xl. chocolate caliente

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CAPÍTULO CUARENTA
CHOCOLATE CALIENTE.
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STASIAJ YAHONTOV Y DISCULPAS ERAN DOS PALABRAS que no se usaban comúnmente en la misma oración. Ella era la Serpiente de Ketterdam y rara vez sentía la necesidad de decirla a alguien que lamentaba lo que había hecho y nadie se había disculpado con ella por algo que le hubieran hecho. De hecho, hasta donde sabía, Stasiaj solo había recibido disculpas de dos personas (sin incluir a sus víboras); Nikolai y Kaz.

Siendo este el caso, cuando Kaz Brekker le dijo a Stasiaj "lo siento" ella luchó por averiguar cómo se suponía que debía reaccionar y si se suponía que debía estar molesta más de los cuatro días que lo había ignorado a él y a los otros Cuervos. El concepto de que alguien se arrepintiera de lo que le habían hecho era tan absurdo que Stasiaj sintió la necesidad de llorar.

A alguien realmente le importaba que la hubieran lastimado y en ese momento, todo lo que Stasiaj quería hacer era abrazar al hombre frente a ella por haberse disculpado. Kaz notó que se había detenido en la puerta, Malkus prácticamente se quedó dormido junto a su cadera, y sus ojos se suavizaron.

Podía ver en sus ojos el valor que su disculpa significaba para ella, y aunque ambos sabían que todavía había mucho de qué hablar en términos de su relación, se permitieron dejarlo de lado y volver a ser Kaz Brekker y Stasiaj Yahontov, sin los problemas del Manos Sucias y la Serpiente.

―Puedes ponerlo allí.―murmuró Kaz, mientras Stasiaj salía de sus pensamientos y se inclinaba para levantar a Malkus, que se había quedado dormido contra su pierna.―No estaré allí esta noche.

―Gracias.―respondió ella, pasando junto a él y entrando en el pequeño dormitorio mientras el aroma a tabaco y el smog la envolvía, junto con un toque de vainilla. Luchó contra una sonrisa, descubriendo que incluso si no era la más agradables de las mezclas, era el aroma de Kaz. Estaba en casa.

La cama estaba revuelta, pero aún así Stasiaj dejó al niño sobre ella, le quitó los zapatos y la chaqueta, lo metió debajo de las sábanas y dejó sus colmillos en la mesita de noche. Inmediatamente, se cubrió con las mantas, solo la parte superior sus rizos era visible sobre el edredón. Stasiaj sonrió, presionando un beso en la cabeza del chico y negó con la cabeza.

Supuso que solo que ella tenía la culpa de que Malkus le mintiera y se escabullera hacia Kaz para que el par hablara. Ella le había enseñado todas esas habilidades y solo era cuestión de tiempo de que él las usara en su contra.

―Gracias.―Stasiaj volvió a murmuras, siguiendo a Kaz a la cocina. No podía decir si ella le estaba agradeciendo por la disculpa o por darle a Malkus un lugar para dormir.―¿Esa era tu habitación?

―Si.

―¿No quieres dormir?―ella preguntó y Kaz la miró con una ceja enarcada.―No dormir no es bueno para la salud.

―Tú no eres quién para hablar.―respondió en voz baja, el par trataba de no levantar la voz y despertar a los demás.―Tu horario de sueño es casi tan malo como el mío.

―Estoy trabajando en eso.―contestó y Kaz tarareó, alcanzando el café, antes de tropezar cuando Stasiaj pateó su bastón.―Es por eso que no puedes dormir.

―Stasiaj, déjame tomar mi café.―dijo y la chica le sacó la lengua. Kaz vio el mismo brillo en sus ojos que había visto en los de Malkus.―Te lo estoy pidiendo amablemente.

―No.―contestó y él arqueó una ceja, pero Stasiaj no se vio afectada por eso.―No puedes dormir porque estás tomando café, así que te prepararé una taza de chocolate caliente para que no luzcas como la muerte.

―Siempre luzco como la muerte.

―En realidad, la muerte se ve más saludable. Créelo de alguien que la ha visto.―Stasiaj le guiñó un ojo mientras Kaz se tomaba un momento para reflexionar sobre sus palabras, antes de negar con la cabeza.―Ahora, te prepararé un chocolate caliente.

―No, gracias.

―¿Por qué?―ella preguntó y Kaz se encogió de hombros, mientras Stasiaj continuaba sacando las cosas que necesitaba.―Eso es lo que pensé.

―¿Alguien te ha dicho alguna vez que eres molestamente terca?

―Tú, en unas cinco ocasiones distintas.―respondió Stasiaj, antes de sonreírle.―Es uno de mis encantos.

―No, tus bromas sarcásticas son uno de tus encantos, no tu terquedad.

