xxxviii. hijo conspirador
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CAPÍTULO TREINTA Y OCHO
HIJO CONSPIRADOR.
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A MALKUS LE GUSTABA PENSAR QUE ERA UN BUEN CHICO y, en su mayor parte, seguía las reglas e instrucciones de su madre al pie de la letra. Sin embargo, Malkus sabía que la orden que su madre le acababa de dar estaba mal. Ella le había pedido que dejara de seguir a Kaz, aunque lo había llamado bastardo y luego miró la pared después de decirlo. Malkus no había tenido el corazón para recordarle que era una mala palabra, no cuando se veía tan molesta.
Entonces, con todas las habilidades que Stasiaj le había enseñado, Malkus le mintió y luego fue a por el hombre que parecía haber molestado a su madre. Él solucionaría esto.
Malkus asomó la cabeza por la tapa de una alcantarilla y miró a su alrededor para ver si alguien estaba mirando, antes de correr hacia las sombras y esperar a que se abriera la puerta trasera del hotel. Le tomó un tiempo; nada que lo pudiera entretener sucedió. Pero luego la puerta se abrió y Malkus vio su oportunidad para colarse.
El ascensor era fácil de operar y Malkus presionó el botón del piso al que había visto presionar a Kaz unos días antes. Tarareó mientras subía; la nariz de Malkus se arrugó. No habían muchas sombras ahí y se sentía vulnerable. El miedo de que los soldados Shu lo encontraran todavía le oprimía el corazón, pero esto era más importante. Sus padres eran más importantes.
Malkus nunca había conocido a sus verdaderos padres. Ivarn le había dicho, en un ataque de ira, que lo habían arrojado a la calle porque era Grisha. Peor, incluso sin conocer a los suyos, sabía que Kaz y Stasiaj eran sus padres, aunque no fueran su sangre.
No le gustaba ver a sus padres peleando, así que iba a arreglar esos.
Las puertas se abrieron y Malkus corrió por el pasillo, llegando a la habitación donde Kaz se estaba quedando. Haciendo una pausa se preguntó: ¿cómo entro?
Se escucharon voces desde el pasillo a su izquierda, y Malkus se apresuró a desaparecer entre las sombras. El padre del pistolero y Nina, a quién Stasiaj encontraba graciosa, estaban hablando en voz baja mientras cruzaban el pasillo hacia la puerta. Malkus sonrió. Ahí estaba su oportunidad.
Siguiendo al padre, Malkus mantuvo sus pasos ligeros mientras corría detrás de ellos y luego a través de la puerta abierta hacia la habitación. Estaba tal como la recordaba, pero Malkus tuvo poco tiempo para pensar en eso: encontró una sombra debajo de la mesa para esconderse y esperar.
Iba a hacer que su papá lo escuchara.
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Malkus no había calculado del todo cuánto tiempo le tomaría a Kaz estar solo, sin ninguno de los otros Cuervos alrededor, por lo que se había quedado dormido debajo de la mesa.
―Malkus.―algo empujó al niño, quién gimió y lo golpeó. ¿Por qué le estaban hablando?―¡Malkus, levántate!
―No, ma.
―¡Malkus!―el niño abrió los ojos y se dio vuelta para mirar a quién lo había despertado, antes de congelarse al ver la ceja arqueada y la expresión poco divertida de Kaz.―Sal de debajo de la mesa.
―¿No?―respondió y Kaz suspiró, antes de alejarse mientras Malkus repasaba en su cabeza lo que le iba a decir. Se deslizó fuera de las sombras, con el mantel amontonándose alrededor de sus hombros mientras observaba al hombre.
―Malkus, sal de debajo de la mesa y vuelve con la Serpiente.
―No hasta que hayamos hablado.
―Vete a casa.
―Si quieres que me vaya, tendrás que moverme.―sonrió Malkus, cruzándose de brazos.―Y no te gusta tocar a la gente, así que no puedes hacerlo. ¡Así que me quedo!
―Eres absolutamente el hijo de la Serpiente.―murmuró Kaz, antes de sentarse en una silla.―¿Cómo entraste?
―Por la puerta trasera.―respondió Malkus.―Quería hablar contigo, así que entré y esperé.
