Capítulo 1: weakness

Creciste lejos de la bahía, nunca llegaste a ver el mar ni conocer más allá de tu hogar; viviste en un recóndito bosque en el territorio de los licántropos, con secuoyas gigantes en un paraje envuelto en un verde intenso, donde los árboles parecen tocar el cielo con sus copas, con senderos serpenteantes marcados por tus ancestros entre troncos colosales, con las marcas de garras señalando el camino correcto.

Eras una niña, oncea años apenas, tu padre siempre te dejaba caminar por los senderos, bajo los rayos de sol que se filtraban entre las hojas, conociendo el territorio que la manada Sinclair poseía y lideraba, con la promesa de que algún día llegar a ver un mundo tranquilo, un día soleado. El aire fresco y el aroma a tierra húmeda te envolvían mientras te apresuras, y el susurro del viento entre las ramas parecía contener los aullidos de generaciones pasadas.

Escuchaste a escondidas esta negociación con los Addams, el nuevo pacto entre los hombres lobos y el territorio de Nevermore... pero algo dentro de ti te instó a seguir a tu padre. Corrías con el corazón latiendo en tu pecho como un tambor, te adentrabas en el espeso bosque. Las secuoyas, altas y majestuosas, parecían protegerte con sus ramas extendidas, pero no disfrazaban las llamas en la lejanía. El aire estaba cargado de humo, las copas verdes con flamas y la luna apenas iluminando tu camino.

Fue peor de lo que tu imaginación te proporcionó.

- ¡Papá, papá!

Gritabas con todo lo podían tus pulmones, tu voz desgarrada, como un mantra desesperado, pero el bosque solo te devolvía el eco de tus propias palabras. Tu padre, Murray Sinclair, es un guerrero valiente, grande y fornido como un oso, luchaba en la batalla como un lobo feroz dispuesto a proteger a su manada, podías escuchar los aullidos, el sonido de garras chocando contra espadas, los gritos de los hombres resonando en el aire.

Pero no podías quedarte quieta, la urgencia te impulsaba hacia adelante, a pesar del miedo que te apretaba la garganta.

Entonces, lo viste. Tu padre, el lobo poderoso, tu héroe, caído en el suelo, con una flecha de plata atravesando su pecho, con plumas negras sobresaliendo. El mundo se detuvo para ti. Otros lobos también habían caído, escarlata manchando la tierra... Caíste de rodillas junto a él, tus lágrimas mezclándose con la tierra y el sudor, conforme el asesino huía de la escena como un vulgar ladrón. Tu padre te miró con los ojos cansados, tristes como los de un cachorro abandonado, y supiste que no había esperanza.

Sus palabras, ahogadas en carmesí, fueron un susurro-. Sé fuerte, niña. Protege nuestro hogar.

No, no, no, no, no, ¡mil veces no! Apretaste los puños, sintiendo la rabia y la impotencia, viendo como los ojos de tu padre se cerraban ante ti, y gritaste enloquecida, clamando por tu madre, por tus hermanos, ¡por alguien que viniera al rescate! El viento sopló, llevándose las últimas palabras de tu padre y su último respiro en el mundo. No había lágrimas en tu rostro, hace rato que se han secado, solo queda el vacío en ti, y la cortada que infectaba tu corazón.

Enid, de la manada Sinclair, perteneciente a la Facción Licántropa.

La imponente Alfa Sinclair, la menor de cuatro hermanos, pero un lobo salvaje y brutal.

Tu nombre, tu apellido, siembra terror entre los demás hombres lobo, los de baja categoría, los exiliados y disconformes, entre las otras manadas de tu clan, hace temblar al humano más valiente, resuena en el bosque de los licántropos y ha sido pronunciado con odio por las demás Facciones del mundo, por los enemigos jurados. Algo tan simple y banal como tu nombre ha hecho que multitudes se rindan antes de batallar, vislumbran tu llegada y saben que su final ha comenzado. Solo les queda pedir piedad.

No hay otro hombre lobo como Enid, dicen ellos, sacando a relucir con gran orgullo.

De ser la más débil de la manada, el lobo decepcionante y enfermizo, a una lideresa; tu fuerza, tu gran liderazgo se convirtieron en una terrorífica vista para contemplar, y bajo la luna llena, cuando lobo sale de su jaula de carne, pelos y uñas, eres un monstruo atroz, incluso los vampiros no podían hacer nada más que acobardarse, paralizarse, con tu presencia.

