xxxi. quizás no despierte

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CAPÍTULO TREINTA Y UNO
QUIZÁS NO DESPIERTE.
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SIN UNA PALABRA, KAZ HABÍA DESAPARECIDO por las escaleras. Malkus se detuvo un momento, debatiéndose entre quedarse con su madre o seguir a Kaz. Finalmente, el niño se bajó del sofá y le dio un beso en la cabeza a su madre.

―Quédate ahí.―le dijo, pero ella no respondió. Malkus resopló e hizo un puchero antes de apresurarse a subir las escaleras hacia la torre del reloj. La escalera de hierro era empinada y estaba retorcido, y Malkus estuvo a punto de caerse en algunos puntos, pero siguió adelante de la mejor manera que pudo.

Stasiaj le tenía como misión seguir a Kaz y él haría ese trabajo. Tal vez, si lo hacia lo suficientemente bien, ella se despertaría y le daría algún caramelo. Ella siempre le daba caramelos cuando le daba información.

La habitación en la parte superior era grande y fría, ocupada principalmente por los engranajes de un enorme reloj. Sus cuatro caras miraban a Ketterdam y el cielo gris del amanecer.

Hacia el sur, una columna de humo se elevó desde la isla Black Veil. Mirando hacia el noreste, Malkus casi podía ver canal Geld, los barcos y los stadwatch rodeaban el área. En esa área siempre estaba Celia.

A lo lejos, los puertos estaban repletos de botes de vigilancia. La ciudad estaba salpicada de púrpura de los stadwatch, como si hubiera contraído una enfermedad. Ivarn debería estar en esa sección de la ciudad.

―Specht dice que han cerrado los puertos y cerrados los barcos fronterizos.―Están sellando la ciudad. Nadie podrá entrar ni salir.

―Ketterdam no lo tolerará.―la Espectro habló. A Stasiaj le agradaba, así que a Malkus también.―La gente se rebelará.

―No culparán a Van Eck.

―Nos culparán.―Malkus realmente no sabía realmente lo que significaba todo esto, pero trató de recordarlo todo. Su madre sabría lo que significaba.

El hombre de las armas negó con la cabeza.―Incluso si ponen a todos los stadwatch en la calle, no tiene la mano de obra para cerrar la ciudad y buscarnos.

―¿No lo tienen?―dijo Kaz.―Mira de nuevo.

Malkus hizo una pausa antes de correr hacia la ventana en la que Kaz estaba parado, agarrándose a la repisa para mirar hacia la calle.

―Todos los santos y tu tía Eva.―murmuró Jesper y Malkus arrugó la nariz, mirando a través del cristal.

Una multitud se movía hacia el este del Barril a través del distrito Zelver.

―¿Es una turba?―preguntó Inej.

―Un desfile más bien.―murmuró.

―¿Por qué no los detienen los stadwatch?―Wylan preguntó, mientras la avalancha de personas pasaba sin obstáculos de puente en puente, a través de cada barricada.―¿Por qué los dejan pasar?

―Probablemente porque tu padre les dijo que lo hicieron.―contestó Kaz. Habían cánticos, tambores. Realmente sonaba como un desfile. Ivarn lo había llevado a un desfile una vez, lo subió a sus hombros para que Malkus pudiera ver pasar a la gente con todos sus colores brillantes.

La pandilla de Pekka Rollins lideraba la marcha, Malkus tomó nota de eso. Quienquiera que estuviera al frente llevaba una piel de león con una corona dorada falsa sobre la cabeza.

―Rezorgulls.―murmuró la Espectro, señalando detrás de los Dime Lions mientras Malkus resoplaba y se lamía los labios.―Y ahí están los Liddies.

―Punteros de Harley.―dijo Jesper.―Las puntas negras.

―Son todos.―contestó Kaz.

―¿Qué significa?―preguntó Kuwei.―¿Las bandas moradas?

Cada miembro de la mafia abajo llevaba una franja de color púrpura alrededor de la parte superior de su brazo izquierdo.

―Han sido suplentes.―dijo Kaz.―Specht dice que se ha corrido la voz por todo el Barril. La buena noticia es que ahora nos quieren vivos, incluso a Matthias. La mala noticia es que han agregado recompensas por los gemelos Shu con los que viajamos, por lo que la cara de Wylan y Kuwei también adornan las murallas de la ciudad.

―¿Y el Consejo de Comerciantes solo está sancionando esto?―preguntó Matthias.―¿Qué pasa si empiezan a saquear o hay un motín?

