003

Los años pasaron rápidamente, como un suspiro en el viento, y sin que Adhara se diera cuenta, estaba a punto de enfrentarse a una de las decisiones más importantes de su vida: elegir a qué rama del ejército dedicaría su futuro. La legión, por supuesto, seguía siendo su primera y única opción, un sueño que había acariciado desde que tenía memoria.

El campamento de entrenamiento no había sido un camino fácil. Había enfrentado pruebas tanto físicas como mentales, desafíos que parecían insuperables en su momento, pero que la habían moldeado en maneras que jamás había imaginado. Durante el frío de las noches interminables y las jornadas extenuantes bajo el sol abrasador, Adhara aprendió lecciones que ningún manual podría enseñar: cómo mantenerse firme en medio de la adversidad, cómo confiar en sus instintos, y, sobre todo, cómo apoyarse en quienes estaban a su lado.

Sus amigas, Maia y Renna, habían sido su mayor soporte en esos años. Maia, con su ingenio rápido y su sonrisa contagiosa, siempre sabía cómo romper la tensión, incluso en los momentos más difíciles. Renna, por otro lado, tenía una calma imperturbable que parecía un refugio en medio del caos. Juntas formaban un equipo imbatible, una hermandad que ni el tiempo ni las circunstancias podrían romper.

A pesar de la distancia, el vínculo con su hermano menor, Eren, había permanecido intacto. Las cartas que él le enviaba eran un recordatorio constante de su hogar, de las raíces que la mantenían firme. Con cada línea escrita con esmero, Eren le compartía sus pequeños logros, sus sueños, y, a veces, simplemente palabras de aliento. Esas cartas eran más que papel y tinta; eran un faro en la oscuridad, un ancla que le recordaba quién era y por qué había elegido este camino.

Mientras se preparaba para tomar la decisión final, Adhara se permitió un momento de reflexión. Sentada bajo el viejo roble en el límite del campamento, recordó el día en que, siendo apenas una niña, había jurado que algún día formaría parte de la legión. Ahora estaba más cerca que nunca de cumplir ese juramento. Y aunque el camino había sido arduo, sabía que cada sacrificio, cada lágrima y cada momento de duda habían valido la pena.

Con una última mirada al horizonte, Adhara se levantó, su corazón lleno de determinación. Estaba lista para lo que viniera.

El día de la elección llegó acompañado de un amanecer resplandeciente, aunque la tensión en el aire parecía opacar incluso la luz del sol. Los cadetes se reunieron en la explanada central, donde una tarima elevada dominaba el paisaje. Sobre ella, los oficiales superiores aguardaban en silencio, sus miradas impenetrables. Los nombres de los cadetes serían llamados uno por uno, y cada quien debía declarar su elección frente a todos.

Adhara Jager apretaba los puños con fuerza mientras observaba la escena, su corazón latiendo a un ritmo frenético. A su alrededor, algunos compañeros temblaban de nervios, mientras otros parecían casi resignados a sus decisiones. La legión seguía siendo su objetivo, su meta inquebrantable desde el primer día. Pero ese momento de confirmarlo frente a todos no dejaba de estremecerla.

—¡Adhara Jager!

El nombre resonó por todo el campo, como un eco que se alzaba por encima del murmullo de los cadetes. Adhara sintió como si el tiempo se detuviera por un instante. Respiró hondo, intentando calmar la tempestad dentro de sí, y dio un paso al frente.

Los ojos de todos se clavaron en ella mientras ascendía los escalones hacia la tarima. Frente a los oficiales y al resto de los cadetes, Adhara alzó la mirada, sintiendo el peso de su propia determinación.

Uno de los oficiales, un hombre alto con una capa que llevaba el emblema de la legión, la observó con una mirada inquisitiva. —Cadete Jager,–– comenzó, su voz fuerte pero no carente de una pizca de respeto. ––Hoy decides tu destino. ¿A qué rama deseas servir?

El silencio que siguió era casi abrumador. Adhara sintió las miradas de Maia y Renna desde el fondo del grupo, y por un breve instante, recordó los ojos brillantes de Eren cuando le decía cuánto la admiraba.

––Mi elección,–– comenzó, su voz clara y firme, ––es la legión. ¡Estoy aquí para proteger y luchar por todos aquellos que no pueden hacerlo!