―Ya veo.―dijo Kaz. El rostro del hombre estaba serie, sus dedos tamborileaban la mesa. Algo estaba mal con él, incluso Malkus podía ver eso.―¿De qué quieres hablar?
―Mamá.―el hombre se tensó, mirándolo.―Ella te echa de menos.
―Lo dudo.
―Ella lo hace.―Kaz sacó un caramelo de su bolsillo y se lo entregó al niño, quien sonrió y comenzó masticarlo.―Ahora pasa todo el tiempo en su habitación. No habla con nadie, solo revisa información.
―¿Por qué debería preocuparme, Malkus?
―Porque creo que mamá se va a ir con el hombre alto y las dos brujas.―Kaz se paralizó y su rostro palideció.―Están hablando de un barco y mamá le dijo que lo pensaría.
―Eso no significa que se irá.
―Podría hacerlo.―Malkus se encogió de hombros.―La lastimaste, y cuando ella se lastima, mamá se va por un tiempo. Excepto que esta vez podría irse para siempre.
―Ella no lo haría.―contestó Kaz. Pero en el fondo de su corazón, sabía que ella podría hacer tal cosa y que Malkus también sintiera que lo haría, hacía que todo lo fuera peor.―Ella no te dejaría ni a ti ni a las otras víboras.
―Pero podría hacerlo y tienes que detenerla.
―¿Yo?
―Si, la amas y ella te ama y seguramente si le dijeras eso, entonces todo se arreglaría y mamá definitivamente se quedaría y ambos serían felices de nuevo y todo estaría bien.―Malkus soltó rápidamente, agitando la mano mientras Kaz lo miraba.―Y luego puedo volver a mi trabajo, en lugar de que me envíen a vigilar la casa de una persona cualquier, y todo podría volver a la normalidad porque ustedes dos estarían bien.
―Malkus, las cosas no funcionan así.―suspiró Kaz. Malkus volvió a arrugar la nariz.―Tu madre y yo no estamos hablando y dudo que lo volvamos a hacer.
―¿Pero se aman...?
―El amor no significa nada.―Kaz negó con la cabeza y comenzó a salir de la habitación cojeando.―Vete a casa, Malkus.
―¡No, no la haré!―Malkus resopló, corriendo detrás del hombre para pararse frente a él, con el polvo arremolinándose bajo sus manos.―No me iré hasta que mamá y tú hablen. Y si no me voy, ella se dará cuenta de que estoy contigo y vendrá a hablar contigo.
―¿Planeaste todo esto?
―Si.―sonrió Malkus, antes de recordar que debía estar enojado con su papá.―Si, lo hice. Así que, ¡puedes irte al infierno!
Los labios de Kaz se torcieron en una media sonrisa divertida mientras miraba al chico, que estaba haciendo todo lo posible por parecer intimidante. Realmente, no le funcionó.
―No deberías estar diciendo cosas así.―Malkus le sacó la lengua mientras Kaz lo empujaba por el pasillo.―¿Puedes irte a casa ahora?
―No, porque los Shu podrían llevarme y entonces sería tu culpa y me prometiste que si los Shu me llevaban, tú irías a buscarme con mamá.―Kaz se congeló, antes de volverse a mirar a Malkus.―Te tengo.
―Eso es frío, Malkus.―el niño asintió y sonrió. Esto iba mucho mejor de lo que esperaba y parecía que Kaz iba a seguir su consejo. Esperaba a que su padre siguiera su consejo y hablara con Stasiaj.
―Gracias.
―Pero aún así necesitas irte a casa.―Malkus frunció el ceño. Kaz lo agarró de la parte de atrás de su abrigo y lo empujó hacia la puerta.―Vete con Stasiaj antes de que ella venga a apuñalarme.
―Al menos estarían hablando.―murmuró el niño, antes de mirarlo.―¿Por qué no hablas con ella? No entiendo por qué es tan complicado hablar con mamá. La amas, ¿no es así?
―No es tan simple, Malkus.―Kaz abrió la puerta.―Rompí su confianza y no creo que me hable tan pronto.
―En algo tienes razón.―Stasiaj estaba de pie en la puerta, con los brazos cruzados y una mirada furiosa. Los dos muchachos palidecieron aún más, tragando saliva.
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