━twenty one: wayfaring stranger

══❅•°•CAPÍTULO XXI•°•❅══
EXTRAÑO CAMINANTE.

introduciendo a
elsa de arendelle como dhalia gorm.

❝Te dije que siempre sería tu amiga, hice una promesa al que me apegaré hasta el final❞

Cuando el dúo salió de entre el bosque, sin sus dragones, mientras conversaban lo que harían, las miradas de sus amigos no faltaron y claramente malpensaron toda la situación. Aunque no hacía falta que hicieran algo, simplemente salían juntos de tal lugar y los pares de ojos chismosos ya frenaban por ellos, donde la mayoría del tiempo el castaño y la pelirroja lo ignoraban olímpicamente o la última respondía sarcasticamente.

Para Idunn algunas veces le parecía divertido y en otras le sacaba de quicio, especialmente por culpa de Astrid que solía burlarse al recordar hace algunos meses cuando ella dijo que "jamás pasaría nada con Hipo" y henos aquí, aunque parte de su amistad era mitad burlas y mitad apoyo emocional, por lo que para este punto la fairiana ya estaba acostumbrada o sentía vergüenza ajena por haber pensado realmente que no iba a caer por alguien como lo es Hipo, en serio fue muy ingenua.

También había veces en las que solía besar a Hipo para hacerlos callar aunque, sinceramente, no necesitaba que ninguno de la banda dijera algo para hacerlo, claro que no, la pelirroja solía besarlo a cualquier hora y en cualquier momento. Le gustaba sentir la suavidad de sus labios con los suyos, sentir su sonrisa sobre la de ella y más que nada, sentirse feliz cuando al separarse él volvía a dejarle un pequeño beso. Comenzaban a acostumbrarse a tener contacto cada vez que podían, a besarse —ya sea en los labios, mejilla o frente— y a no tener vergüenza en público debido a esto.

Los primeros meses fueron muy divertidos, para los demás, claro estaba, ya que ellos resultaban ser muy torpes a la hora de estar en una relación o muy inseguros, preguntas como "¿puedo hacer esto?" O "¿le molestara si hago algo?" rondaban en sus cabezas la mayoría del tiempo, especialmente la de Idunn. Pero luego de un golpe por parte de Astrid y un bufido con mala cara de Alistair —una de las veces que la vino a visitar— comenzó a arriesgarse cada vez más.

Y así llegamos cinco meses despues donde se había convertido en un apoyo para Hipo, quien le ofrecía un hombro donde descansar o contar lo estresante que era ser jefe, quien levantaba su ánimo o lo distraía cuando pensaba en su padre y en la tristeza que solía embargarlo cuando eso pasaba. La pelirroja era su apoyo y ayuda en dirigir una gran isla, solía ayudarlo bastante con algunas responsabilidades a las que ella ya sabía como actuar. Idunn, con algunos fracasos en Fair, ya sabía que hacer y no ahora en Berk, ya que de los errores se aprenden, ¿no?

En cierto punto, Hipo le había preguntado cuando se habían cambiado los papeles a lo cual ella se limitó a sonreír preguntándose lo mismo, pero le gustaba ayudarlo, le gustaba que sea una de las primeras personas en conocer sus planes, ideas y ser a quien acudía primero.

Trabajar en conjunto era lo mejor y esperaban seguir así.

— Saben que les dan más material si salen del bosque de esa forma, ¿no? —comentó Bocón cuando entraron en la herrería.

— Ay, por favor, estamos juntos, ¿acaso sería raro? —contestó Hipo moviendo sus brazos recibiendo una mirada de reojo por parte de Idunn, ocultó una sonrisa por lo natural que le salió. Bocón se limitó a encogerse de hombros mientras trabajaba en una montura junto a Gruñón, quien se encontraba durmiendo a unos pasos de ellos, como era usual.

— Solo digo, ¿qué traman? —lo miró apuntándolos con su mano de madera—. Cuando vienen así hacia mí es porque tienen ideas las cuales seguro no voy a aprobar, pero que igual van a hacer —Hipo abrió la boca para contestar pero fue interrumpido.

— Iremos a Vrede —soltó Idunn antes de que el castaño a su lado hablara, él volteó para mirarla a lo cual ella se encogió de hombro, no quería darle tantas vueltas al asunto.

