Arco 4: La Galaxia en Llamas
Había un caos que se esparcía entre las filas imperiales, susurros en las sombras, hablando acerca de que la luz del emperador se estaba apagando, los Astropatas susurraban palabras de desesperación, mientras trataban de permanecer en el camino por la Disformidad, pero por momento se veían cegados, sin saber a donde ir.
En diferentes mundos esta noticia se estaba esparciendo como una plaga, muchos comenzaron a gritar y los disturbios eran generalizados, mientras varios herejes oportunistas se arrastraban fuera de sus escondites, gritando que el Emperador había muerto, y que solo era una herramienta para mantener a todos sometidos.
Sistemas planetarios estaban cayendo a manos del caos, bandas de guerra caóticas trataban de tomar ventaja, y esto era ya un hecho, en los lugares mas lejanos de Terra se suscitaron golpes de estado en los gobiernos planetarios y pronto llegaron mas Xenos a la mezcla.
Eldars, tratando de tomar ventaja de los humanos con miedo, usándolos para cumplir las visiones mas ventajosas para ellos, creando sus propios futuros, varios miembros de esta raza tuvieron visiones donde la luz del emperador se apagaba y el Imperio se sumergía en la oscuridad.
Esta ventaja fue usada para hacer flaquear voluntades y poner bajo su mando diferentes mundos, los cuales ayudaban a causar problemas al imperio, esto se estaba volviendo cada vez mas complicada, teniendo que enviar flotas para recuperar los mundos que caian y detener esta tendencia abrumadora.
Los Orkos se habían quedado en el norte galáctico, creando un pequeño reino que atacaba los mundos fronterizos, zonas fortificadas por ordenes del Primarca Sanguinius, ante la incapacidad del Imperio para detener a todo el Waaagh Orko creado por un Xeno como nunca habían visto, por lo que solo pudieron frenarlo.
Esto se veía apoyado debido a ataques de otras facciones a los mundos imperiales, entre ellos la Legión Negra, que se la paso atacando mundos y llevando a cabo Cruzadas Negras, barriendo sectores enteros, donde Cultistas creaban pequeños feudos, que tenían que ser eliminados mas tarde por la Guardia Imperial.
El menor de sus problemas era su hermano el Once, quien estaba en el sur, su dominio era un estado colchón que estaba protegiendo los alrededores de ataques del Caos y Xenos que se multiplicaban como una plaga en esa region, curiosamente, esa confederación de planetas llamados Anáhuac, era una herramienta útil para quien supiera usarla, pero el problema era que los gobernantes planetarios no podían controlar un poder tan grande.
La Onceaba legión estaba dividida en Bandas de Guerra, semejante a los Capítulos, pero no eran caóticos, en realidad se dedicaban a trabajar como mercenarios cuando salían de su sistema en busca de batallas, sirviendo a planetas Imperiales cuando estaban en guerras contra enemigos externos, parte del tratado de paz, esos mundos fueron un pequeño precio a pagar si con eso lograba quitarse de encima a una legión bien organizada, con su Primarca de vuelta y una alianza de Xenos avanzados.
Yamato Prime y el Sistema Prime se estaban volviendo un problema y discordia, el Mechanicus al inicio lo apoyaba, pero había facciones que llamaban a las armas contra él, por usar Inteligencias Abominables en su sistema y recuperar el conocimiento que le ocultaba al Imperio. Intentando varias guerras contra él, las cuales terminaban con flotas destruidas antes de alcanzar el objetivo y otras que fueron capturadas y los cuerpos maltrechos fueron regresados en cajas de fósforos.
Esto no era solo de los sacerdotes tecnológicos, Señores de Terra y varias facciones estaban en su contra, iniciando guerras contra el sistema planetario, el cual se defendía con ferocidad y destrozaba las flotas, la invasión mas exitosa logro tomar dos mundos, antes de el hombre de la Era Oscura mandara sus flotas del centro del planeta y barriera con todos en un infierno de plasma y rayos de energía.
Las imágenes que se recuperaron fueron tan terribles que muchos enloquecieron, hablaban de pirámides de hierro, donde miles o millones eran torturados para alimentar maquinas monstruosas, fotos de escudos de energía que usaban almas para alimentarse, destrozando la existencia en gritos agonizantes que paraban cuando no quedaba nada mas que el polvo.