Esta es la fuerza de un verdadero Alfa, afirman otros, incluida tu madre.

Pero verdaderamente no eres así, nunca lo has sido, esa es imagen que has dado, para lo que te han criado, lo que te han obligado a ser. Solo puedes ser tú una vez que te encierras en esa habitación, en esa mazmorra, a la que llamas tu lugar seguro. De paredes viejas y con recuerdos en cada ladrillo, donde antes colgabas estandartes de colores vibrantes, donde pasaste tus mejores años de inocencia, donde no hay otros lobos a los que liderar, no hay sangre siendo derramada, donde estás sola con tus pensamientos más atroces. Donde no eres Enid Sinclair ni el Alfa de los Sinclair; solo eres Enid y, sin embargo, Enid es patética.

Te quitas los guantes de cuero empapados en sangre, dejándolos caer al suelo con un ruido sordo, clavas tu espada en el suelo y no te importa haber abierto una grieta nueva en el suelo de madera, porque tampoco te importa el hecho de tener que ir a la refriega con un arma cuando tienes garras.

La cama cruje al sentarte y miras un lugar inespecífico en la pared en frente de ti, en la imagen que refleja ese cristal en la pared: una mujer joven de cabellos rubios con sangre seca, cutis palidecido cubierto también en sangre, con ojos llenos de sombras oscuras y una sonrisa desvanecida con el tiempo, cuya ropa está bañada en sangre de otros, cuyo cuerpo tiene tantas cicatrices que ya dejaste de contarlas.

Esa eres tú, tristemente.

Tus manos están eternamente manchadas de sangre, miles de vidas han sido arrebatadas por la obligación que corre por tus venas. Recuerdas tu niñez, donde la sangre te provocaba nauseas, donde la desgracia no había tocada la puerta de tu hogar... Ahora siquiera con milagros y palabras endulzadas se ha podido curar tu alma dañada. Nadie puede curarte, Enid, estás demasiado corrompida por esta guerra, por esta división, por el peso en tus hombros, podrida hasta la médula... sin siquiera poder considerar tus emociones porque sentir era sinónimo de debilidad.

Eres el Alfa, no eres débil, fueron las palabras de tu madre, repetidas tantas veces hasta que se quedaran grabadas en tu psique, tienes que repetirlas sin cesar antes de entregar tu cuerpo a la batalla, antes de sucumbir a la bestia en ti y enaltecer a tu raza. Pero Enid sí es débil, un ser que necesita a alguien para calmar su dolor, para mermar el temor que corre por sus venas cada vez que se encuentra sola y la culpa le invade, cuando se siente tan maldita y desdichada. Momentos como este donde mira sus manos ensangrentadas y recuerda los gritos de angustia resonar en sus oídos.

Nunca se callan.

Nunca se detienen.

No importa cuánto te cubras los oídos, no importan cuantas veces te estrelles la cabeza contra la pared, no importa si intentas bloquear las memorias, ni siquiera importan las ganas que tienes de enterrar en tu carne aquella espada, hasta despedazarte y no dejar nada de ti, esas voces no se callarán... Están atadas a tu alma. Eran seres vivos, tenían una vida, motivaciones y aspiraciones, buscaban su propia libertad, buscaban acabar con la guerra.

Quieres acabar con todo esto.

Empiezas a desternillarte de la risa, carcajadas desquiciadas, demasiado perdida para pensar cómo habías llegado hasta aquí. Recordabas las risas y los abrazos, los días soleados y las noches estrelladas, recuerdas el rostro apacible de tu padre y su voz animándote. Pero ahora, todo eso parecía tan lejano, como si perteneciera a otra vida, a otra tú en algún lugar del universo. La soledad te envolvía como una sábana fría, y el mundo exterior se había convertido en un rumor distante. La sangre seguía fluyendo, y cada latido de tu corazón era un recordatorio de tu fragilidad.

¿Cuánto tiempo más podrías resistir? La respuesta estaba en algún lugar dentro de ti, oculta en los recovecos de tu mente exhausta. ¿Qué te había llevado a este punto? ¿Había sido la traición, la pérdida o simplemente el inexorable paso del tiempo? No lo sabías con certeza, pero sentías que estabas en el umbral de algo más allá de ti, al borde del colapso eminente. Demasiado acabada, demasiado cansada para seguir luchando, queriendo ceder ante los gritos de las voces dentro de ti, demasiado tentada al frío abrazo de la muerte.