— Les quiero preguntar algo, ¿desde cuando se quieren suicidar? Porque eso lograrán si van a esa isla —comenzó a negar, ambos jóvenes rodaron los ojos e intentaron hablar, fallando—. He escuchado malas ideas, pero esa es pésima, se meterán en problemas graves un día de estos.

— Gracias, por tus buenos deseos, Bocón, nos vemos más tarde —sonrió apretando sus labios antes de agarrar la muñeca de la pelirroja para salir de ahí y dirigirse hasta sus dragones. El vikingo rubio los siguió consternado.

— Ese lugar no les dará más que muerte —abrió los brazos a la vez que alzaba la voz, realmente entendían su preocupación, estaba asustado de que les pasara algo ya que él tenía conocimiento de como eran en esa isla—. Si los ven...

— No lo harán —habló Idunn dándose la vuelta mientras Trueno llegaba, ella alzó su mano hasta su cuello al sentirlo a su lado—. Vrede tiene un enorme bosque, entraremos por ahí, la casa que buscamos está cerca, no nos verán.

— ¿Cómo sabes eso? No importa, lo que me interesa es saber por qué quieren ir, ¿qué saben que yo no? —entrecerró sus ojos pasando sus ojos del castaño a la pelirroja repetidas veces.

— ¿Recuerdas a Dhalia? —preguntó el joven jefe, Bocón abrió los ojos recordando a la niña peliblanca perfectamente—. Iremos por ella.

— Ah, ¿la linda niña rubia de la que no te separabas, hija del más feroz vikingo, de la cual estabas enamorado? —soltó alzando las cejas, porque aunque Hipo no le hubiera contado a nadie que la rubia era su amor platónico, era bastante obvio y fue fácil de descubrir para los que eran más cercanos a él.

Escuchó un bufido por lo que volteó su cabeza para fijarse como Idunn se subía sobre Trueno, sin mirarlos, mientras se acomodaba sobre el híbrido y miraba si su arco estaba ahí, encontrándolo en la parte más baja de su lomo resguardado con una cinta de cuero para que no cayera.

— No hacía falta eso, Bocón —el aludido se encogió de hombros mientras hacía un mohín, Hipo retrocedió entonces a la herrería al recordar uno de sus últimos trabajos, agarrando el casco negro con detalles en rojo volvió afuera donde caminó hasta el híbrido mientras Idunn acomodaba su carcaj en su espalda ya que podría necesitarlo. Idunn, al ver como se acercaba, fijó su atención en él—. Esto es para ti —le extendió el casco—. Tiene los colores de Fair.

— ¿Por eso andabas midiendo mi cabeza? —preguntó divertida tomando el casco entre sus manos detallando que le parecía al que él tenía cuando se conocieron y que se perdió luego del ataque con Drago, Hipo comenzó a excusarse con nerviosismo causando una risa por parte de su novia—. Me encanta.

Hipo sonrió aliviado por su respuesta mientras se fijaba en como ella agarraba su cabello para que cuando se ponga el casco no se le note, sabía bien que podría incomodarle un poco si el viento no estaba a su favor. Se puso el casco y luego de acomodarlo bien lo miró.

— ¿Quedó bien? —preguntó con la voz distorsionada por el metal, Hipo abrió la boca admirando como le quedaba donde lo único que se notaba eran sus ojos azules y parte de su cabello rojo en su nuca.

— Te ves genial —sonrió de lado recordando que ella le había dicho lo mismo hace meses cuando lo vio con el suyo, el castaño no lo vio pero si supo que ella había sonreído tras el casco, ya que sus ojos se achicaron.

Acarició a Trueno, de pasó también la mano de Idunn, antes de caminar hasta Chimuelo quien lo miró con uno de sus lóbulos en la parte superior de su cabeza abajo y la otra arriba, con una expresión que decía "ya lo perdímos". Aunque estaba feliz por él, debía admitirlo, además Idunn le caía bien pero eso no impedía que no se burlara de su amigo.

— Tú guías, mi lady —afirmó luego de haberse subido al lomo del último Furia Nocturna, ella alzó el casco y volteó para mirarlo con una ceja alzada.

— General —le corrigió, el castaño puso una sonrisa de lado.

