━three: this is berk
╭══❅•°•CAPÍTULO III•°•❅══╮
ESTO ES BERK.
❝Toma mi mano y enseñame el para siempre❞
Dio su última sonrisa, algo forzada, se podía notar muy fácilmente antes de entrar a su hogar, ni bien cerró la puerta se recostó por este tapando su rostro con sus manos, lentamente fue deslizándose hasta sentarse en el suelo. Tenía miedo, nunca en sus veinte años de vida había salido de Fair y estaba aterrada con lo que había afuera, simplemente no estaba preparada para enfrentar al mundo. Tenía las inmensas ganas de tirar todo y decirle a Alistair para que fuera él porque, por Odín, tenía el leve presentimiento de que sí alguien no iba Hipo tampoco lo haría, acababa de conocerlo pero el chico era muy terco como para no darse cuenta.
De todos modos era Berk, ¿cuándo los principales cazadores de dragones se volvieron benévolos y tiraron sus tradiciones a la basura para convivir con las mismas criaturas que asesinaban? Si los jinetes no aparecían jamás lo iba a creer, incluso se hubiera reído de lo descabellado que sonaba eso.
Hizo un sonido con su garganta mientras con brusquedad deshacía la coleta torpe que se había hecho, su cabello rojo y algo enmarañado cayó con delicadeza por su espalda mientras que los mechones habituales caían por su rostro cansado, Idunn hizo un mohín ya que su cabellera olía horriblemente a humo. Cerró los ojos suspirando una última vez antes de levantarse y limpiar toda la suciedad que llevaba consigo, tenía que verse presentable y algo profesional, como una jefa debe ser... no sabía que demonios significaba eso pero al menos buscaría prendas adecuadas para hablar con el gran jefe de Berk.
Trató de no tardar tanto, incluso cuando se quedó mirando su cama por unos cinco minutos, no había dormido nada toda la noche de ayer y hoy. Dos días despierta no le estaba haciendo para nada bien, estaba demasiado exhausta, necesitaba urgentemente un descanso pero en Fair esa palabra no existía, vivía todos los días bajo el terror de ser atacados y siempre andaba alerta por cualquier cosa. Pensaba que si no moría por el hacha de un enemigo, la falta de sueño lo haría.
El problema de Idunn era que se echaba toda la responsabilidad sobre sus hombros, ella cuidaba, cazaba, peleaba todo para proteger a su pueblo. Decía que si ellos al menos tenían un poquito de paz, ella estaría bien, pero la presión continúa bajo el que vivía estaba dañando su salud lentamente, tanto la física como la mental. Era urgente el descanso, pero Idunn Kerr nunca se quedaría quieta mientras su pueblo aún esté en peligro.
Una hora después, cuando casi se quedó dormida mientras lavaba su cabello, pudo estar medianamente lista. No sabía cuanto tiempo estaría en Berk, así que llevó lo más necesario para sobrevivir en una isla desconocida. Esta vez se puso unos pantalones negros con pequeñas rayas, una blusa larga sin mangas pegada al cuerpo de color marron oscuro y unos cinturones, lo acompañó con sus habituales botas negras y sus guantes del mismo color. Este último llegaba hasta casi alcanzar su antebrazo, a excepción de la derecha que era más largo para tapar las cicatrices, claro esta que el derecho era el más tapado por ser largo y que no muestraba sus dedos como el de la izquierda, por obvias razones.
Su cabello medianamente seco lo ató en un moño, esta vez prolijo, dejando los mechones del frente caer como siempre lo hacía, pudo arreglar todo menos las ojeras debajo de sus ojos, eso ya no tenía solución, resignada y poniendo una mochila en su hombro salió finalmente. El viento era frío pero ya se había acostumbrado a este por lo que no lo sentía en su gran mayoría, bajó las escaleras que llevaban hasta el centro de la pequeña comunidad para luego dirigirse a la costa donde la estaban esperando.
Su hermano se acercó a ella con su carcaj y arco en manos, el recipiente de una buena cantidad de flechas venía esta vez con tapa para que al volar estas no salgan. Ella sonrió o al menos lo intentó ya que lo que le salió fue una mueca mientras tomaba en manos sus armas, esto claramente no pasó desapercibido por Alistair.
