Capítulo 3: twisted

Advertencia: menciones de negligencia parental y abuso/escenas un tanto explícitas.

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Tu madre te aísla de todos apenas ordena a tus hermanos abandonar el salón principal y regresar a sus puestos; no pasa mucho tiempo, ella se abalanzó sobre ti, jalándote del cabello y llevándote arrastras por un pasillo como solía hacer cuando te castigaba, tu voz hace eco, pidiéndole que se detenga, que hay otras formas de abordar esto, pero ella te ignora y te dirige hacia la zona más oscura de la casa: el viejo sótano, donde llevan a los prisioneros capturados en las batallas, para obtener información de las otras Facciones.

El terror te embarga mientras te arrastra escaleras abajo, el frío y la humedad del sótano te calan hasta los tuétanos. Las lágrimas corren por tus mejillas y tu corazón palpita con fuerza, sabes que algo terrible te espera en ese oscuro lugar. El último capturado... solo recuerdas el cuerpo siendo llevado a la hoguera, para ser cremado y sus cenizas esparcidas, siquiera recuerdas su nombre.

- ¡Por favor, madre, no me hagas esto! -suplicas, pero ella permanece impasible, con la mandíbula apretada y los ojos llenos de furia.

-Es hora de que aprendas tu lección -murmura tu madre con voz gélida-. Lo que le hacemos a los traidores.

Cada paso que dan resuena en las paredes húmedas, como si el propio lugar las observaran. Las antorchas parpadean, arrojando sombras grotescas sobre las piedras desgastadas, cadenas oxidadas cuelgan de las paredes, recordándote que este sótano ha sido testigo de sufrimiento inimaginable. Finalmente, llegan a una puerta de madera, crujiente y desgastada. Tu madre la abre, revelando una celda pequeña y lúgubre.

Sin cuidado, como si fueras escoria, te arroja al interior de la mazmorra, el sonido de la puerta cerrándose con un golpe sordo resuena en la oscuridad, dejándote sola con tus pensamientos y temores. El aire es denso y viciado, el olor a moho y putrefacción se cuela por tus sensibles fosas nasales, haciendo que te estremezcas de asco, pensando en cada prisionero que ha estado antes que tú. Las paredes parecen estar vivas, cubiertas de musgo y hongos que se retuercen y se contorsionan en la penumbra, como si fueran seres malignos que te observan con sus ojos invisibles.

-Tu castigo acaba de empezar, Enid.

Sentencia desde el exterior, donde no puedes verla, y se marcha poco después, sus pasos escuchándose hasta que el ruido murió y el silencio se apoderó del lugar.

En las sombras, oyes susurros y gruñidos, el roce de garras sobre la piedra y el chasquido de mandíbulas hambrientas. Sabes que no estás sola en este, las voces de aquellos a los que les has arrebatado la vida están contigo, esperando su oportunidad para alimentarse de tu miedo y desesperación. El frío cala hasta tus huesos, haciendo que tiembles, te acurrucas en un rincón, tratando de encontrar algo de consuelo en la oscuridad opresiva, pero solo encuentras más terror y desolación.

¿Qué harás ahora? ¿Buscarás alguna salida o esperarás a que tu madre decida tu destino?

Piensas en las horas antes, cuando tu espada chocó con la de Wednesday, cuando sus ojos te miraron y te sentías en paz... La oscuridad del sótano te envuelve, y el aire contaminado parece oprimir tus pulmones. El eco de tus súplicas aún resuena en tus oídos mientras te encuentras encerrada en esa celda desagradable. El olor a humedad y moho se impregna en tus sentidos, y las paredes parecen cerrarse sobre ti.

La incertidumbre y el miedo se entrelazan, y la única compañía que tienes es la oscurana y tus propios pensamientos. Qué patético, piensas mientras te asqueas por ti misma, por creer que esto duraría para siempre. Cierras los ojos, sumergiéndote en el recuerdo de la noche anterior, cuando Wednesday dejó su túnica en tus aposentos.

Un paño húmedo fue frotado contra tu piel, se lleva la sangre seca y el sudor, vestigios de la lucha encarnizada, la amarga victoria que pesa sobre tus hombros; ella no habla mucho, concentrada en su tarea, dicta algunas peticiones, como que te dieras la vuelta para ayudarte a limpiar una zona en específico y aplicar el ungüento de su abuela, quitándote la armadura pesada, las pieles de las bestias que cazaste en tu temprana adolescencia, arrojando la pila de ropajes andrajosos en tu cuarto de baño.