— Tú guías, mi general —repitió esta vez corrigiendo su "error", Idunn trató de no sonreír fallando horriblemente pero se ocultó bajando de vuelta el casco antes de que Trueno abriera sus alas y tomara vuelo, siendo seguida por Chimuelo.

• • •

Lo que más le gustaba de volar en Trueno es que, al ser un dragón grande —que por cierto seguía en etapa de crecimiento, por lo que suponía que al alcanzar la adultez podría llegar a tener el tamaño de Brincanubes—, era como la hacía sentir, ya que se sentía invencible sobre su mejor amigo y sabía que él tenía conocimiento del maravilloso dragón que era. Pues de todos modos, luego de casi dieciséis años, seguía asombrada cada día al ver quien era su otra alma y como lo veía crecer con orgullo mientras él se pavoneaba por ello, nunca lo diría en voz alta porque no querría alzar su ego, pero amaba cuando abría sus inmensas alas para volar o abrazarla. Ella amaba a su mejor amigo, no podría pedir alguien mejor.

Volar junto a Hipo era una de sus cosas favoritas, tal vez el número uno en su lista, mientras ella guiaba hasta el Mar Siberiano, el punto más alejado en el este, donde se hallaba la isla de los Duros de Sangre. La isla de Vrede era el más lejos de todas las islas conocidas, cerca del círculo Polar Ártico, tal vez eso se debía lo frío que sus habitantes eran, sin contar a Dhalia quien era un rayito de sol cosa que esperaban que siguiera así.

En algún punto, ya alejados de Berk y ojos curiosos, Hipo le había preguntado si le había molestado el comentario de Bocón a lo cual ella negó con sinceridad, no era molestia sino incomodidad más esto último fue algo que ya no dijo más.

Hablaron de cosas triviales en el camino, historias de como habían conocido a Dhalia —ambos gracias a los padres del otro— el enamoramiento de Alistair, burlas incómodas de que como la mayoría caía por la rubia, entre muchas cosas más, pasar estos tiempos juntos como amigos y pareja era lo mejor, se sentían demasiados libres de esta forma.

Horas más tarde, suponían que entrado el medio día, comenzaron a ver la masa de tierra verde por lo que aumentaron su altura para esconderse entre las nubes, que para suerte de ambos había bastantes gracias al invierno próximo. Iban a dar toda una vuelta para así aterrizar al otro lado de la isla, donde se hallaba la longitud del bosque para que así no sean vistos. Observaron desde arriba las gigantescas trampas y armas para contener o matar dragones, Idunn miró a Hipo preocupada cuando su vista azulada notó que en las jaulas se encontraban dragones, que seguro lo usaban para entrenar.

El castaño conocía eso, en Berk lo hacían hasta que él demostró que no eran malas criaturas, es por eso que Vrede y Berk se llevaban bien hasta el ataque que llevaron a cabo contra la Muerte Roja, que terminó en una amistad de dragones con los Gamberros Peludos. Despues de eso Vrede cortó todo lazo que tenía con ellos, no dejaron que se les explique que las criaturas aladas eran amigos leales y solamente se marcharon hechos una furia.

Estoico lo intentó, claro que lo hizo, pero Ibernòn —padre de Dhalia y el jefe— no se lo dejó, lo tachó de traidor antes de agarrar del brazo a su hija y arrastrarla bajo quejas hasta su barco para marcharse y nunca más volver. Y claramente, el hombre se enteró de lo que ella había hecho, ayudar al hijo del jefe con un Furia Nocturna le sentó tan mal que aunque amaba a su pequeña y única hija, Dhalia Gorm no se salvó del castigo que este le proporcionó.

Aterrizaron en el bosque en silencio, al bajarse de sus dragones intentaron no hacer tanto ruido por las hojas que adornaban el exuberante bosque de Vrede, aunque no estaba tan marrón como en Berk y hacia mucho más frío, como si a ellos ya les estaba llegando el invierno antes de tiempo. Idunn, con su casco alzado, sacó su gran y peligroso arco del lomo de Trueno estando preparada para cualquier cosa, Hipo no prendió a Inferno ya que estaban seguros que una espada rodeada de fuego llamaría un poco la atención, más se mantuvieron igualmente alertas.