―No lo harán. Rollins sabe lo que está haciendo. Si la guardia del estado hubiera intentado bloquear el Barril, las pandillas se habrían vuelto contra ellos. Ahora están en el lado correcto de la ley y Van Eck tiene dos ejércitos. Nos están inmovilizando.

―¿Eso no es...?―Malkus tiró de la manga del abrigo de Kaz, antes de señalar la parte trasera del desfile. Un anciano con un gran sombrero de plumas, que se parecía a los pájaro extraños que Kaz tenía en el bastón.―Eso es tuyo.

―Si.―murmuró Kaz, y Malkus vio cómo apretaba su mandíbula.

―Esos miserables ingratos.―Jesper gruñó, golpeando la pared mientras Malkus seguía vigilando a Kaz, buscando una reacción detrás de sus ojos oscuros. Pero no vio nada.

―¿Qué pasará ahora?―preguntó Kuwei.

―Seremos perseguidos por cada stadwatch y matón del Barril en la ciudad, hasta que nos encuentre.―Kaz respondió.―No hay forma de salir de Ketterdam ahora. Desde luego, no contigo a cuestas.

―¿Podemos esperar?―preguntó Kuwei.―¿Aquí? ¿Con el señor Fahey?

―¿Esperar para qué? ¿Que alguien venga a nuestro rescate?

Jesper apoyó la cabeza contra el cristal.―Mi padre. También se lo llevarán. Lo acusarán de albergar fugitivos.

―No.―Kuwei dijo abruptamente.―No. Entréguenme a Van Eck.

―Absolutamente no.―Nina respondió.

―Me salvaron de los Fjerdans. Si no actuamos, seré capturado de todos modos.

―¿Entonces todo eso fue en vano?―Wylan preguntó, sorprendido por su propia ira.―¿Los riesgos que asumimos? ¿Lo que logramos en la Corte de Hielo? ¿Todo lo que Inej, Nina y Stasiaj sufrieron para sacarnos? ¿Qué diría ella?

―Pero si me entrego a Van Eck, el resto de ustedes pueden salir libres.―insistió Kuwei.

―Stasiaj diría que estás siendo estúpido.―murmuró Malkus, su voz resonó en la habitación.―A ella no le gustan los planes en los que entregan gente. Dice que está mal y pierdes tu moneda de cambio.

―Pekka tiene la oportunidad de acabar con Kaz con el resto del Barril apoyándolo, y Van Eck seguro que no quiere que andemos libres, sin saber lo que hacemos.―Kuwei se dejó caer contra la pared.―Debieron matarme en el Palacio de Hielo.

Nina se encogió de hombros.―Pero entonces Kaz me habría matado y Matthias habría matado a Kaz y Stasiaj habría matado a Matthias y todo se habría vuelto increíblemente complicado.

―No puedo creer que escapáramos del Palacio de Hielo y ahora estemos atrapados en nuestra propia ciudad.―Wylan murmuró. No parecía correcto.

―Si.―Jesper estuvo de acuerdo.―Estamos fritos.

Kaz trató un círculo en la ventana con un dedo.―No del todo.―contestó.―Puedo hacer que los stadwatch se detengan.

―No.―Inej dijo.

―Me entregaré.

―Pero Kuwei...

―Los vigilantes del estado no saben de Kuwei. Creen que están buscando a Wylan. Así que les diré que Wylan está muerto. Les diré que lo maté.

―¿Estás loco?―Jesper preguntó.

―Kaz.―Inej habló de nuevo.―Te enviarán a la horca.

―¡No puedes hacerlo!―Malkus gritó, volviéndose para mirar al hombre.―No puedes hacer eso. A mamá no le gustará.

Kaz lo ignoró, lo que provocó que Malkus gruñera y se pusiera frente al hombre alto, cruzando los brazos.

―No lo permitiré.

―Tendrán que hacerme un juico primero.―Kaz rodeó a Malkus, quien lo miró furioso y pisoteó. A su madre realmente no le gustaría eso y tampoco a él. Si Kaz se marchaba, Malkus no tendría a nadie a quien seguir y ya no obtendría ninguna información y no recibiría ningún caramelo. Además, Malkus sabía que, de alguna manera, el Hombre Cuervo era especial para Stasiaj.

Quizás esto podría despertarla. Si escuchaba a Kaz que iba a intentar dejarla, eso podría despertar a su madre de su sueño. Estaría despierta y Kaz volvería a estar a su lado y entonces, todo estaría bien.

―Te pudrirás en la cárcel antes de que eso suceda.―Matthias dijo.―Van Eck nunca te dará la oportunidad de de un juicio.

―¿De verdad crees que han construido una celda que pueda contenerme?

