xviii. por un amigo
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CAPÍTULO DIECIOCHO
POR UN AMIGO.
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HABÍA MUCHAS COSAS QUE KAZ BREKKER admiraba de Stasiaj Yahontov, pero su asombrosa habilidad para robar información y dinero a todos (incluido el mismo) era lo que realmente adoraba de ella (su risa y sus comentarios coquetos estaban en segundo lugar).
Desde que la conoció por primera vez, dos años antes cuando intentaba vengarse de Pekka Rollins y ponerse de pie, Stasiaj ya tenía esa habilidad. La había observado durante días antes de acercarse a ella, viendo cómo la rubia ponía de rodillas a todos frente a ella, lisiaba a los jefes de la mafia con unas pocas palabras y rompía a otros hasta que sometían a su voluntad y ella lo hacía todo con una sonrisa cruel en su rostro.
Kaz no dejó que se notara cuando la conoció la primera vez, ni se lo había dicho, pero la perspectiva de conocer a la temida Serpiente de Ketterdam por primera vez lo había aterrorizado hasta cierto punto, ya que simplemente no sabía todo lo que ella podría saber de él.
Resultó que Kaz que no necesitaba conocerla, ella ya sabía de él y de sus trabajos. Todo comenzó desde ahí, durante los últimos dos años y medio trabajaron juntos y Stasiaj nunca le había dado información equivocada.
Entonces, cuando ella llegó a él con un mal presentimiento en el estómago, Kaz escuchó cada palabra que dijo e hizo planes. Después de todo, su Serpiente nunca antes se había equivocado con la información, así que, ¿por qué comenzaría a equivocarse ahora?
―El trato es el trato, Van Eck.―dijo Kaz, escuchando los sonidos de la creciente tormenta.―Si el Consejo Mercantil no cumple con su parte del trato, nadie del Barril volverá a traficar con ninguna de ustedes. Sus palabras no valdrán nada.
―Ese sería un problema, señor Brekker, si tan solo el Consejo supiera algo sobre este trato.
―Ellos nunca estuvieron involucrados.―comentó Kaz, con la sorpresa plasmada en su rostro. Prácticamente podía sentir la presunción irradiando de Stasiaj, quién estaba detrás de él.
Ella había tenido razón una vez más y Kaz estaba molesto por no haberlo visto antes.
¿Por qué había creído que Van Eck tenía la bendición del Consejo Mercantil? ¿Porque era un comerciante rico y honrado? ¿Porque había vestido a sus propios sirvientes y soldados con los uniformes morados del Stadwatch? Kaz se había reunido con Van Eck en la casa de un comerciante, no en un edifico del gobierno. Había sido engañado.
―Quería a Yul-Bayur. Quería la fórmula del jurda parem.
Van Eck admitió la verdad con un sencillo asentimiento.―La neutralidad es un lujo que Kerch ha disfrutado durante demasiado tiempo. Los miembros del consejo piensan que su riqueza los protege, que pueden sentarse y contar su dinero mientras el mundo pelea guerras.
―¿Y tú sabes mejor?
―De hecho, lo hago. La jurda parem no es un secreto que pueda ser guardado o escondido en una cabaña en la frontera de Zemeni.
―Así que toda tu charla sobre las líneas comerciales y mercados colapsando...
―Oh, todo sucederá como predije, señor Brekker. Cuanto con ello. Tan pronto como el consejo recibió el mensaje de Bo Yul-Bayur, comencé a comprar campos de jurda en Novyi Zem. El mundo, todos los países, todos los gobiernos clamarán por un suministro para usar en su Grisha.
―Caos.―Matthias habló.
―Si.―Van Eck contestó.―El caos vendrá y yo seré su amo. Su amo muy rico.
―Garantizarás la esclavitud y la muerte de Grishas en todas parte.―Inej dijo.
Van Eck arqueó una ceja.―¿Cuántos años tienes, niña? ¿Dieciséis? ¿Diecisiete? Las naciones suben y bajan. Los mercados se hacen y deshacen. Cuando cambia el poder, siempre hay alguien que sufre.
―Cuando las ganancias cambian.―respondió Jesper.
La expresión de Van Eck estaba desconcertada.―¿No son lo mismo?
Inej frunció el ceño.―Cuando el consejo se entere...
