xix. la guarida

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CAPÍTULO DIECINUEVE
LA GUARIDA.
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SI HABÍA UN ELEMENTO MATERIAL DEL QUE STASIAJ YAHONTOV estaba más orgullosa, era su hogar. Su casa en las afueras de Barril, con múltiples dormitorios, un gran sótano y un área inferior para sus víboras y múltiples salidas y entradas por razones como esta...

Puede que no la haya obtenido de forma legal, pero era su hogar. Su guarida y ella la amaba casi tanto como sus víboras.

―¿No te preocupa que nos encuentren?―Jesper susurró, los cuatro chicos, Nina y el verdadero Kuwei corrían detrás de Stasiaj por las calles de Ketterdam. La chica lo hizo callar, antes de silbar en voz baja y esperar. Le tomó un momento antes de que un niño pequeño apareciera frente a ella.

Stasiaj sonrió al ver una de sus víboras, una niña llamada Ophelia a quién Stasiaj había encontrado meses antes vagando por las calles y llamando a su madre. Su madre nunca apareció, por lo que Stasiaj la había acogido y ahora Ophelia era una de sus vigías en la Guarida.

―Cariño, llévalos a través de la entrada sur. Tú lo conoces.―dijo y la chica asintió, antes de que Stasiaj se volviera hacia los Cuervos.―Síganla. Ella los acogerá.

Stasiaj no esperó respuesta, aunque sus ojos se detuvieron en Kaz por un momento más de lo que le habría gustado. Dándose la vuelta rápidamente, la chica se alejó del grupo y se dirigió a la entrada principal de su casa, abriendo la puerta y entrando.

El pasillo de entrada todavía estaba bañado por un cálido resplandor, como lo había dejado Stasiaj, quién arrojó su capa al pie de la escalera y se apresuró a bajar al sótano.

Los Cuervos ya estaban dentro de su sótano cuando bajo las escaleras, observando el dormitorio en busca de sus víboras con asombro.

―¿Quién vive aquí?―Wylan preguntó, con los ojos muy abiertos al ver juguetes de niños junto a las almohadas, ropa tirada en los extremos de las camas y libros abandonados en el suelo. Los dibujos hechos por los niños estaban sobre las paredes, junto con fotos raras de momentos especiales. Stasiaj sonrió al ver una foto de ella e Ivarn en un carnaval cuando ella tenía quince años y él diez.

―Mis víboras.―respondió Stasiaj, antes de volverse hacia Ophelia.―Buena chica. Diles a Ivarn y Celia que deseo hablar con ellos, ¿quieres? Deben estar por el área del Quinto Puerto.

―Si, señorita Stasiaj.―la niña contestó antes de dirigirse hacia la salida norte y correr hacia los túneles de alcantarillado. A partir de ahí, ella aparecería en uno de los callejones de la calle principal y la niña podría serpentear hasta llegar al quinto puerto, donde los niños mayores escuchaban la información de las personas que bajaban de los barcos.

―¿Esas son tus víboras?―preguntó Matthias, con los ojos muy abiertos por la decepción.―¡Son niños!

―Nadie espera a que un niño esté escuchando.―Stasiaj se encogió de hombros.―Vengan, hay comida en la cocina. Podemos sentarnos y discutir lo que vamos a hacer. Tengo camas arriba disponibles.

―Serpiente, la gente se enterará de que nos estás ayudando y vendrán por este lugar.―habló Kaz, guiando a los demás a la escalera detrás de la chica.―Lo quemaran hasta los cimientos si creen que estamos aquí.

―Eso sería un problema, Bastardo.―Kaz casi se estremeció ante la palabra, no le gustaba cuando salía de la boca de Stasiaj.―Si tan solo alguien supiera en dónde está este lugar.

―Serpiente, vine aquí a hacer negocios contigo.―respondió, mientras llegaban al vestíbulo. Stasiaj abrió la puerta de la cocina.―Usas este lugar para realizar negocios.

―Matthias, Wylan, Jesper, lleven la comida por esa puerta.―ordenó Stasiaj, señalando ollas, platos y cubiertos que estaban sobre la mesa de madera de la cocina.―Nina, cariño, ve y siéntate, los chicos traerán la comida.

Stasiaj tocó brevemente la mejilla de la chica, antes de volverse, a excepto que el bastón de Kaz la detuvo.

―Tuvimos un incidente como este antes, Bastardo, y no resultó bien si mi memoria no me falla.―le recordó Stasiaj, observándolo con ojos oscuros. Kaz suspiró antes de lanzarle una mirada, no quería enojarla más.

―Serpiente, no quiero ponerte a ti y a tus víboras en peligro.―respondió Kaz, mirándola mientras Stasiaj resoplaba.