―Van Eck sabe lo bueno que eres con las cerraduras.―Inej respondió, enojada.―Morirás antes de llegar a la cárcel.

―Esto es ridículo.―Jesper comentó.―No vas a asumir la culpa por nosotros. Nadie lo hará. Nos separaremos. Iremos en parejas, encontraremos una manera de pasar los bloqueos, nos esconderemos en algún lugar del campo.

―Esta es mi ciudad.―Kaz dijo.―No me iré con el rabo entre las piernas.

Jesper soltó un gruñido de frustración.―Si esta es tu ciudad, ¿qué queda de ella? Renunciaste a tus acciones en el Club Cuervo y el Quinto Puerto. Ya no tienes una pandilla. Incluso si escapaste, Van Eck y Rollins llamarían a la stadwatch y la mitad del Barril sobre ti de nuevo. No puedes luchar contra ellos.

―Obsérvame.

―Maldita sea, Kaz. ¿Qué me dices siempre? Aléjate de una mano perdedora.

―Te estoy dando una salida. Tómala.

―¿Por qué nos tratas como a un montón de skivs de vientre amarillo?

Kaz se volvió hacia él.―Tú eres el que se está preparando para salir corriendo, Jesper. Solo quieres que corra contigo para que no tengas que sentirte mal por eso. A pesar de tu amor por la pelea, siempre eres el primero en correr en busca de refugio.

―Porque quiero seguir con vida.

―¿Para qué?―los ojos de Kaz brillaron.―¿Para que puedas jugar otra mano en las mesas? ¿Para que puedas encontrar otra forma de decepcionar a tu padre y decepcionar a tus amigos? ¿Le has dicho a tu padre que tú eres la razón por la que va a perder la granja? ¿Le dijiste a Inej cuál es la razón por la que casi muere por el cuchillo de Oomen? ¿Que casi morimos todos?

Malkus se tenso. No le gustó adónde iba a esto, ni los gritos. ¿Por qué su madre no subía las escaleras? Ella podría solucionar esto. Ella podría ayudar así que ¿por qué no venía? ¿Quizás debió decirle que no se moviera? O tal vez las cosas que usó la Heartrender la estaban atando.

Los hombros de Jesper se encogieron, pero no retrocedió.―Cometí un error. Dejé que mi mal obtuviera lo mejor de mi bien, pero por el amor de los santos, Kaz, ¿hasta cuando me vas a hacer pagar por un poco de perdón?

―¿Cuánto crees que vale mi perdón, Jordie?

―¿Quién diablos es Jordie?

Por un breve momento, el rostro de Kaz se relajó y una mirada confusa, casi asustada pasó ante sus ojos.

Malkus miró hacia arriba, tratando de decidir si correr y liberar a su madre o quedarse con Kaz. ¿Poe qué no dejaban de gritar un segundo para que él pudiera decidir qué hacer? ¿Dónde estaba su madre?

―¿Qué quieres de mi?―Kaz gruñó, sin ninguna expresión en su rostro, tan cruel como siempre.―¿Mi confianza? La tenías y la hiciste pedazos porque no podías mantener la boca cerrada.

―Fue una vez. ¿Cuántas veces te he apoyado en una pelea? ¿Cuántas veces lo he hecho bien? ¿Eso no cuenta de nada?―Jesper negó con la cabeza.―No puedo ganar contigo. Nadie puede.

―Así es. No puedes ganar. Crees que eres un jugador, pero eres un perdedor nato. Peleas. Cartas. Chicos. Chicas. Seguirás jugando hasta que pierdas. Así que por una vez en tu vida, solo vete.

Jesper lo golpeó primero. Kaz logró esquivarlo. Luego, se pusieron a pelear. Chocaron contra la pared, se lanzaron más golpes.

―¡No!―Malkus gritó, mirándolos con los ojos muy abiertos. ¿Qué estaban haciendo? ¿Dónde estaba Stasiaj? Tenía que venir y terminar con esto.

Jesper y Kaz dieron media vuelta, chocaron contra el mecanismo del reloj y se enderezaron.

―¡Alguien deténganlos!―Wylan exclamó desesperadamente.

―Jesper no le ha disparado.―dijo Nina.

―Kaz no está usando su bastón.―dijo Inej.

―¿Creen que no pueden matarse con sus propias manos?

Ambos estaban sangrando: Jesper por un corte en el labio y Kaz en algún lugar cerca de su frente. La camisa de Jesper estaba desgarrada y la manga de Kaz estaba desgarrada por la costura.