Un murmullo recorrió a los cadetes presentes. Algunos parecían impresionados, otros sorprendidos. Elegir la legión no era para los débiles, y todos sabían lo que esa decisión significaba.

El oficial asintió lentamente. ––Entonces, cadete Jager, bienvenidos a la legión. Espero que no te arrepientas de esta decisión, porque el camino que has elegido no tendrá retorno.

––¡No me arrepentiré!–– respondió Adhara con convicción.

Cuando descendió de la tarima, una mezcla de alivio y emoción la invadió. Maia y Renna se acercaron corriendo. ––¡Lo sabíamos!–– exclamó Maia, abrazándola con fuerza. ––Solo tú podrías pararte ahí y decirlo con tanta seguridad.

Renna sonrió, apoyando una mano en su hombro. ––Espero que estés lista, porque la legión no se anda con juegos. Esto es solo el comienzo.

Adhara asintió. Mientras miraba el horizonte, sintió que algo dentro de ella cambiaba. Había cruzado un umbral, uno que la acercaba a su sueño, pero también a un futuro lleno de desafíos desconocidos.

El comandante de la legión apareció momentos después para dirigirse a los nuevos reclutas. ––Ustedes son los elegidos,–– dijo con voz potente. ––Han decidido caminar el camino más difícil, y por eso, desde este día en adelante, no solo serán cadetes. Serán nuestra primera línea, nuestros escudos y nuestras lanzas. Prepárense, porque la verdadera batalla comienza ahora.

Las palabras resonaron en el corazón de Adhara. Apretó los puños, sintiendo una determinación renovada. Había elegido este camino, y estaba lista para enfrentarlo, cueste lo que cueste.

Más tarde aquella noche, el campamento estaba extrañamente silencioso. Los cadetes habían terminado la ceremonia de elección, y la mayoría estaba ocupada preparándose para partir a sus respectivas ramas al amanecer. En la pequeña habitación compartida donde Adhara había pasado los últimos años, las sombras danzaban con la luz tenue de una lámpara de aceite.

Adhara estaba sola, arrodillada junto a su cama, con una mochila abierta frente a ella. Una pila de pertenencias cuidadosamente dobladas descansaba a un lado: su uniforme, un par de botas gastadas que habían soportado incontables kilómetros de entrenamiento, y un pequeño cuaderno que usaba para escribir sus pensamientos cuando las palabras no salían en voz alta.

Mientras doblaba una de sus camisetas, sus manos se detuvieron por un momento. Observó la tela áspera y recordó los primeros días en el campamento, cuando apenas sabía cómo sostener una espada y el peso de la armadura le parecía insoportable. Había llegado siendo una joven llena de sueños, pero también de dudas. Ahora, aunque las dudas no habían desaparecido por completo, algo dentro de ella era diferente.

Adhara suspiró y se dejó caer sobre la cama, mirando el techo de madera. La decisión de unirse a la legión había sido suya, pero eso no significaba que no estuviera asustada. Sabía lo que significaba ser parte de la legión: sacrificio, peligro constante, la posibilidad siempre presente de no regresar. Y sin embargo, ese miedo era parte de lo que la impulsaba.

"¿Estás segura de que esto es lo correcto?" se preguntó en voz baja, aunque ya conocía la respuesta. Desde niña, había soñado con ser parte de algo más grande, de proteger a quienes no podían protegerse por sí mismos. Su hermano menor, Eren, era una de esas personas. Cada vez que pensaba en su rostro sonriente y en las cartas que le enviaba llenas de orgullo, sentía que no podía fallarle.

De pronto, sus pensamientos fueron interrumpidos por un suave golpe en la puerta. Maia y Renna entraron sin esperar respuesta, como siempre lo hacían. Maia llevaba una expresión seria poco común en ella, mientras que Renna sostenía un paquete envuelto en tela.

––¿Empacando ya?–– preguntó Maia, apoyándose en el marco de la puerta con los brazos cruzados.

––Intentándolo,–– respondió Adhara con una sonrisa cansada.

––Bueno, no podíamos dejar que te fueras sin esto,–– dijo Renna, dejando el paquete sobre la cama. Adhara lo desató con cuidado, revelando un pequeño amuleto hecho de madera tallada, con un diseño intrincado que representaba un ave en pleno vuelo.