Este sistema logro mantenerse en pie gracias a que lograban mantener buenos lazos con varias figuras claves, entre ellas los Primarcas, Señores de Terra y el Fabricador General de Marte, esto lograba mantener el equilibrio de poder político, no lograba detener guerras personales, pero eso no era un problema para Prime.
Ahora eran quienes producían 8% de todo el armamento Imperial usado por el Astra Militarum, y los Astartes eran grandes clientes, reparando armaduras y reliquias que ellos veneraban, aunque estos eran minorías, era evidente que en menos de tres milenios estaba logrando un gran avance diplomático y tras jurar que sus IA no saldrían de su sistema esto logro mantener una relativa paz, aunque las invasiones seguían siendo comunes y por eso mantenía una flota y fortaleza que muchos decían Eclipsaba a Caída.
Desde la perspectiva del Primarca angelical, su único aliado incondicional era Ferrus Nader, era tan fiel como su hermano, aunque mas quisquilloso con las reuniones sociales, por lo que prefería viajar por la galaxia, buscando los peores campos de batalla en el imperio y dando vueltas a la balanza.
También estaba ese humano que era en apariencia el único amigo que tenia Ferrus Nader, al menos un amigo mortal, quien reunía cada vez mas poder, su flota era de las mas grandes del imperio, integrando a su flota cruceros y naves de batalla que eran capturadas en batallas, logrando que de esa manera creciera su poder, así como sus enemigos.
Siegfried era una especie de perro rabioso a los ojos de las autoridades, y Nader lo mandaba de esa manera, ordenando que atacara mundos y sistemas planetarios que eran traidores, llevando con él las peores torturas y medios para sembrar el terror, sometiendo por el miedo a sus enemigos o matando hasta que no quedara nadie, en el peor caso, no quedaría nadie en el mundo, aunque esto era un destino para traidores.
Y ahora aquí estaba Sanguinius, en una habitación privada en Terra, leyendo los informes de toda la galaxia, encontrando indicios de sublevación entre sus propias filas, sospechaba que quizás planeaban su asesinato, pero dudaba que tuvieran la capacidad para efectuarlo, al menos no todavía.
Todos jugaban un papel importante, de momento tenia a la Eclesiarquia de su lado, no era un entusiasta de la religion, pero creía que era una buena herramienta para mantener a todos en el mismo camino, además de que eran la facción imperial que mas apoyo le mostraba, después de sus hijos, claro esta.
Baal estaba a salvo de momento, pero tenia el presentimiento que podria ser blanco de ataques, por lo que lo había vuelto un bastión que protegería toda la region, aumentando la capacidad de las flotas estacionadas en el planeta y entrenando guarniciones de humanos para proteger los mundos.
Pero ese rumor acerca del final de su padre lo preocupaba, todos los rumores tenían algún tipo de base, y necesitaba que los Custodes dejaran su silencio, se dio cuenta de que estos aumentaban su seguridad alrededor de la sala del trono, seria normal, de no ser porque vio las maquinas de Prime disfrazadas de Astartes, reparando el Palacio y trayendo cantidades inmensas de materiales para mejorar algunas defensas que durante la Herejía quedaron incompletas.
Los Puños Imperiales trataron de protestar, pero los Custodes de inmediato mandaron guardar silencio respecto al tema, y solo fueron llamados para expandir las defensas o reparar zonas exteriores, cosa que el Maestro de Capitulo tuvo que aceptar a regañadientes, preguntándose quienes eran esos marines espaciales con la letra Psi en la hombrera.
Ahora estaba caminando en dirección a las puertas de la eternidad, los Custodes ya lo estaban esperando, los Guardias de Sanguinius de inmediato parecían tensos, pero Sanguinius tomo el control de la situación, viendo a los Custodes con tranquilidad.
Sanguinius: quiero una audiencia con el Capitán General, quiero saber acerca del estado de mi padre —Los Custodes se miraron entre si y asintieron con la cabeza, uno entro por la puerta y el Primarca entro a una de las secciones que estaban antes de la llegada al Trono— Hay mas Custodes de los que recordaba
Custode: La prosperidad nos a sonreído, y de todas maneras necesitábamos mas hermanos para proteger al rey de los tiempos —El Primarca observo alrededor, viendo maquinas trabajar en la construcción de circuitos de inmensa complejidad—
Llegaron a una gran puerta dorada, el Custode avanzo y hablo por un comunicador que estaba al lado de la puerta. Espero por algunos segundos y la puerta se abrio, dejando pasar al Primarca, solo a él. Sus pies hacian resonar el suelo de marmol y vio la camara, llena de arte y decoraciones barrocas, alejado del estilo gotico de muchas ciudades del Imperio, un cambio que le gustaba al Primarca.