Idunn sacó una flecha de su carcaj de cuero y la puso en la cuerda a la vez que se dirigían lentamente hasta la salida del lugar verdoso, cuando llegaron al final que dividía el bosque del pueblo dejaron a sus dragones más atrás para que no sean vistos, mientras que ambos se ocultaron tras un gran matorral, Idunn observó el lugar dándose cuenta que estaban alejados de la casa en cuestión que pertenecía a los Gorm.

— Sígueme —pidió casi ordenando la pelirroja guardando la flecha cuando notó que todos estaban en medio de la ciudad, como también para caminar más rápido. Hipo la siguió cuidando sus pasos para no hacer ruido—. Su casa estaba más hacia allá.

— ¿Cómo lo sabes? ¿Ya viniste? —preguntó en un susurro, la vio asentir.

— Un par de veces, Vrede era quien visitaba más Fair, era un problema ocultar a los dragones pero no era nada a lo que papá ya no estaba acostumbrado y si venía solamente era por Dhalia, porque realmente la isla en sí no me agrada y mucho menos sus habitantes —explicó en voz baja sin detenerse, el castaño asintió en silencio comprendiendo su punto.

— Hubiera querido conocer a tu padre —soltó luego, Idunn sonrió sin mostrar dientes pero como estaba de espaldas él no pudo notarlo—. ¿Qué crees que hubiera pensado al saber que su hija estaba saliendo con un pescado delgado y parlanchin? —la pelirroja trató de no reírse.

— ¿Un joven jefe que monta un Furia Nocturna? Tal vez se recordaría a sí mismo, le hubieras caído bien, aunque sí, se burlaría y te daría un apodo, papá era demasiado ocurrente o sincero a veces.

— Me recuerda a alguien —canturreó aún en voz baja, ella se limitó a negar con una sonrisa, pagaría con todo lo que tenía por querer ver la interacción de Morag con Hipo, estaba segura que hubiera sido algo muy divertido de observar.

— Ahí es —señaló, todo rastro de diversión desapareció de sus rostros cuando llegaron a su destino. La casa estaba colina abajo y a unos cuantos metros de donde estaban, los separaba un campo vacío sin nada que pudiera ocultarlos. Se arrodillaron en el suelo pensando que descabellado sería entrar al hogar de los Gorm y mientras Hipo formulada un plan, la inconsciente de Idunn fue más rápida que él—. Iré a ver.

— ¡No! —gritó en un susurro agarrando su muñeca cuando ella dio indicios de que se iba a parar—. Te pueden ver, es peligroso, iré yo.

— ¿Quién es más inconsciente aquí? —alzó una ceja viéndolo con incredulidad—. No irás.

— Sí.

— No, hijo de Yak, conozco la casa e Ibernòn no estará ahí a esta hora —espetó.

Hubo un choque de intensas miradas donde el azul y verde convocaron a iniciar una pelea, Hipo sabía que ella no iba a echarse para atrás y luego de suspirar asintió, tenía que dejarle hacer las cosas sola y aunque le preocupaba demasiado su bienestar desde que había sido herida y desapareció un mes, también sabía que podía cuidarse sin su ayuda. ¿Quién más podría sobrevivir al veneno de un Nadder y estar peleando al otro día? Estaba seguro que él no.

— Te cubriré, no tardes, general.

Ella le regaló una sonrisa de lado por la actitud seria que el castaño había tomado, una sonrisa coqueta que claramente él no pasó desapercibido e intento imitarla, causando que la sonrisa de Idunn aumentara. Antes de que se desviara del plan se paró bajando de vuelta su casco para que le cubriera el rostro y salió de detrás del matorral, no sin antes ver si no había nadie cerca. Trotó con arco en mano hasta llegar a la parte trasera de la casa, volteó su cabeza un segundo para ver a Hipo oculto tras las hierbas alzando su pulgar en aprobación de que no había nadie a los alrededores, la fairiana tragó saliva antes de avanzar hasta la puerta, abrirla y entrar finalmente.