―El consejo nunca se enterará de esto.―Van Eck interrumpió a la chica.―¿Por qué creen que elegí escorias del Barril como mis campeones? Oh, eres ingenioso y mucho más inteligente que cualquier otro mercenario, lo reconozco.―señaló a Kaz.―Pero lo más importante, es que no te extrañaremos.
Pero había una cosa con la que Van Eck no contaba. Podrían ser la escoria del Barril y una de las bandas más pequeñas allí, pero Stasiaj no lo era. Stasiaj era la Serpiente de Ketterdam. Ella controlaba cada entrada y salida de información del Barril y Van Eck no había pensado en que Kaz tendría a alguien así a su lado.
Ese fue su error.
Van Eck levantó una mano. Los Hacedores de mareas giraron sus brazos. Kaz se escuchó un grito y se volvió para ver que una espiral de agua se cernía sobre Rotty. Se estrechó contra el bote, rompiéndola en mil pedazos mientras él y los demás trataban de huir.
―Ninguno de ustedes abandonará esta isla, señor Brekker. Todos ustedes desaparecerán y a nadie le importará.―volvió a levantar la mano y los Hacedores de maderas respondieron ante su gesto. Una ola masiva rugió hacia el Ferolind.
―Es hora, Hombre Cuervo.―Kaz escuchó a Stasiaj susurrar desde su posición cercana a él.
―¡No!―gritó Jesper.
―¡Van Eck!―gritó Kaz.―Tu hijo está en ese bote.
La mirada de Van Eck se dirigió a Kaz. Hizo sonar el silbato. Los Hacedores de mareas se quedaron paralizados, esperando instrucciones. A regañadientes, Van Eck dejó caer las manos. La ola cayó, sin causar daño.
―¿Mi hijo?
―Wylan Van Eck.
―Señor Brekker, seguramente debe saber que envié a mi hijo a hacer la maleta hace unos meses.
―Sé que le has escrito a Wylan todas las semanas desde que dejó tu casa, rogándole que regrese. Esas no son acciones de un hombre que no se preocupa de su único hijo y heredero.
Van Eck se echó a reír de una forma cálida, casi jovial, pero la mueca en su rostro era amarga.
―Déjeme contarle sobre mi hijo.―escupió cada palabra como si fuera veneno.―Estaba destinado a ser el heredero de una de las mayores fortunas de todo Kerch, un imperio con líneas navieras que llegan a todo el mundo, una construida por mi padre y el padre de mi padre. Pero mi hijo, él no tenía intención de gobernar este gran imperio. No puede hacer lo que un niño de siete años puede. No puede resolver una ecuación. No puede pintar y tocar la flauta de manera hermosa. Lo que mi hijo no puede hacer, señor Brekker, es leer. Le llevé los mejores tutores de todos los rincones del mundo. Probé especialistas, tónicos, palizas, hipnotismo. Pero se negó a que le enseñaran. Finalmente tuvo que aceptar que Ghezen consideró oportuno maldecirme con un idiota por hijo. Wylan es un muchacho que nunca llegará a ser un hombre. Es una vergüenza para mi casa.
―Las cartas...―dijo Jesper, y Kaz podía ver la ira en su rostro.―No le rogabas que volviera. Te estabas burlando de él.
Jesper tenía razón. Si estás leyendo esto, entonces sabes cuánto deseo tenerte en casa. Cada carta había sido una bofetada para Wylan, una especie de broma cruel.
―Es tu hijo.―Jesper volvió a hablar.
―No. Es un error. Uno que pronto será corregido. Mi encantadora y joven esposa está embarazada, y ya sea un niño o una niña o una criatura con cuernos, ese niño será mi heredero, un himnario, no un tonto de cabeza blanda que hace el nombre de Van Eck un hazmerreír.
Y ahí estaba el error de Van Eck, porque Kaz podía ver por el rabillo del ojo, la familiar cruel sonrisa que se formaba en el rostro de Stasiaj. Prácticamente podía ver un plan formulándose en sus ojos, y por una vez, Kaz entendió lo que los demás querían decir cuando venían una expresión como esa.
―Eres un tonto.―gruñó Jesper.―Es más inteligente que la mayoría de todos nosotros juntos, y se merece un padre mejor que tú.