Capitan General: Primarca, veo que tras tanto tiempo a venido a mi, llego despues de lo que esperaba, eso quiere decir que el Imperio esta en mejor estado del que creía, aunque supongo que algo malo esta pasando, para que vengas a verme en lugar de esperar a una reunion del consejo —Su respuesta fue tranquila, sin mostrar alguna clase de preocupacion o urgencia en la sitaucion del Imperio, con todo ardiendo—
Sanguinius: el Imperio esta ardiendo, la guerra del norte esta consumiendo interminables recursos, en el oriente galactico hay revueltas en todo momento, un hombre del pasado esta aumentando su influencia y matando a los miembros de la Inquisicion, diria que es un tanto preocupante —El capitan permanecio impacible, sin mostar alguna clase de emocion, algo que Fulgrim relacionaba con el Emperador— "Quiero saber que planean"
Capitan: Noveno, nosotros no planeamos, somos instrumentos de su voluntad —Miro al Primarca, conteniendo el efecto psiquico que emanaba del angel, que le pedia arrodillarse— Solo le dire, que el Emperador nunca deja a la humanidad
El primarca podria insistir en obtener las respuestas, pero era evidente que podria desarmar al Custode pieza por pieza y no le sacaria ninguna respuesta, solo esperaba que la galaxia no tenga que pagar por la obstinacion de las creaciones favoritas del Emperador.
Oeste Galáctico
El mundo se estaba quemando, una y otra vez los traidores estaban atacando, naves caian del cielo y salian ordas de soldados que atacaban a cualquier ser viviente que pareciera peligroso. Estos guerreros no eran la tipica banda de guerra desorganizada y caotica, ellos estaban alli con un plan y estrategia frias y contundentes.
No habia saqueos innecesarios, no habia masacres de civiles que los distrajeran de su plan de ataque, tomar los muros de la ciudad tormenta, mientras las naves pulverizan las defensas orbitales, ese mundo era un productor de Rifles Laser, algo indispensable para su mision de seguir luchando dia y noche.
Llevaban años peleando sin poder avanzar mas en sus misiones, siendo atacados por Orkos desde el norte, destrozando sus mundos conquistados, siendo asaltados de manera constante por los interminables Xenos, a los cuales les daban su merecido, borrando su blasfema existencia de la galaxia.
Seguian avanzando, los guardias imperiales caian uno por uno, los tanques Leman Russ estaban vanzando, con un simbolo de estrella de ocho puntas en el costado, la legion de humanos avanzaba sin piedad contra los enemigos de la libertad de la humanidad y que obstaculizaban su camino como los amos de la galaxia.
Los cañones de los tanques despedazaron pequeñas fortalezas y eran los que ayudaban a bloquear el fuego de baja intensidad, mientras tras ellos soldados con cascos negros y ropa oscura se apresuraban a moverse, para alcanzar posiciones enemigas y disparar rifles laser para incinerar a sus enemigos.
Soldados con armaduras rojas, pintadas con sangre, corrían contra los enemigos armados con laser, que apenas y calentaban sus armaduras. Mostraban sus dientes y gruñían, con los ojos rojos y las pupilas dilatadas por la emoción.
Bendecidos por el dios de la sangre, solo pensando en derramar sangre, fueron la carne de cañon perfecta para que gastaran sus municiones de artilleria, y gracias a las bendiciones de Khorne estos soldados lograron alcanzar sus objetivos, muchos infiltraban las trincheras mal excabadas y con cuchillos y sierras cortaban carne.
Craneos separados del cuerpo de los soldados enemigos, gritando con euforia mientras pedian la atencion de su oscuro amo, para que viera como lo adoraban. Avanzaban por trincheras y pasillos subterraneos, su amo no tenia mayor interes en que hacian, mientras siguieran matando solo soldados y personas capaces de pelear, algo que hacian gustosos.