Caminó en silencio y con lentitud por el hogar de los Gorm, estaba ligeramente cambiada a como lo vio por última vez más no le tomó tanta importancia, el orden de los objetos de las casas solían cambiar con el tiempo. Al llegar a la sala central se encontró con un fogón encendido, puso de vuelta una flecha en la cuerda del arco estando alerta a cualquier cosa, reviso lo que sería la sala y la cocina por si alguien se encontraba y al notar que la parte de abajo estaba vacía, comenzó a subir las escaleras intentando no hacer ruido más la madera crujia bajo sus pisadas.

Al estar en el segundo piso avanzó hasta una de las puertas abiertas, que recordaba era la habitación de Ibernòn y Helga Gorm, vacía igualmente aunque esté repleta de sus objetos personales, se quedó unos segundos viendo el escudo familiar colgado de la pared. Al salir de ahí y comenzar a aproximarse hasta la habitación de Dhalia sus manos empezaron a temblar ligeramente, estaba muy nerviosa de abrir esa puerta y encontrar a su amiga deshaciendo las trenzas que su madre solía hacerle. Estaba claro que seguía pensando en la rubia como una niña y como todos estos años que pasaron ella no hubiera cambiado.

Al llegar frente al sitio en cuestión tragó saliva al ver que la puerta estaba entreabierta unos cortos centímetros, como si el viento lo hubiera incitado a abrirse. Con su pie entonces la empujó y la puerta chilló abriéndose con lentitud, esperaba encontrarse con muebles pulcramente ordenadados con las miles de cosas que Dhalia solía tener, su cama arreglada con el baúl de su ropa al pie de está y a la rubia preparándose para salir, al menos si es que estaba ahí, más no encontró ninguna de las cosas mencionadas.

Su habitación estaba completamente vacía, no había muebles, no había pieles, no había cama y mucho menos una chica rubia, lo único que había eran hachas y espadas amontonadas en una esquina. Idunn se quedó en el marco de la puerta con la boca semiabierta, luego de haber alzado el casco para ver con claridad. No había nada, así que luego de salir de su conmoción corrió al piso de abajo para buscar cualquier cosa que le de pistas que Dhalia seguía en esta casa, claramente pudo haberse mudado pero tenía entendido que los padres aún no dejaban ir a sus hijos hasta que estos se casaran, especialmente si se trataba de una mujer, ¿será qué...?

Gruñó para si misma al no encontrar nada, no había rastro alguno de Dhalia Gorm y comenzaba a desesperarse, se quedó frente al fogón viendo las llamas danzar sobre la leña unos minutos más apretando su mano derecha por el ardor que comenzó a sentir sobre su vieja herida, hace tiempo que no lo sentía y tenía un mal presentimiento de ello. Se hubiera quedado más tiempo en la misma posición si no hubiera escuchado la puerta abrirse, salió de sus pensamientos abruptamente girando su cabeza hasta la puerta principal observando como su manija se daba la vuelta y una voz masculina se oía tras la madera negra. Se deslizó rápidamente hasta la salida trasera, pero antes de salir la puerta se abrió completamente, por lo que tuvo que ocultarse tras una pared.

Comenzó a observar al recién llegado y maldijo internamente, era un hombre bastante grande y fornido que suponía la haría pedazos si la golpeaba, su cabello y gran barba tenía algunos mechones de canas que contrastaba con su azabache natural, pero lo que la hizo fruncir el ceño fue ver el hacha sangrante colgando de su cinturón y que se balanceaba con cada paso que daba, como si estuviera orgullo de mostrar que acaba de matar a alguien o algo, pero eso le daba significado a su nombre. Ibernòn Hacha Sangrienta, irónico.

Realmente tendría que temerle, más el único sentimiento que pasaba por ahora era el enojo, él no le caía bien, por muchas razones. Por alejarle a Dhalia de su hermano y ella, de no ser razonable, de pensar que los dragones eran criaturas malvadas y no dejaba que se le dijera lo contrario, porque con esa maldita hacha casi había asesinado a Morag si no hubiera sido por Brann, su dragón. Era una lista larga, tal vez no terminaría hoy, si le añadimos el hecho de que no había rastro de Dhalia y suponía que había sido completamente culpa del hombre que estaba observando. Además, reconocía la sangre de dragón en su arma, era mucho más espesa y oscura para ser de un humano, recordó a los dragones enjaulados y le empezó a dar asco.

