i. la serpiente de ketterdam

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CAPÍTULO UNO
LA SERPIENTE DE KETTERDAM.
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STASIAJ YAHONTOV ERA MUY CONSCIENTE del terror que causaba. No estaba segura si era por su sonrisa o el sonido de sus tacones, pero cuando entraba a una habitación, todos se quedaban en silencio y se apresuraban a ocultar sus secretos a sus ojos y oídos indiscretos.

No es que importara. Stasiaj se enteraría de todo al final. Siempre lo hacía.

Era un talento que tenía la chica, porque los secretos amaban a Stasiaj tanto como ella adoraba el poder que tenía por eso, los secretos siempre tenían una forma de llegar a sus oídos. La chica no podía evitar ese hecho, podía explotarlo para sus propios beneficios.

Ese era su truco, su tipo de truco. Algunos en el Barril traficaban con asesinos, prostitución o drogas, pero el comercio de Stasiaj era mucho más valioso, porque los secretos tenían el poder de hacer o deshacer la vida de alguien. Cuando conoces los secretos de alguien, se convierten en tus marionetas y tú en el titiritero y eso era lo que ella era.

Stasiaj era simplemente el titiritero, con todo el Barril bajo su control. Un desliz de su lengua bífida y la chica podría derribar empresas criminales, romper incluso al más fuerte jefe de la mafia y ayudar a otros a descubrir los esqueletos que la gente prefería dejar en el armario y le encantaba ese sentimiento.

Amaba el poder, el terror, el respeto que venía con su puesto. Ella era la serpiente de Ketterdam y nadie podía ni siquiera soñar con amenazar su título por miedo a terminar en las calles, en una celda de prisión o en una tumba sin nombre fuera de los límites de la ciudad.

Las calles estarían en silencio antes de que ella renunciara a ese título.

—¿Señorita Stasiaj?—la rubia se miró en el espejo de su tocador y cerró los cajones mientras veía al pequeño pilluelo de la calle entrar en la habitación.—Tengo noticias.

—¿Qué pasa, querido?—la peculiaridad de sus labios pintados habría hecho correr incluso al criminal más empedernido, pero los niños de la calle sabían que era mejor no temerle a sus ojos y su boca.—¿Cuál es la noticia?

—Jan Van Eck está en el Barril.—murmuró el niño, mientras Stasiaj lo levantaba a su regazo. El niño, Malkus, solo tenía cinco años y era uno de los muchos niños de la calle que Stasiaj tenía por la ciudad. Pero a pesar de tener muchos niños a lo largo de la ciudad, recolectando secretos para ella, Malkus siempre había sido su favorito.—Él secuestró al Hombre Cuervo y están hablando de un trabajo.

—¿Qué trabajo es ese?—a Stasiaj le gustaba prestar atención a todo lo que tuviera que ver con el "Hombre Cuervo."

—Un trabajo por el valor de treinta millones de kruges.—el niño dijo, llamando la atención de la chica mientras sus labios pintados se torcían en una sonrisa.—Algo sobre una Corte de Hielo y rescatar a alguien.

—Buen chico.—respondió Stasiaj, colocando al niño de nuevo en el suelo y entregándole un dulce que sacó de uno de los cajones.—Vete y come tu comida.

—Si, señorita Stasiaj.—el niño dijo y ella sonrió de nuevo, está vez, de forma más amable mientras empujaba al niño hacia la puerta y se volvía a uno de sus guardias.

—El hombre Cuervo vendrá a hacerme una visita pronto. Déjalo entrar.

—Si, señora.—el hombre respondió y ella cerró la puerta de su habitación, sacando los pasadores de su cabello mientras sonreía al baño que la esperaba en una esquina, para relajar sus músculos después de un día tenso.

El "Hombre Cuervo", cuyo nombre real era Kaz Brekker, y ambos tenían una historia tensa. La única razón por la que se mantenían civilizadores era porque Stasiaj tenía información sobre él que estaba lista para ser distribuida en cualquier momento.

Stasiaj corrió las cortinas y llamó a sus sirvientas para que la ayudaran a quitarse el vestido, antes de hundirse en la bañera de porcelana de la habitación adyacente a su dormitorio.

El agua mezclada con lavanda llenaba la habitación con un vapor perfumado que permitió a la chica relajarse, sus músculos se relajaron lentamente. A pesar de su amor por su trabajo, Stasiaj descubrió que mantener secretos sobre muchas personas a menudo se volvía tedioso y agotador. No era fácil amenazar y chantajear a otros, a pesar de la opinión popular de aquellos que ella controlaba.

Sus ojos se cerraron mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y dejaba que el agua caliente corriera por su cabello, desenredando sus mechones rubios y limpiándolo de la suciedad. Brevemente, escuchó que se abría la puerta y sonrió para sí misma.

Ella tenía razón. El hombre Cuervo había venido a visitarla.

—Serpiente, sal de donde te escondes.—la voz de Kaz Brekker sonó tan ronca como siempre, y Stasiaj sonrió con satisfacción ante sus palabras. Seguía siendo tan impaciente como la última vez que se vieron.

—No me estoy escondiendo, bastardo. Estoy aquí.—dijo y segundos después, escuchó el ruido de sus pies y el golpe de su bastón entrando a la habitación. Stasiaj abrió un ojo con pereza, observando al chico tratando de desviar la mirada.—Buenas noches, Hombre Cuervo.