Ya no hay risas, solo una demoledora sensación de vacío, de agotamiento. Y ahí la ves. Ingresa a la habitación bajo esa falsa apariencia de hombre lobo, con sus ojos oscuros y ese aroma a piel limpia, libre de las horribles feromonas y el hedor a lobo y a muerte. Luce como una digna compañera de batalla para ti, para ir a la refriega y salir victoriosas. Los hombres lobo ganarían más gloria con ella a su lado, y tú también.

Willa, se hace llamar, pero ese no es su nombre real.

-Enid -pronuncian sus labios al pararse de pie frente a ti, mirándote con tanta compasión que no crees verídica.

La misericordia en su mirada te desconcertó. ¿Por qué sentiría lástima por ti? ¿Acaso sabía algo que tú ignorabas? La puerta ha sido cerrada con llave, lo escuchaste, el mundo exterior, todo quedó atrás. Solo están ustedes, en tu lugar seguro, en donde la máscara, la armadura, por fin cae y estás desnuda frente a ella.

-Wednesday... -murmuraste con los ojos llenos de anhelo, como si el nombre fuera un conjuro. Era su verdadero nombre, lo sabías.

Wednesday te mira con tanta familiaridad, una sonrisa casi se formó en su boca, y se acerca con tanta tranquilidad que te hace temblar como un niño humano lleno de miedo.

La luz de las velas parpadeaba, arrojando sombras inquietantes sobre los muebles antiguos y las cortinas de terciopelo desgastado. La habitación estaba impregnada de un aire denso y cargado, la observas bien, deleitándote con su presencia, su piel morena parecía absorber la tenue luz, y sus ojos oscuros brillaban con una intensidad que te hizo retroceder, haciendo crujir los viejos resortes de la cama. El aura de peligro que la rodeaba era palpable, pero también irresistible. Como si la muerte misma hubiera tomado forma en su figura esbelta.

Wednesday extendió la mano hacia ti, el contacto de sus dedos descubiertos en tu mejilla fue como un choque eléctrico, te hizo paralizarte; ella te miró como si hubiera conocido todos tus secretos, como si supiera cada cicatriz en tu alma, como si se pudiera meter debajo de tu piel. El miedo te atrapó, como las garras de una bestia invisible.

- Mi bestia, mon amour...

Su voz te hace transportarse a otro paraje, a momentos que te marcaron. Conocerla en el furor de la batalla fue tu detonante, como si una chispa hubiera encendido la mecha de una bomba que yacía latente en tu interior. Fuiste tan débil antes, carnada para los enemigos, la sollozante hermana que siquiera podría empuñar una daga, un estorbo para otros... La cobarde ofrecida como sacrificio. Te habían asignado la región sur del bosque de la manada, tenías órdenes de obedecer a tu alfa... pero la oliste, un delicioso aroma a sangre putrefacta, a metal afilado, a arándanos y kiwis, ensuciado por el hedor de otra bestia invasora.

Tu lobo, que permanecía dormido bajo tu piel, despertó con una urgencia que te dejó sin aliento; un parpadeo, estás de pie frente a un monstruo irreconocible a punto de desgarrarle la garganta a una joven, otro parpadeo, ese monstruo está en el suelo, sus entrañas desparramadas en la tierra, la sangre negra manchando tus tierras, tu ropa hecha harapos y tu pelaje. No podías controlarlo, algo despertó, y le aullaste a la luna de sangre, la que te reclamó con su luz rubí.

Cuando le arrancaste la yugular al Hyde de Jericó, la sonrisa de Wednesday Addams te robó el aire de los pulmones.

Cada encuentro con ella avivaba la llama de esa fiera pasión, despertaba tus instintos de protección. Y ahora, ella ha llegado en tu peor momento, donde las lágrimas corren libres por tus mejillas, enjuagando la sangre seca en tu piel, donde solo quieres liberar los gritos que tu garganta quiere soltar.

Irónico, piensas, tan irónico y cínico, porque sentías miedo. Te sientes adormilada, tus párpados pesan y tu cuerpo parece estar entumecido, con los músculos adoloridos, pero aun así te muerdes el labio tembloroso, saboreando el rastrojo de sangre. Oh, qué espantoso, qué doloroso, ¡sentir tanto temor abriéndose paso en tu pecho! Perforaron al amor, lastimando a la alegría, manchando para siempre a la triste melancolía.