―Sabía que te gustaba mi coqueteo.―Kaz rodó los ojos y ella sonrió otra vez, esperando a que la leche se calentara en una olla.―Pero bueno, si te hace sentir mejor, creo que tu terquedad es entrañable.

―¿Si?―Stasiaj asintió y Kaz arqueó una ceja.

―Si, me da la oportunidad de amenazarte con golpearte con tu bastón, así que es mi cosa favorita.―rió en voz baja ante su inexpresiva expresión, antes de verter la leche en dos tazas y girar una cuchara en ambas asegurarse de que todo el chocolate estuviera disuelto.―Aquí tienes.

―Deberíamos sentarnos en la mesa para repasar los planos.―murmuró Kaz, levantando la taza y caminando hacia la mesa, a cojera apenas le estorbaba. Stasiaj asintió, aunque la posibilidad de que ella discutiera planes mientras bebía chocolate caliente era poca o casi nula. Su cerebro estaba demasiado cansado para procesarlo y demasiado lleno de Kaz para que ella prestara atención.

El par se sentó en la mesa del comedor, donde habían discutido cuatro días antes; ambos disfrutaban del silencio que los rodeaba. Kaz apoyó su bastón contra la mesa, antes de desabrocharse los guantes y quitárselos lentamente, provocando que Stasiaj sonriera al ver sus manos. No quería nada más que inclinarse y sostenerlas, pero sabía que eso le causaría dolor. En cambio hizo todo lo posible por cambiar de tema para evitar distraerse.

―Entonces, ¿el plan ha salido bien?―ella preguntó, soplando el chocolate caliente, sin atreverse a beber aún por temor a quemarse la lengua.

―Todos conocen sus roles y solo tenemos esperar a que tu hermano y el Grisha salgan adelante.

―Lo harán.―respondió Stasiaj.―¿Puedo conocer el plan?

―Absolutamente no.―las palabras de Kaz podrían haber sido duras, pero Stasiaj captó la diversión en sus ojos. Estaba feliz de que ella estuviera de regreso, a pesar de que no había dicho nada al respecto.―Ya sabes demasiado.

―Soy la Serpiente, ¿qué puedo decir?―ella rió, antes de que los dos volvieran a quedarse en silencio.―¿Qué vas a hacer con Pekka Rollins?

―Trataré de obtener algún tipo de información de él.―contestó y Stasiaj arrugó la nariz, preguntándose si eso iba a funcionar.―¿Sabes sobre su hijo?

―¿El que tiene en una casa de campo fuera de la ciudad?―Kaz asintió.―Si. ¿Vas a usar eso?

―Creo que si.

―Brutal y eficaz.―Stasiaj le lanzó una sonrisa, una que tenía especialmente reservada para él.―¿Qué le dirás?

―Que lo enterré vivo. Debería mantenerlo ocupado durante algunas horas.―murmuró Kaz mientras Stasiaj asentía.―¿Vas a sermonearme acerca de que eso es demasiado bárbaro?

―En realidad, no está enterrado, así que no veo ningún problema.―Stasiaj respondió sonriéndole de nuevo mientras se lamía el bigote de chocolate de su labio superior. Kaz la vio hacer eso y rodó los ojos.―Pero, sigo pensando que deberías enterrar vivo a Pekka Rollins o ponerlo en un bote que se hunda.

―No, quiero verlo sufrir. Stasiaj, te perdiste de un poco.―Kaz comentó, para luego señalar un lugar cerca de sus labios en donde aún quedaba chocolate. La chica frunció el ceño, antes de limpiarlo y hacerle un gesto para que continuara.―Malkus dijo que podrías volver a Ravka.

―Malkus escuchó una parte de la conversación, no toda.―Stasiaj observó a Kaz con atención.―Dije que no.

―¿Por qué?

―No voy a dejar las víboras y todavía me tienes que conseguir esa serpiente.

―Si conseguirte la serpiente significa que no te irás, entonces estás esperándola por mucho rato.―Kaz le dirigió una mirada un poco más cálida, sus mejillas estaban sonrosadas por el calor del chocolate caliente y la mirada de Stasiaj. Bostezó un poco después, lo que hizo que la rubia siguiera su ejemplo.

―Te dije que te ayudaría a dormir.―murmuró Stasiaj, antes de levantarse y estirarse.―Llevaré a Malkus de regreso a la Guarida para que recuperes tu cama. Solo dime para qué me necesitas para el plan y estaré allí.

―Te quiero a mi lado.―Kaz la siguió. Stasiaj no quería nada más que tomar sus manos, pero temía la reacción que provocaría en él.―Arriba en el escenario con Matthias y Kuwei.