La hora casi se acaba, su trabajo está pronto a terminarse pero desearías que ese instante hubiera perdurado, atrapada en el limbo, con sus manos encallecidas recorriendo la piel de tu espalda en movimientos que te tranquilizan, siguen el camino de las cicatrices de viejas heridas: has sido apuñalada, desgarrada, quemada, azotada, llevando en tu piel castigos pasados, derrotas dulces. Algunas hechas por manos enemigas, algunas hechas por la mano de tu propia madre.

-Cuánto daría por sentir un gramo de tu sufrimiento -dice ella, rondando alrededor de ti como un buitre lo haría con la carroña-. Eliminar estas marcas y dejar las mías, cargar con tu dolor y volverlo mío.

El agua tibia cae sobre tu piel, enjuagando el dolor, y su voz, apenas un susurro, se mezcla con el sonido, empapándote de pies a cabeza. En esos momentos a solas, ella se transforma: te toma de la mano, apoya su cabeza en tus hombros y te abraza con fuerza, te colma de demasiados afectos que, lastimosamente, algunas veces no te sientes digna de ellos. Es un contraste sorprendente con su aparente dureza inicial. Sus palabras te golpean como un puñetazo en el estómago, provocando una sensación de extraña mezcla entre alivio y dolor.

Sabes que ella entiende tu dolor y tu necesidad de acabar con todo, que ha visto cada una de tus batallas porque ha estado en ellas en el bando contrario, cada una de tus caídas y cada uno de tus triunfos. Y sin embargo, también sabes que nunca podrá comprender verdaderamente lo que has atravesado, lo que has sufrido en silencio mientras el mundo seguía su curso. Sientes las lágrimas en tus ojos, la emoción y el cansancio se apoderan de ti, pero también algo más.

Quieres sentirlo en tu piel, la verdad, tu verdad.

-Entonces, hazlo, márcame como tuya, Wednesday -rompes el silencio y alzas la cabeza para verla de pie junto a ti, vestida solo con esa túnica de su familia, que viste solo en tu presencia-. Todo de mí ama todo de ti, te pertenezco... solo hazlo oficial, cariño.

El deseo de besarla era casi insoportable, pero te contenías, temiendo arruinar el momento que estaban compartiendo. Sin embargo, la tentación era demasiado fuerte, y luchabas internamente contra tus propios deseos. La mayoría de las veces son solo besos lentos y palabras dulces susurradas entre sí; otras, sin embargo, implican manos y dientes que se mueven sobre la piel, respiraciones cada vez más inestables hasta convertirse en una sinfonía entrecortada de gemidos y gruñidos.

Y en este instante, no podías apartar los ojos de la boca de Wednesday. Los labios de ella eran suaves y ligeramente separados. Pensar en esos labios sobre los tuyos de nuevo casi hizo que tu mente hiciera un cortocircuito, querías tocar esos labios y sentir su gordura con tus dedos manchados. Cada gesto que Wednesday hacía era hipnótico, y te encontrabas atrapada en su hechizo, en sus ojos de víbora. Su presencia era magnética, te preguntabas si ella también sentía la misma conexión que tú, si su corazón latía con la misma intensidad cada vez que estabas cerca.

El deseo, ese fuego que arde en las profundidades de tu ser, amenaza con consumirte. La cercanía de su cuerpo, la electricidad en el aire, todo conspira para quebrar la frágil barrera que has construido. Pero resistes. Porque este momento es más que un simple encuentro físico; es un pacto de almas, una danza de pasiones y secretos compartidos. Sus labios están a milímetros de los tuyos, y puedes sentir su aliento cálido. ¿Qué es lo correcto? ¿La pasión desenfrenada o la contención?

Las palabras susurradas se mezclan con el latido de sus corazones. ¿Amantes? ¿Cómplices? ¿Enemigas? La línea entre el amor y el odio siempre ha sido delgada, y ustedes la han cruzada con cada mirada, cada roce en el campo de batalla, con cada encuentro clandestino, con cada pronunciación del nombre de la otra. Y entonces, como si el destino hubiera tomado la decisión por ustedes, Wednesday se inclina hacia ti. Sus labios son suaves, hambrientos. El beso es un torbellino de sensaciones: deseo, anhelo, miedo.