Miedo por ser atrapada en medio de este acto tan bondadoso, con los labios de tu amada en los tuyos, en el frío de sus manos envolviendo las utyas.

Miedo porque tu madre, tus hermanos o alguien ajeno se enterara de todo lo que ocurría tras esa pantalla de fuego cruzado, lo que se desarrolla entre Wednesday, la heredera del Clan Addams de Nevermore, y tú.

Miedo porque terminaran siendo separadas por la misma razón...

Miedo de que, con tus propias manos, te vieras obligada a terminar destruyendo algo que te robaba hasta el último gramo de cordura.

Era tan hilarante que el gran Alfa, la mujer que ha mermado al ejercicito de MorningSong, que destruyó el legado de Jericó, sintiera miedo... como si fuera un frágil humano. ¡Eres un hombre lobo, por amor a la Luna! No se te permite sentir más allá de la ira, pero eso no importa, habías hecho un muy buen trabajo escondiendo estos sentimientos por años, eludiendo los impulsos de tu instinto, actuando en secreto.

Incluso cuando la viste ingresar a la casa familiar portando el nombre de otra persona, anunciando querer entrenarte como la futura heredera Alfa.

La ansia de verla te volvió codiciosa, habías mantenido la compostura todas esas ocasiones en las cuales se escabullían en medio del entrenamiento, cuando el olor de su perfume casi te enloquecía, o en los pasillos de la casa familiar, saludándose peligrosamente, y habías procurado no emocionarte demasiado al sentir como ella te miraba, con tanta locura, con tanto amor que tú sabías que no debía existir entre un ser tan retorcido como ella y una criatura de la noche como tú.

Mucho menos cuando se trata de su enemigo mortal.

-Enid, ¿ha ocurrido algo en batalla?, ¿de quién debo encargarme?

Magnífico. Tu conciencia logró regresar al presente, permitiéndote escuchar su desconcertada, confusa pregunta. El silencio, luego de esas palabras tan frías y tristes, resulta incómodo, y ninguna parece apartar la mirada de la otra, Tus ojos se posaron en los suyos, ojos que parecían capaces de escudriñar tu alma, de expiar cada falta, purgar cada pecado en ti. A pesar de haber presenciado innumerables tragedias de la guerra, aquellos ojos conservaban su belleza incorruptible, una mezcla de sabiduría habitual, una amenaza para aquellos que osan con dañar a su familia (tú eres parte de su familia ahora).

La mirada que compartían contenía historias no contadas, secretos profundos y cicatrices invisibles.

El momento en que tus ojos dejaron de verla y se perdieron en vacío de la habitación, supiste que no sabrías responder, solo darías una patética respuesta a aquellos cuestionamientos que asaltaban continuamente tu cabeza. Pero no hay respuestas, nada llega, la bruma mental solo consigue ahogarte un poco más. Jamás encontraras la respuesta, Enid.

- ¿Enid? ¿Te encuentras bien?

Su voz estoica, melodiosa, repitió aquella maldita pregunta, esta vez quebrándose por un segundo. Esta vez sin ser acompañada por aquel tono tan controlado e inexpresivo que siempre mantenía. Fue una larga cortada a tu alma contaminada.

Ya no había manera de ignorar su pregunta.

No nos decepciones, Enid.

Esas palabras tan severas resuenan en ti, una y otra vez, envenenándote una vez más, repitiéndote la perora que tu madre te decía a la hora de entrenar, después de la muerte de tu padre en el campo de batalla, la flecha de una ballesta incrustándose en su pecho. Una insufrible frase que se ha arraigado en tu ser, que ha marcado tu vida hasta la eternidad, incluso si reencarnaras en otro ser, te seguirían persiguiendo. No puedes cambiar tu esencia, ni la raza a la que perteneces.

Siquiera por algo tan violento y hermoso como el amor.

-Todo o nada, algo pasa siempre, ¿no crees? -murmuras, pero no es una respuesta concisa a su pregunta, siquiera para tus pensamientos-. Alguien vive, alguien muere. Es un ciclo perdurable, tristemente monótono. Como tú, como yo. Todo se reduce a significar nada.