―Merecía.―corrigió Van Eck. Hizo sonar el silbato dos veces y los Hacedores de marea no duraron en volver en acción. Antes de que alguien pudiera protestar, dos enormes muros de agua se elevaron y se dispararon hacia el Feronlind. Aplastaron el bote entre ellos, haciendo volar los escombros.
Jesper gritó de rabia y levantó sus armas.
―¡Jesper!―exclamó Kaz.―¡Baja las armas!
―Él los mató.―Jesper dijo con el rostro contraído.―¡Mató a Wylan y Nina!
Matthias puso una mano sobre el brazo del chico.―Jesper.―dijo con calma.―Quédate quieto.
Jesper miró hacia atrás a las olas, a los pedazos rotos del mástil y la vela rota donde había estado un barco unos segundos antes.―No... no entiendo.
―También estoy un poco sorprendido, señor Brekker.―habló Van Eck.―¿Sin lágrimas? ¿Sin protestas por tu tripulación perdida? Vaya, el Barril te quita tus sentimientos.
―Tengo que ser frío y cauteloso.―dijo Kaz.
―Parece que no eres lo suficiente cauteloso. Al menos no vivirás para lamentar tus errores.
―Dime, Van Eck. ¿Harás penitencia? A Ghezen no le gustan las personas que rompen sus promesas.
Las fosas nasales de Van Eck se ensancharon.―¿Qué le ha dado usted al mundo, señor Brekker? ¿Ha creado riqueza? ¿Prosperidad? No. Usted toma de hombres y mujeres honestos y se sirve solo a usted mismo. Ghezen muestra su favor a los que se lo merecen, a los que construyen ciudades, no a las ratas que devoran sus cimientos. Él me ha bendecido a mí y a mis negocios. Perecerás y yo prosperaré. Esa es la voluntad de Ghezen.
―Solo hay un problema, Van Eck, Necesitarás que Kuwei Yul-Bo lo haga.―le dio un codazo a Stasiaj, quien soltó una carcajada. Si ella reía, es porque ganarían el juego.
―¿Y cómo me lo quitarás? Estás superado en armas y soldados.
―No necesito quitártelo. Nunca lo tuviste. Ese no es Kuwei Yul-Bo.
―Un lamentable peón en el mejor de los casos.
―No soy bueno con los peones, ¿verdad Inej?
―No sigues las reglas.
―¿Stasiaj?
―Nop.
El labio de Van Eck se curvó.―¿Y por qué es eso?
―Porque preferiría hacer trampa.―dijo el chico que no era Kuwei Yul-Bo era un Shu. Van Eck se sobresaltó al oír su voz y Jesper abrió mucho los ojos. El chico tendió la mano hacia Kaz.―Págame, Kaz.
Kaz suspiró.―Odio perder una apuesta. Verás, Van Eck, Wylan me apostó a que no tendrías reparo en acabar con su vida. Llámame sentimental, pero no creí que un padre pudiera ser tan insensible.
Van Eck miró a Kuwei Yul-Bo, o al chico que creía que era Kuwei Yul-Bo. Kaz lo vio luchar con la realidad de la voz de Wylan proveniente de la boca de Kuwei. Jesper parecía igualmente incrédulo. Obtendría su explicación después de que Kaz consiguiera su dinero.
―No es posible.―dijo Van Eck. No debería serlo. Nina era buena en lo que hacía, pero bajo la influencia de la jurda parem, bueno, como dijo una vez Van Eck, las cosas se vuelven posibles aunque no deberían serlo. Una réplica casi perfecta de Kuwei Yul-Bo estaba ante ellos, pero tenía la voz de Wylan, sus gestos, y miedo y dolor en sus ojos, aunque Kaz también podía ver coraje en ellos.
Después de la batalla en el puerto de Djerholm, el chico se había acercado a Kaz para advertirle que él no podía ser utilizado como rehén contra su padre. Wylan tenía la cara roja y apenas era capaz de pronunciar la palabra "aflicción". Kaz se encogió de hombros. Algunos hombres eran poetas. Algunos eran agricultores. Algunos eran comerciantes ricos.
Wylan podía dibujar a una elevación perfecta. Había hecho un taladro que podía atravesar el cristal, partes de una puerta y sacar piezas de una joyería. ¿Y qué si no sabía leer?