Todavía hay miedo.

Tus manos se mueven, deslizaba la túnica de seda por los hombros de tu pareja, sintiendo la suavidad de la piel que quedaba al descubierto bajo la tela, la túnica cayó al suelo con desdén. Wednesday se detiene un instante para recogerla, pero tu mano sobre ella pausa cualquier movimiento.

-Déjala, la recogeré más tarde -le prometes con una sonrisa.

El sonido de tus carcajadas resuena en las frías paredes de piedra, mientras recuerdas cómo todo se desmoronó en un instante, pensando en tu propia estupidez, en tu descuido. Las risas han dado paso a la desesperación, mientras te das cuenta de que todos los esfuerzos han sido en vano. Te prometiste a ti misma que nunca serían descubiertas, pero el destino tenía otros planes para ti.

El sentimiento de culpa y arrepentimiento se apodera de ti, pero sabes que ya es demasiado tarde para lamentarse. Sabes que Wednesday enloquecerá al saberlo, de todos modos, y te llamará estúpida también.

Te sientes como un verdadero lobo cada vez que haces esto con tu amada, presionando los moretones en sus piernas, cada succión y mordisco en su piel es una promesa de devoción y entrega total, mientras las sostienes y acaricias tu cara contra su feminidad. Tu lengua se mueve rápidamente para lamer de arriba a abajo sus pliegues húmedos, luego la introduces profundamente para saborearla más, y repites.

Cada gemido que escapa de sus labios es una melodía que resuena en tu mente, cada suspiro es una caricia que enciende la pasión en tu ser. El aroma de su piel impregna tus sentidos, embriagándote con su dulzura y dejándote sin aliento. Te sumerges en ella con una intensidad arrebatadora, sus ojos se encuentran en un torbellino de emociones mientras te aferras a ella con fuerza.

-Buena chica, buena chica -te arrulla ella, sus uñas cortas se sienten afiladas contra tu cuero cabelludo, te provocan escalofríos mientras la devoras como si fuera un menú de tres platos-. La mia bestia feroce!

Tus ojos se cierran, dejándote llevar por el momento, por la pasión que arde entre ustedes dos; ella es tan dulce como puede serlo, desde su cálida pegajosidad hasta sus gritos lascivos, balbuceos agudos de tu nombre que resuenan en la habitación, en la oscuridad, en tu lugar seguro. Sientes su cuerpo temblar bajo el tuyo, sus gemidos se convierten en suspiros entrecortados que te excitan aún más.

-Per favore -exhala en italiano, sus dedos enredados en tu cabello como si le fuera la vida en ello-. Enid, por favor, por favor, por favor...

El deber del Alfa es guiar y satisfacer las demandas de la manada. Ella es tu manada y, fiel a tus deberes, lo cumplirías sacudiendo un poco la cabeza mientras introduces la lengua en un lugar que sabes que la excitará. Sus gritos son largos y agudos, y sacude las caderas salvajemente... Y entonces, llega el clímax, un estallido de placer que la envuelve por completo, haciéndola gemir tu nombre en un susurro lleno de adoración, llenando con su sabor tu ansiosa boca, mientras la lames como un hombre sediento en un desierto, como si ella fuera el Santo Grial.

Fue una larga noche, la guardarás con cariño en tu corazón, recordando cada detalle, cada caricia, cada beso, cada suspiro, quedaron grabados en sus almas, prometiéndose mutuamente volver a perderse en ese mar de sensaciones que solo podían crear, la estela de felicidad y éxtasis que perduraría por siempre en sus recuerdos.

Pero las memorias serían para después, tu madre ha regresado, puedes olerla en el aire, escuchar el arrastre de sus pies, su pierna derecha cojeando, un gruñido animal reverbera en tu pecho, el alfa en ti insatisfecho y furibundo, mientras que tú te apresuras en ponerte de pie y te quedas paralizada cuando la ves atravesar la puerta de madera, sin poder moverte, como si un peso invisible te impidiera hacer el mínimo movimiento, acurrucándote más en la esquina, como un niño humano que ve un aterrador monstruo bajo su cama.