―Kaz Brekker.―Stasiaj se detuvo, volviéndose hacia él mientras lo miraba. Había poca distancia entre ellos y Kaz no podía decidir en si dar un paso atrás para controlar su temblor o permanecer cerca de ella y disfrutar del calor que rodeaba su piel.―¿Me estás invitando a un asiento de primera fila en donde Jan Van Eck será despojado de su título en el Consejo de Comerciantes?

―Pienso en ellos como un regalo de disculpas.―contestó.―Con suerte, eso compensa las cosas.

―Podría besarte ahora mismo, pero sé que odias el tacto, así que me lo estoy imaginado.―ella dijo y Kaz se sonrojó.

―¿Lo estás imaginando?

―Hey, a menudo me imagino que me besas.―sonrió, acercándose un poco más, pero aún sin tocarlo, se inclinó hacia su oreja.―Entre otras cosas.

Ella se alejó, guiñándole un ojo, antes de regresar a su habitación mientras Kaz se atragantaba con el aire en su garganta y se volvía a ruborizar.

―Tú, princesa, vas a ser mi muerte.―él dijo y ella rió; era la misma risa que derretía el corazón de Kaz y encendía una pequeña chispa de felicidad en el fondo de su alma. Malkus todavía estaba profundamente dormido en la cama, luciendo diminuto entre las almohadas y Kaz se detuvo por un segundo mientras una idea se formaba en su cabeza.―¿Por qué no te quedas aquí?

―¿Qué?―Stasiaj se dio la vuelta para ver su rostro intrigante.

―Quédate aquí.―Kaz dijo, apresurándose para que ella no rechazara sus palabras.―Malkus ya está dormido y sería una caminata demasiado larga hacia la Guarida, así que quédate aquí.

―Lo haría, pero estoy en un vestido que es demasiado incómodo para dormir y tú necesitas una cama de verdad para dormir.

―Dormiré en el sillón.―respondió Kaz, antes de volverse hacia el armario por un segundo y sacar una de sus camisas blancas.―Esto te servirá.

―Si quieres que me quede.―murmuró Stasiaj, tomando su camisa en las manos.―Me quedaré por ti.

―Es de sentido común.―asintió, rodando los ojos, sin reconocer que él la quería allí. La rubia comenzó a quitarse los zapatos.

―¿Vas a quedarte ahí para verme desnudarme o te darás la vuelta?―preguntó Stasiaj, mirándolo. Kaz hizo una pausa, un poco nervioso.―Kaz, no sabía que ya estábamos en esa etapa de la relación.

Él la miró burlonamente antes de escapar al baño. Stasiaj tiró de las cintas de su vestido y se lo quitó. La camisa olía a él, y Stasiaj sonrió abrochando los botones de la camisa, que caía más allá de sus muslos. Sabía que era un poco inapropiado estar apenas vestida con un hombre con el que no estaba casada, pero a Stasiaj no le importaba. No era como si algo fuera a pasar.

Cuando Kaz regresó del baño, su cabello estaba ligeramente húmedo al igual que sus manos que secaba en su ropa. Stasiaj le lanzó una mirada, admirándolo, antes de darle la espalda tímidamente.

―¿Puedes sacar el colmillo de mi cabello?―preguntó y Kaz arqueó una ceja, todavía luchando contra el sonrojo de verla en su camisa.

―¿Cómo le haces para que queden atrapadas?―susurró, de pie detrás de la chica. Respiró hondo, se obligó a que el temblor de sus manos se redujera hasta que logró sacar la daga de su cabello. Stasiaj se había quedado en silencio ―lo que era una rareza―, mientras permitía que Kaz se concentrara en el sonido de su respiración, el calor de su piel y su cabello pasando a través de sus dedos.―Ya casi lo saco.

―Gracias.―su voz fue apenas un susurro, mientras Kaz tomaba el colmillo y tiraba de él lejos de su cabello y deshaciendo la trenza, permitiendo que los mechones dorados cayeran sobre sus hombros. Él colocó su colmillo sobre su mano, antes de alejarse de maña gana y dejarse caer sobre el sillón. No podía permanecer tan cerca de ella sin que aumentara la tensión.

Stasiaj esbozó una sonrisa antes de subirse a su cama y rodear con un brazo a Malkus, quién se acurrucó a su lado por instinto.

―Buenas noches, Hombre Cuervo.―Kaz sonrió ante el apodo, recostándose en el sillón y pensando en cómo deseaba poder besarla.

―Buenas noches, Serpiente.―Stasiaj sonrió, su mente finalmente encontró algo de paz mientras estaba rodeada de aquellos que más le importaban, incluso si también deseaba que Kaz pudiera estar abrazándola.

Pero ambos sabían que aún no estaban en esa etapa.


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