Tenía esas estúpidas ganas de ir a hacerle frente, pero se contuvo a último momento, debía pensar las cosas con más claridad porque aunque sabía pelear y desviar ataques, Ibernòn le superaba en tamaño y seguramente en fuerza también. Así que aprovechando que se metió a la cocina, se escabulló hasta la puerta trasera y con todo el silencio que pudo reunir salió al campo, Hipo al verla abrió sus ojos y alzó su mano en señal de que espere para luego señalar del lado derecho donde se acercaban un par de jóvenes armados, uno era pelirrojo y otra pelinegra.

Para su suerte había pedazos de madera y algunos barriles tirados sobre el suelo, por lo que giró sobre su espalda para ocultarse esperando impacientemente que ambos pasaran todo para poder salir y tirarse de nuevo sobre la seguridad del bosque, pero escuchó la conversación del dúo cuando pasó frente a la casa.

— Cuando pasamos por aquí me pregunto que tan mal la estará pasando Dhalia.

— Se lo merecía, no le tengas pena, ella decidió a un monstruo encima de su pueblo, realmente creo que ya estará muerta conociendo lo inútil que era.

Idunn sintió como un nuevo tic nervioso —el del ojo— nacía en su cuerpo gracias al comentario de la mujer de pelo negro, apretó su arco con fuerza que su subconsciente temió que lo rompiera y no supo de donde sacó la perseverancia de no moverse de su lugar e insertarle una flecha. Se limitó a observar como se alejaban con una mirada asesina antes de correr de vuelta al bosque y tirarse, literalmente, hacia el matorral.

— ¿Hallaste algo? —preguntó un curioso y preocupado Hipo, ambos se pusieron de cuclillas hablando en voz baja, la vio negar.

— No hay nada, la casa está arreglada perfectamente pero no hay un rastro de Dhalia, no están sus cosas, su habitación está vacía —el castaño apretó sus labios intentando formular una excusa para no preocuparse más.

— ¿Segura era la casa correcta?

— Ibernòn entró por esa puerta, claro que lo era.

Hipo suspiró entonces, miró la casa antes de volver a fijarse en su novia quien tenía un semblante igualmente preocupado. Si su terror de no encontrar a su amiga en su propia casa ya era alta, se elevó más cuando escuchó lo que los vredianos habían dicho y su cabeza repitió lo que el pelirrojo comentó, "que tan mal la estará pasando Dhalia". Tanto el castaño como ella no dijeron una palabra, sus miradas transmitían la misma cosa: confusión y preocupación por su amiga.

Eso hasta que Chimuelo, que estaba a unos cuantos metros de ellos en el suelo junto a Trueno, se paró comenzando a mover su pequeña y tierna nariz olfateando algo. Trueno alzó su cuello y lo miró con pereza hasta que el Furia comenzó a caminar del lado izquierdo del bosque que era una bajada, Hipo e Idunn compartieron una mirada antes de seguirlo sin entender que estaba oliendo.

— ¿Chimuelo? ¿Qué sucede? —preguntó el castaño más el dragón continuó bajando hasta dar con una colina donde el suelo era más recto.

Ambos, junto a Trueno, caminaban tras el dragón de color oscuro desviando árboles y troncos caídos, alejándose del pueblo cada vez más mientras seguían sin entender hacia donde los estaba llevando. Pero la duda de la ubicación fue más o menos recibida cuando llegaron a la entrada de una cueva, lado a lado quedaron mirando el umbral de roca que se extendía frente a ellos. Chimuelo olfateó un rato más antes de voltear su cabeza para mirarlos, hizo un gesto amable y un ronroneo, señal que supieron que él no creía que fuera un peligro más el híbrido de Idunn no opinaba lo mismo, ya que comenzó a gruñir tras la pareja.

— Entraré a ver —avisó Hipo sacando su espada, iba a usar el fuego de este para proporcionarle un poco de luz ahí adentro, Idunn asintió.

— Iré a ver los alrededores —esta vez fue el castaño quien asintió antes de que entrara a la cueva junto a Chimuelo, Idunn giró a ver a su dragón—. Quédate aquí, harás mucho ruido por las hojas, ya vuelvo.