Su presencia es abrumadora, como si trajera consigo una energía oscura y pesada.

Ella se acerca lentamente hacia ti, sus ojos lobunos fijos en los tuyos, llenos de un brillo malévolo que te hiela la sangre. Su sonrisa es siniestra, un gesto que no le llega a los ojos, que permanecen fríos y sin vida, como lo han estado desde la muerte de tu padre. Sabes que algo malo está por ocurrir, que su regreso no es motivo de alegría, sino de temor.

El miedo se apodera de ti, atenazando tu corazón y nublando tu mente. ¿Qué harán ahora al descubrir tu secreto? ¿Te expulsarán de la manada, te condenarán al ostracismo? ¿O peor aún, te harán arder en la hoguera para que enfrentes las consecuencias de tus acciones?

- ¿Mamá? -preguntas con voz temblorosa, tratando de ocultar el miedo que te embarga.

Pero ella no responde, solo continúa avanzando hacia ti, como si estuviese hipnotizada por un oscuro propósito. De repente, su mano se alza y te golpea con fuerza en la mejilla, haciéndote tambalear contra la pared mohosa. El dolor se irradia por tu rostro, pero lo más aterrador es la mirada de satisfacción en los ojos de tu madre, como si disfrutara de tu sufrimiento.

Susurra con una voz ronca y cargada de malicia-. Ha llegado el momento.

Sus palabras resuenan en tu cabeza, llenándote de pánico rancio y desesperación. Sabes que nada bueno vendrá de su regreso, que estás en peligro inminente. Tu madre, ya entrando en la vejez, todavía es fuerte, capaz de cargarte a ti y arrojarte contra una de las paredes, como si fueras un mísero muñeco de prácticas, y te sujeta con fuerza, su mirada llena de furia y desprecio, sus largas garras amenazan con dejarte más cicatrices en la cara, más de las que te dejó el hyde en tu primera batalla.

- ¡¿Por qué, por qué has hecho esto?! -empieza tu madre con voz llena de furia. Te pregunta una y otra vez, pero tú no tienes respuestas que satisfagan su ira-. ¡No hay excusas para lo que has hecho, para tu deshonra! ¡Has traicionado a tu familia, a la memoria de tu padre, a todos en la manada, a mí! -sus garras se clavan más profundo, ahora en tus brazos descubiertos.

Sé fuerte, niña. Protege nuestro hogar.

El miedo te consume mientras sientes su aliento caliente en tu rostro, sabes que esta vez la ira de tu madre ha llegado demasiado lejos, que no habrá marcha atrás. Cierras los ojos y te preparas para lo peor, sabiendo que la oscuridad será testigo de tu sufrimiento. No puedes más que temblar ante su presencia, recordando cada uno de los momentos tormentosos que has vivido a su lado. Te sientes acorralada, atrapada en medio de su furia descontrolada.

Con cada palabra que sale de sus labios, sientes cómo el miedo te consume por dentro. Su voz es un eco de tormento que retumba en tus oídos, recordándote lo que es enfrentarse a la ira de una madre desquiciada. Gritas y lloras, pero ella sigue adelante, golpe tras golpe, sientes el dolor ardiente en tu piel, pero tu madre no se detiene, continúa azotándote sin piedad, como lo ha hecho en el pasado. En un último intento desesperado por calmarla, balbuceas unas palabras de disculpa, pero su mirada fría e indiferente te corta de raíz. Sabes que no hay vuelta atrás, que has despertado a un monstruo que no sabes cómo controlar.

El miedo, la impotencia y la traición se mezclan en tu corazón, mientras las lágrimas siguen cayendo, incapaz de soportar más el tormento.

- ¡Detente, por favor! -suplicas entre sollozos, pero ella sigue impasible, con la mirada fría y dura. Sabes que no hay escapatoria, que estás a merced de su ira y que no hay nadie que pueda salvarte de este infierno en que te encuentras.

- ¡No deberías amar a un Addams, estás dañando a nuestra familia mezclándote con la inmundicia, con esos brujos! -exclama-. ¡Están malditos todos ellos, son desalmados, muerden la mano que les da de comer, son sucias alimañas! ¡Sus manos llevan la sangre de miles!

Y claridad.