Los que eran adoradores del abuelo Nurgle pronto fueron lanzados en capsulas de lanzamiento, poco importaba si vivian, solo necesitaban que entren sus restos, asi que muchas veces quedaban triturados en las capsulas, pero sus entrañas pestilentes y llenas de plaga se filtraban en los muros e infectaban a otros pobres infelices.
Su General, el principal adorador de la pudredrumbre, estaba mandando las bendiciones de su dios, y tras dos dias de plagar los muros, las puertas se abrieron, sus nuevos hermanos les tendieron la mano y les dejaban pasar, para que la poblacion del mundo tambien conociera las bondades de uno de los aniquiladores primordiales.
Aquellos que adoraban al principe oscuro tenian una competencia con los que adoraban al Señor del Cambio, tres años antes de que llegara la flota principal se infiltraron. Con trucos politicos o seduccion minima, sumergieron las altas esferas en la anarquia, con conspiracioens de parte de unos y otros, corrompieron a la Eclesiarquia y psiquicos se levantaban como insurgentes.
Con tres años de preparacion el planeta cayo en cuatro meses de campaña, con bajas minimas para los traidores y un nuevo tributo para los dioses oscuros. en el espacio, las naves de los invasores estaban aun disparando para aplastar los pocos focos de resistencia que quedaban.
Un grupo de soldados imperiales estaban resistiendo mas de lo calculado, pero era inevitable su caida, tarde o temprano llegaria el momento en que moririan. Podrian solo bombardearlos hasta la muerte, pero eso no complacia a nadie, tenia que ser algo espectacular, sangre, muerte, sufrimiento e ingenioso.
Asi que el el gran señor de la flota bajo de su nave, sabiendo que era mejor hacer las cosas por su cuenta, ya que aunque confiaba en su consejo de generales, la verdad era que todos favorecian a un solo dios patrono, y podrian arruinar su estrategia, asi que los dejo divertirse con el planeta, mientras él se dirigia a la ultima fortaleza.
Desendio al mundo, a bordo de una nave personal, negra por completo, con simbolos del caos y con un piloto que lo habia acompañado desde sus primeros dias en el ejercito. Esquivaba los disparos de sistemas de defensa planetaria sin problemas, viajando a velocidades superiores a las del sonido, avanzaban a toda velocidad al planeta.
Casi en picada, de no ser por los materiales que disipaban el calor era probable que se hubieran fundido desde hace ya varios minutos. Pero el piloto sabia lo que hacia, fue un esclavo en la ciudad oscura de los Drukhari, llevo todas sus habilidades al maximo, sobrevivio al infierno y era el unico en quien confiaba para llevarlo a su destino.
Asegurate de no movernos tanto, quisiera poder terminar mi recafeinado sin mancharme, daria una pesima impresion si llegara con bebida sobre la cabeza —Las palabras del gran señor fueron una orden, las maniobras y acrobacias se ejecutaban de tal manera, que el liquido no salia de la taza y algunas veces lo hacia, pero regresaba a su lugar—
El piloto, quien usaba una armadura negra, veia el paisaje a traves de sus poderes psiquicos, logrando predecir los movimientos del artillero y logrando una presicion semejante a una flecha. Casi lo veia, el objetivo, asi que activo los posquemadores, sinieron el golpe en seco, pero el jefe apenas se inmuto, mientras bebia el contenido de su taza.
En tierra, todos veian como se les acercaba una aeronave a toda velocidad, era un bolido, estaba destinada a estrellarse, pero por mas que le disparaban no eran capaces de destruirla. Muchos estaban cayendo en la locura, artilleros le quitaron seguros a las granadas y se volaron en pedazos, incapaces de soportar la terribe presencia que se acercaba.
Era la vida, la muerte, la guerra estaba sobre ellos, el comandante solo logro ver como la aeronave se estrellaba en el frente de la fortaleza, la explosion fue catastrofica, fuego y entrañas por todas partes, soldados gritando por un medico, mientras desde el fuego del incedio emergian una figura vestida de negro.
Avanzaba con pasos tranquilos, como si el fuego no lo pudiera tocar, el fuego cambio lentamente hasta volverse escaleras, dejando a un hombre vestido de morado, sin armadura, ni picos o deformaciones, parecia un humano puro. Muchos dispararon armas con proyectiles solidos, apenas y eran mas modernas que lanzar una roca con una resortera.