―La única persona con la que llevé a cabo negocios aquí, fuiste tú.―dijo y Kaz arqueó una ceja, mientras Stasiaj se encogió de hombros. Su guardia bajaba ligeramente mientras evitaba los ojos.―Tienes aversión al tacto y algo de decencia y respeto. No había ninguna posibilidad de que te aprovecharas de mí aquí.

Kaz dejó caer el bastón que le impedía alejarse, apoyándose en él mientras la miraba con preocupación clara en los ojos, aunque no en su expresión. Stasiaj vio su mirada y se encogió de hombros.

―Soy una mujer, Kaz.―murmuró en voz baja.―Tenemos la paranoia incrustada en nosotras desde una edad temprana, especialmente cuando se trata de hombres que se enojan cuando no se salen con la suya. Pregúntale a cualquier mujer. Y por eso que necesitamos recuperar a Inej. Van Eck es un anciano y las posibilidades de que Inej le de información son pocas o nulas. No me atrevo a pensar en lo que podría hacer cuando ella demuestre que no cooperará.

Ella pasó junto a él, teniendo cuidado de no dejar que sus hombros chocaran mientras seguía a los demás hasta el comedor, dejando a Kaz con sus pensamientos. Jesper estaba repartiendo cuencos de estofado; todos babearon por el olor a comida y Stasiaj escuchó su estómago rugir.

―Un gran tazón para mi, Jes.―Stasiaj dijo, aceptando el dinero de su pequeña apuesta y el tazón que le entregaban mientras se desplomaba en la silla en la cabecera de la mesa y se quitaba los zapatos. Kaz entró momentos después, sentándose a su derecha y aceptando la comida que Jesper le pasó.

La habitación se quedó en silencio mientras todos comenzaban a comer.

―Esto es celestial.―Nina dijo, alcanzando otro cuenco de comida mientras Stasiaj hacía lo mismo.―Mis felicitaciones al chef.

Kuwei le dijo algo en shu.

―Kuwei dice que esta es la mejor comida que ha comida desde que fue capturado.―sonrió Stasiaj, antes de que todos se congelaran al oír el sonido de una puerta abriéndose. Jesper apuntó con un arma a la puerta, antes de que una voz hiciera que Stasiaj se relajara.

―¿Señorita Stasiaj?

―¡Aquí, Ivarn!―Stasiaj respondió, limpiándose la boca mientras sus dos víboras mayores entraban en la habitación.―Ya conocen a los Cuervos.

―Si.―respondió Celia.―Ophelia dijo que nos necesitaba.

―Quiero que controlen el territorio de Van Eck, quien entra, quien sale, a qué hora cambian los guardias. Pero permanezcan fuera de la vista mientras él tenga a Grishas con él.―dijo y el par asintió.―Además, todos los establecimientos del Hombre Cuervo deben ser vigilados, Rollins también.

―Entendido.―Celia asintió, desapareciendo de la habitación mientras Stasiaj se volvía hacia Ivarn.

―Quiero que todas las víboras vuelvan a informar cada dos horas, para que sepamos que todos están contabilizados.―ordenó Stasiaj.―No vamos a dejar que nadie se pierda. Envía a todos los que no están ayudando con esto de regreso a casa para monitorear a los que están alrededor del estudio.

―Si, señorita Stasiaj.―respondió Ivarn.

―Oh, Ivarn.―el chico se dio la vuelta.―Asegúrate de que todos tengan sus colmillos. Las calles están a punto de ensangrentarse y no quiero a mis víboras como víctimas.

―Por supuesto.―salió a toda velocidad de la habitación mientras Kaz se volvía hacia ella.

―¿Hay gente vigilando mis establecimientos?―enarcó una ceja mientras Stasiaj le sonreía.

―Por favor, Hombre Cuervo.―Stasiaj rodó los ojos.―Tengo gente observando a cada persona en el Barril, y a veces si son particularmente especiales, tienen una pequeña sombra. ¿No es así, Malkus?

―Si, señorita Stasiaj.―los cuervos se dieron vuelta para ver a un pequeño de cinco en años en la esquina de la habitación, sus ojos brillaban con picardía.

―Conoce a tu sombra, Hombre Cuervo. Eres así de especial para mi.―Stasiaj sonrió y Kaz suspiró mientras la rubia despeinaba el cabello de Malkus.―Ahora, necesito repasar información. Si necesitan algo, pregúntenle a Malkus, Ivarn o Celia. No vayan al sótano, no molesten a mis víboras, manténganse alejados de los guardias y traten de no hacer nada estúpido en mi casa. La quiero en pie, por favor.


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