El amor es una emoción eterna, decían los vampiros, cuya mortalidad brilla por su ausencia. Algo nuevo por descubrir, opinaron las sirenas en su tono lento y pasivo. Pero para el clan de los licántropos era un sentimiento repugnante, producto de la naturaleza humana (producto de la debilidad), el amor no ganaba batallas ni cesaba la guerra, solo convertía a los hombres lobo en cachorros cada vez más pusilánimes.

Pero con Wednesday jamás te has sentido así. El amor resultó ser un trémulo animalito que te visitaba con mucha frecuencia, te venía a buscar en los momentos más inesperados, se posaba sobre tu hombro adolorido, te besaba las orejas, el cuello y las mejillas, y te rozaba suavemente el pelo manchado de sangre. Después, cuando la sonrisa amanecía en tus labios, la tristeza y el trauma se desvanecían en las penumbras de las madrugadas sangrantes. Para ti, Wednesday era más que una simple compañera, era tu salvación en un mundo lleno de caos y destrucción.

El amor nunca te hizo débil, solo enardecía tu ansia por terminar esta guerra tan lamentable. El amor te llenó más que los banquetes tras cada batalla, el amor jamás fue algo de lo que avergonzarse.

Sientes pena de ti misma, por no saber defenderte, por ser tan dócil ante tu madre, por no defender a tu amada. Por ser tú misma y no saber qué significa ello. Te odias tanto a ti misma, porque sabes que es tu propia culpa. Wednesday es dura como el adamantio. Tú, en cambio, eres como una flor marchita, casi moribunda por haber sido regada con agua salada.

-No hables así de ella.

Pero no puedes seguir así, no puedes permitir que el peso de la culpa, de la tristeza, del miedo, de la vergüenza, te consuma. La encaras con determinación, decidida a enfrentar tus miedos y a luchar por lo que amas. No importa cuán difícil sea, no importa cuánto te duela. Sabes que debes ser fuerte, que debes encontrar el valor que tanto te falta.

Esther, sin embargo, no entendía esa conexión, esa atracción que te unía a Wednesday. Para Esther Sinclair, el amor era una debilidad que debía ser erradicada, un sentimiento que solo podía traer sufrimiento y desdicha a su familia. Y estaba dispuesta a todo para evitar que ese sentimiento floreciera entre ustedes. Pero para ti, el amor por Wednesday era una luna llena en medio de la oscuridad, la loca desquiciada que bailaría bajo la lluvia, tu víbora de la muerte. No podías dejarla ir, no importaba lo que Esther dijera o hiciera.

Estás dispuesta a luchar por ella, a enfrentarte a lo que sea necesario para proteger ese amor, esa conexión que te hace sentir viva y completa.

Vivirías por ella, morirías por ella, matarías por ella.

Sus ojos eran dos brasas encendidas, y su voz cortante como un cuchillo:

- ¿Qué dijiste?

Pero tú no te amedrentaste. Ya no, ya basta, ya no eres un cachorro al que van a pisotear. Las palabras de Wednesday resonaban en tu mente como un eco persistente: "No puedes vivir en la sombra para siempre". Y ella tenía razón. No podías permitir que Esther siguiera dictando tu vida, que su poder te consumiera por completo. Eres un alfa, actúa como tal. Te erguiste con la determinación de un guerrero, con la misma confianza que muestras en combate.

-Dije: no hables así de ella, ¡no hables así de mi compañera!

Una vez que te has saciado, te levantas y te recuestas a su lado. La rodeas con un brazo fuerte y la besas con fuerza, haciéndola saborear su propio sabor. Es depravado, hedonista, el sudor cubre su piel con un brillo tentador, te sumerges aún más en la vorágine de emociones y sensaciones, dejándote llevar por la intoxicante mezcla de deseo y amor.

Eres un lobo en cuerpo y alma, desatado y libre, cazando junto a tu compañera en la oscuridad de la noche, te quedas mirándola, satisfecha con el trabajo bien hecho, sabiendo que has llevado a tu pareja al paraíso del placer; estás tan hipnotizada que no la sientes deslizarte por tu piel, sus labios besando las marcas que ella misma ha dejado con anterioridad, sus agiles dedos presionados contra tu mejilla, acomodando su cuello a un ángulo específico.