Kaz había esperado a que el chico se resistiera a la idea de que Nina lo hiciera parecer a Kuwei. Una transformación tan extrema estaba más allá del poder de cualquier Grisha que no usara jurda parem.―Puede ser permanente. Le había advertido Kaz.
A Wylan no le había importado.―Necesito saberlo. De una vez por todas, necesito saber lo que mi padre realmente piensa de mi.
Y ahora lo hacía.
Van Eck miró a Wylan con los ojos muy abiertos, buscando alguna señal de las facciones de su hijo.―No puede ser.
Wylan caminó hacia Kaz.―Quizás puedas rezarle a Ghezen para que te ayude a comprender, padre.
Wylan era un poco más alto que Kuwei, su rostro era un poco más redondo. Pero Kaz los había visto uno al lado del otro, y el parecido era impresionante. El trabajo de Nina, realizado en el barco antes de que los efectos de la jurda parem decayera, fue casi perfecto.
La furia azotó las facciones de Van Eck.―Inútil.―siseó hacia Wylan.―Sabía que eras un tonto, pero ¿un traidor también?
―Un tonto habría estado esperando ser hecho añicos en ese barco. Y cuanto a traidor... bueno, me has llamado peor en los últimos minutos.
―Solo piensa.―Kaz le dijo a Van Eck.―¿Y si el verdadero Kuwei Yul-Bo hubiera estado en el barco que acabas de destruir?
La voz de Van Eck era tranquila, pero un rubor de ira había subido a su rostro.―¿Dónde está Kuwei Yul-Bo?
―Déjanos salir de esta isla a salvo con nuestro pago y con mucho gusto de lo diré.
―No tienes forma de salir de esto, Brekker. Tu pequeña tripulación no es rival para mis Squallers.
Kaz se encogió de hombros.―Mátanos y nunca encontrarás a Kuwei.
Van Eck pareció considerarlo. Luego dio un paso hacia atrás.―¡Guardias!―gritó.―¡Maten a todos menos a Brekker!
Kaz supo en ese instante que había cometido un error. Todos lo sabían. Debería haber confiado en su tripulación. Sus ojos debieron haber permanecido enfocados en Van Eck. En cambio, en ese momento de amenaza, cuando debería haber pensado en la pelea, miró a Stasiaj por un momento.
Y Van Eck se dio cuenta de eso. Hizo sonar su silbato.―¡Dejen a los demás y vayan por la chica y el dinero!
Mantente firme, decía el instinto de Kaz. Van Eck tiene el dinero. Él es la clave. Stasiaj puede protegerse a sí misma. Ella es un peón, no el premio... Pero él ya estaba girando, corriendo para llegar a ella mientras el Grisha atacaba.
Los hacedores de mareas la alcanzaron primero, pero Stasiaj sacó dos dagas de su cabello, empujándolos lejos mientras el Squaller daba pasos rápido hacia Jesper, Matthias e Inej. quienes sacaban sus propias armas.
La Serpiente del Barril n o iba a caer sin luchar y si tenía que morder con sus colmillos, lo haría. Ella le había dicho eso, pero poco calmó el miedo en el corazón de Kaz.
Kaz captó un movimiento por el rabillo del ojo: el Squaller ahora se precipitaba hacia Inej y Stasiaj.
―¡Jesper!―gritó.
Jesper disparó y el Squaller cayó al suelo. El siguiente Squaller fue más inteligente. Entró deslizándose sobre las ruinas. Jesper y Matthias abrieron fuego contra el, pero tenían que mirar al sol para disparar, pero ni siquiera Jesper podía apuntar a ciegas. Stasiaj pateó las piernas de Inej y ambas cayeron a la arena cuando el Squaller se lanzó sobre ellas.
Pero solo podía llevar a una, y en su prisa de por atrapar a una chica, eligió a Inej y no a Stasiaj, quien solo se puso de pie y empuñó su daga en lo alto.
Quédate quieta. Insistió Kaz a Inej en silencio, con su arma desenfundada. Pero no lo hizo. Su cuerpo dio vueltas y cortó. El grito que dio el Squaller fue distante. La soltó. Inej cayó al suelo en picada mientras un tercer Squaller se avanzó hacia Stasiaj y Kaz se congeló. No sabía si correr hacia la chica por la que se preocupaba mucho o su una sus amigas más cercanas.