―¡Paren!―Malkus gritó antes de lanzarles sus colmillos de la forma más fuerte que pudo. Uno golpeó a Kaz, cortándole la mejilla y haciendo que el Hombre Cuervo se deslizara hacia atrás, mientras el otro se incrustó en el abrigo de Jesper, pegándolo a la pared.

Todos los Cuervos se detuvieron, volviéndose a mirara Malkus que temblaba. Las lágrimas bajaban por su rostro. Si su madre no podía detenerlos, él lo haría.

―Dejen de pelar. Mamá no está aquí para detenerlos, pero se pondrá furiosa cuando se despierte.―dijo y todos evitaron su mirada. Tal vez los asusté. Malkus pensó.

En realidad, ninguno de ellos sabía cómo decirle al niño que quizás Stasiaj no despertaría.

―Jesper Llewellyn Fahey.―el padre del pistolero entró en la habitación y le lanzó una mirada furiosa mientras Malkus se secaba las lágrimas y respiraba hondo.―¿Qué está pasando?―preguntó Colm.―Pensé que eran amigos.

Jesper se pasó una mano por la nuca, como si quisiera desaparecer de ahí.―Nosotros... eh... estábamos teniendo un desacuerdo.

―Puedo ver eso. He sido muy paciente con todo esto, Jesper, pero estoy en el límite. Te quiero abajo antes de que cuente a diez o te daré una paliza que no te dejará sentarse en una semana.

La cabeza de Colm desapareció escaleras abajo. El silencio se prolongó hasta que Nina comenzó a reír.

Jesper frunció el ceño.―Matthias, Nina intentó coquetear con Stasiaj.

Nina dejó de reír.―Voy a voltear tus dientes al revés.

―Eso es físicamente imposible.

―Acabo de resucitar a los muertos. ¿De verdad quieres discutir conmigo?

Inej ladeó la cabeza.―¿Jesper Llewellyn Fahey?

―Cierra la boca.―Jesper contestó.―Es un nombre familiar.

Inej hizo reverencia.―Lo que digas, Llewellyn.

―¿Kaz?―Jesper susurró.

Pero Kaz estaba mirando a la distancia, mientras Malkus luchaba por seguir el ritmo de la conversación. ¿Cuándo había estado coqueteando Nina con Stasiaj? Malkus pensó que su madre solo coqueteaba con Kaz.

―¿Es eso...?―preguntó Wylan.

―¿Una cara intrigante?―Jesper dijo.

Matthias asintió.―Definitivamente.

―Sé cómo hacerlo.―Kaz habló lentamente.―Cómo sacar a Kuwei, conseguir nuestro dinero, vencer a Van Eck y darle a ese hijo de puta de Pekka Rollins todo lo que tiene que recibir.

Esa era una mala palabra. Malkus no tenía permitido decir eso o su madre se enojaría. Tal vez si él decía eso, ella se despertaría y le diría que no lo hiciera.

Nina arqueó una ceja.―¿Eso es todo?

―¿Cómo?―preguntó Inej.

―Todo este tiempo, hemos estado jugando el juego de Van Eck. Nos hemos estado escondiendo, pero terminamos con eso. Vamos a organizar una pequeña subasta, justo al aire libre.―se volvió hacia ellos.―Y dado que Kuwei está tan ansioso por sacrificarse, será el premio.

Los otros asintieron, antes de desaparecer escaleras abajo mientras Malkus se agachaba a recoger sus colmillos. Sonrió al ver que no había ningún rasguño en el colmillo que le había lanzado a Jesper. Stasiaj estaría feliz.

―Toma.―un guante de cuero negro apareció en su visión, entregándole su otro colmillo.

―Gracias.―tomó el colmillo de la mano del Hombre Cuervo. Kaz se agachó frente a él.―Lamento haberte herido. Estabas gritando y peleando y no creo que a mamá le gusta que pelees. No quería que te gritara cuando despierte.

―Malkus...―Kaz se calló un segundo, mordiéndose los labios mientras el niño guardaba los colmillos y lo miraba.―Malkus, Stasiaj está herida. Muy herida.

―Pero ella estará bien. Mamá estará bien.―asintió Malkus.―No te preocupes. Ella despertará y todo estará bien de nuevo.

―Malkus, puede que quizás ella no despierte.

―Lo hará.―el niño dijo y Kaz suspiro.―Ella se despertará. Solo tienes que tener fe en ella. Una vez que escuche tu plan, se despertará para gritarte.

Kaz bufó, antes de asentir.

―Sé que despertará.―sonrió Malkus antes de apresurarse hacia las escaleras y hacer una mueca. Él podía bajar esas escaleras, porque su madre estaba en la parte inferior y una vez que él le dijera toda la información, ella se despertaría y resolvería todo.

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