Trueno no tuvo de otra que quedarse ahí aunque quisiera ir tras ella. Hipo dentro de la cueva apagó a Inferno cuando notó que esta tenía iluminación propia, más avanzó alerta por si alguien se le aparecía. Era un espacio pequeño al principio, como un pasillo, que se abría al finalizar en un gran salón de roca con toques hogareños, se fijó que había todo lo necesario para sobrevivir. Había una cama mal hecha, mesas de piedra y sobre esta algunos utensilios, se acercó hasta la gran pared de piedra viendo como había algunas hojas pegadas a este, con curiosidad comenzó a detallarlas mejor notando que eran dibujos y él las reconoció, tanto por el trazado como por las personas o dragones en él. Eran dibujos de Idunn, estaba bastante seguro de eso, tal vez no tan buenos como los que hacia ahora, pero reconocería el dibujo de su pareja donde fuese.

— Dhalia —susurró, fue lo primero que se le vino a la cabeza ya qué, ¿quién más tendría dibujos de la pelirroja? Y en eso, el rugido de Trueno se escuchó, alertándolo—. Idunn.

Por lo que se apresuró, junto a Chimuelo, a ir donde suponía la pelirroja estaba en problemas.

Idunn comenzó a caminar buscando algo que llamara su atención, también para ver si no había algún peligro cerca y al no hallar nada giró sobre su eje para regresar hacia la cueva, sin embargo, al dar un par de pasos escuchó el crujido de una rama tras ella, por lo que se detuvo súbitamente. Suspiró regañandose a si misma por no darse cuenta, aunque realmente no había visto nada, con lentitud alzó su mano hasta su casco para bajarlo y calculó a que distancia estaba el desconocido por los ruidos que hacía, así que con una gran rapidez tomó una flecha dándose la vuelta y apuntando al que estaba parado sobre una de las rocas, en la parte de tierra donde se elevaba para salir del bosque.

Parecía que se trataba de una mujer, no podía saberlo con exactitud ya que llevaba un traje algo desaliñado, tenía un casco —más grande que el de ella— que le impedía ver su rostro y una lanza en sus manos, con el cual la estaba amenazando por cierto. Le recordó a la primera vez que vio a Valka. Idunn tensó con más fuerza el arco, si hacia un movimiento el falso ella dispararía más él o la desconocida bajó de la roca con arma en mano donde comenzaron a caminar en círculos mientras cada uno seguía amenazandose.

La primera en reaccionar fue Idunn, quien disparó la flecha cuando el otro dio un paso adelante, desviándolo la pelirroja lanzó otro que terminó igualmente desviada. El desconocido entonces contraatacó intentando golpearla con una de las puntas de su lanza que tenía forma de T, más Idunn fue rápida en agarrar el mango y lanzarle una patada a su contrincante que lo tiró al piso, escuchó que se quejó por el golpe. Clavó el arma en el suelo y se acercó al otro poniendo la flecha en el arco para luego apuntarlo.

— No te muevas —amenazó.

Si no fuera por los cascos, ambos estarían mirándose fijamente en este momento, más el desconocido golpeó las pienas de la fairiana con fuerza causando que cayera con una rodilla al suelo, aprovechó eso para levantarse y tomar de vuelta su lanza, desvió por poco la flecha de nuevo ya que no se esperó que se levantara tan rápido. De nuevo, intentó dañarla más la pelirroja pasó bajo la punta T para así usar una de las puntas de su arco, que tenía cuchillas, cortando unos centímetros su antebrazo, tras el casco Idunn sonrió al escuchar como se volvía a quejar.

El desconocido esta vez atacó sus piernas echandola con fuerza al suelo, borrando su sonrisa que no sabía que la tenía, para luego apuntarle con la parte filosa de doble cuchilla de su lanza que claramente Idunn no tomó en cuenta, ya que golpeó el arma que el otro no soltó pero que si ayudó a que se distraiga y que Idunn vuelva a pararse dejándole otro corte cerca del que ya le hizo. Esta vez, con una ira que la pelirroja no predijo, el de ropas extrañas dio un giro sobre su eje para luego finalmente golpearla con la T en su cabeza con tanta fuerza que su casco se le salió y ella terminó cayendo por el suelo, donde se deslizó por sus rodillas a una distancia prudente quejándose bastante alto que el híbrido lo pudo oír.