––Lo hicimos para ti,–– explicó Maia, su tono fue más suave de lo habitual. ––Es un ave de los vientos. Simboliza libertad y fortaleza. Creemos que te representa.

Adhara sostuvo el amuleto entre sus dedos, sintiendo la textura rugosa de la madera. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, pero parpadeó rápidamente para contenerlas. ––Gracias,–– susurró.

––Sabemos que la legión es peligrosa,–– continuó Renna, con su tono tranquilo pero firme. ––Pero si alguien puede superar lo que sea que enfrente allí, eres tú. Solo... prométenos que no te olvidarás de nosotras.

––¿Olvidarlas?–– Adhara se puso de pie, mirando a sus amigas directamente. ––¿Cómo podría? Ustedes son parte de lo que soy. Están en cada paso que doy.

Maia se acercó y la abrazó con fuerza. ––Solo asegúrate de que ese paso no sea el último, ¿de acuerdo?

Renna, aunque menos efusiva, también se acercó para darle un breve abrazo. ––Cuida de ti misma, Adhara. Y no olvides que siempre estaremos aquí, sin importar qué tan lejos estemos.

Después de que se fueron, Adhara se quedó sentada en la cama, sosteniendo el amuleto en una mano. Lo colgó de un cordón alrededor de su cuello, donde descansaría como un recordatorio constante de sus amigas.

Con un último vistazo a la habitación vacía, cerró la mochila y la levantó al hombro. Cuando salió por la puerta, el aire frío de la noche la recibió, y con él, la certeza de que su vida estaba a punto de cambiar para siempre.

Caminó hacia los barracones de la legión con paso firme, pero sin sentir el peso de todo lo que dejaba atrás. Sin embargo, en su corazón, sabía que estaba lista para lo que viniera. Porque aunque su camino la llevará lejos, nunca estaría sola.

El primer rayo del alba se asomaba por el horizonte cuando los nuevos reclutas de la legión abordaron los carromatos asignados. Las ruedas de madera crujieron bajo el peso de los equipajes y los cuerpos cargados de expectación. Adhara se sentó junto a una ventana estrecha, con su mochila sobre el regazo, mientras el paisaje del campamento desaparecía lentamente detrás de ellos.

El viaje comenzó en silencio, roto únicamente por el sonido de los cascos de los caballos golpeando el suelo y el ocasional murmullo entre los cadetes. Adhara no podía evitar mirar hacia afuera, donde las colinas onduladas se extendían hacia el horizonte. En el aire flotaba una mezcla de frescura matutina y polvo levantado por la marcha del convoy.

La emoción y el nerviosismo luchaban dentro de ella, como dos fuerzas opuestas que no dejaban de empujar. Había soñado con este momento durante años, y ahora que estaba en camino hacia la base de la legión, la realidad de lo desconocido pesaba más de lo que esperaba. ¿Sería lo suficientemente fuerte? ¿Podría cumplir con las expectativas?

A su lado, un joven cadete de cabello oscuro intentó entablar conversación. ––¿Primera vez lejos de casa?–– preguntó con una sonrisa amigable.

Adhara asintió ligeramente. ––Algo así. ¿Y tú?

––También. Me llamo Kael, por cierto,–– respondió.

––Adhara,–– dijo, devolviéndole una sonrisa tenue.

Aunque las palabras de Kael eran amables, Adhara se encontró volviendo a sus pensamientos. El paisaje cambió lentamente de verdes colinas a bosques más densos, donde los árboles altos y oscuros parecían inclinarse sobre el camino como guardianes silenciosos. Por momentos, la luz del sol se filtraba entre las ramas, creando patrones danzantes en el suelo.

Tras horas de viaje, la atmósfera comenzó a cambiar. El bosque se abrió, revelando una vasta llanura que culminaba en una estructura imponente a lo lejos. Adhara contuvo la respiración al verla. La base de la legión no era como ella la había imaginado en sus sueños.

Las murallas eran enormes, construidas con piedra negra que parecía haber sido arrancada directamente de las entrañas de una montaña. Torres de vigilancia se alzaban en cada esquina, coronadas con banderas ondeando al viento, llevando el emblema de la legión: un escudo atravesado por dos lanzas. El portón principal estaba reforzado con placas de metal que brillaban débilmente bajo la luz del sol, y a su alrededor, los soldados de la legión patrullaban con movimientos precisos y disciplinados.