—Ponte algo de ropa.—él dijo y la chica rió, saliendo del baño tan desnuda como el día que nació, antes de agarrar una bata del costado y ponérsela. Años de crecer en la calle la habían despojado de la vergüenza que sentía por mostrar su piel, pero parecía que Kaz Brekker todavía tenía cierto nivel de dignidad en él.

—Es mi casa, Brekker, puedo hacer lo que quiera.—sonrió Stasiaj, pasando junto al líder de los Cuervos y saliendo a su habitación principal. Se sentó frente al tocador mientras comenzaba a secarse los mechones de su cabello, sin perder de vista al hombre desde el espejo.

¿Cómo es que no estaba a punto de hervir? Kaz vestía un traje de tres piezas, un abrigo de lana y sus típicos guantes de cuero, pero no tenía ni una gota de sudor en la frente.

—¿Qué puedo hacer por ti, Hombre Cuervo?

—¿Por qué no me lo dices? Tú eres la Serpiente.—respondió, mientras sonreía.

—¿Se trata de Big Bolliger o de tu atraco imposible?—comentó y Kaz se tensó ligeramente ante su segunda opción, lo que hizo que Stasiaj asintiera.—Es lo segundo, entonces. ¿Qué es lo que deseas saber y qué tienes para mi a cambio?

—Necesito una forma de entrar a la prisión de HellGate.

—¿HellGate?—la mujer enarcó una ceja.—Quieres que un prisionero salga de allí, ¿no?

—Si.

—¿Quién?

—Eso no es parte del trato.—él contestó y ella resopló.

—No eres divertido.—su mirada se volvió más oscura, pero Stasiaj no se vio afectada por eso. No era la primera vez que se enfrentaba a una mirada de un hombre, y ya no le asustaba mucho.—¿Qué tienes para mi a cambio?

—Información sobre algunas personas en el Consejo de Comerciantes, planes que tiene el Menagerie, noticias del Quinto Puerto y te pagaré después de que el trabajo esté completo.

—¿Cuánto?—Stasiaj dejó de peinarse para volverse y mirar al hombre.

—Eso está por decidirse.—tarareó, pensándolo por un momento, antes de suspirar. Stasiaj no necesitaba pensar, sabía cuál era su respuesta incluso antes de que él entrara a su habitación.

A pesar de su difícil pasado, Kaz Brekker era fácilmente la persona favorita de Stasiaj para hacer negocios. Puede que sea porque tenían casi la misma edad, o compartían las mismas experiencias de vida, pero de cualquier manera, a menudo se encontraba aceptando todas las demandas del hombre sin importarle el precio alto que debía pagar.

—Bien.—Stasiaj le sonrió, pero Kaz era lo suficientemente inteligente como para saber que no debía confiar en sus labios pintados que a menudo causaban más daño que algún bien.—¿Mi información sobre los guardias era correcta?

—Si.—rodó los ojos.—Información sobre HellGate. Ahora.

—Se acerca un juego en Hellshow, uno en el que si tienes el vestido, la invitación y la máscara adecuada, podrás entrar sin problemas.—respondió Stasiaj.—Si estoy en lo cierto de a quién creo que estás buscando, debería estar jugando esa noche.

—¿Si te equivocas?

—Nunca me equivoco, bastardo.—contestó ella con cuidado, levantándose y extendiendo las manos.—Dame la información o tomaré ese bastón y to golpearé con el.

El líder de los Cuervos apenas se estremeció ante su amenaza, metió la mano en el bolsillo de su abrigo de lana y sacó un paquete lleno de papeles para ella. Rápidamente, Stasiaj comenzó a leerlo, comprando la autenticidad de las palabras de las páginas que leía.

—Ya veo.—reflexionó, antes de dejar los papeles en su tocador.—Siempre es un placer hacer negocios contigo, bastardo. Buena suerte en HellGate.

La sensación de los guantes de cuero fríos en su mano hizo que la chica le enviara otra sonrisa de satisfacción.

—No se lo dirás a los guardias, ¿verdad?

—¿Y hacer que arresten a mi bastardo favorito?—ella preguntó y Kaz arqueó una ceja.—Por supuesto que no. Me proporcionas mucha información, así que intentaré evitar que te hundas en los pozos de esa prisión, Hombre Cuervo.

—Gracias, Serpiente.—Kaz se despidió y Stasiaj se quedó mirándolo por su ventana mientras salía de su casa y se internaba en el Barril. Su guardia esperó en su puerta, esperando su orden.

—Dile a los demás que los vigilen, que le avisen a los niños.—murmuró Stasiaj.—Quiero saber su plan, sus planes de respaldo, quién los acompañará, quién les pagará y por qué. Ah, y advierte a Luisaj. Ella trabajó como doble agente para los Black Tips y no quiero que eso me pase a mi.

—Por supuesto, señora.—el hombre inclinó la cabeza y cerró la puerta mientras Stasiaj retiraba las sábanas de la cama y se ponía el camisón. No había nada más que pudiera hacer esa noche, pero sus pequeñas víboras salían arrastrándose de sus casas, deslizándose por los establecimientos de Kaz Brekker y escuchando todos sus secretos.

Podía agradarle Kaz Brekker, pero no confiaba en él en lo más mínimo.


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