Solo puedes maldecir en voz baja al sentir el familiar picor en tus ojos, las lágrimas amargas saliendo en contra de tu voluntad, tan coincidentes con los pensamientos que cruzaban por tu cabeza. Odias sentirte tan débil, odias mostrarte tan débil, especialmente al frente de ella, una persona a la que supuestamente deberías estar pisoteando y desollando, exponiéndola frente a tu gente, un ser que es todo lo contrario a ti. Incluso más segura de sí misma y con todo lo que siente, dispuesta a masacrar a toda tu familia si se lo pidieras, dispuesta a irse al infierno contigo, capaz de sacrificarse en el calor del fuego cruzado porque te ama.

Capaz de vencer sus propias barreras para gritarte lo que calla.

Lograste sentir como envolvía sus brazos alrededor de ti, reposando tu cabeza en su pecho delicadamente, poco importándole mancharse con la sangre de su gente, de sus aliados, incluso apartando mechones de tu pelo solo para besarte la frente. Su tacto semejante al algodón incluso cuando sus dedos están encallecidos, su contacto tratando de transmitirte cientos de sensaciones a tus nervios en ese instante, llevados desde tu piel hasta la base de tu cerebro, sumiéndote con tantos pensamientos, tantas voces diferentes, que tus sentidos parecían estar al borde del colapso.

-Sonará poco creíble viniendo de mí, pero... todo estará bien, Enid -de pie frente a ti, ella te mira. No había temor alguno en su voz ni en sus ojos oscuros, ni una duda... Siempre buscando aplacar esta eterna flama en ti. Haciéndote sentir-. Todo estará bien, cara mia.

No había cobardía. O vergüenza alguna, siquiera un atisbo de arrepentimiento por todo lo que han hecho, por lo que se han dicho mutuamente. Para ella, el que ambas se amaran a la una a la otra era suficiente; no había tabúes, o ideas preconcebidas de un mundo ignorante, siquiera prejuicios. De una guerra cruel. Un mundo dispuesto a juzgar aquello a lo cual no conocía en realidad, y condenarlo sin clemencia alguna. Una guerra demasiado inmersa en su propia vanidad y ansia de dejar pérdidas como para comprender que había algo más que contacto íntimo, más que un capricho, más que muerte y destrucción.

No hay salvación ni redención para ellos, los seres que pueblan este mundo de cabeza son demasiado ciegos para percibir el amor que sentían la una por la otra. Siquiera los humanos, tan sensibles como se claman ellos mismo, lo comprenderían, ellos mismos se han perjudicado.

Quieres llorar, romper las cadenas que apresan las emociones en ti, pero no puedes hacerlo: tantas décadas encubriendo a tu verdadero yo te ha atrofiado, ya no distingues lo negro de lo blanco, los colores perdieron todo significado. Por eso te aferras a ella, en un desesperado, pero innegablemente apesadumbrado, intento por no quebrarte aún más... Es lo que te queda, aferrarte con dientes y uñas a su cuerpo porque no puedes defenderte de lo que te azota. Porque eres débil con respecto a tus emociones tan conflictivas.

Todo estará bien, podías escucharla susurrarte al oído en forma de un murmullo. Respira, Enid, dice su hermosa voz.

Es como si caminaras a ciegas en el espeso bosque de tus tierras, intentando guiarte hacia la luz de la luna. Amar a Wednesday es peligroso, eso lo supiste cuando sentiste su navaja de plata apuntar directo a tu cuello, eso lo supiste cuando, en menos de una noche, te reclamó como suya, como su eterna compañera (con la sangre de su enemigo bañándolas en una especie de ritual). Amarla es como sostener una antorcha encendida en medio de un vendaval, puede quemarte, pero también puede iluminar tu oscuridad.

Te relajas poco a poco, como si una parte de ti realmente comenzara a creer en aquel mantra; sientes sus manos en tu pelo, las delicadas caricias, sus uñas ligeramente largas clavándose en tu cuero cabelludo, rascándote detrás de las orejas como tanto te gusta. Cierras los ojos, acurrucándote en su abrazo, es como si pudieses imaginar una realidad ideal, en la cual no tuviesen que dejar su relación oculta, con Wednesday fingiendo ser alguien más, contigo asesinando a personas a diestra y siniestra.

Porque este mundo actual no hace otra cosa que odiar.

XXXXXXXXXA

Nota del autor:

¡Bienvenidos al primera capítulo de esta historia!

Empezamos fuerte, visualizando un poco del pasado antes de llegar al presente y, así es, esta Enid lo está pasando de lo mejor pero tiene a Wednesday a su lado para intentar mantenerse en pie. Espero les haya gustado, nos vemos el próximo viernes.

Feliz día/tarde/noche.

- Jhoan.

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