— Si sabes que no tienes que hacerlo, ¿no? —la pelirroja alzó la mirada ya que la tenía puesta en su amado arco—. Puedo ir yo, no sería ningún problema.
— Está bien, hermano, puedo hacerlo —afirmó poniendo una de sus manos en el brazo de su gemelo—. No te preocupes, conseguiré ese trato.
— No es eso lo que me preocupa —la mayor frunció el ceño ligeramente sin entender a que se refería, Alistair se limitó a negar mientras relamía sus labios—. Te irás a otra isla, en otra tribu rodeada de personas desconocidas, lejos de mi, de donde pueda protegerte.
— Al, voy a estar bien, puedo protegerme sola y además, Trueno estará conmigo —agarró sus hombros y le regaló una sonrisa sellada para tranquilizarlo—. Voy a volver, no es que me iré para siempre.
— Oh, si haces eso de tu lindo cabello te voy a arrastrar de vuelta aquí —la señaló con advertencia más Idunn sonrió burlona.
— ¿Para qué yo quisiera quedarme en Berk, eh? Apenas y quiero irme —se encogió de hombros volviendo a caminar hasta Trueno que estaba socializando con el Furia Nocturna, Alistair que la estaba siguiendo frenó al ver esto, no se creía lo suficientemente preparado para enfrentarse a su pasado. Idunn al notar esto paró su caminata y giró para verlo ya que había quedado unos pasos adelantada—. Ven, Chimuelo es adorable.
— No puedo... yo no... —dejó las palabras en el aire, su corazón martilleando con fuerza su pecho y sus pulmones dejaron de recibir aire cuando Chimuelo los miró con ojos amigables—. Es idéntico a él.
— Lo sé, como también sé que te afecta pero debes dejar de correr del pasado y darle una oportunidad a tu presente, no sabes si volverás a ver un Furia Nocturna de nuevo, tal vez te arrepientas luego sí no te acercas —murmuró acercándose a él y agarrando su muñeca para que no huya.
Los ojos celestes de su hermano la miraron derrotados y con suspiro volvió a fijarse en el dragón negro que ya estaba siendo mimado por el chico castaño. Tragó saliva sin moverse de su lugar, con su vista fija en la hermosa criatura antes de que Trueno se acercara y lo arrastrara hacia Chimuelo, bajo las quejas del pelirrojo claro está. Idunn rió levemente al ver como su dragón lo dejaba frente a frente con el Furia y juró escuchar el corazón de su hermano latir con fuerza, sabía lo duro que era pero tenía que enfrentarlo con valentía.
Hipo vio lo aterrado que el pelirrojo se encontraba que le pareció extraño, ya que con un híbrido de Skrill siendo tan cercano a su hermana no se explicaba porque estaba sudando frío al estar mirando a Chimuelo, creyó que el miedo era por ser el "hijo del trueno y de la misma muerte" más equivocado no estaba pero igualmente trató de relajarlo.
— Tranquilo, él no te hará ningún daño —aseveró él con una mano en el lomo de su dragón—. Solo extiende tu mano y deja que se acerque.
Alistair tragó saliva e hizo lo que le dijo, sabía entrenar dragones pero se sentía inútil en este caso, extendió su mano y pasó unos segundos en que Chimuelo lo observó antes de que se acercase a su tacto haciendo sonreír al pelirrojo. Algunas pequeñas lágrimas se juntaron en sus ojos sin dejarlas salir, se emocionó y la sensación que sintió fue algo que no podía describirlo en palabras. Hipo se alejó de ellos para acercarse a Idunn quien miraba la escena con una pequeña sonrisa, a su lado estaba Trueno con su mirada ambarina igual de curiosa sobre estos dos.
— Me parece extraño que le tuviera miedo si vive con él —señaló a Trueno con su cabeza mientras se cruzaba de brazos, la chica negó.
