabajar a gran velocidad, desapareciendo las plantas y sellando la cámara una vez mas, el cabello verde se movía un poco en el liquido que le mantenía dormido, pero el Sujeto Once entonces abrió uno de sus ojos, mostrando un brillante iris dorado, pero después lo volvió a cerrar, todavía no era momento de despertar y salir de su encierro.
En la sala vecina, en una cámara de contención mucho mas grande y compleja estaba dormido un humanoide, sus alas antes blancas ahora eran negras, clavadas cruelmente a una placa de metal, sus brazos extendidos en una cruz de hierro, sangre antigua se derramaba desde los orificios donde antes estuvieron sus ojos.
Su piel pálida mostraba toda clase de heridas, y al igual que su compañero estaba permanentemente dormido desde el día en que lo encerraron, pero sin que sus carceleros lo sepan, una planta había pasado, su semilla germino y se quedo cerca de las tuberías de oxigeno, esperando para actuar cuando llegue el momento, y que el durmiente pueda ponerse de pie una vez mas.
Exterior
Llevaban semanas bombardeando y atacando la fortaleza de Vandire, habían ejecutado a cada prisionero que capturaron en los muros, lanzando los cuerpos al foso, o lanzándolos contra la fortaleza para tratar de esparcir enfermedades, los Manos de Hierro luchaban sin piedad contra los restos de la guardia de Vandire, pero todavía no daban un golpe definitivo.
Alicia Dominica siempre estaba l frente, impecable y con una voluntad inquebrantable ante una batalla como esa, Ferrus Nader no podría ser Ferrus Manos, ella y las demás fueron convencidas de que ese era un impostor y que los herejes Astartes solamente le siguieron para traicionar a Vandire y a la iglesia.
Pero para este punto la mente de Vandire era una jalea de desvaríos incoherentes, todos le habían abandonado, los mas cercanos estaban muertos por ordenes de Eclesiarca loco o se escaparon de la masacre.
Los Custodes se quedaron atrás y sin intervenir, Nader tampoco fue a presentarse, solamente estaba en el frente de batalla atacando contra cualquier enemigo que se acercara a ellos, era un puño de hierro que había estado a punto de tomar la puerta principal para abrir paso a las tropas.
Túneles para tratar de superar los muros, pero era complicado ya que había muchos pozos y túneles subterráneos, por lo que seguían con el asalto frontal, Siegfried seguía lanzando ofensivas una y otra vez, había rodeado la ciudad y constantemente usaba altavoces para dar discursos acerca de como el imperio despertó y estaba listo para librarse de Vandire.
Pero dejo algo muy en claro, no habría piedad para los desertores ni traidores, Vandire seria capturado y ejecutado como la escoria que era y el ejecutaría a cualquiera que le proteja o le oculte, sin importar quien fuera.
La sangre se derramaba a medida que se acercaban cada vez mas a la fortaleza, toda la creación estaba siendo castigada y cualquier intento de llamar refuerzos fue destruido por completo, los Manos de Hierro de inmediato mostraron un aumento de su moral, al ver como su Primarca dirigía los asaltos y organizaba sus ofensivas, para tratar de conquistar la fortaleza diseñada por uno de sus hermanos.
Las nubes volvieron a estar sobre ellos por el fuego de sus bombardeos, logrando ocultar una vez mas el sol y las estrellas a su alrededor, ese día asaltarían la fortaleza con toda su fuerza y esta vez planeaban tomar l a cabeza de Vandire y de las Consortes del Emperador, aunque a diferencia del Eclesiarca, Siegfried y Nader ordenaron que fueran capturadas y de ser necesarios se les daría la paz imperial, rápido e indoloro, después de todo, mostraron lo que valían y que bajo otras circunstancias habrían podido servir al imperio como pocos lo habrían logrado.
Siegfried: ¿Cómo va tu parte del plan? —Le hablo a su amigo con tranquilidad, mientras trazaba algunos planos y mapas específicos, Nader estaba en un escritorio mas grande y hecho de metal, hecho a la medida, ya que había crecido hasta medir tres metros y medio—
Nader: listo, vamos a ganar hoy —Se veía tranquilo, un estado poco común en él, mas allá de cuando estaba luchando o trabajando en la forja, ya que casi siempre sus ojos mostraban un estado mental bastante, peculiar, por decir de una manera— hice algo para ti
Abrió uno de los grandes cajones de su escritorio y de él saco un gran estuche de metal plateado, con la insignia del lobo rojo en la parte frontal, Siegfried lo tomo y sintió el peso, no solamente del estuche, también del arma, observo un lector de huellas digitales, por lo que abrió el interior y se sorprendió al ver lo que había en su interior.