Y entonces... ¡Te muerde en el hombro! Un dolor agudo, agonizante y maravilloso recorre tu sistema nervioso, mordió tan fuerte sin tener verdaderos colmillos, rompiendo la piel dura, mientras tu sangre espesa llena su boca. Gritas, algo entre un gimoteo y un grito mientras ella gruñe, azotando con su lengua tu piel perforada. Se aparta de tu hombro y se lame los labios manchados, sonriéndote como una desquiciada, como un omega satisfecho por ver su marca en su alfa.

Un frágil humano, un Addams, te ha reclamado como un lobo reclama a su pareja.

-Te amo -jadeas contra su boca, deleitándote con tu propia sangre directo de sus labios, como si fuera un buen vino-. Te amo -lo dices y es como si estuvieras aullándole a la luna llena.

Tus ojos brillan con una intensidad salvaje, sus manos recorren tu cuerpo con una urgencia casi desesperada. El deseo arde entre ustedes como una llama voraz, consumiendo todo a su paso.

-Mi amor es capaz de calcinarnos, cara mia, te deseo más de lo que puedo soportar -murmura Wednesday entre besos y mordiscos sobre tu piel, sobre la marca recién hecha, su voz ronca y cargada de pasión-. Te llevaría...

-No puedo resistirme a ti -la cortas en mitad de la frase, tus dedos aferrados a su muslo, a sabiendas de cuanto lo detesta-. Eres mía, solo mía -gruñes con posesividad.

-Pruébalo -y ella va y pincha a la bestia.

Tu mano desciende de nuevo al pozo, la miras con picardía mientras la ves echar la cabeza hacia atrás y seguir gimiendo. Hay un bulto que crece cada vez más en el centro de tu entrepierna, mientras escuchas a tu pareja gritar tu nombre a susurros, retorciéndose impotente bajo tu toque. Otro dedo o dos dentro de ella no le harán daño, pensaste, tus pensamientos se vuelven confusos mientras el placer que se desprende de ella es tan potente que casi puedes olerlo tanto como saborearlo.

-No creas que he terminado contigo todavía, mi bonita compañera -le susurras al oído, a lo que ella asiente, abriendo más las piernas con una mirada nebulosa y ansiosa en los ojos por lo que está por venir. Una mano empuja su pecho contra la cama, haciéndola chillar de sorpresa. Bajas por su garganta, tus dientes presionan suavemente su cuello y sientes la sacudida, su pulso-. Y aúlla para mí, Wednesday Addams.

Y, finalmente, clavas tus colmillos en su carne virgen mientras que ella, con un grito ahogado, se convulsiona en un estallido de placer, su orgasmo la sacude de pies a cabeza y la hace arquear la espalda en un gesto de pura satisfacción que ves reflejado en sus ojos de ébano. Y en ese momento, en medio de la penumbra de la habitación, te das cuenta de que no puedes dejarla ir. Que estarás dispuesta a cualquier cosa para mantenerla a tu lado, aunque eso signifique desafiar al mundo entero.

Pero esta vez, algo en ti había cambiado. Sentiste la ira bullir en tus venas, la determinación de romper el yugo que tu madre había impuesto sobre ti durante tanto tiempo. No permitirías que ella te subyugara una vez más. Te enderezaste, mirando fijamente a los ojos de tu madre, sin temor a su cólera.

-Ya no tienes poder sobre mí, madre. Serás la líder de esta manada, pero no permitiré que insultes a mi compañera de esta manera -tu voz ronca se quiebra, no obstante, no te detienes-. Ella es parte de mí ahora, soy suya y ella es mía, y si no puedes aceptarlo, entonces quizás es hora de que te alejes de mi vida, ¡ya no seré más tu marioneta!

Ya no más sumisión, ya no más miedo. Habías encontrado tu verdadera voz, y estabas lista para enfrentar cualquier desafío que se presentara en tu camino. El alfa había despertado, y no habría vuelta atrás.

...

Pero de nada sirvió, tu madre te calló con una bofeteada. El tiempo se deslizaba como arena entre tus dedos, los años que pasaron, tu madre había tejido su telaraña más apretada alrededor de tu corazón. Su dominio sobre ti no era solo físico, sino también emocional. Años de manipulación y control habían dejado cicatrices invisibles en tu alma. No bastaba con un pequeño instante valentía, no bastaba con sentirte el alfa.