— No, no le tenía miedo a Chimuelo, sino a sí mismo —el castaño la miró confundido, frunciendo el ceño buscando alguna explicación en lo que había dicho. Idunn lo miró para luego suspirar, relamió sus labios para comenzar a hablar—. Alistair admira a los Furias Nocturnas, ha investigado un montón sobre ellos, simplemente las ama —Hipo asintió creyendo que era pura admiración pero la pelirroja siguió hablando—. Se emocionó porque él tenía un Furia Nocturna, era su mejor amigo, nunca se separaban.
— ¿Qué? ¿Había otro Furia aquí? —preguntó el muchacho girando violentamente hacia ella, abriendo los ojos porque había estado buscando estas criaturas por años como para saber que había uno viviendo cerca de ellos—. Pero hablas en tiempo pasado —murmuró al darse cuenta de esto, la vio suspirar y se tomó su tiempo para contestar.
— En el primer ataque lo asesinaron, no pudimos hacer más que observar —Hipo volvió a mirar enfrente donde su mejor amigo estaba con el pelirrojo, entendiendo esta vez la reacción que tuvo comenzó a pensar si fueran las cosas al reves, si le hubieran arrebatado a Chimuelo de esa forma tan cruel frente a él. Sacudió la cabeza para olvidar ese pensamiento, no podría vivir si algo malo le pasaba a su dragón.
— Lo siento —murmuró en voz baja, se sintió bastante personal por lo que notó la pena de los hermanos y entendió porque ambos reaccionaron de tal manera al ver a Chimuelo. Idunn sonrió de lado antes de darle dos palmaditas suaves en el hombro del jinete.
— Descuida, no fue tu culpa, mi vida está llena de desgracias incluso creo que ya me acostumbré —se burló de si misma a la vez que se daba la vuelta para acomodar sus pocas cosas sobre Trueno. El muchacho puso una pequeña sonrisa pero no dejó de pensar en el Furia Nocturna asesinado, su vista se dirigió al suelo mientras su mente seguía rondando por eso—. Eh, Hipo —lo llamó la pelirroja haciendo que levantara la mirada, se veía algo avergonzada—. Nunca he volado fuera del perimetro de la isla y... —carraspeó—... le tengo miedo a las alturas —una sonrisa tiró de los labios del vikingo intentando no reír—. ¡No te burles!
— Es que... —rió levemente acercándose para ayudarla con el nudo para que sus cosas no se cayeran—. ¿Tienes un dragón desde el huevo pero le tienes miedo a las alturas?
— Eh, sí —hizo un mohín haciéndolo sonreír—. ¿Berk queda lejos de aquí?
— Un poco, pero no tanto si vuelas —la pelirroja le dio una mirada dubitativa—. Mira, sé que el vertigo es horrible pero al estar ahí arriba te olvidas de todo y te sientes... libre, es una gran experiencia, no dejes que tu miedo te lo arruine y si te sirve solo no mires abajo, yo estaré a tu lado en todo momento.
— ¿Qué clase de regalo de los dioses eres? —preguntó sin medir bien sus palabras, su subconsciente se dio un golpe antes de continuar la oración rápidamente—. Digo, estás ayudándome demasiado y no te lo puedo devolver como se debe, ya me hace sentir mal en cierto punto.
— ¿Acaso no puedo ayudar porque sí y ya? No me debes nada, lo estoy haciendo porque veo que merecen una oportunidad de vivir mejor —explicó a lo que ella suspiró.
— Ah, eres un ángel —musitó y esta vez no se arrepintió de decirlo porque para ella era verdad. Hipo sonrió levemente avergonzado mientras pasaba su mano por su nuca, lo que no sabía es que Idunn no tenía ningún filtro para hablar cuando entraba en confianza pero eso lo iba a averiguar con el tiempo.
Idunn entonces se disculpó para ir a despedirse de su hermano quien estaba marvillado con Chimuelo, pero no podía culparlo, ese dragón era sumamente encantador. Al acercarsele acarició su cabeza antes de arreglar el broche que colgaba de su camisa, el broche le había pertenecido a su padre igual ella tenía el que fue de su madre, Alistair rodó los ojos porque su hermana tenía pésimas formas de despedirse. De todos modos, tampoco se habían separado, siempre lo habían hecho todo juntos especialmente los últimos cinco años.
Alistair entonces la agarró con uno de sus brazos y le dio un beso en la frente, no necesitaron palabras para decirse que se querían y que esto sería rápido. Ella así se prometió.