El convoy se detuvo frente al portón, y un oficial de rostro severo, montado en un caballo negro, se acercó para inspeccionar a los recién llegados. Adhara sintió su corazón acelerarse mientras el hombre pasaba su mirada evaluadora por cada uno de los cadetes.

––Bienvenidos a la base principal de la legión,–– anunció con voz potente. ––Aquí se entrenarán, vivirán y, si son dignos, se convertirán en parte de la fuerza más temida y respetada que este mundo haya visto. A partir de este momento, cada acción que realicen será observada y evaluada. Aquí no hay margen para la debilidad ni para el error. Prepárense para demostrar su valentía.

Cuando el portón se abrió con un sonido resonante, los carromatos avanzaron lentamente hacia el interior. Adhara apenas podía contener su asombro mientras observaba la vida dentro de la base.

El patio principal era enorme, pavimentado con piedras que habían sido desgastadas por años de entrenamiento. Un grupo de soldados practicaban maniobras con lanzas en una esquina, sus movimientos sincronizados como si fueran parte de una sola entidad. Más allá, otros cadetes corrían con mochilas llenas de piedras, sus rostros tensos por el esfuerzo.

A la izquierda, un edificio principal se alzaba majestuoso, con arcos de piedra y ventanas estrechas. Era evidente que allí se encontraban las oficinas y los dormitorios de los oficiales. A la derecha, barracones más modestos albergaban a los nuevos reclutas. El sonido del metal chocando contra el metal llenaba el aire, acompañado por los gritos de los instructores y el murmullo constante de actividad.

Adhara descendió del carromato, sintiendo cómo sus piernas temblaban ligeramente, no por el viaje, sino por la intensidad del momento. Mientras caminaba con los demás hacia los barracones, no podía evitar mirar todo a su alrededor, grabando cada detalle en su memoria.

Un oficial más joven, aunque con una presencia igualmente intimidante, se presentó para guiar a los reclutas. ––Dejen sus pertenencias en los barracones asignados y presentense en el patio en diez minutos. No lleguen tarde.

Cuando Adhara entró al barracón, encontró una litera vacía y dejó caer su mochila con un suspiro. Miró por la ventana cercana, donde las banderas de la legión seguían ondeando al viento. Un escalofrío recorrió su espalda. Este era el lugar donde todo cambiaría, donde demostraría no sólo a los demás, sino también a sí misma, que podía soportar lo que fuera necesario.

Mientras se ajustaba el amuleto que Maia y Renna le habían dado, sintió una oleada de determinación. "Este es mi destino," pensó. "Y estoy lista para enfrentarlo."

Con un último vistazo a la pequeña habitación que ahora sería su hogar, salió al patio con paso firme, preparada para el comienzo de su nueva vida en la legión.

El patio central de la base de la legión hervía de actividad. Los reclutas recién llegados formaban filas bajo la atenta mirada de los instructores. Adhara, con el corazón acelerado, se colocó en su lugar mientras observaba cómo los oficiales supervisaban con una autoridad que era casi palpable.

Apenas había pasado un minuto cuando una voz enérgica interrumpió el murmullo de los cadetes.

––¡Escuchen bien!–– gritó un hombre de cabello castaño y rostro severo que parecía disfrutar intimidar a los nuevos. ––Aquí no hay lugar para el orgullo o el miedo. A partir de ahora, son nada más que reclutas, y serán tratados como tales hasta que demuestren que merecen más. Entrenarán sin descanso. Comerán y dormirán solo si se los ganan. Y si alguno de ustedes cree que no está a la altura, la puerta sigue abierta.

Adhara tragó saliva, sintiendo cómo una mezcla de emoción y ansiedad la invadía. La seriedad de la legión era más imponente de lo que había imaginado, pero eso solo reforzaba su determinación.

Mientras el oficial continuaba su discurso, una voz suave a su lado llamó su atención. ––¿Nerviosa?

Adhara giró la cabeza y se encontró con una joven de cabello castaño claro, atado en una coleta baja, y una expresión amable. Sus ojos brillaban con una calidez poco común en ese entorno tan rígido.

––Un poco,–– admitió Adhara con una sonrisa tímida. ––¿Y tú?