El hombre se rio un poco, mientras los proyectiles se paraban en el aire, en su mano habia un reloj dorado y este detuvo sus agujas por completo, mientras el observaba a emisario de su muerte bajar las escaleras, pasos lentos y llenos de elegancia, mientras tras él aparecia una espada carmesi.
Sus soldados mal armados apenas y pudieron parpadear antes de que la espada flotante los rebanara en pedazos. El comandante de la armada caotica sonrio y miro su ropa, impecable, como esperaba de su asistente.
"Te felicito, Ralph, sin una mancha, esta noche tendras una racion extra de pastelillos y te dejare escoger tus esclavos, pero trata de no romperlos tan rapido" —El hombre de armadura negra se rio un poco, mientras tomaba un par de cuchillos y flexionaba sus piernas, preparado para atacar— "No no no, esta vez me toca, tu ve por el otro lado, detona su almacen de municiones"
Ralph: como usted me diga, Lord Bismarck, pero le ruego que me guarde algunos de estos humanos, se ven tan... suculentos —Movio la mano por donde deberia estar su boca, sin notar las filtraciones de saliva que aparecian por los lados del casco—
Y sin mas, comenzo la matanza, avanzaba a toda velocidad, a veces parecia solo un borron que el guardia veia antes de ser partidos en pedazos y manchas las paredes de sangre. Era un peleador agil, acrobatico, pero preciso como un bisturi, dejando algunos vivos para que gritaran de dolor y fueran una manera de infundir el panico entre los soldados.
La guardia imperial estaba tratando de repeler el ataque del exterior, mientras desde el interior eran cortados por el jefe de los invasores caoticos, pero en especial una de ellas parecia emocionada, golpeando una y otra vez la puerta principal con una gran mano de metal, una protesis llamada el Puño del Dragon.
Golpeaba con tanta fuerza que destrozaba el metal y disparaba al mismo tiempo, haciendo agujeros en las puertas de hierro, mientras la mujer de cabello dorado se abria paso entre las grietas y se lanzo como un animal salvaje contra los soldados, triturando sus cuerpos con un su prodigiosa fuerza.
Era semejante a una fuerza de la naturaleza, su cuerpo emanaba calor, era como ver una armadura que se estaba poniendo al rojo vivo. El dolor solo la estimulaba, le decia que no estaba matando con la suficiente pasion, uno de los soldados le disparo en la cara, sintioq ue se carbonizaba su carne y uno de sus ojos perdia el brillo.
Pero lo tomo con las dos manos, una garra de batalla le aplasto la pierna, mientras la garra de batalla cortaba su pecho, lo levanto en el aire y lo separo en dos, bañandose en la sangre y entrañas del pobre diablo, las heridas se curaban y ella sonreia, por un momento de paz, el cual termino demasiado pronto y vio a los demas soldados que llegaban.
En otra parte del planeta habia una conmocion mientras hechiceros disparaban hondas de poder psiquico, carne quemada, otros explotaban y otros se volvian un charno de carne y sangre burbujeante. Pero entre todos, un caballero imperial caminaba por el campo de batalla, disparando torretas que en lugar de plasma o municion lanzaba proyectiles de energía psíquica.
Caminaba impune sobre el campo de batalla, con escudos de vacio que impedian el daño, aun de los proyectiles mas poderosos, sin oponentes dignos de ella. La piloto dirigia la nave desde el exterior, ya que su poder psiquico era suficiente para dominar el espiritu maquina y dar ordenes desde distancias muy largas.
A su alrededor aparecian Glifos, disparando energia disforme y convocando demonios de toda clase, que llegaban para darse un festin con los guardias imperiales, que no lograron ponerse a salvo, mientras la mujer de cabello blanco solo miraba el horror con un semblante frio, esperando que el mundo se rindiera de una vez por todas.
Miro su mano y vio venas moradas que querian salir, pero se concentro lo suficiente para hacer que regresen a su lugar, el caos era util, pero la queria consumir antes de lo planeado, y no se volveria loca hasta que lo encontrara y lograra hacerlo ver la verdad, que el imperio los hizo enemigos y que debio seguirla.
Estaba por atacar un fortin cuando tuvo una vision, el suelo bajo sus pies explotaba, a ella en el suelo, sin parte del cuerpo y siendo rematada por la artilleria. Sonrio un poco por el astuto intento, pero solo reforzo el escudo y continuo con el camino, viendo el poder de fuego del imperio palidecer ante el poder combinado de ella y todo su linaje.