En el último momento, la Serpiente se giró y pateó, disparando una daga al Squaller que se aproximaba a ella, logrando darle en la cabeza.
Otro Squaller logró llegar a Inej, agarrándola y dándole un golpe en el cráneo que la dejó inconsciente.
―¡No!―Kaz se volvió al oír el grito de Stasiaj y vio que Matthias y Jesper estaban a su lado.―¡Quítate de encima! ¡Inej!
―¡Derríbalo!―rugió Matthias a Jesper.
―¡No!―gritó Kaz.―¡Si disparas ella también caerá!
El Squaller se subió al bote con Inej en sus brazos.
No podían hacer nada más que quedarse allí como tontos. Los guardias de Van Eck y los Grishas se acercaron, tomando el baúl. La venganza por Jordie, todo por lo que Kaz había trabajado, se estaba yendo de sus manos.
―Tienes una semana para traerme al verdadero Kuwei.―gritó Van Eck.―O escucharán los gritos de esa chica todo el camino de regreso a Fjerda. Y si eso aún no te conmueve, te haré el delincuente más valioso del mundo. Cada pandilla, gobierno, contrabandista y espía te perseguirán a ti y a tus Cuervos. No tendrás dónde esconderte.
―Kaz, puedo disparar.―Jesper dijo, con el rifle en su hombro.―Van Eck todavía está dentro alcance.
―No.―contestó Kaz.―Déjalos ir. Perderíamos todos.
El mar estaba plano, no soplaba brisa, pero los Squaller restantes de Van Eck llenaron las velas del barco con un viento fuerte.
Kaz observó cómo el barco cruzaba el agua hacia Ketterdam, hacia un lugar seguro, hacia una fortaleza construida sobre la impecable reputación de comerciante de Van Eck.
Matthias gimió, soltando a Stasiaj que escupía veneno por los ojos mientra arrancaba sus dagas de la cabeza de los hacedores de marea. Su cuerpo temblaba de ira.
Jesper bajó lentamente su rifle.
―Van Eck enviará soldados y Grishas a buscar a Kuwei.―dijo Matthias.
―No lo encontrará. O a Nina.―no los encontraría en ninguna parte del Barril. En ninguna pare de Ketterdam. La noche anterior, Kaz le había ordenado a Spechy que se llevara a Kuwei y Nina del Ferolind en un segundo barco, el que había dicho que estaban reparando.
Estaban escondidos, a salvo en las jaulas abandonadas debajo de la antigua prisión en Hell Gate. Kaz había hecho algunas averiguaciones cuando visitó el puerto para ponerse en contacto con Van Eck. Después del desastre del Hellshow, las jaulas se inundaron para purgarlas de bestias y cuerpos; habían estado vacías desde entonces. Matthias había odiado la idea de dejar que Nina fuera a cualquier parte sin él, especialmente en su estado, pero Kaz lo había convencido de que había que mantenerla a salvo a ella y a Kuwei, y que dejarla a bordo del Ferolind los dejaría expuestos.
Jesper y Matthias se habían vuelto hacía Wylan, mientras Kaz miraba a Stasiaj, que parecía un ángel asesino bajo la luz del sol.
―Serpiente...―la chica escupió sangre hacia un lado y luego se pasó el dorso de la mano para quitarse los restos mientras se volvía lentamente hacia él.
―Arruiné un vestido perfectamente bueno y perdí a un amigo, Brekker.―gruñó y Kaz se quedó en silencio ante sus duras palabras.―Y tuve que matar.
―Serpiente...
―Ni una palabra tuya antes de que tome mi decisión sobre si te voy a romper la otra pierna o no.―gruñó ella, con el dolor de sus ojos mientras las dagas manchadas de sangre en sus manos.
―Gracias por salvarme.―murmuró, antes darse la vuelta y decidir que era mejor no decir nada más para que ella decidiera no cumplir con su amenaza.
―... todos menos yo.―Kaz se concentró en la otra conversación, mirando a su francotirador con atención.
―Pregúntame porqué, Jesper.―habló Kaz, su paciencia había llegado a su fin.
Jesper se movió inquieto sobre sus pies.―¿Por qué?
―Tú fuiste quién nos vendió a Pekka Rollins.―apuntó a Jesper con un dedo acusador.―Tú eres la razón por la que nos emboscaron cuando intentamos salir de Ketterdam. Casi nos matas a todos.