Siegfried: ¿Esto es para mi? no puedo aceptarlo, esto debería darlo a algún Astarté o... —Aun con su locura e ira contenida, el admitía que en realidad todavía no estaba a la altura y prestigio de un Astarté, pero el Primarca sonrió un poco—
Nader: eres mi amigo, mereces tenerlo —El comisario tomo el estuche y lo dejo sobre su propio escritorio, planeaba seguir hablando cuando un reloj de campana marco la hora para comenzar la organización— hasta la victoria
En la puerta principal estaban los remanentes de los defensores, disparando las pocas armas que le quedaban, listas para su ultima batalla, Ferrus Nader estaba al frente de todos, mientras Siegfried estaba con sus tropas, preparandose para iniciar el infierno apenas termine el bombardeo del Mechanicus.
Alicia Dominica dio su ultima plegaria, miro directamente a Nader, esperando alguna ira, rencor o al menos desprecio, pero era imposible ver algo en esos ojos fríos e insensibles, solamente estaba armado y listo para lanzarse a la batalla, el silbato de Siegfried se escucho en todo el campo de batalla y el asalto final llego.
Estaban por chocar las fuerzas, cuando las alarmas se escucharon por todo el planeta, la batalla se detuvo, a medida que veían como un coloso se materializaba sobre ellos, una gran cantidad de energía deslumbro a la gente e incluso parecía disipar las nubes de humo por un momento.
Las defensas en la Luna de inmediato se prepararon, pero parecían incapaces de atacar, era como una segunda luna que aparecía sobre ellos, la gente se asombro ante la muestra de poder, quienes le vieron se preguntaron que clase de ser aparecería ahora.
Fue entonces que un relámpago de energía azul bajo directamente sobre la zona de conflicto, pocos lograron distinguir la figura de una ángel que bajo desde el cielo en un pilar de energía y creo una grieta entre los atacantes y la entrada, todos prepararon sus armas, Nader entrecerró los ojos, como si sospechara de ella.
Astrea: ¡Detengan este ataque! —Su voz se escuchaba por todas partes, como si tuviera alguna clase de amplificador de sonido, la gente era prevenida, ya que atacar podría soltar sobre ellos una lluvia de fuego—
Fue entonces que un pilar de luz bajo sobre ella, era como un relámpago del sol, muchos no podían creer lo que veían, una figura inmensa e imponente bajo sobre ellos, su rostro era como ver a un ángel de verdad, sus inmensas alas blancas cubrían de la luz a quienes le veían, estaba dando la espalda al palacio, viendo en dirección a los atacantes.
Su largo cabello dorado y esa aura imponente, sobre su cabeza había una aureola de luz dorada sobre la cabeza del ángel, Nader salió a su encuentro entre las filas de los Manos de Hierro, ignorando la espada de fuego que había en la mano del ángel que era un poco mas grande que él, pero de alguna manera tratando de que su gen paria se mantenga al margen.
Ambos se miraron uno frente al otro, la armadura dorada contrasto contra la armadura negra de Nader, allí frente a todos estaba Sanguinius, el Ángel de Baal estaba frente a frente a la Gorgona, los dos se miraron por unos segundos que parecían destinados a chocar, como la luz y sombra que no pueden estar uno al lado de otro.
Pero entonces Sanguinius se acerco a Ferrus y le abrazo, como a quien ve a su familia tras demasiado tiempo, Nader no sabia que hacer, pero el alma del Primarca original le hizo corresponder el gesto con torpeza, los hermanos se encontraron una vez mas, pero todavía había un asunto mas.
Sanguinius se dio la vuelta y miro la fortaleza, Nader tomo sus armas y parecía dispuesto a atacar si era necesario, el Primarca había leído la información que Yamato recaudo, y durante mucho tiempo estuvo pensando en lo que haría, no podía haber justicia si dejaba a Vandire vivo, y sabia que ellas le defenderían, por lo que tendría que seguir la justicia, pero quizás había espacio para la clemencia, aunque tras el estaban las fuerzas dispuestas a hacer la mas brutal guerra, aun cuando el buscaba una salida pacifica.
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