Debido a esto su cabello rojo cayó como una catarata sobre su espalda y por su rostro por el movimiento rudo, sintió el familiar sabor metálico de la sangre inundando su boca por lo que escupió un poco y se limpió los labios con el dorso de la mano. El desconocido se iba a acercar a ella hasta que lo miró, rápidamente frenó fijándose en las facciones enojadas de la chica en el suelo y en ese instante, Trueno llegó. El híbrido se puso detrás de la fairiana, con su gran cuerpo púrpura protegiendola, sus alas estaban sobre el suelo a cada lado de ella y rugió con furia.

El desconocido comenzó a temblar y no por el dragón que lo miraba amenazante, dio un paso hacia atrás soltando su lanza antes de hablar por primera vez.

— ¿Idunn? —preguntó una voz que supuso era femenina, ya que con el casco sonaba un tanto difuso, la aludida frunció el ceño confundida del porque sabía su nombre. Vio cómo alzaba sus manos hasta su casco bajo los gruñidos del híbrido, ella curiosa lo miró hasta que finalmente se sacó revelando un rostro fino pero sucio, su cabello tan blanco como las nubes cayeron enredados en una larga trenza y sus ojos azules tan intensos como el mar la miraron llenos de lágrimas, tiró su casco mientras la pelirroja caía en la conmoción—. ¿E-eres tú?

— ¿Dhalia? —murmuró casi para ella misma, aún en el suelo, la rubia asintió estirando sus labios en una sonrisa dolorosa y sus ojos se llenaron más de lágrimas, de vuelta quiso acercarse para comprobar que realmente la pelirroja estuviera ahí y no fuera uno de sus crueles sueños, pero Trueno no se lo dejó ya que gruñó de nuevo rodeando a su humano con sus alas cada vez más, así que tuvo que detenerse.

Idunn entonces se paró torpemente sujetándose de su dragón, ignorando el dolor creciente en su mejilla y mandíbula que la rubia le había dejado inconscientemente, obligando al híbrido a dejarla salir aunque seguía gruñendo y viendo con la pupila recta a quien para él era una amenaza. La pelirroja entonces la detalló, antes de acercarse, sus años en peleas le habían enseñado no fiarse de cualquiera especialmente si aparecía de la nada y la golpeaba de esta forma, pero había algo que quería que se le acercarse. Rubia, con esos ojos azules tan hermosos —que ahora se veían rotos— y su pequeña sonrisa al estar mirándola, no había otra manera, era ella.

— Dhalia —repitió esta vez afirmando que sí era su amiga, las lágrimas en sus ojos no se hicieron faltar y rápidamente se acercó para rodearla con sus brazos.

Ambas se apretujaron en el abrazo de la otra, oyendo el llanto de la rubia y las ganas de evitar llorar de la pelirroja. Dhalia era más alta que ella, aunque siempre lo había sido, más eso no le importaba en lo absoluto cuando la tenía en sus brazos casi doce años despues llorando en su hombro ya que pensaba que nunca más la volvería a ver. Trueno se relajó un poco aunque las miraba con confusión y dio vuelta su cuello cuando notó a Hipo con Chimuelo llegar, más no dijeron nada al ver el emotivo reencuentro que ambas estaban formando.


PARTE UNO

Parte 1/2 porque esta wea iba a salir en 10k de palabras si no cortaba, me emocione, meper donan? Gracias a mi Pepe Grillo aka Pau aka newtmas- por decirme que mejor corto (aunque creo que solo lo hizo porque quería leer mhm)

Ambas partes están dedicadas a: Pau por aguantarme tanto con las ideas y mis crisis y también a Abby IWhiteMoonI porque ayer fue el cumpleaños de mi lady y debía darle un pequeño regalo, que en este caso es un reencuentro Idlia uwu

Con ustedes Dhalia Gorm (créditos a sus dueños btw):

Si leen el fic de Abby, esto no es spoiler, ella hará otra cosa así que se me calman ahr.

Antes de irme, les quería avisar que publiqué una guía de wttf, donde sabrán cosas que aquí no mencioné y habrán muchas cositas también 7u7 ¿piensan perderselo? Se llama Fire Kingdom y está primerito en mi perfil.

Sin más que decir, espero que les haya gustado, creo que mi cerebro me odia luego de esto xd

¡Nos leemos esta semana para la parte dos!

Mag.

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