— No hagas nada estúpido en mi ausencia —el otro levantó las cejas.
— Tú eres la experta en eso, niña —sonrió burlón mientras ella la veía fingiendo estar ofendida.
— Aún soy cinco minutos mayor que tú —arrugó su nariz presumiendo la diferencia antes de deslizarse hasta Trueno nuevamente, Alistair rodó los ojos viendo solamente como su hermana montaba a su dragón.
Temerosa se había subido, no como si ya no lo hubiera hecho, si no porque esta vez iría más lejos de lo que alguna vez pensó que lograría llegar. Tal vez algo fuera de la monotonía la ayudaría a relajarse o tal vez sea todo lo contrario, pero lo iba a tener que averiguar. Mientras pensaba el Nadder se puso a su lado llamando su atención, giró su cabeza para encontrarse con la chica rubia.
— Solo debes confíar, nadie en su primera vez volando tan alto supo que hacer, ¿confías en él? —apuntó a Trueno con su cabeza.
— Con mi vida.
— Entonces te saldrá de maravilla, no te preocupes —le sonrió—. Por cierto, soy Astrid.
— Un gusto, Astrid, es bueno tener otra compañía femenina en medio de tanta testosterona porque no creo que ella cuente —miró a la otra chica rubia montada en una de las cabezas del Cremallerus, Astrid siguió su mirada hasta Brutilda a lo cual ella rió.
— Cincuenta, cincuenta —hizo un gesto con sus manos, ambas rieron antes de mirar al frente donde el Furia ya había tomado vuelo con Hipo en su lomo—. Recuerda, confía —le dijo por última vez antes de que el Nadder también abriera sus alas. Idunn suspiró y volteó a ver a su hermano en tierra, él le guiñó el ojo para luego asentir.
— Vamos, amigo, siguelos —murmuró acariciendo las escamas moradas de Trueno, este movió su cabeza antes de abrir sus alas y tomar vuelo junto a los demás. Idunn se aferró a los cuernos y a todo lo que pudo, miró atrás solo para observar como Fair iba alejándose y haciéndose más pequeña cada segundo. Luego hizo lo que no tenía que hacer, mirar abajo.
— ¡No mires abajo! Tú no entiendes, ¿verdad? —preguntó Hipo bajando la velocidad para llegar a su lado.
— Yo no suelo seguir las reglas —él la miró con las cejas alzadas—. Bien, me relajaré.
Miró hacia enfrente mientras cada vez estaban más alto, aún con sus músculos tensos sintió el viento frío chocar por su rostro y piel descubierta y ahí arriba de las nubes pudo sentirse finalmente en paz. Se comenzó a relajar con lentitud mientras admiraba el cielo, alzó la mano cuando una fina capa de nube apareció encima de ellos y se fue deshaciendo entre sus dedos, sonrió inconscientemente mientras el miedo se iba lento pero seguro.
Miró a Hipo con una sonrisa gigante que le fue de vuelta, este se adelantó junto a Chimuelo y Trueno ni cortó ni perezoso lo siguió, incluso él estaba contento de poder encontrarse a esta altura.
— Extiende tus brazos —le habló encima del viento haciendo lo que había dicho, ella lo imitó y las sensaciones que sintió fueron abrumadoras pero buenas, se sentía viva.
Si hubiera sabido que esta era la forma de huir de sus problemas hace tiempo lo hubiera hecho, pero nunca consideró montar a Trueno por tanto tiempo debido a su fobia, no era tan valiente como su pueblo pensaba que era. No miró abajo de nuevo, ahí iba a arruinarse la magia que estaba sintiendo.
El viento en su rostro era su parte favorita, nada se podía comparar con lo que se sentía ahí, debía darle la razón a Hipo luego. Pero no hubo tiempo ya que bajaron hasta casi tocar el mar, sabía que estaba lo suficientemente lejos ya de su hogar pero las estupideces que hacían los gemelos y las charlas a medio vuelo con Astrid la distrajeron lo suficiente como para darse cuenta que estaban cerca de su destino.