––Siempre,–– respondió la joven, dejando escapar una pequeña risa. ––Soy Petra. Petra Ral.

––Adhara Jager,–– dijo, estrechando la mano que Petra le ofrecía.

––Es un placer. Mantente cerca de mí, ¿de acuerdo? Dicen que los capitanes eligen a sus 'víctimas' favoritas en el primer día.

Adhara no pudo evitar reír suavemente, sintiéndose aliviada por la ligereza de Petra. Había algo tranquilizador en su presencia, como si ya se conocieran desde hacía mucho tiempo.

Poco después, los reclutas fueron llevados a una explanada amplia donde los comandantes esperaban en formación. Adhara sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al verlos. Allí estaban las figuras más legendarias de la legión, aquellos cuyas hazañas eran contadas como historias épicas entre los soldados.

El comandante Erwin Smith encabezaba la fila. Su presencia era imponente, con un porte recto y una mirada penetrante que parecía analizar a cada recluta con una claridad casi inquietante. Su sola postura transmitía autoridad absoluta, y Adhara entendió de inmediato por qué tantos lo seguían sin dudar.

A su izquierda estaba el capitán Levi Ackerman. Aunque era más bajo que los demás, su figura irradiaba una intensidad difícil de ignorar. Su cabello oscuro estaba perfectamente arreglado, y sus ojos grises, fríos como el acero, parecían perforar a cualquiera que osara sostener su mirada. Había algo en él, una mezcla de elegancia y peligro, que hacía imposible apartar la vista.

Adhara sintió un nudo en el estómago cuando los ojos de Levi se encontraron brevemente con los suyos. Fue solo un instante, pero bastó para que un sudor frío recorriera su espalda.

––Él es... diferente,–– murmuró Adhara en voz baja, casi para sí misma.

––¿Levi?–– susurró Petra, que estaba a su lado. ––Sí, definitivamente lo es. Dicen que es el soldado más fuerte de la humanidad. Pero créeme, también es el más exigente. No querrás estar en su lista negra.

Adhara asintió, aunque no podía apartar la vista de Levi. Había algo más en él, algo que no podía describir. Una fuerza oculta que parecía ir más allá de las habilidades físicas.

El comandante Erwin avanzó un paso y comenzó a hablar. ––Bienvenidos a la legión. Durante las próximas semanas, se les someterá a un entrenamiento intensivo que evaluará sus capacidades físicas, mentales y emocionales. Solo después de esto serán asignados a una escuadra bajo el mando de uno de nuestros oficiales superiores. Algunos de ustedes pueden ser transferidos a escuadras especiales, dependiendo de sus habilidades y desempeño.

Adhara escuchó atentamente, sintiendo cómo cada palabra aumentaba su determinación. Este era el primer paso hacia lo que siempre había soñado.

––Prepárense para lo que viene,–– continuó Erwin, su voz firme pero no carente de una extraña calidez. ––No les mentiré: este será el período más difícil de sus vidas. Pero si perseveran, no solo se convertirán en soldados. Se convertirán en protectores de la humanidad.

Tras el discurso, los reclutas fueron guiados de regreso al campo de entrenamiento. Adhara no podía dejar de pensar en lo que había visto y oído. Cada comandante parecía un símbolo de lo que significaba la legión, pero Levi... Levi era un misterio, una figura que inspiraba tanto respeto como miedo.

–-¿Qué te parece todo esto hasta ahora?–– preguntó Petra mientras caminaban hacia los dormitorios.

––Es... abrumador,–– admitió Adhara, sin saber cómo expresar exactamente lo que sentía. ––Pero también sé que estoy donde debo estar. No hay vuelta atrás.

Petra sonrió y le dio una palmada en el hombro. ––Esa es la actitud. Vamos, Jager. Esto es solo el comienzo.

Adhara asintió, sintiendo cómo su resolución se fortalecía. La base de la legión no solo era un lugar; era una prueba constante de voluntad, y estaba lista para demostrar que pertenecía allí.


AUHTORS NOTE

No sé porque wattpad me cambio los guiones y los dejo separados 😭 de igual forma, trataré de arreglarlo. 

Bueno, esperooo que les haya gustado tanto como a mi escribirlo <3 porfavor no olviden votar y comentar. 💕

-A

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