―No le dije nada a Pekka Rollins. Yo nunca――
―Le dijiste a uno de los Dime Lions que ibas a Kerch y que estarías ganando mucho dinero, ¿no?
Jesper tragó.―Tuve que hacerlo. Ellos dependían de mí. La granja de mi padre...
―Te dije que no le dijeras a nadie que te ibas del país. Te advertí que mantuvieras la boca cerrada.
―¡No tenía elección! Me encerraste en el Club de los Cuervos antes de que nos fuéramos. Si me hubieras...
Kaz se volvió hacia él.―¿Si te hubiera dejado qué? ¿Jugar algunas manos de Three Man Bramble? ¿Profundizarte más con cada jefe en el Barril para extender tu crédito? Le dijiste a un miembro de los Pekka que estabas a punto de irte.
―No sabía que era un Pekka. O que Pekka sabía sobre el jurda parem. Solo estaba tratando de ganar algo de tiempo.
―Santos, Jesper, realmente no has aprendido nada estando en los Cuervos, ¿verdad? Sigues siendo el mismo granjero tonto que bajó del barco.
Jesper se abalanzó sobre él y Kaz sintió una ola de ira llenarlo. Finalmente, una pelea que podía ganar. Pero Matthias se interpuso entre ellos, empujándolos hacia atrás con sus enormes manos.―Paren. Detengan esto.
―Matthias tiene razón.―habló Wylan.―Tenemos que pensar en lo que viene.
―Nada viene.―gruñó Kaz. Van Eck se encargaría de eso. No podían volver al Slat ni conseguir ayuda de Per Haskell y los otros cuervos. Van Eck estaría mirando, esperando para atacarlos. Convertiría el Barril, el hogar de Kaz, su pequeño reino, en un territorio hostil.
―Jesper cometió un error.―Wylan continuó.―Un error estúpido, pero no tenía la intención de traicionar a nadie.
―¿No tienen suerte de conocerme, muchachos?―habló Stasiaj, mirándolos con una ceja arqueada. La ira y la decepción eran claras en su rostro.―Ahora, pongámonos nuestros pantalones de niño grande y dejen de pelearse como animales salvajes. Hagan algún tipo de plan básico para recuperar a Inej antes que decida que los odio a todos y continúe rompiendo mi regla de no matar a mis socios y personas que me agradan y encuentro útiles, ¿de acuerdo?
Todos hicieron ruidos evasivos y Stasiaj volvió a enarcar una ceja.
―Si.―todos corearon y ella asintió.
―Genial.―dijo ella y Kaz le envió una mirada que obviamente ignoró.―Cuando Specht venga a recogernos, regresaremos a mi casa. Van Eck no parece saber quién soy, o no habría sido tan tonto como para intentar eso.
Todos asintieron con la cabeza antes de esparcirse en la pequeña isla, tratando de calmar la ira que sentían en sus sistemas. Stasiaj siguió a Kaz, dejándose caer a si lado mientras sacaba algunas de las dagas de su cabello y las dejaba en el suelo. Sus colmillos y el bastón de Kaz. La Serpiente y el Bastardo.
―Estás pensando.
―Tengo una especie de plan.―respondió Kaz y Stasiaj asintió.
―Bien.―respondió ella, antes de mirar a Jesper, que se había acercado.
―Tienes una cara intrigante.―murmuró Jesper.
―Definitivamente.―Wylan estuvo de acuerdo.
Matthias se cruzó de brazos.―¿Buscas algo en tu bolsa de trucos, demjin?
Kaz flexionó los dedos en sus guantes. ¿Cómo se sobrevivía al Barril después de que te quitaban todo? Encontraban una manera de hacer algo de la nada.
―Voy a inventar un nuevo truco.―dijo Kaz.―Uno que Van Eck nunca olvidará. Pero necesitaré la tripulación adecuada.
Wylan se puso de pie.―Para los Espectros.
Jesper lo siguió, sin mirar a Kaz a los ojos aún.―Por Inej.―dijo en voz baja.
Matthias asintió bruscamente y Kaz se volvió hacia Stasiaj, que seguía mirando Ketterdam. Él arqueó una ceja mientras ella se volvía para mirarlo antes de asentir.
―Por un amigo.
VOTEN—COMENTEN :-)
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