Hipo iba al frente mientras que la rubia sobre el Nadder a su lado, el castaño dio vuelta su cabeza para mirarlas y alzó el casco que se había puesto en el camino para hablar. Él sonrió haciendo ladear la cabeza a la pelirroja queriendo saber que lo causaba.
— ¿Todo bien? —iba para ella por lo que asintió—. Pues entonces bienvenida —retrocedió hasta quedar a su lado antes de señalar hacia enfrente—. Esto es Berk.
Idunn quien aún lo miraba rápidamente giró hasta donde lo señalaba, y aunque una suave neblina le impidió ver al sobrepasar eso una isla se alzó esplendorosa y no le sorprendió el hecho de que sea mucho más roca que otro material, sino que había dragones sobrevolando el lugar tranquilamente por lo cual una sonrisa decoró su rostro. Berk no sería la gran maravilla del mundo pero ver más dragones era algo, que para Idunn, era considerado algo hermoso ya de por sí. La hacía recordar a su hogar, Berk era Fair antes de caer en desgracia.
Sobrevolaron el área, siguiendo a Hipo y a Astrid en todo momento antes de aterrizar. Las personas aclamaron a Hipo quien piso tierra antes que los demás, era el orgullo de Berk e Idunn pudo ver eso muy fácilmente antes de que Trueno con presunción tocara tierra. Escuchó algunas exclamaciones por la clase de dragón que era, sabía que era diferente a los de su clase por lo que fue facil llamar la atención de los berkianos. Pero no quería esa atención en ella y para su desgracia lo recibió, y de sobra.
Bajó de Trueno intentando ignorar las miradas curiosas en ella, que era algo imposible ya que era una extranjera y lo podían notar en su forma de vestirse, el cabello y claramente el dragón. Algo cohibida por las miradas se acercó a la primera persona que sus ojos captaron, que fue Astrid pero rápidamente ella la lanzó hasta Hipo para que pueda ir a hablar con Estoico. Se mareó ligeramente hasta que el castaño agarró su muñeca y la metió a lo que parecía ser una herrería. Idunn comenzó a curiosear mientras Hipo iba a buscar a alguien.
— ¡Bocón! ¡Bo... ah! —escuchó un grito leve por parte del muchacho antes de que escapara del fuego de un dragón que estaba en el suelo.
— ¡Otra vez, Gruñón! —esta vez escuchó otra voz desconocida regañar al dragón quien abrió sus ojos como platos al oírlo, finalmente Idunn pudo verlo, un hombre grande, rubio al que le faltaba mano y pierna, ella apretó sus labios en una sonrisa como saludo—. Oh, ¿y ella quién es?
— Bocón, ella es Idunn, jefa de Fair —presentó Hipo poniéndose en medio de ambos—. Idunn, él es Bocón, mano derecha de mi padre y mi amigo.
— Bienvenida a Berk, Madame —hizo una pequeña reverencia haciéndola reír, ella asintió como saludo.
— Oye, ¿sabes dónde está mi padre? Necesitamos hablar con él —preguntó el castaño al rubio.
— En el salón, por cierto no está viniendo a trabajar dile que se apure eh, tú también llegas tarde muchacho.
Hipo se disculpó por eso y puso de excusa lo de Fair, más Bocón le creyó por tener a la pelirroja tras él. Luego de un par de intercambios de palabras ambos jovenes partieron hasta el salón, donde los gruñidos suaves de los dragones llegaron a sus oídos causando una salvaje pero maravillosa melodía para Idunn.
Berk simplemente era lo que alguna vez quiso lograr. Que ironía, tenía una opinión muy mala de este lugar pero ahora le encantaba.
Claro que, ella aún no sabía que el chico a su lado era el causante de eso.
Bueeenas, me disculpo si este capítulo estuvo un desastre, quería terminar ya y me cansé, son casi 3300 palabras damn. So, les quería dejar como veo a Idunn, encontré un fanart en Ig y me pareció genial para que tengan una idea de como es.
Créditos a the_chieftains_hand en Ig.
Well, hubo un hiccunn (super nombre de shipp, recibo sugerencias xd) leve aquí puees espero les haya gustado, pronto vendrá lo intenso.
¡Nos leemos!
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