Al final del dia el planeta era suyo, los simbolos imperiales eran quemados uno por uno, mientras los miembros de la eclesiarquia eran destruidos, algunos fueron aplastados por los dementes seguidores del dios de la sangre, mientras los menos afotunados eran atrapados por los seguidores de la plaga y los adoradores del dios del exceso.
En la sala del trono del señor del planeta las botas del señor se escuchaban, flanqueado por soldados con servoarmaduras y aumentos corporales de toda clase. Su mano izquierda, el guerrero de armadura negra, estaba sujetando en el suelo a un hombre, que se sacudia y trataba de liberarse del agarre del hombre, que apreto su agarre, y debido a los filos de los guantes, le corto las muñecas.
"A sido destronado, por la autoridad que me confiere la Confederación de Khascht, declaro que su mundo, habitantes, recursos y reliquias ahora son de mi propiedad, lo libero del yugo imperial y le doy la libertad" —El hombre de cabello morado miro el trono, una pieza de oro, piedras preciosas y pieles de animales que ni siquiera conocia—
Gobernador Planetario: "¿Libertad? ¡Ja! Solo esclavos de un amo aun mas inclemente que el anterior, un tonto que piensa que es el amo de la oscuridad y solo es una marioneta" —El hombre lo volteo a ver, y le pateo la boca, haciendolo sangrar, pero no continuo golpeando—
"Se equivoca, señor, no me creo el amo del Caos, solo un usuario, no los adoro, hago tratos, pido servicios, pido bendiciones, ofrezco pagos y permanesco casi limpio" —Le mostro su mano, se veia tan limpia como pocos humanos en la galaxia, sin marcas o mutaciones— "No me compares con los otros idiotas, que lo adoran como dioses, son solo seres muy poderosos, que ambicionan cosas, y yo las alimento a cambio de lograr mis metas"
Gobernador: ¡Y tu en quien crees! Solo robas y saqueas, mientras la gente a tu alrededor no es mas que una sombra que sera devorada por monstruos, te traicionaran y te haran pagar por tu arrogancia —El hombre de armadura negra se preparo para cortarle la garganta, a los nobles les daban muertes rapidas—
"Aun no, Ralph, tiene razon en algo, me pueden traicionar, pero no lo haran, son perros rabiosos, se cuando matarlos, cuando alimentarlos y cuando recompensarlos" —Miro a una mujer de cabello dorado, cubierta de sangre y apestando a muerte, Walfrid se hizo a un lado— "Yang, es tuyo el honor, puedes moler su cuerpo a placer, los capitanes se lo pueden comer, y tu hermana puede tener la parte que prefiera"
Yang: sera un honor, lord Bismarck —Choco su garra de batalla contra su garra mecanica, y durante los siguientes cinco minutos se escucharon gritos, despues un gorgoteo sangriento y al final solo veian un monton de carne molida y huesos rotos—
El cuerpo fue arrastrado fuera, mientras el Lord miraba el trono, solo levanto la mano y con un empujon psiquico lanzo por la venta del edificio esa estructura arcaica. Una sonrisa aparecio en su rostro, mientras caminaba hasta donde estuvo ese simbolo imperial, y observo a los comandantes de su ejercito.
"El mundo es nuestro, impongan orden en el desastre, organicen juegos de sangre, quiero una academia de Psiquicos funcionando en menos de dos meses, y que las fabricas no se detengan" —Se recargo en la pared y cerro los ojos, recibiendo un mensaje psiquico, miro por la ventana, y sonrio viendo la luna—
La aguja mas alta estaba fuera de la admosfera, por encima del humo del mundo, y pudo ver al famoso Espiritu Vengativo, orbitando la luna, sus naves estaban en formacion, pero no atacaban, no por miedo o respeto, era la orden, ya que habia solicitado una audiencia con el comantente de la gran Flota de Khascht.
El caos llamaba al caos, y al Señor de la guerra, lider de la Legion Negra, le interesaba saber mas acerca de la famosa Confedereacion de Khascht. Escucho historias, y queria saber si eran verdaderas o solamente una mera exageracion de ignorante o gente asustada, aun los Astartes podrian ser engañados, pero eso estaba a punto de verse.
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