Sientes un hilo de sangre correr por tu nariz, saboreas el metálico sabor del líquido carmesí en tu boca. Un intenso dolor te atraviesa la cabeza y te paraliza por un momento. El calor de la sangre contrasta con la fría sensación de pánico que se apodera de ti.

- ¡No solo te revuelcas con un Addams en nuestra casa familiar! -ella estalla, te hace recordar a un instante con una de las exparejas de tu hermano Cedric, cuando sacó a la pobre chica (una sirena, recuerdas) a la calle, con todo y sábanas-. ¡Te apareaste con... con... ese ser despreciable! No puedo creer que estés tomando el lado de esa criatura por encima de tu propia familia

"Esta... esta ya no es mi familia" piensas con amargura, pero no te atreves a decirlo en voz alta.

Escuchas el latido acelerado de tu corazón resonar en tus oídos como un tambor desbocado. El mundo a tu alrededor se vuelve borroso, como si estuvieras viendo todo a través de un velo oscuro. El peso de la realidad se vuelve abrumador, amenazando con hundirte en un abismo de desesperación.

-Averiguaré su nombre, Enid Sinclair, el nombre de la mujer que incitó a ir en contra de nuestra manada... -su voz se hace cada vez más siniestra y sus ojos brillan con una intensidad malévola. Sus colmillos afilados brillan a la luz de las antorchas que iluminan la sala, y puedes sentir el poder oscuro que emana de ella-. No descansaré hasta que esa mujer pague, hasta que cada Addams pague con su sangre la vida de tu padre -continúa con voz grave y amenazadora-. ¡La vida que no te importa! ¡Las vidas de tantos hombres y mujeres que han muerto en sus manos! Me encargaré personalmente de que su sufrimiento sea tan profundo como el abismo mismo, hasta que suplique por misericordia y clame por su fin.

Tu corazón se acelera ante la intensidad de sus palabras, el tiempo se dilata, las sombras se alargan y el mundo se deforma a tu alrededor. El dolor se convierte en una presencia constante, recordándote tu propia fragilidad. Las lágrimas se mezclan con la sangre en tu rostro, creando un rastro sombrío de tu sufrimiento.

...

-Hay un grupo de rebeldes merodeando nuestro bosque -su tono cambia de repente, como si estuviera hablándote tranquilamente, como si aún fueras respetable, su mejor combatiente-. Quiero la cabeza de su líder antes del amanecer.

Esther te miró con desprecio, pero algo en su expresión se quebró. Por primera vez, viste una fisura en su armadura. Su rostro se endureció mientras sus palabras resonaban en la pequeña habitación, dejándote caer al suelo como peso muerto. Sus ojos fríos y amenazantes se clavaron en ti, sonrió con malicia, disfrutando del miedo que se mostraba en tus ojos. Sabía que tenía el control absoluto sobre ti, y no dudaría en utilizar esa ventaja para obtener lo que quería.

-Ve y cumple. Si fallas, sabes quién sufrirá las consecuencias... todavía tengo esa horrible prenda, voy a rastrear a esa perra y, créeme, no será algo agradable de presenciar -advirtió tu madre, con una sonrisa siniestra en los labios.

Asientes con rapidez, captando la magnitud de la amenaza, comprendiendo su frase inicial.

Tu castigo acaba de empezar, Enid.

Este es el verdadero castigo, no una golpiza, no una regañina... Si fallas... Sabías que no podías permitir que nada le sucediera a Wednesday, y estabas dispuesta a hacer lo que fuera necesario para protegerla.

-Sí, madre.

Ya no quieres seguir pensando.

-

Nota del Autor:

¡Bienvenidos nuevamente a otro capítulo!

Disculpen el restraso con la actualización, tuve varios inconvenientes al escribir este capítulo, especialmente al tratarse de la segunda vez que intento escribir smut... es un trabajo en proceso.

Prosiguiendo, todo empieza complicarse para Enid, Esther no va a detenerse hasta acabar con los Addams sin importarle a cuantos lastima en el camino... ¿Qué deparará el destino para Enid? ¿Cómo reaccionará Wednesday? Lo veremos en los siguientes capítulos.

Espero les haya gustado, cualquier crítica y comentario son bien recibidos y trataré, en su medida, de responder, ¡hasta la próxima!

Feliz día/tarde/noche.

- Jhoan.

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